16/1/18

EL OBRERISMO ANDALUZ EN EL 1º TERCIO S. XX (2)


LA LARGA MARCHA DEL OBRERISMO ANDALUZ HACIA EL MATADERO FASCISTA DE 1936
(1910-1930) 

 2ª Parte

Los comienzos de siglo hasta 1918


La forja de una generación española destrozada en la encrucijada de los fascismos de los años treinta


                                              Por Francisco Moreno Gómez


Moderado auge del obrerismo
en el período 1910-1913


La reorganización republicano-socialista y un cierto resurgimiento del anarquismo tuvieron lugar en Córdoba a partir de 1909. Un hecho luctuoso –la semana trágica de  Barcelona, en julio de 1909-, con resonancias no sólo en España, sino en Europa y América, vino a servir de espoleta para reactivar las adormecidas huestes republicanas, y resucitar al casi extinguido partido socialista cordobés, a la vez que adquirió nuevo impulso el movimiento anarquista, decaído desde 1903 (abatido por la hambruna).

      Consecuencia inmediata de los sucesos de Barcelona fue un movimiento de unidad entre las fuerzas de oposición en España, que cristalizó en la alianza de los republicanos y socialistas, en la llamada “Conjunción Republicano-Socialista”, firmada en noviembre de 1909. Su primer éxito pudo apreciarse en las elecciones municipales de diciembre de aquel año, en las que los conjuncionistas accedieron a los concejos en numerosas localidades. En Córdoba capital consiguieron llevar al Ayuntamiento a 9 concejales republicanos y, por primera vez, un socialista, el catedrático Juan Morán Bayo.

      Los republicanos de Villanueva de Córdoba, que habían tenido alcalde y mayoría en 1891, volvieron a recuperar algo del terreno perdido y experimentaron un gran avance en las municipales de 1909. Hasta entonces, sólo un concejal había representa a los republicanos, Antonio Yun Torralbo, y alguno más tiempo después: José Mª Sánchez Jurado y Pedro Díaz Díaz, hasta que en 1909 se vieron incrementados con jóvenes republicanos: Alfonso Valverde, Rafael Gañán Grande y Francisco García Pedraza. Entre ellos, Pedro Díaz y García Pedraza ya mostraban inclinaciones socialistas. Este ascenso republicano en Villanueva de Córdoba fue muy significativo, porque en esas fechas, y de la mano de los republicanos, se puso en marcha toda una generación campesina y pequeño-burguesa, que daría al obrerismo provincial uno de sus focos más vigorosos.

      En 1910 se creó en Villanueva de Córdoba la “Conjunción Republicana Socialista”, acontecimiento que se celebró con una manifestación que partió de la Plaza del Ayuntamiento núm. 7, donde recientemente se había instalado el Centro Republicano, y se dirigió hacia un lugar de las afueras del pueblo llamado “Los Barreros”, teniendo lugar allí una comida de fraternidad y un mitin. El abanderado del acto fue el entonces joven José Sánchez Gómez, luego dirigente socialista.[1]

      Aquella manifestación de la juventud republicana fue un espectáculo insólito en Villanueva de Córdoba y reveló el prestigio de que gozaba el grupo republicano desde 1891, con personas muy destacadas: los hermanos Yun Torralbo (Alejandro y Antonio), Pedro Ramón Gutiérrez Silva, y más tarde: Antonio Celestino, Alfonso Valverde, Gañán Grande, José Mª Sánchez Jurado, José Jurado (“Palmera”), Francisco Cepas y Pedro Díaz (“Sargento”). Desde antes de 1909, los republicanos de Villanueva ya tenían su Casino Republicano en el núm. 14 de la calle P. Llorente, casa que luego fue del Dr. Luna. Cuando el Centro Republicano pasó a la Plaza núm. 7, se fundó también una escuela laica, en la línea pedagógica racionalista de Ferrer Guardia, de la cual se encargaba Juan Miguel Amor.

      También en esta localidad tuvieron difusión las ideas extremistas del Lerroux de la primera década del siglo, que siguieron algunos jóvenes anticlericales, conocidos en el pueblo como los “jóvenes de la porra”, que con un garrote sembraban el pánico en las procesiones, rosarios de la aurora y demás actos del clero. Incluso hubo algunas manifestaciones de pistolerismo. En el otoño de 1909 sufrió un atentado frustrado el gran latifundista de Villanueva, Baltasar Torrico. Dos jóvenes, Bartolomé Caballero Vacas y José Illescas, que habían sido despedidos por el hacendado, se introdujeron en la casa de este, ocultándose bajo su propia cama con una pistola. Al ser descubiertos, dispararon sin ocasionar daños, y huyeron. Fueron identificados por el sombrero que olvidaron y sufrieron varios meses de cárcel en Pozoblanco.[2] Un año después, el clima de rencor y rebeldía de los campesinos motivó un nuevo atentado contra grandes propietarios, cuando el 21 de julio de 1914 un criado hirió de un tiro al  latifundista de Villanueva Francisco Ayllón Herruzo, a la sazón alcalde. Después se suicidó el agresor.[3]

      La pujanza del republicanismo en Córdoba llevó consigo una gran labor asociativa. El apogeo tuvo lugar en los años 1910 1911, en los que se constituyeron 42 Centros Republicanos en la provincia, de lo que hay que sacar dos consecuencias. Una, que aquel auge republicano movilizó también tras de sí a gran número de jornaleros; es decir, fue un movimiento republicano-socialista-campesino. En segundo lugar, el avance republicano motivó, de forma indirecta,  un resurgir del socialismo y, sobre todo, del anarquismo, cuando hacia estas corrientes se orientaron los campesinos sensibilizados por la conjunción.

      En efecto, en los años 1912 y 1913 puede comprobarse en Córdoba una preferencia de la actividad asociativa hacia el socialismo y el anarquismo. En cuanto a los primeros, en junio de 1910 habían reorganizado la Agrupación Socialista de la capital por medio de Juan Palomino, logran cierta implantación en Puente Genil en 1912, con la fundación de “La Unión Ferroviaria” y “La Vegetación”, ésta última de agricultores y campesinos, ambas pertenecientes a la UGT. La visita de Pablo Iglesias en 1913 consolidó el socialismo pontense, que creó la Agrupación Socialista e irradió su influencia a la localidad de Montilla. Aquí los obreros agrícolas fundaron “La Parra Productiva”, a imitación de “La Vegetación”, llevando ya la iniciativa el socialista Francisco Zafra Contreras. También en Puente Genil comenzó a destacarse un zagal de 16 años, Gabriel Morón, enseguida boicoteado por los patronos, por lo que tuvo que hallar su medio de subsistencia como maestro del Centro Obrero.

      También fue la visita de Pablo Iglesias la que impulsó la fundación de la Agrupación Socialista y Juventud Socialista en Rute en 1913, al igual que en Lucena. Esto fue todo lo que el Partido Socialista daría de sí, hasta que sonaran los clarines del importante “trienio bolchevique”.

      Por otra parte, los anarquistas también tuvieron su despertar a partir de 1910, llegando a su mejor momento del período en 1913, con una actividad que, en cualquier caso, seguía siendo más vigorosa que la de los socialistas. En la vanguardia de esta breve exaltación anarquista se situó Bujalance con su sociedad “La Luz del Porvenir”, siendo el primer pueblo cordobés que ingresó en las filas de la CNT, fundada en octubre de 1910. Enseguida se adhirieron al anarcosindicalismo Cañete de las Torres y Castro del Río. Y por iniciativa de “La Luz del Porvenir” llegó por primera vez a  la provincia, en 1911, el propagandista José Sánchez Rosa, desarrollándose por Córdoba y Andalucía una campaña propagandística desconocida hasta entonces.

      Como ya se ha dicho, el momento culminante de este resurgir anarcosindicalista ocurre en 1913, convirtiéndose Castro del Río en la “capital” de los seguidores de Bakunin, con su vigorosa “Sociedad de Oficios Varios, Centro Instructivo” (Bujalance y Cañete habían decaído entonces debido a la represión). Se crearon centros sindicalistas en Fernán Núñez, Montemayor, Zuheros, La Carlota, Baena, Nueva Carteya, Montoro y en la aldea de Azuel (Cardeña). Pero el verdadero acontecimiento obrero de aquel año (1913) fue la celebración en Córdoba del “Congreso Nacional de Agricultores de la CNT”, durante los días 17-20 de abril. Actuó como secretario permanente del Congreso Manzano del Real. Concurrieron 28 sociedades de agricultores sindicalistas, de Cataluña, Valencia, Andalucía y Portugal. Por la provincia de Córdoba hubo representaciones de Castro, Espejo, Fernán Núñez, Montemayor, Bujalance, La Carlota y Puente Genil, además de la adhesión de Cañete. El Congreso hizo una reafirmación en el anarcosindicalismo y creó la “Federación Nacional de Agricultores” (FNA), con un periódico de propaganda titulado “La Voz del Campesino”, bajo el lema “La tierra para los que la trabajan”.

