21/8/18

EL MADRID DE LA TRANSICIÓN QUE YO VIVI


LA TRANSICIÓN QUE YO VIVÍ
EN EL MADRID DE LOS CAMBIOS CULTURALES, SOCIALES Y POLÍTICOS

El recuerdo de un quinquenio efervescente (1976-1980) que cambió la mente de los jóvenes de mi generación


                                           Por Francisco Moreno Gómez


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Nos situamos en 1976, para un ejercicio de recuerdo personal, un testimonio sobre unos hechos y un ambiente históricamente vividos, centrado casi todo en Madrid. Al hablar de Transición me refiero siempre a la encrucijada histórica de ebullición cultural, social y compromiso civil, más que a las maniobras y “pactos” opacos de los políticos). La Transición, en realidad, se vivió en las grandes capitales (los pueblos vivían y viven en su tradicional apatía, salvo excepciones).

      Primero, conviene un poco de composición de lugar, tiempo y fenómenos. Era el quinquenio 1976-1980, con su eclosión insólita cultural, cambios de todo tipo y una oleada progresista de amplia base social. Muchos asisten a encrucijadas históricas, pero les resbala todo lo que están viendo y no se dejan influir. Es esa parte de la sociedad que “no sabe o no contesta”.

      Aquellas vivencias históricas claves marcaron para mí, sin duda, la forja de un pensamiento nuevo, personalmente elaborado, progresista, en medio de aquella mi generación romántica. Un pensamiento de amplio espectro, sin vetos y sin fronteras, lejos de la intolerancia, del sectarismo, de la miopía intelectual, y lejos de las cabezas cuadriculadas,  pétreas y ultramontanas. A menudo, lo correcto es lo que no insulta al sentido común. 

      Sin darnos cuenta, y sin apenas ideas políticas entonces, salíamos de la dictadura ingenuamente y por sorpresa. Y como Saulo de Tarso nos caímos del caballo y decidimos sacralizar todo lo nuevo. Terminaba la Inquisición y florecían valores universales: la apertura, la solidaridad, la comprensión, la clemencia, la solidaridad humana (“Humani nihil a me alienum puto”, Terencio. “Nada de lo humano lo considero ajeno a mí”), lo cultural soterrado, el teatro silenciado, la poesía marginada, los nuevos autores que desconocíamos, la canción protesta y tantas cosas… Resulta sorprendente cómo un quinquenio histórico puede abrir tanto las mentes, hasta la consecución de un pensamiento plural y crítico, no convencional…

      Era evidente que la nueva España progresista y democrática alumbraba ya. En el mundo religioso se estaba digiriendo el impacto colosal renovador del Concilio Vaticano II. En el nuevo pensamiento estaban influyendo las nuevas publicaciones, los semanarios y, por supuesto, la canción protesta (los cantautores, el folk español y los grandes poetas marginados por la dictadura: Alberti, Lorca, Machado, Blas de Otero, León Felipe, etc.).

      En realidad, la Transición no fue sólo el segundo quinquenio de los 70’s, sino que venía gestándose de atrás, desde los innovadores años 60’s: el impacto del turismo, el mayo del 68, incluso el movimiento hippie, la canción pop de los 60’s, las importantes luchas obreras antifranquistas del cinturón rojo de las grandes ciudades o de los jornaleros andaluces, incluidos los atrevidos “curas comunistas”, honra de la democracia española; y por supuesto, se gestaba la innovación desde las posiciones avanzadas de los intelectuales y gente de letras… Todo un magma en ebullición claramente contrario a la dictadura.

Foto.- Aquellas fiestas del PCE en torno a 1980, multitudinarias, de un millón de personas en la Casa de Campo... aquello no volverá. El autor, en la fiesta de 1977, el 16 de octubre. Irrepetible.


      No vino la democracia por la varita mágica del monarca ni de su élite circundante (Los Torcuatos, los Suárez, etc., que sólo se pusieron a encauzar el río que venía sociedad abajo, a borbotones). Se notaba que la gente, muchísima gente, tenía ideas, tenía inquietudes y las cabezas se amueblaban aquellos años con gran rigor. En cualquier joven barbudo te topabas con un sabio, y de cualquier patada a un adoquín salía un Sócrates o un Espartaco.

      Y se notaba que la sociedad tenía pulso, se percibía el latir de la gente con espíritu crítico. Al contrario que hoy, bajo el imperio absoluto de la bobada, la superficialidad y la abulia general. La sociedad insulsa de hoy, manipulada, atontada… Casi no puedes hablar con nadie que no sea facha. Un panorama átono y borreguil. No se comprende cómo aquella quijotesca democracia movilizada ha podido desembocar en esto, en tanta bobada y tontería.

      Murió el dictador en 1975, y lo más interesante de aquello fue que en los colegios nos dieron una semana de vacaciones. Nos vinimos a nuestra casa de Villanueva de Córdoba. Supimos que en Villanueva se había oficiado un funeral al que no faltaron ni los gatos. Cuántos franquistas entonces… Las dictaduras originan adhesiones inquebrantables y multitudinarias, como en la Roma de Calígula. 

      Yo había empezado mi docencia en el colegio privado concertado “Santa Mª de los Pinos”, en Vallecas, desde octubre de 1974, recién salido entonces de la Mili… En la semana santa de 1975 fuimos todos los profes de este colegio a una excursión a París, inolvidable. Pero la tarea académica entonces era preparar, a toda pastilla, las oposiciones de Instituto. Y así acabó aquel año fúnebre, mientras sonaba Entre dos aguas, de Paco de Lucía, o El ramito de violetas, de Cecilia. Gobernaba Arias Navarro y estrenó discurso de navidad el rey Juan Carlos.

      Lo interesante empezó a venir en 1976, viviendo en Madrid (Getafe) y ejerciendo de profe en Vallecas. Quizá lo primero positivo fue ponerse a leer publicaciones que abrían brecha. Aquel año me compraba todas las semanas Cambio16, una revista puntera entonces de pensamiento y de política, fundada en 1971. Sin embargo, apenas presté atención a Cuadernos para el Diálogo, quizá por falta de tiempo, a pesar de que se comentaba mucho entre la gente progre. Ésta se fundó en 1963, hasta 1978. Leía a veces la revista Posible, novedosa y atrevida, en la que una vez (no recuerdo la fecha exacta) me sorprendió este titular: “Arias Navarro, el carnicero de Málaga”, porque fue fiscal de la represión franquista en Málaga. Lo que leí me dejó atónito.

     El tema de la historia de la guerra civil y del franquismo comenzaba a rondar en mi cabeza. No sabíamos nada de nada, y nos llegaba a cuentagotas la tragedia de los vencidos. Más tarde vino a rematar la cuestión una obra que se empezó a vender por fascículos semanales en 1978, Historia del franquismo, de Daniel Sueiro y Bernardo Díaz Nosty, de gran calidad e interesantísima, obra que conservo. Era uno de los temas ignorados que empezaba a iluminar nuestra mente, aún cubierta por la mucha corcha de la vida cateta y cucurbitácea.

      Otra novedad entonces era, lógicamente, el erotismo y el célebre destape. Para empezar, Camilo J. Cela empezó a publicar en fascículos semanales la Enciclopedia del erotismo (mayo, 1976), que yo compraba puntualmente y conservo los tomos encuadernados. Las entradas verbales se definían y luego se ilustraban con citas literarias muy curiosas y divertidas.

Esta fue la manifestación del 1º de mayo de 1979, que yo fotografié. Tierno Galván acababa de ser elegido alcalde (Ramón Tamames, Alonso Puerta...). Era el Madrid de las manifestaciones. La calle empujaba a la democracia. Utopías, inquietudes, compromisos.

El día 4 de mayo de 1976 –lo recuerdo perfectamente- salió el primer número del periódico El País, que compré en un kiosco de Atocha, y que conservo. En la portada se mostraba como editorial el célebre artículo de Mariano J. de Larra “En este país”. Se pretendía dejar atrás aquella prensa cavernícola como Arriba, Ya, El Alcázar… infumables. El País empezó muy interesante, pero con el tiempo se ha convertido en otra caverna, nido de intrigas y conspiraciones. Las cosas nacen, envejecen, se pudren y mueren.

      Para rematar el año de renovación periodística, el 18 de octubre de aquel mismo año salió el primer número de Diario16, también un periódico muy interesante, hasta que murió por las intrigas de Pedro J. Ramírez. Lo compré, por supuesto, y lo conservo. En la portada del primer número traía la foto de Mariana Pineda, de Lorca, en imagen de una actriz que interpretaba el capítulo del mismo nombre, de la serie de Antonio Gala, Paisaje con figuras, que entonces se estaba poniendo en TVE, dirigida por Mario Camus, buenísima serie. Yo no me perdía aquella maravilla de serie cada semana. Valoraba el magnífico lenguaje de Antonio Gala, de estilo literario perfecto y de gran conocimiento de la historia. Se empezó a emitir en febrero de 1976: Francisco de Pizarro, Quevedo, Juan S. Elcano… Pero en el mes de marzo ya hubo un tropiezo. La serie fue suspendida por la censura de Arias Navarro, porque había salido un “padrenuestro” rezado en euskera. Entonces Antonio Gala publicó un artículo durísimo en Blanco y Negro, por lo que el escritor fue procesado.

      El 2 de julio de 1976, Arias Navarro fue obligado a dimitir, y subió al poder Adolfo Suárez. Recuerdo que fue el día en que estábamos preparando en Getafe el equipaje para venirnos a Villanueva de vacaciones. Fui antes al kiosco y me encontré la noticia. Bien, pues tras el verano se iba a reanudar la serie de Antonio Gala, con la figura de la célebre Mariana Pineda, y otra vez la sorpresa, aun con UCD, y fue que el capítulo resultó censurado. Por eso salió en el primer número de Diario16, en octubre. Por fin la serie Paisaje con figuras se reanudó el uno de noviembre, con El doncel de Sigüenza, luego Fray Luis de León… y por fin Mariana Pineda, el 13 de diciembre. Todos estos avatares los vivíamos, recuerdo, cada vez con más conciencia de los vicios cavernícolas de la historia de  España. Todavía nos quedan más cosas de aquel año primero de la Transición, 1976, como las novedades teatrales, que veremos.
                                                   


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Desde 1976 empecé a asistir en Madrid a los grandes estrenos teatrales insólitos y sorprendentes, así como a estrenos de películas comprometidas, lejos de la tontería tópica patatera. Recuerdo el estreno de El Adefesio, de Rafael Alberti, en el Teatro Reina Victoria (Carrera de S. Jerónimo), a finales de septiembre de 1976. Eran obras atrasadas para nuestra cultura, porque la dictadura se metió por medio, como un elefante en una cacharrería. Es un recuerdo imborrable aquel estreno. 

      Para el evento vino de París María Casares, hija del ex presidente Casares Quiroga, la cual hacía el papel de “Gorgo”, una tía sargentuda. La oprimida era una jovencita, Victoria Vera, que salía en cueros. Era la irrupción del destape. Lo importante fue el final: toda la gente en pie, aplaudiendo a rabiar y gritando: “Alberti, ven. España te espera”, porque el autor se hallaba todavía en el exilio. España siempre tiene gente fuera, que no puede regresar. Aquellas cosas me hacían pensar muchísimo y me llenaban de solidaridad con los exiliados, verdaderos españoles de primera fila.

      Por otra parte, se empezaron a poner en cartel las grandes obras de García Lorca: Yerma, Bodas de sangre, Doña Rosita la soltera, La casa de Bernarda Alba… Esta última, aunque se estrenó en 1976 en Valladolid, no recuerdo bien cuándo se puso en Madrid, pero recuerdo que el papel de Bernarda lo hacía un hombre: Ismael Merlo. Otra tía tiberia y sargentona, causante de la desgracia. En 1978, mi 1º año en el Instituto, recuerdo que llevé a mis alumnos de COU a otro estreno, en el María Guerrero, Noche de guerra en el Museo del Prado, de Alberti. Los alumnos quedaron encantados, y al menos dos veces en el curso los llevaba a los grandes teatros de Madrid, a obras importantísimas de nuestra cultura. Una vez, años después, los llevé a una gran obra, El mercader de Venecia, de Shakespeare. Impresionante el durísimo retrato que el autor hace de la avaricia y crueldad de los mercaderes judíos.

      Por último, otro de los buenos recuerdos con los alumnos fue llevarlos al Teatro Monumental (Calle Atocha), a una obra cumbre de Valle-Inclán, Divinas palabras (de técnica esperpéntica), de los años veinte. Sería entre 1978-1979, porque la obra estuvo mucho tiempo en cartel, estrenada en enero de 1977. La protagonista era la gran Nuria Espert (Mari Gaila) y su marido “cornudo” Pedro el Sacristán (Francisco Rabal).

      La obra es una desmitificación del tema del honor calderoniano y moruno, que se sustituye por el perdón cristiano: Mari Gaila fue sorprendida en fornicio en el trigal con su amante Séptimo Miau, y la condujeron desnuda, tal cual, a la plaza, a presencia de su marido burlado, y Pedro sale a la puerta de la iglesia y pronuncia las “divinas palabras”: Qui sine peccato est vestrum, primus in illam lapidem mittat (“Quien de vosotros esté sin pecado, arroje el primero la piedra contra ella”, literalmente).

      Aquellos años fuimos también a obras de Buero Vallejo (La doble historia del Dr. Valmy, sobre la tortura franquista) y a otras obras importantes, porque la cartelera madrileña estaba a reventar. Hoy sólo aparecen tonterías: El rey León, o alguna chorradita de W. Disney. Sin darnos cuenta, nos preside la estatua de la Superficialidad y el Borrego de Oro. La cartelera de Madrid es el exponente indudable de la “temperatura cultural” de España. Ahora tiritamos bajo cero.

