5/3/18

BREVE HISTORIA DEL BATALLÓN "GARCÉS" EN CÓRDOBA


UN BATALLÓN EMBLEMÁTICO DE LA CÓRDOBA ANTIFASCISTA: EL BATALLÓN “GARCÉS”

 

De las Milicias antigolpistas de 1936, a la 73ª Brigada Mixta en 1937, a la División de Maniobras en el Bajo Aragón en 1938, a la batalla del Ebro, a las alambradas de Argelés, y algunos, a los hornos de Mauthausen y Gusen.
 

Cuando las hoces se convirtieron en fusiles. Lucha final de los campesinos andaluces: heroísmo y derrota frente al fascismo internacional
 

                                            Por Francisco Moreno Gómez
                         y la colaboración de Juan Andrés Blanco 

 

Orígenes del Batallón “Garcés”


        Un capítulo singular de la resistencia republicana en la guerra civil en el Sur de España fue la proliferación de batallones de Milicias populares (La zona fascista también tuvieron que recurrir a reclutamientos improvisados), surgidos al calor de la lucha antigolpista, en el verano de 1936. A nivel nacional, el ejemplo más emblemático de Unidad de Milicias fue el “Quinto Regimiento”, en Madrid, al que se adhirieron cierto número de batallones de varios puntos de España, entre ellos Córdoba. Tres batallones de Milicias destacaron en esta provincia, en general de orientación comunista, que se adhirieron al “Quinto  Regimiento”, pero permaneciendo en el Frente Sur: el Batallón “Bautista Garcés”, el Batallón “Villafranca” y las “Milicias de Jaén”.

        El Batallón “Garcés” se formó a finales de julio de 1936,[1] en Villanueva de Córdoba, un pueblo latifundista del Norte de Córdoba, de marcadas diferencias sociales, con una importante implantación comunista. El 25 de julio llegó al pueblo un camión de milicianos de Jaén, capitaneados por Nemesio Pozuelo “El Floro”, secretario del PCE de Jaén, a donde había emigrado en los años treinta, natural de Villanueva de Córdoba.[2] Con él venía, entre otros, Cristóbal Valenzuela, también de la directiva comunista de Jaén y, entre otros, Lino Carrasco, de Linares. Procedían de Pedro Abad y de El Carpio, de donde habían sido llamados por los de Villanueva, como ayuda para sofocar la rebelión derechista y de la Guardia Civil en Villanueva. Cuando llegó este camión de milicianos el 25 de julio, la sofocación de los sublevados ya se había conseguido por completo. Entonces, los milicianos locales y los forasteros formaron una expedición para sofocar la sublevación en el pueblo vecino de Torrecampo, y a continuación, día 26, sofocaron la sublevación en Pedroche, dejando en ambos pueblos la consabida huella de sangre por los excesos revolucionarios.

        Después de llevarse a cabo la sofocación de la rebelión en esta parte de Los Pedroches (Villanueva, Torrecampo y Pedroche. Pozoblanco tardaría un mes en ser reducido), fue cuando se empezó a dar forma al Batallón “Garcés”, a partir del gran núcleo comunista de jornaleros y dirigentes de Villanueva, más el impulso inicial de Nemesio Pozuelo y Cristóbal Valenzuela, que vinieron de Jaén. Cómo mando militar se erigió Enrique Vázquez, licenciado como sargento en el servicio militar en África, vecino de Villanueva de Córdoba, un republicano muy bien considerado. Dice la prensa de guerra: “Por iniciativa de los compañeros Valenzuela y Vázquez, fue creado el Batallón Bautista Garcés en el pueblo de Villanueva de Córdoba”.[3]

        Por testimonio oral sabemos que a finales de julio de  1936 (o comienzos de agosto) se convocó una gran asamblea en una iglesia de Villanueva (tal vez las de San Miguel o Cristo Rey), ya que estos recintos religiosos ya habían sido “secularizados” por la multitud, y se procedió a la formación del Batallón y a la elección de sus mandos. Allí fue propuesto  y elegido el a partir de entonces comandante Enríquez Vázquez Expósito, natural de Villanueva.

Foto.- El primer comandante del Batallón Garcés, Enrique Vázquez, de Villanueva de Córdoba. Cuando la ofensiva franquista por el alto Guadalquivir en diciembre de 1936, Vázquez cayó prisionero y fue fusilado en El Carpio, el 22-12-1936. El poeta Pedro Garfias le dedicó un poema en su libro "Héroes del Sur". 

        Enrique Vázquez era un republicano de Martínez Barrio (Unión Republicana), que no tardaría en sumarse el PCE. Poseía conocimientos militares, como se ha indicado,  desde el servicio militar en África, de donde se licenció como sargento, y había sido condecorado. Durante la República ejerció un tiempo como guardia municipal en Villanueva. Por tanto, ofrecía garantías para dirigir el Batallón, y  lo demostraría con su vida dentro de varios meses. Como oficiales milicianos del Batallón fueron elegidos algunos dirigentes locales: Pedro Torralbo Gómez, Miguel Torralbo Madero, Gabino Cabrera, Emilio Castejón y Bartolomé Caballero. Empezó el Batallón con 124 milicianos (114 enrolados en julio, y 10 en agosto). Luego iría creciendo sin cesar, hasta convertirse en Regimiento en el otoño.

        Una vez constituido el Batallón, había que ponerle nombre. Primero se llamó “Milicias Villanueva”, pero cuando llegó la noticia del asesinato del diputado comunista Bautista Garcés Granell, el 28-29 de julio en Córdoba, el Batallón se rebautizó con este nombre, como homenaje. Bautista Garcés, secretario provincial del PCE,  había dirigido el Sindicato Metalúrgico de la capital. Fue ya candidato en las elecciones de 1933, y resultó elegido en las de 1936. Garcés fue uno de los protomártires entre los diputados cordobeses del Frente Popular

 

Primeras actuaciones del Batallón “Garcés”


        Los luchadores de las “Milicias Villanueva” (enseguida Batallón “Garcés”) tuvieron su “bautismo bélico” en el cerco de Pozoblanco, donde los rebeldes resistían mediante una gran concentración de Guardia Civil. Ya el 14 de agoto se lee en la prensa: “Las Milicias de Villanueva está impacientes. Dicen que, si no se rinden, entrarán mañana, sea como sea”.[4] El periodista Jesús Izcaráy situaba detalladamente a estas Milicias en el cerco de Pozoblanco: “Estos campesinos de Villanueva de Córdoba, y estos otros fugados de Pozoblanco, llevan días y días, noches y noches, agazapados en la tierra. Un bosque de escopetas rodea Pozoblanco”.[5] Y menciona al alcalde de Villanueva de Córdoba, Julián Caballero, adoctrinando a sus milicianos: “Las Milicias no entrarán en el pueblo, hasta que no se haya ido el tren con los prisioneros”,[6] lo cual no sólo cumplieron a rajatabla, sino que además, con 40 jinetes (algunos en burro) improvisaron una escolta rudimentaria de los dos trenes de prisioneros derechistas con destino Valencia, durante los primeros kilómetros. Escribe Izcaray: “Cuarenta hombres sobre caballos andaluces… encargados de despejar de Milicias los alrededores de la Estación y seguir, a lo lejos, la marcha del tren”.[7] De los hechos en torno a Pozoblanco también nos dejó Mundo Obrero documentación gráfica, donde aparece por primera vez la figura del comandante Enrique Vázquez, vigilando la protección de los trenes de presos derechistas.[8]

Foto.- Una imagen de Enrique Vázquez, al frente de los primeros caballistas (burros y mulos) del Batallón Garcés, en las afueras de Pozoblanco (Mundo Obrero, 17-8-1936).