      La FNA reafirmó en todos sus Congresos posteriores la enérgica condena de la táctica política, hizo peticiones al Gobierno sobre la extensión de la ley de accidentes de trabajo a la Agricultura, establecimiento del salario mínimo (2’50 pts.) y la jornada máxima de ocho horas, permiso para abrir escuelas racionalistas (ya eran muy valorados los maestros racionalistas de Espejo (Clodoaldo Gracia), Castro del Río (Benito Cordobés), Sevilla (José Sánchez Rosa), etc.

      A pesar de todo, aquella moderada exaltación obrera y republicana en los años anteriores a la Gran Guerra no se concretó en luchas obreras o en huelgas. No pasó de un movimiento propagandístico y asociativo, de moderada intensidad. Fue un intento de actualizar efectivos para el gran ataque de 1918, pero que, precisamente por no plantear acciones concretas de lucha, los ánimos se fueron desactivando en la inacción.

      El período se cerró con un éxito parcial de los republicanos, los mismos que habían abierto el período. Las elecciones generales del 8 de marzo de 1914 fueron una efemérides brillante para los republicanos cordobeses en todo el primer tercio del siglo, al conseguir dos actas de diputados a Cortes: Manuel Hilario Ayuso (distrito de Montilla) y Alejandro Lerroux (distrito de Posadas), aunque fracasaron en la capital, donde ganaron los liberales. Según datos reseñados por Eloy Vaquero.[4] En la capital: 2.580 votos los republicanos; 3.850 los liberales; y 2.527 los conservadores. En el distrito de Posadas: 4.961 votos los republicanos; 4.698 los monárquicos. En Montilla, 5.723 los republicanos; 4.629 los monárquicos.

      El triunfo parcial de los republicanos revalidaba los primeros avances del Partido Republicano Autónomo (lerrouxista), que se había fundado en Córdoba  en enero de 1914, entre cuyos miembros destacaba Eloy Vaquero. El éxito más claro en la votación fue el de Montilla, a pesar del tradicional abstencionismo de los anarquistas de Castro y de Espejo, que redundaba en beneficio de los monárquicos.

Decadencia del obrerismo anterior al trienio


      La depresión obrera que abarca el período 1914-1917 está marcada por los efectos de la I Gran Guerra en el terreno de una economía nacional desorganizada, crisis de subsistencias y alza de precios. El desarrollo de la guerra favoreció pingües fortunas no sólo entre los grandes financieros industriales, sino también entre los propietarios agrarios, sobre todo los aceiteros y viticultores andaluces, agrandándose la gran desigualdad con la inmensa mayoría de la población. El empobrecimiento se acentuó en las zonas rurales más que en las urbanas, y en Andalucía más que en el resto de España. Concretamente Córdoba se situaba entre las provincias meridionales con jornales más bajos, mientras el alza de precios era incesante.

      Los jornaleros empezaron a sufrir los efectos del desequilibrio económico, a la vez que se agravaba el azote del paro y las condiciones de trabajo seguían siendo tan penosas como siempre, en jornadas “de sol a sol” y míseros salarios, que no lograrían incrementar hasta los días agitados de 1918.

      A pesar de todo, la postración del movimiento obrero cordobés (todo lo anterior a 1918 puede considerarse prehistoria del movimiento obrero) era evidente. Los afiliados anarquistas o socialistas quedaron bajo mínimos. Así, la importante FNA de Córdoba sólo contaba con 290 afiliados en 1917. Los ugetistas eran en toda la provincia 217 en 1915, y 120 al año siguiente. Igual descenso se daba en el Partido Socialista: 588 en 1915; 229 1916,  153 en 1917.

      Es necesario apuntar, sin embargo, dos aspectos importantes de esta fase depresiva. Primero, que la propaganda anarcosindicalista no cesó en estos años. Continuaron los viajes y los mítines de los viejos líderes, se seguía difundiendo la literatura libertaria, y la semilla del sindicalismo llegó hasta algunos pueblos de la Sierra cordobesa. En segundo lugar, en 1917 se dieron en Córdoba las primeras luchas de influencia socialista, las cuales prepararon los apasionados días del “trienio”. Ya en 1916 se fundó la importante Sociedad Socialista de Villanueva de Córdoba, y los socialistas de Puente Genil secundaron la famosa “huelga de las subsistencias” o “de las 24 horas”, que contra la carestía de la vida convocaron la UGT-CNT para el 18 de diciembre. También la secundaron los anarquistas de Castro del Río.

      En cuanto a Villanueva de Córdoba, durante 1916 comenzó a fructificar el socialismo en la Sierra cordobesa. El 14 de marzo entró en el Gobierno Civil el reglamento de la “Sociedad de Profesiones y Oficios Varios” de Villanueva de Córdoba, inequívocamente socialista, una vez enfriados los ánimos de la Conjunción Republicano-Socialista. El reglamento reproducía con ligeras variantes el del Sindicato del Centro Instructivo de Villanueva del Duque, anarcosindicalista. A pesar de que la toma de conciencia proletaria en Villanueva de Córdoba se había debido a las propagandas anarquistas, principalmente de Sánchez Rosa, la decantación definitiva hacia el socialismo se debió a la influencia que en algunos dirigentes locales, como José Sánchez Gómez, ejerció el socialista de la capital Juan Palomino Olalla. Al año siguientes (1917), esta Sociedad sustituyó el Art. 4 del reglamento, que proclamaba todavía el abstencionismo [5]político y la acción directa, por otro en que la Sociedad se afiliaba al Partido Socialista Obrero. Desde esa fecha, la organización socialista de Villanueva de Córdoba fue una de las más sólidas, no sólo de la Sierra- después de Peñarroya-, sino también de la provincia.

      Gran impacto en la provincia y en el país tuvo el célebre “Manifiesto a la Nación”, que el 13 de junio de 1917 firmó en Córdoba la Conjunción republicano-socialista-regionalista, propugnando un cambio de régimen, bajo el lema de “necesitamos hombres nuevos que traigan normas nuevas”. Los firmantes fueron: Eloy Vaquero, por los republicanos; Francisco  Azorín y Juan Morán Bayo, por los socialistas; Rafael Castejón y Manuel Tienda, por los regionalistas de Blas Infante, que a la sazón gozaba en Córdoba de gran predicamento.

      En el mes de junio, los socialistas de la cuenca minera de Peñarroya plantearon una huelga, que la volvieron a repetir en agosto, siguiendo la gran convocatoria socialista del día 13. La huelga de agosto de 1917 la secundaron también los socialistas de Córdoba y Puente Genil. En la capital, según datos de Eloy Vaquero, la huelga comenzó el mismo 13 de agosto y duró una semana bajo la dirección de la Conjunción republicano-socialista-regionalista. La huelga, que no llegó a ser total, estuvo coordinada, sobre todo, por Francisco Azorín y Eloy Vaquero, con importante presencia de los regionalistas, con gran predicamento entonces entre los militares progresistas de Córdoba. En Puente Genil se secundó la huelga con gran brío, sobre todo entre los ferroviarios. En consecuencia, los directivos del Sindicato –lo mismo que los de Peñarroya- fueron encarcelados, entre ellos el joven Gabriel Morón, que estuvo bastante tiempo en la cárcel.

      El auge socialista, lento pero firme, quedó patente también en las elecciones municipales del 11 de noviembre de 1917, cuando estaba próximo el recuerdo de las luchas socialistas del verano. En la provincia, el Partido Socialista logró 5 concejales, 3 de ellos en Puente Genil. En la capital la izquierda siguió actuando en el seno de la Conjunción republicano-socialista-regionalista, que triunfó, a pesar de un escandaloso pucherazo en Alcolea, donde el número de votos triplicó el de habitantes. La coalición consiguió según estos datos de Eloy Vaquero: Republicano-socialistas, 2.249 votos; monárquicos (liberales, 1.909; y conservadores, 1.587). Votantes en la capital, 6.027.

