ASTURIAS
Y EL POETA GARFIAS: ADMIRACIÓN POR EL OBRERISMO MINERO. Y OTRAS MUCHAS COSAS.
Solidaridad
de Garfias con la masacre asturiana (1934 y 1937), con uno de los mejores
poemas de la guerra civil: “Asturias”, musicado por Víctor Manuel.
Por Francisco Moreno Gómez
(Conferencia
en Gijón, Asturias, 2001)
Pedro
Garfias y Asturias
El 27 de mayo se cumplen cien años del
nacimiento de Pedro Garfias, el gran poeta de la vanguardia, de la guerra y del
exilio, perteneciente a la Generación del 27. Nació por casualidad en
Salamanca, 1901, de padres andaluces. Se crió en Osuna (Sevilla), estudió en
Cabra (Córdoba), Sevilla y Madrid. Residió en Écija (Sevilla), La Carolina
(Jaén) y, al alborear la II República, se estableció en Madrid, con su esposa
Margarita Fernández Repiso, de Osuna (1).
Literariamente, se puede considerar como
el poeta ultraísta (vanguardista) más importante en la España de 1920, cuando
hacían furor las rupturas e innovaciones estéticas de entreguerras, en cuyas
principales revistas (Grecia, Cervantes, Ultra, etc.) sus versos se dieron a conocer, y llegó a fundar su
propia revista: Horizonte
(1922-1923). A continuación, se sumó a la Generación del 27, contando entre sus
amigos a Lorca, Alberti, Luis Buñuel. En 1931, siguiendo la influencia del
surrealismo y las simpa-tías revolucionarias, se adhirió el partido comunista,
como Huidobro, César Vallejo, Neruda, Alberti, Prados, y tantos otros.
Pero fue en la encrucijada de 1934,
cuando el espejismo revolucionario tuvo un fogonazo especial en el horizonte de
Garfias, y fue la eclosión de la revolución de Asturias. Aquella lucha
frustrada impresionó vivamente al poeta, tanto que prestó su domicilio de
Madrid, en la calle Lista, para ocultar a dos fugitivos revolucionarios de
Asturias (2). A partir de esas fechas, en la mente del poeta empezó a bullir ya
el célebre poema “Asturias”, luego casi un himno de los asturianos exiliados.
El poema lo bajó de las musas en otro octubre, el de 1937, cuando las tropas
franquistas acabaron por segunda vez, y para siempre, con los luchadores
mineros.
Cuando la derrota se les vino encima a
todos y el mundo se llenó de españoles apátridas, los asturianos exiliados en
México tuvieron en Garfias y en su poema “Asturias” un referente patriótico y
un himno. El poema fue celebérrimo, y el poeta lo recitó miles de veces, pieza obligada
en los Centros Asturianos de México, en colmaos y cantinas, así como en el
restaurante “El Hórreo”, regentado por el asturiano Raimundo Fernández (al que
también dedica otro poema) (3).
En todas las celebraciones de los
asturianos en el exilio, éstos procuraron siempre la presencia de su poeta
Garfias. De 1942 tenemos noticias de su actuación en el Centro Asturiano de
México, D.F., según la siguiente crónica:
“el Bloque Asturiano de México organizó el pasado 10 de mayo una gran
Romería Asturiana, a favor de las familias que sufren en los campos de
concentración de Francia, en el Desierto del Sahara y en el Norte de Africa”
(4). Se celebró en el Parque Torino y alcanzó una concurrencia de dos mil
personas, que fueron entretenidas por gaiteros y tamborileros asturianos,
concursos de cantantes asturianos, sin que faltara el “Asturias, patria
querida”. Intervino la Agrupación Musical del maestro Oropesa, la artista
lírica Julita Suárez (que provocó lágrimas de nostalgia), y el llamado “Saxofón Humano”. Se mencionan
luego “los valiosos auxiliares que cooperaron” al éxito de la fiesta, entre
ellos “el inspirado vate andaluz, ‘asturiano honorario’ por derecho
propio, don Pedro Garfias”.
La colonia asturiana más numerosa era la
de la ciudad de Torreón. Debió ser en el verano de 1947, cuando selló con esta
colonia una amistad imperecedera, ya de por vida. A finales de julio de este
año, Garfias fue invitado a Torreón por el poeta local Rafael del Río, y allí
se celebraron varias veladas poético-flamencas, con la colaboración de las
bailaoras Magdalena Briones y Pilar Rioja, espectáculos que causaron admiración
a todo el público lagunero (5), incluida la colonia asturiana, tanto exiliados
como antiguos residentes o gachupines. Nuestro admirado maestro Alfredo Gracia
Vicente, ya desaparecido, nos habló de esta poética hermandad de Garfias con
los asturianos de La Laguna: “En Torreón lo querían mucho; mucha gente, incluso
los antiguos residentes, que eran franquistas. Allí se celebraba la fiesta de
la patrona, la Covadonga, impuesta por los asturianos, creo que el 8 de
septiembre, y Pedro no faltaba nunca. El mes de septiembre lo solía pasar allí.