      Por otra parte, el nuevo cine fue también de lo que más iluminó nuestras mentes en aquellos años de ebullición cultural. El primer impacto nos lo llevamos en noviembre de 1976 con el estreno en Madrid de Canciones para después de una guerra, una película-documental magnífica, rodada clandestinamente en 1971 por Basilio Martín Patino. Son imágenes de época (la miseria de la posguerra, las colas del hambre, el nacional-catolicismo, el Auxilio Social, etc.), con un narrador de fondo, y una banda sonora genial, con las canciones célebres de los años cuarenta (“¡Ya hemos pasao!”, “La bien pagá”, “Que se mueran los feos”, “La gallina Papanata”, “Total para qué”, “Viajera”, “Querer y vivir”, “Angelitos negros”, “Manolete”, “Larenle”, de Lola Flores; “A lo loco”, “Limosna de amor”, “Se va el caimán”, etc.). La película es un conjunto documental-musical no repetido en España. Aquella película me encantó, me dio muchísimo qué pensar. Por supuesto compré la banda sonora, como una joya, que conservo.

      En octubre de 1976 se había estrenado, en Madrid por supuesto, Las largas vacaciones del 36, de Jaime Camino. Es la historia complicada de unos muchachos a los que la guerra cogió en un pueblecito cerca de Barcelona. Lo más comentado fue la censura, que se encargó de cortar el final de la película, porque salía la bandera republicana (Y eran ya tiempos de A. Suárez). Era, como siempre, la España con caspa y corcha, que se resistía a desaparecer.

      Nuestra derecha ha sido siempre autoritaria, represiva, inmovilista, clerical y xenófoba (recuérdese: expulsiones de moros, judíos, moriscos, luteranos, liberales, afrancesados, comunistas, republicanos, independentistas…). Nuestra derecha, además, no ha tenido nunca tradición democrática (pasó del caciquismo de los siglos XIX-XX, a la conspiración golpista contra la II República, y hoy vive en el criptofranquismo).  Y, además, centralista y contraria a la diversidad regional de España. No hemos tenido nunca una derecha avanzada, al contrario que la francesa, por ejemplo.

      Entre 1977 y 1978 (no recuerdo bien) se estrenó otra película importante sobre la guerra, Por qué perdimos la guerra, de Diego Abad de Santillán, desde óptica anarquista, pero a mí me pareció una gran novedad; tanto, que me llevé el magnetófono al cine y grabé la narración, que todavía conservo. El tema de la guerra me despertaba cada vez mayor curiosidad.

      Por otra parte, el mayor impacto en imágenes lo recibimos con la llegada y proyección en España de las tres partes del triple documental de Patricio Guzmán, La batalla de Chile, sobre el horror de Pinochet en Chile en 1973: I. La insurrección de la burguesía (1975); II. El golpe (1976); III. El poder popular (1979). Lo primero que vimos fue la II Parte, El golpe, impresionante, donde se ve morir al propio reportero que está filmando; las torturas del campo de fútbol; la muerte del cantautor Víctor Jara, etc. Los horrores de Chile, instigados por Nixon y la CIA, nos dejaban con la boca abierta. En las manifestaciones se daban “Vivas” a Salvador Allende, el presidente demócrata asesinado. En mi estudio tenía un poster de Salvador Allende, aquel hombre noble y valiente. Un político como un castillo, para que aprendan nuestros políticos de “democracia y olla”.

Concierto de Quilapayún en el Palacio de los Deportes de Madrid, el 23-9-78, con algunas compañeras del Colegio, Esperanza y Esther. En la fila inferior, Luna y Samuel. El fotógrafo era yo. Educación de los hijos a otro nivel, no en el opio del fútbol.

      Lo cierto era que las manifestaciones –algo que apenas se da en los pueblos- son una pedagogía, y en aquellos años fuimos “educados” en la solidaridad con los pueblos oprimidos, y en la condena de las dictaduras del Cono Sur americano (sin olvidar la franquista).

      Además, los conciertos de la canción-protesta y de los grupos comprometidos alentaban nuestra solidaridad, la cual crece a la sombra de los grandes ideales: Jarcha, Agua Viva, Vino Tinto, Paco Ibáñez, Rosa León, Raimon, Pablo Guerrero, Luis Pastor… y otros muchos. Los altos ideales son lo contrario que provoca la sociedad de consumo: egoísmo, individualismo y materialismo. 

      La sociedad de consumo, eso que llaman “estado del bienestar”, que es siempre “estado de malestar”, no conlleva nunca ni idealismo, ni quijotismo, ni romanticismo, ni utopía… sino lo dicho: egoísmo, individualismo y materialismo. Es decir, un patatero sanchopancismo. Por ejemplo, hoy, los programas más intelectuales que ofrecen las cadenas de TV son programas de cocina. Todo destinado a la barriga, nada al cerebro.

      A poco del golpe militar de Pinochet, de 1973 (más de 30.000 asesinados), nos sorprendió, en marzo de 1976, la noticia de la nueva dictadura militar del general Videla en Argentina, cuyos horrores también denunciaban muchas pancartas (40.000 asesinados). Aprendimos a estar pendientes del mundo, no de nuestro ombligo. Esa es la pedagogía de la movilización cívica, como lo expresa V. Aleixandre en su poema “En la plaza”.

      Otro punto de atención entonces para nosotros era Nicaragua, con la cruenta lucha de los Sandinistas para derrocar al dictador Somoza. La victoria popular ocurrió en 1979, llegando Daniel Ortega al poder en el verano de 1979. Y lo que son las cosas: hoy (2018), Daniel Ortega se ha convertido en un represor macabro, con más de 400 muertos en la represión bárbara de las manifestaciones en su contra. Liberadores ayer, hoy represores. ¡Lo que es la vida! ¡Las contradicciones del ser humano lo echan todo a perder, hasta las causas más nobles!

      Pero entonces, llevábamos a Nicaragua en el corazón. La música la ponía Carlos Mejía Godoy con su célebre Los perjúmenes (1977). (Hoy, en 2018, este cantor de la revolución sandinista se ha tenido que marchar al exilio). Y respecto a Chile nos sorprendió el gran conjunto Quilapayún, que nos enardecía con sus discos y sus conciertos (La muralla, El pueblo unido, Elegía al Che). Todo era emblemático en los años dorados, en los que los latinoamericanos luchaban contra sus terribles dictaduras, y buscaban amparo en nuestra recién estrenada democracia. La verdad sobre la libertad sonaba por todas partes, en las dos orillas del Atlántico.


3



En el quinquenio 1976-1980, la principal atención que aparecía en actos públicos era, como dije, lo ocurrido en Chile y lo que ocurría en Nicaragua. Sin embargo, no recuerdo que se prestara tanta atención a otras dictaduras militares que hacían estragos en América Latina. En Guatemala, por ejemplo, sobre todo entre 1981 y 1983, los militares asesinaron a 200.000 personas (igual que en nuestra guerra civil), de la mano del general golpista Efraín Ríos Montt. El 31-1-1980 incendiaron la Embajada de España –eso sí que fue gran noticia-, pereciendo dentro 37 campesinos que se habían acogido allí, entre ellos el padre de Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz de 1992, con la que compartí mesa y escenario en unas Jornadas Memorialistas en Barcelona, en 2000, con Paul Preston y otros. 

El autor, junto a la guatemalteca Rigorberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, 1992, Paul Preston y Julián Casanova, en unas Jornadas del Centre del Treball, en Barcelona, primeros de julio de 2000. 

Tampoco nuestra izquierda resaltaba demasiado, no sé por qué, las terribles masacres que ocurrían en El Salvador, en la llamada campaña “anti-comunista” (siempre los “salva-patrias”), apoyada por Ronald Reagan, donde los campesinos indígenas (y los sacerdotes y jesuitas) caían a porrillo (75.000 asesinados), como nuestro paisano jesuita P. Ellacuría y sus compañeros, víctimas de comandos militares, el 16-11-1989. Esta noticia fue de un gran impacto. El mismo año, el 24 de marzo, asesinaron al obispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, mientras celebraba misa. Un año terrible en aquel desgraciado país. El papa Francisco lo ha beatificado. Son los grandes sucesos de la historia de la Humanidad, que tenemos la obligación de conocer, para que no tengamos la mente acorchada.

      Entre lo que más tengo grabado, por lo insólito, fue la visita que hizo Juan Pablo II a Nicaragua en 1983. Las imágenes de la Tele fueron de impacto. El 4 de marzo el Papa aterrizó en Nicaragua, ante el nuevo Gobierno sandinista en pleno, con su ministro de Cultura, el jesuita y poeta Ernesto Cardenal. Éste puso una rodilla en tierra para besar el anillo del Papa, el cual, lejos de darle la mano, alzó el dedo anatematizador, que blandía al aire, lanzando reproches contra el jesuita-poeta por participar en el Gobierno sandinista. Esa imagen la recordaré siempre. A los dos días, el 6 de marzo, Juan Pablo II aterrizó en Guatemala, y saludó sin ningún escrúpulo al gran genocida Efraín Ríos Montt. Años después, en 1987, el Papa visitó Chile y dio la comunión al genocida Pinochet. Sobran los comentarios.

      Otro tema del recuerdo. Acababa 1976. Yo seguía en el colegio concertado de Palomeras (Vallecas). Aunque muy ocupados en la crianza de nuestro primogénito Samuel, nacido en agosto, y en la preparación de las oposiciones a Instituto, tengo breve recuerdo del referéndum para la “Reforma política”, del 15 de diciembre. Fuimos a votar, “sí” por supuesto, al local de la antigua cárcel de Getafe. Triunfo arrollador del “sí” por un 94 %. La anécdota, y escándalo al mismo tiempo, fue que en el pueblo de Consuegra (Toledo) ganó el “no”.  Parece que hubo pucherazo por parte del alcalde, un facha típico de la “tierra del Bolo” (Toledo), y varias manifestaciones le hicieron dimitir. El escritor Francisco Umbral se cachondeó del caso con un artículo en El País, titulado “Consuegra”. Tras aquel crepúsculo nos esperaba la aurora del año central de la Transición: 1977.

      Aquel 1977 se vivió como en los vaivenes de una montaña rusa. De lo más gordo que ocurrió fue el asesinato de los abogados de la calle Atocha de Madrid, al anochecer del 24 de enero (5 muertos y 4 heridos), obra de la ultraderecha. El mismo día, en la Gran  Vía, mataron a Mª Luz Nájera. Y el día anterior, a Arturo Ruiz. La ultraderecha estaba desbocada. Metía miedo. Para acabar de enmierdarla, los Grapo (donde entonces estaba Pío Moa) tenían secuestrado desde diciembre a Antonio Mª de Oriol, y el mismo 24 de enero secuestraron al general Villaescusa (Los liberaron el 12 de febrero). 

      La capilla ardiente de los abogados asesinados se instaló, tras resistencia de Martín Villa, en el Colegio de Abogados del Palacio de Justicia, de la plaza Villa de París, en Madrid. El cortejo fúnebre de los cinco protomártires de la democracia española partió, tras decenas y decenas de coronas de flores, a las 16 horas, primero a hombros, y luego en coches fúnebres, hasta la Plaza de Colón, donde fueron despedidos con destino al cementerio de Carabanchel, donde, ante otra multitud, habló Simón Sánchez Montero. Yo salía del Colegio de Palomeras, Vallecas, a las 17 horas, en el autobús núm. 10, hasta Cibeles, que no pudo llegar, y traté de abrirme paso entre una multitud inmensa, imponente.

      Más de un millón de trabajadores pararon en toda España. Vi de lejos los coches fúnebres y el río de coronas de flores. Me llamó la atención una de claveles rojos, en forma de hoz y martillo. En segundo lugar, el sobrecogedor silencio. El rumor del silencio, puños en alto, es de lo más impresionante que existe. Regresé a Getafe como sonámbulo. Nunca había presenciado hechos tan multitudinarios y de tan gran significado. La ultraderecha quiso dar un escarmiento al PCE y a CC.OO., pero consiguió lo contrario. Aquel día se puede decir que el PCE de las catacumbas salió a la superficie, en silencio, en perfecto orden, contra el catastrofismo de Martín Villa, que había hecho venir de Córdoba a toda una Compañía de antidisturbios. 

      Se puede decir que aquel día, y ante aquel crimen, el PCE se ganó su legalización en dos meses. Y segunda reflexión: aquella multitud ordenada y silente fue la trompeta anunciadora de la Democracia irremediable (Un adjetivo de García Copado). Con toda certeza. Lo han dicho algunos bien entendidos. Los heraldos de la democracia española no fueron ni éste ni aquél ni el otro. Fue aquella multitud liberadora. El cineasta Juan A. Bardem plasmó todo aquello en la película “Siete días de enero” (1979).
  
      Pero vamos por partes en este tema, porque los grupos folk en la pre-democracia y en sus inicios tuvieron una importancia enorme y casi decisiva, para encauzar el río crecido del cambio en España. Lo primero destacable es que se trataba de una música “con contenido”, donde el folk se mezclaba con la “canción protesta”. Un fenómeno muy complejo que quisiera apuntar al menos, pues lo escuchaba y lo seguía con atención. La mayoría de aquellos grupos surgieron como un boom en las facultades, institutos, parroquias o similares, como culto a lo auténtico, a la innovación y a lo social.

      Uno de los primeros grupos fue Nuestro Pequeño Mundo, un conjunto de universitarios, aconsejados por el folklorista Joaquín Díaz, e influidos por el locutor Ángel Álvarez, de Radio Peninsular, en los 60’s, y Radio Madrid, en los 70’s, con su célebre programa “Vuelo 605”, que difundía el “folk song” norteamericano y mil cosas nuevas, para sorpresa del panorama español castizo. Así conocimos a Joan Baez, Bob Dylan, Pete Seeger (“Si yo tuviera un martillo”), etc. 

      Por otro lado, el zamorano Joaquín Díaz (un genio olvidado), se dedicó a recopilar la música tradicional española y la difundió por radio, televisión, conferencias, discos y conciertos, con lo que influyó en todos los grupos de folk de los años 60’s y 70’s. Nuestro Pequeño Mundo se hizo célebre con una versión de un espiritual negro, “Oh, Sinner Man” (1968), que se escuchó muchísimo. El formato de este grupo influyó en la aparición de otros muchos, como Mocedades, Vino Tinto, Carcoma, Nuevo Mester de Juglaría, Los Juglares, y otros.

