LOS
QUE SE ECHARON AL MONTE:
EXTREMEÑOS
EN LA RESISTENCIA. BADAJOZ
Por Francisco Moreno Gómez
Los comienzos del fenómeno
de huidos en Badajoz y apunte introductorio.
Aquella España laboriosa del
verano de 1936, entregada a las labores de la recolección, es decir, la España
activa, se vio de pronto sorprendida por el golpe militar del 17-18 de julio,
golpe protagonizado por la España pasiva y ociosa: el cuartel, el casino y la
sacristía. Como en toda democracia digna de tal nombre, se habían producido
huelgas pidiendo “pan y trabajo”, los yunteros de Badajoz habían invadido
tierras incultas en el mes de marzo, y se habían producido otras
reivindicaciones propias de un país que intentaba salir de un tercermundismo
agrario. La II República intentaba
llevar a cabo el programa reformista del Frente Popular. Si había ocurrido el
error en Madrid de atentar contra Calvo
Sotelo, cediendo a la provocación continua de la extrema derecha, el resto
de España, sobre todo la meridional, no tenía por qué pagar los platos rotos de
un episodio en Madrid, que desde luego no era lo determinante, puesto que la
conspiración militar venía ya desde la misma proclamación de la República y se
agudizó imparablemente desde el triunfo electoral del Frente Popular. Así las
cosas, al infortunado proletariado español y al republicanismo histórico le
cayó encima un golpe militar que puso patas arriba a España entera, la sumió en
una guerra espantosa, provocó el destrozo de millones de hogares, la muerte de
centenares de miles de personas y el exilio y desgracia de otros centenares de
miles.
Dado que el golpe militar se lanzó con un programa de exterminio
explícito y masivo, no sólo de todas las autoridades democráticas de la
República, sino también del sistema mismo, y además, eliminación de toda la
base social de la República –aniquilación del sistema y de las personas-, he
aquí que no hubo más remedio de que cundiera la consigna del “sálvese quien
pueda”, y al menos una minoría de personas tuvieron que huir a los montes de
toda España en general y a las sierras de Badajoz en particular, convirtiéndose
en fugitivos o huidos (en los primeros cinco años), y organizados luego en
guerrilla a partir del otoño de 1944.[1]
El miedo a la gran oleada represiva, primero, y la disidencia
política, siempre, originaron el fenómeno del maquis o guerrilla, de una
trayectoria trágica. Olvidados por las democracias occidentales, sin ningún
apoyo internacional (ya la II República había sufrido lo mismo), quedaron
aislados en las garras del franquismo y de la Guardia Civil, que los fueron
aniquilando poco a poco, con un nuevo y gran tributo de sangre, pero con una
lección de resistencia antifranquista y de testimonio pro democrático, que los
ha llevado a ocupar, al menos, una página en la historia.
El período de huidos en Badajoz tuvo unos preliminares ya en
los años de la guerra, a consecuencia de varios embolsamientos que ocurrieron,
por ejemplo, el de Fregenal, la aniquilación de la “columna de los ocho mil”[2] y el cierre de la “bolsa
de la Serena”, todo lo cual originó la huida de gentes a los montes de Badajoz.
Pero de estos huidos primitivos, casi ninguno llegó a los días de la posguerra.
A partir de 1939, el fenómeno de los huidos se originó, sobre todo, en la parte
meridional y oriental de Badajoz, es decir, límites con Córdoba, Ciudad Real y
algo de Cáceres-Toledo. Los pueblos más afectados fueron, primero, los de la
“Siberia” extremeña (Puebla de Alcocer, Herrera del Duque, Talarrubias,
Navalvillar de Pela, Castilblanco, Siruela, Fuenlabrada de los Montes, Villarta
de los Montes). Todos estos actuaron o en Ciudad Real (II Agrupación) o en
Cáceres-Toledo (I Agrupación). Segundo, la zona de Cabeza del Buey, que también
actuaron en Ciudad Real. En tercer lugar, los del Sur (Malcocinado, Azuaga, La
Granja de Torrehermosa), que actuaron con la III Agrupación, de Córdoba.
La
zona oriental de Badajoz
Ya se ha anticipado que la zona oriental de Badajoz, la
“Siberia” extremeña, dio origen a buen número de maquis, que evolucionaron
entre Ciudad Real y Cáceres-Toledo. Esta zona “siberiana” tuvo una inclinación
comunista. Entre los primeros perseguidos, conviene citar a Joaquín Ventas Cita “Chaquetalarga”,
de Fuenlabrada de los Montes. Pertenecía
a las Juventudes Socialistas y luego al PCE. Temiendo las represalias de
posguerra, se escondió en su domicilio, “emparedado”, tras un tabique falso.
Pero en los continuos registros, lo descubrieron y fue a parar a la cárcel de
Herrera del Duque. Habiéndole caído pena de muerte, se evadió de la cárcel 12
de marzo de 1940. Tuvo un grupo inicial (“Cuquillo”,
“Chavito”, “Gabino”, “Patato”, etc.) que se alejaban poco de Fuenlabrada, al
calor del amparo de los familiares. Pero luego, la persecución los fue
alejando. Una de sus primeras bases se ubicó en Porzuna (Ciudad Real), donde un
primo tenía una huerta. Pero esta base la acabó descubriendo la Guardia Civil,
y acabó con la vida de su padre, Feliciano,
al que le aplicó la “ley de fugas” el 6-9-1942. En 1941 andaban por Alía
(Cáceres), donde los de “Chaquetalarga”
entraron en contacto con los hermanos “Goyorías”,
María, Paula y Aurelio Rodríguez Juárez, y se los llevaron a la sierra. Más
tarde, cuando ya se organizó la guerrilla a finales de 1944, “Chaquetalarga” se desplazó a Cáceres
(1ª Agrupación) y fue jefe de la llamada 13 División guerrillera.
