LA
LARGA MARCHA DEL OBRERISMO ANDALUZ HACIA EL MATADERO FASCISTA DE 1936
(1910-1930)
4ª
Parte
La travesía del desierto del
obrerismo cordobés en los años 20
La
forja de una generación española destrozada en la encrucijada de los fascismos
de los años treinta
Por Francisco Moreno Gómez
El
declive obrerista y republicano en 1920
Último
año del “trienio bolchevique”
Cuando las huestes campesinas iniciaban la
retirada hacia sus posiciones de resignación tradicional, con las fuerzas
desgastadas tras dos años de lucha sin cuartel contra la burguesía agraria, lo
cierto era que las estructuras agrarias latifundistas no se habían alterado un
ápice. En enero de 1920, Fernando de los Ríos, catedrático en Granada y
diputado socialista, que decía haber entrado en política con el fin de
“conseguir algo para los obreros del campo”, expuso en las Cortes un programa
mínimo para resolver la cuestión agraria: obligación de los propietarios de
poner en cultivo la totalidad de sus tierras, bajo pena de expropiación;
prohibición de arrendamientos inferiores a diez años y derecho del arrendatario
a comprar la tierra a un precio pagadero en veinte años, expropiación de fincas
superiores a 250 hectáreas, salvo aquellas cuyo cultivo fuese directamente
dirigido por el propietario, impuesto progresivo sobre la tierra, etc.[1] Era un auténtico proyecto
de Reforma Agraria, pero como tantos otros en el pasado y el futuro, habría de
estrellarse contra el enrocamiento de los poderes burgueses. Así pues, esta
cuestión se fue convirtiendo en verdadero tabú de la historia de España
contemporánea, y cualquier intento de afrontarlo, desde ayer hasta hoy, no ha
pasado de intentos fallidos e inútiles.
En otro orden de cosas, en 1920 se
intensificaron las discusiones en torno a la Internacional Comunista. En enero
visitó España por primera vez, de manera clandestina, el delegado del “Buró” de
la III Internacional, Borodin. Se entrevistó con socialistas “terceristas”, los
cuales (Virginia González, Anguiano, García
Cortés, Lamoneda, Núñez Arenas, etc.) formaron a finales de enero el
Grupo pro III Internacional.
Mientras tanto, se celebraban en España
elecciones municipales, el 8 de febrero de 1920, y revelaron una considerable
implantación del Partido Socialista, el cual consiguió 578 concejales en
España, en 183 localidades (En 1915, 62 concejales; en 1917, 82 concejales, en
toda España). En Andalucía, Jaén ocupó el primer lugar (63 concejales en 16
Ayuntamientos), siguiendo Córdoba con 41 concejales en 10 Ayuntamientos. Por su
parte, Antonio Mª Calero ofrece otro recuento: 68 concejales en Jaén, y 37 en
Córdoba.[2] En La Rambla (Córdoba),
por ejemplo, debido a las propagandas de Gabriel Morón y de Francisco Zafra,
accedieron al Ayuntamiento 3 concejales socialistas y 3 republicanos.
La poderosa tradición
republicano-socialista de Villanueva de Córdoba se impuso a los monárquicos en
bastantes distritos, siendo éste el resultado de la elección, por orden de
votos obtenidos:
José Jurado Pozuelo, republicano,
Bartolomé Díaz Moreno, monárquico,
José A. Fernández Moreno, monárquico,
Pedro Cañuelo Camacho, monárquico,
Fernando Sepúlveda Herruzo, monárquico,
Antonio Luna Cano, socialista,
Alfonso Valverde Valverde, republicano,
Antonio Cañuelo Ayllón, monárquico,
Florencio Cañuelo Cabrera, republicano,
Alfonso Gañán Agenjo, republicano,
Pedro José Amor Romero, republicano.
Antonio Luna Cano. El primer concejal socialista de Villanueva de Córdoba, en 1920. Durante la Segunda República. |
Como cabe imaginarse, esta moderada
presencia de los republicano-socialistas en los Ayuntamientos ocurrió a pesar
de los habituales métodos caciquiles y las corruptelas de rigor. La oposición
mandó telegramas de protesta, como en Adamuz, cuyo alcalde se empeñaba en
proclamar concejales por el Artículo 29, cuando se presentaban más candidatos
que vacantes. Hubo protestas contra el alcalde de Luque, que ejercía todo tipo
de coacciones contra los electores. Protestas sin fin, como esta otra desde
Pozoblanco:
A Ministro Gobernación.
Candidatos concejales rogamos
recomiende alcalde imparcialidad lucha por su obstinación en dificultar
propaganda contraria en el pueblo; por bando prohíbe grupos cuatro personas en
la calle día elecciones. Tememos violencias. Mateo Dueñas, Alfredo Muñoz y
Domingo Fernández.[3]
En la primavera y verano de 1920 tuvo
lugar la segunda gran subida en el precio de las subsistencias. La primera
subida importante había ocurrido en el invierno 1917-1918. En esta ocasión, las
organizaciones obreras de la provincia, que no habían perdido del todo la moral
de victoria, sobre todo en los sectores anarcosindicalistas, se prepararon para
lanzarse de nuevo a la lucha en el mes de mayo, a pesar de la gran represión
sufrida el año anterior.
Miguel Caballero. 1 mayo 1920 |
La Compañía Minera de Peñarroya, cuyos
capitalistas residían en París, hizo unas declaraciones con frases como esta:
“La Empresa no concede nada, no promete nada y
no quiere discutir nada”. En realidad, lo que pretendía la Empresa, en
connivencia con las autoridades españolas, era quebrantar la poderosa
organización obrera de Peñarroya. Y parecía que ya lo iba a conseguir, cuando
la acción obrera de toda España, solidarizándose, dio el impulso final para el
triunfo de los mineros de Peñarroya.[4]
Por estas fechas, la mina “El Soldado”,
en término de Villanueva del Duque, también propiedad de la misma Compañía de
Peñarroya, reunía más de 900 obreros. Hasta el momento había sido época de
“vacas gordas” en la explotación del plomo por la Compañía francesa. Pero a
partir de 1920, o comenzaron a considerar agotados los filones, o los
guardaron, según otras fuentes, para cuando los precios internacionales fueran
más atractivos, y como consecuencia pusieron en marcha un programa de despido
progresivo, que provocó la desolación en los hogares de Villanueva del Duque y
se convirtió en una pesadilla social para aquel pueblo y la comarca, hasta
1936.
Con todo, la gran huelga emblemática de
1920 fue la que ocurrió en las minas de Río Tinto (Huelva). La huelga contra la
Rio Tinto Company británica fue
descomunal. Comenzó en enero de 1920, y terminó en el mismo mes de 1921, aunque
con algunas intermitencias. Holgaron 11.000 mineros, de los que en el mes de
noviembre se habían descolgado unos 2.000, por hambre. Por primera vez en la
historia del obrerismo andaluz y español se puso en marcha un sistema de
petición de acogimiento de niños solos o con madres lactantes, lo cual despertó
una ola de solidaridad en el país, sobre todo en Andalucía, por parte de
Ayuntamientos, Centros obreros y particulares. Hemos conseguido una foto
impresionante de los 20 niños que acogió el Centro Socialista de Villanueva de
Córdoba, con su presidente José Sánchez Gómez a la cabeza (En 1939 sería
acribillado por el fascismo vencedor).
En la provincia de Córdoba, los cuatro
primeros meses del año habían transcurrido sin apenas conflictos campesinos,
hasta que en el mes de mayo, inminentes las faenas de la recolección, de nuevo
las organización anarcosindicalistas de la Campiña cordobesa (los pueblos
socialistas habían quedado casi fuera de combate por las anteriores medidas
represivas) reunían todavía resortes para llevar a cabo una docena de huelgas:
Espejo, Bujalance, Cañete, El Carpio, Pedro Abad, Nueva Carteya, Baena y
Albendín, además de dos huelgas en Palma del Río, y breves paros en Castro y
Villa del Río. Entre todas estas luchas, las que más combatividad y duración
mostraron fueron las de Espejo, Bujalance y El Carpio.
El presidente de la Agrupación Socialista de Villanueva de Córdoba, José Sánchez Gómez, con los 20 niños acogidos de los mineros de Rio Tinto, con motivo de la huelga de 1920, que duro casi un año. |
En el mes siguiente (junio 1920) se
extendió la huelga a Montalbán y Cabra, y se volvieron a repetir las huelgas de
Baena y Albendín.[5]
Así quedó cerrado prácticamente el ciclo de la gran exaltación proletaria,
campesina sobre todo, durante el llamado “trienio bolchevique” o bolchevista en
la provincia de Córdoba, mediante luchas más o menos combinadas contra la
burguesía agraria.
Hubo después alguna huelga dispersa en
la provincia, como en Montilla (agosto) y en Lucena, Almodóvar y Palma del Río
(otoño), ya con escasa capacidad de convocatoria. Las últimas huelgas de la
exaltación de este período tuvieron lugar en el otoño de 1921, en Doña Mencía y
en Castro del Río. Curiosamente, la lucha obrera terminó en el mismo lugar en
que empezó en diciembre de 1917: Castro del Río, capital del anarcosindicalismo
cordobés. También los afiliados al Sindicato Católico de Baena se atrevieron a
declarar una huelga en el mismo otoño de 1921, pero la aventura les deparó un
completo fracaso.
A lo largo de 1920 continuó la represión
sistemática, con clausura de Centros Obreros, encarcelamientos, deportaciones,
anulaciones de actas de concejales, etc. Por su parte, los anarcosindicalistas
respondieron a la violencia oficial con una progresiva inclinación a acciones
violentas en esta última fase del período: en las huelgas de mayo y junio (1920).
Fueron asesinados un esquirol en Pedro Abad, y otro en Cañete.
Paralelamente, las Sociedades obreras
que no habían sucumbido en el difícil
año de 1919, llevaban una vida lánguida, salvo honrosas excepciones. Sin
embargo, aún se consiguió erigir algunas Sociedades nuevas en 1920,
generalmente en sustitución de otras anteriores clausuradas o perseguidas.
Una de las consecuencias de la
decadencia del movimiento obrero, sobre todo en el sector socialista, fue el
intento de desviar las actividades reivindicativas y revolucionarias hacia las
llamadas “Cooperativas de Consumo” o alguna producción artesanal, con
orientación ugetista. Se establecieron como filiales de las Sociedades Obreras,
en su mismo domicilio social, bajo la dirección de algún socialista remunerado
por el Partido. El objetivo principal era evitar la clausura a toda costa de
los Centros Obreros y esquivar la represión gubernativa, a la vez que se
contenía la combatividad de las masas.
En Villanueva de Córdoba se creó una Cooperativa
de Consumo en la Casa del Pueblo, calle Pozoblanco núm. 18, en el mes de junio
de 1920. En diciembre del año anterior se había organizado otra en Montilla,
dependiente de la Sociedad “La Parra Productiva”.
La Cooperativa de Villanueva estuvo
dirigida por José Sánchez Gómez (“Carnes”), Antonio Luna Cano (“Seisdedos”),
José Cantador, Valerio Díaz y otros socialistas. Pero el fracaso fue tal que
las deudas acabaron con el embargo, no sólo de la Cooperativa, sino también de
la Casa del Pueblo, que hacia 1923 fue comprada por un comerciante de
Pozoblanco, y después, por una familia de Villanueva (“Los Patalos”). De esta
forma se extinguió casi por completo la pujante Agrupación Socialista de
Villanueva de Córdoba, que tan gloriosos días de lucha había proporcionado al
movimiento obrero de la provincia durante el agitado “trienio”. Con todo, la
Casa del Pueblo de Villanueva gozó hasta el último momento de un considerable
prestigio. La “Sociedad Obrera Socialista” luchó durante 1920 contra el
problema del paro, principalmente. En agosto de este año había logrado reducir
a unos 50 el número de parados, exigiendo su colocación entre los grandes
contribuyentes, que en esta ocasión se negaron ya a todo tipo de colaboración.
Dos años antes, en agosto de 1918, el número de parados en Villanueva era
superior a 100, y en aquellos momentos de estupor patronal se puso remedio
mediante el tradicional sistema de los alojamientos. Un año después, en agosto
de 1919, organizada ya la burguesía local y en posesión de todos los medios represivos,
no se aceptaron más alojamientos, y la cifra de parados ascendió a más de 700.
Hubo de acudirse entonces a las obras municipales o a desplazar los parados a
las obras del ferrocarril de Conquista a Puertollano. En noviembre de 1922,
próxima a desaparecer la Casa del Pueblo, el número de parados superaba el
centenar.[6]
Escisión
de los socialistas
y
fundación del Partido Comunista
El día 15 de abril de 1920 había tenido
lugar un hecho de gran trascendencia en los medios obreros nacionales. En la
Casa del Pueblo de Madrid se reunión el Comité Nacional de las Juventudes
Socialistas, y acordaron su transformación en “Partido Comunista Español”, como
Sección Española de la Internacional Comunista, según se había acordado ya en
el V Congreso de las Juventudes, en diciembre de 1919. Su órgano de prensa
socialista, Renovación, se convirtió
en El Comunista, que apareció el 1º
de mayo.
Esta transformación, que inmediatamente
fue calificada de precipitada por el Partido Socialista, motivó el “Congreso de
la Federación de Juventudes Socialistas de Andalucía” en Puente Genil, en el
mes de mayo, a fin de estudiar la decisión de la Federación Nacional. La
discusión fue enconadísima. Bastantes delegados, sobre todo de Écija y
Villanueva de Córdoba, defendieron la incorporación inmediata al Partido
Comunista Español, mientras que otros, como los de Montilla, condenaron la
escisión que se estaba produciendo en el Partido Socialista.
Entonces Gabriel Morón presentó una
moción, que se aprobó, por la que se permanecía todavía en el seno del Partido
Socialista, hasta su Congreso Extraordinario de junio, donde se exigiría el
ingreso en la III Internacional, con lo cual se evitarían más divisiones
prematuras. Tras estas declaraciones, la represión gubernamental se echó sobre
Gabriel Morón, que fue encarcelado, y la Federación sufrió la consiguiente
desorientación.[7]
Enseguida comenzaron las escisiones en
algunas secciones locales de la Federación de Juventudes, que se adhirieron al
Partido Comunista Español, como la de Río Tinto, Écija y Pueblonuevo del
Terrible, siendo ésta última la primera en la provincia de Córdoba que dio este
paso, bajo la dirección de los líderes locales: Julián Carrasco y Daniel Díaz.
Aunque en la mayoría de las secciones
locales se consideraban prematuras tales decisiones, El Comunista llegaba a todas ellas y se leía con profusión. En
Villanueva de Córdoba lo recibían dos jóvenes socialistas: Pedro Torralbo Gómez
(“Cuadrado”) y Miguel Caballero Vacas, y se leía con precaución, para no
precipitar la división de la Juventud Socialista, que todavía conservaba el
vigor combativo de las luchas anteriores. De momento, los jóvenes “terceristas”
de Villanueva comenzaron a reunirse desde el verano de 1920 en una taberna que
abrió Miguel Caballero en la calle P. Llorente. Allí llegó un anarquista de
Sevilla deportado, Emilio Contreras que, con una sólida formación ideológica,
se convirtió en auténtico mentor revolucionario de las nuevas tendencias. Este
grupo sufrió inmediatamente la persecución de la Guardia Civil y el boicot de
los patronos, pero sin lograr su desarticulación.
