LA GUERRILLA EN SIERRA MORENA (LA 3ª AGRUPACIÓN, CÓRDOBA)
Trayectoria
y caída de un jefe guerrillero:
Julián
Caballero
Ocho
años de resistencia en la sierra (1939-1947)
Por Francisco Moreno Gómez
1
Ya
era hora de hablar de Julián Caballero.
Su nombre aparece entre los principales jefes de la guerrilla antifranquista de
toda España. Otro nombre más que salió de una dura tierra de bellotas:
Villanueva de Córdoba, donde nació el 31-8-1894.
Este pueblo, cacicato de latifundistas, fue al mismo tiempo cuna de líderes obreros de aquella masa
jornalera que luchó por su pan desde 1917, al menos. Luego, aquella masa luchó bajo
la “dictablanda” de Primo de Rivera; fue golpeada durante la República, y masacrada
bajo el golpe militar y los años 40’s sangrientos. Tiempos duros, no para
pusilánimes, sino para héroes. Héroes y
tumbas, diría E. Sábato.
Julián Caballero fue el “Espartaco” cordobés que hoy los
partidarios de los “Césares” no quieren recordar. Porque la intolerancia
latente del ADN español no quiere que los desheredados tengan historia, y mucho
menos que tengan líderes. Pero luego la historia, que a veces es justa los
rescata. Y van y se cuelan en la historia: Espartaco, Kunta Kinte, Bautista
Garcés… Julián Caballero… y las 13 Rosas.
Igual que en la lista de los proscritos que Filipo y Antípatro
encabezaron con el nombre del noble Demóstenes,
en la antigua Grecia, para su exterminio; así, Julián Caballero fue uno de los
grandes señalados en rojo en la bárbara lista de miles y miles de proscritos de
la dictadura franquista. Julián nació para luchar y morir, víctima de todas las
represiones que siempre ha sufrido su clase. Ahora, la historia no se puede
deslindar de la oración fúnebre ni del mito.
Julián Caballero Vacas, alcalde de Villanueva de Córdoba en 1936, del PCE. Dirigió la guerrilla en Córdoba (3ª Agrupación), a las órdenes de Dionisio Tellado "Ángel" o "Mario de Rosa". Fue abatido, junto con su "Estado Mayor", el 11-6-1947, en la Umbría de la Huesa (Villaviciosa de Córdoba).
Empezamos por el final de Julián
Caballero: la muerte. Al amanecer
del 11-junio-1947, en el sitio Umbría de
la Huesa, al Sur del término de Villaviciosa, más cerca de Trasierra que de
Villaviciosa, al lado del río Guadiato, fueron acribillados Julián y sus
compañeros. Cinco muertos en total,
y un capturado. En ese barranco estaba el campamento del “Estado Mayor” de la
3ª Agrupación Guerrillera, la de Córdoba, bajo la jefatura de Julián Caballero.
No eran “bandoleros”. Eran la
resistencia. La guerrilla antifranquista. Fueron los luchadores que nos
redimieron de la indignidad de no haber hecho nada contra el dictador.
Pocos días antes había desertado un
guerrillero de la partida de “El Cojo de la Porrada”, apodado “El Corchete” (Necesitamos el nombre de
pila). Se entregó ante el capitán Tamayo, en Villaviciosa, y se ofreció como
delator. Lo mandaron a la Comandancia de Córdoba, que entonces mandaba el
teniente coronel Enrique Martín Rodríguez (el padre del actual magistrado
emérito José A. Martín Pallín. Un
día me llamó, y me contó que todavía se acuerda de que en la Comandancia tenían
protegido al “Corchete” y lo veía deambular por allí). Y así se preparó el asalto
a la Huesa, a donde se enviaron 40 guardias civiles, mandados por el capitán
Justo Tamayo Díaz. También estuvo presente el citado teniente coronel. Un grupo
de guardias al mando del sargento Egea Porras se situó en la parte alta, desde
donde empezaron a disparar y a tirar bombas de mano. Todos los demás guardias,
en la boca de salida hacia el rio Guadiato. “El Corchete” también andaba por
allí como guía.
Los guerrilleros, recién levantados y
ocupados en sacudir las mantas, se lanzaron a una huida imposible y trágica.
Corrieron hacia el cauce del arroyo, en busca de la salida. Se inmolaron ante
una lluvia de fuego. Cuánto hubiéramos dado por haber visto la infausta escena,
digna del final de La Orestiada. Cinco
muertos. Sólo un superviviente: José Merino Campos, escondido entre unas matas.
Había subido un año antes desde la organización de Córdoba capital.
El campo
de Agramante o “paisaje después de la batalla” nos lo describe el atestado
del capitán Tamayo (Causas núm. 1.088 y 1.028/47. Archivo Militar T. II,
Sevilla), que, para el reconocimiento de cadáveres, se hizo acompañar del preso
Merino Campos. Sobre el lecho del arroyo se halla primero un cadáver, de unos
30 años, con tres heridas de arma de fuego en la región pectoral, y otras dos
en zona maxilar. Merino le dice al capitán que es “El Pincho” (Ángel Moreno Cabrera, de Pozoblanco, 35
años).
A unos 15 metros en dirección Sur se halla otro
cadáver, en decúbito prono, con los brazos abiertos, alto, grueso, canoso, de
unos 50 años, con herida de arma de fuego en la región frontal (su hijo Ernesto
matiza que era en el ojo), otra herida en la región temporal derecha, y dos
heridas en la región mamaria derecha. Es Julián
Caballero Vacas, de Villanueva de Córdoba, de 53 años. A su lado se halla
otro cadáver, de una mujer, de unos 40 años, pantalón de pana y chaqueta de
punto, con heridas de arma de fuego en la región craneana, y la parte izquierda
volada, y en la región inguinal derecha e izquierda, diferentes heridas por
arma de fuego (Me extraña este dato. ¿Tal vez un ensañamiento?). Es “La Mogea”
(Mª Josefa López Garrido, de
Villanueva de Córdoba, 45 años).
Unos 30 metros más al Sur, otro cadáver
en decúbito prono y los brazos abiertos,
estatura baja, pantalón y cazadora de pana, de unos 30 años, con una herida por
arma de fuego en la región pectoral, otra en la región oral, y fractura en el
antebrazo derecho. Es “Curro de Añora” (Melchor
Ranchal Rísquez, de Añora, 35 años).
A unos 10 metros más al Sur, un cadáver de estatura alta, delgado, pelo
rubio, pantalón de pana y camisa caki, de unos 30 años, con heridas por arma de
fuego en el maxilar inferior, cuello y región epigástrica, en posición decúbito
lateral derecho y los brazos cruzados. Es “Jorge Clavijo” (Librado Pérez Díaz, de Villamiel, Ciudad Real, 27 años,
practicante). Este relato indica el orden de la huida hacia el Sur, hacia el
río Guadiato, en fila india, encabezada por “Clavijo” y “Curro de Añora”,
seguidos de Julián y Mª Josefa, siendo el último “El Pincho”. Y por ese orden
fueron cayendo.
Parece cierto que Julián y Mª Josefa
convinieron en suicidarse al verse perdidos. Hay varias versiones, pero según
el atestado citado, Julián tiene la gran herida en el temporal derecho; y Mª
Josefa, con voladura en parte temporal izquierda. Ella, por tanto, no se
disparó, sino que Julián, al verse herido en un ojo, disparó a Mª Josefa por la
lado izquierdo, y después, a él mismo, por el lado derecho. Es mi teoría.
Todo aquel 11 de junio (1947) lo emplearon los represores en el reconocimiento
del lugar, del campamento y de los cadáveres. Luego, la recogida de armamento:
fusiles, pistolas y escopetas. Se anota que Julián llevaba 8.000 pesetas. Al
mismo tiempo, la detención de toda la
gente de los contornos, que había empezado la noche anterior, los chozos y
habitanzas de la Huesa y de La Porrada. Y se buscaron media docena de bestias
para transportar los cadáveres al día siguiente, 12 de junio. Se les ataron sogas, y los mulos los arrastraron desde
lo más hondo de la sima. Después, los colocaron cruzados encima de las bestias,
y así continuó la marcha fúnebre, con los guardias y la cuerda de presos detrás,
una docena de personas (cabreros, la familia Cobos Reina, el superviviente José
Merino, etc.). Llegaron a Villaviciosa a primera tarde: los muertos al depósito
del cementerio, y los presos a la cárcel.
2
Seguimos
el hilo de la masacre del “Estado Mayor” de la guerrilla antifranquista en
Córdoba (la III Agrupación), mandada
por Julián Caballero, al amanecer del día 11 de junio de 1947, en la “Umbría de
la Huesa”, cerca de Trasierra, pero témino de Villaviciosa. Nos quedamos en el
momento en que los cinco cadáveres llegaron al cementerio de Villaviciosa, cargados en bestias,
creemos que el día 12 de junio, tal vez no el día 11, día de la masacre, porque
este día las fuerzas represivas se dedicaron a detener y maniatar a todos los
campesinos que hallaron por los chozos y
habitanzas de aquellos contornos. Lo cierto fue que la noche del 12 de
junio todavía estaban en el cementerio de Villaviciosa.
Y se decidió que al día siguiente, tres
cadáveres saldrían en un camión hacia sus pueblos de origen: “El Pincho”, al
que dejaron en el cementerio de Pozoblanco, y los de Mª Josefa y Julián, que
hicieron parada en la Plaza de
Villanueva. No hubo aglomeración de gente. Ni alborozo. Sólo alguna gente
que pasó, miró y siguió su camino pensativa. Parece que algún baboso cogió a Mª
Josefa por los pelos y trató de alzarla en exhibición. Nada más. Julián venía descalzo, con calcetines
negros, habiendo perdido los zapatos en la odisea, y con un trozo de soga al
cuello. Sólo le faltaba la corona de espinas. Había sido el alcalde comunista de Villanueva.
