LA
LARGA MARCHA DEL OBRERISMO ANDALUZ HACIA EL MATADERO FASCISTA DE 1936
(1910-1930)
3ª
Parte
Auge y represión del obrerismo cordobés en 1919
La
forja de una generación española destrozada en la encrucijada de los fascismos
de los años treinta
Por Francisco Moreno Gómez
La
lucha campesina y el miedo de la burguesía
Cuando amanece 1919, tiene detrás el
recuerdo inmediato del combativo año anterior, con 93 huelgas, sobre todo en un
otoño movilizado como nunca. En 1919 sigue latente el problema estructural del
sistema de propiedad de la tierra, pero mucho más influyente el problema
coyuntural de la carestía de las subsistencias, surgido al calor de la fiebre
especulativa de la Gran Guerra. A la carestía de los artículos de primera
necesidad había que añadir una exasperada fobia popular en contra de los
caciques de los partidos turnantes y, por supuesto, el impacto ante las
noticias de la revolución rusa.
Es cierto que siempre subyace el
problema de la tierra, pero el principal detonante de la agitación parece ser
la carestía de las subsistencias en manera desorbitada. En ese sentido, el
documento “Información sobre el problema agrario en la provincia de Córdoba,
del Instituto de Reformas Sociales (Madrid, 1919) resulta esclarecedor. Cuando
este documento indaga las causas de la agitación en febrero de 1919, casi
unánimemente patronos y obreros señalan como primera causa la carestía de la
vida. En segundo lugar, se alude con frecuencia a las predicaciones políticas y
al influjo de la revolución rusa. Continúan luego, como principales demandas
obreras, la subida de los salarios y la supresión del destajo. Y finalmente se
habla también de la parcelación de la tierra, colonización o limitación de la
propiedad por parte del Estado. Curiosamente, son algunos patronos los que
reconocen la necesidad de expropiar ciertos predios, para interesar al obrero
en la propiedad de la tierra. He aquí algunas citas.
Un patrono de El Carpio señala como
origen de los actuales conflictos: “Entiendo que son debidos a la carestía de
las subsistencias y de todo lo necesario a la vida, y de esto la demanda de
jornales crecidos necesarios a cubrir las necesidades; ello parece lógico creer
son derivaciones de la guerra y algo también de las propagandas societarias”.
José Tomás Valverde, de Priego, pone la
primera causa en el encarecimiento de las subsistencias. Después, la
predicación sindicalista. La Asociaciones de Labradores y Ganaderos de Córdoba
considera causa remota de la agitación el absentismo de los patronos, como
causa próxima: el alza de los precios y las predicaciones políticas.
El análisis de los obreros es muy
semejante. Los de Almedinilla se lamentan de la carestía de los artículos de
primera necesidad y de lo irreductible de los propietarios a subir el jornal.
La Casa del Pueblo de La Carlota manifiesta: “El origen de los actuales
conflictos es debido al alza de las subsistencias y a los acuerdos tomados por
los labradores de la provincia de no dar trabajo a los obreros, en perjuicio de
todos. Forma de corregir los actuales conflictos: que se haga la colonización
interior de España.” Y el joven líder socialista de Puente Genil, Gabriel
Morón, se expresaba en términos parecidos: “El obrero está mal retribuido.
Esto, unido al enorme aumento del coste de la vida, determinó la agitación”.
Qué duda cabe de que en el fondo de las
tan citadas “predicaciones políticas” se hallaba el gran entusiasmo campesino
ante el triunfo de la revolución rusa de 1917. Un patrono de El Carpio se
lamenta de “la difusión y asimilación que los obreros han tenido de las ideas
bolchevikistas”. Y la Sociedad patronal de Castro del Río señala como causa de
la conflictividad “la propaganda sindicalista, y en gran parte revolucionaria,
que desde algún tiempo se viene haciendo con extraordinario tesón, alentada por
el ejemplo de Rusia…”.
La
agitación obrera y antimonárquica en Córdoba
El año de 1919 se inició en Córdoba con
creciente actividad, no sólo de las organizaciones obreras, sino también de los
grupos políticos antimonárquicos, sobre todo el Partido Republicano Autónomo
(lerrouxista). El día primero de enero dio comienzo en la capital un Congreso
de este partido, cuyas conclusiones se centraron básicamente en la cuestión
agraria. Se exigió una vez más, bajo el liderazgo de Eloy Vaquero, la
expropiación de los latifundios y entrega de las tierras a Sociedades obreras
agrícolas, el fomento del cooperativismo agrario, etc. La cuestión agraria, por
tanto, constituía una obsesión política, que se verá de nuevo reflejada en la
Asamblea Regionalista de Córdoba de aquel mismo año, en la Asamblea Socialista
del 17 de abril y en múltiples actos públicos.
Por lo demás, el fervor político
antimonárquico fue una de las notas sobresalientes del nuevo año (1919). El 4
de enero, el diputado socialista Anguiano pronunció una conferencia en el
Centro de la calle Santa Marta. El día 9, la Federación Local de Sociedades
Obreras celebró un mitin en el Teatro Circo, para tratar de la crisis de
trabajo y del abaratamiento de las subsistencias. El 11 de enero, los
regionalistas publicaron un extenso manifiesto en defensa de la Autonomía
Andaluza y del colectivismo agrario. El 17, nueva reunión pública en el Teatro
Circo, donde los socialistas analizaron el conflicto de los mineros de
Peñarroya. Y el 25 de enero, finalmente, se manifestaron los obreros en contra
de la falta de trabajo.[1]
A mediados de febrero tuvo lugar en
Córdoba capital una gran movilización callejera, después que las masas quedaron
muy indignadas por los abusos caciquiles y atropellos en Granada, Sevilla y
Cádiz. El 14 de febrero se manifestaron en Córdoba los estudiantes y los
profesores. En los días siguientes se realizó una reunión de las Sociedades
Obreras federadas, y se acordó una gran manifestación para el lunes, 17 de
febrero, en protesta por los desmanes de Granada, y como enérgica reclamación
popular contra la carestía de la vida. A la convocatoria se sumaron el Centro
Andaluz, el Centro Obrero Republicano, la Agrupación Socialista, el Centro
Republicano del distrito 7, y la Juventud Republicana Socialista Federal.
Encabezaron la manifestación: el diputado provincial Sr. Salinas, y la minoría
republicano-regionalista del Ayuntamiento (Eloy Vaquero, Francisco Azorín,
Emilio Urbano, Pablo Troyano, Bernardo Garrido, Enrique Suárez y Manuel
Cáceres). La mitad de ellos los veremos caer en los paredones de 1936 o
arrastrando sus vidas por el exilio. Iban también en la comitiva, calculada en
12.000 personas, intelectuales, estudiantes y público de todas las clases
sociales, “excepto los caciques”. El comercio cerró sus puertas. Durante el
recorrido se escucharon gritos insistentes como “¡Mueran los caciques!”, “¡Viva
Andalucía libre!”, “¡Abajo el caciquismo!”, “¡Viva la Libertad!”, “¡Que
abaraten las subsistencias!”, “¡Mueran los caciques de Granada y Córdoba!”,
etc.[2]
Foto.- El eminente intelectual cordobés don Antonio Jaén Morente, que actuó de abogado defensor de la veintena de desterrados cordobeses (de mayo a julio de 1919), líderes obreros y personas de la oposición, debido a la represión del general La Barrera en Andalucía, con motivo de las agitaciones campesinas del "trienio bolchevista".
Cuando la multitud se dispersó, unos
grupos aislados pasaron por el Círculo de la Amistad, y de varios bastonazos
rompieron dos cristales. Después, en el Círculo Mercantil, conminaron a sus
moradores a que bajaran las persianas. Como éstos les hicieron gestos
despectivos, llovieron las pedradas sobre el citado local y rompieron varios
cristales. Otro grupo se colocó ante el Centro Liberal y entonó cantos funerales,
pero no molestaron el Club Guerrita ni otros centros burgueses. El sentimiento
anticaciquil impulsó a otros hacia el Paseo de la Victoria y destruyeron el
fastuoso monumento a Antonio Barroso.
Por las mismas fechas, las luchas
obreras y campesinas prosiguieron con renovado esfuerzo, alentadas por los
éxitos del año anterior, pero en esta ocasión con una novedad poco halagüeña:
la reacción de la burguesía también iba a hacer su aparición en el campo de
batalla, y desde el primer momento hizo uso y abuso de la Guardia Civil, que
para esto se fundó en el s. XIX, para “pacificar los campos” y proteger la
propiedad. La típica España cuartelera también recurrió al Ejército. En los
primeros días de enero un Regimiento de Caballería recorrió la Campiña, y otro
de Infantería, la Sierra, situando su cuartel general en Pozoblanco. Enseguida
tuvieron lugar las cargas de la Guardia Civil, las detenciones de obreros y los
tradicionales métodos de represión, que levantaron los ánimos de los
latifundistas de la provincia.
A pesar de todo, en los meses de enero y
febrero se produjeron huelgas en Almodóvar, Benamejí, Belalcázar, La Carlota,
Doña Mencía, Iznájar, Lucena, Luque, Nueva Carteya, Palenciana, Posadas, Pedro
Abad, Rute, Villafranca y Zuheros. Los campesinos de Córdoba capital
recorrieron el término municipal expulsando a los forasteros. También holgaron
en el mes de enero los electricistas de la capital, y hubo una gran agitación
(¿huelga?) entre los mineros de Peñarroya.
En todos estos conflictos la referencia
icónica era la evocación de la revolución rusa. Tal acontecimiento aparecía
como motivo de esperanza y acicate en la lucha. Cuando cayeron los Imperios
Centrales (1918) y los proletarios triunfaban en Hungría y Baviera, el
entusiasmo era creciente. Así lo reflejan, por ejemplo, las murgas y comparsas
del carnaval de Villanueva de Córdoba en 1919,
del
que se hizo eco el propio Díaz del Moral (p. 343):
Tontería es sostener Y si no, tender la vista
al enfermo que está grave a los Imperios Centrales:
no quedando ya por ver veréis los capitalistas
medicina que aplicarle. mover bien los carcañales.
En este como en otros carnavales de
Villanueva de Córdoba se hicieron ostensibles el ingenio y la creatividad
populares. Muchos líderes obreros ensayaron sus actitudes propagandísticas,
precisamente, por medio de los carnavales, fiesta que por supuesto nunca gozó
de la simpatía de la burguesía. En este mismo carnaval de 1919 las murgas de
Villanueva celebraron el “triunfo del garrote” en la pasada huelga de diciembre
(1918), con letras cuyo estribillo era el siguiente:
“la ley del garrote
nos lo arreglará”
Al garrote le llamaban “El código de
Macario”, con cuya aplicación pretendían resolver el problema social.[3]
Al llegar el mes de marzo de 1919, las
organizaciones obreras de la provincia lanzaron el llamado “Segundo Gran
Ataque” contra la burguesía terrateniente y caciquil. La iniciativa partió esta
vez de Córdoba capital. De ella salieron los llamamientos a las organizaciones
obreras de la provincia para concertar la huelga combinada, aunque el programa
reivindicativo adolecía en esta ocasión de excesiva generalidad: la libertad de
los presos políticos y sociales de toda España (de acuerdo con una campaña
nacional en este sentido) y el abaratamiento de las subsistencias.
Las huelgas combinadas de marzo se
basaron casi exclusivamente en reivindicaciones políticas, y durante su
desarrollo podían leerse en los caminos y cortijos pintadas como “¡Viva el
gobierno obrero y campesino!”, “¡Vivan los soviets!”, “¡Viva Lenin!”, etc., que
demostraban el constante influjo que la revolución rusa ejercía sobre los
campesinos andaluces.