        Después de la rendición de Pozoblanco el 15 de agosto, los milicianos del “Garcés” se trasladaron a los alrededores de Córdoba, entre Cerro Muriano y las Ermitas, por las alturas de Los Villares y Torres Árboles. Era la operación fallida del ataque a Córdoba planeado por el general Miaja para el 20 de agosto de 1936. Pero curiosa y torpemente, el peso de la operación se encomendó a las tropas republicanas de la Campiña, que mandaba Pérez Salas, siguiendo la línea Espejo-Torres Cabrera, en terreno abierto, fácil blanco para la aviación facciosa. Inmenso error del general Miaja. Lo acertado hubiera sido bajar desde la Sierra contra Córdoba, que lo que hizo Fernando III, cuando la reconquista, estableciendo su campamento en lo que hoy el Santuario de Linares.

        En el casco urbano de Cerro Muriano se situó la Columna de Alcoy. El puesto de mando más avanzado estaba en lo alto de la Sierra, en la gran mansión de “Las Malagueñas” (hoy día ha sido derruida por las máquinas, bárbaramente, pero conseguí fotografiarla antes). Fue por estos días previos al ataque a Córdoba del 20 de agosto, cuando ya está documentada la denominación Batallón “Garcés”, en unas declaraciones de Cristóbal Valenzuela al ABC de Madrid, donde esboza breve reseña de la actuación del Batallón “Garcés”, compuesto por antifascistas de Villanueva de Córdoba, que acababan posicionarse en los lugares Los Villares y Cerro de las Conejeras.[9] Jesús Izcaray también escribió sobre estos primeros movimientos del “Garcés” en la Sierra de Córdoba.[10] Cristóbal Valenzuela elogiaría más tarde a su admirado Batallón “Garcés”, mencionando “los combates de Los Villares”,[11] -en realidad, escaramuzas-, en torno al 5 de septiembre, cuando la ofensiva franquista contra Cerro Muriano. Junto a los del “Garcés” actuaban los mineros de Pueblonuevo del Terrible (Batallón “del Terrible”, mandado por el guardia civil Jesús García del Amo) y alguna sección de las “Milicias de Jaén”.


Foto.- Los primeros componentes del Batallón Garcés, milicianos de Villanueva de Córdoba. En primer plano, sentado, el luchador Capitán Gabino (Gabino Cabrera Expósito).

        Aquel 5 de septiembre, la columna franquista del general Varela se apoderó de las alturas de Torres Árboles, Los Villares, Las Malagueñas y la aldea de Cerro Muriano. Fue el día en que los fotoperiodistas Robert Capa y Gerda Taro captaron las imágenes de la evacuación civil de Cerro Muriano, pero no la del “célebre miliciano”, que hoy ya sabemos que se captó el día anterior en las cercanías de Espejo, con la Sierra de Cabra al fondo, siendo hoy ya indudable que la mítica foto es un “posado”, porque en aquellas fechas no había ninguna acción militar en la zona. Esto lo sabemos sólo quienes hemos estudiado los movimientos militares en Córdoba.

        El fatídico 5 de septiembre, el personal civil efectuó la evacuación durante la tarde. Las milicias republicanas aguantaron en sus posiciones hasta la llegada de la noche, momento en el que se produjo la retirada y se situaron pocos kilómetros más adelante, entre la Estación de Obejo y el castillo de El Vacar, una antigua fortificación de Postas. Los republicanos se atrincheraron en esa zona por primera vez. Fue la primera línea de frente de la guerra en Córdoba, y el primer combate propiamente dicho ocurrió a partir del 9 de septiembre, entre la Estación de Obejo y el castillo de El Vacar. Por primera vez los milicianos cordobeses se encontraron con la guerra de verdad.

        La prensa de Madrid nos ha dejado noticia de la distribución de los milicianos cordobeses en el frente de El Vacar: “Las avanzadillas están repartidas por todo Campo Alto y están frente a Cerro Muriano, donde los fascistas están fortificados con Artillería. Mirando hacia Córdoba, en el centro de nuestras posiciones se encuentra la 1ª Compañía del Batallón de Milicianos de Jaén, de la Columna Peris. A la derecha, parte de la Columna del diputado comunista Garcés, fusilado por los rebeldes, y en el flanco izquierdo, la 3ª y 4ª Compañía, también de las “Milicias de Jaén”. El grueso de la columna lo componen cuatrocientos milicianos al mando del teniente coronel Huelmes y del comandante de Asalto, Muñoz…”.[12]


Foto.- Milicianos de Villanueva de Córdoba en el primer Batallón Garcés. El segundo por la izq. (sentado) es José Martínez Capitán "El Chunga" (luego delator en el franquismo). El segundo por la dcha. (sentado) es el célebre "Perica" (José García Coleto), que al acabar la guerrilla huyó a la sierra y vendió cara su vida durante dos años. Eran los luchadores de "las Termópilas" de entonces. 

        Los del “Garcés” seguían al mando del comandante ex militar Enrique Vázquez. La dirección táctica general y artillera estaba a cargo de los militares profesionales, comandantes Balibrea, Aviraneta y Armentia. El frente del Vacar no lo consiguieron romper los franquistas. El día 30 de septiembre salió de Cerro Muriano una columna al mando de Sáenz de Buruaga, el verdugo de Baena, pero chocó con el muro infranqueable de la resistencia republicana en los llanos de El Vacar. Nuevamente, el grueso del “Garcés” cargó con el peso de la lucha, junto con las “Milicias de Jaén” y otras fuerzas, junto con los militares de los comandantes Balibrea y Armentia. Entonces, los franquistas idearon una operación envolvente vía Posadas-Villaviciosa-Estación de Alhondiguilla, situándose por detrás del frente de El Vacar. Lógicamente se originó la desbandada en la noche del 9 al 10 de octubre, hacia Peñarroya y la comarca de Los Pedroches.

        El 13 de octubre los franquistas se apoderaron de Peñarroya-Pueblonuevo y de su cuenca minera (El día 1 había ocupado Fuenteobejunta). Los milicianos del “Garcés” ya no actuaron en la defensa de Peñarroya; sólo las “Milicias de Jaén” y el Batallón “del Terrible”, entre otros, mientras los demás apenas se reorganizaron en Pozoblanco, de donde salieron enseguida para la defensa del Puerto de Calatraveño y los montes de Espial. El frente se quedó ahí estabilizado, hasta el 6 de marzo de 1937.

        Esta tregua bélica tras el desastre de Peñarroya, el Batallón “Garcés” se retiró a Pozoblanco, y abrió un gran proceso de reorganización en Villanueva de Córdoba, hasta convertirse en Regimiento. Según la prensa, un tanto inexacta: “De acuerdo con el trabajo de reorganización de las milicias, se han agregado al que fue Batallón Garcés, el Batallón del Terrible y Pedroches, habiéndose constituido el Regimiento Bautista Garcés, que se dispone a ampliar sus efectivos, para cuyo efecto ha abierto una oficina de reclutamiento en Villanueva de Córdoba”.[13] Es inexacta la integración del Batallón “Pedroches” (igual que el “Pozoblanco”, ambos muy localistas) en el “Garcés”, al que sí se adhirieron grupos milicianos de otros lugares de Córdoba, incluso de Madrid. Ciertamente, fue un Batallón muy atractivo por su combatividad.

Foto.- Antonio Ortiz Roldán, de Espejo, sustituyó a Enrique Vázquez en la jefatura del Batallón Garcés. Después fue uno de los mandos de la 73 B.M. y llegó a ser Mayor de Milicias.