El 19 de junio de 1920, en la Casa del
Pueblo de Madrid se celebró nuevo Congreso (En este caso, Extraordinario) del
Partido Socialista, para definirse ante la irreversible cuestión de la III
Internacional. Fue presidido por García Quejido (“tercerista”). Con gran
vehemencia pronunció Besteiro grandes diatribas contra lo que él llamaba
“furores comunistas”. Pero la mayoría de las delegaciones –entre las andaluzas
se destacó la de Río Tinto- apoyaron con entusiasmo la adhesión a la
Internacional Comunista, y así se acordó por 8.269 votos, contra 5.016. Pero se
aprobó también una demora en el ingreso, hasta que hubiera vuelto de Rusia una
Comisión informativa, para la que fueron designados: Daniel Anguiano y
Fernández de los Ríos. En realidad, no era más una maniobra dilatoria.
Inmediatamente después (23 de junio) se
reunión también el “Congreso de la UGT”, donde el resultado fue totalmente
diverso: por gran mayoría se aprobó la adhesión de la UGT a la “Federación
Sindical de Amsterdam” (Filial de la II Internacional) y no a la “Internacional
Sindical Roja” (I.S.R.).
En el mes de julio, durante el Congreso
de la I. C. en Moscú, se establecieron las célebres “21 Condiciones” que habían
de aceptar las organizaciones que decidieran afiliarse, lo que vino a ser la
“gota” que colmó el vaso en un momento en que la confusión ideológica dentro del
Partido Socialista era extraordinaria, en plena fase de escisión interna, y a
ello contribuyó todavía más la discusión en torno a las citadas “Condiciones”.
En 1920, durante el mes de octubre, se
celebró en Jaén el “Congreso Campesino de Andalucía y Extremadura”, que supuso
una nueva orientación política en el Partido Socialista. Desde las fechas de su
fundación, inclinado hacia los sectores de la industria, había descuidado los
problemas campesinos, pero a raíz de la experiencia del “trienio bolchevique”
en Andalucía, comenzó a cambiar de signo, sobre todo cuando comprendió que
entre los metalúrgicos y mineros predominaban los “terceristas”, y que su
posible fuerza se basaría en los medios
agrícolas. El citado Congreso fue además significativo como precedente de la
”Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra” (FNTT), que se crearía en
vísperas de la II República, y así lo indicaban los acuerdos tomados en el
Congreso de 1920, en una línea muy próxima a las reivindicaciones campesinas
tradicionales (según se manifestaron en los medios anarcosindicalistas),
incluso republicanas, que se desarrollaron en los escenarios peculiares del
latifundio. Estos fueron, concretamente, los puntos aprobados en el Congreso de
Jaén: 1.- Abaratamiento de las subsistencias; 2.- Solución de la crisis de
trabajo, mediante la investigación del estado de los cultivos y las tierras que
no son atendidas debidamente o están abandonadas por los propietarios; 3.-
Recabar la entrega a las organizaciones agrarias de los predios que están sin
roturar; 4.- Repoblación y conservación de los montes públicos y comunales; 5.-
En cuanto a las condiciones de trabajo, supresión del destajo, jornada máxima
de 8 horas; que los contratos de trabajo se hagan con carácter comarcal o
provincial; 6.- Socialización de la tierra, transformación absoluta de la
estructura social, y redactar los estatutos para crear una Federación Nacional
del proletariado del campo (Esto aludía directamente a lo que sería la FNTT),
creación de Centros de Cultura, etc.[8] Entre los asistentes al
Congreso de Jaén se encontraba el socialista de Puente Genil Gabriel Morón, que
fue ponente del asunto tan importante como la “socialización de la tierra”. En El Sol, de Madrid, se elogió aquel
trabajo, de exclusiva responsabilidad de Morón, como lo único bien orientado de
aquella Asamblea.
Por última, a finales de 1920 (19 de
diciembre) tuvieron lugar en el país nuevas elecciones a Cortes (pocas veces se
había elegido tanto con tan pobres resultados), en medio de la mayor apatía de
la sociedad. Las abstenciones superaron en muchos casos el 50%, y se volvió a
aplicar el Artículo 29, como en los mejores tiempos anteriores al “trienio”, de
modo que el 22% de los diputados (un total de 92) lo fueron por este
procedimiento caciquil. El descredito en que progresivamente fueron cayendo las
maniobras electorales de la monarquía contribuyó a que apenas se publicaran
datos de estas elecciones.
Las
Asociaciones patronales
Cuando la gran burguesía comprendió en
1918 que el poderío de las clases asalariadas residía, precisamente, en su
capacidad de unificación por medio de las Organizaciones obreras, los patronos
y terratenientes se lanzaron a una fiebre semejante de asociación, aunque el
auge fue en 1919, fecha en que al menos 20 localidades crearon unas 25 Sociedad
patronales, sobre todo en aquellos pueblos en los que las actividades
campesinas fueron más vigorosas. A la vez, la implantación del asociacionismo
patronal estaba también en relación con los puntos de mayor concentración
latifundista, y desde luego, con los lugares en que se ejerció una represión
más feroz. Así, el año de mayor actividad organizativa de los patronos (1919)
se convirtió al mismo tiempo en la fase más dura de una persecución sin
precedentes del movimiento campesino en la provincia de Córdoba. Generalmente,
los patronos constituyeron sus Asociaciones en los pueblos más conflictivos de
la Campiña, sin prestar demasiada atención a la Sierra, donde sólo formaron
Asociaciones en el partido judicial de Pozoblanco, la primera de ellas en
Villanueva de Córdoba (“Unión de Propietarios y Ganaderos”), en fecha 24 de
agosto de 1918, que tuvo como órgano de prensa el semanario Patria[9].
En cambio, los partidos judiciales de Hinojosa y Fuenteobejuna quedaron
totalmente al margen de toda conmoción, lo mismo obrera que patronal.
En muchas de estas Asociaciones
patronales se pretendía dar un carácter paternalista y conciliador, admitiendo
a simples obreros junto con los terratenientes, que casi siempre eran los
habituales incondicionales del amo, con claro afán de división entre las
verdaderas Asociaciones campesinas. Con el tiempo, las Casas sociales así
organizadas, casi desiertas ya, se convirtieron en lugares de esparcimiento, a
manera de Casinos o Peñas meramente amistosas.[10]
Nuevo auge de los Sindicatos Católicos
Según Palacios Bañuelos, el nuevo
impulso partió de la creación de la Confederación Nacional Católica Agraria
(CNCA) en 1917.[11]
Su mentor nacional, el cardenal Guisasola, y su presidente seglar fue Antonio
Monedero. Este llegó a contabilizar en la provincia de Córdoba, durante el
“trienio bolchevique”, nada menos que 40 Sindicatos Católicos, más que en
ninguna otra provincia andaluza, fruto de la ya citada campaña emprendida por
“los apóstoles del bien” en enero de 1919. Díaz del Moral da la cifra de 42
Sindicatos Católicos fundados en este período, aunque algunos no llegaron a
funcionar más que en el papel, y comenta que fue el recurso patronal mejor
organizado que se lanzó contra las Sociedades anarcosindicalistas y
socialistas, sirviendo de auxilio eficacísimo en manos de la burguesía durante
la represión de 1919 y posterior.[12] En marzo de 1919 se formó
en la capital cordobesa la “Federación Provincial Católico-Agraria” con los
diez primeros Sindicatos fundados, de los cuales sólo dos (Fernán Núñez y
Montilla) eran de la Campiña.
Fue en 1921, dispersas ya casi por
completo las Sociedades proletarias, cuando los Sindicatos Católicos conocieron
el momento de su mayor esplendor, con 42 Sindicatos y 7.000 socios obreros,
además de 2.500 colonos y 1.500 propietarios en calidad de socios honorarios.
Durante los días 24-26 de abril de este año, se celebró en Córdoba la “II
Asamblea General de la Federación Católica Agraria”, clausurada por Adolfo
Pérez Muñoz, el obispo que en los años siguientes aglutinó en torno a su persona
las corrientes más reaccionarias de Córdoba hasta los días del golpe militar de
1936.
Los grandes propulsores de estos
Sindicatos en Córdoba fueron Luis Díez del Corral (uno de “los apóstoles”), el
P. Correas, y el canónigo de la catedral de Córdoba, Gallegos Rocafull. Al
llegar la dictadura de Primo de Rivera, todos los Sindicatos perecieron, de uno
u otro signo. Una excepción fue el de Pozoblanco, que continuó sus actividades
hasta 1935, fecha en la que se crearía la “Confederación Española de Sindicatos
Obreros”, uno de los grandes pilares de la CEDA y, posteriormente, del
franquismo. Otro Sindicato Católico en la vecina localidad de Villanueva de
Córdoba (“Sindicato Católico Agrario”), dirigida por el gran propietario
Francisco Ayllón Herruzo, todavía funcionaba en 1924, y su hegemonía era
auténtico triunfo sobre el anterior predominio que había ejercido en el pueblo
la poderosa Sociedad Obrera Socialista.
En la vida de estos Sindicatos Católicos
los lemas que más se barajaban eran: la caridad, la fraternidad y la
conciliación de intereses, con lo cual se perseguía el objetivo de desviar a
los asalariados de la lucha reivindicativa, a fin de situarlos en la órbita de
influencia paternalista de los grandes terratenientes. Únicamente en una
ocasión los obreros católicos se “desmadraron”, atreviéndose a utilizar el
recurso de la huelga: en noviembre de 1921 así lo hizo el Sindicato Católicos
de Baena. El resultado fue un total fracaso para la firma del contrato
colectivo que pretendían conseguir los obreros.
Por último, dos observaciones a tener en
cuenta. Primero, la gran difusión que los Sindicatos Católicos tuvieron en la
Sierra de Córdoba y su posible influencia en la escasa combatividad que aquí
mostró el movimiento campesino durante el “trienio”, que no logró salir de su
tradicional conformismo. En segundo lugar, la excepción que en Andalucía supuso
la implantación de los Sindicatos Católicos en Córdoba, cuya difusión fue
escasísima en el resto de la región. Sin duda, fue el “bolchevismo” cordobés el
que más llamó la atención de la Iglesia y de la burguesía. Realmente, el
verdadero feudo del sindicalismo católico no sería entre los jornaleros
andaluces, sino entre los pequeños propietarios de Castilla.
La
transición hacia la dictadura
y
desmovilización del obrerismo
Una vez que la gran oleada de agitación
obrera del “trienio bolchevista” entró en su fase definitiva de recesión, la
actividad proletaria quedó casi reducida a los avatares en pro o en contra de
la III Internacional. En 1921 el Partido Socialista no tuvo más opción que
decidirse en cuanto al espinoso problema de la adhesión o no a la Internacional
Comunista, poniendo fin a un año y medio de dilaciones. El 9 de abril se reunió
en la Casa del Pueblo de Madrid el “Congreso Extraordinario”. Y el día 13 se
realizó la trascendental votación: a favor de la Internacional de
Reconstructores (II y media) un total de 8.858 votos; a favor de la I. C.,
6.094, destacándose en ésta última las representaciones de Asturias, Bilbao y
Jaén.[13] Las Agrupaciones
Socialistas de Andalucía seguidoras de los “terceristas” (fundadores del
Partido Comunista) fueron: Torredonjimeno, Riotinto, Nerva, Puebla de Cazalla,
Herrera, Motril, Villacarrillo y otras.
Después de aquella histórica votación
del Partido Socialista, mayoritariamente contraria a la I. C., gran parte de
los dirigentes socialistas “terceristas” optaron por la retirada del Congreso y
se encaminaron directamente a los locales de la Escuela Nueva de Madrid, en la
calle Madrazo, donde fundaron el “Partido Comunista Obrero Español” (PCOE),
bajo la dirección de García Quejido, Daniel Anguiano, Virginia González, Manuel
Núñez de Arenas y otros.
Días después, también en el mes de abril
de 1921 y con el mismo objetivo de decantarse en la cuestión de la III
Internacional, se reunió el “Congreso de la Federación de Juventudes Socialistas”,
y la votación dio abrumadora victoria a la adhesión a la I. C., por 3.344 votos
a favor, y 349 en contra. Por ello, acordaron ingresar en el PCOE, con el
nombre de “Federación de Juventudes Comunistas”. Así pues, el Partido Comunista
se establecía definitivamente en España. Sólo quedaba pendiente el problema de
la unificación con el otro sector de las Juventudes Socialistas que en abril de
1920 habían fundado el “Partido Comunista Español”, y a esta tarea se aplicaron
enseguida los dos núcleos comunistas fundados en 1920 y en 1921.
Idéntico proceso de escisiones ocurrió
en bastantes lugares del país, sobre todo en Andalucía. Sin embargo, en pocas
localidades se produjo la adhesión de Agrupaciones Socialistas a la I. C. de
forma mayoritaria, sino que el hecho se dio más bien a nivel de Juventudes
Socialistas. Así lo hicieron las Juventudes de Puente Genil y Villanueva de
Córdoba y, excepcionalmente, las Agrupación Socialistas de Sevilla y de
Torredonjimeno.
En Villanueva de Córdoba, la Asamblea decisiva
se celebró en el mes de mayo de 1921 (El día de la patrona, Virgen de Luna), en
la Casa del Pueblo, calle Pozoblanco, 18. Se discutieron las “21 Condiciones”
entre los miembros de la Juventud Socialista, y por gran mayoría se aprobó la
adhesión a la I. C., con lo que quedó constituida la “Agrupación Comunista de
Villanueva de Córdoba”, incorporándose al PCOE. Entre los nuevos comunistas se
distinguió un grupo de jóvenes combativos avezados en las luchas del “trienio”,
como los hermanos Caballero Vacas (Bartolomé, Julián y Miguel), Adriano Romero,
Pedro Torralbo Gómez, entre bastantes más. Hubo un grupo minoritario que se
pronunció en contra de la I. C., dirigido por los jóvenes socialistas: Miguel
Ranchal, José Cantador, Bartolomé Luna, Valerio Díaz, entre otros, que
constituyeron después el foco aglutinador del Partido Socialista en Villanueva de Córdoba. Fue aquella
una Asamblea histórica, de la que no estuvieron ausentes los momentos de fuerte
tensión entre las posiciones contrapuestas.
La decantación de la Juventud Socialista
de Villanueva de Córdoba a favor de la I. C. fue un hecho muy significativo, no
sólo a nivel local, sino también a nivel provincial, incluso regional, ya que
esta localidad serreña se convirtió en cantera de líderes, que difundieron la
nueva tendencia por números pueblos de Córdoba.