También hubo en esta ocasión una gran
motivación de solidaridad, lo mismo que en otros puntos del país, ante la
represión de que eran objeto los huelguistas catalanes de la empresa La
Canadiense, por la intransigencia del geneal Milán del Bosch y del gobernador
militar, general Martínez Anido.
El día 6 de marzo, durante cinco días,
comenzó la huelga general de Córdoba capital, con un paro tan completo que sólo
ofrecía parangón con aquella primera huelga general de Córdoba del 17 de abril
de 1903. La génesis del conflicto fue la siguiente: ya en la preparación de la
manifestación del 17 de febrero último, las Sociedades del Centro Obrero habían
decidido llevar a cabo una acción enérgica contra la carestía de las
subsistencias. Así, el 26 de febrero se llevó al Gobierno Civil el oficio de
huelga de todos los gremios de la capital para el 6 de marzo. A la vez, se
enviaron emisarios a la mayoría de los pueblos, para recabar acción de
solidaridad, si bien esta medida se tomó demasiado tarde.
La reivindicación fundamental era la
rebaja en los precios de los artículos de primera necesidad, rebaja que algunos
sectores fijaron en el 20%. En segundo lugar, la exigencia de que se diera
trabajo a todos los asociados. Por último, libertad para los posibles detenidos
con motivo de la huelga.
Llegó el 6 de marzo, y la ciudad quedó
totalmente paralizada. Pararon los mercados de abastos, panaderías, comercios,
cafés, hoteles, transportes de todo género, alumbrado público, faenas
agrícolas, etc. Realmente, fue ostensible el peso de la Federación Local de
Sociedades Obreras, con más de veinte Sociedades afiliadas y unos 5.000 socios.
El socialista Francisco Azorín relató el
perfil de la huelga en la Revista
Andalucía (29-3-1919).
No hubo más incidente que el ocurrido el
día 7, cuando un sargento de la Guardia Civil se empeñó en dispersar en la
calle de La Espartería y frente al Ayuntamiento a los jornaleros que allí
solían reunirse para ser contratados. Hubo cargas y carreras por las calles
Espartería, Joaquín Costa y Claudio Marcelo, que causaron varios heridos, y 11
obreros, que trataron de protegerse en una casa, fueron detenidos.
Al tercer día de huelga, por iniciativa
unilateral de la Cámara de Comercio por parte de las autoridades, se llegó a un
principio de acuerdo, al entrevistarse ésta con una comisión de huelguistas. En
cuanto al punto del abaratamiento, se crearía una Cooperativa de Consumo, que
compraría al por mayor y vendería a precios de tasa. En cuanto a los puntos
restantes sólo se prometió que “se gestionaría emplear a todos los parados y se
liberaría a los presos”.
A este respecto escribía la Revista Andalucía, refiriéndose a la
actuación lamentable del gobernador civil J. Conesa, sólo atento a las
soluciones de fuerza: “El gobernador lo dispuso todo como para una cuestión de
orden público. Y ahora no se trataba de eso. Los obreros no querían
desórdenes”. Además, se opuso a la liberación de las 11 detenidos, con lo cual
no hizo más que prolongar dos días más la huelga, hasta que al fin fueron
liberados”.[4]
El balance de la huelga general no fue
un triunfo rotundo. El propio Francisco Azorín llamó la atención sobre el
resultado poco satisfactorio de las Cooperativas de Consumo, además de
reconocer que el problema del paro había quedado sin solución.
Tras la huelga de Córdoba, se lanzaron a
la huelga más de 20 pueblos de la Campiña, entre ellos: Adamuz, Almodóvar,
Fernán Núñez, La Carlota, La Rambla, La Victoria, Montalbán, Castro del Río,
Baena, Nueva Carteya, Pedro Abad, San Sebastián de los Ballesteros,
Villafranca, Zuheros, Montoro, Albendín, Luque, Cañete de las Torres, Espejo,
Doña Mencía, Guadalcázar y algún otro. Pero la poca concreción de las
reivindicaciones planteadas, aunque la principal era el abaratamiento de las
subsistencias, obligaron a los jornaleros a reintegrarse al trabajo, sin que
sus aspiraciones se hubieran materializado en nada positivo, salvo ciertas
subidas salariales en algunos casos. Tampoco consiguieron triunfo alguno los
pueblos más tenaces, que prolongaron la huelga hasta el 18 ó 20 de marzo.
El 16 de marzo se celebró una gran
manifestación en Montilla contra el caciquismo y por el abaratamiento de los
comestibles, presidida por el ex diputado Manuel Hilario Ayuso y por el
concejal socialista Francisco Zafra Contreras. Insistamos: muchos de los
nombres que venimos citando, como Zafra, serán pasto de los fusiles golpistas
de 1936. “Tanta lucha para esto”, decía una víctima de Hinojosa en 1936.
Así las cosas, desde la primavera de
1919, se puso en marcha la reacción patronal, llegando los mismos patronos a
actuar de escopeteros, o simplemente lanzando a la Guardia Civil contra los campesinos,
los que sólo almorzaban al mediodía con una cazuela de gazpacho.
Los primeros excesos sangrientos
ocurrieron en Luque. El 14 de marzo los campesinos de Luque se manifestaron
ante el Ayuntamiento pidiendo la destitución del alcalde. Este defendía los
intereses de los patronos, haciendo inútil todo esfuerzo de los obreros para
que se aceptaran las bases firmadas con motivo del Congreso de Castro del Río,
en noviembre del año anterior. Cuando la multitud vociferaba ante el
Ayuntamiento, un campesino anciano cayó muerto por un disparo de un patrono
desde una ventana próxima. En ese momento, un campesino joven, enloquecido,
salió del grupo y, empuñando un arma blanca, salto hacia el cuello de un
guardia, pero cayó al instante acribillado, habiendo quedado herido el guardia.
A partir de ahí, los disparos fueron numerosos, y la gente corrió despavorida, con lo que el
pueblo quedó consternado. Después, 17 detenidos fueron trasladados a la cárcel
de Córdoba, entre ellos el presidente del Centro Obrero, Juan Luque. El
articulista de la Revista Andalucía, Constancio
Avilés, relata así el paso de los presos por las calles de Córdoba:
“Al pasar su presidente,
Juan Luque, un campesino joven, de aspecto simpático e inteligente, por las
calles de Córdoba, conducido por la Guardia Civil, una persona de Luque con
quien yo iba a la sazón, mostrándomelo desde lejos, me decía: aquel es el
presidente del Centro. Yo sé que estuvo durante los sucesos en una casa
particular muy respetable y no cometió desmán alguno.
-Parece que lleva muy inflamado un lado
de la cara y el ojo de ese lado lo mismo.
-Sí, son golpes. Él y otros de los
presos también tienen señales de ellos en todo el cuerpo, y algunos muy
singulares, que serían dolorosísimos, en las espinillas…
-¿Tan grande fue la lucha?
-¡Ah! La lucha tiene terribles
consecuencias. Considere usted que estamos en el país de Monjuich…!”[5]
A raíz de estos sucesos, el Centro
Obrero, que contaba con 800 socios, fue clausurado, y el impacto causado por
los métodos represivos fue tal en la gente sencilla, que la efervescencia
obrera decayó por completo en Luque, nombre que ya no vuelve a aparecer en el
resto de las luchas del “trienio”.
Al mes siguiente (abril), hubo otro
choque sangriento en Palma del Río, en el que una mujer resultó muerta y, según
algunas fuentes, también fue víctima un guardia civil.
No había acabado de sosegarse la Campiña,
cuando la agitación se extendió a la
Sierra, que desde diciembre del año anterior no había acometido luchas de
importancia. Del 17 al 22 de marzo se declaró una huelga en Pozoblanco, y
amenaza de huelga en Villanueva de Córdoba, con la exigencia en ambos casos de
la supresión del impuesto de consumos, cosa que lograron sin gran esfuerzo. El
temor ya venía desde atrás, pues en febrero una comisión de obreros de
Villanueva, acompañados de un concejal, visitaron a los de Pozoblanco para
coordinar la lucha. Poco después, a pesar del triunfo inicial, los prebostes
locales debieron de eludir el compromiso contraído, porque en octubre de aquel año
(1919), las Sociedades obreras de Villanueva (“Sociedad Obrera de Oficios
Varios”, “Progreso Agrícola”, “Conjunción Republicana”, “Juventud Socialista” y
“Unión Agrícola”) presentaron un oficio en la alcaldía exigiendo de nuevo la
supresión del impuesto de consumos y los arbitrios municipales de pesas y
medidas, y de los puestos públicos de venta. Pero los esfuerzos resultaron ya
inútiles en esta segunda ocasión.
A partir del mes de marzo hubo huelgas
de varios días en Torrecampo, Pedroche y Villaviciosa. Otra huelga en
Belalcázar tuvo carácter tumultuoso, en la que el pueblo amotinado consiguió el
abaratamiento de las subsistencias y cierta subida de jornales. Este éxito
influyó en la vecina Hinojosa del Duque que, por primera vez, contempló en sus
calles una pequeña revuelta de hombres y mujeres apedreando comercios. Los
revoltosos fueron reducidos enseguida y el nombre de la conservadora Hinojosa
ya no volvió a sonar durante el agitado
período del “trienio”.
A finales de marzo hubo aún alguna
huelga más en la Campiña, como la de Monturque, y amenazas de huelga en otros
pueblos. También, un importante mitin en Bujalance, que enarboló una vez más la
aspiración popular del abaratamiento de las subsistencias. Terminó así la que
se puede calificar de “segunda gran ofensiva” obrera contra la oligarquía
latifundista, aunque los resultados fueron poco significativos. A no ser que,
como consecuencia de las huelgas de marzo en toda España, se logró el 3 de
abril la promulgación de la jornada legal de 8 horas, pero tal medida tardó
muchos meses en entrar en vigor, pues los patronos la consideraban una
“decisión precipitada”. La realidad fue que, ya desde marzo, algunas
organizaciones obreras comenzaron a padecer el desaliento, mientras que por el
contrario, la burguesía, armada con sus tradicionales métodos de represión, no
dudó en llevar a cabo los desmanes necesarios, con tal que las estructuras
económico-sociales del caciquismo monárquico no sufrieran la más mínima transformación.
En las luchas de los primeros meses de
1919 se vieron reforzadas, como había ocurrido en el año anterior, con la
correspondiente actividad organizativa y asociativa, si bien este movimiento
decayó ya sensiblemente, sobre todo a medida que avanzaba el año, y el peso de
la represión imponía su ley. El ritmo asociativo, con cierta actividad hasta el
mes de mayo, se paralizó casi por completo a partir de ese momento, cuando el
general La Barrera sembró el pánico en los campos cordobeses.
Por otra parte, mientras los campos de
Córdoba experimentaban el movimiento huelguístico del mes de marzo, Córdoba
capital era escenario de un gran acontecimiento político relacionado con la
historia del andalucismo. Durante los días 23-25 de marzo (1919) se celebró la “Asamblea
Regionalista de Córdoba”, con la participación de grandes ideólogos del
regionalismo del momento. Por Córdoba asistieron: Francisco Salinas (diputado
provincial) y la minoría republicano-regionalista del Ayuntamiento (Eloy
Vaquero, José Guerra Lozano, Bernardo Garrido, Pablo Troyano, Manuel Cáceres y
Emilio Urbano). Además, Antonio Gil Muñiz, Ramón Carreras y Juan Morán Bayo
(catedráticos). Por otra parte, Francisco Largo Caballero (diputado
socialista), y otros muchos, como Dionisio Pastor Balsera, Francisco Fuentes,
Rafael Castejón, Manuel García Bernal, etc.[6]
Por Sevilla estaban: Blas Infante,
Pascual Carrión, entre otros muchos. La representación de muchos puntos de
Andalucía era muy nutrida.