      El primer disco que yo compré de estos grupos fue “Vientos del pueblo”, por Los Juglares (1977), una versión vibrante para este poema de Miguel Hernández, siguiendo la línea de todos estos grupos de poner música a los poetas marginados por la dictadura. Los Juglares nacieron como grupo parroquial de Villalón (Valladolid). Este mismo tema, “Vientos del pueblo”, lo habían grabado antes Los Lobos, un grupo de estudiantes madrileños, que arrancaron en 1972, haciendo lo que entonces se convertía en gran novedad: poner música y ritmo popular a poetas “no oficiales”: Miguel Hernández, Alberti, Nicolás Guillén, etc., con voces y letras magníficas: “Vientos del pueblo”, “Tristes guerras” (M. Hernández), “La muralla” (Nicolás Guillén)… Aquella poesía “no querida” por la dictadura fue decisiva en aunar ánimos en la Transición.

      El conjunto Aguaviva (activo entre 1969-1979) también llegó de la mano de nuestros poetas contemporáneos y clásicos, logrando su éxito emblemático en 1970 con “Poetas andaluces”, de Rafael Alberti. Fueron un producto de un activo compositor de la época, Manolo Díaz. Musicaron poemas de Blas de Otero, Lorca, León Felipe, Alberti, etc. Llegaron a participar en el Festival de San Remo (1970 y 1972). Los grupos musicales se convirtieron en una permanente clase de Literatura, la oculta Literatura comprometida.

      Vino Tinto fue otro grupo de jóvenes universitarios, hacia 1972, que procedían de Yecla (Murcia), y se hicieron célebres con su canción “Habla, pueblo habla”, cuyos derechos compró el partido UCD y convirtió el tema en su slogan electoral. Actuaron, junto a otros grupos folk, en TVE, en la noche del referéndum del 15-12-76.
En la aurora de la Transición estaba en boga el tema del campesinado y de los jornaleros, y varios historiadores estudiaban estos temas a fondo. De Morón de la Frontera (Sevilla) salió el grupo Gente del pueblo (Años 60’s y 70’s), vinculado al S.O.C., con buenos temas del folk rural andaluz: “Sevillanas democráticas”, “La esquina de los paraos”, “Tierra y libertad”, etc.

      En la misma línea, aunque con mayor variedad y proyección, fue Jarcha, uno de los mejores grupos de la época, que salieron de Huelva en 1972, con canciones emblemáticas y nuevas versiones de nuestros poetas, como “Aceituneros de Jaén” y la “Elegía” (de M. Hernández), pergeñaron otra canción emblemática de la Transición: “Libertad sin ira” (cuyo contenido lo podemos calificar hoy de anti-memorialista). El alma de este gran grupo fue Antonio Ángel Ligero, que resumía así lo que muchos pensábamos en la Transición: “Te sentías en la obligación de poner a la gente al día, y despertarlos…”.
De Segovia nos llegó otro grupo en 1969 (Todavía activo), Nuevo Mester de Juglaría, con un folklorismo riquísimo y auténtico, con sus discos de “Romances y canciones”, “Los comuneros”, “Cantos de segadores”, jotas y otros temas.

      En aquellos años románticos que vivimos nos admiraron también algunos solistas de enorme valía, como Paco Ibáñez. Si bastantes de los ya citados se movían en la órbita del PCE, Ibáñez era de orígenes ácratas. Procedía de Valencia, con vida nómada: por Bilbao, Perpiñán (su padre estaba exiliado) y París, donde le sorprendió la Transición, censurado por el franquismo. Desde 1964 se nos filtraban sus versiones musicales de literatos españoles y latinoamericanos. Empezó con poemas de Góngora y de Lorca. En 1967 sacó su LP “España de hoy y de siempre” (Alberti, Góngora, Blas de Otero, Celaya, M. Hernández, Quevedo…). “A galopar”, “Me llamarán”, “Palabras para Julia”… ¡toda una genialidad! En 1969 dio un concierto en el Olimpia de París, de donde salieron sus grandes éxitos, que todavía nos consuelan.

      También en 1969 pudimos escuchar con fervor el LP que Joan Manuel Serrat dedicó a Antonio Machado, uno de los poetas recurrentes entonces. Este LP se ha convertido en un clásico, de lo mejor poético-musical que se ha hecho nunca en España. Con estas creaciones de la poesía de “los grandes” no necesitábamos mítines: ya estábamos comprometidos para una nueva sociedad. Creo que hoy no se entiende nada de esto. La mentalidad de hoy está lejos de la poesía, de Machado, de M. Hernández, de Lorca… sólo mira al Borrego de Oro.

      Mientras tanto, Latinoamérica brillaba con luz musical propia y genial en aquellos años de dictaduras. Iban por delante de nosotros en casi todo, a pesar de la opresión y del subdesarrollo. En todas las casas “progres” estaba el LP de Carlos Puebla (“Aprendimos a quererte… comandante Che Guevara”) y chapurreábamos a la guitarra a algunos cantautores latinoamericanos, como “Zamba de mi esperanza”, de Jorge Cafrune (asesinado por la dictadura argentina en 1978), “No soy de aquí…”, de Facundo Cabral (también asesinado, en 2011), “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara (asesinado en Chile, 1983). Quilapayún era el grupo más emblemático de Chile, el mensajero de la libertad, “El pueblo unido jamás será vencido”. Inolvidable. Y de Cuba se escuchaban con admiración a Pablo Milanés y a Silvio Rodríguez.

      Hubo muchos cantautores que supieron alimentar las mentes de los fervorosos de la democracia, como el aragonés José A. Labordeta, con su célebre “Canto a la libertad”, uno de los himnos de aquellos años (“Habrá un día en que todos / al levantar la vista / veremos una tierra / que ponga libertad…”). Entre los catalanes pioneros destacaban Raimon (“Al vent”), Lluís Llach (“L’estaca”), entre otros muchos, de España y del extranjero, que alimentaban el romanticismo y el quijotismo de la sociedad española, antes de volverse sanchopancista.

      Aquella Transición, por tanto, tuvo su mejor expresión en la música de los grupos comprometidos, en los cantautores y en la canción-protesta. Era la ebullición cultural de los 60’s y de los 70’s, la que trajo la democracia, junto a la movilización obrera e intelectual. Fue mi experiencia irrepetible. De todo aquello vivo intelectualmente todavía.

                                                                        

4



El año 1977 avanzaba trepidante. Anotamos una sucinta reconstrucción del PCE local de mi terruño, Villanueva de Córdoba, cuando salió de las “catacumbas”. En semana santa llegamos de vacaciones a Villanueva, y para el sábado santo, 9 de abril, fijamos el bautizo de nuestro primogénito Samuel, lo cual ocurrió en la iglesia de Cristo Rey. Luego, nos dirigimos a un ágape al Bar de la Cooperativa (P. Llorente, 20) y, cuando subíamos a la planta de arriba, alguien dijo que el PCE acababa de ser legalizado, cosa que comentamos con sorpresa, aunque yo no había aterrizado todavía directamente en estos temas. Vimos en la Tele noticias de improvisadas manifestaciones en Madrid y en otros lugares. 

      Al empezar la Transición, y antes, el PCE tenía una especie de “aureola” de gran bastión contra la dictadura y luchador por las libertades; tanto que se le llamaba simplemente “el Partido”, porque no había más partidos que se estuvieran despellejando así por la democracia, en la clandestinidad y en las cárceles, sin olvidar la tortura y los paredones. Las cosas ocurrieron así. Y algo que nadie parece saber: en España, lo que llegó en 1977, lo que se legalizó no fue el “comunismo”, a secas, sino el “eurocomunismo”, que lo definieron así los tres grandes partidos comunistas europeos: Francia (Georges Marchais), Italia (Enrico Berlinguer) y España (Santiago Carrillo). Es decir, se rechazó la “dictadura del proletariado”, se rechazó el leninismo, y se aceptó la democracia y el turno democrático. Por tanto, el PCE de 1977 ha sido siempre un partido democrático. Estas cosas se deben saber, para no caer en tópicos, calandrias, mitos y demagogias.

      En cuanto a Villanueva, he realizado un breve trabajo de campo y he sabido más tarde algo de la modesta celebración local de la legalización, del 9-4-1977. Entonces, los “peceros” de vanguardia eran: Diego Luna “El Sabas”, Rafael Fernández Romero “Tiérrez”, Victorio “El Parrillero”, Bartolomé Torralbo “El Ratón”, Antonio Gutiérrez “Cantos”, Joaquín Vaqueras, Ángel Lorenzo,  Fructuoso Sepúlveda, etc. Casi a la par llegaron: Antonio Arroyo, Doroteo Gómez, Lorenzo Cepas, Tomás Ruiz, etc. (siento olvidar nombres).

      Aquella noche de la legalización se reunieron los primero citados en el taller/cochera de la c/ Pozoblanco, 70, de José Enríquez “El Zorra”, que regentaba Pablo Calero. Fue éste el que cedió la llave a Diego Luna “El Sabas” (En 1980 murió en accidente), muy activo en el Partido. Parece que acordaron repartir  o pegar pasquines. No tenían ejemplares de “Mundo Obrero”, porque unos días antes los había requisado la Guardia Civil a Bartolomé “El Ratón”. En esa cochera, o bien en otro local de Pablo Calero en la c/ Industria, núm. 11, frente a la Fábrica de Pepe Barrón (derruida hoy por la retro-pala, como todo lo antiguo en Villanueva), se formó el primer comité local. Los componentes fueron gran parte de los antes citados, y el primer secretario local fue Rafael Fernández Romero “Tiérrez”, y en propaganda, Diego Luna (cuya madre había sido fusilada en las Almagreras, en 1948). En ese citado local de la c/ Industria hubo más reuniones, incluso me hablan de una fiesta recaudatoria. El PCE local tuvo luego la primera sede en una cochera de Pepe “El Pedrocheño”, en la calle Madrid, 33, allá por 1977-78.  

Una imagen para la historia de Villanueva: el primer Ayuntamiento democrático, surgido de las elecciones del 3 abril 1979, con Luis M. Ochoa y la UCD. Antonio “Cantos”, el 1º concejal comunista en actual democracia (2ª fila, 1º dcha.). 

Después del IX Congreso del PCE (abril, 1978), ocurrió la 1ª crisis en Villanueva, con las típicas disensiones internas: Rafael Romero fue destituido. En la citada sede tuvo lugar la visita del líder histórico cordobés, Francisco Barbado, de Montoro, que fue comandante del 5º Regimiento. En esa ocasión se eligió secretario local, entre 1978-1979, a Doroteo Gómez. La sede la trasladaron entonces en la calle Córdoba, en cuya inauguración estuvieron Nemesio Pozuelo y Ernesto Caballero. Esta sede colindaba con la del PSOE, los dos partidos más juntos que nunca. Doroteo era el secretario cuando yo aterricé en Villanueva para el referéndum de Andalucía del 28-F, de 1980.


      Volvamos a junio de 1977. Me hablan de la primera visita a Villanueva de un gran líder histórico (de Villanueva): Nemesio Pozuelo “El Floro”, más Ernesto Caballero. Pienso que sería la campaña de las elecciones generales del 15-J, cuando se dio el primer mitin del PCE en Villanueva, y fue en el campo fútbol viejo (Ya derruido también. Otra víctima de la retro-excavadora). Las gradas del campo estaban repletas de gente. Rafael “Tiérrez” presentó el mitin. En todas las campañas venía de Francia Patricio Cruz “El Pichaco”, superviviente de Mauthausen, a colaborar, repartir papeletas, etc. Era la “fe” de los viejos. Los nuevos hoy sólo chapotean en la sociedad de consumo.

      En junio de 1977, como era período escolar, yo estaba en Madrid, siguiendo allí los acontecimientos. El PCE en Villanueva (al contrario que en la Campiña y en Córdoba capital) fue siempre débil en democracia, a pesar de lo que supuso Villanueva en el pasado, en la II República y en la guerra. Pero todo aquello lo barrió el franquismo. En Villanueva, el PCE fue estrictamente “obrero”. Necesitó algún dirigente carismático, con buena madera, bien formado. No llegó. Los demás partidos tampoco anduvieron sobrados de carisma. 

      Me cuentan que en aquellos meses de la legalización, el PCE ya estaba organizado en Villanueva desde meses antes, y que difundían “Mundo Obrero” en Villanueva, Cardeña y Pozoblanco.  Me dicen que se difundió muchísimo el Partido entre la gente que trabajaba en los pinos, en Las Ratosillas. Allí, Diego Luna y “El Tiérrez” dieron el carnet a decenas de militantes. Comisiones Obreras también fue pujante al principio, con muchos militantes, siendo sus dirigentes iniciales Francisco “El Negro” y Bartolomé Caballero, entre otros; y la sede la tuvieron siempre en un salón en la plaza de Manuel Aulló, frente a la parada de autobuses. En aquellos comienzos azarosos ocurrió también algo desgraciado para las dos organizaciones, y fue que las finanzas sufrieron desarreglos, tristemente (Pero mucho menos que los tesoreros del PP).

      ¡Vámonos a Madrid! El mes de abril del 77 tuvo para mí un atractivo especial, por la llegada de buen número de exiliados. El aeropuerto de Barajas era noticia todos los días. Recuerdo  emotivas imágenes en los telediarios, como la llegada de Rafael Alberti y Mª Teresa León (24 abril 77). Algo con un enorme significado. Alberti, además de consumado poeta, fue alma aquellos meses de numerosos mítines, donde recitaba sus “Coplas de Juan Panadero”, renovadas para cada caso. Y el 13 de mayo del 77 bajaron por la escalerilla de Barajas, imagen indeleble, Dolores Ibárruri e Irene Falcón. Dos bravas mujeres de la historia de España. Las elecciones democráticas entraban en la recta final. Sin embargo, el 1º de mayo del 77 todavía no fue legal. La policía (“los grises”) se lanzó a la carga en Atocha. Corrimos como liebres. Todavía tengo agujetas.                                                                                            
                                                                               

5



Las Centrales Sindicales habían sido legalizadas el 29 de abril (1977). Y su estreno “legal”, como dije antes, fue a porrazo limpio en aquel infausto 1º de Mayo, al que yo asistí. El Diario16 titulaba: “Fuerte represión en el 1º de Mayo”. Yo seguía en el colegio de Vallecas, ya en la recta final del curso; y por otro lado, totalmente enfrascado en los temas de oposiciones para Instituto. La campaña electoral de las primeras elecciones democráticas del 15-J estaba ya desatada. Supe que el gran poeta Blas de Otero había estado en un mitin en Córdoba. Creo que fue el 1º de Mayo. Este poeta, a pesar de su salud delicada, se entregó por toda España a la campaña del PCE. Murió el 29 de junio. Su viuda, Sabina de la Cruz, tuve la suerte de tenerla en mi tribunal de tesis doctoral, en 1994, en la Complutense. Recuerdo unas palabras suyas: “Es que usted no ha hecho una tesis. Usted ha presentado tres tesis”. 