      Los concejales electos de la coalición eran: Bernardo Garrido de los Reyes (ebanista), Mariano Salinas Diéguez (platero), Enrique Suárez Aranda (ebanista), Pablo Troyano Moraga (tipógrafo), José Guerra Lozano (perito agrícola), Manuel Cáceres Urbano (decorador), todos por el sector republicano. Y Francisco Azorín Izquierdo (arquitecto), por los socialistas.

      Los republicanos de Villanueva de Córdoba obtuvieron también un considerable éxito, colocando 6 representantes en el Ayuntamiento, contra 5 de los monárquicos, según la relación siguiente (con asterisco los republicanos):

              *Alfonso Valverde Valverde, 1.169 votos,
              Juan Blanco Fernández, 1.169,
              Juan Rafael Blanco Camacho, 1.095,
              *Francisco Cepas Copado, 1.095,
              Francisco Cano Moreno, 1.095,
              *Antonio Celestino Rico, 719,
              Bartolomé Díaz Moreno, 669,
              *José Jurado Pozuelo, 669,
              Juan A. Ruiz Fernández, 461,
              *Alfonso Gañán Agenjo, 121,
              *Pedro José Amor Romero.[6]

Sin embargo, el triunfo no fue efectivo, ya que los métodos caciquiles de la época mantenían la vía de escape del Art. 29, por el que en esta ocasión fueron nombrados 5 monárquicos más: Fernando Sepúlveda, Francisco Cañuelo, Ángel Día, Tomás Fernández y Pablo Bermudo. El alcalde fue Fernando Sepúlveda, que se tuvo que enfrentar a los días revueltos del “trienio bolchevique”. El movimiento republicano de Villanueva, desde el comienzo del siglo, no había cesado de acrecentarse, sin dejar nunca de tener representación en el Ayuntamiento. Pero a partir de 1917 su pujanza cedió y muchos de sus cuadros pasaron a engrosar la poderosa organización socialista.

La “Sociedad Obrera de Oficios Varios” de Villanueva de Córdoba se incorporó en 1917 a la UGT, bajo la dirección del joven socialista entonces José Sánchez Gómez “Carnes”. Aún no se había fundado la Agrupación Socialista y el Partido Socialista contaba ya en la localidad con unos 50 cotizantes. Sus primeras actividades proletarias fueron simples y primitivas: había que conseguir en los tajos y lugares de trabajo que los jornales los fijaran los obreros, y no los amos, como había ocurrido secularmente.[7]

Aún habría que señalar un importante acontecimiento (además de los dos aspectos observados en 1917: propaganda anarquista y primeras luchas socialistas) como previo a la gran exaltación del “trienio”. A finales de 1917 llegaba a España la noticia de un acontecimiento de imprevisibles consecuencias para el proletariado mundial: el triunfo de la revolución de octubre en Rusia (7 de noviembre en el calendario occidental), lo cual provocó un entusiasmo indescriptible en la clase obrera del mundo entero. Los bolcheviques, dirigidos por Lenin, habían tomado el Palacio de Invierno de Petrogrado y formado el primer gobierno obrero y campesino, apoyado por el poder de los soviets.

La noticia de la revolución de octubre produjo el efecto de un explosivo en el proletariado español. En cuanto a los campesinos andaluces, lo que no había logrado la huelga de agosto para sacarlos de su postración lo consiguió el impacto de la revolución rusa. Según Díaz del Moral (p. 267), “fue la provincia de Córdoba la que constituyó la vanguardia del ejército proletario y la que trabó los primeros combates contra la burguesía. Los más despiertos y entusiastas que los del resto de Andalucía, volvieron a llenar su prensa de artículos enardecedores”.


Mayoría de edad del obrerismo en 1918,
primer año del “trienio bolchevique”

        Cuatro factores fundamentales se han señalado para explicar la efervescencia proletaria con que se removieron los campos andaluces a partir de 1918: a) proceso de inflación y carestía de subsistencias con motivo de la I Gran Guerra; b) descenso real de los salarios y del nivel de vida del proletariado; c) especial desarrollo de la concienciación y de las luchas obreras; y d) el impacto producido por las noticias de la revolución rusa.[8]

        En estos dos últimos factores, la concienciación obrera y el asombro ante la revolución rusa, se basó, sobre todo, la propaganda anarcosindicalista. Fueron estos aspectos la clave de este apogeo del obrerismo que aisladamente no pudieron conseguir ni la FNA (anarcosindicalista) ni los anarquistas ni las agrupaciones socialistas ni el resto de organizaciones obreras.[9]

        Mientras la prensa socialista era casi inexistente y apenas influyente, cuando estalla la conmoción de 1918, toda la provincia de Córdoba estaba inundada de cuadernillos anarcosindicalistas impresos, que los campesinos leían ávidamente en los pequeños descansos o por las noches, o bien se hacían ayudar por el más instruido entre ellos, que leía en alta voz a los demás.

        En la Sierra de Córdoba apareció el anarquista madrileño Diego Alonso que, al comenzar el trienio bolchevique, en unión de Higinio Noja, trató inútilmente de enardecer a los descreídos jornaleros serreños. Fundaron algunas sociedades entre los campesinos de Torrecampo, Villanueva del Duque y Espiel, los únicos pueblos sindicalistas que existieron en la Sierra (También, algunos brotes en Dos Torres, Peñarroya-Pueblonuevo, la aldea de Azuel, y el caso inicial de Villanueva de Córdoba). Los citados propagandistas, juntos o por separado, continuaron durante 1918 y 1919 sus viajes de propaganda por Alcaracejos, Villanueva del Duque, Dos Torres, Espiel, Belmez, Peñarroya, Pueblonuevo del Terrible, las aldeas de La Parrilla, El Hoyo, El Soldado y Argallón, tarea en la que utilizaron un periódico titulado “Vía Libre”.[10]

        En cuanto a los socialistas, el primero que se lanzó a una intensa campaña de propaganda a comienzos de 1918 fue Gabriel Morón, de Puente Genil. A la vez que participaba en los mítines para las elecciones generales de febrero, impulsó la asociación obrera en Lucena, Aguilar, Montilla, La Rambla y Adamuz.

        La reivindicación de este período continuaron siendo casi las mismas que venían obsesionando al campesinado desde la época de la desamortización a mediados del siglo XIX. Al formarse el capitalismo agrario contemporáneo, los oligarcas de la tierra habían creado unas condiciones tales de opresión en los desheredados que éstos lucharon durante muchas décadas por la conquista de unas mejoras mínimas irrenunciables, que se pueden concretar en las siguientes: a) la contratación a través de los Centros Obreros, y no mediante contratos particulares entre obrero y patrono; b) aumento de salarios que les permitiera salir de la miseria, junto con la reducción de jornada de trabajo hasta las 8 horas; c) abolición del destajo; d) preferencia de los obreros locales para la contratación laboral, en contra de la contratación de forasteros; e) solución del paro obrero a través de la Bolsa de Trabajo de los Centros Obreros, en riguroso orden de lista, para evitar que los patronos boicotearan a los obreros más destacados en la lucha.[11]

        Al iniciarse el movimiento huelguístico de 1918, la influencia pasó de Castro del Río a Espejo, siendo en este último donde estalló la primera huelga del año, cuyo éxito robusteció a la “Sociedad de Agricultores”, multiplicando su número de socios. En este pueblo ejerció también un poderoso influjo la labor de alfabetización del célebre maestro de la escuela obrera racionalista Clodoaldo Gracia.

        Pero suele considerarse como primera huelga del “trienio” la que se declaró el 29 de diciembre de 1917 en Castro del Río, verdadera señal de ataque en las luchas que se avecinaban. Los campesinos castreños se convirtieron en los pioneros, con una huelga que les deparó un triunfo completo: los ocho reales de jornal subieron a doce, y el “Centro Instructivo” se hizo con el protagonismo de la vida local, aumentando su número primitivo de 150 socios hasta más de un millar. Así, desde Castro del Río, sede de la Federación Comarcal Sindicalista, partió la antorcha de la lucha campesina hasta contagiar a todos los pueblos de la provincia.