El problema central que se planteó en la
Asamblea fue la cuestión agraria, “ante las circunstancias presentes del
fatigoso tránsito entre un estado social arcaico e injusto y otro nuevo que al
mundo entero adviene”. En el manifiesto “Al Gobierno de la Nación española”,
entre otras cosas, la Asamblea señalaba estas consideraciones:
“Nosotros y el resto de España no
debemos consentir, y nos hallamos dispuestos a no tolerarlo, el que, por
ejemplo, el respeto absoluto a ciento o a quinientos latifundistas que ejercen
un derecho de propiedad absurdo sobre las tierras de esta región, determine el
perecimiento de la colectividad andaluza y española…”.[7]
Por ello, los acuerdos adoptados
tuvieron carácter fisiocrático obrerista, siendo las soluciones más
revolucionarias para resolver la miseria obrera las que presentaron Blas
Infante, Pascual Carrión y Eloy Vaquero.[8] Por último, las bases que
en el Manifiesto se ofrecieron al Gobierno, para que legislara según ellas en
beneficio del progreso agrícola, fueron cinco: 1) Expropiación del valor social
de las tierras pertenecientes a Andalucía. La propiedad de los respectivos
términos municipales será atribuida al municipio como terrenos del procomún. 2)
La valoración de las tierras se llevará a cabo por peritos elegidos por el
pueblo. 3) Las tierras procedentes de la desamortización serán expropiadas sin
derecho a indemnización. 4) Los propietarios que deban ser indemnizados lo han
de ser con títulos emitidos por un organismo regional. 5) Finalmente, todo
Municipio debe contar con Sindicatos de jornaleros campesinos, a los que se
entreguen las tierras para su distribución o explotación, refiriéndose sólo a
las tierras en las que no se hubiesen introducido mejoras.[9]
El regionalismo quedó, pues, decantado
en esta Asamblea en una doble línea republicana y obrerista, en lo que ambos
tienen de aspiración por la recuperación de las tierras comunales, enajenadas
por la burguesía latifundista a mediados del siglo XIX. Esta aspiración ya
secular de la recuperación de la tierra la toma el regionalismo como fundamento
de la autonomía: si los municipios y la región no volvían a disponer de los
recursos de las tierras comunales o de propios, jamás se podría conseguir la
autonomía política. Tal autonomía presuponía primero una autonomía económica, y
ésta dependía de la “liberación de la tierra”.
Según Palacios Bañuelos,[10] fue en esta ocasión y
lugar donde se forjó el lema “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”, y
se lanzó por primera vez el grito de “¡Viva Andalucía libre!”, aunque a decir
verdad tal lema y grito ya los venía utilizando la Revista Andalucía y el grupo republicano-regionalista cordobés. Por
ejemplo, la manifestación del 17 de febrero (1919) en Córdoba se abría con la
pancarta “¡Viva Andalucía libre!”
Durante el mes de abril de 1919, las
organizaciones obreras gozaron de una tregua en la lucha, y la atención se
concentró en nuevos esfuerzos de coordinación del proletariado provincial, algo
desorganizado por las acciones anteriores. Durante los días 17-19 de abril se
celebró en Córdoba la “Asamblea Provincial Obrera”, que por iniciativa de la
Agrupación Socialista reunió en la capital a numerosas entidades obreras, con
la ejemplar idea de asociar a todos los asalariados, obreros o campesinos, en
un organismo al margen de ideologías políticas concretas.
Por ello, el primer logro de la Asamblea
fue la creación del “Sindicato Provincial de Sociedades Obreras”, cuyo
reglamento se aprobó, y se designó como presidente a Francisco Azorín. La
finalidad de este organismo sería reunir todas las sociedades, federaciones
locales o sindicatos comarcales de la provincia en un gran organismo que diera
unidad a lo fragmentario, estableciendo entre todos un lazo de solidaridad para
cuantas cuestiones afectaran a la clase obrera. En el citado Sindicato
Provincial se integraron 32 localidades, con un total de 25.000 afiliados.[11]
En segundo término, quedó constituida la
“Federación Provincial de Sociedades Obreras Agrarias”, bajo la presidencia de
Juan Morán Bayo, con 22 pueblos y 14.751 afiliados, que ingresó en la UGT.
Por último, se creó también la
“Federación Provincial de Entidades Socialistas”, con unos 9.125 militantes, al
frente de la cual se puso a Juan Palomino Olalla.
Esta magna tarea organizativa del
socialismo cordobés no era sino un dato más de que el Partido Socialista
asentaba su foco más poderoso en Córdoba, dentro del entorno andaluz. En 1918,
con sus 2.634 afiliados, Córdoba se situó ya a la cabeza de Andalucía, seguida
de Jaén, con 947 afiliados. En 1919 Córdoba aumentó sobremanera su implantación
socialista, llegado a los 9.329 afiliados, seguida de Almería con 5.045;
Granada, 4.064; Jaén, 3.141, etc.[12] En 1920, Jaén tuvo mayor
fuerza electoral socialista en las elecciones municipales, pero la UGT de
Córdoba era la más vigorosa de Andalucía, con 17.000 afiliados (seguida de
Málaga y Jaén, con 7.000), y su preponderancia la mantuvo hasta 1922, a pesar
del natural proceso de decadencia.
En cuanto a los temas tratados en la
Asamblea Socialista del 17 de abril, se incidió en las mismas aspiraciones
agrarias de la Asamblea Regionalista. Los campesinos de Córdoba, convencidos de
que el día de la revolución estaba próximo y la caída de los caciques
inminente, concretaban los últimos detalles sobre la recuperación de la tierra:
los terrenos municipales o estatales debían ser cedidos a las organizaciones
obreras; obligar a los propietarios a realizar las labores que el cultivo
exige; las propiedades mayores entregarían a las Sociedades Obreras un
porcentajes entre el 5 y el 20% en usufructo gratuito; en cada pueblo se
formaría un patrimonio municipal no inferior al 20% de la extensión del
término; los propietarios sólo podrían arrendar sus tierras a las
Organizaciones Obreras; ésta obtendrían los créditos del Estado o Municipio;
todos los obreros parados debían ser colocados por los terratenientes; se
declaraba la jornada máxima de 8 horas y la supresión del destajo; para fijar
las bases de los contratos de trabajo se establecerían los comités paritarios,
etc.[13]
Con estas resoluciones socialistas se
completaron las regionalistas del mes anterior en varios aspectos: la idea de
los comités paritarios (de gran desarrollo en el futuro), el tema del cultivo
intensivo, y el protagonismo que se concedía a las Organizaciones Obreras.
El impacto que tales ataques a la
estructura latifundista produjo en los terratenientes caldeó aún más sus
ánimos, y entró en su recta final la preparación de las grandes medidas
represivas que enseguida iban a entrar en escena. De momento, la censura
prohibió la publicación de los acuerdos antes citados de la Asamblea Provincial
Obrera.
La excitación de la opinión campesina
sobre el problema de las grandes propiedades convirtió este tema conflictivo en
el foco de atracción de toda la política de oposición, sobre todo en Andalucía.
No sólo fueron los regionalistas, y luego los socialistas, los que casi
coincidieron en todos sus acuerdos acerca de la “liberación de la tierra”, sino
que también el Partido Republicano Autónomo de Córdoba capital, por estas
mismas fechas, hizo también suyas estas reivindicaciones, según los acuerdos
siguientes:
“1.- El carácter social de
la nuda propiedad de la tierra desprovista de mejoras, y el carácter
voluntariamente individual, colectivo, comunal, corporativo, etc. de la
posesión o uso del suelo en explotación.
“2.- Al Municipio corresponde la nuda
propiedad de la tierra desprovista de mejoras de su respectivo término
municipal.
“3.- Para subvenir las necesidades
públicas, se utilizará por unidad superficial de suelo un canon o impuesto, en
la forma, gradación y cuantía que la nación determine.
“4.- La explotación de las actuales
tierras públicas y de las que se expropien por utilidad social a este fin, será
encomendada a los Sindicatos Obreros”.[14]
En mayo de 1919 se podía asegurar que el
objetivo de asociar a todo el proletariado de la provincia de Córdoba estaba
conseguido. Los Centros Obreros de la Campiña agrupaban a la totalidad de los
trabajadores del campo y a casi todos los artesanos. Los Centros de la Sierra,
menos nutridos, albergaban sin embargo a la mayoría de los campesinos y de los
hombres de oficios. A menudo, las Sociedades congregaban el 30% de los
habitantes, es decir, casi toda la población masculina adulta.
La celebración del 1º de mayo revistió
una gran solemnidad en toda España. En Madrid abría la manifestación una
banderola con la inscripción “¡Viva Rusia!”. En Córdoba los trabajadores
redactaron un manifiesto “a sus compañeros del resto de España, del cual estos
eran algunos fragmentos:
“Córdoba, que no ha mucho se dirigiera a
la nación en memorable manifiesto en el que se demandara hombres nuevos que
instaurasen normas nuevas, habla otra vez, ahora por boca de las clases obreras
y, al dirigirse a los demás trabajadores de España, les dice que, convencidos
todos de que los gobiernos siguen entorpeciendo el progreso general, hemos de
ser nosotros, los productores, quienes nos dispongamos a conseguir la libertad
y a determinar las normas en que los hombres nuevos hayan de desenvolver sus
actividades en beneficio de todos, y cada uno de los elementos de la
colectividad humana reunida por toda clase de intereses en este nuestro
desventurado país.
“… nos arroja a la lucha la
violenta situación actual, los términos de extrema sojuzgación en que se nos ha
retenido, la contemplación de la riqueza fastuosísima, disparatada, cruel,
agresiva, que pasa por nuestra pobreza angustiosísima y de ella se nutre
infamemente.
“… La Federación de Sociedades Obreras
de Córdoba aspira, con todas sus consecuencias, a la abolición de la propiedad
privada de la tierra y a la entera socialización de los elementos de trabajo,
pensando en la intensísima transformación social que esta magna conquista
liberadora ha de producir.
“… Trabajadores de España: os invitamos
al acuerdo para realizar el logro de nuestros ideales de unión y triunfo de los
obreros, y en espera de vuestra respuesta, nosotros quedamos unidos y
dispuestos para la lucha.
“Las adhesiones a la Asamblea deben ser
dirigidas a la Federación Obrera, calle de Santa Marta, núm. 6. Centro Obrero.
Córdoba.
“Córdoba, 1º de mayo de 1919.[15]
“(Firman 33 Sociedades obreras de
Córdoba).”
La marea social, en mayo de 1919, lo
mismo en Córdoba que en el resto de Andalucía, estaba verdaderamente
encrespada, y el clima de agitación y miseria alcanzaba cotas desconocidas,
pero, en contra de lo que se ha escrito a menudo, la situación estaba aún muy
lejos de convertirse en revolucionaria o insurreccional. Por encima del hambre
y la miseria seguía predominando el sentido de fatalismo y resignación
tradicionales, que venían siendo notas consustanciales del carácter de los
hombres del campo. Un editorial de El
País (29-4-1919) reflexionaba al respecto: “Nuestro pueblo se muere de
hambre: los salarios no aumentan y las subsistencias no fueron nunca tan caras…
Cuando el obrero y el empleado reclaman una subida de sueldos proporcional al
encarecimiento de la vida, el Gobierno no encuentra otra solución que movilizar
las tropas y sacarlas a la calle”.[16]
En efecto, con fecha 17 de abril ya
había sido nombrado el general La Barrera, para llevar “el bienestar y la paz”
a los hogares cordobeses. Su entrada en acción sería inminente.