      En aquella campaña del 77 se me grabó una portada de El País, con el P. Llanos, jesuita célebre, puño en alto. En 1981 lo visité en su casita del “Pozo del Tío Raimundo”, de Madrid. Una figura entrañable. Eran las utopías de entonces. Otro de los curas “comunistas” era el P. García Salve, también jesuita, fundador de CC.OO. Era gente muy “echá-pa-lante”. La dictadura inventó en 1968 la Cárcel Concordataria de Zamora, para curas y religiosos, por cuestiones políticas o sindicales. Por ella pasaron, hasta 1977, un centenar de curas, como García Salve, el P. Mariano Gamo, y otros.

      El primer mitin al que yo asistí fue en Getafe, el 8 de mayo (1977), en el Estadio de Las Margaritas, ya derruido. Al acercarme, escuché por primera vez La Internacional, nunca oída por los que crecimos a la sombra oscura de la dictadura. Al día siguiente, en el colegio de Vallecas, en el comedor, me pidieron los profes que cantara un trozo. Una novedad para todos. En una entrevista en TVE (1-6-77), Buero Vallejo confesó haber llorado al escuchar aquellos días, después de 38 años, el himno obrero universal. 

      También me sorprendió en aquel mitin que el servicio de orden la emprendía a golpes contra los pocos que portaban banderas republicanas. Quién lo diría: toda la vida el PCE (y el Psoe) con la bandera republicana y ahora era reprimida a golpes. En el mitin citado hablaron: Carrillo, Sánchez Montero, Marcelino Camacho, Tamames, y Blas de Otero. Toda la plana mayor. No era para menos, dado el gran potencial del Getafe industrial y obrero. A pesar del momento histórico, España distaba mucho de ser “el país de las maravillas”. El País Vasco estaba absolutamente revuelto. La Eta seguía haciendo de las suyas. Se organizó allí una “semana de la amnistía”, y la represión policial causó varios muertos.

      En Madrid, la ultraderecha también causaba inestabilidad y sangre. Los “Guerrilleros de Cristo Rey”, de Sánchez Covisa, eran el terror, y este dirigente estuvo en la cárcel por aquellos días. Blas Piñar era el “Júpiter Tonante” con su Fuerza Nueva antidemocrática. Y además, la Triple A causaba altercados y muertes. Era el apocalipsis conjurado contra la naciente democracia. Así era la Transición “modélica”.

El 15-10-1981, el autor (Los barbudos de la  Transición) con Antonio Gala, durante la presentación en Madrid del nuevo periódico La Voz de Córdoba, que duró 3 años (1981-1984).  

Con todo, lo gordo-gordo de aquellos días fue el mitin cierre de campaña, el 12 de junio, en Torrelodones (norte de Madrid), a donde fuimos por la carretera de La Coruña, en una caravana que nos tuvo cuatro horas en el atasco. Ante 300 mil personas volvió a desgañitarse la plana mayor del PCE. A la llegada, otras cosas me llamaron la atención. Una, un tenderete de libros, carteles y discos del “rojerío”. Y allí estaban Ana Belén y  Víctor Manuel. Éste firmaba su disco “Víctor Manuel en directo”, que conservo dedicado. Entonces conocimos su magnífica versión del poema “Asturias”, de Pedro Garfias. Y Ana Belén hacía vibrar entonces con su canción “Dolores en Madrid”. Esta canción, años después, fue el sonido de fondo en la comitiva del entierro de la mítica política vasca, hacia la Plaza de Colón, el 13-11-1989. 

      La música comprometida fue un ingrediente básico, en la Transición y, por supuesto, en Torrelodones. Recuerdo que sonaba como ambiente una versión muy lograda, a órgano, de La Internacional, por Teddy Bautista. También se me quedó otra versión lúdica del “Enséñame a cantar”, que aquel año Micky había llevado a Eurovisión, y decía la gente: “Enséñame a votar, enséñame a votar…”. Por otros lados sonaba “Libertad sin ira”, que había estado censurada tiempo atrás. En las reuniones familiares y de todo tipo no faltaba, por ejemplo, el LP de Carlos Puebla “Y en eso llegó Fidel”, con la célebre creación “Hasta siempre” (Comandante Che Guevara).  En general, el “rojerío” aplaudía la Canción-protesta.

      Estos días (oct-2017) he visto un documental sobre la Nueva Trova Cubana, y en él dice Silvio Rodríguez que “después de 1975 surgió en España una especie de espuma, de ilusión, que luego fue ahogada por la realidad”. Así son las cosas. Lo segundo que se me quedó del mitin de Torrelodones fue un juego que había con una diana sobre la silueta de Fraga, y la gente tiraba flechas para dar en la diana. Qué tiempos. Recuerdo que, en el Colegio de Vallecas, el último día de campaña, el día 13 creo, se fijó una excursión de varios cursos, con destino a La Pedriza (sierra de Madrid). Allí admiramos los límpidos arroyuelos del deshielo, de agua clara y fría. Íbamos varios profes. Comimos de fiambrera y los chicos disfrutaron.

      Aquellos días, algunos famosos pidieron el voto en TVE. Por ejemplo, Sancho Gracia (“Curro Jiménez”) anunció su voto a UCD; para el PCE salieron muchos progres: Julia Martínez, Teresa Rabal, José Menese, José Sacristán, etc. En la última intervención en TVE, habló el primero Adolfo Suárez, y dijo la célebre frase: “Puedo prometer y prometo…” (Un discurso que le había redactado el periodista Fernando Onega). 

      Por fin, vivimos el histórico 15 de junio de 1977, miércoles. Ese día se restauró la democracia española destruida en 1939. Una travesía del desierto de 38 años. Votó el 80 %, un récord. El partido más votado fue UCD (165 escaños); luego el PSOE (118), el PCE (20), AP (16), etc. En el PCE hubo decepción, porque no se premió su larga lucha antifranquista. En ello influyó la larga campaña denigratoria de la dictadura. También perjudicó el galimatías de partiduchos comunistas: la ORT, el PTE, el PCE-R, el PCE-ml, el POSI, etc. En Villanueva los porcentajes de voto fueron: UCD, 49 %.- PSOE, 25 %.- PCE, 16 %.- AP, 7 %.

      Mientras tanto, enfrascado yo en la preparación de mis temas de oposiciones a Instituto, seguía atento también a la gran ebullición cultural que se vivía.  Por otra parte, en la Tele hacía furor el “Un, dos, tres”, con Kiko Legard; la serie “Hombre rico, hombre pobre” (los miércoles); la de “Curro Jiménez”, y el amigo “Marco”. En cine, La guerra de las galaxias. Y en la Cadena Ser, la saga de “Los Porretas”. En 1977 empezó la revista de humor El Jueves, de auténticas gamberradas. De antes ya estaba “El Papus”, que sufrió un gran atentado el 20-9-77. Se debía al terror de la ultraderecha montaraz, en aquella Transición “modélica”. Por otro lado, animaba la fiesta el célebre “destape”. Causó estupor una película de José Luis Garci, Asignatura pendiente, con José Sacristán, etc., de desnudos integrales. Y en lo musical, otro escándalo con la canción francesa Je t’aime… moi non plus, de Jane Birkin, censurada.


                                                        
6



La noche de las elecciones del 15-J se alargó sin fin. Los métodos de recuento no eran informáticos. Mientras tanto, José Mª Íñigo dirigió un largo programa televisivo de “varietés”, con los mejores cantantes y humoristas del momento. Los resultados no se pudieron dar hasta el telediario del día siguiente. Estábamos en Getafe, y yo con mis dichosas oposiciones. El día 13-julio-77 entraron por primera vez los nuevos diputados y senadores en el Congreso. Se constituyó la Mesa de Edad, y en ella… ¡Rafael Alberti y Dolores Ibárruri! Imágenes de infarto en los telediarios, no aptos para cavernícolas. Pero la historia era así, con los símbolos retornados del antifranquismo y el horizonte de libertad abierto. 

      El día 14 de julio se desarrolló el pleno propiamente dicho. Ante tanta novedad, decidí acercarme a las puertas de la historia. Cerré los temarios de oposiciones y, junto con mi hermano Isidoro, que entonces andaba por Madrid, nos fuimos a la puerta lateral derecha del Congreso, a ver salir a los “padres de la patria”. Y dicha y hecha. Al declinar la tarde, vimos salir, a tres metros: a Camilo J. Cela (senador “real”), Felipe González, algunos más, y, ¡de pronto! ¡Dolores Ibárruri!... Toda la vida oyendo hablar del mito, y ahora estaba allí, a tres metros… La gente aplaudía… Yo me quedé bloqueado, mirando… El recuerdo es indeleble. Hoy ya no existen estos impactos, ni emocionales, ni intelectuales. No tenemos mitos, ni historias, ni épicas: sólo burócratas casposos en nuestro ruedo ibérico; abulia, zafiedad… “pisoteados por los gansos” (Kierkagaard). Las nuevas Cortes se inauguraron el 22 de julio, solemnemente, con la presencia del Rey, al que los socialistas recibieron sentados… ¡Qué tiempos!

      Aquel verano de 1977, como todos los veranos, lo pasamos en Villanueva, donde ocurren pocas cosas, es verdad, pero siempre lo hemos hecho así. Aquel verano murió Elvis Presley. También se marcharon: María Callas, Antonio Machín… y se suicidó el gran músico españolizado Waldo de los Ríos, el artífice del gran éxito de Miguel Ríos, “Himno de la alegría”. Una lástima. Al comenzar el nuevo curso en Madrid, en el otoño, llegó nueva y grata noticia: Premio Nobel de Literatura, al poeta español Vicente Aleixandre, uno de los pocos supervivientes de la Generación del 27, concedido, seguramente, bajo la sugestión de la nueva democracia española.

      Recuerdo el telediario de aquel día: salió Aleixandre, sentado en el sillón, con su mantita en las rodillas, y leyó su poema “En la plaza”, que es la poetización de una manifestación (“Hermoso es… sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido…”). Los literatos nos sentimos muy motivados por aquello. Cuando fui concejal en 1983 en el pueblo propuse el nombre de una calle para Aleixandre, pero me objetaron que era “un nombre difícil de pronunciar”. Una salida de pata de cabra, propia de las cosas patateras de los pueblos ¡Cuánta corcha, rumiada cada día en la España profunda, amodorrada!... El Premio Nobel de la Paz aquel año fue para  Amnistía Internacional, por su  colosal labor en pro de los derechos humanos. Poco más recuerdo de aquel otoño de 1977, a no ser la aprobación de una de las leyes de Amnistía (15-oct.) para presos del franquismo y para funcionarios del mismo, pero no para temas de la guerra civil. Hoy se está interpretando erróneamente. AP votó en contra.

En la Transición, en Villanueva, hasta celebrábamos ciclos de conferencias. Hoy, zarandajas.  La foto es del 2-4-1980, en la Biblioteca. De izq. a dcha. Don Sebastián, los hermanos Tébar, el autor y Cristóbal  Arellano. Éste habló de la autoridad; yo, de la libertad…

Avancemos en materia. En 1977, en el Colegio de Vallecas, donde enseñé mi cuarto y último curso, los compañeros me eligieron delegado sindical por CC.OO. Por otro lado, no me perdía cursos y jornadas de Historia que se daban en Madrid sobre la República y la guerra civil, por ejemplo en la Fundación Pablo Iglesias. En el Centro Iberoamericano asistí una vez a una charla del poeta Gerardo Diego. Insisto en la ebullición cultural de aquellos años. Ahí veo la gran diferencia con la vida abúlica de hoy. Todavía conservo gran parte de los folletos de los estrenos teatrales y películas a los que asistimos, entre 1976-1978

      Ya mencioné el estreno en 1976 de la película-documental “Canciones para después de una guerra”, impresionante (se puede ver en YouTube). También del otoño de 1976 ya mencioné el estreno de “El Adefesio”, de Alberti, en el Teatro Reina Victoria, con un reparto de campanilla: Laly Soldevila, Julia Martínez, María Casares, Tina Sáinz, Victoria Vera… Por los mismos días, en el Teatro Bellas Artes fuimos al estreno de “Los cuernos de don Friolera”, del gran Valle-Inclán, con el actor Juan Diego insuperable, además de Antonio Garisa, Imanol Arias. Se trata de una parodia de un consejo de guerra militar, que es todo un retrato sarcástico de las miserias de este país. El mismo año de 1976 se estrenó “Equus”, de Peter Shaffer, con José Luis López Vázquez y un caballo en el escenario. Estuvo muchos meses en cartel, y sería en 1978, cuando yo llevé a los alumnos a esta función. La traca final teatral de 1976 fue el estreno riguroso, en el Teatro Eslava, de “La casa de Bernarda Alba”, de Lorca, que el autor no pudo estrenar en 1936, porque lo asesinaron. También estuvo largo tiempo en cartel, porque yo llevé a los alumnos en 1978 o después. El reparto era de primera: Ismael Merlo, Julieta Serrano, etc.

      Centrándonos en 1977 (Estoy siguiendo los prospectos de las funciones, que conservo), los teatros de Madrid y Barcelona no daban abasto. La función de “Los cuernos de don Friolera” se trasladó del Bellas Artes al María Guerrero, debido a su éxito arrollador. En el Teatro Monumental, ya aludí al estreno de “Divinas palabras”, de Valle-Inclán, con Nuria Espert en pleno estrellato, en el papel de Mari-Gaila, en cuero picado. 