Y cada año venía a Monterrey también. En el camino de Torreón se encuentra
Monterrey” (6).
Su célebre poema “Asturias”,
magistralmente musicado por el cantante Víctor Manuel, fue de los más recitados
en tierras mejicanas:
Asturias, si yo pudiera,
si yo supiera cantarte...
Asturias verde de montes
y negra de minerales.
Yo soy un hombre del Sur;
polvo, sol, fatiga y hambre,
hambre de pan y horizontes...
¡Hambre!
Bajo la piel resecada
ríos sólidos de sangre
y el corazón asfixiado
sin venas para aliviarle.
Los ojos ciegos, los ojos
ciegos de tanto mirarte
sin verte, Asturias lejana,
hija de mi misma madre.
Dos veces, dos, has tenido
ocasión para jugarte
la vida en una partida,
y las dos te la jugaste.
¿Quién derribará este árbol
de Asturias, ya sin ramaje,
desnudo, seco, clavado
con su raíz entrañable
que corre por toda España
crispándonos de coraje?
Mirad, obreros del mundo
su silueta recortarse
contra ese cielo impasible
vertical, inquebrantable,
firme sobre roca firme,
herida viva su carne.
Millones de puños gritan
su cólera por los aires,
millones de corazones
golpean contra sus cárceles.
Prepara tu salto último
lívida muerte cobarde
prepara tu último salto
que Asturias está aguardándote
sola, en mitad de la Tierra,
hija de mi misma madre.
(“Poesías de
la guerra española”,
Minerva,
México, 1941, p. 70).
Fue uno de los romances de guerra más
logrados de Pedro Garfias, con 42 versos, uno quebrado. El poema es de una
perfecta ejecución en fondo y forma. Se trata de un canto de admiración a la
valentía de los proletarios asturianos, que en dos ocasiones libraron cruenta y
descomunal batalla contra las fuerzas represoras: en octubre de 1934, y
nuevamente en octubre de 1937. Es un romance pleno de recursos y bellas
imágenes. Paralelismos, antítesis, metáforas, concatenaciones, versos
simétricos (“Los ojos ciegos, los ojos”, “Dos veces, dos...”, “firme sobre roca
firme”). La sinceridad del sentimiento hizo a Garfias poner toda su creatividad
en acción, para un logro perfecto.
No fue ésta la única composición de
Garfias sobre Asturias. Con motivo de su presencia en Centros Asturianos de
México o en la fiesta de la Covadonga en Torreón, el poeta preparó siempre
poemas de circunstancias. Casi todos se han perdido, pero nos ha llegado un
manuscrito indescifrado (véase el facsímil al final de mi edición de Poesías Completas), que con la ayuda de Antonio Reguera, podríamos empezar
a leer así:
Mina de la Nicolasa,
a la vera de los Mieres del
Camino,
arriba de la estación de
Ablaña,
............................................
Ella sola y pequeñita
negra rama y verde alma
por la libertad de Asturias,
por la libertad de España,
se levantan cuando pueden, no
se agachan,
se levantan cuando pueden, se
levantan (7).
La lenta lucha contra
el olvido
La trayectoria actual del poeta Garfias
es de una lenta recuperación de su valía y de su obra de hondo calado,
conmovedora y profundamente humana, como pocas. En esa labor de recuperación me
corresponde, modestamente, haber aportado una primera recopilación poética
(1989), una tesis doctoral (1994), una extensa biografía (1996) y unas Poesías Completas casi definitivas (en
la ciencia, nada es definitivo), de las cuales he de revelar algunos
pormenores. Me acerqué a Garfias, jamás para adornar mi curriculum académico ni para escalar posiciones, sino por puro
idealismo, pasión científica, identidad personal y admiración literaria. Cuando
en 1994 la Diputación de Córdoba acordó publicar la biografía, me lancé con
ahínco en busca de editorial para las Poesías
Completas, a fin de que salieran al mismo tiempo, pues son dos obras que se
complementan. Debo revelar que Garfias fue rechazado por Ediciones de La Torre,
Siruela, Castalia y Fondo de Cultura Económica (ésta, con Margarita de la Villa
a la cabeza). Ante tales agravios, el amor verdadero a Garfias se puso a prueba
en mí y no dudé en la siguiente decisión: limpiar mi cartilla de ahorros y
pagar yo mismo la edición (1’8 millones), con el patrocinio simbólico de