En los primeros días de mayo (del 3 al
6), los anarcosindicalistas se reorganizaron, al igual que los socialistas poco
antes, y celebraron el nuevo “Congreso de Castro del Río”, en el que fundaron
una “Federación Provincial de Córdoba y sus Contornos”, con la integración de
35 localidades. Se estableció el Comité Provincial en Baena, y tres Comités
Comarcales en Bujalance, Córdoba y Fernán Núñez. Además del objetivo de
coordinar una gran ofensiva proletaria, este Congreso se proponía fomentar el
espíritu de asociación para conseguir la completa emancipación de los
trabajadores mediante la recuperación de la tierra. Se convino en presentar las
bases de trabajo para el 20 de mayo y declarar la huelga general combinada el
día 25. Era la “tercera gran ofensiva” –en palabras de Díaz del Moral- durante
el llamado “trienio bolchevique”, debida ahora, sobre todo, al impulso
sindicalista, cuando ya los socialistas daban muestras de cierto cansancio, a
pesar de los esfuerzos organizativos de abril. Todos los participantes en el
Congreso de Castro del Río fueron pueblos de la Campiña, mientras que los dos
núcleos sindicalistas de la Sierra (Villanueva del Duque y Dos Torres) ni
siquiera se adhirieron a dicho Congreso.
Estas luchas sindicalistas de mayo de
1919 fueron las más duras de este período y provocaron, según Díaz del Moral,
la declaración del estado de guerra
en la provincia de Córdoba, con la consiguiente represión, que en esta ocasión
había de ser feroz.
Sin embargo, habría que revisar la
motivación auténtica del estado de guerra que, según se verá más adelante, se
produjo dos días antes de las elecciones, y
no fue más que un ardid de los caciques provinciales, a fin de hacer
imposible el triunfo de la oposición y poder continuar en posesión de las actas
que, en realidad, ya venían disfrutando casi de por vida, de elección en
elección.
A comienzos de mayo habían tenido lugar
varias huelgas aisladas en la Sierra, en las que se negociaba la cuantía de los
jornales de la próxima recolección. Holgaron los campesinos de Pedroche, El
Viso y Villanueva de Córdoba, y amenazaron con la huelga en Conquista. Además,
antes del Congreso de Castro del Río, se había desarrollado una dura huelga en
Fernán Núñez.
Cuando el 25 de mayo se lanzaron a la
huelga las organizaciones anarcosindicalistas de la provincia de Córdoba, sólo
23 localidades de las 35 representadas en Castro del Río fueron capaces de
cumplir el compromiso de huelga contraído. Fueron a la huelga: Fernán Núñez, La
Victoria, Baena, Montoro, La Rambla, Bujalance, La Carlota, Doña Mencía, Nueva
Carteya, Villa del Río, Montemayor, Adamuz, Castro del Río, Cañete, Lopera
(Jaén), El Carpio, Villafranca, Valenzuela, Fuente Tójar, Posadas, Córdoba
capital y las aldeas de Albendín y Zamiranos.[17]
Además, por solidaridad, los
sindicalistas arrastraron a la lucha a otras localidades, con lo que se llegó a
un total de 34 pueblos en huelga: Fuente Palmera, Guadalcázar, Iznájar,
Monturque, Cardeña, Pedro Abad, S. Sebastián de los Ballesteros, y las aldeas
de Peñalosa, Herrería, Ochavillo y Azuel.
La
represión del movimiento obrero
y
de la oposición política
En Córdoba capital se había presentado
oficio de huelga general para el día 23 de mayo, tomando como ocasión de mayor
fuerza la celebración de la feria de mayo, que comenzaba en esas fechas. Además
de los metalúrgicos, zapateros y albañiles, presentaron los campesinos sus
tarifas de jornales para la recolección: “abolición del trabajo a destajo y de
las máquinas segadoras; 17 pesetas para los segadores que trabajen en el ruedo
de Córdoba, y 11’50 y comidos para los que trabajen fuera del ruedo…”.[18] Pero el día citado
publicó un bando el gobernador civil, Jacinto Conesa García, en tonos terribles
y amenazadores (Véase El Defensor de
Córdoba de aquella fecha), ordenó la clausura de todas las Sociedades
Obreras de Córdoba, fuera sindicalistas o no, y puso en marcha una insólita
oleada de detenciones. La gran represión
de la primavera de 1919 en Córdoba había comenzado. ¿Quiere esto decir que
con anterioridad la carrera reivindicativa de los campesinos se había realizado
sin obstáculos? Obsérvese, al respecto, el siguiente romance, debido a la musa
popular, que fue publicado por la Revista
Andalucía (30-4-1919), bajo la firma de un tal Pedro Marín, con referencia
únicamente a los actos represivos anteriores al mes de mayo:
En Puente Genil
mataron
al primero. En Luque, a dos
En Palma del Río, a otra.
Y a un último en Peñaflor.
¿Eran cinco señoritos
mártires del orden? No.
Murieron por bolcheviques…
Eran cinco del montón.
Los que en Torrecampo huyeron
de la villa con pavor
a los tiros del contrario
¿Fueron señoritos? No.
Tenían un Centro Obrero,
pedían jornal mayor…
Les llamaban bolcheviques…
¡También eran del montón!
Los diputados a Cortes
que esta tierra proclamó
triunfantes por muchos votos
en la última elección.
¿Eran revolucionarios
terribles! ¡Ca! No, señor…
Barroso, Niceto y otros…
¡Los caciques! ¡La reacción!
Entonces, ¿a qué esa alarma
con que de “El Debate” a “El
Sol”
se anuncia en Andalucía
tremenda revolución?
Perfidia de las derechas,
de represiones en pos;
desplantes de un “acabismo”
tonto, con faz de feroz.
Lo que hay aquí es un rebaño
sumido en hondo sopor,
que a los punzazos del
hambre,
los párpados entreabrió,
y ha tenido apenas tiempo
de entrar en asociación
rudimentaria, buscando
una vida algo mejor,
y solamente por eso
los gritos llegan al sol,
de los amos que reclaman
orden, paz, resignación.
Pedro Marín
Genial inspiración, reflejo
de lo que pasa en este y en todos los tiempos. En definitiva, lo mismo la
Guardia Civil que los patronos habían tenido ya ocasión de batirse con grupos
de campesinos insolentes en diferentes pueblos de Córdoba. Los mismos patronos,
que en más de una ocasión ya habían apoyado con sus propias armas desde las
ventanas de sus casas las acciones de la Guardia Civil en las calles, abundaban
en la opinión de que sólo las balas podían acabar con el “mal social” de la
época, y no dudaban en hacer contundentes llamadas a la violencia, como la de
este terrateniente de Sevilla:
“… Para resolver el problema,
organícense los somatenes, auméntese la Guardia Civil bien retribuida,
agrúpense todos aquellos que creen en Dios y deseen el bien de su patria y la
honra de su familia; defiéndanse ‘a tiro limpio’ de estos atacados de
‘hidrofobia social”, que se llama sindicalismo. Basta de cobardías, y a
exterminarlos por el bien y la tranquilidad de todos”.[19]
Con semejante estado de ánimo de la
burguesía (mucho más extremista –por no decir fascista- sería en 1936) estalló
la represión de mayo en la provincia de Córdoba. Las detenciones masivas
comenzaron el 22 y 23 de mayo. En pocos días se llegó a la cifra de 2.000
detenidos en toda la provincia, fueran sindicalistas o no, a la vez que los
Centros Obreros, de cualquier tendencia, fueron clausurados, sobre todo a
partir del 29 de mayo, fecha de la declaración oficial del estado de guerra. En el escenario de aquella bravuconería
anticonstitucional, dos personajes: el gobernador civil Jacinto Conesa y el
general Manuel de La Barrera y Caro.
Desde el 25 de mayo la ola huelguística
se desarrolló pacíficamente –y así hubiera continuado-, hasta que el
gobernador, tomando como pretexto la colocación de un objeto en el ferrocarril
Córdoba-Málaga (el principal motivo era el control caciquil de las elecciones
del 1 de junio), decidió declarar el estado
de guerra en toda la provincia el día 29 de mayo, mientras que al día
siguiente, Alfonso XIII y Antonio Maura demudaban piadosamente sus rostros en
el acto de consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de Los
Ángeles, de Madrid, cifrando en “el más allá” las soluciones urgentes que
reclamaba la España del momento.
Toda la provincia de Córdoba, bajo la
dirección de La Barrera y del gobernador Conesa, fue invadida por el Ejército y
la Guardia Civil, con la orden de cerrar aquellos Centros Obreros que hubieran
declarado la huelga, y llevar a sus directivos a la cárcel. Pero la actuación
fue mucho más allá, porque la mayoría de los Centros, en huelga o no, fueron
clausurados y la totalidad de sus comités, detenidos.
No bastándole al gobernador civil los
2.000 guardias civiles de que disponía, y los tres regimientos de Infantería
que fueron enviados desde Madrid, trajo a Córdoba, por primera vez, a los
guardias de Seguridad. El vulgo, al verlos rondar por parejas, taciturnos, los
llamó “los serios”.[20]
En cuanto a la modalidad de la
represión, resultó abusiva y escandalosa, con prácticas insólitas hasta
entonces, como el castigo de destierro,
además de torturas. Los mayores excesos ocurrieron en Córdoba capital. Fueron
apresados todos los dirigentes de las Sociedades Obreras, y desterrados
posteriormente a pueblos de las provincias de Albacete y Jaén. Los deportados
cordobeses fueron, entre algunos más:
Juan
Palomino Olalla (Presidente de la Agrupación Socialista),
Pablo
Troyano (concejal),
Eugenio
García Niefla (director de la Revista
Andalucía),
José
Capote Serrano (socialista),
Francisco
Borrego Velasco (Vicepresidente de la Sociedad
de la Sociedad de Tipógrafos y de la
Agrup. Socialista),
Rafael
Soto Casado (Presidente de la Sociedad de Camareros),
José
Ruiz Abarca (Presidente del Sindicato de Oficios Varios),
Manuel
Moreno Roldán (sindicalista),
Francisco
Pérez Muñoz (sindicalista),
Manuel
Guerrero López (Presidente de la Sociedad
de Electricistas),
Mariano
Buendía Serrano (Contador de la Sociedad de Obreros
de “La Porcelana”),
Salvador
Montoro Ruiz (Presidente de la Sociedad de
Metalúrgicos), etc.
El escándalo fue descomunal
en Córdoba. Entre guardias civiles, con grilletes en los pies como auténticos
malhechores, fueron conducidos a pueblos de Jaén y Albacete, donde cumplieron
más de un mes de destierro.[21] El republicano Eloy
Vaquero, sobre el que pesaba orden de captura en cuanto acabara el día de las
elecciones (1 de junio), puesto que era candidato, logró burlar a los esbirros
de Jacinto Conesa y refugiarse en Madrid. No tuvo esa suerte el socialista Francisco
Azorín, también candidato, que fue sacado enfermo de su casa el 5 de junio, y
recorrió varias cárceles hasta ser enviado a su lugar de destierro, en Fuente
Albilla (Albacete). Los avatares de su detención los relató Indalecio Prieto en
su interpelación al Gobierno en las Cortes, con motivo de la discusión en torno
a las actas de Córdoba, en una de las sesiones del mes de julio (1919). La
larga intervención del socialista Prieto fue publicada íntegramente por la Revista Andalucía, y a ella pertenece este
fragmento:
“¿Es lícito, es legal lo que se ha
hecho con el candidato socialista compañero Francisco Azorín, a quien, enfermo
en cama, se le saca de madrugada de su casa y, aunque un médico certifica su
enfermedad, basta un certificado médico militar que dice que no está gravísimo,
para que se le espose y conduzca preso por la ciudad entre una patrulla de la
Guardia Civil, se le lleve a la Estación del ferrocarril, se le pongan grillos
en los pies, y en esta forma se le traslada a la cárcel de Albacete?”[22]
El Comité Nacional del PSOE,
a propósito de la represión en Andalucía, reclamó ante los organismos
competentes en contra del cierre de 94 Centros Obreros (43 en Córdoba), en
contra de la detención de 311 militantes socialistas (251 en Córdoba), y en contra
de la deportación de 67 de ellos (17 en Córdoba), entre los que figuraban
también intelectuales regionalistas.[23] En Puente Genil fue
detenido Gabriel Morón, lo condujeron a Córdoba, a la cárcel del Alcázar viejo,
fue procesado y condenado a 4 años, 4 meses y un día “por resistencia a la
fuerza armada”, condena de la que cumplió quince 15 meses.