Nadie ha podido atribuir nunca a Julián ninguna mala acción. Y hay testigos de
gran solvencia sobre ello. Mª Josefa
había perdido toda la masa encefálica, y en la oquedad le metieron los cabellos
retorcidos. Así llegaron a Villanueva los luchadores contra el franquismo. Era
el 13 de junio de 1947. Tres días
llevaban muertos. La Ley de Memoria Democrática, cuyo proyecto se aprueba hoy
(15-9-2020) dignificará su memoria.
La familia de Julián Caballero: el hijo Ernesto y el nieto Julián, en el lugar exacto donde fue enterrado en el cementerio de Villanueva de Córdoba (Foto del autor, 25-6-2017).
En
cuanto a los cadáveres de “Clavijo” y “Curro de Añora”, éstos se quedaron en el
cementerio de Villaviciosa, y allí les hicieron una somera autopsia, en pleno
estado de putrefacción, en la mañana del día 14, y allí los enterraron. Los de
Villanueva fueron descargados en la casilla de autopsias del cementerio. La autopsia se hizo a las cinco de la
tarde. En los escritos figuran los médicos: Antonio Valero Martos, Bartolomé
Blanco Torralbo y el practicante Antonio Palomo Silva. Actuó como juez comarcal
Pedro Yun Díaz, que exigió la presencia de los familiares para el
reconocimiento del cadáver. La familia ya conocía la desgracia. El primero en
acercarse al cementerio fue Ernesto
Caballero, de 12 años. Vio los cadáveres en el suelo y los médicos de pie
por allí. Dice que su padre tenía un tiro en el ojo (en realidad, la parte
frontal destrozada), y precisa lo de la soga al cuello y un brazo roto. “La
Mojea”, dice, tenía los pelos metidos en el cráneo. Ernesto fue una segunda vez
con varios de sus hermanos. Y por tercera vez, acompañando a su madre, Dolores Castillo, cuya presencia
exigieron. Tuvo que cruzar el pueblo, con sobria dignidad, aguantando las
miradas de alguna gente, no mucha, porque nos aseguran que aquella tarde no
hubo jolgorio en Villanueva. No sabemos qué exactamente, pero jolgorio, no.
La viuda, Dolores Castillo, consiguió enviar
un ataúd para Julián. Lo mismo harían los familiares de Mª Josefa. Fueron
enterrados en una fosa en la parte derecha del cementerio, con la siguiente localización: a 44 metros de la pared
Sur y a 6 metros de la pared Este. Actuaron como testigos: Conrado Redondo
Ávila y Juan Noci Contreras. Sorprende tanta burocracia en el entierro de
Julián Caballero. A otros maquis a los que llevaron a Villanueva de la misma
manera ni se les nombra.
Volvamos al escenario del tiroteo del amanecer del 11 de junio. En la Revista
de Feria de 2009, de Villaviciosa, fue entrevistado por Juan Nevado Calero un viejo campesino, que no quiso dar su
nombre. Ya sabíamos que el guerrillero capturado, José Merino Campos, no
pertenecía al “Estado Mayor” de Julián, sino al de “Bellota” (de Belalcázar),
que mandaba la llamada 31ª División. Y andaban por la Huesa la noche anterior
(la del 10 de junio), y Merino (“Felipe”) se bajó en la noche hasta el
campamento de Julián, y allí le pilló la hecatombe del día siguiente. Así pues,
todo ocurrió en un ambiente nada tranquilo aquellos días. Y fue que tres
guardias civiles de Villaviciosa se toparon la noche del 10 de junio con los de
“Bellota” (Iban también “El Peque” y “Becerril”), que huyeron, cuando la
Guardia Civil les lanzó disparos en la noche (Véase mi libro La resistencia armada contra Franco).
El citado viejo campesino cuenta que la noche
del día 10 de junio (Sería la noche del 10 al 11), estando ya acostados en la
era, escucharon disparos (coincide con lo que hemos dicho sobre “Bellota”).
Antes, el campesino había enviado a su hermano a la choza de Ernesto el cabrero
a por una olla de leche. La trajo vacía, porque la leche se la habían llevado
los guardias. En esto, llegaron tres hombres corriendo. Eran “Bellota” y los
dos citados. Cogieron algo de comer y se marcharon. Y poco después llegaron los
tres guardias civiles y detuvieron a los dos hermanos en la era. Así lo cuenta
el campesino entrevistado en 2009:
“Acto
seguido disponen los guardias que vayamos al cortijo de Los
Boquerones, a pesar de la noche. Allí
habían llevado los guardias a Ernesto el cabrero. Al alba del día 11 de junio
(pienso que sería el día 12) nos
levantamos todos, y los guardias me llevaron detenido junto a mi hermano y a
Ernesto al chozo de la Huesa. Allí encontré que habían detenido a toda la familia Cobo. En el chozo habían
construido un pequeño subterráneo, donde guardaban los rojos armas, munición y
ropas. Tenían camuflados y dispersos, en la espesura del monte, sus escondites,
para pasar desapercibidos para quienes transitaban por el camino de acceso al
chozo… Estuvimos esperando todos un rato largo, hasta que llegó Rafael, el
de Pedro José el Gitano, con una reata de
bestias, desde el Llano de la Iglesia, en Navaserrano. Los guardias habían
conseguido allí el transporte necesario para llevar los cadáveres de los
muertos en el tiroteo de la mañana anterior (por tanto, estamos en la
mañana del día 12).
Una
vez cargadas las bestias, el sargento nos ató a todos las manos, como si
estuviéramos esposados, no escatimando fuerza en apretar los nudos. Con una
soga nos unió a todos atándonos de un brazo, para formar una reata de
prisioneros. En el orden de la comitiva iba en primer lugar el capitán con su
caballo, y detrás las bestias con los cadáveres, entre ellos el de una mujer,
seguidos por los presos, todos maniatados y unidos por la soga… compuesta por
los dos hermanos Cobo, su padre, Ernesto, un rojo que capturaron con vida, mi
hermano y yo… A la tarde llegamos al pueblo. La comitiva se dividió. Las
bestias con los cadáveres se fueron para el cementerio y los presos al
cuartel.”
He aquí una “historia jamás contada”. Parece ser que todo el día 11, fecha de la masacre, lo dedicaron los guardias a “limpiar el terreno” de campesinos y enlaces, a detener gente, a catalogar el armamento y a descubrir escondites, para acumular pruebas contra todos los detenidos. Se los llevó a la Prisión Provincial y se inició la Causa núm. 660/47, contra 12 encartados. Y un terrateniente que les dio dinero (seis mil pesetas). Todo un show represivo.
3
Volvemos,
una vez más, a las quebradas de Villaviciosa, lugar de la desgracia de la
guerrilla antifranquista cordobesa. Hoy nos toca hablar del traidor, porque
no hay gran historia sin un gran
traidor. En este caso, en la caída de Julián Caballero, el traidor a
priori fue El Corchete, pero el
traidor a posteriori fue José Merino Campos, capturado vivo en
el momento de la refriega. Preso y ante las garras del capitán Tamayo, se
convirtió en colaborador y confidente de la Guardia Civil, y fue el que dio la puntilla
a lo que quedaba de guerrilla en aquellos contornos.
Sus “servicios” de confidente y traidor
fueron enormes, con gran sorpresa para este propio autor (Causa núm. 1.088/47).
Merino Campos había huido desde Córdoba a la sierra el 28 de julio de 1946, ya
que unos días antes habían explotado unos petardos y lo andaban buscando. Le
ayudó la esposa de otro maquis llamado Salvador Bello. Entró en la llamada 31ª
División, de “Bellota”, con trabajos
de enlace y secretario, por lo que pudo conocer muchos secretos de la
guerrilla. El nombre de Merino ya nos aparece en otro proceso de 1941, “el
proceso de la centena”, como perteneciente al comité de Córdoba, de donde huyó
a Sevilla por estar implicado en un robo de cerdos. Luego, también fue
procesado por no incorporarse al servicio militar. Total, todo un personaje.
Su primer “servicio” fue llevar a la
Guardia Civil a un escondite en la finca “Alcornocosa”, en el sitio “Cabeza de
la Sepultura”, en la margen izquierda del río Névalo, un almacén enorme de la guerrilla, con un pasadizo tapado con una
uralita en medio del bosque. Allí guardaban armamento, piezas de repuesto, de
ferretería y albañilería, una máquina de escribir, ropas de todo tipo, camisas
kaki, cazadoras, una tienda de campaña, ropa interior, etc. Y les señaló otro
refugio de guerrilleros, que estaba evacuado. Luego, el 21 de junio (1947),
llevó a la Guardia Civil a un cobijo de la guerrilla, donde sólo se encontraba José Molina Girona “El Pelao” (de
Villaviciosa) y lo mataron. Primera víctima se sangre. También delató a un
terrateniente, Francisco Nevado “El Mascota”, que había donado a la guerrilla
50.000 pesetas. Después, se ofreció a la Guardia Civil para llevarlos a la
cuenca de Peñarroya, que Merino conocía bien. Allí causó la redada del Comité
de la CNT de Peñarroya, y la de toda
la “organización del llano” de Belmez.
Exactamente chivateó la siguiente
información. Que Merino asistió a dos
reuniones cerca de Belmez, entre maquis y la organización del llano. Una
reunión, en unas ruinas donde hay un eucalipto; y la segunda, en un corralón en
las inmediaciones de Belmez. En la primera, asistieron los guerrilleros: Anselmo Rubio Rojano “Cristino” (delegado político de
la 31 División. De Obejo), Manuel Hidalgo Medina “Bellota” (jefe de la 31
División, de Belalcázar), Jesús Aguilar Sánchez “Mazuelas” (delegado político
del 149 Batallón), Claudio Granados Aranda “Redimido” (jefe del 149 Bon., de
Hinojosa) y Merino “Felipe”. Por los enlaces
de los pueblos asistieron: un tal Ernesto Mantas Molina, un carpintero de
Belmez (Pedro Soto), un capataz de Pueblonuevo y los hermanos Jarilla, Antonio
y Cayetano.