Con más de 100 afiliados comenzó el
grupo comunista de Villanueva de Córdoba, y la primera prueba represiva que
sufrió fue la no legalización de su Reglamento, que ni siquiera fue devuelto
por el Gobierno Civil. Por ello, tuvieron que pasar a constituirse en células
en la ilegalidad. Además, se multiplicaron las persecuciones por parte de la
Guardia Civil y el boicot de los terratenientes, con la táctica de las “listas
negras” que negaban el trabajo y la subsistencia a los jornaleros comunistas,
de manera que muchos se vieron en la necesidad de emigrar.
Consecuencia de esta represión inicial
fue la dispersión general de los afiliados en los meses siguientes. A pesar de
todo, se mantuvo siempre un núcleo perseverante: los hermanos Caballero Vacas,
los hermanos Santiago y Pedro Torralbo, Adriano Romero, Miguel Torralbo Madero
y otros, dispuestos a que la Organización no desapareciera. Este grupo de
obstinados difundía en el pueblo la prensa comunista (La guerra social, El Comunista y poco después, La Antorcha).
En cuanto a Puente Genil, su Agrupación
Comunista fue, tal vez, la única en toda Andalucía que fue legalizada, y gozó
de gran predicamento entre el movimiento obrero. Con todo, la oligarquía
provincial, en vez de asestarle el golpe de manera frontal, recurrió al
procedimiento de introducir en su seno a confidentes de la policía o
“provocadores”. Los comunistas de Puente Genil ejercían una considerable
influencia entre los obreros agrícolas y en la Casa del Pueblo, cuando llegó el
confidente (Antonio López Jiménez), diciendo que venía huyendo de la represión
en Madrid contra los comunistas. Convenció a los líderes de Puente Genil para
una reunión en la que se crearía la Federación Regional del Partido Comunista
de Andalucía, y en la que se coordinaría la “insurrección armada”. Así, una vez
que todos estuvieron reunidos, fueron sorprendidos y apresados por la Guardia
Civil, mientras el tal Antonio López desaparecía con los fondos sociales existentes.
Con este pretexto la autoridad hizo clausurar la Casa del Pueblo, dando lugar a
la dispersión general de los comunistas en la ilegalidad.[14]
En el resto de Andalucía fue la
Agrupación Comunista de Sevilla capital la que conservó cierta solidez, surgida
de un sector socialista muy combativo, procedente de la emigración de los
mineros de Riotinto, a raíz de la gran huelga del año anterior.
A partir de 1921 las huelgas en el campo
cordobés fueron escasísimas (al igual que en el resto de Andalucía), con las
tres únicas huelgas citadas en el otoño de 1921 (Doña Mencía, Castro del Río y
la de obreros católicos de Baena), acabadas en rotundos fracasos.
Los Centros Obreros se fueron
desintegrando, los salarios volvieron a bajar, mientras el precio de las subsistencias
seguía en alza. Los patronos volvieron a disfrutar de la “libertad de
contratación”, al margen de las Sociedades Obreras. De ahí que, cuando llegó el
Directorio Militar, fuera jubilosamente acogido por los terratenientes.
El protagonismo de los militares ya se
veía venir, cuando en la visita que realizó a Córdoba Alfonso XIII en el mes de
mayo, éste se permitió manifestar críticas públicas al sistema parlamentario,
una intromisión impropia de un monarca constitucional. En realidad, la conculcación
de la Constitución fue la norma de todo su reinado. La citada visita se hizo
con motivo de girar un recorrido por las obras del Pantano del Guadalmellato.
Sin embargo, fueron muchas veces las que Alfonso XIII pasó por Córdoba, pero de
forma privada, camino de las cacerías en la finca “Moratalla” (Hornachuelos),
propiedad del marqués de Viana. En esta ocasión de mayo de 1921 asistió a una
comida en el Círculo de la Amistad (“Sancta sanctorum” de la oligarquía
cordobesa), y en el discurso allí pronunciado fue cuando habló de la ineficacia
de los gobiernos del sistema parlamentario vigente. Después, en 1925, volvió a
visitar Córdoba, con el mismo programa de gira por el Pantano del
Guadalmellato.
En otro orden de cosas, la pérdida de
los mercados internacionales que se habían conseguido en el transcurso de la
Gran Guerra, descuidados desde 1918 por las ineptas élites gobernantes, sembró
el desconcierto en los pueblos aceiteros de la provincia de Córdoba. El 7 de
marzo (1921) hubo manifestaciones en las localidades de Cabra, Lucena y La
Rambla, exigiendo medidas para la exportación del aceite.
El 5 de junio de 1921 tuvieron lugar en
algunas localidades de la provincia unas elecciones municipales parciales,
dirigidas por los dos grandes caciques monárquicos: Florentino Sotomayor y
Eugenio Barroso. Los atropellos de todo tipo estuvieron a la orden del día,
como siempre. Por ejemplo, los de Adamuz enviaron un telegrama de protesta al
Ministerio de la Gobernación, firmado por Pedro Trevilla, José Muñoz, Antonio
Redondo, Rafael Galán, Juan de Dios Ávila, Pedro Cuadrado y Juan Ceballos
López. En él se daba cuenta de que la víspera de la elección, el alcalde
encarceló a los oponentes políticos. Varios candidatos fueron sorprendidos
pagando el voto a los electores. Acabada la votación, los interventores fueron
expulsados del local por la fuerza pública, con lo que el presidente de la mesa
acabó de llenar la urna con el “puchero” de papeletas gubernamentales.[15]
La inmoralidad política de los
gobernantes no era una novedad para nadie durante el reinado de Alfonso XIII.
En el invierno de aquel año (1921) circuló por la provincia de Córdoba un
pliego de denuncias de Largo Caballero, en el que culpaba al gobierno de
Antonio Maura de no haber obtenido su acta de diputado por el distrito de
Lucena, en las legislativas del año anterior, por el hecho de haber concentrado
en la provincia 2.000 guardias civiles y tres Regimientos completos de
Infantería, además de haber deportado a centenares de obreros y encarcelado a
otros muchos.[16]
En 1922 la mayoría de los Centros
Obreros de la provincia se hallaban al borde de la desaparición, si es que ya
no habían cerrado sus puertas. Las pocas Sociedades sindicalistas que
perduraban apenas reunían el 8% de sus antiguos efectivos, y otro tanto sucedía
en las Sociedades socialistas. He aquí una prueba:
Asociados en Córdoba capital, 1919 …..
5.886
“ “ “ “ 1922 ……… 20
Asociados en Villanueva de C. 1919
…. 1.573
“ “
“ 1922 …….. 300
Asociados en Montilla ……….. 1919 …..
2.700,
“ “ “
………. 1919 ……..180[17]
En el invierno de 1922, de nuevo la
farsa electoral para “renovar” los Ayuntamientos, que venía siendo norma habitual
cada dos años. Fueron las últimas elecciones municipales, antes de las
decisivas del 12 de abril de 1931. Las de 1922, para los elementos monárquicos,
fueron un auténtico paseo triunfal, ya que los métodos caciquiles apenas
encontraron el antagonismo proletario de los años anteriores. En Villanueva de
Córdoba, sin embargo, se volvieron a imponer las izquierdas, rara avis, entre
republicanos (4) y socialistas (2); monárquicos, 5. Estos consiguieron luego la
mayoría, como siempre, por el Artículo 29 (distritos en los que no hubo
oposición). En cuanto a los concejales electos, los monárquicos: Francisco
Ayllón Herruzo, José A. Fernández Moreno, Pedro Cañuelo Camacho, Bartolomé Díaz
Moreno y Antonio Cañuelo Ayllón. Por los republicanos: Alfonso Valverde Valverde,
Andrés Luna Enríquez (1º Alcalde republicano en 1931), Florencio Calero Cabrera
y Miguel Torralbo Romero. Por los socialistas: Antonio Luna Cano (“Seisdedos”)
y José Sánchez Gómez (“Carnes”, presidente de la Casa del Pueblo). El alcalde
fue el monárquico Bernardo Valero Moreno.
La presencia de dos socialistas en el
Ayuntamiento de Villanueva, a pesar del momento de depresión obrera, revelaba
que la “Sociedad de Oficios Varios”, presidida por José “Carnes” (Secretario,
Pedro Cuadrado García), aún conservaba bastante predicamento en la localidad.
En aquel 1922, mientras la Casa del Pueblo se debatía entre las deudas y el
embargo, debido al fracaso de la Cooperativa de Consumo allí instalada, José
Sánchez Gómez continuó realizando una gran labor para solucionar la crisis de
paro forzoso.
En la primavera de 1922, la única huelga
del año tuvo lugar entre los mineros de la cuenca de Peñarroya, bajo la
presidencia de Felipe Perea, y Manuel Fraile como secretario. En este Sindicato
estaban integradas las localidades de Peñarroya, Pueblonuevo, Belmez, Espiel,
La Granjuela, El Porvenir, Villanueva del Duque y Alcaracejos. La huelga duró
varias semanas, y en su desarrollo tuvo una destacada intervención el célebre
socialista González Peña.
Cuando llegó el 1º de mayo, siguiendo
los hábitos de la exaltación del “trienio”, se celebraron mítines y
manifestaciones, con reivindicaciones de horario y sueldo, en la citada cuenca
minera, al igual que en el sector minero de Villanueva del Duque. También
celebraron actos y mítines los socialistas de Córdoba capital, los de
Villanueva de Córdoba y algunos pueblos más, donde aún malvivían algunas
Organizaciones obreras.
Poco antes, del 14 al 19 de marzo, se
había celebrado en Madrid el I Congreso del Partido Comunista de España
(unificado), en el que estuvieron representadas 80 Agrupaciones, siendo las más
importantes la de Asturias y la de Vizcaya, seguidas de cerca por las de Jaén y
Córdoba. Antonio García Quejido fue elegido secretario general.
En noviembre del mismo año, celebró
también la UGT un Congreso en Madrid, en el que se decidió eliminar a los
comunistas de esta Organización, por lo que fueron expulsados de la UGT 29
Sindicatos dirigidos por comunistas. Esto originó fuertes tensiones en muchas
provincias, cuando las Casas del Pueblo empezaron a llevar a cabo tales
expulsiones.
A primeros de diciembre de 1922, se
celebró en Sevilla el I Congreso de la Federación Regional del Partido
Comunista de Andalucía. Se eligió Sevilla tomando como base su reducida, pero sólida,
Agrupación comunista, la cual dirigía sindicalmente la Asociación de
Dependientes de Comercio y la Sociedad de Camareros, además de gran influencia
en la Sociedad de Tipógrafos; todo ello, bajo las siglas generales de la UGT,
pero en la práctica bajo el control comunista en las citadas Sociedades.
Asistieron a este Congreso delegados de Sevilla, Almería, Granada, Málaga,
Torredonjimeno, Villanueva de Córdoba, Montilla, Écija, Osuna, Riotinto, Jerez
de la Frontera y de algún sitio más.
En el momento de constitución, la
Federación Comunista de Andalucía contó con unos 200 afiliados, poco más de una
docena de secciones, y entre las más vigorosas sobresalían las de Sevilla
capital, Villanueva de Córdoba y Torredonjimeno. En representación de Villanueva
acudió Julián Caballero Vacas, que también recibió la misión de representar a
los comunistas de Montilla. Como secretario general de la Federación Andaluza
se eligió a Francisco Mejías, y formaron parte del Comité: F. Díaz, A. Cazorla,
Julián Carrasco (fundador del PCE en Pueblonuevo del Terrible), Manuel
Valenzuela y otros.
En la preparación de este Congreso
tomaron parte activa varios comunistas de Sevilla y Córdoba (entre éstos,
Miguel Caballero Vacas, que también había intervenido durante aquel año en la
organización de la Juventud Comunista de Sevilla), los cuales se encontraban
entonces en la capital hispalense cumpliendo el servicio militar. Aprovechando
el descontento por el desastre de Annual, se habían propagado células
comunistas por los cuarteles sevillanos, como el de La Almeda, en los que se
vendían numerosos ejemplares de La
Antorcha y El Joven Comunista.
Estas actividades propagandistas entre los soldados se vieron favorecidas por
una estrecha colaboración entre comunistas y anarcosindicalistas (éstos todavía
no se habían separado de la I. S. R.), destacándose entre éstos últimos Ramón
Mazón, Cobeña y Pareja. Unos y otros se esforzaban en aumentar las
suscripciones para la prensa comunista, así como la venta de sellos del Socorro
Rojo Internacional y otras programaciones políticas conjuntas.
La propaganda comunista en los cuarteles
fructificó al año siguiente (1923) en el plante de soldados, que se negaron a
embarcar para Marruecos, contando incluso con la aquiescencia del comandante de
Artillería, Carlos Ollero y Sierra. A finales de 1922, tomando como base la
difusión comunista en los cuarteles sevillanos, se constituyó legalmente la
Sección local de la Juventud Comunista de Sevilla, en una reunión de unos 30
soldados de paisano, entre ellos Miguel Caballero Vacas, de Villanueva de
Córdoba.[18]
Por último, en octubre de 1922, un
acontecimiento internacional de increíbles consecuencias puso en estado de
alerta al proletariado europeo: la marcha de los “camisas negras” de Mussolini
sobre Roma, el cual se hizo con el poder, para dar un giro radical a la línea
ascendente de las organizaciones obreras de Europa. A partir de aquel momento,
muchos países se sintieron tentados a poner como vigía adelantado a algún otro
“Mussolini”. Por ello, en España acabó Alfonso XIII cautivado por el jerezano
Primo de Rivera.
En 1923, aunque comenzó la recuperación
económica, la crisis del sistema político, apoyado por los partidos políticos
turnantes (liberal y conservador) durante todo lo que iba de siglo y gran parte
del siglo XIX, carecía de consistencia como un castillo de arena, por más que
los trucos caciquiles pretendieran apuntalar un edificio carcomido por la
corrupción. En medio del descrédito político, el gran cáncer que venía
socavando la institución monárquica era la guerra de Marruecos. Esta pretensión
anacrónica colonial, con sus errores sangrientos, vino a ser el factor
fundamental para explicar la subida al poder del Directorio Militar, y no el
pretexto que se decía de la llamada “ola revolucionaria”, que en aquellas
fechas se hallaba en total declive.
En el mes de abril de 1923 se llevaron a
cabo las últimas elecciones a las Cortes de la Restauración. Casi nada nuevo
que añadir en la siempre monótona farsa electoral, que en esta ocasión se había
planeado para que los liberales obtuvieran la mayoría, mientras que la apatía
general de la nación había llegado a tal grado de abstención que en Asturias,
por ejemplo, supuso el 75%; en Barcelona, el 52%, etc. Por ello, un total de
129 diputados lo fueron por la aplicación del Artículo 29, al no tener
contrincante. Tal desencanto nacional sólo había ocurrido en las generales de
1916. En 1923, Córdoba fue de las cuatro únicas provincias (junto con Almería,
Murcia y Santander) que obtuvieron todos sus diputados por el Artículo 29, ya
que no se presentó ningún contrincante ni de oposición ni monárquico. Entre los
electos, los inconos del caciquismo cordobés: Eugenio Barroso (liberal),
Enríquez Barrios (conservador), el Duque de Almodóvar del Valle (liberal), José
Sánchez Guerra (conservador), etc.