La arbitrariedad en las detenciones,
como ya se ha dicho, afectó a los dirigentes obreros de todos los pueblos de
Córdoba, tanto sindicalistas como socialistas o republicanos. Por ejemplo:
Joaquín
Sánchez Aranda (Presidente de la Sociedad de
Agricultores de Villaviciosa),
Juan
A. Serrano Díaz (Presidente de la Sociedad Obrera de
Cañete de las Torres),
Rafael
Jurado Jiménez (Presidente de la Sociedad de Obreros
Agricultores de Espejo),
Juan
Lara Agudo (de Villa del Río),
Isidro
Revuelto Lara (Secretario del Centro Republicano
de Posadas),
José
Ojeda García (de la Fraternidad Obrera de Posadas),
José
Sánchez Gómez (Presidente del Centro Obrero de
Villanueva de Córdoba), etc.
La reacción burguesa no se
contentó con las detenciones masivas. Desgraciadamente, la represión del
general La Barrera ensangrentó bastantes puntos de la provincia. En algunos
lugares los choques de la Guardia Civil con los campesinos fueron
violentísimos. El mismo 29 de mayo ocurrió una auténtica masacre en San
Sebastián de los Ballesteros: 4 obreros
muertos por la fuerza pública, y 6 heridos, según los relatos de Eloy Vaquero.[24] En Villafranca cayó
abatida una infeliz mujer embarazada, cuando la multitud quería liberar a unos
obreros detenidos. Así expuso los hechos ante el Parlamento el socialista
Indalecio Prieto en la interpelación antes citada:
“En San Sebastián de los
Ballesteros, el día 29 de mayo, se nombró una Comisión obrera que había de
formar parte del Comité Paritario; estaban casi en la totalidad de las bases
convenidas ambas partes, y cuando surgió una discrepancia, cuando no se llegó a
un acuerdo, ¿sabéis quién era el árbitro? Un patrono del pueblo. Y estando
precisamente la solución definitiva del conflicto en manos de un representante
patronal, por el voto generoso de los obreros, a uno de esos hombres que quiere
representar el poder público en los bajos fondos del caciquismo pueblerino se
le ocurre ir al gobernador civil de Córdoba a decirle que no había arreglo y
que ello era producto de la intransigencia de los obreros (cuando los obreros
habían entregado plenamente su pleito a un patrono, para que lo resolviera como
árbitro), y las conferencias que se estaban celebrando para resolver la
cuestión de jornales y condiciones de trabajo se suspenden repentinamente, se
detiene a la Comisión obrera que formaba parte del Comité mismo, a aquella
Comisión obrera que había entregado el pleito al fallo arbitral de un patrono,
y como consecuencia de la excitación que producen las detenciones, que tienen
por objeto excitar las pasiones, paseando por los puntos céntricos de la
población a los presos en cuerda, siguen tras ellos unas mujeres llorosas y
unos hombres que gritan hasta la puerta de la cárcel, y sin intimidación
siquiera a la Guardia Civil, hieren y matan a varias personas que huían, como
lo prueba el haber sido todas heridas por la espalda.
En Villafranca de Córdoba ocurrió otro
suceso. Estaban las bases entre los obreros y patronos totalmente convenidas,
perfectamente pactadas, definitivamente acordadas, y a virtud de no sé qué
resorte… se procede también, sin nada que lo justifique, a nuevas detenciones,
se provoca la excitación de las masas y dispara la Guardia Civil y mata a una
mujer casada y embarazada.”
En Montilla, con ocasión de un tumulto
en la campaña electoral, 3 trabajadores fueron muertos y varios heridos, a la
vez que un teniente y un cabo de la Guardia Civil también recibieron varias
heridas.
En consecuencia, estos y otros hechos
sangrientos originados por fútiles motivos, con el único fin de aterrorizar a
las poblaciones, dieron el resultado apetecido: la decadencia y dispersión del
movimiento obrero de la provincia. Indalecio Prieto calificó la campaña del
general La Barrera como “El arrasamiento social de Córdoba”, y según él, “el
estado de guerra no ha obedecido a otro propósito que a destruir la
organización obrera”.[25] (Ese objetivo, pero
elevado a la enésima potencia, fue el del golpe militar de 1936).
Hasta finales de junio no se dio
libertad a los dirigentes obreros detenidos (en noviembre todavía había presos
en la capital más de 60 campesinos de toda la provincia), y el 14 de agosto se
permitió la reapertura de los Centros Obreros, pero sólo a efectos
administrativos, sin poder realizar actos políticos ni propaganda. Esto, unido
a las torturas que sufrieron los luchadores más destacados (Véase más adelante
el caso de Villanueva de Córdoba), motivó que muchos Centros se hundieran
definitivamente. Así ocurrió en varias de las débiles organizaciones de la
Sierra: Torrecampo, Pedroche, etc. En otros casos, agotado el entusiasmo en la
primera huelga, vivían lánguidamente, como Añora, Dos Torres, o ni siquiera se
inmutaron con las luchas del “trienio”, como ocurrió en las zonas de
Fuenteobejuna e Hinojosa del Duque. En cuanto a la Campiña, las consecuencias
fueron asimismo desastrosas, y los Centros Obreros, que habían logrado agrupar
a la totalidad de los censos laborales, vieron deshacerse en unos meses lo
conseguido durante años de penoso esfuerzo.
Las
elecciones del 1-6-1919:
Estado
de guerra y atropellos caciquiles
Ya se ha señalado que la motivación
última de la declaración del estado de
guerra el 29 de mayo, en vísperas de las elecciones, no fue otra cosa que
una habilidosa estratagema para asegurar el predominio caciquil en las urnas,
en unas fechas en que el grado de conciencia popular hacía peligrar el
“encasillado” entre los prebostes de la oligarquía provinciana. Sólo en la
circunscripción de Córdoba podía contabilizarse 20.000 asociados en los Centros
Obreros, lo cual ponía en verdadero aprieto a los que secularmente venían
amañando y falsificando urnas y actas electorales. Existió una segunda
motivación de la represión, que fue conjurar el peligro ante las inminentes
faenas de siega. La represión se desencadenó, pues, en el momento más “oportuno”,
a finales de mayo, respondiendo a esa repetida filosofía de la cosecha como
“servicio público”, que luego se esgrimió en la huelga de campesinos de 1934.
La misma “Información…” del I.R.S. citada, alude a la urgencia de solucionar
los conflictos de Córdoba antes de que comenzaran las labores de recolección.
Las elecciones las había decidido y
organizado el jefe de Gobierno Antonio Maura (a quien el rey le había encargado
un gobierno “de fuerza”, el 15 de abril), junto con el ministro de la
Gobernación, Antonio Goicoechea, que habían sustituido al Gobierno de
Romanones. Efectivamente, una de las primeras decisiones de la camarilla regia
fue el nombramiento del general La Barrera para reprimir con la fuerza el grito
de hambre de las masas andaluzas.
Mientras tanto, el clima de
participación electoral se había acrecentado enormemente en los pueblos. La
oposición republicano-socialista hizo firme propósito de que el Artículo 29 no
se aplicara en la provincia, y presentaron una “Candidatura Anticaciquil” por todos
los distritos, con los siguientes candidatos:
Francisco
Azorín y Antonio Jaén, por la Circunscripción,
Ramón
Rubio Vicente, por Cabra,
Manuel
Llaneza Zapico (socialista), por Hinojosa,
Francisco
Largo Caballero (socialista), por Lucena,
Manuel
Hilario Ayuso, por Montilla,
Eloy
Vaquero Cantillo, por Posadas,
Emilio
Vellando Vicent, por Priego.
Sin embargo, el día 1, con la provincia
en estado de guerra y los pueblos materialmente ocupados por el Ejército y la
Guardia Civil, se llegó a los mayores desafueros del caciquismo monárquico
hasta entonces conocidos. Los campesinos cordobeses, en un acto de despecho,
acudieron en mayor proporción que otras veces a las urnas, a pesar de las
persecuciones políticas desencadenadas. En la “Interpelación de Indalecio
Prieto” en las Cortes, citada, se expuso entre otros el caso de atropello
caciquil cometido en Cardeña: los asociados del Centro Obrero, al sentirse
perseguidos en la víspera de las elecciones, se ocultaron en el monte, y se
presentaron luego en el pueblo a la hora de votar, con tal acierto que no se
pudo ocultar el triunfo de las izquierdas. Entonces el alcalde, en venganza,
hizo detener a más de 30 campesinos y los tuvo encerrados en una cuadra, por el
hecho de haber burlado el alarmismo del estado de guerra y haberse presentado a
votar.
Eloy Vaquero (p. 372) expresó así los
sentimientos populares en aquellas fechas:
“… si las masas campesinas, que despreciaban
sin distinción todas las candidaturas, votaron aquella vez hermosamente, lo
hicieron por un arrebato momentáneo de venganza, por una especie de pueril
capricho de molestar a los esbirros que los maltrataban.
“El secreto fue que durante la
elaboración del programa, sobre todo en cuanto a lo agrario, se contó con la
colaboración de los organismos proletarios de Córdoba, Lucena, Pueblonuevo del
Terrible, Montilla, Puente Genil, Pozobanco, Villanueva de Córdoba, Montoro, El
Carpio, Pedro Abad, Villafranca, Bujalance, Palma del Río, Montalbán, Aguilar,
Espejo, Castro del Río, Guadalcázar, Villaviciosa, Villanueva del Rey,
Villanueva del Duque, Rute, Fernán Núñez, Encinas Reales, La Granjuela, etc.”
La campaña electoral fue una de las más
vergonzosas de la historia de Córdoba. El gobernador civil, Jacinto Conesa,
puso en marcha todo tipo de presiones a favor de los candidatos monárquicos,
dando carta blanca a la Guardia Civil y a los alcaldes de los pueblos, para que
se imposibilitara toda capacidad de movimiento a los candidatos y a los
electores republicanos y socialistas. A finales de mayo llovían literalmente
los telegramas de protesta en el Ministerio de la Gobernación, regentado
entonces por Antonio Goicoechea (que tanto conspiraría después para el golpe
militar de 1936). Así, el catedrático republicano de Córdoba, Antonio Jaén
Morente, candidato por la capital en unión del socialista Francisco Azorín, en
lucha con los monárquicos Enríquez Barrios, Florentino Sotomayor y Eugenio
Barroso, exigía justicia ante los oídos sordos de Goicoechea, con el siguiente
telegrama:
“Al Excmo. Sr. Ministro de la
Gobernación.