        En el otoño de 1936, el “Garcés” quintuplicó sus efectivos. A sus 176 milicianos iniciales hay que añadir los 875 incorporados en octubre, más 383 en noviembre, lo cual situaba al Batallón “Garcés” en unos 1.500 hombres (1.454 exactamente, pero teniendo en cuenta que no se incluyen las últimas letras del abecedario, de la R a la Z, en cuyas fichas de enrolamiento se especifica el batallón). Sí se integró en el “Garcés” el Batallón “del Terrible”, pero sólo en parte, porque en el fichero general (Archivo Histórico Nacional de Salamanca) sólo aparecen 34 milicianos de Peñarroya (uno de ellos, el que sería capitán José Mora). Otras incorporación fueron las Milicias “Ramón Casanellas” de Espejo, al mando de Antonio Ortiz Roldán (En el fichero figuran 55 hombres de Espejo) y 50 de Montilla. Se enrolaron anarquistas de Fuente Palmera (54, entre ellos el célebre José Bernete Aguayo “Chimeno”, con su caballería), los de Almodóvar (24), de Palma del Río (51), anarquistas de Villaviciosa (78). Por supuesto, el Batallón “Garcés” recibió mucha militancia comunista y de la UGT, como los 219 de Córdoba capital, los 47 de Pedro Abad (entre ellos, el capitán José Arjona Sánchez), los 69 de Belalcázar, los 305 de Madrid y, entre otros muchos, los 124 de Villanueva de Córdoba. Por tanto, el mítico Batallón no fue en modo alguno sectario, sino de una gran pluralidad.

        El poder de atracción del Batallón recuerda al del Quinto Regimiento, de Madrid, debido a la decisión en la lucha, a la disciplina y a la competencia de sus mandos (Enrique Vázquez y otros, de Villanueva de Córdoba; Antonio Ortiz, de Espejo; José Bernete, de Fuente Palmera; José Mora, de Peñarroya; Manuel Palos Cosano, de Puente Genil; Damián Jareño, de Adamuz; Manuel García Espejo “Chicuelo”, de Montilla, etc.).

        También aterrizaron en el “Garcés” otros dirigentes de fuera de la provincia, como Ramón Guerreiro (gallego, secretario de las JSU de Córdoba. Mandó la 2ª Cía. Del Batallón, y luego actuó también de comisario), Leonor Estévez (de Madrid, secretaria del Socorro Rojo Internacional de Córdoba), el afamado pintor Helios Gómez, que actuó un tiempo de comisario del Batallón. Así pues, la realidad del Batallón “Garcés” fue la plasmación armada de la pujanza del obrerismo cordobés a partir del vigoroso núcleo obrerista y comunista de Villanueva de Córdoba.

        La constitución del Batallón “Garcés” en Regimiento casi coincidió con el decreto de militarización de las Milicias (28 de septiembre), dado tempranamente, pero de muy lenta aplicación. El mismo día en que el “Garcés” se transformó en Regimiento (18 de octubre de 1936), se celebró en Villanueva de Córdoba un gran acto público, cuyos temas tratados fueron: apoyo al decreto de militarización de las Milicias, el mando único y la cuestión agraria. Intervinieron mandos del Regimiento y dirigentes del PCE provincial y local. En cuanto a la denominación, apenas se utilizó la de Regimiento y se siguió hablando casi siempre de Batallón “Garcés”. A continuación insertamos varios cuadros relativos a la composición del Batallón, procedentes del Archivo Histórico Nacional de Salamanca (Guerra Civil, Sección Militar, C. 648 y ss.), recogidos por Juan Andrés Blanco:[14]

         1.- Origen geográfico de los hombres del Batallón “Garcés”

                   (Faltan los nombres de la R a la Z)     

        Madrid……………………………… 305
         Córdoba capital…………………… 219
         Villanueva de Córdoba……………114
         Villaviciosa………………………….  78
         Belalcázar…………………………..  69
         Provincia de  Sevilla……………….. 61
         Espejo……………………………….. 55
         Fuente Palmera….…………………. 54
         Palma del Río…….…………………. 51
         Montilla…………….………………… 50
         Pedro Abad………..………………… 47
         Peñarroya-Pueblonuevo…..………. 34
         Almodóvar del Río…………..……… 24
         Obejo…………………………………. 22
         La Rambla…………………………… 18
         Fuenteobejuna…………………….... 17
         Posadas……………………………… 13
         Cerro Muriano……………………….. 12
         Alcolea…………………………………11
         Pozoblanco……………………………11
         Puente Genil…………………………. 10
         Otros pueblos de Córdoba…………115
         De otras provincias………………….. 32
         Con datos incompletos………………13
         Sin datos………………………………19

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         TOTAL……………………………..1.454

 

         2.- Datos de filiación política y sindical

         Sin datos……………………………..470
         UGT…………………………………..629
         CNT…………………………………  214
         PCE……………………………………46
         JSU…………………………………….45
         JS………………………………………13
         IR……………………………………… 11
         PSOE………………………………….  7
         JC……………………………………… 4
         US……………………………………   14
         OTROS ……………………………...  15

 

         3.- Datos profesionales del Batallón “Garcés”

         Campesinos…………………………472
         Jornaleros……………………………461
         Obreros………………………………100
         Albañiles……………………………..  83
         Chóferes……………………………..  38
         Metalúrgicos…………………………. 24
         Panaderos…………………………… 23
         Zapateros……………………………. 17
         Carpinteros……………………………13
         Barberos………………………………12
         Empleados……………………………12
         Mecánicos…………………………….12
         Herreros……………………………….11
         Mineros………………………………..10
         Ganaderos……………………………10
         Profesiones varias………………….112
         Sin datos…………………………….. 40


        En cuanto a la filiación política y sindical, debe tenerse en cuenta que la mayoría de los comunistas militaban también en la UGT. Los datos del Batallón “Garcés” pueden servir como arquetipo sociológico de las Unidades de milicias en general. Profesionalmente, cuando se especifica “campesinos”, “jornaleros” y “obreros”, viene a coincidir con “jornaleros del campo”. Es decir, el campesinado andaluz, en el marco del latifundio, con sus luchas ancestrales.

Foto.- Jefes y oficiales de la 73 B.M. en el frente de Pozoblanco en 1937 ("Estampa", 26-6-1937). De izq. a dcha., Emiliano Mascaraque, Bartolomé Fernández, Antonio Ortiz, etc.

        Un dato importante sobre el Batallón “Garcés” fue su pertenencia al Quinto Regimiento, lo cual está fuera de toda duda, porque entre las 26.736 fichas de enrolados en el Quinto Regimiento, constan el millar y medio del Batallón “Garcés” (sabiendo que en las fichas de la R a la Z no consta el Batallón).[15] El encuadramiento en el Quinto Regimiento puede situarse en octubre de 1936, ya que en ese mes se adhirió también el Batallón “Villafranca”, según una referencia de Milicia Popular, diario del Quinto Regimiento, de fecha 25 de octubre. Ahí informa que el Batallón “Villafranca” decidió por aclamación sumarse al Quinto Regimiento, y su comisario, el poeta Pedro Garfias, expresa sus saludos a los nuevos compañeros del célebre Regimiento. De todas formas, la relación de los batallones cordobeses con el Quinto Regimiento fue siempre más teórica que real. La misma Comandancia del Quinto Regimiento reconocía que no atendió adecuadamente a los frentes del Sur. Su “Comisión de Trabajo Social” sí que se desplazó a Córdoba y realizó campañas de “agitación y propaganda” en el frente de Córdoba, en octubre de 1936. El 30 de octubre la Comisión celebró un acto en Montoro (mitin y proyección de película), con la presencia del jefe militar Hernández Saravia, y José Mota por el Quinto Regimiento. El día 31 se trasladaron a Pozoblanco, donde se celebró un acto ante 5.000 personas, bajo la presidencia del socialista local Antonio Baena, y la intervención de Cristóbal Valenzuela (del “Garcés”). El 1 de noviembre estuvieron en Alcaracejos, y el día 2, en Bujalance. Aquí intervinieron el comandante López Gómez, José Mota e Ignacio Gallego (éste, responsable político del 2º Batallón de las “Milicias de Jaén”). Aquí se proyectó la película rusa Chapaiev o el guerrillero rojo. Terminó esta campaña el 4 de noviembre en El Carpio.[16] Precisamente aquí, el 22 de diciembre de 1936, cuando los franquistas ocuparon el pueblo, el comandante del “Garcés”, Enrique Vázquez, fue capturado y fusilado en el acto. Los milicianos republicanos quedaron conmocionados. El poeta Pedro Garfias inmortalizó al Comandante Vázquez en su libro Héroes del Sur (1938). Entonces se puso al mando del “Garcés” al líder de Espejo, Antonio Ortiz Roldán.