      En el cine Bellas Artes se estrenó una película histórica colosal, de esas que te dejan el alma por el suelo, “La batalla de Argel”, sobre la lucha de los argelinos sometidos a genocidio por la Francia colonial. Si alguien puede ver esto, no se lo pierda. Son obras que debían declararse “patrimonio de la humanidad”. En la misma línea de altísima calidad se estrenó en 1977 otra película, “Por qué perdimos la guerra”, de Diego Abad de Santillán, en la sala Alphaville, de Arte y Ensayo (se decía entonces. Todas estas cosas han desaparecido. Ya no se necesita tanta cultura. Ahora, con Cristiano y Messi nos sobra). Cierro aquel año inaugural de la democracia, 1977, con otro estreno al que asistimos en el Teatro Benavente: “Viernes, día de libertad”, de Hugo Claust, dirigida por Manuel Manzaneque, con un gran reparto: Luis Prendes, Julia Martínez, Victoria Abril, etc.

      En 1978, la cartelera madrileña echaba humo. Hoy, tal cartelera se halla “cerrada por defunción”. Este año se estrenó, en el Teatro Eslava, otra obra de Lorca: “Así que pasen cinco años”, con Mª Luisa San José, Esperanza Roy y la propia hermana del autor, Isabel García Lorca. Llevé a los alumnos de COU. Y poco después, en noviembre, vimos en el mismo teatro, “El tío Vania”, de Antón Chejov.  



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Estábamos recordando estrenos teatrales en Madrid en 1978. Fue antes (1976-77), cuando asistimos al estreno ya mencionado, en el Teatro Benavente, de “La doble historia del Dr. Valmy”, de Buero Vallejo, que sin duda fue, junto con Antonio Gala, el dramaturgo de la Transición. Trata de “la tortura como arma política”, por lo que antes había sido censurada. Ya en pleno 1978 (un año de locura) asistimos, en el Teatro Marquina, a la obra de Tennessee Williams, “El Zoo de cristal”, con Verónica Forqué. 

      Y en el Centro Cultural de la Villa (Entonces, de gran actividad, cuando la alcaldía de Tierno Galván; ahora el Centro está famélico) vimos en 1978 una adaptación de “El señor presidente”, de Miguel Ángel Asturias, por el grupo de teatro Rajatabla, de Caracas. Algo impresionante. Hoy, ni en la Teletonta ni en ningún sitio se ven estas cosas de grueso calibre, sino payasaditas, concursitos, cocinitas… los viejos buscando pareja, la copla y más copla… impensables estos programas en los años de la Transición. Por último, quiero recordar una obra de risotadas, también en el Centro Cultural de la Villa, a la que llevé a los alumnos de COU, “La venganza de don Mendo”, de Muñoz Seca, puro teatro de astracanada, pero graciosísimo, con el genial Manolo Gómez Bur (1978-1979).

      Debo confesar que se aprendía muchísimo en aquel Madrid, entre teatros, buen cine, conferencias, ciclos sobre la República y guerra civil (tema que ya se convertía en mi vocación intelectual absorbente)… Compraba libros, discos, coleccionables de Historia, la revista Cambio16… Hoy han desaparecido hasta los quioscos de prensa. Nadie lee ya, sino que “guasea”. Adentrémonos en el 1978 que yo viví, con los recuerdos que se me grabaron; un año decisivo para mi futuro en muchos aspectos. Vamos por puntos. Digo que yo seguía de delegado sindical de CC.OO. en el Colegio privado concertado de Vallecas, donde ejercí de 1974 a 1978, en que pasé al Instituto. Pues bien, en abril del 78 se convocó huelga de la enseñanza privada, y como delegado me tocó liderar un poco lo de mi colegio. Las huelgas hay que “presionarlas” un poquito, porque nadie hace huelga por gusto, y entonces los esquiroles andan a sus anchas. 

      La técnica fue la siguiente: varios profes nos pusimos a la puerta del Colegio y decíamos a los alumnos y padres que “no había clase, que se podían marchar”. Y la gente se marchaba. El director del Colegio estaba “negro”. Hoy, el derecho de huelga está paniaguado. Las huelgas son casi imposibles, y el sistema está a favor de los esquiroles. Hoy día, casi no se pueden hacer “piquetes”, porque te acusan de coacción, de sedición o de rebelión, y casi te puede caer encima el art. 155. Hoy, muchas cosas empiezan a recordarme al franquismo, en el que me crié, cuando la huelga se juzgaba en el TOP como “delito de sedición”. 

      Aquella nuestra huelga duró dos o tres días, durante los cuales recuerdo que íbamos a hacer asambleas a no sé qué iglesia de Vallecas, y allí peroraban elocuentes líderes, en contra de las patronales de la Enseñanza, como la  FERE, etc. Al final, sólo recuerdo que fue Adolfo Suárez el que duplicó el sueldo de los profesores, y a UCD le debemos el primer “sueldo digno” en la Enseñanza.

La presentación de mi primer libro, sobre La República…, a finales de noviembre de 1982, en el salón de Jabaldón (C/Torrecampo), entre los jarotes de aquella época.

El primer Primero de Mayo legal fue el de 1978. Por fin se acabaron los palos. Se colocaba la gente entre el Paseo de las Delicias y Atocha, se subía por el Paseo del Prado, hasta la puerta de Alcalá, donde hablaban Marcelino Camacho y Nicolás Redondo. Eran entonces manifestaciones apoteósicas, de las que yo echaba fotos impresionantes, que conservo. Asistíamos con la familia y los niños; nos llevábamos fiambrera y comíamos luego en el Retiro. En Villanueva, de esto creo que no se hacía nada, porque estas cosas se dan en las grandes capitales.

      En mayo del 78 andaba yo tomando velocidad para las oposiciones de Instituto, que serían en julio. Yo mismo iba redactando los Temas, con un montón de bibliografía, a machamartillo, de los cuales conservo 2 Tomos encuadernados. Si alguien los quiere ver, se los presto. Me acostaba tardísimo, estudiando al límite. Dieron las vacaciones, mandé a la familia a Villanueva, y me quedé solo en Getafe. Apenas dormía. En el Tribunal de Madrid había 500 aspirantes para unas 40 plazas. Y yo estaba harto del Colegio de Vallecas. Así que a por todas. 

      Las oposiciones eran entonces, a diferencia de hoy, durísimas. Quedé contento del primer ejercicio. El último se llamaba la “encerrona”, porque te permitían prepararlo con libros en una clase, durante 2 ó 3 horas, después de elegir un Tema entre 3 bolas que sacaban, como de un bingo. Elegí “Obras fundamentales de la Literatura Latina”. Me explayé, no sólo con autores y obras latinos, sino reflejando luego las influencias respectivas en la Literatura Española. Por ejemplo, de la literatura pastoril de Teócrito (Los Idilios), pasaba luego a Las Bucólicas de Virgilio, a los españoles Gil Vicente, Garcilaso, San Juan de la Cruz (“Pastores los que fuerdes / allá por las majadas al otero, / si por ventura vierdes / a aquel que yo más quiero, / decidle que adolezco, peno y muero…”), temas pastoriles en El Quijote, etc., etc. Y además, cité algunas cosas en Latín. Resultado: Saqué el número 7, a pesar de no tener puntos de interinidad. Una alegría desbordante, porque así aseguraba mis lentejas para siempre. Les di una patada a los Temas, y me marché a Villanueva, con un proyecto nuevo para aquel verano: la historia de la guerra.

      Aquel verano intenso se celebró el Mundial de Fútbol en Argentina, tema que a mí siempre me trajo al fresco, y lo único que me asombraban eran los horrores que se cometían en Argentina por el dictador Videla, que fue el que inauguró el Mundial. Sería después cuando conocimos el terrible “invento” argentino, único en el mundo: los “vuelos de la muerte” (arrojar a las personas vivas al mar). Por otra parte, en España, la ETA seguía cometiendo atentados aquel verano, auténtica pesadilla. La violencia siempre perjudica a la izquierda. En Italia, las Brigadas Rojas secuestraron y asesinaron a Aldo Moro

      En Pamplona, en San Fermín, porque un grupo de gente entró en la plaza taurina con una bandera, la policía entró pegando tiros de verdad y hubo un muerto (Germán Rodríguez). La ultraderecha vociferaba contra el cardenal Tarancón (“Tarancón al paredón”) y contra Gutiérrez Mellado (el militar más digno de aquella época), con unos alborotos terribles: “Gutiérrez Mellado, estás acojonado”. Esto lo veíamos por la Tele, con espanto. Por otro lado, en la Tele hacía sus gracias Alfredo Amestoy… Se hizo popular aquello de “Un globo, dos globos, tres globos”. Lo del cardenal Tarancón era interesante: elegido en 1978 presidente de la Conferencia Episcopal, con él, la Iglesia intentó su propia Transición, sufriendo un insólito anticlericalismo de derechas. La democracia actual carece de líderes con “carisma”. Tarancón fue uno. Alguno más: Adolfo Suárez, Tierno Galván… El único con “carisma” del PCE fue Julio Anguita. Y del sindicalismo, Marcelino Camacho.



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Ya anticipé que mi nuevo proyecto en el verano de 1978, en cuanto aprobé las oposiciones de Instituto, era dar salida a mi ya clarísima vocación historiográfica. Quería investigar y escribir la historia que nadie cuenta, que de otra manera, no se hubiera contado jamás. Aquel verano ya venía teledirigido por Tuñón de Lara, a quien había conocido en diversos actos que se celebraban en Madrid. Tuñón venía de la Universidad de Pau (Francia), y acabó hallando hueco en la Universidad del País Vasco.

      Entonces hacía furor la historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Se habían reeditado los libros célebres de Díaz del Moral, Pascual Carrión, Bernaldo de Quirós, y salían nuevos estudiosos del campesinado andaluz: además de Tuñón, Antonio M. Bernal (Sevilla), Antonio Mª Calero (Pozoblanco), etc. Yo sabía ya de las revueltas de los campesinos de Los Pedroches, contra la apropiación de la dehesa comunal de La Jara por los burgueses de la comarca, y otros muchos aspectos de los avatares del agro andaluz. Compraba todos los libros al respecto. Y a la vez, todo lo que encontraba sobre la República, la guerra civil y los años 40. Me hice con obras de hispanistas extranjeros (Thomas, Jackson, Broué y Témime, etc.).

      Lo primero que hice fue consultar el Registro Civil de Villanueva, que entonces estaba en la Audiencia, y desde 1936 empecé a copiar y copiar: muertos “a consecuencia de arma de fuego”, “por shock traumático”, “por hemorragia interna y externa”, etc., que eran los eufemismos de la represión que entonces descubrí. Cada día llenaba medio cuaderno de nombres. Yo mismo me hallaba atónito y sorprendido. Cuánta barbaridad. Cuanto más descubría, más quería investigar. La historia se convirtió para mí en una fiebre, usque ad extremum diem vitae. Ya lo dijo el sabio: la felicidad del Eureka (el hallazgo)  o la pasión por saber. Hay muchos que no quieren saber. Entonces, ¿Para qué han venido a este mundo? ¿Para arrastrar un vida vegetativa? ¡Sigamos la senda del homo sapiens, no del homo quercuensis o alcornocalis!

En mayo de 1985 se presentó en Madrid (Club Internacional de Prensa), mi libro La guerra civil en Córdoba, 36-39, a cargo de D. Pedro Laín Entralgo, director de la RAE, y otras personalidades. A mi dcha., Laín Entralgo, Prudencio Ibáñez (editor), Roque Nieto, y el pintor Ginés Liébana. A mi izq., Antonio Mª Calero, de Pozoblanco. No se ven: Leonor Estévez ni Francisco del Castillo, comandante del Bon. Villafranca.

Con mi lista de nombres (derechas e izquierdas) en mi cuaderno, yo no sabía quién era nadie. Entonces tuve que lanzarme a la búsqueda de testimonios orales, lo que se llama técnicamente “trabajo de campo” (no una plantación de ajos), fuentes orales que entonces (y después) ningún estudioso seguía. Me encontré con testimonios valiosísimos. Empecé a conocer gente estupenda, con una gran memoria. Un apodado “Ministro de Agricultura”, Juan Pulido, de la calle Córdoba, me habló de las colectividades y de muchas cosas, igual que Pedro Molinero, de la calle San Miguel. 

      Me iba a ciertos bares de gente corriente, donde yo hallaba a “los sabios”, como el bar de Antonio "Cantos”, en la esquina Castillejos/San Pedro, el pequeño bar entonces de Bartolomé “El Ratón”, buenísima persona, en la esquina San Benito/Montoro, y allí me contaban de todo… Y luego seguía la técnica del “boca a boca”, de unos a otros. Decenas y decenas de personas generosas de la base social del pueblo. No olvidaré los relatos de Manuela “La Parillera”, de María Muñoz Caballero “La Loba” (calle Concejo), de Matías “Marcelina” y muchos más. Luego, en otros pueblos, en Pozoblanco (el bueno de Bartolomé Cabrera, la hija del intelectual Antonio Porras, Carmen, etc.), en Hinojosa, en Villaralto… Y en Córdoba capital, cuánta buena gente deseosa de hablar y hablar… ¡Cuarenta años con la lengua pegada al zapato!, como Rafael Balsera, Ernesto Caballero, Castilla del Pino, la hermana del poeta asesinado Alvariño, y tantos otros… y en Puente Genil, Montilla, Almodóvar… ¡Todos los pueblos de Córdoba! 

Los jarotes de entonces en Madrid. Algunos ya no están.  Era la presentación de mi libro en el Club Internacional de Prensa, en mayo de 1985. En el ángulo inferior derecho está doña Milagro Martínez de Laín, que tanto me ayudó, esposa de D. Pedro Laín. 