Pocos días después (3 de junio), el
Gobierno Civil de la provincia se ponía de nuevo en movimiento para organizar
las elecciones a diputados provinciales. Y como era habitual se condescendía un
tanto con la oposición reservándole algunos puestos, también por el Articulo
29: 3 liberales nicetistas, 3 republicanos y 1 regionalista (Rafael Castejón y
Martínez de Arizala) y 1 socialista (Juan Morán Bayo).
En 1923, el movimiento obrero de la provincia
de Córdoba, al igual que en la mayoría del país, se hallaba en una fase de
postración absoluta, con un Partido Socialista desviado hacia el reformismo,
apegado a los pocos puestos administrativos que aún conservaba; un Partido
Comunista incipiente, sin apenas implantación; y la CNT casi desarticulada,
sobre todo en Cataluña por la acción de los pistoleros pagados por la clase
patronal, según la bárbara estrategia de Martínez Anido, terror de los
Sindicatos obreros.
En la provincia de Córdoba también fue
denunciada la presencia de pistoleros en las minas de Peñarroya, pagados por la
Empresa parisina, en contra del Sindicato Minero Metalúrgico de esta cuenca
minera. Un telegrama oficial sobre estos hechos fue enviado el 16 de julio
(1923) al ministro de la Gobernación, firmado por Perea, presidente de la
Federación de Sindicatos de Peñarroya, y por Manuel Fraile, secretario.[19]
La represión antiobrera en Córdoba
siguió actuando contra los últimos reductos anarcosindicalistas de la
provincia, que a duras penas pudieron celebrar una Asamblea sindicalista en
Córdoba capital el 8 de julio, donde se volvió a clamar por las viejas
reivindicaciones, como que la tierra debía pasar a los Sindicatos de
Agricultores, para ser trabajada en común.[20] La persecución se acentuó
contra los sindicalistas cordobeses que se dedicaba a preparar los trabajos
para el Congreso de Barcelona del 18 de julio.
En julio de 1923 se celebró en Madrid el
II Congreso del Partido Comunista, en el que el Partido y la Juventud Comunista
de Andalucía estuvieron representados. Allí se defendió la disciplina y la
táctica del “frente único”, condenando el ultraizquierdismo, el reformismo y el
terrorismo individual. Fue elegido secretario general César R. González, hijo
de Virginia González, y formaron parte del Comité Central: Lamoneda, Bullejos,
Pérez Solís, Vicente Arroyo, Núñez de Arenas y algunos más. En el Comité
Regional de Andalucía, ya de hecho resquebrajado, alternaban las discrepancias
entre el sectarismo de Francisco Díaz y el reformismo de Francisco Mejías.
Durante el mes de agosto (1923) arreció
la oposición de la clase obrera a la prosecución de la guerra de Marruecos. Un
contingente de soldados que iban a ser embarcados en Málaga protagonizaron un
plante violento, negándose a ser embarcados, sensibilizados por la propaganda
proletaria en los cuarteles. Idéntica oposición a la guerra del Rif era el tema
de fondo de las huelgas declaradas entre los mineros de Bilbao y los de
Peñarroya (Córdoba), en el verano de 1923.
Otra
vuelta de tuerca en la represión antiobrera
en
la dictadura de Primo de Rivera
El 13 de septiembre de 1923 triunfó en
Barcelona el pronunciamiento del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de
Rivera, con un manifiesto al país en el que se pedía el apartamiento total de
los partidos políticos y la entrega del poder al Directorio Militar. En este
hecho de gran trascendencia política e histórica se han señalado varios
factores decisivos: 1) La necesidad de la monarquía de echar tierra encima de
la investigación sobre las responsabilidades en el desastre de Annual
(Marruecos), que implicaban a la corona; 2) El desprestigio del sistema
político caciquil de los partidos turnantes (liberal y conservador); 3) El
atractivo internacional que producía la conquista del poder en Italia por los
fascistas de Mussolini. Efectivamente, Alfonso XIII no ocultaba sus simpatías
por el militarismo y su menosprecio del parlamentarismo, y su desdén por los
partidos políticos y la Constitución. Así lo dio a entender, precisamente en Córdoba
en su discurso en el Círculo de la Amistad, en mayo de 1921. Y ante la llegada
de la dictadura, el rey se ufanaba en llamar a Primo de Rivera “Mi Mussolini”.
Los siete años de la dictadura trajeron
consigo un nuevo período de postración y dispersión de las Organizaciones
obreras. Mientras el Partido Comunista, en estado embrionario, era lanzado a la
ilegalidad, al igual que la CNT (ya desmoronada por las luchas del “trienio” y
por la represión, sobre todo de Martínez Anido en Barcelona), el Partido
Socialista eligió un camino acomodaticio a las circunstancias, no se atrevió a
responder al golpe militar con la huelga militar, e incluso aceptó cierta
colaboración en las instituciones de la dictadura, como quedó patente con su
presencia en las nuevos Ayuntamientos: las Juntas Gestoras, bajo la
intervención de la autoridad militar. Sin duda, un error de grueso calibre en
la trayectoria del Partido Socialista.
El 2 de octubre de 1923 se constituyó la
nueva Junta Gestora en Villanueva de Córdoba, en sesión presidida por el
comandante de Puesto de la Guardia Civil. Fue nombrado alcalde el gran
propietario Fernando Sepúlveda, con tres tenientes de alcalde: Carlos Martos
Pedraza, Bartolomé Torres Rojas y Manuel Candelas Alberca. Como síndico, José
Pedrajas Romero. Además, 13 gestores más, entre los cuales se hallaba un
representante del PSOE, Pedro Cuadrado García, secretario de la recién
desaparecida “Sociedad Obrera Socialista de Oficios Varios”.
El presidente de la citada Sociedad,
José Sánchez Gómez, que había sido concejal socialista en 1922, emigró de la
localidad, dirigiéndose primero a Dos Torres, después trabajó durante varios
años en Pueblonuevo del Terrible, y por último se afincó en Córdoba capital,
donde ocupó varios cargos en la Organización socialista al final de la década
de los años 20.
En Villanueva de Córdoba permaneció, sin
embargo, gran parte de los antiguos cuadros de la reducida Agrupación
Socialista, así como del pequeño grupo juvenil comunista, como fermento que
habría de preparar después el nuevo período de exaltación al llegar la II
República. El núcleo comunista hubo de soportar la continua persecución de la
Guardia Civil, así como el boicot de los patronos con sus “listas negras” en
los trabajos del campo, y más aun por el hecho de que los comunistas y la CNT
hubieron de cargar también con el sambenito de la ilegalidad. A pesar de tanta
adversidad, aquellos jóvenes comunistas de Villanueva de Córdoba mantuvieron en
todo momento el rescoldo de su entonces modesta Organización, en estrechas
relaciones con la Federación Regional de Sevilla. Cuando sus jóvenes adalides
Miguel Caballero y Pedro Torralbo regresaron del servicio militar en Sevilla a
finales de 1923, en pleno auge de la represión primorriverista, reanudaron sus
reuniones tanto en casas particulares, en el campo e incluso en el cementerio,
con lo que el grupo tomó nuevo impulso.
De todas formas, al año siguiente (1924)
varios dirigentes comunistas de Villanueva se vieron forzados a emigrar, como
Bartolomé Castillo Coleto, que se estableció en Villafranca, donde realizó gran
labor proselitista, y fundó aquí un comité del PCE, junto con Miguel Torralbo
Madero, también de Villanueva. Castillo continuó años después su labor en el
Barrio del Naranjo, de Córdoba. En esta capital se establecieron más líderes de
Villanueva, como Miguel Caballero y Adriano Romero (éste llegaría a ser
diputado en 1936 por el Frente Popular). Mientras tanto, ante tanta dispersión,
la burguesía terrateniente disfrutó unos años de “vacas gordas” con el
proletariado sojuzgado. Se reimplantó el destajo, se fijaron libremente (a la
baja) los contratos y jornales, y toda la gama de abusos de los peores tiempos.
Durante la dictadura, el único reducto
considerable del PCE en Andalucía se dio en Sevilla, sede de la Federación
Regional. Con todo, la represión constante del período causó estragos en la
Organización, tanto que algunos de sus dirigentes (Francisco Mejías, Francisco
Villar –éste, de Torredonjimeno-, etc.) volvieron al Partido Socialista, lo
cual obligó al resto de la dirección comunista (José Rodríguez González, Manuel
Hurtado, Manuel Valenzuela y otros) a reorganizar la Federación en la ilegalidad,
al igual que ocurrió con la Juventud Comunista sevillana. Además de la
represión, el licenciamiento de la quinta del 21, en septiembre de 1923, que
era la que había llevado el peso de la Organización en los cuarteles (Miguel
Caballero, Pedro Torralbo –los ya citados de Villanueva de Córdoba-, y algún
otro), tuvo considerable efecto negativo y redundó en la dispersión de
bastantes dirigentes.
En el otoño de 1924 se reorganizó el
Comité Regional de Sevilla, con José Rodríguez, Manuel Hurtado y Miguel Caballero.
Se intentó romper el aislamiento que se estaba produciendo con relación al
Comité Central, pero la correspondencia fue intervenida por la policía, y el
Comité Regional fue a parar a la cárcel. En esta situación, los contactos entre
comunistas y anarcosindicalistas se estrecharon, creándose una Comisión de
Enlace por medio de los respectivos secretarios regionales: Miguel Caballero y
Juan Negroles.[21]
Desde Sevilla se logró crear células en
algunos pueblos mediante la visita y propaganda de los miembros del Comité
Regional, como en La Rinconada, Alcalá del Río, Guillena, Villaverde,
Castilblanco y Gerena.
Mientras tanto, tomaba consistencia la
política de colabora del PSOE con la dictadura: el 25 de octubre de 1924, Largo
Caballero aceptó el cargo de Consejero de Estado, aunque con la oposición de
Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. Con todo, en los Ayuntamientos se
seguían las consignas de colaboración. El 31 de marzo de aquel año (1924), se
renovó la Junta Gestora de Villanueva de Córdoba, en sesión presidida por el
Delegado gubernativo José de la Mata (La dictadura había establecido delegados
gubernativos en todos los partidos judiciales). Continuaba como alcalde el gran
propietario Fernando Sepúlveda Herruzo, seguido de 16 gestores (la gran burguesía
local en su mayoría[22]), siendo uno de ellos el
representante socialista, que en este caso fue Francisco Cabezas Ruiz “Curro de
Nicolás”, que había sido vicepresidente de la “Sociedad Obrera Socialista de
Oficios Varios”, con anterioridad a Pedro Cuadrado García. Salvo este último
nombre, se trataba de lo más granado de la gran burguesía terrateniente de
Villanueva, así como otros representantes de la clase media y acomodada.
En 1925, el Comité Central del PCE,
acosado por la persecución y los encarcelamientos, decidió trasladar su sede a
París, desde donde llegaban a Sevilla sus instrucciones. En una de éstas se
notificaba la llegada de un delegado desde París, un tal “Jorge”, en el mes de
noviembre (1925), con objeto de celebrar una reunión de reorganización. Ésta
tuvo lugar a los pocos días, en el campo, entre La Rinconada y San Jerónimo
(Sevilla), con representantes de Málaga, Granada, Almería, Torredonjimeno,
Villanueva de Córdoba y varios más. Las sospechas de que el tal “Jorge” era un
confidente de la policía (método de desarticulación muy empleado por la
dictadura) se iban confirmando, cuando en la navidad de aquel año (1925) fue
detenido Miguel Caballero, secretario general del Comité Regional, yendo en
viaje hacia Bilbao. Quedó recluido en la cárcel de Ávila durante 4 meses, al
cabo de los cuales salió en libertad, y pudo comprobar que se había producido
una nueva dispersión del Comité Regional de Sevilla. Sólo Manuel Hurtado
continuaba al frente de la Federación Regional, mientras que José Rodríguez
González y Manuel Valenzuela se habían reconvertido al Partido Socialista.
Los métodos policíacos de introducción
de “provocadores” o confidentes los utilizó constantemente la dictadura en
contra de la CNT y del PCE. Los tristes sucesos de Vera de Bidasoa y el asalto
al cuartel de Atarazanas, en noviembre de 1924, seguidos de la ejecución de 4
obreros anarcosindicalistas, obedecieron a una burda trampa de la policía.
En 1926 se extendió entre el
proletariado una corriente de opinión a favor de la unidad sindical, programada
por el PCE a través de su órgano de prensa La
Antorcha. Fruto de esta tendencia fue la convocatoria de un Congreso de
Unidad Sindical, que convocaron los Sindicatos de San Sebastián para el 1º de
mayo de 1926, que luego no llegó a celebrarse, pero que atrajo multitud de
adhesiones en toda España. El PCE se dispuso a organizar sus Sindicatos
entrando en la legalidad establecida por la dictadura, y dio impulso a la
formación de Sindicatos bajo la denominación de “Autónomos”, con clara
tendencia al no encuadramiento ni en la UGT ni en la CNT, sino buscando el
objetivo del Frente Único o la unidad sindical en los pueblos, aunque el PSOE
se mostraba reacio a tal corriente unitaria. En realidad, los Sindicatos
Autónomos o Federaciones Locales Obreras que se crearon en este período
reunieron siempre una mayoría comunista, con inclinación a la I.S.R.
El 24 de junio de 1926 se celebró en
Écija una Asamblea en la que se llegó a la unidad sindical con la creación de
la Federación Local Obrera. Y durante el mismo verano, el “Sindicato Agrícola y
de Oficios Varios” de Villanueva de Córdoba hacía grandes esfuerzos por lograr
el frente único sindical con los socialistas en la creación de un Sindicato
Autónomo, en lo cual trabajó con gran ahínco el comunista Miguel Caballero, que
había vuelo a establecerse en Villanueva, después de salir de la prisión de
Ávila al comienzo de la primavera de 1926. El citado “Sindicato Agrícola” se
había fundado unos años antes por iniciativa comunista y sin participación de
los socialistas, y fue el primer intento por reagrupar en Villanueva al sector
obrero, completamente disperso después que la Casa del Pueblo se extinguió en
1922.
En abril de 1926, los socialistas de
Villanueva vieron la necesidad de reagruparse de nuevo en un Sindicato, tras 4
años de desorganización. Pero ante los vientos unitarios que soplaban por estas
fechas, se logró crear una Comisión entre socialistas y comunistas y se
sentaron las bases del futuro Sindicato Autónomo, redactando unos Estatutos,
que se enviaron enseguida al Gobierno Civil, en los cuales se concretaba la
creación de la Federación Local Obrera, que quedó constituida definitivamente
al año siguiente.