En la segunda reunión asistieron:
“Redimido”, “Mazuelas” y Merino “Felipe”, como guerrilleros, y por el personal civil: los hermanos Jarilla y
otros. El motivo de las reuniones era la formación de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, que era la preferencia de
la CNT, mientras que el PCE trabajaba por la Unión Nacional. Volviendo al delator Merino, como tuviera alguna
confusión entre los nombres y la fisonomía de los organizados en el Llano,
pidió una rueda de reconocimiento disimulada. Así se hizo, y Merino los
identificó a todos los detenidos, con pelos y señales. La organización de Belmez quedó al descubierto: Ernesto Fernández
Fabio (responsable principal), Gerardo Mantas Caballero (suplente del
secretario general, de Pueblonuevo), José Molina Camacho (secretario general de
la Comarcal), los hermanos Antonio y
Cayetano (enlaces), un tal Fidel (no sabe), Pedro Jimeno (que estuvo en
la 1ª reunión, no sabe), Andrés Ciruela Delgado (es practicante, y fue el que
curó a “Mazuelas”). Todos acabaron en la Prisión de Córdoba y sufrieron varios
años de condena.
Para colmo, el Merino “Felipe” formó
parte de una “contrapartida”, que
actuó entre Peñarroya y Fuenteobejuna. Contribuyó a descubrir la “base” de una
guerrilla, donde recogieron mucha documentación, que sirvió para dejar al
descubierto al enlace Alfonso Márquez Pareja. De ahí tiraron del hilo y
consumaron una redada de una decena
de enlaces, que acabaron en la prisión, con los consiguientes años de condena.
Luego, actuó para identificar cadáveres de los guerrilleros que iban cayendo.
Finalmente, Merino pasó a la Prisión de
Córdoba, y allí actuó como confidente.
Y le llegó el inevitable consejo de guerra, que se celebró en Córdoba, en el
cuartel de Artillería, el 24 de septiembre de 1948. Allí se expusieron todos
sus “servicios” como delator y confidente. Le cayó pena, no de muerte, sino de
30 años. Se vio libre en mayo de 1962,
desde el Centro Penitenciario Antituberculoso de Guadalajara.
Lo pintoresco ocurrió al llegar la
democracia de 1977. Merino pidió el ingreso
en el PCE, en la Agrupación del Sector Sur, y el Partido, ignorante de sus
fechorías, se lo concedió. Al comienzo de mis investigaciones conseguí su
dirección y fui a entrevistarlo en su piso del Sector Sur. Me contó vagamente
lo del tiroteo y cómo se escondió y salió luego y se entregó, y poco más. Fue
una entrevista de poca sustancia, lógicamente. Después me ha contado Ernesto
Caballero que con él Merino nunca quiso hablar. Normal, cosa de la mala
conciencia.
Conviene precisar que en La Huesa no
todo fue traición, sino que hubo enlaces y puntos de apoyo que lo sacrificaron
todo por la causa. La mejor ayuda de
toda la zona fue la familia Cobo Reina,
que tenían varios chozos en La Huesa y se ganaban la vida allí con ganado y
otras actividades. Procedían de Córdoba (el padre, de Jaén). Ayudaron a la
guerrilla en lo que pudieron, y dentro de un chozo permitieron hacer un
subterráneo para útiles de la guerrilla. Eran cuatro hermanos (Agustín,
Antonio, José y Lucas) y el padre Juan Cobo Gallego. Estos y otros campesinos
habrían de sufrir varios años de cárcel.
Cuando la guerrilla tenía una “base de apoyo”, no quiere decir que de día estuvieran allí metidos, sino fuera, escondidos en recovecos del monte. Y se movían o cocinaban de noche. Y así pasaron y sufrieron unos doce años en las sierras de España, hasta 1952. Fueron, con luces y sombras, la resistencia a la dictadura, sin ayuda de los aliados vencedores en Europa, sin más horizonte que la muerte.
4
Conviene
volver otra vez a La Huesa, término
de Villaviciosa, lugar del desastre. Si antes hemos hablado de los traidores a
la guerrilla, ahora hablaremos de los
leales, enlaces y puntos de apoyo.
Antes aludimos a la familia Cobo Reina,
compuesta por cuatro hermanos (José, Antonio, Agustín y Lucas) y el padre, Juan
Cobo Gallego. Tenían terreno arrendado en La Huesa y eran sobre todo cabreros.
Desde 1941 empezaron a tener contacto con los huidos. El primer grupo que
estableció sus redes por estos chozos al Sur de Villaviciosa (pueblo
anarquista) fue “El Cojo de la Porrada”,
nombre de un coto donde trabajaban de carboneros, cerca de La Huesa. No sabemos
por qué saltaron a la sierra en 1941. Eran tres hermanos: Cornelio (“Moisés” o
“Fermín”), Domingo (“Serpiente”) y Bernabé (“El Cojo”, el menor). Éstos, con
otros adheridos, se movían por la zona, hasta 1947, como “perico por su casa”.
En estos parajes de La Porrada y La Huesa,
bien dotados de bosque y de chozos de enlaces, fue donde llegó, en septiembre
de 1945, el jefe de la 3ª Agrupación-Córdoba Dionisio Tellado Vázquez “Ángel” o “Mario de Rosa”, designado por
el PCE, un maestro de escuela evadido de las cárceles de Madrid, el cual, a su
vez, nombró a Julián Caballero jefe
de su “Estado Mayor”. Tenemos un organigrama de la guerrilla cordobesa de
finales de 1945 o comienzos de 1946.
En Villaviciosa, una finca muy conocida en la
zona se llama Los Boquerones, de
Clemente del Rey, donde ya tenemos noticia de que en julio de 1940 se presentaron
“El Perica” y “El Mojino”, ambos de Villanueva, y dieron un atraco, llevándose
suministro y una yegua, dejando a los caseros maniatados y la puerta cerrada de
la llave. Al Perica le quedaba un
mes de vida. En esta finca, el cabrero Ernesto
Castro era enlace de la guerrilla. Y fue uno de los enlaces presos tras la
muerte de Julián Caballero, en 1947. Lo de este cabrero es curioso, porque se
pasó varios años surtiendo de leche a la guerrilla. Al anochecer, las
guerrillas que andaban por allí, enviaban a por leche al chozo del cabrero
Ernesto. Un ir y venir increíble, y el capitán Tamayo sin enterarse.
El chozo más concurrido por diversas
guerrillas era el de Antonio Cobo Reina.
En el atestado de su declaración, se ve que por allí pasaron los del “Cojo de la Porrada”, el jefe “Ángel”, los de
Hinojosa (“Godoy del Pueblo”, “Palanco”, etc.), “Cristino” de Obejo, los de
“Bellota” (jefe de la 31 Div., de Belalcázar), etc., y nombra también al “Caballero Vacas”, sólo una vez, de lo
cual se concluye que Julián era más
precavido y evitaba exponerse a diario en la “romería” de los chozos de La
Huesa. Su nombre no aparece en las otras declaraciones de los apresados en el
desastre de 1947. No se comprende cómo pudo permanecer en La Huesa tanto
tiempo, en una zona ya conocida de tanta gente. Por eso, tal vez, en La Huesa
ocurrió lo que tenía que ocurrir.
En cuanto a José Cobo Reina cuenta en su declaración que en los últimos dos
años “En su choza han estado varias
partidas. Que les hacían encargos, y les pusieron de comer matando alguna
cabra. Y les decían los movimientos de la Guardia Civil. Y les ayudaron a
construir un refugio, porteando arena…”.
Otro de los hermanos más activos como enlace
fue Agustín Cobo. Dice: “Empezó a conocer a los huidos en 1941,
cuando a su choza llegó Domingo (de los del Cojo) y otros siete u ocho más. Se comieron un chivo. Y luego siguieron
visitando su choza, que no le han hecho encargos, sino que venían con
frecuencia a comer y les ponía un chivo. Y por las noches mandaban a por la leche.
Los que la recogían eran sus hermanos Antonio y Pepe, que eran los que les
hacían los encargos de Córdoba. Que en
alguna ocasión les arregló él los zapatos, los correajes… Una pelliza
que les compró en Córdoba, un capote de aguas que les vendió…”. Como se ve,
la choza de Agustín (y las otras) era un verdadero restaurante. El movimiento
de gente allí por la noche es sorprendente. Pero veo que Julián Caballero no
aparece metido en este verbeneo, sino los de “La Porrada”, los del “Bellota” y
los muchos huidos que había de Villaviciosa, entre otros.
Entre los encausados también se encontraba Mateo del Rey, hijo del dueño de la
finca Los Boquerones, por no haber dado cuenta de la donación de 6.000 pts. a
la guerrilla. Declara que “El 1º de abril
del año actual (1947), estando en la
finca de Los Boquerones, sobre las dos de la tarde, se presentaron cinco
individuos armados. Se lo llevaron a él y a un obrero con destino al campamento
de la guerrilla en el cerro Boquerón Grande, donde había cuatro guerrilleros
más. Y le obligaron a que escribiese una carta a su padre pidiendo seis mil
pesetas. Los tuvieron como rehenes, y enviaron al cabrero Francisco Castro”, dinero
que el terrateniente pagó en dos plazos. No dieron cuenta. Termina así Mateo
del Rey: “Unos cuatro días después
volvieron cuatro de ellos y se llevaron 2 chivos y 4 quesos. Conoce a 5 de
ellos, naturales de Villaviciosa: ‘Luquillas’, Florencio Martín Benítez,
‘Ramillos’ y ‘El hijo del Apaño’. Luego se enteró de que los maquis solían ir a
recoger la leche al chozo del cabrero”.