Y luego extendía mis redes a cordobeses en Madrid, Valencia, y me carteaba con gente en Francia, en México… Buenísima gente los de México, como nuestro paisano José Pascual Soler, el egabrense José Cobos Panadero, el cordobés Manuel Azorín Poch, los hijos del gran médico Dr. Sadí de Buen, al que asesinaron en Córdoba… En Madrid hablé con un hijo del gran escultor cordobés Enrique Moreno “El Fenómeno” y con otros muchos, como nuestra paisana Isabel “La Chata”, en Vallecas, una persona que me impresionó. Se escapó de Villanueva en 1948, porque alguien le avisó. Cogió el automotor el día anterior a la eliminación de don Manuel Torralbo “Mazo” y otros 5 en Las Almagreras. A Isabel quisiera hoy preguntarle más cosas, pero ya no está. 

      En Villaverde entrevisté al peluquero Copado. Y allí también llegue a entrevistar al célebre José Martínez Capitán “El Chunga” (“El de las cabras”), impresionante. Y en el pueblo un día, con toda mi cara, abordé en la Plaza a Diego “El Chunga”. –“Quería hablar contigo, que estoy escribiendo…”. Me hizo pasar al Casino (“Sancta Sanctorum” del facherío jarote), nos sentamos y me contó cosas de poca monta. Por otro lado, hablaba bastante con don Patricio Bermudo, tanto en el pueblo como en Madrid, donde tenía una tienda de antigüedades en el Rastro. Entre tantísimas, aludiré a otra entrevista, la de Francisco Blancas “Veneno”, de Adamuz, que fue maquis en Ciudad Real. Un testigo de excepción que vino a Valencia desde Francia. Y dicha y hecha: acordado con él, cogí el tren y me planté en Valencia. Reservé una pensioncilla, como aquellas de camioneros de Posadas o de Rute, donde me alojé tiempo atrás y no pegué ojo. Qué fatigosa es la historia. 

      Aquella familia de “Veneno” no consintió que me fuera a la pensión y me alojaron en su casa. Y me contó lo habido y por haber del maquis en Ciudad Real, su juventud dificultosa en Adamuz, su exilio en Francia… Un torbellino de cosas. Le grabé 16 cintas de hora y media. Allí esbocé mi libro de 2006, Historia y memoria del maquis. La gente de abajo quería hablar y dejar constancia de sus vidas maltratadas. Se agarraban a la historia, ya que la justicia no los consoló nunca. Cuánto he aprendido de la gente de abajo, qué experiencia social y humana tan enriquecedora. Si ya estaba convencido de muchas cosas, la escritura de mis libros me ha fortificado mi escala de valores y  mis convicciones, a pesar de los zarzales de la vida.

      Mi labor historiográfica no paraba. Durante el curso, daba clase en el Nocturno a los de COU, de 18 a 22 horas. Y las mañanas las tenía libres. Todas las mañanas metro arriba y metro abajo: a la Biblioteca Nacional, donde consulté muchísimas cosas; al Archivo Histórico Nacional, donde consulté la “Causa General”, legajos de Córdoba; a la Hemeroteca Municipal, que es la mejor de España. Allí hay más periódicos de Córdoba que en esta capital. Primero se ubicaba en la Plaza de la Villa, frente al Ayuntamiento, y luego la pasaron al Cuartel del Conde Duque, que me venía mucho peor. ¡Cuántos periódicos repasé y leí! Cordobeses, nacionales y de todo tipo, en busca de información. Luego, al Servicio Histórico Militar, en la calle Mártires de Alcalá, donde atendía, adusto y serio, el capitán Carbajo. También fui a consultar consejos de guerra al Gobierno Militar, cerca de Atocha.


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El curso 1978-79 fue el primero que pasé en el Instituto de Getafe. Tomé la enseñanza pública con una gran ilusión, que mantengo. Fue un curso muy intenso, denso y comprometido. Porque eran tiempos de compromisos, de dar pasos adelante, no de tumbarse amodorrados. Empecé en el Nocturno, de 18’20 a 22’20 de la tarde-noche, y así permanecí los treinta años de docencia. Y las mañanas libres para ir a Madrid a investigar, a la Ceca y a la Meca, Hemeroteca, Archivos sin fin… Así se hace la historia.

      Y llegamos a las elecciones generales del 1 de marzo (1979), que ganó UCD (168 diputados), el PSOE subió un poco (121) y el PCE llegó a su techo (23). Aquel día se nos quedó grabado a la familia por triste circunstancia: murió el abuelo Francisco “El Cardito”, un gran personaje por sus inventos, sus antiguas murgas de carnaval, su coche de viajeros y tantas cosas. El 3 de abril del mismo año (1979) éramos espectadores de nuevas elecciones: las municipales que yo apenas seguí. Sé que en el pueblo ganó UCD (10 concejales), seguido de PSOE (6) y el 1º concejal del PCE (Antonio Gutiérrez “Cantos”). Renovó alcaldía Luis M. Ochoa. 

      El campanazo nacional ocurrió en Córdoba capital, con Julio Anguita como alcalde, pero con mayoría simple (8), UCD (7), PSOE (7) y PSA (5). En las municipales siguientes (1983), Julio Anguita sobrepasó con mucho la mayoría absoluta (17 concejales). Julio Anguita ha sido el gran líder carismático del PCE que ha dado la democracia actual. En abril, como era tiempo de clases, yo estuve más atento al Ayuntamiento de Madrid, que también nos dio otro alcalde carismático: Enrique Tierno Galván. UCD sacó 25 concejales, el PSOE otros 25, y el PCE, 9, con Ramón Tamames, Cristina Almeida, etc. Y se hizo el “pacto de la izquierda” PSOE-PCE, que siempre se han llevado como el perro y el gato, o peor. Como el galgo y la liebre.

      Mientras tanto, yo estaba totalmente enfrascado en mis estudios iniciales sobre la República y la guerra civil. Aquel verano (1979) llegamos de vacaciones de verano a Villanueva y me dediqué a corretear los pueblos de Los Pedroches, y hete aquí que el azar me llevó a mi primera intervención pública en Villanueva (no sé si para bien o para mal). Llegó el 11 de agosto, y el alcalde Luis M. Ochoa me propuso que interviniera en un homenaje a Blas Infante con una conferencia. Fue la primera y última vez que en Villanueva se ha celebrado un homenaje a Blas Infante. 


Mi conferencia sobre Blas Infante, el 11-8-79, en el Cine de verano de la calle P. Llorente. 

Preparé mi charla con mucha dedicación. Y allí hablé, en un escenario en el cine de verano de la calle P. Llorente, repleto de público. He perdido el texto aquel, pero recuerdo que llamé la atención sobre el montón de nombres franquistas que había en las calles de Villanueva, y rogué la sustitución. Pues bien, los de UCD, al poco tiempo, hicieron, oh milagro, el borrado y cuenta nueva de los nombres franquistas en las calles, una de las primeras localidades de España en que tal cosa se hizo bien, y en su momento y exhaustivamente, como había que hacerlo. Hoy, multitud de localidades discuten esto en toda España, porque en este país muchos alardean de “muy demócratas”, pero “su imagen de ‘San Franco’, que no se la quiten”. Estamos en democracia, pero con una derecha criptofranquista (y parte de la judicatura y de la Iglesia). Una democracia de franquistas “conversos”, que siguen practicando en la “intimidad” sus ritos de yugo y flechas.

      Aquel año de 1979, el mundo seguía dislocado. En las dictaduras de Argentina y Chile, Videla y Pinochet seguían haciendo de las suyas, igual que las matanzas en El Salvador. En sentido inverso, en aquel verano ocurrió la victoria de los sandinistas (Daniel Ortega) en Nicaragua. En España, la ETA era el colmo de los colmos. Mataron hasta el general gobernador militar de Madrid (3-enero). Hoy, el mundo sigue igual o peor.

      Acabó el verano en Villanueva. Volvimos a Getafe, a nuestras clases, y desde 1977 no faltábamos a la Fiesta del PCE en la Casa de Campo de Madrid, por San Miguel, que era entonces un fiestongo de tronío, en medio de una multitud que casi no se podía andar. Hoy todo se ha derrumbado. ¿Por qué? Cosa complicada. “Miré los muros (de la democracia mía), / si un tiempo fuertes, ya desmoronados, / de la carrera de la edad cansados …” (Quevedo).  
Y llegó 1980. Un año muy esperanzador para los que entonces andábamos con tantas ilusiones, proyectos y compromisos. La primera, y gorda, fue lo del Referéndum de Andalucía. Resulta que el Estatudo de Autonomía iba a ser por el Art. 151 de la Constitución (las Autonomías de Primera, digamos), pero la UCD cometió el error de cambiar al Art. 143 (Las Autonomías de segunda, o pelotón de los torpes) y no sería necesario el Referéndum. Pero la Junta de Andalucía, con Rafael Escuredo, mantuvo el Referéndum por el Art. 151. Y he aquí que se movilizó toda Andalucía en lucha por este ideal. 


En la campaña pro Referéndum del 28F (1980), Paco Tébar y yo colocamos en la torre una bandera andaluza enorme, pequeño icono para la historia. 


Yo, que andaba en Getafe tan tranquilo, voy y me tiro a la piscina sin agua, me compro un equipo de megafonía para el coche y me planto los fines de semana en Villanueva, a hacer campaña por el sí. El compinche en la lucha de aquellas fechas sería Paco Tébar. Nos hicimos de tela de bandera andaluza, la blanca y verde, que entonces era como algo subversivo. Y esto hoy nadie lo sabe, que en la primera Transición la bandera andaluza se la miraba de reojo, y la derecha no la usaba. 

Nuestros mítines callejeros para el 28F (1980): Paco Tébar y yo en C/ Castillejos. Los que hoy están en política entonces no estaban.


Entonces inventamos dos novedades de campaña, que en Villanueva no se habían hecho nunca: 1) La caravana de coches con banderas, música (mi cassette Grundig) y megáfono. Dábamos vueltas por el pueblo lanzando proclamas y anunciando la “buena nueva” del Estatuto. Y 2) Improvisar mítines callejeros, Constitución en mano, explicando a los estupefactos vecinos lo que se ventilaba. Nadie recuerda aquello hoy. Entonces había ilusión. Hoy, sólo burocracia.



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Aquella campaña del 28 F de 1980 fue la causa de que yo entrara en política, no sé si con acierto o con error. Pero cada tiempo trae sus afanes, sus ideales, sus compromisos. Unos dan pasos al frente y otros se escaquean tras el burladero. El gran Dante Alighieri, en el 1º círculo de su Divina Comedia, habla de “los que no hicieron nada digno ni de alabanza ni de censura, de los cuales no vale la pena hablar”. Son los contrarios al compromiso, los que no se equivocan, porque no se pronuncian. En fin… El caso fue que vivimos un mes de febrero trepidante de banderas andaluzas, de mítines en las calles, de caravanas de coches y de megafonía (que yo llevé de Getafe y sonaba como un demonio). 

      Hoy, pocos pueden imaginarse lo que costó aquella lucha por el “sí” a la Autonomía andaluza, por el Art. 151 de la Constitución. Parece que tales afanes no hubieran existido, y hoy, los que están no estaban entonces ni recuerdan nada de aquello.

El autor colocando la bandera andaluza en lo alto de la torre, el 23-2-80.

Todos los fines de semana de la campaña me plantaba en Villanueva, a movilizar a nuestro sosegado vecindario. El 17 de febrero organizamos un recorrido de la caravana por Conquista (donde dimos un mitin en una escuela), Azuel, Cardeña y Villanueva. Recuerdo que Cardeña celebraba en 1980 el centenario de su “independencia”, y en nuestra megafonía por las calles uníamos aquel aniversario al “sí” por la Autonomía. Reproducimos una foto de la caravana al entrar en Cardeña. En cabeza aparecemos Alfonso Nevado y yo. Éramos quijotillos contra los molinos de viento de la humana apatía.

      También aquel fin de semana fue la colocación de la gran bandera andaluza en la torre, entre Paco Tébar y yo, que nos costó muchísimo trabajo por la fuerza del viento.

Caravana de campaña electoral en el referéndum del 28-F, a la entrada de Cardeña, el 17-2-80.


El 24 de febrero anduvimos de “tiros largos”, porque visitó Villanueva el ya casi mítico Julio Anguita, reciente alcalde de Córdoba. Yo actué de presentador, en el Teatro Español, porque así me lo pidió Doroteo Gómez, a la sazón secretario local del PCE. Una organización con la que antes no había entrado en contacto. Previamente al mitin de Anguita, anduve dando vueltas con la megafonía alborotando las calles con el anuncio de la llegada del “Califa” a nuestro pueblo, entonces mucho más dinámico y movilizado por estas cosas que en el día de hoy, cuando ya ha perdido 4.000 habitantes, que se dice pronto, ¡En 30 años! Hoy, Villanueva va por otro camino, no sé cuál ni hacia dónde, con otros “conductores” de la grey pasota.

      Julio Anguita hizo un discurso memorable. A su término, con el agitar de banderas (andaluzas) en el patio de butacas, nos hicimos una foto en el escenario con la gente que entonces dirigía el PCE local, la mayoría ya ausentes. A mi lado está Antonio “Cantos” y Eugenio Vaqueras. En el centro, Julio Anguita. A su izquierda, Doroteo Gómez, y entre otras y otros, Ángel Lorenzo, Diego Luna, Fructuoso Sepúlveda y Antonio Arroyo.

Con Julio Anguita, tras el mitin en el Teatro Español, el 24-2-80.

En aquella campaña, la UCD predicaba el voto en blanco, y AP (PP), el voto en contra; así que poco hicieron por la Autonomía actual. Recuerdo que en la publicidad utilizaron al folklórico Lauren Postigo, que decía: “Andaluz, éste no es tu referéndum”. A la hora del recuento de los votos del día 28 F, había que superar, no el 50% de los votantes, sino el 50% del censo, lo cual era muy difícil, teniendo al Gobierno por el voto en blanco. 