Comunico yo V.E. como candidato
republicano que cárcel Pozoblanco hay detenidos 23 obreros y señora del
Vicepresidente Agrario de Pedroche. En Dos Torres, sin motivo alguno, detienen
Presidente Centro Republicano Agrario, y dos republicanos respetabilísimos.
Todo ello obedece, al parecer, sólo a las pasiones de viejos caciques que
antaño tanto combatió V.E. Yo leí en sus libros y oí en sus conferencias, Sr.
Ministro de la Gobernación, el respeto a la libertad ciudadana, y tengo
seguridad de que si tiene libre el ánimo, remediará estas injusticias
verdaderas, perturbadoras de la vida andaluza. Como prueba, otro hecho
significativo es que patronos de Adamuz llevan seis días sin contestar demanda
obreros para arreglo de la jornada de siega, soliviantando ánimos dispuestos a
la paz. Le saludo. Antonio Jaén Morente.”[26]
También, con relación a la Campiña,
abundaban las protestas de todos los pueblos por las coacciones que los
alcaldes realizaban sobre los candidatos antimonárquicos. Así, Ramón Rubio
Vicente presentó denuncias contra el alcalde de Valenzuela. En Montilla ya se
ha hecho referencia al trágico hecho sangriento producido cuando el alcalde
ordenó arbitrariamente la detención del candidato republicano Manuel Hilario
Ayuso, cuando dirigía la palabra a una gran concurrencia en el transcurso de un
mitin. Estalló al momento el consiguiente alboroto, cuyo balance fue de varios
muertos y heridos por la Guardia Civil. Tal venalidad quedó impune, a pesar de
las denuncias presentadas por el Sr. Ayuso condenando la arbitrariedad
caciquil.
En Aguilar fue detenido el abogado y
periodista Mariano Granados por orden gubernativa, por el simple “delito” de
ser amigo del candidato Ayuso. Desde Priego manifestaba su indignación el
candidato republicano Emilio Vellando por la encarcelación de todos sus
interventores y apoderados, de modo que las aldeas y pueblos vecinos amenazaron
con una marcha para ir a rescatarlos.
Desde Hinojosa del Duque hacía idénticas
reclamaciones inútiles el candidato socialista Manuel Llaneza, telegrafiando al
Gobierno –pleno consentidor de tales tropelías- sobre el encarcelamiento de
todos sus interventores y apoderados.
En aquella farsa caciquil, de la que
eran sus protagonistas más visibles el gobernador civil Jacinto Conesa, el
general La Barrera, el ministro de la Gobernación Antonio Goicoechea, y toda la
oligarquía terrateniente, ninguna de aquellas protestas de la oposición recibió
la más mínima atención, ni siquiera los telegramas del propio Francisco Largo
Caballero, que escribía así desde la Campiña cordobesa:
“A Ministro Gobernación.
Desde Lucena, por fundado temor a que
no transmitan éste desde Benamejí, denuncio a V.E. que el alcalde de este
último pueblo, alardeando contar apoyo oficial, impone cabreros multas que
luego ofrece condonar a cambio de voto, y desahucia por propia autoridad
vecinos acogidos en locales de caridad, cuando no se prestan a sus deseos.
Reitérole denuncia y ruego ponga coto abusos alcaldes liberales. Francisco
Largo Caballero”.[27]
Al día siguiente, de nuevo
volvía a la carga Largo Caballero, protestando porque el alcalde de Lucena
encarcelaba a los electores socialistas. Así pues, de manera interminable iban
surgiendo las llamadas a la legalidad desde todos los distritos de la
provincia.
Sin embargo, el 1 de junio, a pesar de
las persecuciones y encarcelamientos, la masa popular mostró mayor presencia en
las urnas que en ocasiones anteriores (¡La abstención era todavía del 48 por
ciento!), y según algunos datos, la izquierda triunfó, aunque inútilmente, en
los distritos de Montilla, Lucena y en la Circunscripción. Triunfo real, pero
no oficial.
Los datos oficiales, por tanto, no
podían indicar la situación política real de la provincia, ya que estos datos
son todo un modelo de falsificación, “encasillamiento” o reajuste, que se hacía
en el Gobierno Civil, puesto al habla con las órdenes de Antonio Goicoechea
desde Madrid. ¿Cómo puede explicarse, si no, que nadie votara en Pedroche a los
republicano-socialistas, si ambos partidos estaban allí oficialmente
constituidos, así como una Sociedad Obrera que había planteado varias huelgas?
El amañamiento de las elecciones fue tal
que en Montilla, donde no se pudo ocultar el triunfo del candidato republicano
Manuel Hilario Ayuso, se anuló el acta. Y el mismo triunfo hubiera conseguido
la oposición en Córdoba y Lucena, si las actas hubieran reflejado el contenido
de las urnas. He aquí los vicios inveterados del ADN ibérico: caciquismo,
Inquisición, intolerancia, fanatismo… Pudo saberse, sin embargo, que en Córdoba
capital y en El Carpio, la coalición antimonárquica derrotó a dos de los tres
candidatos monárquicos. Según Eloy Vaquero, el Tribunal Supremo reconoció el
triunfo de la candidatura republicano-socialista en Lucena y Córdoba, pero,
increíblemente, no anuló las actas de los monárquicos.
Además, los tres candidatos monárquicos
de la Circunscripción fueron derrotados completamente en Pedro Abad, Bujalance
y Villanueva de Córdoba, al igual que en otros muchos pueblos en los que el
“pucherazo” impidió conocer la tendencia real de los electores. En Villanueva
de Córdoba la campaña electoral había sido muy activa, con la visita de Antonio
Jaén y de Francisco Azorín, que en diversos actos públicos por la comarca
fueron acompañados por el presidente de la Sociedad Obrera José Sánchez Gómez y
por Miguel Caballero Vacas, presidente de las Juventudes. Todo fue en balde.
“El caos y la confusión electoral, indicios de fraude –escribe Tuñón de Lara-
había sido tan grande que nunca se publicaron resultados oficiales avalados”.[28] Cuando en el mes de julio
se celebraron elecciones para diputados provinciales. La abstención fue
elevadísima. Pero en esta ocasión los caciques sintieron “reparos” de descaro
desmedido y asignaron algunos puestos a la oposición: Juan Morán (socialista),
Rafael Castejón (regionalista), Agustín Jiménez Castellanos (republicano) y
Eloy Vaquero (republicano-regionalista).
A primeros de julio, los campesinos
andaluces recibieron con alegría la noticia de un “gran peso” que les quitaban
de encima: la destitución del general La Barrera. “El virrey de Andalucía, destronado”,
titulaba El País. La Revista Andalucía escribía: “Bajo el
Gobierno colonial de Andalucía, término del virrey La Barrera”. La prensa
conservadora reseñaba lacónicamente el texto oficial de la Gaceta de Madrid: “A propuesta del ministro de la Gobernación, de
acuerdo con el Consejo de Ministros, vengo en disponer que el general de
división don Manuel de La Barrera y Caro cese en la Comisión que para las
provincias de Andalucía se le concedió por reales decretos de 17 de abril y 23
de mayo último. Dado en Palacio, a tres de julio de mil novecientos diez y
nueve…”.
El periódico El País se hizo eco de la crítica general:
“Censuramos el nombramiento,
alabamos la destitución. Ha sido cara e inútil la realeza en los campos y
poblados andaluces del general La Barrera.
El Gobierno, por ignorancia de la
cuestión, convirtió en policíaco un problema social y nombró virrey de
Andalucía al ex funcionario de La Habana. ¿Para qué? ¡Como no fuera para
aumentar el anarquismo, el bolcheviquismo y el separatismo!...
Con pingüe sueldo se dotó al visorrey
para que pudiera pagar soplos y confidencias y “untar como a brujas” a obreros
traidores. El resultado de tal derroche ha sido una ruina moral y material. Se
ha deportado a inocentes, se ha utilizado el estado de guerra para sucios
procederes electorales, se han confiscado fondos sociales de Asociaciones
Obreras, que no saben dónde han ido a parar esos fondos. ¿Los tiene el Gobierno
de Madrid? ¿Se conservan en la caja del virreinato? ¿Dónde están? Los
caballistas no llegaban a tanto…”.[29]
Sin embargo, la caída del
“virrey” no supuso la eliminación definitiva de los métodos violentos. Se fue
el maestro, pero arraigaron sus métodos. Poco después también fue cesado el
policíaco gobernador civil Jacinto Conesa, y fue sustituido por Julio Blasco
Perales, en el mes de agosto. Continuaron las persecuciones, y los Centros
obreros reducidos al silencio, con numerosos asociados en la cárcel. No
quedaron ahí las cosas, sino que se pusieron en práctica métodos de tortura,
que en fechas futuras harían fortuna, como ocurrió en Villanueva de Córdoba,
además de numerosos atropellos, por ejemplo en Doña Mencía. En el caso de
Villanueva de Córdoba, a comienzos de mayo de 1919 había llegado al pueblo un
nuevo teniente de la Guardia Civil, Manuel Rodríguez Ramírez, a quien el vulgo
llamaba “El de las gafas”. Se había aumentado considerablemente la dotación de
fuerza pública, incluso con presencia de soldados. Bajo su vigilancia se
realizaron aquel verano las faenas de la siega. En el mes de julio, como
continuaran presos todavía la mayoría de los detenidos en la represión, se
declaró una huelga ilegal exigiendo la liberación de los presos. Alguien pintó
unos letreros que decían: “¡Muera el de las gafas!”, por lo que el teniente mandó
llamar a José Sánchez Gómez (presidente de la Sociedad Obrera), a Francisco
Cabezas Ruiz “Curro de Nicolás” (vicepresidente), a Emilio Santofimia “El del
Lunar” (que en la guerra se pasaría al franquismo del vergajo), los cuales
fueron pelados a rape, llevándolos a la barbería de Juan Jódar (“Juanito
Borda”), siendo éste luego pelado por la Guardia Civil. Ya se anticipaban los
métodos de 1936). A continuación, la emprendieron a vergajazos con ellos, hasta
que rodaron por el suelo. He aquí el relato de estos hechos en el Congreso por
boca de Indalecio Prieto en su “Interpelación…” al Gobierno, citada, impugnando
las elecciones de Córdoba:
“A unos correligionarios de
Villanueva de Córdoba, donde no ha ocurrido absolutamente nada, donde el
Partido Socialista fue a las elecciones, los caciques, vencidos y burlados, les
prometieron vengarse. No se sabe por orden de quién, tres o cuatro muchachos
hicieron la chuscada el día 4 del actual, de fijar en las esquinas del pueblo
unos pasquines que decían: “¡Muera el de las gafas!” Fundándose en esto llaman
al Ayuntamiento al presidente y vicepresidente de la Sociedad, compañeros José
Sánchez Gómez, Francisco Cabezas y Emilio Santofimia, y allí, entre chacotas y
alusiones a la última fuga durante las elecciones, obligaron al barbero
(correligionario) a que los pelara al rape, y después, el propio teniente con
un vergajo empezó a pegarles, hasta que cayeron al suelo, magullados y con una
herida en la cabeza Sánchez Gómez.
