11/11/25

LA GRAN DESGRACIA DEL 9º BATALLÓN INTERNACIONAL EN 1936: 26 PRISIONEROS FUSILADOS EN CÓRDOBA CAPITAL

 

Otro crimen de guerra

FUSILAMIENTOS DE PRISIONEROS DEL 9º BATALLÓN INTERNACIONAL EN CÓRDOBA


                                             Por  FRANCISCO MORENO GÓMEZ


Alguien ha puesto en duda que los sublevados nacionales cometieran crímenes de guerra, a partir del golpe militar de 1936. Pero los hechos descubiertos no dejan lugar a dudas. Ya en mi libro Brigadistas Internacionales por la España democrática (Utopía Libros, Córdoba, 2024, p. 33) aporté la evidencia de fusilamientos in situ contra combatientes internacionales del 9º Batallón prisioneros, entre Villa del Río y Bujalance. Últimamente hemos conseguido una nueva aportación contundente.

        Los crímenes de guerra fueron los primeros en tipificarse, ya desde el siglo XIX, dentro del ius in bello (Leyes de la guerra). Se trataba de la prohibición del fusilamiento o maltrato de prisioneros o heridos de guerra, o bombardeo de la población civil, hospitales o centros civiles. Una amplia casuística que comienza en la Convención de Ginebra de 1864, en las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907, en el Convenio de Ginebra de 1923, en la Convención de Ginebra de 1929 (firmada por España en 1930) y en otras convenciones posteriores.

De izq. a dcha., Alfred Saam-Campi, el autor y Josef Brágger, en el refugio antiaéreo de Villanueva de Córdoba. 

El pasado 14 de octubre (2025) recibí en Villanueva de Córdoba a dos profesores suizos: Alfred Saam-Campi y Josef Brágger, los cuales venían de recorrer los últimos lugares vitales de su tío Attilio Campi, voluntario internacional italo-suizo, perteneciente al 9º Batallón del la XIV Brigada Internacional, prisionero fusilado en Córdoba a finales de 1936, en un grupo de 26 víctimas. He aquí a los franquistas fusilando prisioneros. Iremos al detalle.

El desgraciado 9º Batallón fue el primero en llegar a Andalucía para contrarrestar la ofensiva franquista de la segunda mitad de diciembre de 1936, hacia Bujalance, Villa del Río, Lopera, Porcuna. El 21 de diciembre, el 9º Batallón ya estaba acuartelado en la base de Albacete. Y tras la arenga de André Marty y del comandante Vidal, subieron al tren a las 10’30 de la noche (Véase mi libro Brigadistas…, p. 27). El día 22, a mediodía, ya estaban en Andújar, al mando del capitán Stomatof, con los comisarios Petrovich y Locatelli. Primer problema: ninguno hablaba castellano. Sólo iba un práctico: el teniente Ortega.

Los profesores Josef Brágger, Alfred Saam y Francisco Moreno intercambiando documentación.

El coronel republicano Hernández Sarabia ordenó trasladarlos a Villa del Río aquella misma noche del día 22, por donde avanzaba el enemigo con 6 batallones. En la noche siguiente, la del día 23, entrarían en combate, sin saber cómo ni por dónde. Ni siquiera pudieron encontrar un mapa del lugar. Tomaron la carretera de Bujalance, luego se desviaron un poco a la izquierda y se fortificaron entre olivos, en una loma pedregosa (1ª Compañía Italiana, 2ª Compañía Balcánica, 3ª Compañía Polaca y la Compañía de Fusileros de Birot), llamada “Vértice de La Nava”.

             Escrito de “Don Bruno” para fusilar a los 26 internacionales.

El desastre se desarrolló en plena noche del día 24, cuando los requetés, entre otros, los atacaron por la espalda, porque ya habían rebasado a los republicanos por el lateral Sudeste. Los aviones franquistas ametrallan. Allí quedaron los primeros muertos y heridos internacionales.

 Durante la noche del día 24 de diciembre los del 9º Batallón emprendieron la retirada, en fila india, en absoluto silencio, para conseguir rebasar el flanco derecho de los franquistas, en dirección a Montoro. Durante el día 25, intentando cruzar el río Guadalquivir, se dieron cuenta de que faltaba casi la mitad del Batallón, entre muertos, heridos, desaparecidos, fusilados, y otros que habían sido aniquilados en una “casilla”, antes de llegar al Guadalquivir, mencionada por Aldo Morandi. Desaparecieron, muertos o fusilados, el teniente Bocchi y el comisario Locatelli. Stomatof desertó.

         Sabemos que in situ fue fusilado un grupo de 40 internacionales, después de un sumarísimo interrogatorio, según las memorias del jesuita P. Bernabé Copado, capellán de los requetés (Con la columna Redondo. Combates y conquistas, Sevilla, 1941, pp. 192-193). Después de describir que iban perfectamente equipados y de que “tenían cara de perfectos sinvergüenzas”, escribe el jesuita con regocijo: “Un capitán de Carabineros recibió su merecido: el cadáver, con otros cuarenta más, quedó entre aquellos olivares”.

        Los internacionales prisioneros fueron muchos más. Tanto Cascajo (Córdoba) como Queipo de Llano (Sevilla) pidieron una muestra de los capturados, para interrogarlos. Los que llegaron a Sevilla desaparecieron. A Córdoba condujeron a un grupo de 26, entre ellos, nuestro infortunado Attilio Campi. Y esta es la novedad de nuestra investigación, en conversación con su sobrino Alfred Saam-Campi, a partir de la historia familiar y del archivo de Córdoba.