Mientras tanto, el “Sindicato Agrícola”
de Villanueva de Córdoba se esforzó en propagar por la provincia la corriente
de unidad sindical, tomando como ejemplo la aplaudida iniciativa de los
Sindicatos de San Sebastián. En este sentido, el comité del sindicato comunista
de Villanueva, con fecha 26 de julio de 1926, envió una “Carta abierta”[23] al Comité Provincial del
PCE, y asimismo, al Sindicato obrero “Nueva Aurora” de Pedro Abad, y demás
sindicatos obreros y a todos los partidarios de la unidad sindical en la
provincia, con la propuesta de que se formara un “Comité Provincial Pro Unidad”,
a fin de que se pusiera remedio a la situación de la provincia de Córdoba, en
la que la mayoría de los pueblos carecían de organizaciones obreras. Para ello,
el “Sindicato Agrícola” de Villanueva de Córdoba se ofrecía como impulsor de la
propuesta de creación del citado “Comité Pro Unidad”, y solicitaba cartas de
adhesión, que debían dirigirse a su presidente, Miguel Caballero (calle
Independencia, 18, de Villanueva). Sin embargo, no tenemos noticias de que
tales iniciativas tuvieran un eco demasiado intenso.
La unidad sindical entre comunistas y
socialistas fue una realidad en Villanueva de Córdoba a comienzos de abril de
1927, cuando el Gobierno Civil aprobó los Estatutos de la nueva “Federación
Local Obrera”. He aquí el desarrollo de aquellos acontecimientos, según el
relato de La Antorcha:
“Villanueva de Córdoba --
Resurgimiento sindical.
“Hubo un tiempo en que existió en esta
localidad una poderosa Organización, la cual, por causa del ‘santonismo’ que
tanto abundó en aquellos tiempos de las ‘vacas gordas’, se hundió
estrepitosamente; tan estrepitosamente que en su caída arrastró todo lo
espiritual que en la lucha había.
“Hoy, con la nueva ‘Federación Local
Obrera’ volvió a renacer la energía perdida desde el año 1920; pues si la
Organización vivió hasta el 22, fue a fuerza de inyecciones.
“Por esta fecha, los camaradas
comunistas y algunos simpatizantes fuimos expulsados de aquella ‘nuestra
Organización’ y, creyendo no debíamos estar sin organizar, constituimos un
Sindicato obrero, al cual no quisieron adherirse los socialistas ni sus simpatizantes. Se proclamó que el Sindicato
era netamente comunista (cosa que no era cierta), y como en aquella fecha
–hasta aun hoy- los muchos enemigos del comunismo pintaban a éste como causante
de todas las desgracias, desde el sarampión hasta la langosta, la mayoría de
los trabajadores se abstuvieron de adherirse al Sindicato.
“En abril del pasado año, los
trabajadores de tendencia socialista pensaron crear otro Organismo obrero; nos
entrevistamos entonces con varios de ellos y acordamos nombrar una Comisión que
redactara unos nuevos y constituir la Federación Local Obrera, en la cual
tuvieran cabida todos aquellos trabajadores que quisieran trabajar por el
mejoramiento de su clase.
“Estos Estatutos han sido devueltos
hace unos días, firmados ya por el Gobierno Civil.
“Convocada a junta general para
constituir la nueva Federación y abierta la lista de asociados, los resultados
no han podido ser más halagüeños. Más de cien trabajadores asistieron a la reunión;
muchos de ellos intervinieron con gran calor, y se asociaron 67 compañeros.
Para formar el Comité se nombraron a nuestros camaradas Miguel Caballero,
Casimiro Martínez y Adriano Romero –a los dos primeros por unanimidad- y a los
obreros socialistas Miguel Ranchal y José Cantador.[24]
“En esta reunión, los socialistas
querían que se acordase a cuál de las dos centrales sindicales habíamos de
pertenecer, pero, a propuesta de los comunistas, se acordó que esta cuestión se
tratase en otra asamblea, y se nombró una Comisión, compuesta por nuestros
camaradas Miguel Caballero y Pedro Torralbo, y los socialistas Miguel Ranchal y
Bartolomé Luna, para que en esa Asamblea presenten un estudio sobre las dos
centrales sindicales.
“Grande es hoy el espíritu sindical que
anima a los trabajadores de esta localidad. Nunca, desde el año 21 hasta la
fecha, ha existido una corriente de opinión tan favorable a la organización
obrera como ahora, y es que nunca se presentó de una manera tan clara el
problema de la unidad que todos los trabajadores desean con ansia ver
realizada. Por lo que respecta a esta localidad, vamos camino de lograrlo, o
mejor dicho: está logrado ya”.[25]
Según el texto anterior, la
Federación Local Obrera de Villanueva de Córdoba eludió definirse políticamente
en relación a la UGT o a la CNT, por lo cual la aspiración al carácter de
Sindicato Autónomo se consiguió desde el principio, aunque parecía evidente la
preponderancia comunista. La creación de este Sindicato (con sede primero en el
“Salón de Barbosa”, luego en la Plaza de Manuel Aulló, y después en el “Salón
de Piñón”, en la Laguna del Pino) fue un hecho muy significativo, en cuanto
coordinó un nuevo despegue del obrerismo en Villanueva, en vías de superar la
depresión posterior al “trienio bolchevique” y preparar la gran exaltación
obrera de la II República y de los años de la guerra.
Los “papeles escritos” escritos de
Miguel Caballero (que me facilitó en
1979) hablan de una huelga organizada en 1927 en defensa de unas bases para la
época de siega, y otra en el invierno del mismo año con motivo de la campaña de
recolección de la aceituna. Las Actas de Sesiones del Ayuntamiento coinciden en
este último caso, pues hacen referencia a unas negociaciones de la Federación
Local con los terratenientes de Villanueva sobre la elevación de jornales en la
recogida de la aceituna, intentadas en el mes de diciembre y que no tuvieron
resultado positivo.
Durante 1927 se puede asegurar ya un
proceso de concienciación en los sectores obreros del país y en el agro
andaluz, un nuevo despertar, que se inició en 1926 y que al año siguiente
comenzó a adquirir mayores dimensiones. La oposición obrera a la dictadura
mostró en 1927 una tendencia creciente de organización, y durante la
recolección de cereales de aquel año se produjeron las primeras luchas
huelguísticas en los campos andaluces. El número nacional de huelguistas de
1927 ascendió a 70.000, mientras que en 1926 apenas había sobrepasado los
21.000.
En enero de 1927 tuvo lugar la creación
de la “Federación Universitaria Escolar” (FUE), en la que se agrupaban los
estudiantes de izquierdas de toda España, que en los años siguientes
desempeñaron un papel importantísimo en el derrocamiento de la monarquía.
Por otra parte, con la incorporación de
numerosos dirigentes anarquistas sevillanos en 1927 (José Díaz, Manuel Adame,
Manuel Delicado, Saturnino Barneto, Manuel Roldán, Manuel Núñez, Jesús Ruiz,
Cobeña y otros), el PCE adquirió bastante relevancia en Sevilla, sobre todo en
la zona portuaria, entre los metalúrgicos y los panaderos. Poco a poco se fue
ensanchando la base social del Partido, y al año siguiente (1928) pudo ya
organizar con éxito una huelga entre los trabajadores de la Exposición
Iberoamericana en Sevilla.
En la provincia de Córdoba el movimiento
comunista no acababa de romper sus primitivos círculos. En la capital, a partir
de 1927, fue tomando consistencia un núcleo comunista entre los ferroviarios y
en la Electro Mecánica, mientras el panorama de la ciudad continuaba en una
apatía general. En la provincia se mantenían varios núcleos comunistas más, en
Montilla, Puente Genil y Aguilar, siendo el más vigoroso el de Villanueva de
Córdoba. Durante 1927, la Federación Local Obrera de esta última localidad
continuó realizando llamamientos a la reorganización obrera y a la
revitalización de la lucha, mediante una campaña de intercambio de
correspondencia de la que daba noticias La
Antorcha:
“CARTA ABIERTA. A la
Organización obrera de la provincia de Córdoba.
“Estimados camaradas: Con el objeto de
estar en comunicación constante con los organismos obreros de la provincia,
emprendimos una campaña de correspondencia, escribiendo a cuantas entidades
obreras tuvimos conocimiento existían en la misma.
“Muy a pesar nuestro, aún no hemos
podido escribir a cuantos creemos existen por ignorar sus direcciones, por cuya
causa sólo escribimos a las siguientes: Sociedad Obrera de Adamuz, idem Pedro
Abad, Casa del Pueblo de Puente Genil, Sociedad Obrera de Villanueva del Duque,
Federación Regional de Sindicatos de Peñarroya, Sociedad Obrera Gremial de
Pozoblanco, idem de Villafranca, idem de El Carpio, idem Zapateros de Priego,
idem de Castro del Río, idem de Bujalance.
“De éstas, hasta ahora nos han
contestado solamente Pedro Abad, Puente Genil, Villanueva del Duque, Peñarroya,
Pozoblanco y Castro del Río.
“Todas estas se suscriben a nuestra
iniciativa principal: tener con nosotros correspondencia para ayudarnos
mutuamente en la lucha por nuestra común aspiración: defender nuestros
intereses de clase.
“Atentos a esto, y teniendo en cuenta
que para que nuestro trabajo fructifique, es necesaria una estrecha alianza,
proponemos a todos nos pongamos a trabajar para constituir una Federación
Provincial Obrera, que admita en su seno a cuantos organismos económicos
existan en la provincia, y como este trabajo requiere emplear en él un
indeterminado tiempo y la recopilación de opiniones de todos los elementos, por
esto os rogamos nos escribáis, diciendo si estáis en esto de acuerdo y, siendo
así, como es de suponer, nos mandéis proposiciones a este fin, y también que
trabajéis por sumar a esta idea a cuantos organismos obreros de la provincia
conozcáis, escribiéndoles y mandándonos sus direcciones.
“En espera de vuestras gratas noticias
se despiden vuestros y de la causa obrera,
“Por el Comité Central de la Federación
Local Obrera:
Miguel
Caballero, José Cantador”.[26]
En el mes de noviembre de 1927 se
fundaron también en Villanueva de Córdoba las “Juventudes Comunistas”, como una
prueba más de que la Federación de Jóvenes Comunistas de España” iba
adquiriendo mejor nivel de organización. Entre los jóvenes comunistas de Villanueva
destacó, sobre todo, Nemesio Pozuelo “El Floro”, que enseguida se convirtió en
un infatigable propagandista en la provincia de Jaén, y llegaría a alcanzar en
los años siguientes, durante la República y la guerra, puestos de alta
responsabilidad. Entre aquellos jóvenes comunistas de notable dinamismo
destacaban también: Antonio Romero (hermano de Adriano), Juan Gómez Calero,
Juan Camacho, Lorenzo Cepas (que habría de sufrir en la posguerra un horrible
exilio en Argelia), Patricio Cruz (superviviente luego de Mauthausen), Pablo
Agenjo (víctima de la “ley de fugas” en 1948), Andrés Muñoz “El Lobo” (víctima
luego en la guerra) y otros muchos, además de una pléyade de mujeres
combativas, que a menudo ocuparon la vanguardia en las luchas de los años siguientes:
las hermanas de Adriano Romero, Dolores e Isabel, Dolores Castillo (esposa de
Julián Caballero), Lina Sáez Rubio, Mª Josefa López Garrido (abatida luego en
la sierra en 1947), las hermanas María e Inocencia Muñoz Caballero (“Las
Lobas”), Francisca Gómez Cuevas y otras muchas. La generación de mujeres
comunistas en Villanueva de Córdoba fue extraordinaria, pasto luego de la
criminalidad fascista a partir de 1936.
A partir de 1927, la actividad
propagandística en Villanueva (y en otros puntos de la provincia) era ya
considerable, y la labor de captación para la causa obrera invadía los tajos de
segadores o de aceituneros, donde los más decididos hablaban o leían en alta
voz entre las cuadrillas (segadores) o faneguerías (aceituneros) de jornaleros,
aprovechando cualquier descanso. Las lecturas del momento eran: La Antorcha (órgano de la III
Internacional), folletos de Lenin o de Trotski, que difundía la Editorial
Zenit, entre otros textos.
Las Juventudes Comunistas de Villanueva
de Córdoba intentaron celebrar el 7 de noviembre el aniversario de la
revolución rusa, y de manera clandestina y nocturna arrojaron octavillas y
colocaron pasquines por el pueblo, por lo cual sufrieron represalias. En estos
momentos y en otros de ilegalidad, el grupo comunista de Villanueva, siguiendo
las pautas del Partido de la época, hacían frente a la adversidad creando
“soviets” o células de barrios, de calles, de cuadrillas y de faneguerías. Como
consecuencia, en aquellas fechas de dictadura y de ilegalidad, la Guardia Civil
practicaba redadas también por el campo contra las reuniones clandestinas. Por
ejemplo, en septiembre de 1926, cuando un grupo de la “Unión Obrera Republicana
Socialista”, de El Viso de Los Pedroches, se reunían clandestinamente en la
finca “Valdegregorios”, de ese término, los sorprendió la Guardia Civil y
fueron detenidos.
Por otra parte, el elemento patronal de
Villanueva se resistía a cualquier forma de reconocimiento de Federación Local
Obrera, intolerancia aprendida en los días del “trienio”. Hubo algún caso en
que patronos pagaron un jornal superior al que exigía la Federación,
simplemente por no reconocer su existencia. Por supuesto era habitual el boicot
de los patronos contra los dirigentes obreros, como el que practicaba, entre
otros, el gran propietario Bartolomé Torrico contra los hermanos Bartolomé,
Julián y Miguel Caballero Vacas, pues que, según decía, “había jurado a su
padre no dar trabajo jamás a ningún Caballero Vacas”.[27]
En 1928, bastantes comunistas de Villanueva
de Córdoba, obligados por la crisis de trabajo, iniciaron una fase de
emigración hacia los lugares donde se realizaban obras del Estado. La mayoría
se concentraron en las obras del Embalse del Jándula (Jaén), como Nemesio
Pozuelo, Gabino Cabrera, Patricio Cruz, Antonio Pozuelo y Pablo Agenjo, entre
otros. Este hecho migratorio fue muy significativo desde el punto de vista
político, ya que desde las obras del Jándula el grupo comunista de Villanueva
ejerció una considerable influencia en aquella zona de Jaén. Allí mismo
fundaron una Escuela obrera, de la que se encargó Antonio Pozuelo “Remigio”.
Poco después se crearon células comunistas en los pueblos próximos. Al final de
1928, en otoño, comenzó a trabajar en las citadas obras otros de los principales
dirigentes comunistas de Villanueva de Córdoba, Miguel Caballero, que había
sido despedido de las obras del Pantano del Guadalmellato por sus actividades
políticas.
Otros líderes obreros buscaron trabajo
en diversos lugares de Córdoba. Adriano Romero trabajó en la Exposición
Iberoamericana de Sevilla, y después volvió a Córdoba, ocupándose en las obras
de alcantarillado y en la
Fábrica
de Cementos Asland. Al mismo desarrolló una gran labor propagandística en la
capital y en la Campiña cordobesa, por los pueblos de Espejo, San Sebastián de
los Ballesteros y otros lugares.