Foto.- Antonio Ortiz Roldán, al mando del Batallón Garces y de la 73 B.M., tal vez ya en el Bajo Aragón, en la División de Maniobras, que mandaba el italiano Aldo Morandi.

        El Quinto Regimiento quedó integrado en el Ejército Popular el 27 de enero de 1937. Por las mismas fechas, los batallones de Córdoba pasaron a constituirse en las célebres Brigadas Mixtas. En vísperas de la batalla de Pozoblanco, el 3 de marzo de 1937 ya figura constituida la 73 Brigada Mixta, con los reglamentarios cuatro batallones: el Batallón núm. 289 (“Garcés), el 290 (parte de las Milicias de Jaén), el 291 (el “Pedroches”) y el 292 (Batallón “Raya”, de anarquistas de Málaga).

        Conviene aportar algún dato sociológico más sobre el Batallón “Garcés”, por ejemplo el estado civil de los milicianos: predominaban los soleros (821) sobre los casados (273), aparte de otros 354 sin datos. Ello nos lleva a pensar que el peso de la guerra civil cayó sobre las espaldas de los jóvenes, a pesar de que destrozó la vida de todos. Este predominio de los jóvenes lo revela otro dato: que 859 milicianos se hallaban entre los 18-25 años, y 460, entre los 26-35 años.

 

Creación del “Comité de Frente”
 

        Por testimonio de Manuel Castro Bretones,[17] sabemos que en octubre de 1936, por indicación del PCE, se constituyó el “Comité de Frente” con dos misiones: hacer las veces de Comité Provincial y coordinar la acción bélica de los batallones de orientación comunista: Batallones “Garcés”, “Villafranca” y, seguramente, las “Milicias de Jaén”.

        Este “Comité de Frente”, que era organismo exclusivo del PCE, no coincidía con los “Comités de Milicias” que funcionaban en cada uno de los Batallones, a instancias del Quinto Regimiento, con una composición plural según el arco del Frente Popular, y estaban presididos por el comisario político. En cambio, el “Comité de Frente” era de rango superior, coordinaba a los batallones de predominio comunista y sus miembros eran todos del PCE.

        El “Comité de Frente” de Córdoba tuvo su sede en Montoro, durante todo el otoño de 1936. Allí llegó para su constitución Valeriano Pastrana, emisario del Comité Central del PCE.  Fueron designados los miembros siguientes: Pablo González Calvo (de la zona de Peñarroya), Manuel Castro Bretones, Ramón Guerreiro (por el Batallón “Garcés”), el poeta Pedro Garfias (por el Batallón “Villafranca”) y, posiblemente también, el pintor Helios Gómez, que actuaba de orientador en el Batallón “Garcés”.

Foto.- El poeta Pedro Garfias, uno de los cuatro componentes del "Comité de Frente", en el Frente Sur.


        La existencia del Comité de Frente revela el gran esfuerzo organizativo que llevó a cabo el PCE, ante el caos originado por el golpe militar. En Córdoba, a partir de las Unidades de su mayor influencia (Batallones “Garcés”, “Villafranca” y, en menor medida, “Milicias de Jaén”). Pastrana, en nombre del Quinto Regimiento puso gran atención en coordinar la acción militar en el Frente Sur, poniéndose al servicio del cuartel general de Hernández Saravia en Montoro. Además, los dos Batallones citados celebraron en Montoro actos político-culturales. El 4 de noviembre de 1936 se celebró allí una asamblea del PCE, en la que participaron militantes locales, el alcalde de Frente Popular y dos representantes del Comité de Frente: Castro Bretones y Guerreiro.[18] Y el 1 de diciembre se celebró, también en Montoro, un acto público con la intervención del alcalde de Montoro, Sr. Ruiz Olalla, el comandante Enrique Vázquez (del “Garcés”) y su comisario Helios Gómez. Cerró el acto el comisario del “Villafranca”, el poeta Pedro Garfias.[19]

        El Comité de Frente de Córdoba también se ocupaba de la reorganización del PCE a nivel provincial, maltrecho por los efectos del golpe militar y de la represión, que dieron al traste con los órganos de dirección. En esta nueva organización ya venían actuando desde el mes de agosto: Manuel Castro Bretones y Ramón Guerreiro, entre otros.

        El Comité de Frente quedó disuelto a raíz del desastre de la navidad de 1936, en que los republicanos perdieron el valle del Guadalquivir, desde Villafranca, El Carpio y Pedro Abad, hasta Montoro y Villa del Río. Tras la evacuación de Montoro, los miembros del Comité de Frente (Pedro Garfias entre ellos) se reencontraron y reunieron en Andújar, acordando la disolución. Manuel Castro emprendió en Villanueva de Córdoba la reorganización del PCE provincial.

 

El Batallón “Garcés”
en la pérdida del Valle del Guadalquivir
 

        Una de las efemérides más aciagas en la zona republicana de Córdoba fue la pérdida del Valle del Guadalquivir, desde Villafranca a Montoro y Villa del Río, en la navidad de 1936. Había habido dos meses de tregua (15-octubre/15-diciembre), porque toda la atención estuvo puesta en el frente de Madrid. En el mes de octubre, ya se ha indicado, el Batallón “Garcés” aprovechó para reorganizarse en Villanueva de Córdoba y convertirse en Regimiento. A finales de octubre, los servicios de información franquistas acusan ya una reorganización de tropas republicanas en El Carpio,[20] lo cual debe referirse al Batallón “Garcés”, que desplegó en esa zona, entre Pedro Abad y El Carpio.

        A mediados de diciembre, las columnas franquistas ya estaban en movimiento, para apoderarse de los olivares del último rincón de la Campiña cordobesa. El día 20 de diciembre cayó Bujalance, “santuario” histórico del anarquismo cordobés. Antes habían caído Albendín, Valenzuela y Cañete. El 22 de diciembre constituyó un infernal “Waterloo” para los hombres del Batallón “Garcés”. A media mañana se perdió Pedro Abad, y a la misma hora, los requetés del teniente coronel Redondo (con el jesuita P. Bernabé Copado como capellán), después de recorrer a pie los 14 kms. que separan de Bujalance, entraron en El Carpio, el gran feudo del Duque de Alba.