También en 1940 surgió otro grupo de huidos en la “Siberia”
extremeña, entre los que destacaba Valentín
Jiménez Gallardo, evadidos de la prisión de Puebla de Alcocer. Todo
motivado por la dureza de la represión franquista. Valentín y siete más de Navalvillar de Pela, estando en la prisión
de Trujillo, quedaron libres en 1940. Al regresar a Navalvillar, los detuvieron
de nuevo, que era lo que los derechistas hacían con todo el que represaba:
detenerlo y apalearlo. En junio de 1940 los llevaron a la prisión de Puebla de
Alcocer, y de allí se escaparon poco tiempo después, Valentín y doce compañeros. Allí iban Diego “El Zorrete”, “El
Barbero de Pela” o “Colorao”,
entre otros. Los de Valentín
sufrieron un gran percance a comienzos de 1941, cerca de Talarrubias, con tres
muertos y cinco capturados, a los que luego (24 de abril) fusilaron en
Castuera. En 1943 (9 de diciembre), la dictadura cometió la barbaridad de
fusilar a la madre de Valentín, Bonifacia Gallardo, además de
maltratarla muchas veces sólo por ser su madre. Como esta hizo muchas la
Guardia Civil en estos años. Un año después, en el otoño de 1944, Valentín y los pocos que quedaban se
toparon con la propaganda del teniente
coronel Gómez Cantos, que prometía el perdón, si se entregaban. De manera
insólita, el sanguinario jefe de la Guardia Civil, sólo esta vez cumplió. Valentín se entregó en Navalvillar de
Pela y alguno más, en Casas de Don Pedro. Lograron sobrevivir. Tuve oportunidad
de hablar por teléfono con Valentín,
un año antes de morir.
De Navalvillar de Pela salió otro pequeño grupo, en el que
hacía cabeza Aquilino Calvo Sánchez “El
Barbero de Pela” o “Colorao”, otro de los evadidos de Puebla de Alcocer
(23-6-1940). El grupo sufrió grave percance en febrero de 1941 en Ciudad Real
(en la aldea de Sendamula, que no hemos podido encontrar en el mapa, ni tampoco
el lugar Hoya de la Graja), donde la Guardia Civil les mató a dos y detuvo a
tres. Años más tarde, en 1944 (25 de junio) se vio metido en un lío, porque iba
en el grupo en el que “Manco de Agudo”
llevó a cabo un ajusticiamiento en la persona de un delator, que jugaba a dos
bandas, en término de Fuenlabrada de los Montes. Lo ahorcaron. Iban allí,
además de “El Colorao”, “Manco de
Agudo”, Eusebio Liborio “Lavija”, Fernando Maraña “El Joven”, “Pedro el Cruel”,
el hermano del “Manco”, “Gabino” y algún otro. En 1945, “El Colorao” se pasó a Cáceres, a la 1ª
Agrupación. En mayo de 1945 tuvo su fecha aciaga, cuando disparos de la Guardia
Civil lo hirieron en el vientre. Se refugió en el Coto Valero (Cáceres) y durante muchos meses los enlaces lo
estuvieron curando, con poca mejoría, hasta que, abatido y enfermo, decidió
entregarse en Navalvillar de Pela un año después, en junio de 1946. Le tomó
declaración el terrorífico capitán
Federico Chacón Cuesta, en Cabeza del Buey. Le instruyó sumario el no menos
terrorífico coronel Enrique Eymar,
en Madrid. Le cayó pena de muerte, pero, insólitamente, se la conmutaron.
Otro lugar de la “Siberia” extremeña, cuna de guerrilleros,
fue Villarta de los Montes, donde los franquistas se ensañaron con todo el
vecindario. De aquí era “Comandante
Honorio” (Honorio Molina Merino), de 21 años, pero blanco de todos los
castigos, porque era hijo del que había sido alcalde republicano Julián Molina. A poco de terminar la
guerra, lo primero que hicieron los derechistas locales fue organizar una
primera matanza de 23 personas, sin juicio, el 16 de mayo de 1939, a las que
dieron muerte en el lugar Hoya de Fernando. Mataron a Julián y a sus dos hermanos, con veinte personas más. Y cuando llegó
el hijo Honorio, desde el campo de
concentración de Castuera, en el pueblo se lanzaron contra él, por ser el hijo
del alcalde, con la idea de “hacer una limpia” en el pueblo. Le organizaron un
sumario de acusaciones falsas y lo llevaron al convento-prisión de Herrera del
Duque. Pero de aquí logró evadirse, junto con “Chaquetalarga”, y se echaron al monte. Los vencedores no les
dejaron otra salida. La familia de Honorio
fue terriblemente castigada: su padre, Julián,
fusilado, sus dos tíos, también. Su madre, Marciana,
murió en la prisión de Mérida, por hambre y privaciones. Su hermana Eleonor murió en el domicilio, a
consecuencia de malos tratos.[3]
Una vez en el monte, Honorio
se desplazó hacia los montes de Toledo, por donde deambuló en los primeros años
cuarenta. Con él iban otros dos de Villarta: “Gabino” y “Chavito” (Casimiro Chaves Romero). A éste último, como
el capitán Federico Chacón Cuesta no
pudo echarle mano, en represalia mató a su hermano Manuel, en una ejecución pública, a las dos de la tarde
(4-10-1941). Somatenes y guardias formaron el pelotón y le dijeron: “echa a
andar, que te vas para Rusia”. Y lo liquidaron. Entre 1944-1945, “Comandante Honorio” se integró en la
guerrilla de Ciudad Real. Acabaría sus días junto a “Manco de Agudo”, en Retuerta (C. Real), en 1949.
También de la “Siberia” extremeña era “El Cuquillo” (Eugenio Herrera García), de Castilblanco, fundador
de la Casa del Pueblo, y evadido de la cárcel de Chillón (Ciudad Real). Estuvo
con “Chaquetalarga” y “Manco de Agudo”,
hasta que formó grupo aparte en el verano de 1946, junto con “Hocino” o “Donato” (de Belalcázar,
Córdoba), “Perdiciones” (Nicolás García
Díez, de Herrera del Duque) y “La
Golondrina” (Felisa Paredes Aceituno, de Campillo de La Jara, Toledo). Los
cuatro sobrevivieron hasta abril de 1950, en que fueron acribillados en el
chozo de un enlace, en Mina de Santa Quiteria, Toledo, cuando ya iban camino de
Francia.
En Talarrubias, en mayo de 1945, surgió un grupo muy
interesante capitaneado por Juan Fco.