Hemos visto una estampa contradictoria de
cómo tenía que sobrevivir aquella gente huida, a causa de una hecatombe en
España: la guerra. En Francia, la resistencia recibía en paracaídas de los
aliados suministro y armas. En España, no.
El zapatero Manuel Jurado Gómez también fue detenido, porque surtía de zapatos
a la guerrilla, sin saberlo, ya que su sobrina lo engañaba y le encargaba
zapatos con diversos pretextos. Otro detenido fue Rafael Ruiz Tirado, que cuenta un curiosísimo encuentro con el
maquis Dionisio Habas “Eugenio del Real”,
de La Cardenchosa: “Hace seis o siete
meses (finales de 1946) se presentó
el guerrillero Dionisio Habas diciéndole que se fuese con él a echar un día de
campo, y lo llevó a un lugar por debajo del Castillo del Névalo, donde estaban
los demás, con los que estuvo hablando…”. El asunto era crear, dentro de
Villaviciosa, un Comité de Ayuda a
los guerrilleros, pero no hubo seguidores.
Esta tentativa estaba pensada para que gente de izquierdas (“guerrilla del llano”) organizara la manera de enviar algún suministro y ropas a los guerrilleros, y así éstos no tendrían que dar golpes económicos. Era un proyecto insólito y utópico en aquellos años de persecución. Dionisio Habas, de la CNT, era un hombre muy idealista y pensó así hacerse hombres de paz. Su fin sería terrible. Él y alguno más intentaron, en 1950, camuflarse como mineros en Aznalcóllar (Sevilla), igual que Hilario Martínez Aranda “Godoy del Pueblo” (de Hinojosa, del PCE) en las faenas de la siega en Calera de León (Badajoz). Éste último fue el que actuó de jefe de la guerrilla cordobesa tras la caída de Julián Caballero. Pero fueron descubiertos, detenidos y sometidos a un largo proceso franquista. Tanto Dionisio Habas como “Godoy” fueron fusilados en las tapias del cementerio de San Fernando, de Sevilla, el 30 de enero de 1953. Ese día acabó la 3ª Agrupación de Córdoba. Vae victis! Escribe Tito Livio.
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Como
causas de la caída de Julián Caballero, además de la traición de El Corchete (cuyos datos ignoramos, de
momento), se nombró también a Enrique
Español Ruiz, que se había entregado unos meses antes. Pero esta alusión no
es cierta. Veamos datos del archivo de Sevilla. Este personaje no anduvo por
Villaviciosa, sino por la zona de Belmez.
Era vecino de la aldea El Hoyo, de 22 años. Se incorporó a la guerrilla,
caprichosamente, el 11-2-1947, al grupo del “Capitán Espada”. Anduvieron por la
zona entre Belmez y Fuenteobejuna, con base principal en el cortijo “Aguayo de
Boza”. La formación política de este “Español” debía de ser nula, porque a los cuarenta
días desertó y se entregó en el cuartel de la Guardia Civil de Belmez, el 24 de
marzo, a media noche. Sólo había intervenido en un atraco y en la colocación de
una bandera republicana en Pueblonuevo.
Al entregarse, rápidamente se avisó al jefe de la 1ª Compañía
acuartelada en La Cardenchosa, el
célebre Capitán Joaquín Fernández Muñoz, que
el año anterior había desatado el terror en Villanueva de Córdoba (Entre otros
excesos practicó una gran redada, con el maestro don Vicente Pascual a la
cabeza), ahora regía en las aldeas de Fuenteobejuna, y en 1948 pasó a la zona
de Hornachuelos. El caso fue que el Capitán
Fernández hizo “desembuchar” al presentado Enrique Español, el cual confesó
lo siguiente: “Que la guerrilla de Espada
había salido la noche anterior hacia La
Patuda (término de Fuenteobejuna), para entrevistarse con el jefe del llamado
‘149 Batallón’”. Se ordenó una gran batida por La Patuda, y a las 9 de la
mañana del 26 de marzo (1947) se toparon con la guerrilla de “Espada”
(Francisco Manzano Aragonés, 39 años, de Castuera, pero vecino de Hinojosa), en
la finca Montesina. Cayeron tres guerrilleros (“Espada”, Nemesio Habas, de La
Cardenchosa, y Juan A. Esquivel, de Piconcillo) y dos infortunados enlaces que
estaban allí en algún recado (Daniel Gallardo, de Los Pánchez, y Santiago
Benavente, de Argallón). Aquí hubo de todo: tiroteo, fusilamiento y “ley de
fugas”. Total, cinco muertos. Estas fueron las “treinta monedas” con las que el
delator Enrique Español consiguió salvarse (Causa núm. 468/47).
Aún nos falta aludir a otra mujer que
estaba en la sierra en la zona de Villaviciosa, además de la jarota Mª Josefa
López. Era Magdalena Cortés Díaz, 23
años, de Almodóvar, pero vecina de Villaviciosa). Se echó al monte en junio de
1946, junto con su marido José Muñoz
Castro “Chaparro” o “El Apaño”, que estaban trabajando en la finca
“Orejón”, de Villaviciosa, y de allí
saltaron a la sierra en junio de 1946, cuando se presentaron allí Juan Calero Murillo “Noriego” o “Gorrión” (de
El Viso) y un hermano de Magdalena, Antonio
(que ya estaba en la sierra desde abril de 1946). Contaron que unos días antes
habían detenido herido a “Cocina” (José
Murillo), el padre del “Comandante
Ríos”, y que se iba a descubrir la labor de enlaces en el cortijo “Orejón”,
por lo que se fueron a la sierra con
ellos Magdalena y su marido José Muñoz.
Cuenta Magdalena en sus declaraciones
que ella estuvo siempre en el campamento base, llamado “Fuente Vieja”, debajo
de un alcornoque, donde el vigilante era José
Ramos García “Ramillos”. Por allí pasaban muchos guerrilleros: “El Ángel” (o “Mario de Rosa”), el jefe
de 3ª Agrupación, “Cristino” (de
Obejo), Domingo Caballero Calvo (de
La Porrada), Juan Aranda Nogales
“Palanca” (de Hinojosa), los hermanos Martín
Benítez (Cándido, José, Julián, Florencio y Rodrigo), todos víctimas del
desastre. Y pasaban también por allí “El
Bellota”, “El Tigre”, etc. Pero no consta en estos lugares Julián Caballero, que debía de tener su
zona muy protegida.
Ocurrió el problema de que Magdalena Cortés se quedó embarazada. Entonces, a finales de 1946, a instancias de su marido José Muñoz y de “Cristino”, ocurrió que dos enlaces recibieron la orden de llevarla a Córdoba para dar a luz. El 14 de diciembre encontraron alojamiento en la calle Pozanco, 7, del barrio Olivos Borrachos. Allí, bajo la protección y el dinero de los guerrilleros, dio a luz a una niña, no tardando en ser detenida la madre, el 18-4-1946. Sufrió sólo un año de cárcel, y dos años, los enlaces que la llevaron. Así eran las turbulencias que el golpe militar de 1936 trajo a los españoles, a la gente de abajo, durante un mínimo de más de dos décadas: persecución, huidas, humillaciones, hambre, muerte, dolor y lágrimas.
Los inicios en la trayectoria de Julián
Caballero. En
aquel submundo de los años veinte y treinta en Villanueva, donde existía una
masa de tres mil jornaleros del campo, la Villanueva de hoy es irreconocible.
Entonces era un pueblo agrícola y ganadero. En las primaveras se veían los
campos verdes de Villanueva, llenos de sembrados por todas partes. Todos los
cortijos barbechaban, sembraban, escardaban, segaban, trillaban y sacaban el
grano y la paja. Todo eso ha
desaparecido. Hoy, se tienen 200 ó 300 vacas, subvencionadas por la CE (de
donde sacan un dineral), y con un solo operario que les echa un vistazo, ahí
está toda la capacidad de trabajo que hay ahora en Villanueva. Antes, en otro
contexto agrícola y latifundista se desarrolló el movimiento obrero de
Andalucía y de Villanueva. Y en ese mundo de braceros mal pagados surgió la
pujanza del PCE en Villanueva, junto a una docena de líderes activistas que han
hecho historia.
Entre los que descollaron por la firmeza
de sus ideas está Julián Caballero
Vacas. Contra lo que pueda pensarse fue un líder ponderado, de gran
personalidad, apaciguador de los exaltados, intransigente en los derechos de su
clase, pero dialogante con los duros patronos de la época. De cultura
autodidacta destacó como árbitro en medio de la enorme ebullición social de los
años previos y coetáneos a la II República.
Julián, obrero del campo y de la
construcción, incluso vendedor de peces por las calles, había nacido en
Villanueva el 31 de agosto de 1894, en la calle Independencia, 18, hijo de
Miguel y de Marina, siendo el tercero de 5 hermanos (Bartolomé, Antonio,
Julián, Marina y Miguel). En 1926 se casó por lo civil con Dolores Castillo Coleto, y tuvieron 5 hijos, por este orden:
Marina, Alfonsa, Miguel, Ernesto y Dolores. De ellos, el continuador en la
línea política ha sido Ernesto Caballero,
que ha sido secretario provincial del PCE muchos años, diputado andaluz,
diputado nacional y miembro del Comité Central.
En la conocida obra Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, de Díaz del Moral (p. 313) consta ya una de las primeras actividades políticas de Julián Caballero, cuando en el otoño de 1922 representó a los jóvenes comunistas de Villanueva y de Montilla en el I Congreso Regional del PCE en Sevilla, en cuya preparación fue decisiva la labor del hermano menor, Miguel, que entonces cumplía en Sevilla el servicio militar.