Las milicias no lograron oponer resistencia, a pesar de los llamamientos efectuados por el comandante Vázquez y por su comisario Helios Gómez. En El Carpio entraron primero los Regulares de Ceuta, que iban en vanguardia. Según el P. Copado: “El Escuadrón de Ceuta cogió tres prisioneros: uno era el tristemente célebre Vázquez…”. No dice que fue capturado y fusilado en el acto.[21] Vázquez efectuó una operación de descubierta arriesgada, con su caballo, y en contra de los avisos de peligro. Por la noche de aquel aciago día 22 de diciembre, el general chocarrero de Sevilla, en su habitual alegato radiofónico, habló de haber dado muerte a “un comandante de Milicias, amigo de Martínez Barrio”. Pero fue elogiado por los poetas del pueblo. Aparte del poema de Pedro Garfias, la memoria del comandante Vázquez llegó a alguno de los romances de la guerra, por ejemplo “La muerte de Enrique Vázquez”, de Bernardo Clariana, incluido en el célebre “Romancero General de la Guerra de España”, recopilado con motivo del Congreso de Intelectuales de Valencia.[22]

No fue la única desgracia del Batallón “Garcés”. Vázquez y Helios Gómez habían ordenado la resistencia a toda costa, a pesar de los avisos en contra de los militares profesionales: comandante López Gómez, y capitán Blanco Pedraza. El capitán de ametralladoras del “Garcés”, José Arjona Sánchez, de milicias, hizo una corrección de emplazamiento cerca de Pedro Abad, pero Helios Gómez montó en cólera, desarmó a Arjona y lo mató con su pistola. Cuando los combatientes del “Garcés” conocieron los hechos, ya retirados en Adamuz, se amotinaron, y Helios tuvo que huir disfrazado, para que no lo lincharan, y se refugió en Valencia.[23] La pérdida de toda esta zona del Guadalquivir llevó a toda una masa de personal civil y de combatientes a los pueblos de: Adamuz, Villanueva de Córdoba y Andújar.

 

La militarización y la batalla de Pozoblanco


        Tras el desastre del 22 de diciembre, el Batallón “Garcés” se retiró a Adamuz para recomponerse, y el dirigente comunista de Espejo, Antonio Ortiz Roldán, fue elegido al frente del Batallón. Sucedieron luego dos meses de calma en el frente Sur –enero y febrero de 1937-, con la excepción de una escaramuza contra Villafranca y contra Montoro. En este tiempo se llevó a cabo la plena militarización de las milicias cordobesas, teniendo en cuenta que al menos dos batallones pertenecían al Quinto Regimiento, y éste quedó disuelto e integrado en el Ejército Popular el 27 de enero de 1937. En esta misma fecha, el Ejército del Sur quedó al mando del coronel Villalba, en sustitución de Martínez Monje. Y con fecha 1 de marzo de 1937, el mando pasó al coronel Gaspar Morales, en vísperas ya de la batalla de Pozoblanco.

        Con fecha 3 de marzo ya aparece constituida la 73 Brigada Mixta, con los Batallones “Garcés”, en realidad, Regimiento (núm.289), “Milicias de Jaén” (núm. 290), “Pedroches” (núm. 291), y el Batallón “Raya” (núm. 292), de anarquistas de Málaga. El primer jefe de la Brigada fue el capitán de Carabineros José Casted Sena, que ya había actuado en la rendición de los últimos pueblos rebeldes en Los Pedroches (Pozoblanco, Dos Torres). El comisario fue el joven diputado socialista Manuel Castro Molina, que de milagro había escapado de las garras de los rebeldes en la capital. Cuando se crearon las Divisiones, la 73 B. M. perteneció a la 19 División. Esta Brigada, en el mes de abril, fue mandada por el comandante de Infantería Manuel Bartual Gallego. Y en el mes de junio de 1937, el mando de la 73 pasó al primer jefe de Milicias, Bartolomé Fernández, de Pozoblanco, que antes había mandado el Batallón “Pedroches”. Después de la batalla de Pozoblanco y de la contraofensiva subsiguiente (marzo y abril de 1937), los combatientes de la 73 B. M. pasaron a reorganizarse en Almodóvar del Campo (C. Real), y después, a Villanueva de Córdoba (la “casa madre”) durante parte del verano de 1937. En algunos escritos se le llama todavía Batallón “Villanueva”, y figura como una de sus sedes la calle Pozoblanco, núm. 72. Parece que el cuartel general de la 73 B. M. fue en la calle Real, núm. 8.

Foto.- El "Capitán Gabino" (Gabino Cabrera), uno de los oficiales de Milicias del Batallón Garcés, de Villanueva de Córdoba. Al acabar la guerra, en medio de una sesión de tortura, se escapó y se tiró al pozo del patio, en la casa de La Preturilla, el 24 de abril de 1939.


        En vísperas de la batalla de Pozoblanco (6-3-1937), el sector de Córdoba, al mando del comandante Joaquín Pérez Salas, se dividió en tres subsectores. 1) El subsector Norte o de Pozoblanco, con las Brigadas autóctonas 73 (con el “Garcés”, el “Pedroches”, etc.) y 74 (con el “Villafranca”, el “Pozoblanco”, etc.), la primera al mando de José Casted Sena, y la segunda, al mando de Miguel González Ruiz (antes, Francisco del Castillo). Ambas quedaron incluidas en la 19 División, mandada por el mayor de Artillería José Cifuentes del Rey. 2) El subsector Centro, con cuartel general en Cardeña, al mando del comandante de Artillería Eduardo López Gómez. 3) Y el subsector Sur, con cuartel general en Jaén, al mando del comandante de Infantería Juan Fernández Pérez.

        Cuando empieza la batalla de Pozoblanco (6-3-1937) con las 4 columnas franquistas que salen de la cuenca minera de Peñarroya, para apoderarse de la comarca de Los Pedroches, la 73 B. M. fue colocada sobre el puerto de Calatraveño, en la carretera Alcaracejos-Espiel, donde los del “Garcés” y “Pedroches” fueron perdiendo terreno, pero lentamente, evitando siempre la desbandada. La 74 B. M. fue la encargada de proteger la carretera de Villaharta, donde también cedieron terreno, pero en orden.

        Todos los combatientes, milicianos o no, se fueron concentrando en Pozoblanco, tras unas operaciones agotadoras para ambos contendientes. La noche del 17 al 18 fue la noche más larga en Pozoblanco, la de la evacuación de la población civil, pero bajo la decisión del jefe del sector comandante Pérez Salas y las arengas desesperadas de los comisarios, entre ellos el poeta Pedro Garfias.

        Los franquistas, vista la intención de resistencia en Pozoblanco, y agotadas sus fuerzas al extremo, no fueron  capaces del asalto definitivo, cuando se hallaban a 2 kms. de Pozoblanco. Así las cosas, los mandos republicanos ordenaron la contraofensiva, para recuperar todo el terreno perdido. La ofensiva ocupó el mes de marzo, y la contraofensiva, el mes de abril, con actos de heroísmo memorables. En la nueva estrategia del mes de abril, las Brigadas autóctonas, la 73 y la 74 (más el “Raya” y una compañía internacional anglófona de Aldo Morandi), recibieron la misión de avanzar por la carretera de Villaharta (la parte oriental del frente). Los del “Garcés” avanzaban por la derecha, hasta que se toparon con el enemigo en el peñón de La Chimorra, obtenido una resonada victoria, con gran ruina de los franquistas. Para entrar en Alcaracejos y en Villanueva del Duque (la parte occidental del frente), se situaron las B. M. 52, 20, 25, 63 y la “Brigada de Puertollano”, con el 20 Batallón Internacional de Aldo Morandi. El resultado general fue una derrota de los franquistas en toda regla, que hubieron de volver a sus lugares de partida.