El año 1929 fue ya de gran inestabilidad
para el Directorio Militar. El 4 de enero se sublevaron los artilleros de
Ciudad Real, un auténtico pronunciamiento contra la dictadura, apoyándose en un
estado de opinión creciente, obrero y republicano, en contra de Primo de
Rivera.
También este año, el PSOE comenzó a dar
marcha atrás con relación al colaboracionismo con Primo de Rivera. Cuando
Besteiro, adalid del colaboracionismo, propuso el nombramiento de los cinco
representantes socialistas en la Asamblea Consultiva (agosto de 1929), los
comités nacionales del PSOE y de la UGT votaron en contra.
El PCE celebró su III Congreso en
Francia, en agosto de 1929, del que salió reforzada la autoridad de José
Bullejos, junto con Trilla y Adame, continuando con una línea política
ultraizquierdista, basada en la idea de los soviets de obreros campesinos y
soldados, completamente al margen de la aspiración de derrocamiento de la
monarquía e instauración de la República.
Sin embargo, a medida que se aproximaba
1930, se hacía cada vez más ostensible
que las estructuras políticas que sustentaban la dictadura se encontraban en
franca descomposición, y los diversos sectores republicanos preparaban sus
huestes, porque el cambio se presentía próximo. El sector más avanzado del
republicanismo fundó ya en 1929 el Partido Republicano Radical Socialista, con
Marcelino Domingo, Eduardo Ortega y Gasset, Álvaro de Albornoz, Galarza, José
A. Balbontín (el “médico de los pobres” de Málaga, sacrificado luego por el
franquismo) y otros, si bien desde 1926 venía funcionando la llamada Alianza
Republicana, con Manuel Azaña, Lerroux, Castrovido, etc., en la cual se había
integrado el Partido Republicano Federal que en Córdoba (Montilla) dirigía el
incombustible Manuel Hilario Ayuso.
Durante la dictadura, la gran burguesía
había logrado disfrutar de un verdadero período de “vacas gordas”, con las
reivindicaciones obreras reducidas al silencio, las Sociedades proletarias
dispersas, los salarios en los promedio más bajos, y lo que era más sangrante:
la administración de las capitales y de los pueblos en manos de los grandes
terratenientes o de la oligarquía financiera.
La alcaldía de Córdoba capital estuvo
regentada durante la dictadura por lo más granado de la oligarquía provincial.
En 1924 era alcalde de Córdoba el icono caciquil José Cruz Conde (golpista de
1936). Después le sucedieron: Suárez Varela (1926), José Tomás Valverde
Castilla (cacique anti-nicetista de Priego, puntal luego de la sublevación de
1936), Francisco Santolalla Natera y el rico bodeguero Rafael Cruz Conde (de
1927 a 1929). En 1930 accedió a la alcaldía de Córdoba Rafael Jiménez Ruiz,
presidente del Colegio de Médicos y yerno del ex torero “Guerrita”; éste, el
mayor terrateniente de Almodóvar del Río.
En toda la provincia de Córdoba los
puestos municipales fueron copados por los adictos a la “Unión Patriótica”, el
partido único y pro-fascista, fundado por Primo de Rivera, a imitación del
“fascio” de Mussolini. A pesar de todo, en algunos lugares hubo focos de
oposición a esta nueva forma caciquil en los Ayuntamientos, como ocurrió en
Belmez y Bujalance, cuyas corporaciones dimitieron en pleno en 1926, antes que
plegarse a las exigencias de la Unión Patriótica. Además, en todo el período de
la dictadura, los Ayuntamientos estuvieron invadidos por los militares, como el
hecho de que en Puente Genil actuara de concejal el teniente coronel Álvarez de
Sotomayor; los comandantes Escofet Alonso y Varela Heredia lo fueron en Cabra
en 1928, mientras el comandante Cejalvo se convirtió nada menos que en alcalde.
En cuanto al Gobierno Civil, casi huelga
decir que estuvo habitualmente ocupado por los militares, como el general Pérez
Herrera en 1924; el comandante Carlos Palanca en 1927, entre otros. La peor
consecuencia de este militarismo fue habituar a los militares a inmiscuirse en
la vida pública del país. De ahí al golpe militar de 1936 había pocos pasos.
Los grandes terratenientes de los
pueblos también tuvieron su edad dorada en este período. En Villanueva de
Córdoba la gran burguesía agraria fue la que dominó por completo la vida local
durante la dictadura. La alcaldía fue ocupada sucesivamente por los grandes
apellidos del latifundio: Fernando Sepúlveda Herruzo (1923), Bartolomé Torrico
Martos (1928), Miguel Rodríguez Gutiérrez (banquero, 1929) y Cayetano Martos
Herruzo (1930), siempre con el apoyo de la gran y media burguesía local.
1930:
Caída de Primo de Rivera y resurgimiento
del
obrerismo y del republicanismo
El 30 de enero de 1930 cayó Primo de
Rivera, tras siete años de permanencia en el poder. Georges Soria afirma que de
no haber sido por el “boom” económico mundial que siguió inmediatamente a la
posguerra, y del que España se benefició (“Los felices 20”), hasta el punto de
que ciertos autores hablan de una “edad de oro” para la burguesía, cabría
preguntarse si la dictadura de Primo de Rivera hubiese durado tanto tiempo.[28]
Primo de Rivera presentó su dimisión, y
el Rey encargó al general Berenguer la formación de un nuevo gobierno, con un
cierto retorno a las prácticas constitucionales. Se trataba de un gobierno que
reforzara a la Monarquía, y al mismo tiempo, con la salvación del trono se
buscaba salvar también a la oligarquía. Había comenzado así lo que el vulgo
llamaba la “Dictablanda”, un remiendo al régimen primorriverista y al sistema
caciquil, con un engañoso retorno a la Constitución. Fue disuelta la Asamblea
Nacional, muchos profesores represaliados volvieron a sus cátedras, como Miguel
de Unamuno, la FUE revitalizó su actividad, los partidos políticos comenzaron a
reorganizar sus efectivos y las organizaciones obreras también, de tal manera
que 1930 se convirtió en un año de “Preuniversitario” o de preparación para la
“universidad” republicana que se avecinaba. Y se concedió además una tímida
amnistía, que se consideró insuficiente en muchos sectores sociales. En el ministerio de la Gobernación llovieron telegramas
de todas partes pidiendo una amplia amnistía, como los ferroviarios de Córdoba
capital:
“Al Señor Ministro de la
Gobernación.
Sesión Córdoba del Sindicato
Ferroviario Andaluces y Servicios de España, en junta general celebrada ayer,
acuerda reiterar V. E. petición amplia amnistía para todos presos y desterrados
por cuestiones políticas que aún carecen de libertad. La Directiva” (1 de marzo
1930).[29]
Fue legalizado el PCE y
también la CNT (abril, 1930). El PSOE pasó de 13.181 afiliados en 1929, a
16.878 en 1930 (junio). Al mismo tiempo, la UGT se situó este año en 277.340 sindicados,
además de haber fundado en abril de aquel año la importante Federación Nacional
de Trabajadores de la Tierra (FNTT), con 27.340 asociados. En cuanto al PCE,
sus efectivos se reorganizaron en la llamada “Conferencia de Pamplona” (marzo
1930), y al mismo tiempo, la pujante organización sevillana creó en Alcalá de
Guadaira el Comité Regional del Partido Comunista de Andalucía, con
representantes de la mayoría de las provincias andaluzas.[30]
En cuanto a los partidos republicanos,
volvieron de nuevo al primer plano de la actualidad. La cuestión de Monarquía o
República se convirtió en el dilema obsesivo de la opinión pública, y las
convicciones republicanas conquistaron amplios sectores de la pequeña burguesía
y de la clase media.
Una vez caído el Directorio Militar, se
trató enseguida de renovar los Ayuntamientos y Diputaciones, reponiendo a sus
miembros anteriores a la dictadura, y se decretó la nueva composición de los
Ayuntamientos mediante los mayores contribuyentes de la localidad, por una parte,
y por otra, los concejales electos en las elecciones de 1917, 1920 y 1922,
permitiéndose la vuelta de los concejales socialistas, lo cual apenas se
cumplió.
En Córdoba capital, los últimos cargos
públicos de la dictadura (José Sanz Noguer, alcalde; Rafael Cruz Conde,
presidente de la Diputación) hubieron de dar paso a los nuevos cargos de la
“Dictablanda”: Rafael Jiménez Ruiz, alcalde; Miguel Cañas Vallejo, presidente
de la Diputación; Graciano Atienza, gobernador civil.
La alcaldía de Villanueva de Córdoba fue
ocupada, tras breve interregno de Cayetano Martos, por uno de los mayores
terratenientes: Juan Herrero Martos (15-4-1930), siendo los tenientes de
alcalde: Tomás Fernández Gutiérrez, Juan A. Ruiz Fernández y José A. Fernández
Moreno.
El 25 de febrero (1930) se constituyó el
primer Ayuntamiento de la “Dictablanda” en Villanueva de Córdoba, de nuevo en
manos de los grandes terratenientes bajo la siguiente fórmula: 1) En primer
lugar, los ocho mayores contribuyentes, por este orden: Antonio Herruzo Martos,
Cayetano Martos Herruzo, José R. Ramírez Morales (mayor), Juan J. Amor Romero,
Andrés Fernández Cachinero, Pedro Luis Cámara Pozo, José Ramírez Morales
(menor) y Ángel Díaz Moreno.
A continuación, ocho concejales
procedentes de las elecciones de 1917-1922: escogidos de manera arbitraria
entre los monárquicos, sin tener en cuenta la importante tradición republicana
y socialista de la localidad. Ningún socialista fue invitado al nuevo
Ayuntamiento, y sólo dos republicanos: José Jurado Pozuelo y Andrés Luna
Enríquez, los cuales rechazaron tal “distinción”. Andrés Luna, que sería pronto
el primer alcalde de la República, presentó su dimisión “por no estar dispuesto
a servir como número de comparsa”. En cuanto a los socialistas, José Cantador
Huertos publicó su disconformidad contra los nuevos chanchullos caciquiles en
el Ayuntamiento:
“Las normas que acaban de
dictarse para renovar los Municipios acentúan más si cabe aquella tendencia
reaccionaria en el Poder público… Parece advertirse el designio de escamotear
al pueblo y a la clase trabajadora, especialmente la intervención en los Ayuntamientos…
Lejos de esto, se concede preponderancia absorbente en los municipios a la
clase capitalista… el caciquismo de los propietarios seguirá campando a sus
anchas… El terrateniente, el hombre acaudalado, como lo ha expresado de modo
gráfico el conde de Romanones, se coloca siempre ‘junto al sol que más
calienta’: antes, en las huestes privilegiadas de la Unión Patriótica, y ahora,
al lado de este Gobierno. Pero más pronto o más tarde el pueblo asumirá la
plenitud de la soberanía que le corresponde…”.[31]
Era evidente que estos
terratenientes y clase acomodada no sospechaban en modo alguno el inminente
cambio social y político que se avecinaba, mientras disfrutaban de sus
tradicionales pasatiempos. En enero de 1930, los grandes apellidos de
Villanueva celebraban una más de sus habituales monterías, en esta ocasión en
la finca “Valquemado”, de Francisco Cañuelo, con la participación de los
Sánchez, los Herruzo, los Pedraza, los Herrero, los Cámara, etc.[32]
La provincia de Córdoba era también el
escenario preferido de Alfonso XIII en semejantes esparcimientos, trasladándose
a menudo en tren hasta la finca “Moratalla”, en término de Hornachuelos
(Córdoba). De pasada, y sin bajarse del tren, solía escuchar por la ventanilla
la exposición de algunos de los problemas más acuciantes de Córdoba, mientras
la camarilla regia ponderaba los incidentes de la última montería.
La actividad política en la provincia de
Córdoba se animó sobremanera nada más comenzar 1930. El 19 de enero se llevó a
cabo en la capital la solemne inauguración de la Casa del Pueblo, en la Plaza
de la Alhóndiga, 57. Por la mañana se recibieron las representaciones de las
distintas Sociedades que la iban a ocupar como domicilio social. Por la tarde
dio un discurso Andrés Saborit, y por la noche pronunció una conferencia
Fernando de los Ríos, el cual fue homenajeado al día siguiente por los
republicanos cordobeses Antonio Jaén Morente y Juan Díaz del Moral.
En el mes de febrero, el sector
republicano de la capital se dirigió al ministro de la Gobernación, exigiendo
un régimen de libertad y permiso para celebrar actos políticos, con el
siguiente telegrama:
“Al Señor Ministro de la
Gobernación.
Ciudadanos cordobeses dirígense a V. E.
pidiéndole que en los mismos días en que venturosamente acaba la Dictadura,
empiece régimen de libertad. Queremos celebrar gran mitin de afirmación
ciudadana, pidiendo vuelva normalidad política y jurídica, revisión del pasado,
desapareciendo caciquismos locales. Esperamos permiso V. E., saludándole
atentamente: Antonio Jaén (Catedrático), Antonio Baquerizo (Abogado), Antonio
Hidalgo (Abogado), Pascual Carrión (Abogado), Rafael Castejón (Catedrático),
Juan Carandell (Catedrático), Antonio Gil (Catedrático) y Nicolás Alcalá
(Notario), en representación de centenares de cordobeses.”[33]
De los partidos republicanos
de Córdoba, el que contaba con más tradición era el Partido Republicano
Autónomo, que en 1930 comenzó a publicar un semanario (“El Popular”) y
reorganizó sus cargos en la forma siguiente: Eloy Vaquero, presidente (Era
entonces director de las Escuelas Obreras de la calle Arroyo, de San Lorenzo);
Mariano Amo Ramos, secretario; Francisco de Paula Salinas Diéguez, F. Hierro
Aragón y Antonio Jaén Morente, como vocales.[34]
En cuanto al Partido Radical Socialista,
fundado en 1929 en España, inauguró su centro en Córdoba el 14 de agosto de
1930, con la presencia de Álvaro de Albornoz, Jaén Morente, Joaquín García
Hidalgo, el abogado Pedro A. Baquerizo, Álvaro Pérez Rico y otros. Al día
siguiente, los flamantes miembros y simpatizantes del Partido Radical
Socialista se dirigieron a Peñarroya, donde celebraron un mitin en el Teatro
Zorrilla. En la comida posterior, el catedrático Antonio Jaén Morente dio
“Vivas a la República”, lo cual motivó la consiguiente denuncia por parte del
delegado gubernativo asistente (todos los actos políticos de 1930 debían
celebrarse en presencia de un delegado y, además, debían celebrarse en sitio
cerrado.