Benítez Ramiro “Jesús” o “Benítez”. Con otros del pueblo, se integró en la
guerrilla de Ciudad Real, en la llamada 22 División. Un año duró su lucha,
porque en el verano de 1946, el grupo sufrió varios destrozos por la Guardia
Civil. Entonces decidió esconderse dentro de su propia casa. La Guardia Civil
sometió la vivienda a continuos registros y apresó a toda la familia: padre,
madre, hermana, esposa y suegro. Los tuvieron en las prisiones de Castuera y
Cabeza del Buey. Aquí, bajo la batuta del comandante
Federico Chacón, apalearon al padre, Polonio,
de tal manera que murió a los pocos días de regresar a su casa. Juan Fco. Benítez había sido un
cualificado mando del Ejército republicano, jefe de Batallón como mayor de
Milicias en la 220 Brigada Mixta. Luchó en Madrid, Teruel, Levante y en el
cierre de la bolsa de La Serena. Al final de la guerra, estuvo en el campo de
concentración de Castuera. Le cayó pena de muerte, que le conmutaron. En 1941
regresó en libertad condicional a Talarrubias, intentó rehacer su vida, se casó
y tuvo dos hijos, pero la fe en la República continuaba en él, de manera que
asistía a reuniones clandestinas, en aquella encrucijada internacional que
parecía favorable. Se sintió descubierto en mayo de 1945, y tuvo que saltar al
monte.
Cuatro años estuvo escondido como un topo. Como veía que la
situación de España no cambiaba y que su familia estaba siendo destrozada,
mientras la Guardia Civil pensaba que él se había pasado a la zona de Córdoba,
decidió salir de su escondite, el 9 de septiembre de 1950 e iniciar la marcha
hacia Francia. Dejó a su familia la contraseña de que, para informar de que se
hallaba bien, haría dedicar una canción en el cumpleaños de sus hijos. Pero esa
dedicatoria jamás se escuchó. Probablemente fue liquidado antes de salir de
España. Una víctima anónima más en ese peligroso camino hacia los Pirineos.[4]
En ese extremo nororiental de Badajoz, “La Siberia”, se halla
el pueblo de Helechosa de los Montes, escenario de otra de las muchas tragedias
del maquis. A finales de 1944, el PCE envió al interior de España, a Madrid,
debidamente “documentado” (por Domingo
Malagón), a Máximo Muñoz Jorge “El
Botijo”, natural de Helechosa, donde tenía esposa y una hija. Regresaba en
misión política después de haber salido al exilio en 1939 y después de haber
participado en la resistencia francesa. Su familia de Helechosa sufrió el
“reglamentario” castigo de los vencedores. El 11 de mayo de 1939 perpetraron una
primera “limpieza”, fusilando sin trámite a 23 vecinos, varios de ellos,
familiares del “Botijo”, entre ellos su padre “por sus avanzadas ideas
izquierdistas”. Ese era el delito. En la saca iban también cuatro mujeres.
Con todo, el deseo de “Botijo” no era la venganza, sino poder
ver a su esposa e hija, parece que con intención de llevárselas a Francia. Pero
cometió un gran error: hablar en Madrid con uno de Helechosa, el cual,
lógicamente, dio parte a la Guardia Civil. Por tanto, ésta, más lo somatenes,
guardas y derechistas de pro, montaron vigilancia, para esperar a Máximo Muñoz. La tragedia se
desencadenó en plena nochevieja. Una vez rodeada la vivienda, el sargento llamó
y salió Venancia, la esposa,
diciendo que su marido no se encontraba, pero el sargento entró a inspeccionar.
Máximo, que se hallaba detrás de una
puerta, mató al sargento a bocajarro. Al oír los disparos, entró otro guardia,
que quedó muerto también. Salió Máximo
de estampida y disparando, cuando en la puerta le cerraba el paso un guardia
municipal, al que mató también. En su huida por la calle Díaz de Liaño, un
disparo del alcalde hirió a Máximo
en la garganta, pero el fugitivo desapareció en la oscuridad de la noche,
aunque gravísimamente herido. Se paró en la Cerca del Tejar y, viéndose
perdido, se suicidó disparándose por la barbilla, de abajo arriba. Su desgracia
personal ya había terminado, con su gran error de venir a Helechosa sin las
debidas precauciones, tal vez desconocedor de lo que, realmente, era el régimen
franquista, nada que ver con sus experiencias en Francia, donde la población
apoyaba a los maquis, y en España era todo lo contrario. Pero la venganza de
los franquistas de Helechosa iba a estallar a continuación. Lo primero que
hicieron fue arrojar una bomba de mano al interior de la casa del “Botijo” y
mataron a su niña de 10 años, Delfina
Muñoz Paredes. A continuación, apresaron a la esposa y a la madre de
Máximo, Venancia Paredes y Juana Jorge, las llevaron por la
carretera de Herrera del Duque, les aplicaron la “ley de fugas” y en Herrera
las enterraron. A la niña y a su padre los enterraron juntos, en una fosa en el
cementerio de Helechosa. No terminó ahí la venganza. Un hermano de Máximo, Francisco Muñoz Jorge, trabajaba como yesero en la localidad
Pantano de Cíjara. Fueron a por él, lo trajeron a Helechosa, durante toda una
noche lo estuvieron torturando, hasta que al día siguiente lo remataron y lo
enterraron en descampado, en una cerca. El instructor del sumario a posteriori
y cerebro de la operación y venganza era el capitán de la Guardia Civil Federico Chacón Cuesta, desde Cabeza
del Buey. El resultado fue de ocho cadáveres: tres de los franquistas, y cinco
de los desafectos. Como siempre, los vencidos llevaban la peor parte.
Por una carta recibida de familiares, cuya información sale
ahora a la luz, sabemos los mecanismos represivos que seguía el régimen contra
los huidos a la sierra, presionados por el bárbaro castigo a los familiares,
con lo que a veces se conseguía que algunos maquis se entregaran. Así ocurrió a
dos de los compañeros de “Chaquetarla”,
en 1940, “El Rufila” o “Rufino” y el
“Polonio” o “Restituto”, éste
llamado Apolonio García Pozo, ambos
de Fuenlabrada de los Montes. A la mujer de éste último, Isidra Lucas, la apresaron, la pelaron y la sometieron a todo tipo
de vejaciones, incluso un intento de fusilamiento: la llevaron a ella y a otras
mujeres a fusilar, pero los guardias se negaron a matar mujeres. De todo esto
se tuvo noticia en la sierra, y “El
Rufila” y “Polonio” se acabaron
entregando. Mientras el primero logró sobrevivir, al “Polonio” lo obligaron a andar con la contrapartida, hasta que un
día un conocido lo invitó a acompañarlo a llevar unas bestias por el campo. No fue
sino un truco para llevarlo al encuentro con los maquis. En efecto, éstos
salieron al paso y le dijeron a “Polonio”
que se fuera con ellos. El 9 de febrero de 1946, lo mataron los maquis cerca de
Villarta de los Montes.[5]
La
zona de Cabeza del Buey
La guerrilla de la zona de Cabeza del Buey tuvo sello
socialista y también se decantó por la lucha en Ciudad Real, en la 2ª
Agrupación. Tenemos noticias de huidos de Cabeza del Buey, nada más acabar la
contienda, y otros al salir, meses después, del campo de concentración de
Castuera. Este fue el caso de José
Caballero Domínguez “El Yamba”, de Cabeza del Buey, que había trabajado en
las minas de Peñarroya, y por breve tiempo fue alcalde socialista de
Valsequillo. Huyó a la sierra y se asoció a los de Ciudad Real, actuando en los límites de
Córdoba y Badajoz. Ocupó cargos directivos y mandó, en 1945, una de las
llamadas divisiones. En la sierra le acompañó Paulina Amaro, huida de Guadalmez. Cuando en el verano de 1946, los
anarquistas y socialistas abandonaron la Agrupación de Ciudad Real, José y Paulina fueron a refugiarse en
Barcelona. De allí, hicieron varios intentos por entrar en Francia, pero los
devolvían de nuevo, una acción miserable e indigna de “La France de la
liberté”. Por fin consiguieron salir de España en 1949.