 

Otras luchas del “Garcés” (73 BM)
en la segunda mitad de 1937


        En septiembre de 1937 se reanudaron en el Frente Sur los combates de grueso calibre, en lo que se llamó, desde abril de 1937, la “batalla defensiva de Peñarroya” por parte de los franquistas, y que, con diversos altibajos, duró  más de un año, tiempo que sirvió para un brutal derramamiento de sangre. En esta etapa, el Batallón “Garcés” (73 B.M.) luchó en la parte occidental del frente, hacia Peñarroya, desde Sierra Tejonera, Mulva, La Grana, hasta Los Blázquez, La Granjuela y la aldea de Cuenca.

Foto.- Miguel Torralbo Madero, de Villanueva de Córdoba, y uno de los mandos del Batallón Garcés, andante murió por heridas de guerra en el frente del Bajo Aragón, en abril de 1938, siendo comandante de Milicias.


        Una fecha luctuosa para los del “Garcés” fue el 18 de septiembre (1937), cuando en un ataque crepuscular al cerro Mulva fue abatido uno de sus más afamados capitanes, José Bernete Aguayo “Chimeno”, que se había sumado al “Garcés” al mando de la Caballería. Tenía 25 años, y había nacido en la aldea de Silillos, de Fuente Palmera. Aquí, en julio de 1936, ya había dirigido con éxito la rendición de la Guardia Civil sublevada. Se había casado a mediados de enero de 1937 en Villanueva de Córdoba, con una joven de Villafranca, Dolores Ortiz Rivera, que había llegado a Villanueva con la oleada de refugiados de la Campiña, debido al desastre de finales de diciembre de 1936.

        El cadáver del valiente “Chimeno” había quedado en tierra de nadie, y fue necesario lanzar otro ataque de noche para rescatarlo, ataque también sangriento, porque en él cayó el comisario de su 3ª Compañía, Francisco Atalaya Mariscal, natural de Alcolea. El entierro de “Chimeno” en  Villanueva fue una gran manifestación popular. Salió la comitiva de la Comandancia Militar, calle Real, núm. 8 (casa de Torrico). Vino una Compañía del “Garcés”, el mismo jefe del VIII Cuerpo de Ejército, Pérez Salas, y otras tropas, entidades políticas, las enfermeras del Hospital local y otras organizaciones (Socorro Rojo, Mujeres Antifascistas, etc.), portadoras de ramos de flores, mientras la Banda de Música, dirigía por Francisco Ochoa, ponía las notas fúnebres. Fue inhumado en un nicho del cementerio de Villanueva, pero como sólo los vencedores tienen mausoleos, y no los vencidos, los restos de “Chimeno” se perdieron en la posguerra. Con todo, quedó para la posteridad el más indeleble de los homenajes: el gran poema que le dedicó el poeta Pedro Garfias, en sus libros Héroes del Sur (1938) y en Poesías de la guerra española (México, 1941). Con los recitales de este poeta en el exilio, todo México conoció la heroicidad de “Chimeno” y se convirtió en mito… “¡Ay, Ximeno, capitán / del Batallón de Garcés; / capitán / de la cabeza a los pies!”

Foto.- Otro de los oficiales más célebres y valientes del Batallón Garcés, el "Capitán Ximeno" (José Bernete Aguayo, de la aldea de Silillos, Fuente Palmera). Murió en acción de guerra en el asalto al cerro Mulva (Peñarroya), el 18-9-1937. Fue enterrado con todos los honores en Villanueva de Córdoba. El poeta Pedro Garfias le dedicó uno de sus más inspirados poemas en su libro "Héroes del Sur".


        En aquellas luchas de Sierra Tejonera, cerros Mulva y La Grana, entre Peñarroya y La Granjuela, escribieron páginas de horoísmo los combatientes cordobeses de las B. M. 73, 74, 88, entre otras, como las unidades mandadas por el jefe interbrigadista italiano Aldo Morandi: la 86 B. M. (con su 20 Batallón Internacional), la XIII B. I., y otras unidades de gran convicción antifascista.

        En el otoño de 1937 se reestructuró ampliamente el Frente cordobés en Los Pedroches. Las Brigadas 52, 73 y 74 (19 División), quedaron con cuartel general en Belalcázar. La 38 División se acuarteló en Hinojosa del Duque (88, 103 y 115), y la nueva 63 División, mandada por el teniente coronel de Milicias Aldo Morandi (jefe de E.M. el alemán anti-nazi Fritz Schiller), puso su cuartel general en Villanueva de Córdoba, con las Brigadas 25, 86 y 114.[24]  

        La 73 B.M. (Batallones 289, 290, 291 y 292, es decir, el “Garcés”, “Pedroches”, “Raya”, etc.), tan unida a la trayectoria de las Milicias de Córdoba, se hallaba a comienzos de 1938 agregada a la 36 División (VII C. de Ejército), y no a la 19 División, que era la suya (la de Belalcázar, con Manuel Castro Molina como comisario). Pero la ubicación de la 73 B.M. no estaba entonces en Córdoba, sino en diversos pueblos de Toledo: Los Navalmorales y San Martín de Pusa, con su jefe al frente, Bartolomé Fernández. A menudo era sustituido accidentalmente por Emiliano Mascaraque (que mandaba el 3º Batallón) o bien por Antonio Ortiz Roldán, de Espejo (antiguo jefe del “Garcés”). En estos lugares toledanos, los combatientes de la 73 recibieron la felicitación por la victoria de Teruel, con fecha 4-1-1938, remitida por el jefe del VII C. de Ejército, coronel Antonio Bertomeu, reenviada a su vez por el jefe de la 73, Bartolomé Fernández.[25]   El 10 de enero fue nombrado comisario de la 73, Andrés Cañete Domínguez, que había sido diputado provincial en Sevilla.

        En estas fechas, los movimientos de las tropas republicanas son frecuentes. Todo está en función de la contraofensiva franquista sobre Teruel. El 8 de febrero de 1938, la 73 B.M. se encuentra por última vez en el frente de Córdoba, en Belalcázar, en este caso agregada a la 45 División, recién incorporada al VIII C. de Ejército, por ausencia de la 19 División, que había salido destinada al frente de Teruel (con las Brigadas 52 y 74, ésta última mandada por Ildefonso Castro, con los Batallones “Villafranca” y “Pozoblanco”).

Foto.- Otra imagen del Capitán Gabino, durante su servicio militar en África, antes de la guerra.


        Efectivamente, desde las primeras semanas de 1938, ya consta la llegada de las Brigadas 52 (con Antonio Ortiz Roldán) y 74 (con Ildefonso Castro) al frente de Teruel, para tratar de frenar el descomunal ataque franquista. Por tanto, en tierras de Aragón fue la etapa más dura de los combatientes cordobeses.    

        En el mes de marzo, la 73 B.M. abandonó para siempre el frente de Córdoba y volvió a tierras de Toledo, para reorganizarse en Sonseca. Estas reorganizaciones eran siempre el preludio de un traslado importante. El frente de Córdoba se hallaba en una fase de calma en 1938, y se impuso el traslado de tropas a los frentes calientes, en este caso, el invernal e infernal frente de Teruel y de Aragón.[26]
 

Los cordobeses en el Maestrazgo
 

        El 15 de marzo de 1938, Aldo Morandi recibió una orden del cuartel general de Almadén para dejar el mando de la 63 División, en Villanueva de Córdoba, y dirigirse al Maestrazgo y ponerse al frente de la División de Maniobras, que debía contribuir a cortar el avance de los franquistas hacia el mar. Con gran disgusto tuvo que dejar Morandi el frente de Córdoba, donde había dejado fama de gran estratega, seriedad y total entrega a la causa republicana. Entregó el mando de la 63 División al mayor Ruiz, y partió para Barcelona con todo su E.M. (el mayor Fritz Schiller, el conductor Willy, el teniente Francisco Mesas y el escribiente Críspulo Márquez, estos dos de Belalcázar).