Editorial Alpuerto (digno de agradecimiento), que aportó el 10% del
presupuesto. Acudí, de todas formas, a la ayuda de organismos oficiales: los
Ayuntamientos por donde había transcurrido la vida de Garfias, que me
escucharon con más o menos interés. Los nombres de estos organismos constan en
la página 8 del libro, pero sólo tres cumplieron lo prometido: el Ayuntamiento
de Osuna, el de Pozoblanco, y la Diputación de Córdoba. Los demás, aunque
consta su colaboración, no es cierta. Ni Villafranca, ni Écija, ni La Carolina,
ni Cabra (aquí, con su alcalde José Calvo Poyato al frente), en ningún caso se
dignaron colaborar en la edición de Garfias. Muchas declaraciones de amor a
Garfias se escuchan por ahí, pero el verdadero amor se aquilata cuando atañe al
bolsillo. Ni siquiera he recibido jamás el más mínimo agradecimiento de los
sobrinos de Garfias (que viven por Écija y Sevilla), influidos sin duda por
maledicencia ajena. En mi cochera se encuentra todavía apilada la mitad de la
edición de Garfias. No me pesa. Pocas cosas me han producido tanta satisfacción
personal: ¡editar, casi con solas mis fuerzas, al poeta olvidado! Sé que
Garfias está agradecido, y sonríe desde el Parnaso... No debo callar otro
silenciado agravio. En septiembre de 1996, en mi ingenuidad garfista, acudí al
profesor Francisco Caudet, para que publicara reseña en alguna revista donde
colaboraba. Se negó a ello, y además, de muy mala manera. No lo siento por mí
(que nada tengo que medrar en este asunto), sino por Garfias, que es la única
víctima del agravio. Carezco de ambiciones académicas. Hace tiempo que, con
posición senequista, sigo la máxima de la aurea
mediocritas clásica (“... con pobre
mesa y casa / en el campo deleitoso .../ a solas su vida pasa / ni envidiado ni
envidioso”, Fr. Luis).
Todo esto llevamos sufrido en la lucha
recuperadora de Pedro Garfias. Contra viento y marea seguimos nuestra labor
reivindicadora, en la que a veces me ayuda el toledano Juan Antonio Díaz,
cuando, como dos ciegos con sus pliegos de cordel, echamos mano a nuestras
bolsas de libros del poeta y nos ponemos a vender en los actos literarios que
se ponen a tiro. A última hora, hemos recibido la alegría, “rara avis”, de que
el Ateneo de Madrid hará homenaje a Garfias (en el salto del 2001al 2002), con
un librito titulado Pedro Garfias, el
poeta del exilio. Y acabamos de recibir la magnífica revista Armas y Letras, de Monterrey (Méjico), que en su número de mayo-junio 2001
ha dedicado un monográfico al poeta, con estudiosos de Méjico y de España, que
es como deben hacerse estos recordatorios, al contrario del mal precedente de
la española Ínsula (mayo 2001), que
no sólo ha excluido a los garfistas españoles, sino también a los mejicanos.
Con todo, el garfismo prospera. Poco a
poco vamos sintiendo la dicha de nuevas publicaciones, nuevas menciones y
nuevas referencias a Pedro Garfias. Esto era en 2001, pero en 2017, el olvido
se está tragando a Garfias y a todos nosotros. ¿Quién hablará de nosotros
cuando hayamos muerto? Si ya no se habla, por ejemplo, de Rafael Alberti, ¿Quién
hablará de Garfias ni de ningún poeta? Sumergidos en la “posmodernidad” y en la
sociedad de consumo, los poetas no son necesarios ni “útiles”.
Volvamos a nuestra senda. Hace cierto
tiempo, gracias a la amabilidad de Eutimio Martín, hemos conocido un texto
inédito de Miguel Hernández referido a Garfias, que aprovecho ahora para darlo
a conocer por primera vez en España. En una revista de la Universidad de
Veracruz (México) se publicó en 1991 la dedicatoria de Miguel a Pedro, en un
ejemplar de Viento del Pueblo, que debía ser propiedad de
Garfias, y no sabemos cómo llegó a manos del estudioso Raúl Hernández Viveros,
que lo dio así a la imprenta:
Para el gran Pedro Garfias, poeta de
nuestra guerra, comisario arrepentido, bebedor de la poesía en las mujeres y en
el vino: deseando verlo, y yo verme con él, pelear otra vez por los frentes
andaluces. Pedro, si Andalucía se pierde, tú tienes la mitad de la culpa. MIGUEL. Valencia, 20 de octubre 1937 (8).