El grupo de Cabeza del Buey fue algo nutrido: además de “Yamba”, estaban Emilio “El Chispa”, Ceferino
Flores Naharro “Larete”, Elías de la
Mata “Mera”, Adelardo Tena
“Timochenco” y algún otro. A menudo actuaron junto con cordobeses, como Norberto Castillejos “Teniente Veneno”,
anarquista, de Santa Eufemia, Manuel
García Peco “Quivicán” (de Belalcázar). Todos actuaban en la II Agrupación,
de Ciudad Real. El gran percance de éstos ocurrió cerca de Almadén (21-4-47): “Veneno” y “Mera”, muertos; “Quivicán” y Adelardo Tena, detenidos.
Este se convirtió en confidente de la Guardia Civil, pero el de Belalcázar, “Quivicán” se mantuvo en sus principios
y acabó fusilado en el cementerio de Ciudad Real.
En cuanto a Ceferino
Flores “Larete”, también formó guerrilla con otros de Córdoba (con los de
Belalcázar, Adriano Escribano Calderón
“Hocino” o “Donato”, y su sobrino Félix
Escribano y algún otro). Anduvieron por el oeste de Ciudad, con incursiones
en Badajoz. “Larete” acabaría sus
días en 1946, por tierras de Cáceres, de una manera un tanto imprecisa. Félix Escribano sería el único en
conseguir salir a Francia, junto con Antonio
Lara “Braulio”, de Almodóvar, en el verano de 1948, mientras que su tío Adriano Escribano y otro de Siruela se
quedaron atrás en un tiroteo.
Del pueblo de Guareña eran dos anarquistas de gran
predicamento en la guerrilla de Ciudad Real: Eusebio Liborio Lombardía “Lavija” y Fernando Maraña Falcón “El Joven”, que ocuparon puestos de mando en
la 2ª Agrupación, hasta que en 1946 abandonaron la guerrilla, con otros
anarquistas y socialistas de la zona. “Lavija”
se refugió en Madrid, y en noviembre del mismo año lo descubrió la policía y lo
acribilló en la pensión donde se hospedaba. En cuanto al “Joven” o “Rubio”, éste marchó a Barcelona y allí cayó en un tiroteo
de la policía en 1947.
De Esparragosa de La Serena era “El Tío Roque” (Pedro A. Dávila Baltasar), que luchó entre Badajoz
y Córdoba, y acabaría su aventura en Fuenteobejuna, en compañía de su paisana Isidora Merino, que había sido
compañera del “Quivicán”, con el que
había tenido un hijo en la sierra. Ni que decir tiene que, para los franquistas
y para la Guardia Civil, toda mujer que luchaba en la sierra, que podía ser
esposa, hermana o novia de algún guerrillero, toda mujer así era meretriz, concubina
o manceba, una forma de descalificar que siempre ha usado la derecha, como si
amar a una persona fuera un delito. La obsesión franquista por estos temas, tal
vez por influencia de la Iglesia, en la que el tema de la entrepierna es asunto
primordial (el 6º mandamiento es mucho más importante que el 5º), pues esta
obsesión, digo, motivaba comentarios tan aberrantes, como considerar a Sergia Flores como concubina de “Lazarete”, cuando se trataba de su
esposa legal. Estas son, por ejemplo, las cosas indignas del teniente coronel
de la Guardia Civil Aguado Sánchez. Siempre el franquismo consideró puta a la mujer republicana.
De Zarza Capilla eran “Los
Larines”, un padre y dos hijos, que primero fueron enlaces, y en el otoño
de 1946 se echaron al monte, en la partida de “Lazarete”. Tenían poca formación política y como guerrilleros
dejaron mucho que desear. “Larines”
padre (Ángel Muñoz Ruiz) se entregó
a la Guardia Civil al cabo de medio año. Poco le duró el entusiasmo. Esto
influyó en que la guerrilla “ajusticiara” al “Larines” hijo mayor (Eugenio),
mientras que el “Larines” menor (Valentín Muñoz Merino, de 17 años)
acabaría traicionando a “Lazarete”,
causando la muerte de éste en marzo de 1948, en el Valle de Alcudia. Un pésimo
currículum para la historia del maquis.
El Sur de Badajoz: Malcocinado, Azuaga, La Granja
En esta parte de la
provincia hubo un período de huidos muy bien delimitado, hasta 1945, luego un
período guerrillero, igualmente diferenciado, en torno a La Granja de
Torrehermosa. El perfil ideológico era claramente comunista, igual que en la
“Siberia” extremeña, y al contrario de la zona de Cabeza del Buey,
socialista-anarquista.
La primera figura sobresaliente en la inmediata posguerra fue
“El Chato de Malcocinado” (Juan Manuel García Martínez). Sobre su origen,
trayectoria y final, la Guardia Civil se hizo un verdadero lío, en continua
confusión con “El Chato de Huelva” (Lorenzo García Romero), que pertenecía al
mismo grupo. En cuanto a Juan Manuel, se trataba de un joven de pueblo, cuya
vida se truncó el día en que protagonizó una pendencia en un bar de su pueblo,
Malcocinado, y lo metieron en la cárcel. Allí lo maltrataron y lo acobardaron,
por lo que decidió fugarse del arresto municipal, en el año 1940. Al poco tiempo
se unió a él su novia Josefa Bermejo Grueso, hasta una fecha imprecisa de
finales de 1944, en que Juan Manuel pereció en un tiroteo en Alanís, pero ella
logró escapar embarazada y logró sobrevivir (al contrario de lo que dicen los
datos oficiales, que la dieron por muerta, confundiéndola con la esposa de “El
Chato de Huelva”).