        El viaje hasta Barcelona fue una odisea, siempre bajo las bombas franquistas. “Pasamos el Ebro entre bombardeos”, escribe Morandi. Llegaron exhaustos a Barcelona el 19 de marzo, justo en pleno caos por el terrible bombardeo italiano del día anterior, con más de 1.000 muertos. El 22 de marzo, la 73 B.M., que había salido poco antes de Sonseca, al mando de Bartolomé Fernández, ya estaba integrada en la División de Maniobras, y fue a acuartelarse a Castellfort, junto con la 129 B. Internacional, y la 69 B.M.

        El punto de arranque será Villafranca del Cid, donde Morandi coloca su primer puesto de mando, con el siguiente plan de operaciones: 1) conquistar Torrevelilla y Civallera. 2) conquistar Calanda y Alcañiz. Por el flanco derecho apoyará el V C. de Ejército, del teniente coronel Juan Modesto. Y por la izquierda, la División A, de Carabineros. El punto de salida para el ataque será la sierra de la Ginebrosa. El terreno es estepario, de aspecto siberiano, pedregoso, lleno de cimas y barrancos, tan frío que hasta en primavera caen escarchas, el peor escenario de batalla de toda España. “Y así empezó nuestra campaña en el Maestrazgo –escribe Críspula Márquez (p. 106)-, que habría de durar desde el 22 de marzo al 25 de abril de 1938”.

        Antes del 22 de marzo, los franquistas habían desencadenado una ofensiva arrolladora. El 10 de marzo se apoderaron de Belchite. Los republicanos establecieron una línea desesperada entre Caspe y Alcañiz, pero estos puntos cayeron el 14 de marzo (Alcañiz), a manos del Cuerpo  Legionario italiano, y el 17, Caspe.

        Los republicanos pusieron en línea una tropa inmensa: el V C. de Ejército (Modesto), el XXII (Ibarrola), con las Divisiones Internacionales de Walter y la de Hans (que venía del frente de Córdoba-Extremadura), y las Divisiones españolas de Líster, Tagüeña y Fresno Urzáiz, más la División de Maniobras de Aldo Morandi (con las Brigadas 73, 129 y 69).

        El 24 de marzo, la División de Maniobras ya estaba en línea, principalmente la 73 B.M., la más experimentada, y por ello llevará en aquellas inhóspitas tierras el protagonismo, con los célebres Batallones “Garcés” y  “Pedroches”, con el socialista de Pozoblanco, Bartolomé Fernández, y su segundo, Emiliano Mascaraque. En la 52 B.M. iba de jefe Antonio Ortiz Roldán. Era una gesta más de los cordobeses. Aquellos jornaleros que desarrollaron el movimiento obrero en Córdoba en el primer tercio del siglo XX, y se habían fortalecido con la II República, ahora, en plena guerra, habían tornado sus hoces por fusiles y habían llegado al último acto de la catástrofe griega en defensa de la causa republicana.

        Como decimos, el 24 de marzo de 1938 ya estaban en línea las tropas cordobesas, entre ellas la 73 B.M., con el objetivo de recuperar Alcañiz. Aquel 24 de marzo amaneció con esta panorámica citada por Aldo Morandi en sus memorias: “Los de la 73 forman varias filas larguísimas de hombres tendidos en el suelo, arropados con sus mantas. Mientras tanto, levanta la niebla y aparece la aviación franquista, castigando entre Mas de las Matas y La Ginebrosa”.

Foto.- Pedro Torralbo Gómez, de Villanueva de Córdoba, capitán del Batallón Garcés. Fue concejal del PCE en 1936 y diputado provincial en 1936. Al acabar la guerra, lo torturaron en Villanueva hasta lo indecible. Lo fusilaron en Córdoba en 1941.


        El 25 de marzo, de madrugada, llegó la orden de ataque. A las 5 horas, la División de Maniobras se puso en movimiento. Dos batallones de la 73 B.M. iban en vanguardia (suponemos al “Garcés”), en la primera oleada. En la segunda oleada, la 129 B.M. (Internacional), y en la tercera oleada, la 69 B.M. Una avalancha de 8.000 hombres fue lo que Aldo Morandi puso en acción. Al mediodía, los de la 73 conquistaron el pueblo de Civallera. A continuación se lanzaron los de la 69, furiosos. El enemigo, sorprendido, queda arrollado, queda arrollado. A las 5 de la tarde, los de la 73 ocupan otro pueblo: Torrevelilla. Los franquistas están desorientados: no saben cuál es la operación de distracción, si las fuerzas de Aldo Morandi o las de Modesto (V C. de E.), que apoyaban por el flanco derecho. Los hombres de Morandi siguen luchando toda la noche, con la intervención de tanques y de Artillería.

        El día 26 de marzo, ya se dio la reacción de los franquistas: dos Divisiones italianas acuarteladas en Alcañiz, mandadas por el general Berti, salieron al encuentro de los republicanos de Aldo Morandi, amenazando con el copo por el flanco izquierdo. Se recurrió de nuevo a la cordobesa 73 B.M., la cual evitó el copo, con la ayuda de los tanques. El día 27, se dedicaron a un repliegue ordenado hacia la Ginebrosa, siendo los de la 73 los últimos en replegarse, salvando todo el material y botín capturado. Por tanto, la cordobesa 73 B.M. (con su Bon. “Garcés”, el “Pedroches”, etc.) tuvo un papel destacado entre lo poco importante que pudo hacer la División de Maniobras en aquella debacle del Bajo Aragón.

        El mismo día 27, los franquistas del general Aranda conquistaron Mas de las Matas y Aguaviva, poniendo en aprieto al XXI C. de Ejército republicano (dos batallones de la 57 desaparecieron en Aguaviva). En el XXI C. de E. estaba la 41 División de Tagüeña, que hubo de rehacerse, con ayuda de la cordobesa 73 B.M., que se le agregó por breves fechas. De la gran valentía de estos cordobeses dejó Tagüeña un gran elogio en su libro de memorias.[27]

        El 28 de marzo, Morandi recibió la orden de contener el avance franquista, operando en la sierra de San Marcos, en una meseta llamada “San Joaquín”, desde donde se domina el valle donde los republicanos resisten dos días, machacados por los 24 bombarderos italianos. Morandi se vio obligado a retirar a sus tropas del valle, el día 30.

        En los primeros días de abril, la aviación franquista y la Artillería siguen machacando a la División de Maniobras de una manera insoportable. El 6 de abril, esta División pasó a depender del XXI C. de Ejército, y Morandi pasó su puesto de mando de Forcall a Cintorres, en continua retirada, mientras los franquistas avanzan imparables hacia el mar. Los días 7 y 8 de abril, las tropas de Morandi consiguen una elemental resistencia, pero el día 9 han de continuar su avance “hacia atrás”.

        El 10 de abril, en el XXI C. de E., al mando de Ibarrola (comisario Farré) coinciden ya todos los cordobeses: los de la 73 y los de la 74 (con el “Villafranca”, “Pozoblanco”, etc.), además de las Brigadas 52, 6, y 116. El día 11, los franquistas se lanzaron al asalto de la 116 B.M., pero fueron detenidos a golpe de la Artillería republicana. El día 12 de abril, los franquistas del general Aranda volvieron a romper las posiciones fortificadas de Ibarrola, y empiezan a despejar la carretera de Morella a Vinaroz, a la vez que empujan hacia el Ebro a las tropas de Modesto (V C. de Ejército)

        El 13 de abril, por enésima vez, Morandi ha de levantar su puesto de mando y llevarlo a Portell de Morella. El 14 de abril, aniversario aciago de la República, mientras los franquistas dan vistas al mar, los de Morandi se concentran en el monte Tarayuela. Ese día consta la muerte de uno de los capitanes del “Garcés”, Miguel Torralbo Madero, de Villanueva de Córdoba, de 38 años. A los capitanes del “Garcés” les esperaba inhumana suerte. Al capitán Gabino Cabrera lo mataron mediante torturas en abril de 1939, en su Villanueva de Córdoba natal. Al capitán Pedro Torralbo Gómez lo fusilaron en Córdoba en 1941.