      Y llegó la noche del recuento: y en Villanueva ganó el “sí” por el 58’02 del censo (y el 80’21 de los votantes). En Pozoblanco, el “sí” ganó por más, por el 64’09 del censo. En general, en la provincia superaron el 50% la mayoría de pueblos: 48. Y 27 pueblos (la mayoría de los Pedroches) se quedaron por debajo. La votación general de la provincia a favor del “sí” fue el 59’96%, sólo superada por Sevilla (64’98), siendo pues las dos provincias con más conciencia autonomista en aquella histórica ocasión.

      La votación exacta de Villanueva fue, de un censo de 8.495, 4.927 “síes”, 368 “noes” (AP), 744 votos en blanco (UCD), y 102 nulos.  Por último, hubo dos provincias que no cumplieron el requisito del 50%: Jaén (49’77) y Almería (42’19). Pero este problema el Gobierno lo tuvo que olvidar, y dar por válido el triunfo general del “sí”, y el sentido común se impuso sobre la politiquería. Lo cierto es que aquello lo vivimos los jóvenes de entonces como algo memorable, y nuestra participación en aquello, como un pequeño timbre de gloria.

      Y como ya estábamos lanzados, aquella primavera de 1980 culminamos otro objetivo: la creación del periódico “Villanueva”, cuyo número cero salió, por la Imprenta Pedro López, de Pozoblanco, en abril de aquel año. Un gran esfuerzo supuso tal proyecto, que logramos mantener cuatro años, hasta 1984, a la vez que yo andaba con los múltiples trabajos de investigación de “La guerra civil en Córdoba”, y las clases en el Instituto, conferencias, tareas de concejal, etc… Todo posible con el vigor de la juventud. Yo aportaba al citado periódico cada mes, un capítulo de la serie “Jarotes que dejaron huella”, y comencé con la biografía de don Vicente Pascual Soler, un mítico maestro de Villanueva, injustamente tratado por el franquismo. Luego vinieron: Juan Ocaña Torrejón, José Jurado Pozuelo, José Sánchez Gómez (“Carnes”), José Luna Gañán, Nemesio Pozuelo “El Floro”, Alejandro Yun Torralbo, doña María Jesús Herruzo, Mujeres luchadoras de Villanueva, el alcalde Juan Blanco, Las monjas del Hospital, Julián Caballero Vacas, Diego Higuera, etc. Una serie tratada con un alto sentido de la pluralidad, de lo que me honro, a años luz de los inquisidores, que trazan líneas de exclusión e intolerancia. Siempre fue mi actuación: tolerancia, pluralidad y cultura. El valor social de la cultura. El homo sapiens ante todo.

                                                                   

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El año 1980 tuvo una intensidad especial. Pasado el 28 de febrero, y continuando mi vida docente en el Instituto de Getafe, vivíamos siempre atentos a las noticias que surgían dentro y fuera de España. En aquella mi generación “progre” estábamos atentos a todo lo nuevo, lo que pasaba aquí y allí. Éramos anímicamente solidarios con el mundo, interior y exterior. Era la sensibilidad contra la indiferencia. Nosotros, que salíamos felices de una larga dictadura, nos asombrábamos cada día de los horrores que nos llegaban de las dictaduras latinoamericanas. El 31 de enero (1980) los telediarios nos ofrecían el espanto de la masacre de la Embajada de España en Guatemala, obra de los militares y la ultraderecha: 37 campesinos quemados vivos, entre ellos, el padre de la premio Nobel Rigoberta Menchú. En Madrid, en febrero comenzó el juicio contra los asesinos de los abogados de la calle Atocha, de lo que se habló largo y tendido.

      El 14 de marzo ocurrió el accidente de avioneta en Alaska y la muerte del gran ecologista Rodríguez de la Fuente. Toda España lloró la gran pérdida. Pero lo que entonces causaba estupor a nuestras mentes solidarias seguían siendo los horrores de las dictaduras latinoamericanas. El 21 de marzo (1980), nos llegó una terrible noticia desde Bolivia: el secuestro, tortura y asesinato del jesuita español y cineasta P. Luis Espinal, víctima del dictador y narcotraficante Luis García Meza (Ver en YouTube “Luis Espinal Camps, gastar la vida 44”). Y el 24 de marzo, otra tragedia, ahora en El Salvador: el asesinato del obispo Oscar A. Romero, abatido por militares ultraderechistas mientras celebraba misa. Era una estrategia de acoso y derribo de la CÍA, con sus peones bananeros, en contra del clero progresista, que había tomado la opción por los pobres y denunciaban las matanzas de indígenas (como fue la antigua posición de Fr. Bartolomé de Las Casas). 

      Esto de la opción por los pobres, no sólo en su vida espiritual, sino también en su vida material (no sólo caridad, sino justicia) fue lo que empezamos a oír como Teología de la Liberación, que en España tenía la denominación de los curas obreros, de lo que se daban muchos casos entre nosotros, sobre todo en los años 70. Tanto fue así que 4 compañeros de mi curso del Seminario: Paco Rot, Manuel García, Vilches y Manolo Varo, ya curas, se fueron de albañiles al poblado de Villarrubia: al alba y por la noche, oficiaban y predicaban; y por el día, se unían a los obreros. Todavía siguen allí Manolo García y Manolo Varo.


 El tenderete del periódico “Villanueva” en la Virgen de Luna de Madrid, en Perales del Río (Getafe), primeros junio 1981. 

Se dieron muchos casos idénticos en España. En Sevilla fue muy conocido, con fama de santo, el P. Diamantino García. En Madrid causó admiración el jesuita P. José María de Llanos, que se fue a vivir a una casilla en el barrio marginal “El Pozo del Tío Raimundo”. Me cupo el honor de ir a visitarlo, a su casita, con motivo de recoger firmas para el proyecto de Monumento a los Muertos por la Libertad en Villanueva, en 1981. Pertenecía al Comité Central del PCE, y la Iglesia lo respetó siempre, igual que al jesuita P. García Salve, líder de CC.OO.

      Pero lo importante que conocimos de la Teología de la Liberación estuvo en Latinoamérica. Allí son historia ya nombres como: el P. Casaldáliga, catalán claretiano, misionero en el Mato Grosso brasileño, donde hizo bandera de los pobres, obispo de San Félix de Araguaya (apoyado por Pablo VI, pero acosado por Juan Pablo II); el franciscano Leonardo Boff, en Brasil, condenado al silencio por el Vaticano; el dominico Gustavo Gutiérrez en Perú, que decía: “Si hemos tenido problemas es porque hemos hablado de las causas de la pobreza”; el P. Jon Sobrino (catalán, de origen vasco), jesuita teólogo de la liberación de los pobres y fundador de la Universidad de El Salvador; Helder Cámara, otro obispo de los pobres en Brasil, el “obispo  de las favelas” (también apoyado por Pablo VI, pero no por su sucesor), que decía: “Si yo le doy pan a un pobre, me dicen que soy santo; y si pregunto por qué tienen hambre, me dicen que soy comunista”. 

      Otros muchos (gran parte, jesuitas) fueron practicantes de la  Teología de los pobres. La Teología de la Liberación fue un fenómeno de ayuda espiritual y material a los pobres, que coincidió con la celebración o con el legado del Concilio Vaticano II. Tuvo esta tendencia dos momentos históricos: la Conferencia Episcopal de Medellín (Colombia), en 1960, y la Conferencia de Puebla (México), en 1979. Esta apuesta religiosa por los pobres del mundo fue luego muy mal vista, no sólo por el papado de Juan Pablo II, sino también por la CIA norteamericana. Aquella sintonía entre el Vaticano y la Casa Blanca hizo declinar hasta eclipsarse la Teología de la Liberación.

      En otro orden de cosas, el 10 de mayo de 1980 se celebró en Madrid, en la Plaza de Toros de las Ventas, abarrotada hasta los topes, el 60º Aniversario de la fundación del PCE. Fue una exhibición del eurocomunismo (es decir, el comunismo democrático). YO ESTUVE ALLÍ, con mi flamante máquina de teleobjetivo, y saqué unas fotos para la historia. El invitado estrella fue el líder del italiano Enrico Berlinguer, con un partido masivo que estuvo a punto de gobernar en Italia. En el centro del estrado, la gran luchadora española Dolores Ibárruri (nueva María Pecheco, viuda de Padilla, o nueva Agustina de Aragón). Por último, Carrillo, el de siempre. Detrás, Ramón Tamames (hoy en pleno ocaso). 

      Los grandes actos y eventos en Madrid no me los perdía nunca, a pesar de mis labores de docente y de historiador y otras hierbas. Fue un poquito de pasión por ser testigo de las cosas de la historia. 


El 10 de mayo de 1980 se celebró en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid, el 60 aniversario de la fundación del PCE en 1920. Allí estuve yo como reportero, con mi cámara y zoom, para inmortalizar el evento.


Hasta la feria de Villanueva, mi terruño, fue importante en 1980. Villanueva estaba entonces “que se salía”. Aquellos años fueron su último tren. Y lo perdió. Vino Manolo  Escobar, que dio magno recital en el campo de fútbol viejo. Los del Sur cantaron en la Caseta Los 150. En la Caseta Juventud 80 actuaron: Medina Azahara (Magnífico) y Pablo Abraira. Y en la Caseta La Amistad cantó nada menos que el grupo Jarcha (Apoteósico) y Emilio José.


La Feria de 1980, el grupo Jarcha, todo un mito de los grupos folk en España, actuando en Villanueva. 

La Compañía Tirso de Molina, con José Mª Escuer, representó “Melocotón en almíbar” y “El alcalde de Zalamea”. En aquellos primeros ochenta conocimos al poeta García Copado (del que dejamos una foto para la historia), con Ernesto Caballero, etc. Algunos de esta foto ya no están.

  Los jarotes “ausentes” de entonces, en la feria de 1983, con el autor, Ernesto Caballero, García Copado, y el grupo de “los vascos”-    

Fue el año de los Juegos Olímpicos en Moscú y el boicot de algunos países capitalistoides. Las elecciones en EE.UU. las ganó el payaso Reagan. Y para los seguidores de Los Beatles, nos cayó un gran palo: el 8 de diciembre mataron a John Lennon New York. Las cosas de EE.UU. el país más loco del mundo (entre otros).  

                                                            

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Nuestros recuerdos se precipitan ya en los capítulos finales. El año 1981 estuvo marcado, como no, por la intentona golpista de Tejero, el 23 de febrero. ¡Vaya espectáculo cutre de España ante el mundo! Aquella fantasmada no me pilló en Madrid, sino en Córdoba. En el Instituto se había declarado una semana de huelga contra una ley de educación de UCD. Y yo aproveché para irme a Córdoba, porque me urgía investigar en los cementerios de Córdoba. Julio Anguita me firmó una tarjeta de visita para consultar los Libros de Entierros durante la guerra.

      La tarde del “Tejerazo”, sobre las 18’30 h. yo pasaba por Las Tendillas, y en un kiosco decían que “estaban pegando tiros en el Congreso”. Así me enteré. Me encontré luego con Juan Ortiz. Anochecía, y en la calle Gondomar sonaba el “Cara al Sol” por un balcón (La sede de “Fuerza Nueva”). Nos encaminamos al Ayuntamiento viejo. Allí estaban, circunspectos, los concejales, otras personas y Anguita, en el salón de plenos. Estuvimos un rato, y nos dirigimos luego a las sedes de UGT, CC.OO. y PCE… Todas, cerradas a cal y canto. Juan Ortiz me acompañó luego al Hotel Riviera, donde me alojaba. Yo afirmaba y repetía que el “Tejerazo” no podía triunfar, porque la sociedad española no quería entonces “aventuras”. 

      Me quedé en mi cuarto pasando a limpio mis apuntes. A eso de la una de la madrugada bajé al salón, a ver que decía la TV, y fue cuando oí hablar al rey. Efectivamente, la intentona estaba fracasada. El 24 de febrero por la mañana retomé mi investigación en la oficina del cementerio de San Rafael. Cuando salí a tomar algo en un bar, era el momento en que los guardias civiles saltaban a la calle por las ventanas del Congreso. ¡Las cosas de la “marca España”!

      El 28 de marzo celebramos en el Instituto el 39º aniversario de la muerte de Miguel Hernández en la prisión de Alicante. Me encargaron los alumnos una conferencia sobre el tema, que impartí en el salón de actos, aderezada con música de gran significado entonces, como “Vientos del pueblo”, por Los Juglares, la  “Elegía”, por Jarcha, etc., con un buen equipo de sonido. Los alumnos quedaron impresionados, y me pedían copias de la conferencia. Entonces decidí hacer mi primera publicación, bajo el título El compromiso sociopolítico de la Generación del 27, con fecha: abril de 1981. Después vinieron más de 20 libros, algunos de mil páginas. Mucho trabajo, sí, pero me había exigido siempre no pasar por una existencia anodina, sino aportar algo válido a la sociedad por la que pasé.



Segundo homenaje que se hizo a los asesinados por el franquismo en Villanueva, en el 2º patio del cementerio, el 1-11-1982. A la izq. se ve a Manuela “La Parrillera”. 

El año 1981 también fue intenso. La feria de Villanueva tuvo el gran aliciente de la presencia de Miguel Ríos, el 7 de agosto, en la Caseta Juventud 80, ante un auditorio multitudinario. ¡Qué gran personalidad la de este cantante, de pensamiento denso, progresista y comprometido! Aquel verano fue noticia la boda real de Diana de Gales, el 29 de julio, que yo vi a trozos en algún bar de Puente Genil, donde me hallaba haciendo entrevistas para mi primer libro sobre la guerra civil. 

      El 13 de mayo ocurrió en la plaza del Vaticano el atentado de un turco contra Juan Pablo II. El 11 de diciembre, otra barbaridad en Latinoamérica, en El Salvador: “La masacre del Mozote”, bajo el mandato del gran criminal Efraín Ríos Montt (azuzado por la CIA y la administración Reagan), donde fueron asesinadas 900 personas, de toda edad y condición. Crímenes sin castigo. Un genocidio en toda regla.