En el grupo de “El Chato de Malcocinado” hemos podido
identificar a unos 20 componentes: algunos, evadidos de la cárcel de Azuaga;
otros, de la cárcel de Peñarroya-Pueblonuevo, y algunos más eran supervivientes
de las matanzas franquistas de 1936. En 1943, la partida se subdividió en tres
grupos: el mandado Juan Manuel García; el mandado por “El Tripas” (José Martín
Campos, evadido de Pueblonuevo, natural de Nerva, Huelva); y por “El Chato de
Huelva” (Lorenzo García Romero). El primero prefería el Sur de Badajoz (Azuaga,
Malcocinado), y los otros se alternaban entre Córdoba (Hornachuelos,
Fuenteobejuna) y Sevilla (Constantina).
En 1943, el pequeño grupo de “El Chato de Huelva” se retiró
hacia su tierra onubense. El año 1944 fue un annus horribilis para estos grupos. Perseguidos con saña desde
Badajoz, Córdoba y Sevilla, en cuyo triángulo actuaban, acabaron reducidos al
exterminio. Lo poco que quedaba del grupo de “El Tripas” y él mismo terminaron
en término de El Pedroso en octubre de 1944. A partir del verano de este año,
los datos oficiales le habían perdido la pista a “El Chato de Malcocinado”, y
hemos tenido que recurrir al testimonio oral de su familia, para saber que
pereció en el otoño de 1944, en la finca La Chirivía (o El Ventillo), de Alanís
(Sevilla), mientras su esposa Josefa Bermejo pudo escapar, se refugió en
Sevilla con su madre, hasta que dio a luz, y pasado el tiempo, se estableció en
Alanís, donde rehízo su vida. La Guardia Civil mató a “El Chato”, posiblemente
sin saber quién era. Y por último, con relación a “El Chato de Huelva”,
ofrecemos la siguiente información de su final, siguiendo, no los atestados de
la Guardia Civil, que, además de escasos, son erróneos. Hemos tenido la suerte
de dar con el sumario referente al “Chato”, el cual nos ilustra su final.[6] Se apodaba también “El
Chato de los Alacranes”, natural de Cerro de Andévalo, de 29 años. Con él se
hallaba su esposa, Sagrario Vera Gordo (aspecto que ignoran los datos de la
Guardia Civil). En el sumario se anota, con especial hostilidad, que este
matrimonio, durante la República, había sido el primer matrimonio civil en la
aldea de Valdemusa, y añaden: “demostrando con ello su oposición a la Iglesia”,
lo que indica que la Iglesia católica se hallaba totalmente inmersa en los
entresijos de la represión, como colaboradora “necesaria e incondicional” del
régimen.
El escondite de los cuatro últimos maquis de este grupo fue
descubierto el 8 de junio de 1945, en el barranco de Agua Agria, de Valdemusa.
A las 4 de la tarde se inició el acoso. Lorenzo García y su esposa perecieron.
Los otros fueron capturados vivos (Sebastián Moheda Rico, 38 años, de El Cerro,
y otro no identificado). En el bolsillo de la chaqueta de “El Chato de Huelva”
se halló esta poesía, mucho mejor que la de otros vates actuales, criados en la
posmodernidad. (Poetas de la posmodernidad, que dicen sin decir, expresan sin
expresar y poetizan sin poetizar. Cualquier pelagatos de pueblo les precederá
en el Monte Parnaso. Una sociedad que no tiene poetas, en la que no habla el
hombre de la Colina, sino únicamente el hombre de la Bolsa). Decía Lorenzo
García:
Sevilla, la tierra mía, / el Fascio me
la robó, / la vendió a la burguesía, / Alemania la compró / e Italia la
protegía. / Los rojos están en la sierra / y el triunfo por venir./ El día
menos pensado / se nos presenta Negrín. / Qué alegre está la sierra / en tiempo
de primavera, / los pajaritos cantando / nos deshacen las penas / y flores de
mil colores / que nos llaman la
atención, / cogemos las amapolas / por su bonito color / y así pasamos los días
/ y el triunfo sin venir. / Y hoy recibimos noticias / de que ya está aquí Negrín….
Como puede ver aquí José Álvarez Junco, no se aprecia por
ningún lado su obsesivo estalinismo. Para que nos entienda el lector, al final
retomaremos a este escritor, por unas declaraciones intolerables. Lo del
estalinismo en la guerrilla, según este autor y otros de determinado sanedrín
más “progre” que progresista, es que han visto demasiadas películas de indios.
Y debían tener claro esto: que en España, el problema no ha sido el
estalinismo, sino el franquismo.
Falta hacer referencia al final trágico de “El Tripas”. Se puede decir que en el otoño de 1944, “El Tripas” era el jefe efectivo de los restos de la partida que inició su andadura con “El Chato de Malcocinado”, buen número de ellos, de Badajoz. Parece que éste, en esas fechas, andaba en solitario, en compañía de su esposa, principalmente. En ese otoño, empezaron a ocurrir cosas raras en la zona de El Pedroso y Cazalla de la Sierra. Según datos oficiales, el 22 de septiembre de 1944 consta la “presentación” de dos maquis del grupo: Francisco Moruno Sánchez “Chocolate” y Manuel Vizuete Vizuete “Barcinado”. A raíz de la publicación de mi libro La resistencia… (p. 229 y ss.), me llegaron correos y cartas de la zona de la sierra de Sevilla sobre lo ocurrido en ese trágico otoño.[7] La versión más extendida es que “Chocolate” se entregó, a través de una hermana, que frecuentaba la casa del teniente de la Guardia Civil de Tocina (Sevilla), y fue el que delató que sus compañeros del “Tripas” solían visitar a un cabrero de la sierra de La Tornera. Es falso que la Guardia Civil los estuviera siguiendo por un secuestro anterior y que los acorralara ni nada parecido. La Guardia Civil hizo venir al cabrero, lo acosaron y lo obligaron a un plan siniestro. Es más, al saber la Guardia Civil que se hallaban los maquis (eran cinco) en esa sierra, tuvieron miedo de subir allí y de meterse en la boca del lobo. Ese miedo les llevó a idear la estratagema siguiente: envenenarlos con arsénico, que se preparó en la farmacia de Cazalla de Rafael Nocea, con el concurso del médico Manuel Nocea y del veterinario Miguel Portero. La orden parió del capitán Ramón Jiménez Martínez, de Constantina. Según el plan: el cabrero les prepararía la leche de cabra envenenada, y luego subiría la Guardia Civil y simularía un tiroteo. Los cinco maquis del grupo eran:
José Martín Campos “Tripas”,
de El Castillo de las Guardas.
