Otro crimen de guerra
FUSILAMIENTOS
DE PRISIONEROS DEL 9º BATALLÓN INTERNACIONAL EN CÓRDOBA
Alguien
ha puesto en duda que los sublevados nacionales cometieran crímenes de guerra,
a partir del golpe militar de 1936. Pero los hechos descubiertos no dejan lugar
a dudas. Ya en mi libro Brigadistas
Internacionales por la España democrática (Utopía Libros, Córdoba, 2024, p.
33) aporté la evidencia de fusilamientos in
situ contra combatientes internacionales del 9º Batallón prisioneros, entre
Villa del Río y Bujalance. Últimamente hemos conseguido una nueva aportación
contundente.
Los crímenes de guerra fueron los
primeros en tipificarse, ya desde el siglo XIX, dentro del ius in bello (Leyes de la guerra). Se trataba de la prohibición del
fusilamiento o maltrato de prisioneros o heridos de guerra, o bombardeo de la
población civil, hospitales o centros civiles. Una amplia casuística que
comienza en la Convención de Ginebra de
1864, en las Conferencias de La Haya
de 1899 y 1907, en el Convenio de Ginebra
de 1923, en la Convención de Ginebra
de 1929 (firmada por España en 1930) y en otras convenciones posteriores.
De izq. a dcha., Alfred Saam-Campi, el autor y Josef Brágger, en el refugio antiaéreo de Villanueva de Córdoba.
El pasado 14 de octubre (2025) recibí en
Villanueva de Córdoba a dos profesores suizos: Alfred Saam-Campi y Josef
Brágger, los cuales venían de recorrer los últimos lugares vitales de su tío
Attilio Campi, voluntario internacional italo-suizo, perteneciente al 9º
Batallón del la XIV Brigada Internacional, prisionero fusilado en Córdoba a
finales de 1936, en un grupo de 26 víctimas. He aquí a los franquistas
fusilando prisioneros. Iremos al detalle.
El desgraciado 9º Batallón fue el primero en
llegar a Andalucía para contrarrestar la ofensiva franquista de la segunda
mitad de diciembre de 1936, hacia Bujalance, Villa del Río, Lopera, Porcuna. El
21 de diciembre, el 9º Batallón ya estaba acuartelado en la base de Albacete. Y
tras la arenga de André Marty y del comandante Vidal, subieron al tren a las
10’30 de la noche (Véase mi libro Brigadistas…,
p. 27). El día 22, a mediodía, ya estaban en Andújar, al mando del capitán
Stomatof, con los comisarios Petrovich y Locatelli. Primer problema: ninguno
hablaba castellano. Sólo iba un práctico: el teniente Ortega.
Los profesores Josef Brágger, Alfred Saam y Francisco Moreno intercambiando documentación.
El coronel republicano Hernández Sarabia
ordenó trasladarlos a Villa del Río aquella misma noche del día 22, por donde
avanzaba el enemigo con 6 batallones. En la noche siguiente, la del día 23,
entrarían en combate, sin saber cómo ni por dónde. Ni siquiera pudieron
encontrar un mapa del lugar. Tomaron la carretera de Bujalance, luego se
desviaron un poco a la izquierda y se fortificaron entre olivos, en una loma
pedregosa (1ª Compañía Italiana, 2ª Compañía Balcánica, 3ª Compañía Polaca y la
Compañía de Fusileros de Birot), llamada “Vértice de La Nava”.
Escrito de “Don Bruno” para fusilar a los 26 internacionales.
El desastre se desarrolló en plena noche del
día 24, cuando los requetés, entre otros, los atacaron por la espalda, porque
ya habían rebasado a los republicanos por el lateral Sudeste. Los aviones
franquistas ametrallan. Allí quedaron los primeros muertos y heridos
internacionales.
Durante
la noche del día 24 de diciembre los del 9º Batallón emprendieron la retirada,
en fila india, en absoluto silencio, para conseguir rebasar el flanco derecho
de los franquistas, en dirección a Montoro. Durante el día 25, intentando
cruzar el río Guadalquivir, se dieron cuenta de que faltaba casi la mitad del
Batallón, entre muertos, heridos, desaparecidos, fusilados, y otros que habían
sido aniquilados en una “casilla”, antes de llegar al Guadalquivir, mencionada
por Aldo Morandi. Desaparecieron, muertos o fusilados, el teniente Bocchi y el
comisario Locatelli. Stomatof desertó.
Sabemos
que in situ fue fusilado un grupo de
40 internacionales, después de un sumarísimo
interrogatorio, según las memorias del jesuita P. Bernabé Copado, capellán
de los requetés (Con la columna Redondo.
Combates y conquistas, Sevilla, 1941, pp. 192-193). Después de describir
que iban perfectamente equipados y de que “tenían cara de perfectos
sinvergüenzas”, escribe el jesuita con regocijo: “Un capitán de Carabineros
recibió su merecido: el cadáver, con otros cuarenta más, quedó entre aquellos
olivares”.
Los internacionales prisioneros fueron
muchos más. Tanto Cascajo (Córdoba) como Queipo de Llano (Sevilla) pidieron una
muestra de los capturados, para interrogarlos. Los que llegaron a Sevilla
desaparecieron. A Córdoba condujeron a un grupo de 26, entre ellos, nuestro
infortunado Attilio Campi. Y esta es la novedad de nuestra investigación, en
conversación con su sobrino Alfred Saam-Campi, a partir de la historia familiar
y del archivo de Córdoba.
El
dorso del escrito anterior donde constan los 26 fusilados internacionales más
14 españoles, el 29-12-1936 en Córdoba.