        Pero antes de la conmoción general, ocurrieron hechos políticos importantes en los primeros meses de 1918. Durante los días 12, 13 y 14 de enero, los cordobeses tuvieron una participación significativa en la Asamblea Regionalista de Ronda, hito importante del andalucismo, en el que Córdoba figuraba a la sazón en vanguardia. Allí se destacó el joven republicano cordobés Eloy Vaquero Cantillo como auxiliar de primera mano de Blas Infante en la dirección ideológica de la Asamblea. Se trataba de hacer una actualización de la I Constitución Andaluza, la de Antequera de 1883. Se definió ahora el Estado sobre la base de una Confederación, con rechazo de los partidos caciquiles (liberal y conservador), a la vez que Blas Infante propugnó la creación de un “Frente Único Trabajador”, con un economía fundada en los bienes de la Naturaleza, patrimonio común e igual para todos los hombres.

        La Constitución Andaluza contenía, además, un fuerte rechazo de las estructuras clericales tradicionales en España. El Art. 11 decía: “Las actas de nacimiento, defunción y matrimonio serán registradas por la autoridad civil únicamente”. En el Art. 13: “La Región Andaluza rechaza el derecho al ocio y a la ignorancia, por lo tanto: a) se prohíbe toda suerte de comunidades religiosas; b) se establece la instrucción gratuita y obligatoria hasta los 12 años para ambos sexos”.

        En Ronda, por último, se añadieron principios realmente progresivos con relación a la vida municipal: la obligación general del referéndum para asuntos municipales de importancia, discusión de los presupuestos en lugares abiertos, como la plaza pública… Pero sobre todo se planteaba en esta ocasión el problema del latifundio bajo el principio de “la tierra andaluza el cultivador o el edificador”, con el propósito de devolver a los municipios su patrimonio comunal, despojado por la burguesía durante la desamortización.[12]

        Estas consignas regionalistas (autonomía municipal, rechazo del caciquismo monárquico, recuperación de las tierras comunales, etc.) son las que formaron la base de la propaganda republicano-socialista-regionalista en la campaña para las elecciones generales del 24 de febrero de 1918 en la provincia de Córdoba. Así, por la Circunscripción se presentaron como regionalistas: Antonio Jaén Morente y Federico Castejón. Éste último consiguió que viniera a Córdoba el catalanista Cambó, que pronunció una notable conferencia en el Teatro Circo.

        Otra de las ideas que presidió estas elecciones en la propaganda de las izquierdas, sobre todo a nivel nacional, fue la de la amnistía a los represaliados por la huelga de agosto de 1917. Una de las mayores concentraciones de esa época fue la del 20 de marzo en Sevilla, con motivo de un mitin republicano, en el que Martínez Barrio, Barriobero y otros oradores, ante más de 20.000 personas, abogaron por la amnistía y la libertad de los presos de la huelga citada.

        En el ámbito provincial las ilusiones de la izquierda se acrecentaron en estas elecciones. Los candidatos republicanos redoblaron sus esfuerzos recorriendo todos los rincones de la provincia. “Se nos ocurrió –escribía Eloy Vaquero- a los anticaciquistas cordobeses impedir la aplicación del ‘Artículo 29’ en los siete distritos de la provincia. Llevaríamos el ‘evangelio’ de la renovación a las más apartadas aldeas”.[13] En efecto, se presentaron: Ayso, por Montilla; Ramón Rubio, por Cabra; Antonio Jaén, por la Circunscripción; Miguel Víbora, por Lucena; Eloy Vaquero, por Posadas (Todos republicanos); Mariano García Cortés, por Hinojosa; y Juan Morán, por Priego (ambos socialistas).

        Eloy Vaquero, como candidato republicano-regionalista, realizó una intensa campaña por todo el distrito de Posadas, pero después reflexionaba en tono desmoralizado: “serían aquellos comicios en que las burdas y brutales trapacerías electorales de otras veces sustituiríanse por la compra escandalosa de votos con los talegos de los plutócratas ahítos por la guerra”.[14]



El candidato republicano Antonio Jaén durante un mitín en la plaza de Villanueva de Córdoba el 16 de febrero de 1918


        La Revista de Andalucía (Córdoba, 16-2-1918) publicó una foto del candidato regionalista Antonio Jaén dando un mitin, subido en una mesa, en la plaza de Villanueva de Córdoba.[15] De nada sirvió tanto desvelo en la bananera España caciquil, en su medio siglo de corrupción electoral. El pucherazo y la compra de votos cerraron el paso a cualquier candidato de la izquierda. Los datos de votos que se publicaron (Vaquero, pp. 369-370) revela lo inverosímil de los mismos, si se conocen algo las características de los pueblos. Por ejemplo, en Lucena, en las elecciones municipales de hacía tres meses, llegó al Ministerio de la Gobernación –gesto inútil, cuando este Ministerio era el ejecutor directo de las falsificaciones caciquiles- el siguiente telegrama de protesta:

        “Ruego a V. E. haga respetar derecho sufragio, pues Alcalde con guardias municipales esta ciudad amenaza con represalias a los electores” (Lucena, 6-octubre-1917).[16]

        En esta cita electoral de febrero de 1918, hasta el republicano Manuel Hilario Ayuso, que venía representando a Montilla desde 1914, perdió en esta ocasión su escaño. En la Sierra, de nada sirvió la actividad del socialista García Cortés por Hinojosa, ni la influencia de Villanueva de Córdoba, donde a decir de Díaz del Moral,[17]  actuaba ya una entidad socialista que fue meses después de las más fuertes y mejor organizadas de la provincia. En un recorrido electoral unos días antes de las votaciones del 24 de febrero había llegado a Villanueva el propio Alejandro Lerroux, acompañado de Eloy Vaquero, después de visitar Pozoblanco y otros pueblos de la Sierra.[18] Lo sorprendente fue que el mismo Lerroux perdió su acta por Madrid. En cuanto a los socialistas, pasaron de uno a seis diputados, entre ellos, los cuatro del Comité de la huelga de agosto, que salieron de la cárcel para ocupar sus escaños en las Cortes. A partir de estas elecciones de 1918 se puede decir que comenzó la acción parlamentaria del socialismo español.

        Finalmente, la aventura electoral de aquel 24 de febrero la resumía así Eloy Vaquero: “¡Para qué más detalles! Acordándome de las elecciones aquellas, no me deja escribir el asco, ni la rabia de que unos ilusionados idealistas cometiéramos la inocentada de tratar como ciudadanos a muchos prostituidos y taimados palurdos”.[19]

        Mas cuando no habían cesado aún los comentarios de desaliento de las elecciones de febrero, se empezó a notar una extraña agitación entre las masas de trabajadores: los campesinos iban y venían celebrando conferencias, reorganizaban antiguas sociedades en estado durmiente y constituían otras nuevas.[20]

        Hay que tener en cuenta que la explosión proletaria de estos años fue paralela a un magno proceso de organización de los trabajadores en Sociedades Obreras. En 1918 se crearon nada menos que ¡80 nuevas Sociedades! Los caciques comenzaron a huir de los pueblos ante el despertar proletario, temiendo quizá que llegara el día de la venganza. En aquella exaltación insólita de los asalariados habían bastado dos cosas: el acicate y la evocación de la revolución rusa, y un arma bien templada: la organización.

        Todavía hubo cierta calma en los campos cordobeses en los cuatro primeros meses del año, a no ser los múltiples viajes de propaganda de los líderes anarcosindicalistas. En el mes de marzo se destacan Salvador Cordón y su compañera Isabel Hortensia, dando  mítines por toda la Campiña, enardeciendo los ánimos de tal manera que a menudo finalizaban en tumultos.

        Los socialistas, por su parte, se esforzaban por capitalizar lo más posible el movimiento obrero que surgía pujante. Durante los meses de abril y mayo el socialista de la capital Juan Palomino impulso la creación de Sociedades socialistas en Pozoblanco, Villaviciosa, Villanueva del Rey y El Viso, a la vez que reforzó los brotes socialistas en estos y otros pueblos de la Sierra, como Villanueva de Córdoba, Torrecampo, Pedroche, Dos Torres, etc. El prestigio conseguido por Palomino en la Sierra fue extraordinario, de modo que los campesinos delegaban en él la firma de los contratos con los patronos. Su forma de actual se orientaba más hacia los aspectos organizativos de la vida interna de las Sociedades, mientras que otros, como Azorín, preferían los mítines y actos públicos.