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Los
hermanos Caballero Vacas (Bartolomé, Julián y Miguel) fueron pieza clave en el
grupo de jóvenes socialistas que en 1921 se adhirieron a la III Internacional y
fundaron el PCE en Villanueva (en la
Casa del Pueblo, c/ Pozoblanco, 18). Luego ocurrió la dictadura de Primo de
Rivera en 1923, y las persecuciones arreciaron. Pero el
foco comunista de Villanueva logró mantenerse constante, a pesar de las
emigraciones de algunos dirigentes, como Nemesio El Floro (a Jaén), Adriano
Romero (a Córdoba), y otros, a Villafranca o a Espejo.
Julián Caballero hizo su vida siempre en
Villanueva. Con la llegada de la República, su presencia pública se multiplicó.
En el Archivo Histórico Nacional de Madrid se conserva el texto de una instancia, dirigida al ministro de la
Gobernación, con fecha 7-4-1931, redactada al término de una manifestación en
Villanueva de todos los grupos antimonárquicos en pro de la amnistía, entre cuyas firmas se encuentra la de Julián
Caballero, en nombre del PC local. Él fue también uno de los firmantes del Pacto Único de Izquierdas, de
republicanos, socialistas y comunistas, el 23 de marzo del mismo año, que hizo
posible el triunfo en las elecciones del 12 de abril.
En
estas elecciones decisivas, Julián
Caballero fue también candidato por el Distrito Primero, en liza con “El
Niño Herruzo” y con Torrico, pero fue en este único distrito en el que los
monárquicos vencieron a las izquierdas,
ganadoras en todos los demás distritos (las elecciones entonces se hacían por
distritos). Entre los vencedores salieron dos concejales del PCE. Julián ocupó
entonces el cargo de jefe de la Policía Municipal. La vida local ocurría sin
sobresaltos, hasta que el 1 de octubre
de 1931 se declaró una huelga en Villanueva, para la colocación de los
parados y la subida de los jornales. El gobernador
Valera Valverde echó sobre Villanueva una masa de guardias civiles. Los
huelguistas, en número de un millar, huyeron al campo y recorrieron los
cortijos, para que los obreros se sumaran a la huelga. El gobernador provocó una
gran alarma diciendo que “los comunistas saboteaban el ganado cortando las
patas a los animales” (sólo mataron dos ovejas para comer) y otras mentiras de
grueso calibre, con tanto escándalo que vino prensa de Madrid para cubrir “la
intentona del mayor feudo comunista de Andalucía”. Muchos huelguistas
regresaron al pueblo y se entregaron, entre ellos Julián Caballero. Los detenidos sumaron 17, que subieron a un
camión y estuvieron unos días en la cárcel de Pozoblanco, incluido Julián, el
cual aparece en las fotos preso en a la puerta del Ayuntamiento.
Cuerda de obreros presos en la puerta del Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba, con motivo de la huelga de primeros de octubre de 1931. Al fondo, en el dintel de la puerta se ve a Julián Caballero. Fuente: "ABC", "Estampa", "Ahora", Madrid, 9-13, octubre, 1931.
Julián Caballero actuaba en
representación del PCE local. En diciembre de 1931 formó parte de la Junta Local de Reforma Agraria, por
parte obrera, y por la parte patronal: Antonio Torrico y Antonio C. Herruzo
Martos. El núcleo comunista de Villanueva tenía entonces tanto peso en la
provincia que dos de sus miembros (Adriano Romero y Miguel Caballero) fueron
incluidos en la candidatura de las elecciones de 1931, triplicaban el número de
votantes socialistas y daban impulso a un sindicato propio: la Federación Local Obrera, afiliada a la
Internacional Sindical Roja (Así ocurrió. Las derechas no quieren que las
izquierdas tengan historia. Pero la tienen. Qué le vamos a hacer).
En enero
de 1932 sufrió Julián Caballero su segunda detención, por orden
gubernativa, por ser uno de los firmantes de un oficio de huelga para el 15 de
enero. Al ser retirado el oficio de huelga, fue puesto en libertad, siendo
destituido ya como jefe de la policía municipal. En octubre de 1932 fue nombrado capataz de nave del Matadero
Municipal. En enero de 1933 formó parte de la Comisión de Policía Rural, para vigilar el cumplimiento de la Ley
de Laboreo Forzoso. Y en mayo de 1933 acompañó al concejal Pedro Torralbo Gómez, en viaje a Córdoba, para exponer al
gobernador la grave crisis de paro obrero que sufría el pueblo. Vinieron luego
largos meses de avatares y represiones para la gente obrera de Villanueva
durante finales de 1933, 1934 y 1935 (el Bienio Negro): cierres de locales,
detenciones y destituciones.
En busca de la unidad obrera, el 11 de
agosto de 1935 se creó en Villanueva la Unión
Sindical, que incluía a todos los grupos
de izquierdas, y como presidente de la misma fue nombrado Julián
Caballero. Este organismo fue ya un precedente de Frente Popular; por lo tanto
quedó disuelta la Federación Local Obrera. Y con ese afán de unidad se fue
llegando al fatídico año de 1936, donde la militarada haría saltar por los
aires la República democrática. Según el B.O.P. (23-3-1936) sabemos que el 7 de
marzo de 1936 Julián Caballero accedió a la alcaldía de Villanueva, al frente de una coalición de izquierdas,
según el reparto del Frente Popular, vencedor en las elecciones del 16 de
febrero (La pérdida del libro de Actas correspondiente a este año ha
desaparecido del Ayuntamiento nos priva de otros detalles).
Al final de la primavera de 1936 los
patronos de Villanueva se negaron a realizar las faenas de la siega. Y un
millar de obreros “viéndolas venir”. Éstos inventaron lo de la “siega de asalto”. Formar
cuadrillas, ponerse a segar y luego ir a cobrar a casa del terrateniente, a lo
que la mayoría de patronos se negaban. A un trigal de Antonio C. Herruzo Martos
llegó una cuadrilla. Herruzo preguntó quién la dirigía. Le contestaron que
Julián Caballero. “En ese caso, dejadlos que sigan”, respondió Herruzo (Fuente: Ernesto
Caballero). Es una anécdota verosímil, porque Julián era respetado según lo que
en Villanueva se llama “formalidad”, sin merma de sus convicciones en su defensa
de la causa obrera.
Y en esto, ¡estalló el 18 de julio! El golpe militar que arruinó a España
entera. Ningún hogar español se vio libre del cataclismo. Los golpistas no
salvaron a España: “la hundieron”, la dividieron y la regaron de sangre. En
fin, para qué insistir. El caso fue que a Villanueva le cayó todo aquello
encima. Julián Caballero se afanó por controlar la indignación popular. El
alcalde Julián tuvo noticias del golpe militar el día 18 de julio por la noche,
en el local obrero de la calle Industria,
abarrotado de gente. Y el 19 por la mañana lo supo oficialmente, cuando llegó
de Córdoba un telegrama con la declaración del estado de guerra. El jefe de Telégrafos se lo entregó a él, y no a
la Guardia Civil. Enseguida se detuvo a
algunos derechistas y falangistas.
Aquel día 19 de julio por la mañana, la Guardia Civil, al mando del brigada Romero Revuelto, se presentó en el Ayuntamiento a tomar posesión de la institución y declarar el estado de guerra. Allí estaban el alcalde y el primer teniente de alcalde, Juan Gómez Calero. Se negaron a celebrar una sesión de entrega del poder civil al militar, como se hizo, por ejemplo, en Pozoblanco. Y se marcharon a la zona del Calvario, donde se iba concentrando muchísima gente, por todos los alrededores del pueblo. Se puso el puesto de mando obrero en el Hospital, pero enseguida se buscó otro sitio mejor: el caserío del Cercón del Niño Herruzo. Y se creó el Comité de Defensa de la República.
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El
golpe militar provocó de inmediato un movimiento popular de resistencia, de
defensa de la República democrática. En Villanueva, el domingo 19 de julio (1936) la mayoría de la
gente de izquierdas se salió al extrarradio del pueblo, y se formó un Comité de
Defensa, presidido, seguramente, por Julián Caballero, con sede en el caserío
del Cercón del Niño Herruzo. La
gente republicana rodeó el pueblo por todos sus alrededores, y procedieron a la
reconquista, para rendir el cuartel y a los rebeldes de la burguesía. Parece
que el día 22 algún dirigente (uno
fue Francisco Sánchez “Curro Beatas”)
se trasladó a Puertollano, de donde se trajo a unos 20 mineros, provistos de
dinamita, de lo que hay datos (Causa
General, Córdoba, AHN, Madrid). Se ha hablado de “mineros de Linares”, pero
no tengo constancia. Sí que vino un camión de milicianos (¿algunos de Linares?)
de los que empezaban a luchar por Villa del Río, Pedro Abad y El Carpio, por
orden de Nemesio Pozuelo “El Floro” (alma
de la defensa en Jaén), y por gestión de Pedro
Torralbo “Cuadrado”. Con estas milicias de Villa del Río venía gente de
Marmolejo, porque uno de sus naturales, Vicente
Cano Ollero, fue el primero que murió, por disparo fortuito en Los
Barreros, el día 22.
El 23
de julio arreció la toma de Villanueva con cólera popular nunca vista, a
bombazo limpio. No podían avanzar por las calles, porque estaban barridas a
tiros desde la torre, Ayuntamiento, Telefónica y cuartel de la Guardia Civil,
con refuerzo de los guardias de Conquista y El Guijo (Los demás guardias de
pueblos se concentraron en Pozoblanco). La gente obrera avanzaba de casa en casa, rompiendo tabiques y
medianerías. El pueblo humeaba, algunas casa ardían (como la del Lauriano y la
de los Martos, en la calle Real, o la de mi tía Juana Zamora, en la plaza del
Carmen). Los sublevados empezaron a sentir pavor en los edificios altos que
controlaban (en la torre estaban: Antonio Torrico, guardias y otros). El día 23
terminó con la conquista de gran parte del pueblo, menos el centro. Amaneció el
24 de julio, fecha de la victoria
para unos y la derrota para otros. Al mediodía, viéndose perdidos los de la
torre y Ayuntamiento, decidieron dar una estampida por la calle Herradores, en
medio del fuego enemigo. Varios de ellos fueron heridos en ese trayecto y, al
torcer por el callejón del Rey, cayó muerto el derechista Bartolomé Ochoa.