En un libro del mejicano Gabriel Zaid, La poesía en la práctica, aparece un
reconocimiento a Garfias como maestro del arte de la declamación: “Hay, por lo tanto, la dificultad de
enfrentarse a un público. Si ustedes invitaran a Pedro Garfias (que deberían
hacerlo: una de las cosas que hacen importante a Monterrey es que Pedro Garfias
haya andando por aquí), él, que no tiene presunciones que lo enreden en la
timidez o la soberbia, les diría sus versos como un pájaro dice sus cosas,
sentándose quizá sobre los escalones del estrado. Como ha aceptado ya vivir al
margen, se ha vuelto un personaje bohemio, ha quedado investido de la figura de
poeta in aeternis, que no le da
cabida práctica en el mundo, que lo deja en la calle económicamente; es decir:
desnudo de una figura viable que ponerse para salir, y andar en la ciudad, y
cobrar por asumirla y ejercerla” (9).
Pío Caro Baroja, en su obra El Gachupín, presenta entrañables
semblanzas de los poetas exiliados en México, entre los que de ningún modo
podía faltar Garfias: “No puedo olvidar aquí a otro gran soñador,
el ángel de los sueños, Pedro Garfias, al que todos queríamos y admirábamos,
siendo siempre objeto de nuestra protección y cariño... Después llegó a México
y se instaló en Monterrey, aunque algunas veces iba a la capital, y entonces se
presentaba con Otaola en El Aquelarre,
con su cuerpo desmembrado y roto.
“Se sabía todos sus poemas de memoria...
Cuando yo lo conocí estaba ya achacoso y derrumbado... Con la bebida, poco a
poco, se rehacía y al rato comenzaba a recitar en voz baja, templada y llena de
inflexiones, aquello del Capitán Ximeno: ‘Capitán del batallón de Garcés,
capitán de la cabeza a los pies’.
“La muerte de Pedro Garfias me llegó
tarde, supe que murió en Monterrey en 1967... En la cubierta de un disco con
sus poesías de la Guerra Civil española me escribió con mano temblorosa: ‘A
Pío, compañero de lucha de la verdadera España’” (10).
Pío Caro Baroja se permitió, a
continuación de esta cita, añadir una serie de versos de afecto y homenaje al
célebre poema de Garfias “Entre España y México”, que tantos ojos humedeció
entre los exiliados españoles. Libro adelante, Pío Caro no cesa de evocar a
Garfias: “... entramos en El Hórreo. Busco al entrar la barra en su lado
izquierdo y me coloco cerca de la ventana debajo de un televisor. Cortés se
coloca a mi izquierda.
“-Donde ahora estás se solía poner Pedro
Garfias, cuando veníamos aquí -le digo-. En tu mismo lugar...
“... mentalmente voy recitando los versos
de Pedro sobre el Capitán Ximeno, que allí mismo me solía recitar, con una cuba
de ron Castillo, como ahorita.
“Pedro Garfias, el símbolo de la derrota,
del abandono, de la huida y de la nostalgia, maldito, ignorado y querido, el
Verlaine del vino andaluz y del fuego en las trincheras, nostalgia y sueño de
la verdadera España. Pero era sabio en el alma del pueblo, sabía de los cantes
viejos, del romancero, de las tarantas y de los toros, de los poetas arcaicos y
de los modernos y un gran recitador de sus versos y de los ajenos. Injustamente
olvidado, un día será reivindicado y caerá sobre su recuerdo una lluvia de
besos y de pétalos y cubrirán su nombre las perlas del rocío de la fama.
“Aquellos romances de la Guerra Civil,
aquel desbordamiento poético del pueblo no fue otra cosa que una queja, y en esa
queja y en ese llorar la primera plañidera fue Pedro Garfias. León, no me
olvido de ti. Tú llorabas y blasfemabas. ¡Qué pena me da pensar en tanta
injusticia!” (11).
En otro libro posterior, La barca de Caronte, Pío Caro Baroja
sigue impresionado por el recuerdo de Garfias. El libro tiene forma epistolar,
con destino a escritores y amigos del exilio, ya fallecidos. Entre esas cartas
de ultratumba, dos llevan el encabezamiento de Pedro Garfias. Reproducimos la
primera:
“Querido Pedro: Me imagino que ya te habrás
enjuagado y te habrás quitado aquel puñado de tierra española que quisiste que
te pusieran en la boca, porque así no podías ni hablar, ni respirar, ni comer, ni beber, ni recitar.
“No sabes lo que me impresionó cuando leí
que ésa había sido tu última voluntad. Lloré como un niño porque eso me decía
que eras el poeta de la tierra, y que todo lo que escribiste y recitaste era
tierra, tierra, pisada, hollada, de España, por los toros, los arados o tus
amigos los milicianos, aquellos que murieron y cayeron sobre tu tierra
regándola con su sangre, que ahora tú querías beber.
“Pedro, al recordarte, lloro, y me ahogan
los suspiros. Otro día quizá pueda escribirte.
“Adiós, ‘compañero de lucha de la
verdadera España’. Salud, hermano” (12).