        Por la Campiña, fueron los socialistas Gabriel Morón y Francisco Zafra los que recorrieron Aguilar, La Rambla, Lucena, Carcabuey y otros pueblos. En la Agrupación Socialista de Rute fue Juan Morán, catedrático socialista en la capital, el que ejerció una gran influencia.

        Al llegar al mes de mayo de 1918, se produjo una avalancha desconocida de huelgas en la provincia, que se prolongó todo el verano. El 1º de mayo de este año constituyó una gloriosa jornada de lucha de todo el proletariado andaluz. En Córdoba, las numerosas Sociedades recién creadas infundieron un renovado impulso, y se entonaron por primera vez en las calles de los pueblos cordobeses las notas de “La Internacional”, “La Comuna de París” y otras canciones revolucionarias.

        Como de costumbre, el fuego huelguístico lo abrió Espejo el mismo 1º de mayo, con una huelga de 12 días en la que se logró concertar un jornal de 6 pts. (Con comida) para las faenas de la siega.

        El 2 de mayo declaró huelga “La Vegetación” de Puente Genil, también con idéntico triunfo. Y el 3 de mayo hacían lo mismo los albañiles de Villanueva de Córdoba, con lo que se producía la primera huelga del “trienio” en la Sierra. Este pueblo había celebrado por primera vez el 1º de mayo con una manifestación organizada, sobre todo, por los jóvenes socialistas, con un entusiasmo que fue suficiente para iniciar la lucha. Los albañiles exigían la jornada de 9 horas y un aumento de jornal de 2 reales, reivindicaciones muy modestas, pero que chocaron con la total intransigencia por parte de los patronos.

        La huelga de Villanueva persistía con cierta debilidad, hasta que decidió sumarse a ella la Sección de los Pastores, organizada por aquellos días y presidida por el joven Miguel Caballero Vacas.[21] Esta huelga de pastores se convocó para el 10 de mayo, y se presentaron a los patronos las reivindicaciones siguientes: a) concesión de las mejoras que pedían los albañiles; b) idéntica subida de 2 reales en el jornal de los pastores; c) aumento de la cantidad de “jato” (hato) que los patronos debían poner periódicamente en el zurrón de sus pastores, cuando éstos salían hacia las majadas.

        El portavoz de tales peticiones ante los amos fue el joven socialista José Sánchez Gómez, que de momento sólo halló la burla como respuesta. Los patronos estaban convencidos de que los pastores no podrían ir a la huelga, porque tenían algún ganado propio junto con el del amo, y el perjuicio también sería para ellos. Sin embargo, el día anterior a la fecha fijada, diferentes oficios se unieron a la convocatoria de huelga, mientras jornaleros y pastores recorrían los cortijos, garrote en mano, “invitando” a los obreros a concentrarse en el pueblo. Así, el 10 de mayo la Plaza de Villanueva estaba abarrotada de huelguistas, con gran asombro de los patronos, que contemplaban por primera vez semejante manifestación de fuerza. Se apresuraron a recibir a una comisión de huelguistas, y todas sus modestas peticiones fueron aceptadas, sobre todo por un sentido de concordia del entonces alcalde Fernando Sepúlveda. Por tanto, dos días escasos de huelga habían bastado para que este sector de jornaleros serreños comprobaran la eficacia de la acción unitaria y decidida, con un éxito completo. Con ello salió reforzado el Centro Obrero, que aumentó sobremanera su número de socios, llegando a más de 900. Después, los patronos intentaron escamotear los acuerdos, sobre todo con relación al “jato” (hato). Para evitarlo, los jornaleros formaron piquetes a la salida del pueblo provistos de una romana con la que comprobaban el peso que se había establecido en la cantidad de “avíos”. Si algún pastor no iba con las provisiones en regla, era devuelto a la casa del patrono.[22]

        En los últimos días de mayo holgaron también los campesinos de Baena, durante una semana, consiguiendo una subida de jornales.

        Por el resto de la provincia, una intensa labor propagandística desarrollada por José Sánchez Rosa durante el verano por los pueblos de Bujalance, Montoro, Castro del Río, Baena, Priego, y en otros muchos pueblos y aldeas, hacía engrosar por momentos las filas del anarcosindicalismo, colocando a todas las organizaciones en verdadero frente de batalla. Efectivamente, en junio se acrecentaron las huelgas y la conflictividad en general. Hubo huelga general en Castro del Río desde el 1 de junio hasta el 18, con pleno éxito para las reivindicaciones de los huelguistas, sobre todo en cuanto al problema del destajo. También el día 1 comenzó la huelga de campesinos en Valenzuela (Hasta el día 4), y del 12 al 19 en Espejo. El 19 de junio se reprodujo otra vez la huelga de Valenzuela, con la que los campesinos obtuvieron la abolición del destajo. Los campesinos de Bujalance holgaron el día de San Juan, y firmaron unos jornales de 4 pts., con comida. Otras huelgas tuvieron lugar en Carcabuey y en Añora.

        Todavía en el mes de junio, finalmente, se planteó en la Sierra una huelga combinada de mineros y agricultores en los pueblos de Peñarroya, Belmez y Villanueva del Duque, que fue secundada por los sindicalistas, pero no por los socialistas. Los objetivos, por consiguiente, no se alcanzaron, siendo éste uno de los primeros fracasos del “trienio”. Pero ello no fue óbice para considerar que las luchas obreras de 1918 se saldaron con un balance positivo para el proletariado.[23]

        En el mes de julio, los campesinos de Fernán Núñez, con una prolongada huelga, consiguieron jornales de 7 pts. (Con comida), siendo otro de los puntos de batalla la expulsión de los forasteros. En otros pueblos, además de agitaciones y manifestaciones tumultuosas o amenazas de huelga, en Lucena, Carcabuey y Nueva Carteya, hubo huelgas victoriosas en Baena y en Villanueva de Córdoba. Aquí, la resonancia de las progresivas mejoras favorecía el aumento incesante de asociados al Centro Obrero, que llegó en estos días a los 1.500 socios.

        Durante los meses de agosto y septiembre se disfrutó de cierta calma en los campos cordobeses, después de las revueltas en las fechas de la recolección.

        En Villanueva de Córdoba se hizo conflictivo por primera vez el problema del paro forzoso. La Sociedad de Oficios Varios exigió del Ayuntamiento la colocación de los 110 parados que en agosto tenía el pueblo, para lo cual se decidieron algunos alojamientos. Pero a los pocos días se produjo un plante de todos los obreros del pueblo, que se negaron a cobrar, porque a algunos compañeros no se les pagaba de acuerdo con las bases firmadas. Esta fue la información que facilitó el patrono Ángel Díaz en la sesión del Ayuntamiento del día 25 agosto (Que usamos como fuente), pero no queda claro si el hecho derivó en una nueva huelga o si se trató sólo del citado plante obrero.

        En agosto hubo huelgas en Fernán Núñez y Espejo (Ésta, entre agosto y septiembre). En Castro del Río comenzó otra huelga el 20 de septiembre, la cual fracasó, porque se convocó en unas fechas en que las labores del campo no eran urgentes. Como ejemplo del estado de opinión que por entonces enfervorizaba a los campesinos cordobeses, obsérvese la siguiente convocatoria de huelga lanzada por el Centro Obrero de Espiel, en la primavera de 1918:

        Obreros y trabajadores de Espiel.
         Compañeros: La Sociedad de Oficios Varios “El Despertar del Obrero” tiene presentado oficio al señor gobernador de la provincia y al alcalde de este pueblo, declarando huelga general pacífica a los patronos agrícolas de esta villa, si no aceptan, para el día 15 del corriente, las peticiones siguientes:
         A los esquiladores, seis pesetas y sus costumbres.
         Pastores, cabreros, porqueros y demás ganaderos, dos pesetas y costumbres y dádivas.
         Aperadores de cortijo, tres pesetas; mozos de labranza, dos pesetas cincuenta céntimos, costumbres y mantenidos.
         Peones de siega, cinco pesetas y mantenidos; todos con alimentos suficientes, sanos y nutritivos.
          Oficiales de albañil, seis pesetas; peones, cuatro pesetas cincuenta céntimos.
         Como veis, compañeros, dada el alza que han tenido los artículos de primera necesidad, todo lo que exigimos es  justo. De ser concedido, sería una obra reparadora y de justicia, supuesto que amenguaría las necesidades de nuestros hogares. De no conceder lo que exigimos, haceos cargo de que la miseria hará ensañamiento en nuestros hijos.
         Compañeros: si para ese día no fueran atendidas nuestras peticiones, dejad el trabajo como un solo hombre y que los ganados los guarden los lobos, y de esta manera se darán los patronos cuenta exacta de lo que somos y lo que valemos. Tened en cuenta que el cumplimiento exacto de este acuerdo es el que nos llevará al triunfo de las aspiraciones que nos proponemos.
         Ten entendido, campesino, que mientras tú tienes a tus hijos en la miseria, descalzos, harapientos y anémicos, que te ayudan en tus rudas faenas para poder alimentarlos, y si no puedes mandarlos a la escuela, es porque ellos, los ricos, los que nada humano ni útil hicieron por la humanidad, tienen a sus hijos en las universidades.
         Y que si tú no tienes casa donde vivir, es porque ellos tienen palacios.
         Y que si tú no tienes ropa para abrigarte, es porque a ellos les sobran trajes y gabanes.
         Y que si tú no tienes un pan para tu casa, es porque a ellos les sobran cientos de fanegas de trigo.
         En fin, date cuenta, campesino, de que tú con tu sudor produces tanto, y que sembraste el grano vivificador que, hecho rico pan, surte las mesas de los grandes señores, y tú te alimentas con una bazofia propia de cerdos, y no para hombres.
         Espiel, mayo de 1918. La Directiva.” [24]



El gran otoño huelguístico de 1918

         A continuación, nos situamos ya a las puertas del otoño de 1918, el más conflictivo conocido hasta entonces en los campos cordobeses. Los propagandistas anarcosindicalistas continuaron su labor infatigable, sobre todo Salvador Cordón, Isabel Hortensia y Francisco Rodríguez. A raíz de un mitin en Pedro Abad fueron procesados, y en otro mitin en Luque los obreros enardecidos provocaron un gran tumulto.

        Ante el vendaval que se avecinaba, las organizaciones de la Sierra constituyeron algunas Federaciones. El 28 de octubre (1918) se creó la “Unión de Alianza Obrera Agrícola del Valle de Los Pedroches”, a la que pertenecían: Pozoblanco, Villanueva de Córdoba, Torrecampo, Dos Torres, Pedroche, El Viso y Añora, y poco después, El Guijo. El Comité se reunía en Pozoblanco, con cierta vida al principio, pero tras las primeras experiencias de huelgas combinadas, la mayoría de estas organizaciones aliadas se hundieron, excepto la de Villanueva de Córdoba, y la Federación dejó de actuar.[25]

        Se creó otra Federación socialista que agrupó a toda la cuenca minera de Peñarroya, además de otra sindicalista en torno a Villanueva del Duque (Cuya tradición sindicalista era la más antigua de la Sierra), con 1.000 cotizantes, especie de Sindicato Único, al que pertenecían Alcaracejos y las minas de “Demetrio” y “El Soldado”.

        Los primeros pueblos que en octubre se lanzaron a la huelga fueron principalmente de la Campiña: Montemayor, Fernán Núñez, Espejo, Nueva Carteya, Posadas, Aguilar, Lucena, Rute, Palma del Río, Carcabuey y Pedroche, además de algunas agitaciones y revueltas en Adamuz, Montoro, Dos Torres e Iznájar.

        En Villanueva de Córdoba los patronos despidieron masivamente en este otoño a los jornaleros que se venían destacando en las luchas anteriores. Los contratos de trabajo se renovaban por San Miguel (29 septiembre), pero no se hizo así con bastantes pastores que regresaban con el ganado de las zonas campiñesas de Bujalance y Valenzuela, tras el período de trashumancia iniciado por San Juan (24 junio). Cuando el dirigente socialista de Villanueva, José Sánchez Gómez, se dispuso a gestionar los nuevos contratos, los patronos ya habían contratado a jornaleros forasteros, de Pedroche, Villaralto y otros pueblos vecinos. El paro forzoso se agravó en Villanueva. Entonces una comisión de parados, con Miguel Caballero a la cabeza, exigió al alcalde Fernando Sepúlveda la rápida colocación de todos por riguroso orden de lista. El alcalde se comprometió a ello, a condición de que salieran 20 voluntarios para ayudar al enterrador, desbordado en su trabajo por la gran mortandad ocasionada por la trágica gripe “española” de 1918. Se aceptó la propuesta y toda la comisión de parados se puso a trabajar en el cementerio, con lo que la crisis de trabajo entró en vías de solución, obligándose a los patronos, por otra parte, a que iniciaran la reparación de los caminos rurales.[26]

        A finales de octubre, los días 25, 26 y 27, se celebró el importante “Congreso de Castro del Río” en el local del Centro Instructivo, con la participación de representantes de 29 pueblos.[27] En el éxito de este Congreso, así como en el auge del obrerismo en Castro del Río, tuvo gran influencia el propagandista del sindicalismo Salvador Cordón, oriundo de Cabra. El objetivo del Congreso fue, fundamentalmente, aunar esfuerzos y tácticas para realizar una lucha coordinada de toda la provincia contra la burguesía terrateniente. Los acuerdos adoptados fueron los siguientes: exigir de los poderes públicos que sean comprendidos en la ley de accidentes de trabajo los obreros agrícolas y que se les retribuya en la vejez; reclamar la amnistía para todos los presos políticos o sociales; luchar por la implantación de la jornada máxima de ocho horas en toda clase de fábricas aceiteras, excepto las de “viga”; protestar contra las autoridades que se opusieran al funcionamiento de las escuelas obreras establecidas con arreglo a las leyes.

        El Congreso tuvo un carácter eminentemente campesino, y no se declaró ni anarcosindicalista ni socialista, a fin de no hacer peligrar la unidad del proletariado en momentos tan decisivos. Y aunque hubo campesinos de varias ideologías, toda la comarca de la Sierra estuvo ausente, lo mismo que los campesinos de Córdoba capital. En cambio, hubo representaciones de Jaén (Martos y la adhesión de Fuensanta) y de Sevilla (Adhesiones de Herrera y La Campana).

        La Asamblea de Castro trató de la crisis de paro forzoso. Resolvió que “hasta tanto sea la tierra de los que la trabajan, se exigirá de los Municipios, Gobiernos y Ministerios el empleo de todos los obreros parados”.

        Con posterioridad a la Asamblea de Castro se presentaron a los patronos unas bases a comienzos de noviembre (1918), que de momento aceptaron, pero que enseguida quebrantaron. Así analizaba la situación un articulista de la Revista Andalucía, Constancio Avilés:

        “… Bases y tarifas para trabajos agrícolas, las cuales, con las variaciones de detalle que imponen las particulares condiciones de cada localidad, son las corrientes en el grupo de Fernán Núñez, Montalbán, Aguilar, Montilla y pueblos circunvecinos:
         1.- No aceptar el destajo en trabajo alguno.
         2.- En los cortijos, desde el día 3 de noviembre hasta el 24 de diciembre, el jornal será el siguiente: gañanes de bueyes, 2’75 pesetas y mantenidos; y desde Pascua hasta el 30 de abril, 2’25; gañanes de mulos, un real más siempre que los de bueyes. Y los que tengan que cuidar las bestias, 2’75. Los sembradores, jornal doble.
         3.- Jornaleros del pueblo en general, jornal mínimo, 3’75.
         4.- Aceituneros, 5 pesetas y avíos el matrimonio, fuera del pueblo; el hombre solo, 3 pesetas, y la mujer, 2; y en el pueblo, el matrimonio 23 reales, 15 el hombre y 8 la mujer separada y respectivamente.
         5.- Descanso en las aceitunas: una hora para comida.
         6.- En el pueblo, trabajos de la mujer en general, 2 pesetas el día entero, y 1’25 medio. En las casas de campo tendrán el mismo jornal y además, mantenidos.
         7.- En los cortijos y demás faenas lejos del pueblo se saldrá y volverá del trabajo con luz del día.
         … Los avíos o costas suelen consistir en aceite y garbanzos, sal, vinagre, ajos, etc. La “comida” o manutención por cuenta del patrono, para el obrero del campo, consiste por lo común, en “migas” o “maimones” muy temprano (años y años ha sido a la luz del candil), pues tal desayuno tiene la finalidad práctica para el “amo” de que le sirve para reunir y disponer su gente a la tarea; viene luego a las ocho o nueve de la mañana el bocadillo de pan seco a pasto (¿); al mediodía, la merienda o gazpacho, con un poco de aceite después para mojar algunas sopas de pan; y a la noche, la cena con cocido de garbanzos y tocino.
         El imponer a los patronos las bases copiadas más arriba no costó muy grandes choques, porque fueron presentadas a primeros de noviembre en plena sementera, y el elemento patronal se vio obligado a ceder para evitar mayores perjuicios; pero cedió con reservas mentales, esperando para más adelante el desquite. Y en efecto, el desquite ha venido al terminar las faenas de la siembra y ser el brazo del trabajador menos imprescindible. Ahora rigen las mismas tarifas… cuando quieren los labradores dar trabajo, que es casi nunca.
         … Piensen los trabajadores que no estamos en tiempos de dormir, sino en un movimiento intenso en que los años son siglos; y piensen también que no es sólo de obtener más salario de lo que se trata, sino del derecho a ocupación segura; a subsistencias baratas; a mejor albergue, trato y comida en los cortijos; a la instrucción y educación de la infancia obrera; a la regeneración de las gestiones públicas; en fin, al término de la servidumbre y a la dignificación de la vida”.[28]
       