 

El dorso del escrito anterior donde constan los 26 fusilados internacionales más 14 españoles, el 29-12-1936 en Córdoba.


Los 26 fueron fusilados en el cementerio de San Rafael el 29 de diciembre. El Registro Civil no inscribe a ninguno. Pero en el Libro del Cementerio menciona ese día: 45 cadáveres desconocidos en el cementerio de San Rafael.

        El franquismo se hartó de fusilar prisioneros durante toda la guerra. Los ejemplos son innumerables. Valga sólo este: El general Varela fusiló a más de 4.000 prisioneros en su avance desde Toledo hasta Villaverde en octubre de 1936. Por la carretera de Extremadura hacían lo mismo: cautivos fusilados en masa, hasta tal punto que el jesuita P. Huidobro, capellán de La Legión, llamó la atención por el hecho de fusilar presos “en masa”, sin selección alguna.

        Según un oficio de la Jefatura de Orden Público de Córdoba (Teniente Coronel Bruno Ibáñez), los prisioneros del 9º Batallón fusilados el 29 de diciembre (1936) en el cementerio de San Rafael fueron los siguientes:

 

Agolli, Urfi, 24 años, Albania,

Lamberts, Frits, 33, Alemania,

Luis, Baurlo, 44, Alemania,

Rotter, Wilhem, 31, Alemania,

Rudof, Kmal, 33, Austria,

Güerinco, Pegoramo, 34, Bélgica,

Czidha, Pavel, 32, Checoslovaquia,

Ferdinand, March, 25, Checoslovaquia,

Frant, Masopurt, 36, Checoslovaquia,

Michas, Fedorka, 28, Checoslovaquia,

Frutto, Charles, 28, Francia,

Maurice, Roger, 23, Francia,

Bendinelli, Ottano, 32, Italia,

Campi, Attilio, 28, Italia,

Cesare, Amarino, 29, Italia,

Frat, Loron, 27, Italia,

Mainardi, Alfredo, 30, Italia,

Zanetta, Bernardoc, 31, Italia,

Francizek, Felip, 32, Polonia,

Karauluik, Jan, 27, Polonia,

Miodek, Jan, 43, Polonia,

Feldioseau, Nicolais, 25, Rumanía,

Sheoghe Burca, Constantin, 24, Rumanía,

Zugmantel, Jakob, 28, Suiza,

Ceko, Lucas, 26, Yugoslavia,

Popovich, Marco, 22, Yugoslavia.

        Junto con estos internacionales fusilaron a 14 españoles, cuyo origen desconocemos, no sabemos si de Córdoba capital o bien prisioneros de la zona de Montoro-Villa del Río. Este es el inapelable crimen de guerra, uno de tantos, de aquella aventura fascista, iniciada en julio de 1936, origen de una catástrofe humanitaria hiperbólica.

        Attilio Campi era el mayor de 8 hermanos, nacido y criado en Suiza, de padre italiano emigrado. Estaba casado y dejó 3 hijos, una familia que hoy no quiere saber nada, ya que en Suiza la opinión sobre los “combatientes en España” era totalmente negativa, porque ayudaban a “la izquierda”. Esta familia no supo nada de Attilio durante toda la guerra civil española, hasta que el 24 de mayo de 1939, la viuda recibió una carta del Comité de Ayuda a los Antiguos Voluntarios Combatientes.- Sección Técnica Italiana, diciendo que Attilio Campi, “jefe de Sección de la 1ª Compañía Italiana, cayó el 24 de diciembre de 1936 en la acción de Montoro”. No era cierto. Nadie sabía que Attilio había sido hecho prisionero, junto con otros, y fueron fusilados seis días después, en el cementerio de San Rafael de Córdoba. Esa carta valoraba mucho a Attilio y a los internacionales como  grandes héroes antifascistas, caídos por la libertad del género humano.




Attilio Campi en su Suiza natal durante su primera juventud.

 

        Attilio Campi ha tenido la fortuna de contar hoy con dos sobrinos, hijos de su hermano Guerino Campi, Claudia Campi y Alfred Saam, que han desplegado enorme esfuerzo para rescatar del olvido al tío Attilio, acumulando gran número de documentos.

        Attilio nació en Suiza en 1908, hijo de padre italiano emigrante. Creció en una familia obrera numerosa, de orientación socialdemócrata. Vivió los agitados años de 1920 y 1930, con un pujante movimiento obrero suizo y con el gran peligro de los fascismos europeos, por lo que mucha gente de izquierdas tuvo que huir de Italia, de Austria o de Alemania.


La familia de Attilio Campi, los padres y ocho hermanos. Attilio está de pie, el primero por la izquierda.

        Attilio, de profesión albañil, se politizó durante su servicio militar en Libia, por lo que fue expulsado de Suiza. En 1936 entró en contacto en París con las redes de voluntarios para luchar en España. Con su amigo y paisano Arturo Mignani y otros compañeros llegaron a España, vía París-Marsella-Figueras-Barcelona y Base General de los Internacionales en Albacete. Allí se enroló en la XIV BI, 1ª Compañía Italiana, 9º Batallón, de heroica e infortunada memoria, para ser víctima, fusilado, por las balas franquistas a finales de diciembre de 1936.

Attilio Campi, como sus compañeros internacionales, renunció a su vida personal, para ayudar a los demócratas españoles, los republicanos, contra la peste de los fascismos de la época. Generosidad política. Compromiso proletario. Gracias infinitas a su sobrino político Alfred Saam-Campi, que ha sacado su lucha del anonimato, y este historiador la ha recogido para el frontispicio de los siglos.