En todas las recopilaciones, nacionales o
extranjeras, de poetas de la guerra civil no ha faltado nunca el nombre de
Garfias, como en esta publicación en Londres, de 1996, donde se incluye un
fragmento del poema “Frente único” (de Poesías
de la guerra, 1937), desde el verso: “¡Ay, qué locos éramos!” hasta el
final. Leer a Garfias en inglés es una rareza verdaderamente insólita:
..........................................
Hell, but we were dumb!
Now in field of fighting
our companions
pierced by the same shrapnel
their broken bodies mingling
cry out in their death-rattle
the crime of our disputes.
Anarchist and brother: we know their
cry is true.
When the enemy pours out
his barrage on our parapet
shoulder close to shoulder,
courage beside courage too,
we grip hans with nothing said.
And Marx and Bakunin ... hug each other warmly
as brothers swearing loyalty
there where lie our dead.
PEDRO
GARFIAS
(Traducción de Tom Wintringham) (13).
En 1996, Narciso Alba llevó a cabo una
excelente recopilación de los artículos publicados por otro magnífico del 27,
José Herrera Petere, en El Nacional,
de México. Uno de los artículos está dedicado al entrañable Garfias, bajo el
título “Aspectos de la tragedia. Un poeta que no teme al pueblo”. Ahí, el
entusiasmo de Herrera Petere por Garfias es enardecedor, al que considera “... un
ejemplo, un símbolo, un gran sacerdote de la divinidad española de fuego, que
nos ilumina con su alto espíritu a través de las oscuras noche de la duda y de
la ansiedad (...) Mucha gente conoce a Pedro Garfias, mucha gente mexicana y
española se ha deleitado oyéndole recitar magistralmente sus composiciones. Todo
el mundo le quiere... Como poeta me parece que es de los pocos, de los
elegidos, de acuerdo con el nuevo y humano concepto de la poesía, que está
consiguiendo ‘decir algo’... no anda muy lejos la sombra de su pariente y
paisano el gran Antonio Machado (...). Pedro Garfias es poeta también como
nadie que yo haya conocido -tal vez con la única excepción de Miguel Hernández-
en el eterno concepto griego y clásico de la palabra... a pocos hombres he
visto yo arrebatar a las gentes con sus poemas como lo hace Pedro Garfias. Y si
esto no es poesía, si el que es capaz de encender a millares de personas con la
sola fuerza de sus versos no es un poeta, tendremos que reconocer que algo
divino y consustancial con el hombre desde la más remota antigüedad, se ha hundido
definitivamente en nuestra época...” (14) (El Nacional, México, 1-6-1943).
En España, a pesar de los esfuerzos
recuperadores realizados en los últimos años, algunos ensayistas todavía siguen
instalados en el tópico, ajenos a todo lo nuevo que sobre Garfias se ha escrito
ya. Tal ha sido el caso, por ejemplo, del librito publicado por el sevillano
Francisco Narbona, Sevilla, Góngora y la
Generación del 27, donde el autor sigue aludiendo a Garfias en media página
cuajada de tópicos, como si el tiempo hubiera transcurrido en balde. Tópicos
sobre el silencio poético de Garfias después de 1926, que no es exacto, error
en la revista que fundó el poeta, error en el año de sus poesías de la guerra,
error en el lugar de la muerte del poeta, error en la fecha de publicación de
otros libros, etc. (15) ¡Cuándo podremos ver a Garfias libre de tópicos e
inexactitudes, por ese vicio de dejarse llevar de citas trilladas y fuentes
manidas!
En 1997 se ha publicado una obra
testimonial del filósofo exiliado en México Adolfo Sánchez Vázquez, Recuerdos y reflexiones del exilio. El
primer capítulo, “Recordando al Sinaia”,
trae inmediatamente a colación al poeta Garfias, que junto con Rejano, fue
compañero de camarote de Pedro en el célebre barco: “Nuestras ventanillas, por tanto, lejos de cubierta, daban a la
profundidad del mar. Y cada mañana, Garfias se desesperaba al asomarse a la
ventanilla y no ver más que agua y agua (...). Un segundo recuerdo inolvidable
es el de aquella mañana, oscura como todas, en la bodega, pero ya iluminada en
la cubierta por los rayos del sol, en la que Pedro Garfias, lejos de pegarse
acongojado a la ventanilla como siempre, saltó torpemente de su litera y empezó
a recitarnos a Rejano y a mí, con su voz ronca y pausada, el poema que había
concebido y gestado durante toda la noche. Era el famoso poema que todos
conocéis y en el que con su lenguaje poético une o encuentra a España y
México...” (16).
En 1998 se ha publicado el II volumen de El exilio literario español de 1939,
bajo el impulso de Manuel Aznar, y se incluye un breve capítulo titulado
“Exilio y llanto en la poesía de Pedro Garfias”, debido a la brillante labor
recuperadora que desde México lleva a cabo María de Lourdes Pastor Pérez. La
maestra mexicana pasa revista a varios aspectos importantes de la trayectoria
del poeta, sólo con una objección, y es que no actualizó su análisis con las
últimas publicaciones y volvió a citas de cierta antigüedad, como Margery
Resnick, Gloria Videla o Mª Luisa Romero Marques (17).