         Con el Congreso de Castro del Río se preparó la gran ofensiva huelguística de noviembre de 1918. Este hecho ha sido calificado por Díaz del Moral como el “Primer gran ataque” combinado contra la burguesía terrateniente. Casi toda la Campiña quedó paralizada por la huelga general de 34 pueblos. Se comenzó el día 2 de noviembre en Baena. Siguieron enseguida: Lucena, Castro del Río, Carcabuey y Luque. El día 7 iniciaron la huelga general todos los demás que habían suscrito los acuerdos del Congreso de Castro del Río: Aguilar, Almodóvar, La Carlota, Cabra, Doña Mencía, Espejo, Fernán Núñez, Fuente Tójar, Iznájar, Montemayor, Montoro, Monturque, Montilla, Nueva Carteya, Priego, La Rambla, Valenzuela y Zuheros; y las aldeas: Zamoranos, Castil de Campos, Cañuelo, El Esparragal y El Tarajal. Sólo dos pueblos de los congresistas no secundaron la huelga: Montalbán y Albendín. Sin embargo, la secundaron otros no adheridos al Congreso: Puente Genil, Lucena, Córdoba, Encinas Reales, Pedro Abad, Villafranca y Moriles.[29]

        Los patronos, amedrentados por esta movilización insólita, comenzaron a firmar las reivindicaciones proletarias desde el mismo 8 de noviembre, tomando como criterio las tarifas acordadas en el Congreso de Castro del Río. Pero los patronos cedieron pensando en un rápido desquite, de modo que en cuanto acabó la época de la sementera, volvieron a regir los jornales anteriores al otoño. Era la táctica de “un paso adelante y dos atrás”, con lo que los asalariados tenían que volver a empezar y todas las huelgas tenían que arrancar del mismo punto de partida. En este tejer y destejer venían transcurriendo las luchas obreras desde mucho tiempo atrás. Y el mismo forcejeo sería la norma constante durante muchas décadas en el futuro.

        El 15 de noviembre todavía seguían en huelga Montoro, Valenzuela, Castro del Río, Espejo y Monturque, que fueron entrando en el trabajo a medida que se firmaban las tarifas presentadas. Realmente, las masas campesinas dominaban la vida en los campos y pueblos, pero por poco tiempo; sólo el que necesitó la burguesía para poner a punto sus tradicionales sus tradicionales medios de represión.

        Ya en esta “ofensiva” de noviembre se dieron los primeros actos represivos. En la huelga de Montilla, que fue una de las más problemáticas, ya se hizo un gran alarde de Guardia Civil, que prácticamente invadió todos los cortijos del término. Pero fue en Puente Genil donde la represión tomó carácter sangriento. Allí un guardia hirió a una mujer, cuando se manifestaba con otras de manera tumultuosa. Entonces, al salir un grupo de huelguistas hacia los guardias, para defender a las mujeres, un obrero quedó muerto por el disparo de uno de los patronos que apoyaban a los guardias desde las ventanas. Y en Baena fueron heridos dos huelguistas, cuando un grupo trató de impedir que guardias civiles de Valenzuela se concentraran con los de Baena.

        Las últimas huelgas de noviembre se declararon a finales de mes en Benamejí, Palenciana, Doña Mencía y Cañete de las Torres, siempre con la firma de acuerdos ventajosos para los campesinos.

        Las actividades propagandísticas no cesaron un momento durante esta exaltación obrera. En este otoño se organizaron muchos mítines y, con frecuencia, se concentraron los campesinos de los pueblos circundantes, como los de Fernán Núñez, que se desplazaban a los mítines de La Victoria. Entre los infatigables “predicadores” que continuamente recorrían la Campiña destacaban Francisco Rodríguez y Salvador Cordón, que en el otoño realizaron actos públicos en Guadalcázar, La Carlota, Cañete de las Torres y en otros lugares.

        En el mes de noviembre (1918) la coyuntura internacional parecía favorable al proletariado. El día 11 había terminado la I Gran Guerra, y dos días antes el socialista Ebert había ocupado la jefatura del Gobierno en Alemania, con lo que las esperanzas de las izquierdas se sintieron halagadas.

        Durante este mes se fundaron las Juventudes Socialistas en Peñarroya-Pueblonuevo, Carcabuey, Rute, Villanueva de Córdoba y la aldea de Jauja. La organización socialista de Villanueva se reforzó sobremanera con una generación de jóvenes que muy pronto se convirtió en verdadera cantera de líderes obreros, influyentes en toda la provincia. La primera directiva de la Juventud Socialista de Villanueva fue la siguiente:

        Presidente: Miguel Caballero Vacas, pastor.
        Vicepresidente: Adriano Romero Cachinero, campo.
        Secretario: José Cantador Huertos, porquero.
        Vicesecretario: Miguel Ranchal Plazuelo,
        Tesorero: Agustín Torres Martínez.
        Contador: José Antonio Palomo Huertas.[30]

        Es curioso que, de esta relación, tres fueron asesinados por el franquismo, y dos arrastraron sus vidas por el exilio. Entre aquellos jóvenes asociados destacaban: Julián y Bartolomé Caballero, Juan Pedro Pozuelo, Bartolomé Castillo, Dolores Castillo, Mª Josefa López Garrido, Juan A. Cabrera Expósito, Bartolomé Luna, Antonio Luna Cano, Emilio Santofimia (“El del Lunar”, esbirro luego del franquismo) y otros muchos.

        Al mismo tiempo se fundó en Villanueva de Córdoba la Casa del Pueblo. Para ello todos sus afiliados contribuyeron con un duro en la compra de la casa número 18 de la calle Pozoblanco. Su presidente fue José Sánchez Gómez. Se organizó allí una escuela obrera dirigida por Emilio “El del Lunar”. Un Centro Obrero de poderosa irradiación revolucionaria, que irradiaba su influencia en la prensa socialista (Juventud Andaluza, Renovación y otros periódicos).

        El entusiasmo organizativo ocurrido en Villanueva de Córdoba durante el mes de noviembre sirvió de impulso para que se planteara una nueva huelga el 1 de diciembre, la cual ha sido descrita por Díaz del Moral de esta forma: “Villanueva de Córdoba huelga del 1 al 4 de diciembre y logra, como siempre, un triunfo rotundo, obligando a los patronos a la aceptación de todos los obreros parados. Los labradores y ganaderos se resistían a tratar, por ser forastero y no agricultor, con Juan Palomino, que dirigía la huelga, pero el Centro Obrero se impuso en este punto también. Las bases fueron firmadas por Palomino y Sánchez Gómez en nombre de los huelguistas. El día 6, creyeron éstos que era escaso el jornal convenido para los parados y, por librarse de otra huelga, los patronos se avinieron a elevarlo hasta cinco pesetas diarias”.[31]

        Según el citado historiador, la huelga tuvo también cierto clima de excitación, porque en el transcurso de ella se produjeron gritos y pasquines contra la  Guardia Civil.

        La huelga estaba orientada fundamentalmente hacia la campaña de la recolección de la aceituna. Se exigía un aumento de 6 reales sobre los jornales del año anterior. El día primero de la huelga, siguiendo el método habitual, una multitud de obreros se concentró en la Plaza del pueblo, después que los piquetes de huelguistas habían recorrido el día anterior los cortijos, recogiendo a los jornaleros, incluso a los “materos” de Almería que realizaban los  desmontes en la finca de “Carboneras”. El arma intimidatoria era el garrote, por lo que la huelga se llamó “la huelga del garrote”. Los carnavales del año siguiente celebraron en sus murgas esta eficacia de la “ley del garrote”.