Cercados sin remedio en el cuartel,
guardias y derechistas, se decidió la
huida a toda costa, con el fin de llegar a Pozoblanco. En plena siesta, a
eso de las cuatro de la tarde, por la puerta falsa del cuartel, salieron
corriendo al “sálvese quien pueda” unas 50 personas, por la calle Bailén y
luego el Callejón de las Vacas, hacia la vía férrea. En la primera calle quedaron ya 8 muertos: 6
guardias civiles, un propietario y un guarda de Torrico. Los demás llegaron a
la vía y entraron en la cerca de La
Charquita, sembrada de cereal. Le pegaron fueron para evitar a sus
perseguidores, pero muchos milicianos ya se había adelantado e incendiaron la
cerca por la parte de abajo, con lo que derechistas y guardias quedaron
cercados por el fuego. Se refugiaron en la casilla de Pedro Calero, que todavía
existe. Y allí no tuvieron más remedio que rendirse.
En la cerca de La Charquita habían caído antes: dos guardias más y dos falangistas
(Antonio Moreno Torralbo y Antonio Arenas Écija). Desde La Charquita, un
guardia huyó a Conquista y allí lo mataron. Otro guardia escapó, sin que
sepamos cómo, se fue para Jaén y allí lo protegió el capitán Reparaz. Los demás
prisioneros fueron conducidos, entre el griterío airado de una masa
vociferante, de vivas, mueras y puños en alto, por el Paseo de la Estación, a
los Grupos Escolares del Regajito,
donde quedaron detenidos. A las 8 de la mañana del día 25, los 9 guardias supervivientes, más un civil (Antonio
Torrico) fueron llevados al cementerio y fusilados. El brigada Romero Revuelto
había quedado escondido en La Charquita. El día 25 lo descubrieron y lo
mataron. Son desastres que ocurren una vez cada cinco siglos, pero ocurren. Si
no hubiera estallado el golpe militar, nadie habría muerto, ni de un lado ni del otro (Véanse mis libros La guerra civil en Córdoba, 1985, y El genocidio franquista en Córdoba, 2008).
Julián
Caballero apenas pudo contener a las masas. Al menos puso una guardia en la
casa del cura don Marcial, cuya
salvación consiguió. El día 25, en la calle Industria trató de evitar la muerte
del secretario del Ayuntamiento (Juan Moreno Copado), poniéndose delante de él,
pero lo empujaron, y el secretario fue abatido. También el día 25 se organizó
en la plaza la gran quema de las imágenes de la iglesia. Cuando los milicianos
quisieron sacar el archivo parroquial,
el alcalde Julián los increpó y les advirtió que ahí estaban escritos los
nombres de ellos, de sus padres y abuelos. Y consiguió que desistieran.
Una foto insólita de la calle Pozoblanco, de Villanueva de Córdoba, vista desde arriba, a finales de julio de 1936, con las banderas y trapos rojos de la revolución (Fuente: ABC, Madrid, 1-9-1936).
Tras el terremoto del verano de 1936,
Villanueva pasó a ser la capital de la parte republicana de Córdoba, con la
sede del Gobierno Civil (casa de los Benítez, calle Herradores), Diputación
(convento de Cristo Rey), sede provincial del PCE (casa de los Herrero), etc.
El Ayuntamiento (Consejo Municipal)
se renovó el 24-2-1937, con 21 consejeros, según el reparto del Frente Popular,
y Julián Caballero siguió como alcalde. Una de sus tareas fue coordinar la
puesta en marcha de las Colectividades,
en el otoño de 1936. En una entrevista de Mundo
Obrero (21-5-37), Julián declaró que las colectividades se hicieron, sobre
todo, en las grandes fincas “de los grandes terratenientes que huyeron o se
sumaron al movimiento”, precisando que la colectividad no afectaba al pequeño
propietario, el cual “cultiva particularmente su parcela”.
En la parte republicana de Córdoba hubo 41 colectividades adscritas al PCE; 23, a la CNT; 18 mixtas, en 1937. En Pozoblanco eran de la UGT. A mediados de
agosto de 1936, en el Teatro Variedades
de Villanueva se celebró una gran asamblea
de jornaleros y campesinos, bajo presidencia del alcalde Julián Caballero, a
fin de cultivar las 30.000 fanegas de tierra incautadas a los sublevados. Se
creó la “Colectividad de Obreros Agrícolas” (Más de 1.000 obreros, subdivididos
por cortijos) adherida al sindicato comunista Unión Sindical Obrera, con un
Consejo de Administración presidido por Blas
Gómez Medina y Alfonso Leal Martínez
como secretario. Ambos fusilados en la posguerra (Véase mi libro La guerra civil en Córdoba, 1985, a
partir p. 531).
En 1938, Julián Caballero fue movilizado al frente de Pozoblanco, y le sustituyó como alcalde su hermano Bartolomé Caballero. A finales de ese año, ostentó el cargo de comisario, a raíz del misterioso asesinato de su antecesor Andrés Muñoz Caballero “El Lobo”, en el frente de Valsequillo, parece que a manos de un comando anarquista. Al final de la guerra, Julián se vino andando desde el frente hasta Villanueva. Había quedado con su mujer e hijos en un cortijo indeterminado, supongo que antes del golpe de Casado-Besteiro-Mera, el 5-3-1939. Pero no se encontraron. Suponemos que estuvo detenido por los casadistas, con otros destacados del PCE, en una casa de la calle Real. El 26-3-39 fueron liberados, ya sólo con el tiempo justo para huir a la sierra. Se inició la fase definitiva de su vida.
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Insistamos
en que el 24 de febrero de 1937 se renovó el Ayuntamiento de Villanueva y se
creó el “Consejo Municipal”, y
continuó como alcalde Julián Caballero, quedando como tenientes de alcalde, por
este orden: Juan Gómez Calero, Emilio Castejón, Juan J. Mohedano, Miguel Silva
Jurado y Rafael Duque (con presencia de una mujer, Mª Josefa López “La Mojea”),
según el variopinto reparto del Frente Popular, 21 concejales. El acta termina
así: “El camarada Julián Caballero
extiéndese en consideraciones sobre el inmenso beneficio que haríase a la
revolución iniciada, si todos cuantos componen el Consejo Municipal se
dedicaran a trabajar y a resolver los miles de problemas pendientes, olvidando
antiguas rencillas de partido u organización, y
caminando, por tanto, en perfecta armonía”.
El 5 de mayo de 1937 el alcalde viajó a Valencia para conseguir, a cambio de
otros productos, suministro de trigo y otras subsistencias para la población.
Tenemos constancia de, al menos, tres viajes: el citado de Valencia, Ciudad Real
y Barcelona, siempre con el problema de abastecimiento de fondo. En enero de
1938, acompañado de una nutrida comisión, se trasladó a Barcelona, debido a los problemas de abastecimiento. El 16 de mayo
de 1938, Julián Caballero dejó la alcaldía, al ser movilizado al frente, y le
sustituyó su hermano Bartolomé, el cual ejerció hasta el “golpe de Casado”, en
marzo de 1939.
En la noche del 26 de marzo de 1939, militares a punta de metralleta liberaron a
los comunistas presos por los “casadistas” en la casa núm. 17 de la calle Real.
Un grupo considerable de más de 30 salieron hacia la sierra, por Conquista y La
Garganta, en diferentes direcciones. Reconstruir las andanzas de los diferentes
grupos es ardua tarea (Véase mi libro La
resistencia armada contra Franco, de 2.001).
Para las primeras andanzas del grupo de
Julián en la sierra me valí de diversos testimonios recogidos en los primeros
años 80’s. Eugenio Pozo (qepd) me
testificó que “Poco después del final de
la guerra tuvieron un refugio en un abrigo del terreno, frente a la Posada del
Manzano, entre el arroyo del Valle y la Loma del Pizarro. Un segundo refugio
fue en la finca “Corchuelos”, en el lugar llamado “Hoyón de Martínez” (Loma de
la Higuera), donde los descubrió la Guardia Civil por delación de Manuel “El
Serranillo” (No confundir con José, que también era huido).
“Un tercer refugio fue en la Umbría del Gato, entre el arroyo Arenosillo y Mañuelas, en la finca
llamada ‘Cañada del melonar’. De ahí salieron corriendo en la montería de Diego
‘El Chato’. Tenían cómplices en el cortijo de allí, y detuvieron a gran
cantidad de campesinos. Otro refugio lo tenían en Las Minas de la Umbría del Gato.
Allí –sigue Eugenio Pozo-
me encontré un día con Julián, su hermano
Bartolomé, “La Mojea” y un joven de Porcuna. Me pidieron los últimos
periódicos. Estaban impacientes por el final de la II Guerra Mundial, esperanzados con la ayuda de los aliados. María
Josefa me dijo: ‘Si yo sé lo que esto iba a durar, me hubiera entregado el
primer día”. Iba con pantalón de pana, una cazadora y un fusil. Todos se
quejaban de las penalidades que estaban pasando”.