El PCE, por su parte, acrecentó en 1930
su implantación en la región andaluza, sobre a partir de 1927, con la entrada
en acción del equipo sevillano de José Díaz, Delicado, Barneto, Mije, Roldán,
etc. Los focos habituales del Partido en Córdoba se fortalecieron también en
1930. En la capital trabajaban los grandes propagandistas de Villanueva,
Adriano Romero y Miguel Caballero. Lo mismo ocurrió en Jaén, donde actuaba el
grupo del Pantano del Jándula, con Nemesio Pozuelo a la cabeza, también de
Villanueva. El Partido también se iba consolidando en Sevilla, donde ya tenía
una buena influencia sindical mediante la Unión Local de Sindicatos, de modo
que en marzo de 1930, el Sindicato de Obreros del Puerto, dirigido por
Saturnino Barneto y otros comunistas, llevaron a cabo una importante huelga,
con todo éxito.
En 1930 dirigía el Comité Provincial del
PCE, Adriano Romero Cachinero (de Villanueva de Córdoba), que entonces
trabajaba en la Fábrica de Cementos Asland. En aquel año, junto con otros
líderes destacados (Francisco Barbado, Miguel Caballero, etc.), Adriano Romero
realizó una intensa labor de propaganda por la Campiña cordobesa, con numerosos
viajes a Espejo, Fernán Núñez, Montalbán, La Rambla, Puente Genil y otros. En
cuanto a la Sierra, el mayor foco comunista seguía siendo Villanueva de
Córdoba, además de un pequeño grupo que actuaba en Pueblonuevo del Terrible.
Miguel Caballero había llegado a Córdoba
capital al comenzar el verano de 1930, huyendo de la persecución de que era
objeto en las obras del Pantano del Jándula (Jaén), junto al Santuario de La
Cabeza, donde actuaba, como ya se ha señalado, el grupo de comunistas de
Villanueva.
Con estos movimientos migratorios a
Córdoba capital se fortalecieron los Sindicatos, sobre todo el de la
Construcción. En este realizaba entonces gran actividad el veterano socialista
de Villanueva, José Sánchez Gómez, ahora presidente de la “Sociedad de
Albañiles” (de la UGT), hasta mediados de 1930, en que esta sección de
Albañiles la comenzaron a dirigir Adriano Romero y Miguel Caballero (Ambos ya
miembros del Comité Regional del PCE desde 1929), y transformaron dicha Sección
en “Sindicato de la Construcción”, ya en vísperas de la gran huelga de agosto.
Mientras tanto, José Sánchez Gómez (luego caería abatido en el maquis de la
posguerra), con el apoyo de Juan Palomino y Francisco Azorín, pasó a la
presidencia de la “Sociedad de Oficios Varios” de la capital.[35]
El 1º de mayo, en muchos puntos de la
provincia, fue ya una incipiente, pero significativa, manifestación de
efervescencia proletaria, con reparto de abundante propaganda. Con este motivo,
la Juventud Socialista de Villanueva de Córdoba redactó unas conclusiones que
presentó en el Ayuntamiento. Eran los síntomas de revitalización de los
socialistas en esta localidad. Poco antes, el 15 de abril, la “Sociedad Obrera
Socialista de Oficios Varios” inició diversas acciones para remediar la grave
crisis de trabajo.
El movimiento huelguístico fue ya
importante en 1930. La llamada “prosperidad de la dictadura”, “los felices años
veinte” que había disfrutado la oligarquía, gracias a la coyuntura económica
internacional y a la reducción o estancamiento de los salarios a niveles
anteriores a 1918, se encontró a partir de 1930 ante las nuevas luchas del
sector proletario, que iba tomando ánimos, sobre todo en el ámbito campesino.
Ya en las dos primeras semanas habían
estado en huelga los obreros metalúrgicos de la empresa “La Cordobesa”, en
protesta por el despido de tres compañeros. Pero el verdadero resurgir
huelguístico de la provincia volvió a su foco tradicional: los jornaleros de la
Campiña cordobesa, cuando se aproximaban las faenas de la recolección.
Emprendieron la ofensiva reivindicativa
los campesinos de Almodóvar del Río, a finales de mayo, que no aceptaban las
bases de trabajo que se les ofrecían para la recolección. Cerca del 1.000
obreros holgaron hasta el 4 de junio. En este mes retomaron también la
iniciativa los campesinos de Espejo (que declararon la huelga el 10 de junio),
los de Castro del Río (el día 12) y los de Baena (día 21). Fueron huelgas de
cuatro o cinco días, que alcanzaron ya algunos triunfos.
Durante el mes de julio se impuso la
tregua en las acciones campesinas, en parte debido a cierta labor de arbitraje
del gobernador Graciano Atienza. Sus fórmulas transaccionales le atrajeron el
beneplácito de varios sectores sociales y del Gobierno. Mientras tanto, a lo
largo del verano, una importante oleada de huelgas se extendía por toda España
(Barcelona, Tarragona, Vizcaya, Palencia, Granada, Huelva…), que reflejaban la
insatisfacción general de la clase trabajadora.
En Córdoba capital ocurrió un gran conflicto
con la huelga de la construcción del verano de 1930, en la última decena de
agosto, y secundada por otros gremios.
La huelga fue impulsada por el PCE (con
decisiva actuación de los comunistas de Villanueva de Córdoba, Adriano Romero,
Miguel Caballero y Bartolomé Castillo) y por la CNT, ya que la política de la
UGT era contraria a la conflictividad, aunque después se adhirió a la lucha. El
motivo de la lucha fue el contrato de trabajo aprobado en octubre de 1929, y
que el presidente del Comité Paritario, Armando Lacalle, venía demorando su
aplicación (Se trataba de una subida de jornales hasta 5’75 pesetas –algo que
ya se había conseguido en 1918-, y que estos jornales rigieran también entre
los obreros de la Fábrica de Cementos Asland y en las obras de canalización del
Guadalmellato, cuyos obreros también debían ser considerados del sector de la
construcción.
A primeros de agosto se reunión el
Sindicato de la Construcción y se acordó dar a los patronos tres semanas de
plazo para la aplicación del citado contrato. Un día antes de que terminara la
tregua, el 23 de agosto, los patronos declararon el “locaut”, y ese mismo día
comenzó la huelga. El paro fue completo, con la adhesión de más de 2.200
albañiles. Otros gremios, como el de la Panadería, secundaron la huelga por
solidaridad, por lo que la situación en Córdoba se tornó muy problemática. En
los días siguientes, la vigilancia de la Guardia Civil fue absoluta, ante el
temor de una huelga general. Se estableció un Comité Paritario de negociación,
pero las posiciones de los patronos eran irreductibles, sobre todo la del
ingeniero R. Inzardi Alzate. Por parte de los patronos negociaba José Martínez,
y por parte de los albañiles y similares, Antonio Torres, además de Adriano
Romero y José Sánchez Gómez.
El día 25 de agosto el número de
huelguistas superaba ya los 9.000. El día 27 hubo ya un choque de 500
huelguistas con la fuerza pública cerca del Ayuntamiento. El día 29 pararon
también por solidaridad los metalúrgicos de la Electro Mecánica, Fundiciones
Alba, La Cordobesa, La Metalgráfica y otros gremios. El mismo día se produjo el
primer choque sangriento con la fuerza pública. La Guardia Civil disparó sobre
la multitud de huelguistas, recibiendo a cambio una lluvia de pedradas. El
balance fue de tres huelguistas heridos y varios detenidos, entre éstos
Bartolomé Castillo. Además, se ordenó clausurar la Casa del Pueblo, cuyo
presidente era el prestigioso socialista Juan Palomino Olalla (luego víctima
del genocidio de 1936).
El día 30 de agosto, los huelguistas
volvieron a manifestarse, en esta ocasión con las mujeres y los niños en
cabeza. Se inició el recorrido desde la Plaza de la Alhóndiga. Enseguida se
repitieron los enfrentamientos, con disparos y pedradas. Un sargento de la
Guardia Civil fue herido por arma blanca, y por otra parte, se practicaron más
de 30 detenciones. Por fin, el día 31 de agosto, el conflicto entró en vías de
solución, con la aceptación por parte de los patronos de las bases del contrato
de trabajo. La huelga se dio por terminada con un impresionante mitin en el
Estadio “América”, de Córdoba, ante una concurrencia de unas 8.000 personas.[36]
En el mes de septiembre hubo huelga de
campesinos en Palma del Río (día 15) durante 4 días, y poco después se produjo
otra huelga entre los mineros de Villanueva del Duque, en la mina “El Soldado”.
Mientras tanto, las huestes republicanas
actuaban ya de manera decidida en todo el escenario nacional, llevadas de un
estado de opinión que ya se hacía irreversible. El 17 de agosto tuvo lugar el
llamado “Pacto de San Sebastián”, en el que trataron a aunar esfuerzos los
principales líderes republicanos (Lerroux, Marcelino Domingo, Albornoz, Manuel
Azaña, Alcalá Zamora, etc.), los cuales obtuvieron ya un éxito multitudinario
el 28 de septiembre en un mitin republicano celebrado en la Plaza de Toros de
Madrid. La prensa cordobesa se hizo amplio eco de esta importante concentración
republicana.
En el otoño de 1930 arreciaron las
acciones de reivindicación en la provincia de Córdoba, principalmente entre los
campesinos, ante la injusta distribución de la tierra, y ocurrieron incendios
de cosechas, de pastos, de olivares, de almiares o caseríos. En Torres Cabrera
(Montilla) fueron incendiadas 250 fanegas de sembrado de trigo (29 de junio),
propiedad de Suárez Varela. Hubo un incendio de olivar en Montoro (22 de julio)
y de 500 fanegas de monte bajo y chaparral en una finca de Antonio Sánchez (28
de agosto). En Cardeña, incendio de 25 Has. de monte bajo, propiedad de Antonio
Cano (25 de agosto). En octubre se produjeron en Montoro nuevos incendios
intencionados de olivares (día 12). En Alcolea fue incendiado un almiar (día
13) y otro en La Rambla (11 de noviembre).
El 5 de octubre de 1930 se desató un
nuevo repunte de huelgas, siendo adalides en este caso los de Castro del Río,
que estuvieron en huelga durante una semana. El día 25 de octubre les siguieron
sus vecinos de Espejo, que pararon hasta el 29, fecha en que consiguieron
firmar las bases de trabajo para la temporada de invierno. Como siempre, la
iniciativa de Castro del Río y Espejo, vanguardia del movimiento obrerista,
actuaba siempre como aldabonazo del proletariado adormecido.
También en octubre declararon una huelga
la mayoría de los gremios de Villa del Río, en protesta por la crisis de
trabajo y exigiendo la colocación de todos los parados. También en este mes pararon
los obreros agrícolas de Almedinilla.
Durante aquel otoño, una situación casi
nueva, al menos por su magnitud, vino a conmover la vida cotidiana de la
capital y de los pueblos, y fue la gravedad insólita de la crisis de trabajo,
que llegó a cotas insólitas respecto a los últimos años (¿El crack económico de
1929?), si bien el paro agrícola era un mal endémico de la España meridional y
del sistema latifundista, por culpa de la desidia del absentismo del
señoritismo y del abandono de cultivos. La situación se agravó por la mala
cosecha de aceituna de aquel año y por la sequía del otoño.
El descontento se generalizó por la
provincia, y el gobernador civil, señor Atienza, echó mano al recurso de
siempre: un plan de obras públicas y la práctica de los alojamientos forzosos
de obreros, en lo que se otorgaba plena autoridad a los alcaldes de los
pueblos. Se arreglaron numerosos caminos vecinales en la Campiña, pero se
prestó poca atención a la crisis de trabajo en la Sierra.
Mientras tanto, la prensa cordobesa
trataba de consolar los estómagos, dando cifras del paro internacional (2
millones de parados en Alemania, igual que en Inglaterra; 22% de parados en
EE.UU.). Eran cortinas de humo que venían a dar argumentos a la burguesía
latifundista, presentando la calamitosa realidad, no como un problema nacional,
sino internacional.
Por unos motivos y por otros, las
huestes republicanas de la provincia se lanzaban de manera imparable al
escenario político. El 12 de octubre, republicanos y socialistas intervinieron
en un mitin en Posadas, y otro a continuación en Palma del Río, ambos pueblos
con unas logias masónicas muy activas, sobre todo la de Palma del Río, con
Antonio España Ocaña. En cuanto a los mítines republicanos, el grupo de
oradores eran: Antonio Jaén Morente, Antonio Hidalgo Cabrera, Rafael León,
Francisco Azorín, Joaquín García Hidalgo y José Sánchez Gómez.
Cuando hablaban en Palma del Río, el
acto fue interrumpido por la entrada impetuosa de 8 guardias civiles a caballo,
al mando de un teniente y guiados por un alguacil, obedeciendo órdenes del
alcalde monárquico Nicolás García. La confusión fue enorme y numerosos
asistentes fueron heridos o contusionados. A su vez, los oradores fueron
detenidos y pasaron la noche en el Ayuntamiento. Al día siguiente los llevaron
al Juzgado de Posadas, bajo la acusación de “incitación a la revolución e
injurias contra la monarquía”. Los detenidos protestaron por la arbitrariedad
de su detención y telegrafiaron al ministro de la Gobernación, denunciando el
caciquismo del alcalde de Palma del Río.
El atropello no llegó a mayores
consecuencias, y por la tarde fueron puestos en libertad. Mientras tanto, el 13
de octubre, al conocerse en Córdoba capital la detención de los célebres
oradores, declararon la huelga los estudiantes de Segunda Enseñanza (Instituto
Góngora, donde era catedrático Antonio Jaén) y los de la Escuela Normal, que
arrastraron a los de Veterinaria, y recorrieron varias calles de Córdoba en
manifestación. Cuando al anochecer llegaron a la Estación los liberados de
Palma del Río, fueron recibidos jubilosamente por una multitud de estudiantes y
obreros. Pero en represalia, el gobernador clausuró por dos meses el periódico
de izquierdas “Política” que dirigía el socialista Joaquín García Hidalgo.
En el mes de noviembre lugar un gran
mitin republicano en Puente Genil, donde intervinieron Martínez Barrio y Eloy
Vaquero, entre otros.
El 7 de noviembre, aniversario de la
revolución rusa, el Parido Comunista convocó al Sindicato de Oficios Varios de
Córdoba en la Casa del Pueblo, para celebrar la efemérides soviética con una
conferencia sobre la “Historia y significado del 7 de noviembre”, que
pronunciaron: Miguel Castellano, Daniel Encina y Miguel Caballero.
También la CNT intensificaba sus
actividades de reorganización. El 2 de noviembre, los anarquistas de Córdoba
celebraron un mitin, con la intervención de: Francisco Salas García, Alfonso
Nieves Núñez y Aquilino Medina. Y el día 17 se reunión la Sociedad de Albañiles
y Similares, para escuchar en otra conferencia a los sindicalistas Mauro
Bajatierra y Francisco Serrano.
Por su parte, la oligarquía,
comprometida con el período político anterior, se esforzaba por apuntalar sus
estructuras de poder y se creó la “Unión Monárquica Nacional”, heredera de la
anterior Unión Patriótica, cuyas figuras nacionales más sobresalientes eran
Calvo Sotelo y José A. Primero de Rivera.