Los mejicanos siguen honrando
continuamente la memoria de Garfias. En 1999, el Colegio de México ha dedicado
un recordatorio al poeta en su Boletín, incluyendo una vez más el texto
completo de Primavera en Eaton Hastings,
el breve, pero genial poemario del destierro, escrito en Inglaterra en la
primavera de 1939, pero publicado en México en 1941. La rememoración va
precedida en esta ocasión por una introducción de José María Espinosa. Se
lamenta de que “su obra ha sido poco atendida”, y añade: “... sigue siendo un poeta secreto y desconocido,
aunque siempre con un matiz paradójico: un secreto a voces y un desconocido que
agota rápidamente las ediciones, venales o no, de su obra” (18).
Poco a poco, a cuentagotas, nos van
llegando noticias de nuevos estudiosos que se incorporan a la investigación
garfista. Sabemos que en los últimos años del siglo, en la Universidad de
Pensilvania (USA), el español Carlos Jiménez, residente en Rosemont, se hallaba
redactando otra tesis sobre la obra poética de Garfias, de cuyos resultados no
hemos vuelto a tener noticias, cosa que nos agradará. Y el vasco Aitor L.
Larrabide, doctorado en Miguel Hernández, también se interesa por Garfias y le
ha dedicado un artículo en 1999, titulado “La obra en prosa de un poeta transterrado:
Pedro Garfias”, con muy atinadas observaciones (19).
En 1999, Ediciones del imán ha tenido el
buen gusto de presentar una magistral edición facsímil de la novela de Simón
Otaola, La libería de Arana, que
apareció en México en 1952. Nuevamente hemos tenido la oportunidad de releer la
magnífico capítulo que el exiliado vasco Otaola dedica a nuestro poeta: “Pedro
Garfias en ‘El Hórreo’”, uno de los capítulos más logrados de la novela, el
cual revela el profundo conocimiento que Otaola tenía de Garfias, fruto de un
trato prolongado y de un gran aprecio por su poesía. La lectura de esta novela
es una vivencia indeleble, y el extenso capítulo dedicado a Garfias, de lo más
atinado que se ha escrito sobre el poeta (20).
El mejicano José Antonio Matesanz ha
publicado recientemente un importante estudio histórico de los primeros años
del exilio español en México, Las raíces
del exilio, que ofrece nuevos aspectos sobre este fenómeno crucial. El
capítulo dedicado a la expedición del Sinaia
vuelve a valorar, de manera inexcusable, la decisiva intervención de Garfias en
el acontecimiento, con su poema emblemático “Entre España y México”, todo un
himno de los exiliados (21).
Últimamente, la Biblioteca del Exilio,
dirigida por Manuel Aznar, acaba de poner en nuestras manos una magnífica
edición de Artículos y ensayos, de
Juan Rejano, el gran amigo y amparador de Garfias en México, redactor del
prólogo a sus Poesías de la guerra española, en 1941, y desvelador
del proceso creativo del poema de Garfias “Entre España y México”, a bordo del Sinaia, en un genial artículo titulado
“Poesía e historia o historia de una poesía”, dado a conocer en la prensa de
México en 1946 (por ejemplo, en El
Porvenir, de Monterrey, 18-3-46), reproducido en mi edición de Poesías Completas (pp. 303-305) y en la
edición que nos ocupa de Juan Rejano. En estos artículos, la mayoría
procedentes de El Nacional (“Revista
Mexicana de Cultura”, suplemento literario), no podían faltar los recordatorios
de Garfias. Un artículo del 6-3-66, evoca la figura de nuestro poeta: “... Pedro está siempre haciendo algo:
dialogando socráticamente con algún amigo, indignándose con alguna injusticia.
O memorizando un poema... Andrés Henestrosa se lamentaba, con razón, del
desorden, del descuido del poeta, a causa del cual las mejores lecciones de su
inteligencia y de su sensibilidad se pierden, tal vez para siempre, después de
fugurar un instante en una tertulia de amigos” (22).
Año y medio después (10-9-67), Rejano
vuelve a recordar a Garfias, ahora como homenaje fúnebre. Acaricia la silueta
del poeta bohemio, desamparado, inútil para las cosas materiales del mundo,
desgraciado,... pero “Tuvo un gran
talento para todo y, salvo en la poesía, en nada lo empleó con dedicación”.
E insiste: “Fue sin duda un gran poeta y
ha dejado sin embargo una obra que, aunque lo acredita como tal, no corresponde
por la cuantía a sus dotes excepcionales”.