Otro testimonio de Juan Gutiérrez “Bruno” sitúa a Julián en el otoño de
1939: “En octubre de 1939 empezaron mis
contactos con los de la sierra. En el grupo de Julián iban entonces: un
municipal de Pozoblanco, Mª Josefa López, Bartolomé Caballero, Basilio
Villarreal, José Delgado ‘El Serranillo’, etc. Este primer contacto ocurrió en
el cortijo de Panadero (Barranco de
‘Los Pobos’). Mª Josefa me preguntó si ella podría entregarse. Estaban comidos
de piojos. No querían tomar medidas contra nadie, para evitar represalias con
otras personas de izquierdas, y se lamentaban de tener que ir escondiéndose
como animales. Hasta aquellas fechas, su recorrido había sido por La Garganta,
el término de Cardeña y de Adamuz o Montoro. En noviembre de 1939 fui detenido
junto con mi padre, por sospechas de enlace, a raíz de haber capturado al
“Policía” de Pozoblanco.
“En 1943 me encontraba de nuevo haciendo labor en El Valle, y un día en que estaba
poniendo cepos, me salió Julián al encuentro. Me dijo que Basilio se había
separado del grupo y que me contaría los motivos. Al final de aquel año
hicieron una montería Diego ‘El Chato’
y otros, y se metieron en el campamento de Julián en ‘Las Umbrías’, cerca de
‘Las Pedrizas’. Dieron cuenta y se
presentó la Guardia Civil del destacamento de ‘La Loma de La Higuera’.
Requisaron todo. Aquella misma noche me encontré con Julián, y me dijo que les había quedado algo de comida,
porque la tenían repartida por varios sitios. Me contaba que les horrorizaba
cuando tenían que salir a buscar comida.
A los pocos días de aquello citaron a todos los campesinos de
por allí al cortijo de Torrico en la ‘La
Loma del Caballero’, y nos tuvieron presos tres meses, pero tuve suerte de
que no se descubrieron mis entrevistas con Julián. Me descubrieron en diciembre
de 1944, me trajeron a las Escuelas de
la Fuente Vieja y me pegaron. A primeros de enero de 1945, la Guardia Civil
me llevó a dar una batida por la sierra en busca de los guerrilleros. Los llevé
por El Valle. Semanas después, viniendo también Diego ‘El Chunga’, me llevaron
a otro recorrido por El Valle.”
El autor en su casa de Getafe, en compañía de Miguel Caballero, hermano menor de Julián, durante una larga entrevista, a finales de septiembre de 1979.
Sabemos que en mayo de 1940, el grupo de
Julián, con “El Serranillo” y otros, estuvieron en el cortijo de “Venta Velasco”. Parece que fue en el
otoño de ese mismo año, cuando estuvieron a punto de capturar a José Delgado Curiel “El Serranillo”, delatado
por su propio hermano Manuel, que era yegüerizo de Torrico, y descubrió a la
Guardia Civil el refugio, por la zona de “Las Piedras de la Sal” o “Barranco
del Sevillano”, en El Valle. Los cercó la Guardia Civil, pero lograron escapar
en el último momento, pero perdiendo todas las provisiones.
El 25 de noviembre de 1941, el grupo de
Julián Caballero se vio envuelto, contra su
voluntad, en un suceso sangriento. Una pareja de la Guardia Civil salía
del “Barranco de los Pobos” hacia la carretera de Adamuz, cuando el alférez Eduardo Soler Ruiz se metió en el
escondrijo de los guerrilleros, llevado de la curiosidad, por un perrillo que
ladraba. El alférez recibió un disparo mortal y los guerrilleros huyeron. Al
día siguiente se presentaron por allí Diego “El Chunga” y otros, para dar un
escarmiento a los campesinos de la zona, en concreto la familia de “Los
Quemados”, a los que apalearon salvajemente.
En los años 80’s también tuve la suerte de hallar el testimonio de Antonia Huertas, de la calle Pelayo. Me contó: “Hacia 1941, el grupo de Julián estaba en ‘Los Peñascares de Illescas’, cerca del castillo de Mogábar. Yo me encontraba en una choza próxima, y llegó un muchacho diciendo que había visto a unos hombres comiendo. Entonces yo me acerqué y les llevé medio pan y unos huevos. Los vi muy desilusionados, con los pantalones de pana muy zurcidos. Mª Josefa se lamentaba de la mala suerte que habían tenido con su refugio de ‘El Sevillano’, y hubieron de dejar allí todo lo que tenían. Yo les dije que por qué no liquidaban a los que se daban de amigos y los estaban traicionando. Julián me respondió que ‘la misión de ellos no era matar’”. Después, esta entrevista llegó a oídos de la Guardia Civil, y Antonia Huertas sufrió cárcel en Córdoba, donde dio a luz.
9
Conviene diseñar un paréntesis para ver qué
ocurría en el pueblo natal de Julián Caballero al comienzo de los años 40’s,
como la labor de aquellas mujeres de Villanueva, que a comienzos de 1941 tuvieron la temeridad de fundar un
Comité clandestino. Muchos hombres estaban presos, otros habían sucumbido en el
frente o marchado al exilio. Así, el primer
Comité clandestino del PCE de la posguerra en Villanueva fue obra de un
grupo de mujeres. La discreta activista fue Dolores Romero Cachinero (c/ Lepanto, 22), hermana del diputado Adriano Romero, preso en Córdoba. Los
varios centenares de presos que había en las Escuelas de la Fuente Vieja de Villanueva salieron conducidos para
Córdoba en tren, el 26 de septiembre de 1940.
Victoria
Fernández Castillo, la esposa de Adriano Romero, era la
encargada de sacar papeles de Adriano desde la Prisión Provincial, mediante un
doble fondo de tela en el cesto de la comida. Se daban directrices para
constituir comités en la capital y en los pueblos. En el Comité de Córdoba
actuaba Victoria, siendo el secretario Diego Montero. Aquellos comités fueron
más bien organismos de socorro para los presos, que morían masivamente en 1941.
Desde Córdoba se dio orden a Dolores Romero para fundar el Comité de
Villanueva, con dos objetivos principales: recaudar fondos para los presos y
contactar con los hombres de la sierra, sobre todo con Julián Caballero.
Dolores
Romero visitó a María
Muñoz Caballero “La Loba” (c/ Progreso, 10, modista, 32 años). Yo la conocí
en la calle Concejo, con su hermana Inocencia. Me contaron mucho, sobre todo
del célebre “Proceso de la centena” o “de La Parrala”, una redada de muchas más
de cien personas. A Dolores Romero la conocí en Espejo, en una de mis correrías
históricas. Allí rehízo su vida desterrada por el franquismo.
Se hicieron reuniones en casa de Dolores, en
la calle Lepanto. Y de ahí salió constituido el primer Comité del PCE de la posguerra en Villanueva: Dolores Romero (enlace con Córdoba), María Muñoz Caballero (organización), Isabel Gutiérrez Romero “La Chata” (acción
femenina y propaganda), Miguel Cabrera Agenjo
(Agitación y sindical campesina) y José
Vioque García “Reciencenao” (secretario local). Acabo de enterarme por el
consejo de guerra 1.546/41, que “El
Reciencenao”, hermano de nuestro zapatero de toda la vida, fue el dirigente de
aquel primer comité. Los contactos con los de la sierra los llevaban Vioque y
Miguel. María e Isabel se dedicaban a intentar recaudar algunos fondos (con
poco éxito) para los presos de Córdoba, y también hacían jerseys de punto con
el mismo fin.
Con Isabel
Gutiérrez “La Chata” (37 años entonces, soltera, c/ Alegría, 48) también
tuve la fortuna de hablar hacia 1980, en su dirección de Vallecas (Madrid), que
me habían dado. Mujer enlutada, amable, me explicó cosas, pero fue esto al
comienzo de mi investigación y hubiera necesitado una segunda entrevista, sobre
todo ahora, cuando sabemos mucho más. Esta mujer estuvo en la “lista negra” de
la masacre de Las Almagreras (8-6-1948). Pero alguien del “Casinillo” le avisó
(porque todo se cocía en el Casino), y el día anterior a la masacre cogió el
tren y se plantó en Madrid, de donde no regresó más.
Otro empeño de estas mujeres fue intentar
hacer llegar a Julián Caballero una
carta que había enviado Adriano Romero desde la prisión. La carta la
custodiaba Dolores Romero en su casa. Entre otras cosas, Adriano pedía ayuda
“porque se morían de hambre”, literalmente. Un día de mayo de 1941, José Vioque se encontró por la calle a David “Farola”, el cual le anunció que
al día siguiente iba a verse con los huidos en su cortijo de “La Dehesa”. Vioque
pidió acompañarle, para llevar la carta a Julián Caballero. Y allí pasaron el
día. Sólo acudieron José “Carnes”,
Miguel “El Parrillero” y dos más. Vioque le entregó la carta a José
“Carnes”. Era el 12 de mayo de 1941. Cuando el 24 de noviembre cayó José
“Carnes”, todavía llevaba la carta consigo. Y a raíz de aquello hubo una nueva
redada en el pueblo, a finales de 1941, que dio motivo para la Causa 1.354/41.
El único enlace que conseguía ver a Julián
Caballero con facilidad era Juan Reyes
Gómez, carbonero. María Muñoz le pidió ayuda para que el Comité contactara
con Julián. Pero era a través de Reyes poder enviar papeles o ropa y comida por parte de los
familiares. Que Julián estaba entonces
(1941) con “El Carpeño”, “Cerote”, “La Mojea” y otros. Y que Julián se había
dejado barba y llevaba gorro militar.
La primera redada, en la que apresaron a la
mayoría, ocurrió a primeros de septiembre de 1941. Las actividades clandestinas
tuvieron lugar en la primera parte de ese año. Cuenta Isabel Gutiérrez “La Chata” que las reuniones eran en casa de
Dolores Romero. Isabel había estado 16 meses presa después de la guerra, y la
dejaron libre sin encausamiento. Era dirigente del Socorro Rojo en Villanueva.