      Madrid seguía siendo el foco cultural de España. Era el Madrid de las manifestaciones, para las que casi siempre encontraba tiempo, pues tengo una convicción: el sentido pedagógico y educativo de las manifestaciones, donde una causa digna es compartida al lado de miles de ciudadanos. El domingo 15 de noviembre tuvo lugar en la Ciudad Universitaria de Madrid la gran manifestación contra la OTAN, algo de lo más imponente y multitudinario que yo he visto nunca. La masa humana salió de la Moncloa, plena de banderas, símbolos de paz y pancartas, hacia la explanada que hay entre la Facultad de Medicina y la Facultad de Biológicas. Una masa millonaria de pacifistas. 

      La tribuna de oradores fue histórica. Presentaba el locutor del “rojerío” de RNE Carlos Tena, omnipresente en aquellos años “progres” (Hoy ejerce su profesión en Cuba, asqueado de los medios frívolos y carcas españoles, los “falsimedia”, como él los llama). Entre muchas personalidades se hallaban: Alberti (que recitó sus “Coplas de Juan Panadero”), La Pasionaria, Carrillo, Felipe González, Nicolás Redondo, Marcelino Camacho. Allí aprendimos pacifismo y antimilitarismo.

      Por último, yo asistía con frecuencia en Madrid a conferencias en la Fundación Pablo Iglesias, donde era muy asiduo Tuñón de Lara, y en otros lugares. En el Centro Iberoamericano escuché una charla del propio Gerardo Diego, de la Generación del 27. 


El autor, el 1-11-1983, en la inauguración del Monumento definitivo a las víctimas asesinadas por el franquismo, uno de los primeros monumentos que se erigieron en España. 

La redacción de mi libro La República y la guerra civil en Córdoba la tenía ya muy avanzada, bajo la dirección de Tuñón de Lara, que me recibía en el Hotel Victoria, de la Plaza de Santa Ana. Así las cosas, se convocó por el Ayuntamiento de Córdoba el Premio “Díaz del Moral”, sobre historia social de Andalucía, y presenté a finales de 1981 mi borrador bajo el seudónimo de “Julián Caballero”. El premio se falló en febrero de 1982, y salí ganador, en medio de un gran revuelo en la prensa de Córdoba. Me había atrevido a sacar a la palestra el gran tema tabú: “los otros caídos”, los asesinados por Franco. El libro se publicaría en noviembre de 1982. Se vendió como churros. Y el revuelo siguió en aumento. Los perpetradores creyeron que las sombras de las historia no serían nunca iluminadas. Pero se fue haciendo la luz y se empezó a saber todo lo oculto.


                                                               
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Aquella dinámica Transición la exportábamos, en cierto modo, de Madrid a Villanueva e impulsábamos iniciativas culturales de bastante entidad. En 1979, ya conté, se celebró en Villanueva el aniversario del fusilamiento de Blas Infante, con una conferencia que impartí en el cine de verano de la calle P. Llorente (Luego, Eroski, Día…). Desde entonces, nunca más se ha conmemorado nada sobre Blas Infante, ni siquiera se le nombra en los medios, los días 10-11 de agosto de cada año. Nadie de los medios cae en la cuenta de estas cosas. Esto lo hacíamos entonces. Hoy no están de moda estas cosas. En 1982, el 14 de agosto, hicimos “otra de las nuestras”, sin ninguna ayuda oficial, sólo con nuestro voluntarismo. Y fue un homenaje a Blas Infante y a García Lorca en el 46 aniversario del crimen, el 11 y 19 de agosto de 1936, respectivamente.


Nuestro homenaje a Blas Infante y a García Lorca, el 14-8-1983, en la Biblioteca de Villanueva.
      Decoramos el escenario de la Biblioteca con retratos de los mártires, banderas andaluzas y dos ramos de claveles rojos, que nos obsequió la entonces Floristería Andaluza. El centro del acto fue una conferencia que impartí, cuyo texto todavía conservo, así como el guión. Se empezó con una lectura de poemas a cargo de Paco Tébar, Rosario Cachinero y Jesús Rodríguez, con un fondo musical de soleares y seguriyas, además de otros momentos musicales, sobre todo de Jarcha y de otro conjunto de folk andaluz entonces en boga, Gente del Pueblo, en lo que ayudaba Juan Ferrero. Al final se recitaba la Elegía de Antonio Machado “El crimen fue en Granada”, a los acordes del 4º movimiento de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak. La Biblioteca estuvo abarrotada. Entonces, en aquella bullente Transición, la gente se movilizaba por los temas civiles; hoy, sólo por el incienso.

      Por aquel tiempo, recuerdo que unos paisanos de Móstoles (Madrid) me invitaron a dar una conferencia en esa localidad sobre Antonio Machado, cosa que hice y quedaron muy animados. En Getafe, los ácratas, que tenían allí una especie de Ateneo, me invitaron a dar otra charla con motivo de la publicación de mi folleto sobre la Generación del 27 y su compromiso socio-político, pero en los pasquines anunciadores ellos le quitaron lo de “político”, y pusieron sólo “compromiso social”. Qué más da. Sobre el mismo tema, los alumnos de mi Instituto de Getafe (“Puig Adam”), para rellenar el tiempo con motivo de una huelga de la Enseñanza en 1980, también me invitaron a dar otra conferencia, ya citada, que la hicimos con efectos musicales, por todo lo alto, y los alumnos quedaron muy motivados.

      En otro orden de cosas, nuestro protagonismo en la cosa cultural a comienzos de los 80’s derivó en el consiguiente compromiso político, y ello tuvo lugar en las elecciones municipales del 8 de mayo de 1983. De manera que allá nos embarcamos, un poco inconscientes, a la ligera. Paco Tébar encabezó la lista del PSOE; a mí, Ernesto Caballero me puso a liderar la lista del PCE; Francisco Silva y Fco. Javier Medina encabezaron la lista de AP; y los Independientes (en sustitución de UCD) tuvieron como primero a Bartolomé Molina. Hubo mucha movilización, porque se barruntaba el triunfo de la izquierda. Caravanas de coches, música y cohetes, además de mítines por las calles, lo cual sorprendió a propios y a extraños.


La noche del triunfo electoral municipal, el 8-5-1983, hablando a “la multitud”. A la dcha., Paco Tébar. A la izda. está el autor.
Los resultados de las elecciones del 8 de mayo de 1983 avalaron lo esperado: la victoria de la izquierda. Villanueva tenía entonces 4.000 habitantes más que ahora (¡quién lo diría!), y correspondían 17 concejales. Votó el 81’71 % del Censo. El PSOE sacó 8 concejales (faltaba uno para la mayoría absoluta). El PCE, 3 concejales. Los Independientes (ex UCD), 4. Y AP sacó 2 concejales. Así que hicimos el dichoso “pacto de la izquierda”, y resultó alcalde Francisco Tébar García. No me quisieron dar la 1ª tenencia de alcaldía, sino la 2ª. Tampoco me quisieron hacer delegado de Cultura (no me fuera a exceder en protagonismo); sólo miembro de una Comisión de Cultura, en la que estábamos tres: Paco Tébar, Francisco Galán Mendoza y yo. En fin, trapacerías de corto horizonte. Luego hubo problemas, claro. Pero corramos un tupido velo… 


El nuevo Ayuntamiento con mayoría de izquierdas, el 21 de mayo de 1983.

Yo escribí entonces un editorial en el periódico “Villanueva”, bajo el emblema de este texto de Antonio Machado: “Fue ayer: éramos casi adolescentes; era con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios, cuando montar quisimos en pelo una quimera, mientras la mar dormía ahíta de naufragios…”. Qué grande es Antonio Machado: en sus palabras se venía a condensar nuestra idealista, pero ingenua, peripecia política. Era 1983. Pronto se nos apegó alguna gente interesada, una camarilla que sembró mucha cizaña, y desviaron el camino de nuestra utopía inicial. Esa camarilla ni había participado en nuestras luchas ni en nuestras ideas ni había enarbolado nuestras banderas. Se apegaron luego a recoger lo que se caía. Ahora, los pocos idealistas que quedamos contemplamos el crepúsculo con sosiego, sin ambiciones, en paz por haber defendido el bien común del pueblo.



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Último capítulo ya de la serie sobre la Transición. No se ha tratado de un análisis estructurado, sino de una vivencia y de unos recuerdos, la mayoría en Madrid y algunos en Villanueva. Aquellos años de innovaciones importantes en España (últimos 70’s y primeros 80’s), de eclosión cultural, social y política, cambiaron nuestro pensamiento, y pudimos echar cimientos, fuera de la superficialidad. Algunos vivimos aún de aquellas rentas intelectuales. La mayoría se han sumido en la apatía.

      Termino con la evocación de un poeta paisano que en 1983 descubrí en Madrid, en un recital en el Instituto Cultural Andaluz, el 27 de junio. Era Antonio García Copado. Nunca lo había visto en persona, y quedé sorprendido. Admiré en él el arte de la declamación, la dicción del poema y lo a gusto que se sentía en la ejecución de la velada. Entraba en situación, se enardecía y se transfiguraba. Se le veía en su salsa. No leía poemas: los llevaba dentro y los recitaba. Era un juglar, no un lector de poemas, que es donde se dispersan la mayoría de los poetas. El poeta o es oral o no es nada.


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Antonio García Copado, en un recital en el Instituto Cultural Andaluz, de Madrid (27-6-1983).

Me presenté a él, nos saludamos y, no sé cómo, quedamos para venirnos juntos a Villanueva en mi coche, en un par de días. Antonio y su esposa Iraida se hospedaban en una pensión de la calle Fuencarral. Y allí los recogí. De aquel viaje guardo un recuerdo: una foto con García Copado en la Fuente de la Teja, de Fuencaliente. A los pocos días de estancia en Villanueva, observé que García Copado estaba hambriento de recitales y de veladas poéticas. Como era yo concejal desde el 8 de mayo, enseguida se organizó en la Biblioteca un acto poético, el 10 de julio de 1983, en un mano a mano entre García Copado y Diego Higuera. Los poetas disfrutaron, y nosotros también.


Recital de García Copado y Diego Higuera, en la Biblioteca de Villanueva (10-7-1983).
Seguía yo de concejal del Ayuntamiento de Villanueva (más bien en tiempo de vacaciones: verano, navidad y semana santa. El resto del tiempo, por teléfono, pues ejercía la docencia en Madrid. Si tenía que viajar en un fin de semana, lo hacía), y en 1984 el verano estuvo dedicado al evento del nombramiento de Antonio García Copado como “Hijo predilecto de Villanueva”, en un acto brillantísimo en la Biblioteca, el 1 de agosto. Y luego, su epifanía desde el balcón de la Audiencia, dando el pregón de feria de aquel año; un año que dejó impronta en la memoria del poeta.



Concesión del título de “Hijo Predilecto” de Villanueva a García Copado (1-8-1984). En el centro, el poeta García  Copado y su esposa Iraida. A la izda., María Josefa Muñoz, esposa de Diego Higuera. A la dcha., la familia del autor.

En el verano de 1985, llegado él a España desde Nueva York, como todos los años, venía García Copado deseoso de actos poéticos. A poco de aterrizar le tenía preparado un recital en Córdoba, en la Posada del Potro, el 25 de junio. Un acto por todo lo alto, con la intervención del grupo folk de Villanueva, Jara y Granito, y con la compañía de Diego Higuera, Juana Castro, y el director de la Real Academia de Córdoba D. Rafael Castejón. Una foto perpetúa la euforia de aquel día.


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Velada artística en la Posada del Potro (Córdoba, 25-6-1985), con Diego Higuera, Juana Castro y el grupo folk “Jara y Granito”.

Aprovechamos el viaje a Córdoba para visitar al Alcalde Herminio Trigo y entregarle el dosier de García Copado sobre el “Congreso de las Córdobas del Mundo”, cosa que el viento se llevó. Al día siguiente nos fuimos a Madrid, porque el día 27 de junio también había yo organizado un gran acto en el Ateneo de Madrid. El aliciente era, además del verso sonoro de García Copado, la actuación de la Orquesta Infantil de Coslada, dirigida por Juan Pablo Fernández, y la actuación como tenor de nuestro paisano Carlos Cano Cartán, hermano del cura de lo Alto del Santo. Aquel hombre era muy meritorio, aunque la vida no le quiso dar oportunidades. Todos estuvieron brillantes, con un nutrido público de Villanueva.




Recital de García Copado en el Ateneo de Madrid (27-6-1985), con la Orquesta Infantil de Coslada, dirigida por Juan Pablo Fernández.

La última velada poética de García Copado en España fue el 30 de julio de 1989, en Coslada, en la que yo también ayudé, junto con Juan Pablo Fernández y su magnífica Orquesta Infantil. Hice la presentación, sabiendo que asistía al crepúsculo del poeta, ya evidentemente debilitado, pero le era imposible renunciar al escenario. Fue una velada brillante y gratificante. En el año siguiente, 1990, hizo su último viaje a España, junto con su esposa Iraida, pero ya no vinieron a Villanueva. Lo despedí una tarde de aquel verano, en lo alto de la calle Montera de Madrid. Triste impresión la de aquel adiós.

      Al año siguiente supe de su muerte, el 6 de abril de 1991, en Nueva York. Nos llamó una prima, de la que perdí todo contacto. Pero el poeta se ha quedado con nosotros, en sus libros y en la memoria de los que tenemos memoria. Años después, Diego Higuera quiso que se celebrara el décimo aniversario (2001) de la muerte de García Copado con la edición de una recopilación antológica de versos y prosas, trabajo que me encargó y casi lo terminé, pero no conseguimos ayudas. Con extracto de ese trabajo hice una entrada en mi BLOG, “poeta Antonio García Copado” (www.franciscomorenogomez.net).

      Todo tiene su fin. La Transición fue el parto de la Democracia actual. Muchos lo vivieron, pero ya no recuerdan nada. Muchos han olvidado sus compromisos de entonces, las ilusiones de la izquierda. Pero algunos conservamos las vivencias, el espíritu cultural y progresista, el romanticismo, los idealismos… seguimos siendo “de ideas”, que es lo propio del ser humano: tener ideas, no serrín en la mollera. Al menos me alegro de una cosa: en la Transición hemos conseguido un pensamiento propio, y nos hemos librado de la superficialidad, del aborregamiento…No hemos vivido en vano.

                                                           Francisco Moreno Gómez