De todo cuanto antecede se concluye que
la memoria de Garfias no retrocede, se mantiene hasta el momento presente, nos
va llegando paso a paso en las últimas publicaciones que aparecen en el
panorama literario. No hay publicación sobre el exilio en la que no
reencontremos, continuamente, al genial andaluz errante y bohemio. La
conclusión es ineludible: hay que hablar de Garfias ya como un clásico. Un
clásico de la vanguardia de los años veinte. Un clásico de la poesia de la
guerra civil. Y un clásico del exilio de 1939. No se puede hablar de estas tres
encrucijadas de la vida española sin mencionar la figura y la obra de Garfias.
El poeta se inmoló en la soledad del
exilio. Se autosacrificó, como tantos otros, en el ara del sufrimiento, del
desarraigo y de la añoranza de España. En este sentido, vamos a conocer ahora
un documento inédito de Garfias, procedente del archivo privado del ya
fallecido e inolvidable Alfredo Gracia Vicente. Se trata de un intento,
frustrado no sabemos por qué, de visitar España en 1960. Tampoco sabemos quién
le aconsejó ni quién le gestionó los trámites iniciales para ese frustrado
viaje. Si el documento se halla en el archivo de Gracia Vicente, debió ser éste
o amigos próximos, quienes, viendo el pésimo estado de salud del poeta, le
pudieron aconsejar volver a España, pensando en el amparo, tal vez, de su hermanastra
María Garfias, residente en Écija. Desde Monterrey se debió encomendar a otro
amigo de México, D.F., el inicio de tales gestiones. Como resultado de tales
gestiones, se envió este documento a Monterrey, fechado el 14 septiembre 1960,
que reproducimos textualmente, por su novedad y carácter inédito:
“CONSULTA hecha en la REPRESENTACIÓN
ESPAÑOLA (Calle Colima, 254. Teléfono 11-24-96. Horas de oficina, de 10 a
1), con fecha 14 de septiembre de 1960.
Sobre don PEDRO GARFIAS ZURITA, español
de ciudadanía mexicana, solicitando un VISADO como TURISTA para ir a España.
Aclarando los ideales políticos izquierdistas del Sr. Garfias y asegurando que
su labor política en España fue únicamente intelectual (labor de pluma) en la
extrema izquierda. Aclarando, así mismo, que don Pedro ha sido escritor
prolífico de vena tradicional hispánica y que es gran erudito en las corrientes
culturales de los Siglos de Oro, principalmente. Que tiene una hermana en Écija
casada con el abogado Sr. Madero, familia que ha sido premiada como ‘familia
numerosa’. Añadiendo también que el Sr. Garfias se encuentra en estado de salud
delicadísimo, que no piensa en absoluto seguir escribiendo sobre asuntos
políticos, que un grupo de amigos residentes en México le costearán el viaje a
España y que posee una carta del escritor-catedrático Dr. Dámaso Alonso, en la
que le aconseja que vuelva a España.
RESPUESTA DE LA REPRESENTACIÓN
ESPAÑOLA
Hay dos maneras de obtener el visado:
1ª
Solicitud previa del Sr. Garfias Zurita para obtener la entrada en
España. Una vez autorizada la entrada tendría garantías de estancia.
2ª
El Sr. Garfias Zurita no figura en la lista ‘negra’ de la Representación
y no es conocido en las oficinas de la Ciudad de México. Considerando la
calidad intelectual, la opinión del Dr. Dámaso Alonso y suponiendo que no haya
tomado parte en asuntos criminales ni pertenecido a organizaciones del tipo de
las ‘checas’, la mejor solución es que solicite el visado -que se le concedería
sin inconveniente alguno- bajo su propia responsabilidad.
Trámites a seguir:
Que el Sr. Garfias escriba una carta a
don JOAQUÍN JUSTE, Jefe de la REPRESENTACIÓN ESPAÑOLA, exponiendo lo que
considere necesario y que adjunte el PASAPORTE MEXICANO. Es todo cuanto debe de
hacer. Tanto el Sr. Juste como los otros empleados son extremadamente
cordiales.
NOTA: En caso de que el Sr. Garfias se
encontrara en una situación delicada por ASUNTOS SERIOS DEL PASADO, debe
tenerse en cuenta que el pasaporte mexicano no resultaría lo que se dice un
poderoso ‘escudo’, considerando que no existen relaciones entre ambos países.
¡BUEN VIAJE Y UN SALUDO A LA CIBELES!” (22).
El documento resulta grandemente
ilustrativo del momento político que se vivía entonces y de los sufrimientos y
humillaciones a que debían someterse quienes intentaban volver a España. Queda
sobre nosotros la incógnita de aquella relación epistolar entre Dámaso Alonso y
Pedro Garfias, teniendo en cuenta la admiración que el gran filólogo sentía por
nuestro poeta, admiración que pudo haber cristalizado en importantes
iniciativas y, sin embargo, el mal hado de siempre lo impidió. Tampoco sabemos
que pudo echar para atrás a Garfias en aquel añorado regreso ni qué actitud
pudieron expresar sus familiares de Écija.