Carmelo Romero Ortega “Pinche”, de
Villanueva del Río y Minas.
José Salvador González Espino “Ganazo”
(“Ganaso”), de Cazalla de la Sierra.
José Jiménez Muñoz, de Cazalla de la
Sierra, cuñado del anterior.
“El Pipas”, sin más datos.
“Ganazo” se había ido a la
sierra, junto con su cuñado, por miedo a las palizas, porque habían detenido a
otro hermano, llamado Salvador, carbonero, y lo molieron a palos, porque
actuaba de enlace y facilitaba comida a los de la sierra. Así las cosas, el
cabrero les dio la leche envenenada. Era el 20 de octubre de 1944. Los tres
primeros murieron envenenados, sin recibir ningún tiro. “El Pipas” se salvó,
porque se hallaba ausente, en un recado. Y José Jiménez, que apenas bebió, se
sintió mareado y bajó a la fuente a despejarse, momento en el que la Guardia
Civil lo mató a tiros. Luego disparó sobre los otros cadáveres, para simular el
“encuentro”. Para celebrar el éxito, los guardias y el fascio local celebraron
una caldereta en la plaza, con otro resultado mortal, y fue que a otro enlace
implicado (no se ha podido concretar nombre) le metieron una garrafa de vino
con un embudo y lo mataron también. Además, las informaciones aseguran que
antes del envenenamiento, ya había sido fusilado “El Chocolate”, y enterrado
rápidamente en el Cortijo Las Jarillas, término de El Pedroso.
Parece que todavía hay que anotar un
fusilado más, y ya van siete. Según entrevista realizada por el citado José
Ramón Seco, en diciembre de 2002, a seis personas bien informadas, en la Peña
Cultural de Cazalla de la Sierra, el verdadero delator fue “El Chato de
Malcocinado”, el cual, y según estos testimonios, había sido apresado y formaba
parte de la contrapartida en el otoño de 1944. Y tras el desastre de La
Tornera, apareció el cadáver de “El Chato”, totalmente solo, en la Cantera de
Guadalcanal, en el camino de Alanís. Así pues, según estos informantes, fue
eliminado por la contrapartida, después de sacarle toda la información posible.
En consecuencia, el episodio del envenenamiento es uno de los capítulos más
complicados, miserables y sucios de esta zona de los maquis-
De Azuaga (Badajoz) era María Esquivel
Vizuete “La Culantra”, de 27 años, casada con Cipriano Domínguez Bello, ambos
en la sierra, seguramente con el grupo del “Chato de Malcocinado”, aunque no
constan en nuestra relación de componentes (La
resistencia…, pp. 232-233). Fue capturada por la Guardia Civil en la zona
de Alanís, no sabemos en qué circunstancias, o si hubo muertos o más detenidos.
El 25 de diciembre de 1941 ingresó en la prisión de Sevilla, a disposición del
Juzgado Militar núm. 4. Pasó por consejo de guerra en noviembre de 1942 y le
cayó pena de muerte “por formar parte de una banda que merodea por la sierra”.
La pobre mujer fue fusilada el 12 de febrero de 1943, en el cementerio de San
Fernando de Sevilla.[8] Cuántas consecuencias seguía todavía motivando el golpe militar de 1936: miles y miles de vidas rotas.
Finalmente, cerraremos esta visión
periférica de Badajoz, haciendo mención de la zona de La Granja, Azuaga, Llerena,
etc., una provincia cuya guerrilla militó en las provincias próximas y no contó
nunca con una Agrupación guerrillera propia. Tal vez el grupo guerrillero mejor
organizado fue el que se desarrolló en torno a La Granja de Torrehermosa, en
los años 1946 y 1947, de la mano de José Murillo “Comandante Ríos” (de El Viso,
Córdoba) y al año siguiente, con el “Cojo de la Porrada”, con el que se produce
el declive de esta guerrilla, que había sido muy activa, con nutrido
reclutamiento de jóvenes de La Granja, algunos de los cuales pasaron a Córdoba
y llegaron hasta los estertores finales de la 3ª Agrupación.
Durante el mando de “Ríos”, desde el
verano de 1946 hasta julio de 1947, esta guerrilla de La Granja tuvo una rápida
implantación, con la incorporación de bastantes lugareños, y teniendo su gran
base de apoyo en el cortijo de La Alegría, en la sierra del Acebuche, entre La
Granja y Peraleda. Entre las diferentes ayudas con que contó “Ríos”, una de
gran importancia fue la del maestro de Escuela José López Santiago, que dirigía
un grupo clandestino de la JSU. Eran los años “del hambre”. En agosto de 1999
visité La Granja y, entre los testimonios, anoté el de María Díaz, que me
explicó así el porqué de la incorporación de su hermano a la guerrilla, Carmelo
“Villa”: “No había dinero ni qué comer, y los de la sierra les ofrecían de
todo, y se iban con ellos”. Un buen fichaje fue el de Lorenzo Jiménez Gaete
“Madero”, un joven labriego de 19 años. Un valiente, junto con “Maribello”, que
cayeron en mayo de 1948, cerca de Llerena. Otros incorporados eran:
Francisco Ramírez “Corruquillo”, Antonio
Rodríguez Heras “Cano”, Manuel Moreno “Minero”. Este último llegó hasta los
finales de la Agrupación cordobesa, en los años cincuenta. Aguado Sánchez lo
mata en 1953, pero sobrevivió y residió en Barcelona hasta época reciente.