En Córdoba, formaron la “Unión
Monárquica” diversos cargos del régimen anterior: José Cruz Conde, Sanz Noguer,
Francisco Santolalla, José Tomás Valverde, Suárez Varela, el rejoneador Antonio
Cañero, Emilio Blanco (de Montoro), José Montero Tirado (de Torrecampo), José
Navarro (de Bujalance) y otros muchos de la gran burguesía provincial,
principalmente latifundista. El 11 de noviembre se reunieron en la capital, en
el Hotel Regina, para presentar públicamente la candidatura de José Cruz Conde
por la U. M. a las elecciones a Cortes que el Gobierno Berenguer había
anunciado para diciembre de 1930. Pero el acto, así como el banquete, se vio entorpecido
y deslucido por los abucheos y silbidos de un grupo de izquierdistas desde la
calle.
En aquel acto de la U. M., José Montero
Tirado se dirigió a los presentes, y en nombre de la comarca de Los Pedroches,
pidió a Cruz Conde su presentación como candidato, y se lamentó de la ausencia
de los amigos de Villanueva de Córdoba, debido a la huelga “semi-revolucionaria
que estaba sufriendo el pueblo aquellos días. Hizo un llamamiento general a la
“defensa de la familia y de sus propiedades” (Esto último era lo más
importante).
José Cruz Conde aceptó ser candidato a
Cortes y protestó enérgicamente contra las acusaciones de que era objeto por
parte de la Comisión de Responsabilidades del actual Ayuntamiento, por su
gestión como alcalde durante la dictadura. El periódico de izquierdas
“Política” fue el que lideró la campaña por la depuración de responsalidades de
Cruz Conde, debido a la iniciativa de su director, el dinámico y apasionado
socialista Joaquín García Hidalgo, que había sido deportado de Córdoba en 1926,
y se convirtió en adalid de los que exigían responsabilidades a la oligarquía.
Él mismo arrancó la placa de la calle que llevaba el nombre de Cruz Conde.
Aquel banquete de los monárquicos
indicaba la línea de los partidos tradicionales, en cuanto a la manera de
preparar las elecciones, no con mítines y propaganda, sino a la vieja usanza
del “encasillado”. Enseguida viajaron a Madrid el gobernador Graciano Atienza y
los caciques M. Enríquez Barrios y Florentino de Sotomayor. Allí los esperaba
Eugenio Barroso, para reunirse todos con el subsecretario de Gobernación,
Montes Jovellar, “experto” en elecciones. De esta reunión salió confeccionado
el “encasillado” de la circunscripción de Córdoba (la capital, pueblos de su
cinturón y, subiendo por Montoro y Cardeña, hasta Villanueva de Córdoba). No
sabían todavía los caciques que aquellas intrigas eran ya anacrónicas, porque
el caciquismo tradicional (“La España que bosteza”, según A. Machado) ya había
muerto, aunque quedaría para siempre en el ADN de España, al igual que el
espíritu de la Inquisición. Caciquismo y espíritu inquisitorial llegan hasta
nuestros días, como auténtica “marca España” o como “leyenda negra”, que decía
Valle-Inclán (“En estos días menguados, la Leyenda Negra es la historia de España…”,
Luces de Bohemia).
Avanzaba el otoño de 1930, y el espectro
del hambre y del paro seguían atormentando a la mayoría de los pueblos
cordobeses. En la capital se manifestaron varias veces los desempleados, con
grandes alborotos en las calles principales (12 y 19 de noviembre).
La firma de los contratos de trabajo
para la sementera y la recogida de la aceituna originó huelgas en Pedro Abad
(del 15 al 11 de noviembre), en Villanueva de Córdoba (del 9 al 13, hasta
conseguir la firma del contrato de trabajo en una reunión de obreros y
patronos, a instancias del alcalde), en Priego y en Carcabuey, quedando
solucionadas estas últimas el 26 de noviembre, con la presencia del gobernador.
El 5 de diciembre se declaró en Villa del Río la huelga general de todos los
gremios, en solidaridad con los obreros agrícolas, a quienes los patronos se
negaban a garantizar el empleo hasta mayo del año siguiente. Por orden
gubernativa fue clausurada la Sociedad de Oficios Varios “La Armonía”, hasta
que terminó el conflicto el 11 de diciembre.
Aún en diciembre (1930) se inició
también la propaganda electoral de unas elecciones que no llegarían a
celebrarse. Los más madrugadores fueron los seguidores de José Cruz Conde y de
la U. M. El 5 de noviembre, Cruz Conde, en compañía de A. Herrero Hortal,
Montero Tirado, Rafael Cruz Conde y Cecilio Valverde, visitaron a sus amigos
terratenientes de Villanueva de Córdoba, en un acto preelectoral, que tuvo
lugar en la casa del rico propietario Bartolomé Torrico, en la calle Real. Allí
acudieron los grandes del latifundio local: Los Torrico, los Herruzo, Fernando
Sepúlveda, José Fernández Martos, Bernardo Valero, Antonio Padilla, entre
otros. Además, un nutrido grupo de las “fuerzas vivas” de la burguesía local:
Bartolomé Casalilla, Cristóbal Arellano, José y Antonio Solano, Francisco
Ochoa, Blas Carbonero (“El Sillonero”), etc.[37] En el citado acto, José
Cruz Conde exalto la figura del dictador Primo de Rivera, y prometió dedicarse
a la defensa de los intereses de los terratenientes. Así, sin pudor.
A los pocos días, tuvo lugar también en
Villanueva de Córdoba un mitin republicano en el Teatro Variedades, con los
principales líderes republicanos de la capital: Eloy Vaquero, Francisco de
Paula Salinas, Ramón Carreras Pons, Pablo Troyano, Guerra Lozano, Andrés Sierra
y Francisco Solano (Varios de ellos serían carne de paredón en 1936).
El 7 de diciembre volvieron José Cruz
Conde y sus incondicionales a la comarca de Los Pedroches, en esta ocasión, a
Pozoblanco, donde la U. M. celebró una conferencia electoralista, con la
participación de José Tomás Valverde Castilla, Lucas Díaz Fernández, Montero
Tirado y el propio Cruz Conde. El día 9 visitaron Torrecampo (Cruz Conde,
Valverde Castilla, Montero Tirado, Herrero Hortal y Antonio Herrero Martos). Al
día siguiente, visitaron Añora, y después, Dos Torres (día 11) y Alcaracejos
(día 12).
En cuanto a la Campiña, uno de los
propagandistas era el Duque de Fernán Núñez, cuya presencia en los pueblos era
un auténtico acontecimiento. Cuando el 8 de diciembre visitó La Rambla, fue
recibido en las afueras del pueblo de manera triunfal, con banda de música y
gran acompañamiento.
Los socialistas organizaron diversos
actos, como la velada del Sindicato Minero en Villanueva del Duque, en honor de
Pablo Iglesias, donde hablaron Martínez Trujillo y Miguel Ranchal Plazuelo
(este último había emigrado allí desde Villanueva de Córdoba en 1928). Este
acto se celebró el 8 de diciembre. El día 13, también en honor de Pablo
Iglesias, realizó otra velada artístico-literaria la Federación Regional de
Sindicatos de Peñarroya, con la intervención de: Aurelio Expósito, Adalberto
Serrano, José Rodríguez, Felipe Perea y Eduardo Blanco (éste llegaría a
diputado del Frente Popular en 1936). En Montoro realizaron un acto público los
socialistas (día 10, diciembre) y poco después, el día 13, intervino en otro
acto Eloy Vaquero, el gran republicano cordobés.
Mientras tanto, la atención nacional se
vio aterrada por los “sucesos de Jaca” (Huesca), preludio trágico de los
cambios que se avecinaban en España. El 12 de diciembre en Jaca, tropas del
Ejército, al mando de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, se
alzaron contra la Monarquía y proclamaron la República. Los citados capitanes,
rendidos y apresados, fueron fusilados el día 14. La inminente II República ya
tenía sus protomártires: Galán y García Hernández. Muchas calles de España
fueron rotuladas con sus nombres, y sus imágenes se incluían en todas las
alegorías de la República.
Los dos jóvenes capitanes habían cometido
el error de adelantarse en dos días al movimiento que en gran parte del país
estaba preparado para el 15 de diciembre. Este día, otras fuerzas del Ejército
proclamaron la República en el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, con la
participación de Queipo de Llano (el gran genocida de Andalucía en 1936), un
conspirador nato en aquellos años revueltos. Pero la intentona, con la
defección de los socialistas, fracasó enseguida. Sin embargo, en muchos puntos
de España se llevó a cabo una huelga general: Bilbao, Alicante, Zaragoza, Jaén,
Riotinto, Puertollano, etc.
En la provincia de Córdoba, bastantes
localidades secundaron la huelga general del 15 de diciembre, de modo que el
gobernador civil resignó el mando en el gobernador militar, que declaró el
estado de guerra en la provincia. En Córdoba capital hubo huelga parcial, pero
la huelga se convirtió en “revolucionaria” en la cuenca minera de
Peñarroya-Pueblonuevo, donde los huelguistas intentaron el asalto al Banco
Español de Crédito, y en Belmez hubo un intento de asalto al cuartel de la
Guardia Civil. En cambio la huelga fue pacífica en Espiel y en Villanueva del
Duque. En la Campiña ocurrió huelga general en La Rambla y en Montilla. A los
dos días tuvo lugar la vuelta al trabajo, habiéndose producido numerosas detenciones entre los mineros de la cuenca de
Peñarroya y en otros lugares. En la capital fue detenido el socialista Joaquín
García Hidalgo, director de “Política”, y la minoría republicana se retiró del
Ayuntamiento como acto de protesta.
La intentona de Jaca y sus muchos flecos
reveló a las claras que el sistema caciquil-monárquico padecía su peor crisis.
En un último esfuerzo de recompostura, Alfonso XIII despidió al general
Berenguer y encargó gobierno a Romanones. Pero con el fusilamiento de Jaca, el
desprestigio de la Corona borbónica descendió un círculo más en su propio
infierno. El sector obrero y republicano se preparaba ya para el
desmoronamiento de un régimen podrido y para el surgimiento de la España de la
esperanza con la II República, es decir, la primera democracia española digna
de tal nombre. El movimiento obrero cordobés y español llegaría a su máxima
cota, no sin sufrimientos, pero como el canto del cisne, al final del sendero
acechaba, otra vez, un abismo de sangre, ahora definitivo, con el golpe militar
de 1936. Al final, la gran burguesía pudo cantar victoria. La España moderna
que pudo haber sido, nunca fue.
(Continúa el relato de los
hechos en mi libro La República y la
guerra civil, Ayuntamiento, Córdoba, 1982 y 1983).
[1] M. Tuñón de Lara, La
España del siglo XX, I, Laia, Barcelona, 1978, p. 103.
[2] Antonio María Calero, Movimientos sociales en Andalucía (1820-1936), Siglo XXI, Madrid,
1977, p. 118.
[3] Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección de
Gobernación, telegrama oficial desde Pozoblanco, 7 de febrero de 1920.
[4] Antonio Mª Calero, ob. cit., p. 135, citando como
fuente la Revista España, núm. 263,
13 de mayo de 1920.
[5] Díaz del Moral, ob. cit., p. 328.
[6] Libro de Actas de Sesiones del Ayuntamiento de
Villanueva de Córdoba, 1918-1923.
[7] Testimonio del entonces joven líder obrero Miguel
Caballero Vacas, recogido en Madrid, en septiembre de 1979.
[8] Antonio Mª Calero, ob. cit., pp. 137-139, citando como
fuente El Socialista, de 1-11-1920.
[9] Una colección de este semanario se encuentra en la
Biblioteca de Montilla.
[10] Díaz del Moral, ob. cit., p. 369.
[11] L. Palacios Bañuelos, ob. cit., p. 145 y ss.
[12] Díaz
del Moral, ob. cit., p. 371.
[13] El
Socialista, 25 de abril de 1921.
[14] Testimonio citado del testigo de la época Miguel
Caballero Vacas, 1979.
[15] Archivo Histórico Nacional, Sección de Gobernación,
telegrama oficial desde Adamuz, 6 de junio de 1921.
[16] Ibidem.
[17] Díaz del Moral, ob. cit., pp. 358 y 491.
[18] Seguimos aquí el testimonio de Miguel Caballero Vacas, recogido en Madrid, septiembre de
1979.
[19] Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección de
Gobernación, T. O. desde Peñarroya, 16 de julio de 1923.
[20] Díaz del Moral, ob. cit., p. 313.
[21] Testimonios escritos de Miguel Caballero Vacas,
recopilados por este autor en 1979.
[22] Los 16 gestores eran:
Francisco Cañuelo Camacho, Miguel Blanco Moreno, Cristóbal Arellano
Canales, Victoriano Muñoz Gallego, Bartolomé Casalilla Illescas, Bartolomé
Sánchez Fernández, Antonio Illescas Romero, Pedro Higuera Castro, Francisco
Tébar Olabarriaga, Francisco Ayllón Herruzo, José Sánchez Moreno, Bernardo
Moreno Ríos, Bartolomé Torres Rojas, José Pedrajas Romero, Carlos Martos
Pedraza y Francisco Cabezas Ruiz “Curro de Nicolás”.
[23] Se publicó en La
Antorcha, 6 de agosto de 1936.
[24] De estos luchadores, varios acabarían fusilados por el
franquismo (Pedro Torralbo, Miguel Ranchal y José Cantador) y otros en el
exilio (Miguel Caballero, Bartolomé Luna). Por ello hemos titulado “La larga
marcha del obrerismo andaluz hacia el matadero fascista de 1936”.
[25] La Antorcha, 15 de abril de 1927.
[26] Publicado en La
Antorcha, 16 de septiembre de 1927.
[27] Testimonio de Miguel Caballero Vacas, recogido en
Madrid, septiembre de 1979.
[28] Georges Soria, Guerra y revolución en España, I,
Grijalbo, Barcelona, 1978, p. 92.
[29] Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección de
Gobernación, T. O. núm. 38 desde Córdoba, 1 de marzo 1930.
[30] Manuel Tuñón de Lara, El movimiento obrero…, III,
ob. cit., p. 56.
[31] Semanario “Villanueva”, Villanueva de Córdoba, 10 de
marzo de 1930.
[32] Poco después, el 17-3-1930, el mismo semanario
“Villanueva” publicó esta inspirada e irónica seguidilla sobre el hambre
popular:
El verbo comer creo Y
el verbo vestir,
que es defectivo, como
el calzar,
pues no tiene presente en
presente tampoco
de indicativo. sé
conjugar…
[33] Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección de
Gobernación, T. O. núm. 58 desde Córdoba, 2 de febrero de 1930.
[34] Juan Ortiz Villalba, “Córdoba, de la Dictadura a la
República”, Memoria de Licenciatura, 1978, inédito.
[35] Testimonio de Miguel Caballero Vacas, recogido en
Madrid, septiembre de 1979.
[36] Fuentes: “Diario de Córdoba”, y Archivo Histórico
Nacional de Madrid – Sección de Gobernación.
[37] Semanario “Villanueva”, Villanueva de Córdoba, 10 de
noviembre de 1930.