        En la rápida solución de la huelga tuvo un destacado papel el propietario Dionisio Pedraza, apreciado entre los mismos jornaleros por su inclinación a las soluciones de moderación. Otros patronos mostraron mayor dureza: Ángel Díaz se negó a admitir a Miguel Caballero, presidente de la Juventud Socialista. La huelga se hubiera prolongado, pero la propietaria Sandalia Fernández dio ocupación a Miguel Caballero, y el conflicto se dio por terminado con un mitin en el lugar denominado “Tejar del Pozancón”, propiedad de Miguel Torralbo “Cuadrado”, con la intervención del socialista de la capital Juan Palomino (Luego, otra víctima del franquismo) y otros oradores locales: Miguel Caballero, José Sánchez Gómez, Pedro Díaz y Francisco Cabezas (“Curro de Nicolás”). Fue uno de los primeros mítines propiamente obreristas que se dieron en Villanueva de Córdoba.

        Enseguida, toda la Federación del Valle de Los Pedroches se puso en movimiento, ante el éxito de los de Villanueva, que habían firmado jornales de 5 pesetas. Hubo huelgas en Dos Torres y en Añora, exigiendo la colocación de los parados. Y para conseguir la elevación de los jornales se declaró la huelga en Pozoblanco (Del 14 al 20 de diciembre) y en Pedroche.

        Igual que estas huelgas anteriores en la Sierra, orientadas hacia la campaña de la recolección de la aceituna, estallaron también numerosas huelgas en la Campiña, sobre todo en las zonas olivareras. Al comenzar el mes de diciembre tuvo lugar una huelga vigorosa en Rute, apoyadas por socialistas y sindicalistas, y otra en Aguilar, en las cuales se firmaron aumentos de jornal, pero no la abolición del destajo ni la limitación de la libertad de contratación del patrono. Poco después, las huelgas se extendieron a Adamuz, Almedinilla, Cañete de las Torres, Carcabuey, Cabra, Doña Mencía, Fuente Tójar, Guadalcázar, Iznájar, Luque, Palenciana, Posadas, Priego y Villafranca.

        En la panorámica de aquel otoño combativo de 1918 destacó Espejo en cuanto al número de huelgas, 6. No hubo actividad reivindicativa en la provincia que no fuera secundada por Espejo. En cuanto a la Sierra, fueron los socialistas de Villanueva de Córdoba los que mostraron mayor combatividad, con 4 huelgas exitosas. Esta lucha de los obreros serreños fue caso único en la comarca, aunque a veces lograron arrastrar a algunos pueblos de Los Pedroches. Así pues, Espejo con los anarcosindicalistas, y Villanueva de Córdoba con los socialistas, además de Fernán Núñez, Castro del Río, Carcabuey y algún otro, fueron las puntas del iceberg que en 1918 removió el campo cordobés, bajo la sugestión y el ejemplo de la revolución rusa. Sólo gran parte de la Sierra, cosa habitual, permaneció ausente de la lucha que marcaban los tiempos. Modorra, aislamiento y pasividad se convierten en algo característico de esta comarca. Por ejemplo, sólo cuatro pueblos de la provincia –todos de la Sierra- dejaron de constituir sociedades en 1918.

         Terminó aquel año de mayoría de edad de la clase obrera cordobesa (1918) con un acontecimiento asambleario de gran resonancia en la provincia: El Congreso de la Federación Nacional de Agricultores de Valencia, durante los días 25-27 de diciembre, y que fue casi exclusivamente cordobés. Estuvieron allí representados o adheridos 32 pueblos de Córdoba, la cual con sus 15.000 afiliados, constituía la mayoría en el Congreso, muy por encima de las demás provincias españolas allí representadas. Verdaderamente, la ola bolchevista había invadido España por la Campiña cordobesa, que estaba en pie de guerra, cuando el resto del país, incluida Cataluña, se despertaba perezosamente.[32]

        En este Congreso de Valencia se decidió rechazar –de acuerdo con los postulados ácratas- cualquier propósito político que pudiera adulterar los programas anarcosindicalistas, debiendo los obreros apresurarse a destruir todos los documentos que legitimasen la propiedad de la tierra (Archivos municipales, notariales, etc.). Sin embargo, la FNA estaba próxima a diluirse, porque en 1919 se fundió con la CNT, y de esta acudió ya al Congreso de la Comedia en Madrid (10-diciembre-1919).[33]

        El año de 1918 terminó con un balance sorprendente: nada menos que 93 huelgas, algo insólito. En los nueve primeros meses ocurrieron 23 huelgas, y la gran eclosión en el otoño: 70 huelgas. Algo insólito hasta entonces en el agro cordobés, expresión de una época diferente en el movimiento obrero.




[1] Testimonio del republicano José Jurado Pozuelo, recogido en Córdoba, en enero de 1980.
[2] Testimonio de Miguel Caballero Vacas, recogido en Madrid, en septiembre de 1979.
[3] Libro de Actas de Sesiones de esas fechas, del Ayuntamiento de Villanueva de C.
[4] Eloy Vaquero Cantillo, ob. cit., p. 202.
[5] Juan Díaz del Moral, ob. cit., pp. 232-233.
[6] Libro de Actas de Sesiones del Ayuntamiento de estas fechas.
[7] Testimonio oral de Miguel Caballero Vacas, recogido en 1979, en Madrid.
[8] Antonio Mª Calero, ob. cit., p. 61.
[9] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 249.
[10] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 270.
[11] Antonio María Calero, ob. cit., pp. 62-63.
[12] J. L. Ortiz de Lanzagorta, Blas Infante, vida y muerte de un hombre andaluz, Sevilla, 1979, pp. 163-166. Y en Eloy Vaquero, ob. cit., pp. 288-290.
[13] Eloy Vaquero, ob. cit., p. 287.
[14] Eloy Vaquero, ob. cit., p. 286.
[15] Antonio Jaén Morente fue desarraigado de Córdoba y de España por el vendaval de la dictadura franquista. Pasó su exilio en Quito (Ecuador) y en Costa Rica. Una de sus últimas intervenciones públicas fue en 1963 en la Universidad de Guayaquil, invitado por el rector Dr. Antonio Parra. Subió al estrado muy viejo y empezó con el poema de Antonio Machado “A un olmo viejo”.
[16] Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección de Gobernación, 6-10-1917.
[17] J. Díaz del Moral, ob. cit., p. 269.
[18] Eloy Vaquero, ob. cit., p. 287.
[19] Ibidem, p. 292.
[20] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 17.
[21] Testimonio de Miguel Caballero Vacas, recogido en Madrid, 1979. Miguel Caballero era el menor de los célebres tres hermanos Caballero Vacas, destacados líderes locales.  Miguel fue el más “político” y el que tuvo mayor proyección provincial poco después del nacimiento del Partido Comunista.
[22] Testimonio citado de Miguel Caballero Vacas.
[23] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 316.
[24] Revista Andalucía, Córdoba, 18 de mayo de 1918, p. 3.
[25] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 301.
[26] Testimonio de Miguel Caballero, recogido en Madrid, en 1979.
[27] Véase la Revista Andalucía, Córdoba, 15-3-1919, que hace buen relato del evento.
[28] Constancio Avilés, Revista Andalucía, Córdoba, 15 de marzo de 1919.
[29] Juan Díaz del Moral, ob. cit., pp. 318-319.
[30] Testimonio citado de Miguel Caballero Vacas.
[31] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 320.
[32] Juan Díaz del Moral, ob. cit., p. 244.
[33] Durante los seis años de vigencia de la FNA, desde 1913 a 1918, los pueblos cordobeses seguidores fueron: Adamuz, Albendín, Almodóvar, Azuel, Baena, Belalcázar, Bujalance, Cañete, Carcabuey, La Carlota, Castro del Río, Córdoba, Espejo, Fernán Núñez, Luque, Montalbán, Montemayor, Montoro, Monturque, Moriles, Nueva Carteya, Puente Genil, La Rambla, Valenzuela, Villafranca y Zuheros. (Antonio Mª Calero, ob. cit., p. 164).

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