Los 26 fueron fusilados en el cementerio de
San Rafael el 29 de diciembre. El Registro Civil no inscribe a ninguno. Pero en
el Libro del Cementerio menciona ese día: 45
cadáveres desconocidos en el cementerio de San Rafael.
El franquismo se hartó de fusilar
prisioneros durante toda la guerra. Los ejemplos son innumerables. Valga sólo
este: El general Varela fusiló a más de 4.000 prisioneros en su avance desde
Toledo hasta Villaverde en octubre de 1936. Por la carretera de Extremadura
hacían lo mismo: cautivos fusilados en masa, hasta tal punto que el jesuita P.
Huidobro, capellán de La Legión, llamó la atención por el hecho de fusilar
presos “en masa”, sin selección alguna.
Según un oficio de la Jefatura de Orden
Público de Córdoba (Teniente Coronel Bruno Ibáñez), los prisioneros del 9º
Batallón fusilados el 29 de diciembre (1936) en el cementerio de San Rafael
fueron los siguientes:
Agolli,
Urfi, 24 años, Albania,
Lamberts,
Frits, 33, Alemania,
Luis,
Baurlo, 44, Alemania,
Rotter, Wilhem, 31, Alemania,
Rudof, Kmal, 33, Austria,
Güerinco,
Pegoramo, 34, Bélgica,
Czidha,
Pavel, 32, Checoslovaquia,
Ferdinand, March, 25,
Checoslovaquia,
Frant, Masopurt, 36,
Checoslovaquia,
Michas,
Fedorka, 28, Checoslovaquia,
Frutto,
Charles, 28, Francia,
Maurice,
Roger, 23, Francia,
Bendinelli,
Ottano, 32, Italia,
Campi,
Attilio, 28, Italia,
Cesare,
Amarino, 29, Italia,
Frat,
Loron, 27, Italia,
Mainardi,
Alfredo, 30, Italia,
Zanetta,
Bernardoc, 31, Italia,
Francizek,
Felip, 32, Polonia,
Karauluik, Jan, 27, Polonia,
Miodek, Jan, 43, Polonia,
Feldioseau,
Nicolais, 25, Rumanía,
Sheoghe
Burca, Constantin, 24, Rumanía,
Zugmantel,
Jakob, 28, Suiza,
Ceko,
Lucas, 26, Yugoslavia,
Popovich, Marco, 22, Yugoslavia.
Junto con estos internacionales fusilaron a 14 españoles, cuyo origen desconocemos, no sabemos si de Córdoba capital o bien prisioneros de la zona de Montoro-Villa del Río. Este es el inapelable crimen de guerra, uno de tantos, de aquella aventura fascista, iniciada en julio de 1936, origen de una catástrofe humanitaria hiperbólica.
Attilio
Campi era el mayor de 8 hermanos, nacido y criado en Suiza, de padre
italiano emigrado. Estaba casado y dejó 3 hijos, una familia que hoy no quiere
saber nada, ya que en Suiza la opinión sobre los “combatientes en España” era
totalmente negativa, porque ayudaban a “la izquierda”. Esta familia no supo
nada de Attilio durante toda la guerra civil española, hasta que el 24 de mayo
de 1939, la viuda recibió una carta del Comité de Ayuda a los Antiguos Voluntarios
Combatientes.- Sección Técnica Italiana, diciendo que Attilio Campi, “jefe de
Sección de la 1ª Compañía Italiana, cayó el 24 de diciembre de 1936 en la
acción de Montoro”. No era cierto. Nadie sabía que Attilio había sido hecho
prisionero, junto con otros, y fueron fusilados seis días después, en el
cementerio de San Rafael de Córdoba. Esa carta valoraba mucho a Attilio y a los
internacionales como grandes héroes
antifascistas, caídos por la libertad del género humano.
Attilio
Campi en su Suiza natal durante su primera juventud.
Attilio Campi ha tenido la fortuna de
contar hoy con dos sobrinos, hijos de su hermano Guerino Campi, Claudia Campi y
Alfred Saam, que han desplegado enorme esfuerzo para rescatar del olvido al tío
Attilio, acumulando gran número de documentos.
Attilio nació en Suiza en 1908, hijo de padre italiano emigrante. Creció en una familia obrera numerosa, de orientación socialdemócrata. Vivió los agitados años de 1920 y 1930, con un pujante movimiento obrero suizo y con el gran peligro de los fascismos europeos, por lo que mucha gente de izquierdas tuvo que huir de Italia, de Austria o de Alemania.
La familia de Attilio Campi, los padres y ocho hermanos. Attilio está de pie, el primero por la izquierda.
Attilio, de profesión albañil, se
politizó durante su servicio militar en Libia, por lo que fue expulsado de
Suiza. En 1936 entró en contacto en París con las redes de voluntarios para
luchar en España. Con su amigo y paisano Arturo Mignani y otros compañeros
llegaron a España, vía París-Marsella-Figueras-Barcelona y Base General de los
Internacionales en Albacete. Allí se enroló en la XIV BI, 1ª Compañía Italiana,
9º Batallón, de heroica e infortunada memoria, para ser víctima, fusilado, por
las balas franquistas a finales de diciembre de 1936.
Attilio Campi, como sus compañeros
internacionales, renunció a su vida personal, para ayudar a los demócratas
españoles, los republicanos, contra la peste de los fascismos de la época.
Generosidad política. Compromiso proletario. Gracias infinitas a su sobrino
político Alfred Saam-Campi, que ha sacado su lucha del anonimato, y este
historiador la ha recogido para el frontispicio de los siglos.