No prosigo, señor Maura; llamo a uno de
esos destellos momentáneos en que en su señoría parece fulgurar la justicia”.[30]
A la Agrupación Socialista
de Villanueva de Córdoba no se le concedió tregua. Desde mayo a julio casi
todos los miembros destacados del Centro Obrero fueron a parar a la cárcel de
Pozoblanco. Otros muchos, sobre todo de las Juventudes Socialistas, realizaron
en aquel verano una curiosa fuga del pueblo (En realidad, estas huidas de los
pueblos se dieron también en otros lugares), que fue un pequeño precedente del
fenómeno de los huidos a partir de 1936. Estos jóvenes socialista de Villanueva
habían convocado una reunión clandestina en el lugar “Rodahuevos”, a unos 5
kms. de Villanueva. Por un delator –elemento habitual en estas fases
represivas- dio cuenta del hecho a la Guardia Civil, que de inmediato se hizo
presente. Entonces los convocados huyeron y se internaron en el monte (Loma del
Caballero, Boca del Valle, etc.), dirigidos por los hermanos Caballero Vacas,
Bartolomé, Julián y Miguel. Estos eran nietos de Bartolomé “Bigote”, un
bandolero de Villanueva de mediados del siglo XIX.[31] Aquellos campesinos de
las Juventudes Socialistas, una vez que pasó el furor represivo de la
oligarquía local, regresaron al pueblo, tras su azarosa fuga.
El 20 de agosto de 1919, todavía
permanecían presos 14 socialistas de la Agrupación de Villanueva de Córdoba,
para cuyo auxilio, José Sánchez Gómez organizó una representación teatral, a la
vez que se hizo un manifiesto contra los grandes terratenientes de la
población, que mantenían sin ocupación a más de 700 parados y boicoteaban el
trabajo a los afiliados socialistas, por el simple hecho de serlo.[32]
A pesar de todo, el prestigio de la Casa
del Pueblo de Villanueva de Córdoba continuó siendo notable, de manera que en
los tajos se obedecían las consignas de cualquier afiliado más que las de los
patronos y, sin recurrir a nuevas huelgas, se siguieron haciendo contratos
colectivos favorables a los obreros hasta bien entrado 1922. Sin embargo, esta
combatividad socialista de Villanueva fue una excepción en la Sierra (Los
Pedroches), donde el resto de las Sociedades apenas daban señales de vida ya a
finales de 1919.
En la Campiña cordobesa, el otro gran
foco de resistencia socialista, dentro de un clima general de desaliento, era
la ciudad de Montilla. Por el contrario, los anarcosindicalistas, más avezados
en las luchas obreras, resistieron con mayor vigor y pudieron reaccionar aún
con ímpetu extraordinario, preparándose valientemente para relanzar la lucha en
el otoño de 1919.
Otra
decadencia del obrerismo cordobés
Todavía en el mes de septiembre de 1919
se llevaron a cabo algunas huelgas en los sectores socialistas o neutrales,
como Montilla o La Rambla, pero las huelgas de campesinos acabaron con
transacciones ante los patronos. Y en el mes de diciembre declararon la huelga
los Centros socialistas de Aguilar y La Carlota, igualmente con resultados
mediocres.
Mayor combatividad, como se ha dicho,
mostraron los pueblos de predominio anarcosindicalista en la Campiña, que
declararon tenaces huelgas durante el otoño de 1919. En octubre holgaron los
campesinos de Espejo, Bujalance, Villa del Río, El Carpio y Pedro Abad, de gran
dureza y resistencia por parte de ambos extremos, campesinos y terratenientes.
En el mes de noviembre se incorporaron a la lucha los pueblos de Castro del
Río, Doña Mencía, Cañete de las Torres, Fernán Núñez, Nueva Carteya, Baena y su
pedanía de Albendín. Por fin, también en el otoño hubo huelgas en Córdoba
capital, Zuheros y en Lopera (Jaén). Este último pueblo siempre actuaba en
unión de las sociedades cordobesas.
Fue ésta la última ofensiva huelguística
de importancia contra la oligarquía agraria provincial, siempre con las cuatro
reivindicaciones fundamentales que el campesinado venía exigiendo de manera
secular: la elevación de los jornales ante el encarecimiento de las
subsistencias, impedir la contratación de obreros forasteros como boicoteo a
los del pueblo, abolición del destajo y jornada de ocho horas, y la lucha
contra el paro obrero. Con todo, la desesperanza y la frustración se apoderaban de nuevo de los
ambientes campesinos, después de esta reacción y represión burguesa de 1919. Ni
siquiera en el otoño, cuando las luchas obreras no hacían temer ya ningún
proceso revolucionario, no por ello se dio por vencida la reacción patronal y
los excesos de la fuerza pública, que dio origen a nuevos hechos sangrientos.
En noviembre fue herido en Nueva Carteya un obrero, cuando la Guardia Civil la
emprendió a tiros contra una taberna. Y en Aguilar cayeron dos muertos más y
varios heridos. Al mes siguiente, en Lopera, en el transcurso de una agitación
obrera, la Guardia Civil dio muerte a una niña y produjo numerosas heridas.[33]
En definitiva, mientras las huelgas de
1918, que en su mayoría habían sido generales y pacíficas, reportaron continuos
triunfos para las organizaciones obreras, en el transcurso de 1919 disminuyeron
las huelgas generales y aumentó la dureza de las mismas y su conflictividad, y
terminaron en transacciones con los patronos, cuando no en rotundos fracasos.
Las huelgas de marzo de 1919 acabaron en derrotas. Las de mayo y otoño trajeron
nuevas derrotas o transacciones para los campesinos. Más tarde, en 1920, las
pocas huelgas que se plantearon, supusieron ya claros triunfos para la
burguesía. Es decir, el campesinado actuó triunfante únicamente el tiempo que
los terratenientes necesitaron para organizarse.
La cruda realidad, al terminar 1919,
constataba un evidente proceso de decadencia el movimiento obrero de los campos
cordobeses, que con tanta pujanza se había iniciado en 1918. Díaz del Moral ha
visto como causas de esta decadencia las siguientes: a) Los lógicos efectos de
la represión de la burguesía, ayudada de la fuerza pública, de modo que, sin
ocurrir nada en muchos pueblos, éstos no tardaron en disolver sus
organizaciones amedrentados (Pedroche, La Carlota, etc.); b) El impacto de
numerosos hechos sangrientos (Cañete, S. Sebastián de los B., Villafranca,
etc.); c) El error de asociarse los campesinos con los artesanos, ya que éstos
no habían abandonado cierto sentido de superioridad, y pronto abandonaron las
Sociedades; d) Las disputas entre las dos tendencias fundamentales del
obrerismo: anarcosindicalistas y socialistas. Después, entre los socialistas y
los primeros comunistas; e) Con todo, la causa principal fue la incultura y la
inconsecuencia de las masas, incapaces del esfuerzo tenaz y persistente, que se
dispersan al primer choque represivo.[34]
Gran importancia debió de tener también
en la decadencia del movimiento obrero cordobés, así como en el resto del país,
la poderosa campaña que en su contra lanzó el clero católico, mediante la
creación de los llamados Sindicatos Católicos, cuya finalidad no era otra que
exterminar el socialismo, contando para ello con el poder y el dinero de los
grandes terratenientes, tenida en cuenta además la influencia local de los
curas rurales. Este tema de la “subordinación política del pequeño campesino”
lo ha estudiado detalladamente Juan José Castillo.[35] Según él, de 1919 a 1921
se desarrolló de manera fulgurante en Andalucía la Confederación
Católico-Agraria, llegando a contar en Córdoba con más de 11.000 afiliados. En
la asamblea de octubre de 1918 se había acordado por la Confederación Nacional
Católica Agraria (CNCA) lanzar una campaña desde mediados de enero de 1919,
haciendo un gran esfuerzo para la sindicación católica del campo, comenzando
por Almería, Málaga, Cádiz, Huelva…, y subiendo luego hacia el Norte, según la
estrategia establecida por el presidente de la CNCA, Antonio Monedero. Éste
esperaba el éxito de sus sindicatos con la ayuda de los terratenientes. En 1918
escribía: “Las provincias más delicadas y difíciles son Córdoba, Jaén y
Sevilla. En ellas como en las demás tenemos nota de terratenientes que han
venido a visitarnos ofreciendo fincas para arrendamientos colectivos, dinero, y
hasta su concurso personal… La nobleza y los terratenientes se van viniendo a
nosotros como moscas ofreciéndolo todo. ¡El miedo a los bolcheviques!”[36]
La noche del 15 de enero de 1919 salían
para Andalucía “Los Apóstoles del Bien” o propagandistas de la CNCA, que en la
Estación fueron despedidos por Monedero y por Herrera Oria, el ultracatólico
director de El Debate. Los enviados a
Córdoba fueron: Luis Díez del Corral, Luis Aguirre y Mariano Antolín. En los
días siguientes, El Debate se
felicitaba por el éxito de la campaña. En el mes de febrero ya se habían
fundado nada menos que 150 sindicatos en Andalucía, 20 de ellos en Córdoba.
¿Cuál era el secreto del triunfo? Un cebo infalible: la concesión de algunas
fincas para su explotación colectiva por parte de los campesinos, después que
habían sido cedidas por ciertos terratenientes a “Los Apóstoles del Bien”.
En Córdoba comenzaron el proselitismo
católico por la Sierra de Córdoba (Los Pedroches), la zona menos cultivada
proletariamente, es decir, la zona más “fácil” y menos anticlerical. El 22 de
marzo de 1919, tras la fundación del Sindicato Católico en Villanueva de Córdoba,
dirigido por el gran propietario Francisco Ayllón Herruzo, los “apóstoles”
siguieron camino hacia Pozoblanco. A finales de 1919 había cerca de 30
Sindicatos Católicos en la provincia de Córdoba, la mayoría en la Sierra, hemos
dicho.[37] Exactamente fueron 26,
según el recuento de J. J. Castillo (p. 218).
Por consiguiente, la gran ofensiva de la
Iglesia fue paralela al gran esfuerzo proletario que a lo largo de 1919
conmovió a toda Andalucía. Pero el auge de los Sindicatos Católicos se produjo,
precisamente, inmediatamente después, a medida que fueron sucumbiendo las
Sociedades obreras durante 1920 y 1921.
El año de 1919 se cerró con la polémica
en torno a la III Internacional. Desde el otoño el nuevo problema abrió una
auténtica crisis en el seno del Partido Socialista y planteó la división entre
“los terceristas” o partidarios de la III Internacional (creada en Moscú, del 2
al 6 de marzo de 1919) y los que preferían continuar en el seno de la II
Internacional. En el Partido Socialista y en las Juventudes surgieron enseguida
grupos de “terceristas” en bastantes localidades del país. En octubre apareció
en Madrid el semanario La Internacional, que
fue el órgano de prensa más importante de esta corriente, dirigido por Fabra
Rivas, Núñez de Arenas, García Quejido y
otros socialistas de vanguardia, como el Grupo de Estudiantes Socialistas de
Madrid, cuyo secretario sería José Antonio Balbontín. La cuestión planteada,
después de la creación de la III Internacional, no era otra que la necesidad de
configurar un partido obrero de nuevo tipo, más coherente, orgánica e
ideológicamente. En el otoño de 1919, se celebró en Puente Genil (Córdoba) el
Congreso de la Federación de Juventudes Socialistas de Andalucía, donde tenía
su sede habitual dicha Federación, bajo la dirección del prestigioso socialista
Gabriel Morón, que además dirigía su órgano de prensa Juventud Andaluza y era secretario de la Sociedad de Obreros
Agricultores y de la Casa del Pueblo. La mayoría de las secciones locales de la
Federación pertenecían a las provincias de Córdoba y Sevilla, siendo la más
numerosa la de Montilla, que seguía las ideas moderadas de sus líderes Vicente
Barrios y Francisco Zafra. Pero entre las secciones más sólidas y combativas se
destacaban Puente Genil, Écija, Osuna y Villanueva de Córdoba. En este Congreso
la postura en pro de la III Internacional era todavía minoritaria; sólo fue
defendida por una sección local de Córdoba (Villanueva de Córdoba) y otra de
Sevilla (Écija). El criterio favorable a la II lo impuso la potente
organización de Montilla y otras localidades, como Aguilar.[38]
En cuanto a Villanueva de Córdoba, en la
Casa del Pueblo se agravó la crisis entre “terceristas” y partidarios de la II
Internacional. Los primeros solían ser los jóvenes socialistas, que se habían
destacado en las numerosas huelgas del “trienio”, situados en la vanguardia de
las luchas obreras, en franca oposición con las órdenes de antihuelguismo y
moderación, que comenzaban a llegar de los dirigentes socialistas de la capital
o del otro gran foco socialista de Peñarroya. La cúspide socialista iniciaba un
toque de retirada en la lucha callejera, para refugiarse en las Casas del
Pueblo, en las que pronto se pusieron de modas las “Cooperativas de Consumo”,
de resultados negativos para el desarrollo del movimiento obrero.