Al margen ya de este episodio biográfico,
sólo nos falta hacer ondear una vez más la entusiasta bandera del garfismo,
romántica, altruista y profundamente intelectual, jurando sobre el “Santo
Grial” que no desmayaremos, hasta que el poeta sea liberado de las maldiciones
del olvido, de los malos agüeros de los eruditos de aguachirle, con la firme
persuación de que “un día será reivindicado y caerá sobre su recuerdo una lluvia de besos
y de pétalos y cubrirán su nombre las perlas del río de la fama”, en
palabras de Pío Caro Baroja.
______________
(1) Una biografía
detallada de Pedro Garfias puede consultarse en mi tesis doctoral: Vida y
obra de Pedro Garfias, Facultad de Filología, Universidad Complutense,
Madrid, 1994, y en la publicación posterior: Pedro Garfias, poeta de la vanguardia, de la guerra y del exilio, Diputación provincial,
Córdoba, 1996.
(2) Testimonio de su
viuda, Margarita Fernández, en Osuna, 10-9-1992.
(3) Véase mi edición
de Pedro Garfias, Poesías Completas,
Alpuerto, Madrid, 1996, p. 534.
(4) Crónica titulada
“Festival Asturiano”, Boletín del Bloque
Asturiano, México D.F., 1 julio 1942, p. 3. El Centro Asturiano se ubicaba
en las mismas dependencias del Centro Español, calle Balderas, 37.
(5) Rafael del Río,
“La Ciudad y los Días”, El Siglo,
Torreón, recorte sin fecha, archivo de Margarita Fernández.
(6) Testimonio de
Alfredo Gracia, recogido en Madrid, 2 agosto 1984.
(7) Manuscrito que se
halla en mi archivo, por donación del gran español exiliado Alfredo Gracia
Vicente, amigo y protector de Pedro Garfias en Monterrey.
(8) Texto publicado
en La palabra y el hombre, Revista de
la Universidad Veracruzana, Xalapa, núm. 77, enero-marzo, 1991. Director: Raúl
Hernández Viveros (amable envío de Eutimio Martín). Se anota a pie de página
que la dedicatoria se halla “A la vuelta de las líneas en agradecimiento a
Vicente Aleixandre” del libro Viento del
Pueblo.
(9) Zaid, Gabriel, La poesía en la práctica, Fondo de
Cultura Económica, Colec. Popular, núm. 324, México, 1986.
(10) Caro Baroja,
Pío, El Gachupín, Pamiela, Pamplona,
1995, cuya consulta debo a la amabilidad de Pepe Esteban.
(11) Ibídem, p. 272.
(12) Caro Baroja,
Pío, La barca de Caronte, Pamiela,
Pamplona, 1998, pp. 92-93.
(13) Cunningham, Valentine, The
Penguin Book of Spanish Civil War Verse, Penguin, London, 1996 (Amabilidad
de Aitor L. Larrabide).
(14) Alba, Narciso, José Herrera Petere, los artículos de “El
Nacional”, Edic. de La Torre, Madrid, 1996, pp. 94-96.
(15) Narbona,
Francisco, Sevilla, Góngora y la Generación
del 27 (Crónica y protagonistas), Fundación Sevillana de Electricidad,
Sevilla, 1997.
(16) Sánchez Vázquez,
Adolfo, Recuerdos y reflexiones del
exilio, GEXEL, Barcelona, 1997, pp. 35-40.
(17) ------, El exilio literario español de 1939,
GEXEL, Barcelona, 1998, vol. II, pp. 371-377.
(18) Espinosa, José
María, “Pedro Garfias. La vida a salvo, pero el alma en ruinas”, Boletín Editorial de El Colegio de México,
México D.F., núm. 78, marzo-abril, 1999, pp. 22-29.
(19) En nuestro poder
se halla el texto mecanografiado, fechado el 30-7-1999.
(20) Otaola, Simón, La librería de Arana, Ediciones del
imán, Madrid, 1999 (1ª edición, México, 1952), pp. 241-258.
(21) Matesanz, José
Antonio, Las raíces del exilio. México
ante la guerra civil española, 1936-1939,
Colegio de México, México D.F., 1999, pp. 416-430.
(22) Rejano, Juan, Artículos y ensayos, Biblioteca del
Exilio, Renacimiento, Sevilla, 2000, pp. 189-192 (edición de Manuel Aznar).
(23) Documento
original en mi poder, cedido por Alfredo Gracia Vicente, español exiliado,
residente en Monterrey, amigo y protector de Garfias, en carta remitida el 20
febrero 1995, un año antes de morir (+23 marzo 1996, a los 85 años).