En julio de 1947, “Ríos” fue ascendido a
jefe político de Batallón, y como jefe militar fue designado “Zoilo” Félix
Ricardo García Arellano, de Hinojosa, por lo que dejaron la guerrilla de La
Granja y marcharon a su nuevo destino, siendo sustituidos en el mando de
Badajoz por los hermanos de “La Porrada”: Cornelio Caballero Calvo “El Cojo”, y
sus hermanos Domingo “Serpiente” y Cornelio. Los dos primeros acabaron sus días
a manos de la Guardia Civil, en un prostíbulo de Fregenal de la Sierra, el 17
de octubre de 1947. Con los de “La Porrada”, la guerrilla de La Granja empezó a
venirse abajo. En realidad, el motivo no era otro que el acoso de la Guardia
Civil. Ejercieron mando también en esta zona Eustaquio Rubio “El Pollo”, de
Hinojosa, y “Cucala” (José Carracedo, también de Hinojosa). Varios de La Granja
acabaron sus días, a manos de los gendarmes del régimen, en tierras de Córdoba.[9]
Algunas conclusiones
La
guerrilla antifranquista estuvo motivada, primero, por la feroz represión
lanzada por los vencedores contra la base social de la República, los
fusilamientos masivos, las infrahumanas cárceles franquistas, la política de
exclusión social de los vencedores y los abusos y vejámenes insoportables que
se emplearon contra los vencidos. En segundo lugar, la guerrilla se debió a un
indomable espíritu de resistencia de las minorías más concienciadas que no se
resignaron a la derrota ni a la pérdida absoluta de todas las libertades. Se
organizó la lucha armada en las montañas, con el único apoyo político del
Partido Comunista de España.
La guerrilla antifranquista fue una
iniciativa coherente con el momento histórico, y en perfecta consonancia con lo
que ocurría en Europa. Hay que analizar la guerrilla española en relación con
el gran movimiento europeo de luchas antifascista, con la resistencia francesa
y con otros fenómenos de partisanos, en toda la zona ocupada por los nazis.
España y la Europa sometida reaccionaron al unísono con un movimiento
partisano.
La guerrilla antifranquista tenía un
indudable objetivo demócrata, no estalinista. Estas bobadas del estalinismo las
decían poco ha los irreductibles, como Aguado Sánchez, Ricardo de la Cierva,
Fernández de la Mora o López Rodó, Pío Moa, César Vidal y toda la caverna
fanática y anti-intelectual. Pero he aquí que, últimamente, un grupo de
“progres” se ha sumado a esta enfermedad mental, debido a que todas las noches
sueñan con Stalin, y no con Franco, que es lo que a España compete.
La causa de los desvaríos es que la
capillita de ciertos “progres” ni ha investigado la guerrilla, ni ha estudiado
la guerrilla, ni se ha metido a fondo en la guerrilla, ni han consultado los
documentos de la guerrilla ni saben nada de la guerrilla.
La guerrilla fue un proyecto de
restauración democrática, puesto en marcha por Jesús Monzón, entre 1943-1944.
De Jesús Monzón se puede decir lo que se quiera, todo, menos que fuera un
personaje estalinista ni que su proyecto fuera estalinista, precisamente cuando
fue el diseñador del primer frentepopulismo de la posguerra, la llamada Unión
Nacional.[10]
En principio, la guerrilla fue plural en su base: aunque con hegemonía
comunista, había guerrilla socialista y anarquista, aunque ni el PSOE ni la CNT
la apoyaron oficialmente. Sólo el PCE. La guerrilla se diseñó como el brazo
armado de Unión Nacional, con un “Llamamiento de la Unión Nacional a todos los
españoles” (7-11-1942), en Montauban.
En España, la guerrilla no sólo tuvo
como referentes políticos diversos organismos de carácter plural, frentista y
democrático. En el primer llamamiento de la JSUN (Junta Suprema de Unión Nacional, septiembre, 1943), ya se
habla de “convocar en el más breve plazo elecciones democráticas” y se hace
profesión de “fidelidad a los principios democráticos”. Los textos son
abrumadores en este sentido. En un escrito del E. M. del Ejército Nacional
Guerrillero, de fecha 14 octubre 1945, se termina con un contundente “¡Viva la
República Democrática! ¡Viva la Unión Nacional!” Un panfleto arrojado por la
guerrilla de Cáceres en Castañar de Ibor, abril de 1945, termina haciendo
referencia a “los guerrilleros de la República” y concluye con un “¡Viva la
Unión Nacional y su Junta Suprema! ¡Viva la República y su Constitución!”. Los
múltiples ejemplos son inapelables. Y baste citar los numerosos llamamientos,
no sólo del PCE, sino de los diferentes mandos de la guerrilla en apoyo del
Gobierno Giral en el exilio, en 1946. Es decir, la orientación política de los
maquis españoles no era otra que la misma de los maquis franceses o de los
partisanos italianos: la liberación de sus países del terror y la reconquista
de las libertades.
Con estos precedentes, llegamos a la
traca final de los despropósitos. El 7 de octubre de 2010, TVE2 emitió un
programa a la una de la mañana bajo el título de “Tengo una pregunta para mí”,
sobre el tema de las víctimas de la guerra civil, la ley de memoria histórica,
exhumaciones, etc. Salvo Julián Casanova, los tres restantes (Javier Pradera,
Santos Juliá, Álvarez Junco) no han investigado nunca (digo investigar) las
víctimas del franquismo ni están mínimamente relacionados con los temas de la
memoria histórica ni tienen la menor relación con las Asociaciones ni se han
metido en estos temas jamás. No son pues especialistas en modo alguno. El
enlace del programa me lo envió, estupefacto, Francisco Espinosa, con el
titulillo de “la historia de nunca acabar”. Y yo dejé anotado en mi esquema:
“Auténticas burradas”.
Habla José Álvarez Junco, al que yo
conocí en los años ochenta, en coloquios con don Manuel Tuñón de Lara, cuando
se hablaba mucho de las agitaciones campesinas, en lo cual andaba entonces
Álvarez Junco, y andábamos. Me entero ahora, en este programa, de que los
socialistas le encargaron a Álvarez Junco la introducción de la Ley de la
Memoria Histórica, y se lamenta de que al final, de su introducción, no quedó
casi nada. Menos mal. Por otra parte, éstas son las cosas de cierta vieja escuela
socialista o mejor, felipista: meterse en camisas de once varas y ponerse en
manos de “medios-días”, habiendo “días enteros”.
El delirium
tremens surge cuando José Álvarez Junco revela que empezaron a discutir qué
víctimas entrarían dentro de la ley, cuáles sí y cuáles no. Dice: “¿Todas las víctimas del franquismo eran
luchadores por la democracia? Los guerrilleros, que estaban intentando
establecer un régimen estalinista, ¿Luchadores por la democracia? Y los maquis,
que sobreviven de una manera muy cercana a la delincuencia, o los etarras ¿Son
luchadores por la democracia? Los etarras o el Grapo. Era complicado el asunto.
El tema de víctima podía confundirse con lo contrario (el de verdugo). Y otras
víctimas, que no se sabía si estaban representadas por aquellas (Asociaciones)
que venían a hablar en nombre de las víctimas….”.