El 9 de diciembre de 1919 se reunió en
Madrid el Congreso Extraordinario del Partido Socialista, para debatir la
cuestión de la III Internacional, con la representación de 42.000 afiliados, y
160.000 de la UGT. Se acordó continuar en la II Internacional hasta el próximo
congreso socialista y, si en él no se conseguía la unificación, adherirse
entonces a la III Internacional. El día 16 se congregó con el mismo fin la
Federación de Juventudes Socialistas, que se declaró abiertamente a favor de la
III Internacional. Y también por aquellos días (10 de diciembre), se celebró en
se Teatro de la Comedia de Madrid el Congreso de la CNT, en representación de
700.000 afiliados, donde también se decidió la adhesión, aunque de forma
provisional, a la Internacional comunista. En aquel gran Congreso de la CNT
estuvieron representadas 30 Sociedades anarcosindicalistas de la provincia de
Córdoba.[39]
Conclusiones
La gran actividad y contra-actividad
social de 1919 supuso el momento cumbre del obrerismo cordobés y del
republicanismo anterior a la II República y, a la vez, supuso el comienzo de la
crisis de los partidos dinásticos, reflejo de que había comenzado la crisis del
sistema. Crisis que, por un lado, afectaba a una estructura política
(caciquismo y sistema turnante de partidos monárquicos), y por otro lado, la
crisis provenía de una estructura económica conflictiva, que era el sistema de
propiedad de la tierra y la existencia de inmensos latifundios incultos. Dos
problemas estructurales, por tanto (latifundio y caciquismo), a los que había
que añadir el problema coyuntural del encarecimiento de las subsistencias,
hecho que actuó como catalizador de la protesta pública general, y sirvió como
caldo de cultivo apropiado para el activismo político y la agitación social.
Hay que señalar, en segundo lugar, que
la actividad obrera no se desarrolló de modo aislado, sino que corrió pareja
con actividad semejante en el sector de los grupos políticos de oposición en
Córdoba y provincia (republicanos y regionalistas, principalmente), cuyos
planteamientos se hallaban contagiados de obrerismo, sobre todo con relación al
problema de la tierra.
Conviene señalar que Córdoba se movilizó
más por el abaratamiento de las subsistencias y contra el caciquismo que por la
cuestión agraria (antilatifundismo), sin olvidar la sugestión por un hecho
simbólico: la revolución rusa. Con todo, la cuestión agraria fue el tema
central en el Congreso del Partido Republicano Autónomo, de Córdoban (enero de
1919), así como en la Asamblea Regionalista de Córdoba (23 de marzo) y en la
Asamblea Socialista (17 de abril).
En cuanto a la declaración del estado de guerra (29 de mayo) en
vísperas de las elecciones generales de junio, es evidente un oportunismo de
control electoral –caciquil, por tanto-, a fin de asegurarse el “encasillado”,
que podía peligrar en una provincia con gran movilización social. En segundo
lugar, la gran represión de 1919 respondía a un objetivo de conjurar las
huelgas previstas en las faenas de la siega de aquel año, bajo la mitificación
patronal sobre la recolección “como servicio público”, por lo que se
derrocharon medios desproporcionales y espurios, antes que hacer peligrar la
cosecha por justas exigencias de jornal.
Además, la declaración del estado de guerra sirvió de marco
inmejorable para desencadenar una represión indiscriminada e insólita, que se
lanzó contra las directivas de los Centros Obreros y activistas destacados, por
un lado, y por otro, contra los líderes republicanos de la capital.
La represión de la primavera de 1919 fue
la primera que de modo tan sistemático se lanzó contra el obrerismo cordobés y
contra el republicanismo, empleando a fondo el Ejército y la Guardia Civil, con
métodos de detenciones masivas, torturas y deportaciones, sólo comparables a la
represión de 1934 (tanto en junio como en octubre), y por supuesto como pálido
reflejo de la criminalidad fascista desatada a partir de 1936, elevada a la enésima
potencia.
El año de 1919 supuso, también por
primera vez, el máximo nivel de asociación obrera en la provincia de Córdoba,
alcanzándose cotas organizativas y de acción proletaria comparables únicamente
al período de la II República. Es decir, en el citado año, el movimiento obrero
provincial llegó a una mayoría de edad, cuya madurez tendría lugar en la etapa
republicana, y cuya infancia puede situarse en las primeras luchas a partir de
1903.
Finalmente, también marca 1919 el
comienzo de la decadencia del obrerismo, provocada por la reacción patronal y
por la represión armada. Las huelgas de 1918 fueron más pacíficas y más
favorables a las reivindicaciones obreras, mientras que las de 1919 revistieron
mayor conflictividad y terminaron en transacciones o fracaso, simplemente
porque en la patronal se había perdido ya el factor sorpresa y se habían
preparado para la reacción. El éxito del obrerismo sólo es posible cuando la
patronal se halla desprevenida. Aquella generación obrera y republicana del 1º tercio
del siglo XX, de la mayor cualificación social, política y humana que nunca se
haya dado en España, caminaba ignorante hacia el gran matadero de los fascismos
de los años treinta.
[1] Eloy Vaquero, Del
drama de Andalucía, Córdoba, Librería Juan Font, 1923
[2] Revista
Andalucía, Córdoba, 22 de febrero de
1919.
[3] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 332, nota 56.
[4] Revista
Andalucía, Córdoba, 15 y 29 de marzo
de 1919.
[5] Revista
Andalucía, 22 de marzo de 1919.
Cuando estalló la barbarie fascista de 1936, este Juan Luque, icono del
obrerismo local, cayó abatido con otros seis en un fusilamiento público en la
plaza, el 31 de julio de 1936. “¡Tanta lucha para esto!” es el lamento del
obrerismo universal.
[6] Eloy Vaquero, ob. cit., pp. 342-343.
[7] Revista
Andalucía, Córdoba, 29 de marzo de
1919.
[8] Estas propuestas de Blas Infante y Pascual Carrión
pueden verse en el periódico El Sol,
de mayo a octubre de 1919.
[9] Revista
Andalucía, 29 de marzo de 1919.
[10] Palacios Bañuelos, Círculos
de obreros y Sindicatos Agrarios en Córdoba (1877-1923), Instituto de
Historia de Andalucía, Córdoba, 1980, p. 119.
[11] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 301.
[12] Antonio María Calero, Movimientos sociales en Andalucía (1820-1936), Siglo XXI, Madrid,
1976, p. 117.
[13] Eloy Vaquero, ob. cit., pp. 345-346.
[14] Eloy Vaquero, ob. cit., p. 347.
[15] Revista
Andalucía, Córdoba, 7 de mayo de
1919.
[16] Citado por Tuñón de Lara, La España del siglo XX, I, Barcelona, 1978, p. 100.
[17] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 325, nota 48.
[18] Eloy Vaquero, ob. cit., p. 359.
[19] La Liga
Agraria, Sevilla, 26 de abril de
1919, artículo de M. Aguilera, ex comisario regio de Fomento, citado por
Antonio Mª Calero, ob. cit., p. 61.
[20] Eloy Vaquero, ob. cit., p. 360.
[21] Eloy Vaquero, ob. cit., pp. 360-361. Y en la Revista Andalucía, 16-julio-1919, con un
reportaje a toda página con las fotos de los desterrados, y en el centro la
foto de Antonio Jaén Morente, que actuó como defensor de los represaliados.
[22] Revista
Andalucía, Córdoba, 16 de julio de
1919, citando el Diario de Sesiones de las Cortes y la Interpelación de
Indalecio Prieto.
[23] Antonio Mª Calero, ob. cit., p. 65.
[24] Eloy Vaquero, ob. cit., pp. 358-362. Y Díaz del Moral,
ob. cit., p. 339.
[25] Indalecio Prieto, “Interpelación al Congreso”, Revista Andalucía, 16 julio 1919.
[26] Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección de
Gobernación, telegrama oficial núm. 2002 de Córdoba, de 27 de mayo de 1919.
[27] Ibidem, telegrama oficial núm. 2089, desde Lucena, 28
marzo 1919.
[28] M. Tuñón de Lara, El
movimiento obrero en la historia de España, II, Barcelona, 1977, p. 247.
[29] Revista
Andalucía, Córdoba, 9 julio 1919,
citando un texto de El País.
[30] Revista
Andalucía, 16 julio 1919, citando el
“Diario de Sesiones de las Cortes”.
[31] Bartolomé Caballero “Bigote” (el abuelo de los
Caballero Vacas) se hizo bandolero a
raíz de un suceso que protagonizó durante la Guerra Carlista. Estando luchando en Extremadura a
favor de los liberales, observó que un cura maltrataba a un soldado y mató al
cura de un tiro. Los liberales lo condenaron a muerte. Los carlistas tomaron
luego la cárcel, él se fingió carlista y pudo huir. Entonces se integró en una
partida de bandoleros llamados “Los Chomos”, que actuaban en la Sierra de
Fuencaliente (Sierra Morena). Estos secuestraron al rico propietario liberal
Juan de Mata Moreno Sánchez, de Villanueva de
Córdoba, de cuya custodia en una cueva se encargó Bartolomé “Bigote”.
Pero éste liberó a Juan de Mata y desertó de la partida, convirtiéndose en un
bandolero solitario. La autoridad publicó un bando por todos los pueblos de la
comarca, poniendo precio a su cabeza. En una ocasión fue herido y, sin ser
identificado, lo curaron en Pozoblanco. Pero lo reconoció Juan de Mata Moreno,
largo tiempo alcalde liberal de Villanueva de Córdoba en el siglo XIX, el cual,
no obstante, en agradecimiento a su antigua liberación, salvó a Bartolomé
“Bigote”, llevándolo a trabajar con él de incógnito en una huerta de Villanueva
de Córdoba donde, con nombre supuesto, rehízo su vida, trabajando de hortelano
y zapatero (Testimonio de su nieto Miguel Caballero Vacas, en Madrid,
septiembre de 1979).
[32] Revista
Andalucía, Córdoba, 20 agosto 1919.
[33] Díaz del Moral, ob. cit., p. 339.
[34] Díaz del Moral, ob. cit., pp. 358-360.
[35] Juan José Castillo, Propietarios muy pobres. Sobre la subordinación política del pequeño
campesino en España (La Conferencia Nacional Católica Agraria, 1917-1942),
Servicio de Publicaciones del Ministerio de Agricultura, Madrid, 1979, p. 202 y
ss.
[36] Juan José Castillo, ob. cit., pp. 206-207.
[37] Palacios Bañuelos, L., ob. cit., p. 145 y ss.
[38] Testimonio de un protagonista de los hechos, Miguel
Caballero Vacas, de Villanueva de Córdoba, entrevistado en Madrid, en
septiembre de 1979.
[39] Véase mi trabajo de 1984, Movimiento obrero, caciquismo y represión en Córdoba durante 1919, Revista
Axerquia, Diputación de Córdoba, núm.
12, diciembre de 1984.