Y cuenta que con los de la sierra se vieron tres o cuatro veces. En el mes de
abril y mayo se entrevistaron con “El
Serranillo” y dos o tres más, en la finca “Navalonguilla”, en el sitio
“Fuente del milagro”, actuando como enlaces de contacto: José Vioque (c/ Alta,
8), Juan Capitán Gutiérrez (c/ Casas Blancas, 29) y Miguel Cabrera Agenjo (c/
Reina, 22). El primero y el tercero eran del Comité. Juan Capitán era sólo
enlace. Trabajaba en el cortijo de “El Polisar”. Miguel Cabrera era de la
herrería de los Hnos. Cabrera. En
mayo ocurrió la ya citada entrevista en el cortijo de “Farola”. Otra reunión
fue en el cortijo de Ovejuelo. Otros enlaces de Villanueva que aparecen en
autos son: Bartolomé León Muñoz (c/ Juan Blanco, 30), Antonio Moreno Moreno (c/
Juan Blanco, 11), Juan Reyes Gómez (Amargura, 5) y Manuel Torralbo Cantador.
Todos los citados de Villanueva, y muchos más (Milagros Alcalá Balaguer, del Comité de Jaén; Victoria Fernández, del Comité de Córdoba), hasta un total de 198. El juez instructor militar fue el coronel de Artª Carlos Ollero y Sierra. El consejo de guerra se celebró en Sevilla, el 9 de octubre de 1942. Varios quedaron absueltos, entre ellos María Muñoz, que volvió a Villanueva. Isabel “La Chata” huyó a Madrid. Los demás sufrieron más de 4 años de cárcel, en Córdoba, Sevilla y en el Puerto de Santa María, hasta el decreto de Indulto del 9-10-1945. Dolores Romero fue desterrada a Espejo. El maestro don Manuel Torralbo acabó asesinado en Las Almagreras en 1948. Juan Reyes Gómez huyó a Puertollano. Fue el éxodo de los proscritos, perseguidos por la dictadura.
10
Enfilamos ya el final
de la tragedia de Julián Caballero y de los que, como él,
intentaron sobrevivir al franquismo en los montes de Córdoba. Fue el de Julián
siempre un grupo de pocos miembros, por causa de estrategia. Empezaron como huidos
por la zona de La Garganta, sierra
de Fuencaliente, montes de Cardeña, zona de El Valle, los montes comunales de Adamuz, la Pizarra, zona de Obejo,
hasta que se asentaron definitivamente en las quebradas de Villavisiosa, coto de La Porrada y Umbría de la Huesa. Antes, en un
principio (1940-1941) estuvieron con él: José “Carnes”, José “El Serranillo”,
Basilio Villarreal, etc., además de los habituales: su hermano Bartolomé, Mª
Josefa “La Mojea” y algún otro. Entre 1943-1944, se les unieron unos meses “Los
Parrilleros”, donde iban: Miguel, Alfonso, “El Lobito” y Manuela Díaz Cabezas. Ésta me contó lo siguiente:
“En
un cortijo del cerro de La Campanilla,
por los montes de Adamuz, fuimos vistos
y delatados por un muchacho. Cuando al amanecer nos acercamos a un cobertizo
donde se cocía el puchero, la Guardia Civil ya nos estaba esperando. Comenzó un
tiroteo y, cuando nos replegamos, Julián estaba herido en una pierna. Entre Mª
Josefa y yo lo curamos, y organizamos
enseguida el traslado de aquella zona. Cogimos una burra para transportar a
Julián. El trayecto fue muy difícil: teníamos que abrir portillos para que
pasara la burra. En lo abrupto del terreno se caía, y así llegamos a la sierra
de Fuencaliente. Empezó a nevar y
nos encontrábamos sin provisiones. Era hacia febrero de 1944”.
A
comienzos de los años 80’s, en un bar de la calle Castillejos entrevisté a un
hombre que residía en Francia, Juan
Castillo Martín, de Villanueva, y venía los veranos. Me reveló sus labores
de enlace con el grupo de Julián. Se veía con ellos por la zona de La
Candelera, al lado del río Guadalbarbo y pantano del Guadalmellato. Otras
veces, en “Campoalto”, por la zona de Obejo. Decía Castillo que su punto de
apoyo en Villanueva era José Antonio
Palomo, zapatero, al que Castillo le pasaba las notas, hasta que Castillo
fue descubierto y preso en septiembre de 1946, cuando ya los guerrilleros de
Córdoba se habían integrado en la III
Agrupación Guerrillera, al mando de Dionisio Tellado (un maestro de
Madrid), con Julián Caballero como “comandante en jefe”.
José Delgado Curiel "El Serranillo", formó parte del grupo de Julián Caballero en 1940. Había sido "Niño de la Noche" en la guerra. Fue abatido en septiembre de 1941.
En
Madrid entrevisté en 1987 al célebre José
Martínez Capitán “El Chunga” (el de las cabras), y me contó que una de las
reuniones generales de la III Agrupación ya constituida se celebró una noche
entre los cortijos de Venta Velasco y Venta los Locos, con asistencia de más de
50 guerrilleros, y varios enlaces del pueblo, entre ellos José “El Chunga”
(luego, traidor), por lo que él mismo sufrió prisión en Córdoba, antes de ser
confidente.
Según
su hermano Miguel Caballero (al que
entrevisté en Madrid, en 1979), el grupo de Julián tuvo muchos puntos de apoyo
entre los campesinos. Uno de estos puntos de apoyo fue la casilla de su hermana
Marina y de su cuñado Miguel, que estaban de pastores cerca del Santuario de La
Cabeza. Allí se presentaron a menudo. Me reveló que uno de los miembros del
grupo, Pedro Benito Zamora Cañadas, desertó y se entregó a finales de 1939 en
un destacamento de la zona de Fuencaliente, causa por la que los de Julián
tuvieron que huir de la zona.
A
primeros de septiembre de 1945 llegó a Córdoba el enviado por el Partido para
constituir la III Agrupación, Dionisio
Tellado “Ángel” o “Mario de Rosa”. Fue conducido por José Murillo “Ríos” y
otros al coto de La Porrada
(Villaviciosa), feudo de los hermanos Caballero Calvo (Bernabé, Cornelio y
Domingo). Y el dinero para poner en marcha la Agrupación lo consiguieron en el
célebre secuestro del muchacho Manuel
Salinas, hijo del presidente de la Cámara Agrícola de Córdoba (luego,
alcalde), en su finca a 12 kms. de Córdoba. Participaron: José Murillo “Ríos”
(de El Viso) y los de La Porrada (Caballero Calvo), con lo que consiguieron
75.000 pesetas, para poner en marcha la III Agrupación.
A
finales de 1945 llegaron a la sierra de Córdoba algunos maquis enviados desde Francia por el PCE. En
concreto, cuatro con una emisora para instalar en Sierra Morena (“Antonio”,
“Valladares”, “El Feo”, de Cardeña, y “Capitán Carrete”, de Pozoblanco). Poco
después (enero 1946) llegaron desde Francia a estas lomas: Alfonso Nevado, de Villanueva, y Ricardo Bueno. Entre 1945-1946
cundió un soplo de optimismo, pensando que los aliados intervendrían en España
y caería el régimen franquista. La historia no quiso. Alfonso Nevado se
presentó a su padre donde trabajaba la familia, en la Loma de la Higuera. Un familiar lo delató, y cayó sobre la familia
y otras personas de izquierdas una tormenta de represión y de palos, a primeros
de mayo de 1946. Dos docenas de presos fueron llevados a Córdoba, toda la
familia Nevado y personas de izquierdas, encabezados por el eminente maestro don Vicente Pascual Soler, porque no
era entusiasta del régimen. Dónde se ha visto que una persona de gran cultura
sea entusiasta de una dictadura. De por medio, el terror del capitán Fernández.
El
11 de junio de 1946 (tenía yo dos meses), el grupo de Julián sufrió una
desgracia, que costó la vida a su hermano Bartolomé
Caballero. Fueron a aprovisionarse al cortijo de La Mimbre, de Villanueva,
pero más tarde volvió Bartolomé, porque se les había olvidado la sal. Funesta
decisión, porque el casero, Alfonso Barea “El Pecoso”, ya se había apresurado a
dar cuenta en un destacamento próximo de la Guardia Civil. Bartolomé Caballero
terminó ahí su lucha antifranquista. Había sido alcalde de Villanueva en la
segunda mitad de la guerra.
Bartolomé Caballero Vacas, hermano de Julián y compañero en la sierra. Fue alcalde de Villanueva de Córdoba en la segunda parte de la guerra. Fue abatido en junio de 1946.
En
el otoño de 1946, debían de andar por el arroyo Siete Veces, porque, según
testimonio de Santiago Gutiérrez “Cantos”, él se encontraba entonces vareando
en La Alcarria, con un tal Pablo Agenjo.
Éste cogía por las noches una talega con periódicos y diversos utensilios, y se
iba a esa zona a entrevistarse con los guerrilleros. La Guardia Civil sospechó
el asunto, y Pablo se retiró a desmontar al término de Cardeña. Allí lo
fusilaron en 1948.
En
1947, Julián Caballero y su “Estado Mayor” se asentaron en las quebradas de
Villaviciosa, en la Umbría de la Huesa,
cerca del río Guadiato. Tenían como enlaces principales a la familia Cobo Reina
(padres y varios hijos), y un traidor principal: El Corchete. Fue una zona con muchísimo trasiego de guerrilleros, y ocurrió lo que
tenía que ocurrir (Ver el Capítulo 1).
Los maquis franceses liberaron el Sur de Francia. Los españoles fracasaron, pero la causa era la misma. Sin ayuda de los aliados, aislada en los montes de España, el desenlace sería trágico. Algunos consiguieron escapar a Francia. La mayoría sucumbieron. Pero hay derrotas que son victorias: la democracia que hoy se disfruta.