Para digerir estas burradas, hay que
respirar hondo. Veamos:
1)
¿Quién es Álvarez Junco, para erigirse en juez de estas víctimas sí, y éstas
no.
2)
¿De cuándo Álvarez Junco es especialista y estudioso de la guerra civil y del
franquismo, y cuáles son sus obras emblemáticas al respecto?
3) ¿Qué
sabe Álvarez Junco de las Asociaciones o Foros por la Memoria Histórica y
cuándo se ha relacionado con ninguna de estas iniciativas?
4)
¿Con qué autoridad y conocimiento de causa se pone a deslegitimar a las
Asociaciones de la Memoria?
5)
¿Qué estudios sobre el maquis, que investigaciones, qué publicaciones y
conocimiento de causa puede alegar Álvarez Junco para afirmar que el maquis
pretendía “establecer un régimen estalinista”? Sólo desde la ignorancia se
pueden sostener semejantes burradas. ¡Qué atrevida es la ignorancia! Esto de
querer hablar de todo, sin saber.
6)
Decir que los maquis eran la delincuencia, delincuentes (bandoleros) bajo un régimen
filofascista, eso es lo mismo que decía Franco. No hemos avanzado nada. Álvarez
Junco nos deja en el concepto y terminología de los años cuarenta.
7)
¿Y qué tiene que ver la guerrilla antifranquista con la ETA o con el Grapo?
¿Cómo es posible insinuar estas barbaridades?
Hacía años que no había escuchado
barbaridades de este calibre. Desconocimientos tan supinos. Ignorancias tan
clamorosas. No hay remedio. Los “progres” están destrozando la historia mucho
más que los franquistas. ¡Qué desgracia que gente universitaria e intelectual,
supuestamente, caiga tan bajo! Ya pasé por alto a Andrés Trapiello, otro
inexperto en el tema, lo que dijo en un librito completamente banal, que la
lucha guerrillera fue “la de unos cuantos
débiles y la de unos cuantos pobres, en unos casos defendiendo la libertad bajo
banderas estalinistas, y en otros la paz con la Santa Inquisición y a tiros”.
Sin comentarios. Demasiado burdo. El débil y el pobre hombre es él, Andrés
Trapiello. Pero el otro, Álvarez Junco, que siempre tiene púlpito y micrófono,
es mucho más peligroso. Con gente así, jamás conseguiremos desmontar las
falacias de la historiografía franquista, “atada y bien atada”.
Termino este artículo. Para que el
lector recupere el aliento, el lector y el autor, nada mejor que volver a los
hechos de la época franquista, al consejo de guerra en el penal de Ocaña, el 17
de diciembre de 1947, en el que Agustín Zoroa hacía su alegato final, el último
de su vida: “… Que no cree haya cometido
delito de rebelión, no estando probado que haya realizado actos de sangre, no
habiendo organizado los sectores 12 y 13, actuando solamente en Madrid; que
vino de Francia a España para liberar a las masas del terror y de la miseria y
a luchar por la democracia…”.
Las palabras de un luchador que va a
morir me merecen mucho más crédito, infinito crédito, que las de un “progre”
desorientado que desprecia todo cuanto ignora. Con “progres” así, no
necesitamos vacunarnos del peligro criptofranquista.
1 Francisco Moreno Gómez, La resistencia armada contra Franco.
Tratedia del maquis y “Ella guerrilla, Crítica, Barcelona, 2001. Y del
mismo autor, Historia y memoria del
maquis. El cordobés “Veneno”, último guerrillero de La Macha (Extremeños,
andaluces y manchegos en la Resistencia), Alpuerto, Madrid, 2006. Y en las
obras conjuntas, Morir, matar,
sobrevivir, La violencia en la dictadura de Franco, Crítica, Barcelona,
2002. Y en Víctimas de la guerra civil,
Temas de Hoy, Madrid, 1999. También, en Francisco Moreno Gómez, en la obra
conjunta El último frente. La resistencia armada antifranquista en España,
1939-1952, Catarata, Madrid, 2008, Actas del Congreso de la Cátedra de Memoria
Histórica del siglo XX, Universidad Complutense de Madrid, coordinado por Julio
Aróstegui.
2 De estas desgracias da noticia Francisco
Espinosa Maestre, La columna de la
muerte. El avance del Ejército franquista de Sevilla a Badajoz, Crítica,
Barcelona, 2003. Y en un documental de la serie Imágenes contra el olvido, “La columna de los ocho mil”, de
Hernández, Navarro, Ramos y Freire, 2005, 146 min.
3 Estos datos los debo a la colaboración de
Rufino Ayuso Fernández, natural de Villarta, que recabó testimonios en el
verano de 2001. Expreso aquí mi agradecimiento, y a la vez mi sentimiento por
su muerte en plena juventud.
5 Véase Francisco Moreno Gómez, La resistencia…, ob. cit., p.319, donde
aparece confundido el segundo apellido, que es Pozo, y no Bravo. Carta
testimonio de Emiliano García Navas, con fecha 17 de diciembre de 2002. El
mismo me aporta un telegrama de la Comandancia de Badajoz, de Cabeza del Buey,
de fecha 30-10-1946, donde se alude al “ajusticiamiento” de Apolonio García
Pozo.
6 Datos de la Causa núm. 8.118/45, Legajo
555, Archivo del TMT, Sevilla, por amabilidad de Francisco Espinosa Maestre,
que me facilitó esta fuente.
7
Mi mejor
informante ha sido el médico sevillano José Ramón Seco Vasco, en diversas
entrevistas que realizó por la sierra de Sevilla entre finales de 2002 y
comienzos de 2003. Y me facilitó un relato de la hermana de “Ganazo”, Rosario
González Espino, con la ayuda de su nieta Elisabeth Barrionuevo Marrón, de
fecha 28 de octubre de 2002.
8 Las notas de este consejo de guerra las
debo a la amabilidad de Francisco Espinosa Maestre, en correo de fecha 4 de
julio de 2006.
9 Véase una relación nominal en mi libro La resistencia… ob. cit., p. 561, a fin
de seguirles la pista a los maquis de Badajoz, caídos en Córdoba. En la misma
obra, y en las relaciones nominales de las provincias limítrofes a Badajoz,
también se puede seguir la pista de los luchadores extremeños.
[x] Véase mi libro Historia y memoria del maquis, Alpuerto, Madrid, 2006, p. 201 y ss.
(Villafranca de los Barros, diciembre de
2009)