        El 15 de abril los franquistas se remojan en el mar de Vinaroz. Mientras tanto, el 22 Batallón de la 6 B.M. (nuestro citado XXI C. de E.) se cubre de gloria al rechazar cinco ataques enemigos. Ahora, la prioridad de los republicanos era no caer prisioneros en masa, y lograr pasar al lado norte del Ebro. Los republicanos buscaban ahora la salvación, sorteando miles de peligros, como los griegos del Anábasis de Jenofonte, desde Babilonia al mar Negro.

        Los hombres de Morandi ocuparon nuevas posiciones a vanguardia de San Rafael del Río, a la vez que una patrulla franquista hacía prisioneros a los del servicio de abastecimiento de la 73 B.M., cocineros incluidos, en dirección a La Cenia. Hacia allí se dirigieron también los de la 73, al mando de Emiliano Mascaraque. Antes de llegar ya oyeron repique de campanas y ruido de baile en el Ayuntamiento. Los de la 73 lanzaron un tiroteo en la noche, cundió el pánico en el baile de la victoria, los cocineros fueron liberados, y el grupo de franquistas pasó de carceleros a prisioneros. Por tanto, un suceso de película en La Cenia, digno de Berlanga.

        La 73 B.M. puso nueva línea defensiva por delante de Mas de Barberans, buscando la dirección de Tortosa para cruzar el Ebro, cuya vega estaba llena ya de republicanos corriendo, de distintas brigadas, incluidas las cordobesas. Tortosa tenía dos puentes sobre el Ebro: el puente de la carretera y el puente de hierro del ferrocarril. Cuando iban llegando allí los hombres de Morandi, el puente de piedra estaba ya volado, según las órdenes del Mando. Entonces, según cuenta Mascaraque (no nos da la fecha exacta), enviaron emisarios al puente de hierro, para que no lo volaran, que tenía que pasar mucha gente. Gran número de combatientes empezaron a cruzar el río a nado, otros en barcazas. Aquel “Día D”, para proteger la última retirada, se encomendó un dispositivo de defensa a la 1ª Cía. Del “Pedroches”, junto a Roquetas.

        Cuando el Estado Mayor de Mascaraque (jefe accidental de la 73) llegó al puente del ferrocarril de Tortosa, a media noche, ya estaba medio volado, pero pudieron pasar, lo mismo que mucha tropa, pero faltaba gente, que se veía a lo lejos, corriendo por la vega. Pronto se oyó la gran explosión en la madrugada, y el puente desapareció. En realidad, las tropas cordobesas, la 73 y la 74 (y otras unidades) quedaron partidas en el cruce del Ebro. Los que no pasaron quedaron hechos prisioneros. Los que pudieron cruzar, se reunieron en Falset, y luego pasaron a Tivissa, durante varios meses.

        En toda aquella peripecia trágica, la aviación franquista, italiana casi toda, no cesó de castigar con la mayor inclemencia, con bombardeos y, luego, ametrallamientos a baja altura. Las víctimas no sólo eran combatientes, sino también personal civil, algo prohibido por el Derecho Internacional. Estamos, pues, ante un nuevo crimen de guerra en el haber de Franco. La desgracia la describe así Emiliano Mascaraque: “La aviación enemiga no permanecía ociosa y hostilizaba nuestra retirada, causando víctimas, especialmente entre los pobres viejos, mujeres y niños, que abandonaban sus hogares, a pie o en modestos carruajes, cargados con su podre indumentaria…” (Mascaraque, p. 226).

        Entre los que no pudieron pasar y quedaron prisioneros, he aquí el testimonio de Antonion Parra Cabrera, de la 73 BM: “… fue entonces cuando el día 14 de abril de 1938 me cogieron prisionero los fascistas. En primer lugar, me llevaron preso a Morella. Allí nos metieron en una cárcel antigua, y al poco tiempo nos trasladaron a Alcañiz, donde nos encerraron en un sótano que tenía cerca de un metro de agua… Después me llevaron a Zaragoza, donde estuve seis días en la cárcel. Allí me encontré con un paisano, Ricardo Rubio Calero, el hijo de ‘El Calor’… era comisario. Lo localicé, porque un día lo nombraron al pasar lista. Tenía el traje de comisario debajo del mono. Entonces le dije: ‘¡Estás en peligro! ¡Quítate ese uniforme cuanto antes!’… Dos días después vino un parte y se lo llevaron para Córdoba, allí estuvo preso y, después de terminada la guerra, lo fusilaron… En total, estuve 26 meses en prisión desde que caí prisionero el 14 de abril en Castellón. Después de Zaragoza fuimos a parar a Logroño. Estuve en total 17 días, y las pasamos moradas, pues allí mataban a la gente a porrillo. Después nos trasladaron al campo de concentración de Miranda de Ebro”.[28]

        En aquella catástrofe del paso del Ebro, a mediados de abril de 1938, la 73 B.M. perderá hasta el nombre, ya que, estando en Falset, pasó a tomar el número 59, dentro de la 42 División, en el XV C. de Ejército. El mayor Bartolomé Fernández, que había estado de baja por heridas, fue destinado de nuevo al frente de Extremadura, y llegó un nuevo comandante para la Brigada. En realidad, el verdadero mando fue siempre Emiliano Mascaraque, que en las próximas semanas sería ascendido a mayor de Milicias. La 59 B.M., aún con el alma de la 73, estaba ya muy renovada con reclutas de reemplazo, sin aquel entusiasmo y alto espíritu de los primeros voluntarios que la formaron.
       

Hacia el final de la esperanza
 

        Desde que los del “Garcés”, en su 73 B.M., dejaron el frente de Córdoba, acostumbrados a varias victorias, todo fueron desgracias en las estepas y riscos del árido Aragón. La antepenúltima amargura sería la sangrienta batalla del Ebro, una de las grandes batallas del mundo, derroche de material y de tropas del Eje italo-alemán. Para esta batalla Hitler envió un alud de material, no para vencer, sino para arrasar. Enfrente, los combatientes republicanos dispuestos a inmolarse como los 300 de las Termópilas, en una absoluta desigualdad técnica y casi carentes de aviación.

        Siguiendo las memorias del jefe de la 59 B.M. (antes 73), Emiliano Mascaraque llegó con sus tropas cordobesas, el 24 de julio de 1938, al pueblo aragonés de Mequinenza. Integrados en la 42 División (XV C. de Ejército), a la madrugada siguiente les esperaba el célebre puente flotante de barcazas, que cruzaron. Pasado el Ebro, se situaron frente a Fayón, con poca resistencia al principio. Tras moderados avances, se desencadenó luego la contraofensiva franquista, con increíbles derroche de medios (Artillería, material alemán, aviación alemana e italiana, tropas italianas, etc.).

        Los republicanos comenzaron el repliegue, con bastante orden, en medio de la hecatombe. Mascaraque escribe como balance: “La acción costó a mi unidad, mi flamante completo batallón, más de 200 bajas. La mitad, aproximadamente, fueron muertos, heridos y prisioneros; el resto, prisioneros voluntarios, es decir, pasados al enemigo.” A pesar de todo, Mascaraque fue felicitado por los mandos superiores, por haber hecho “más de lo que se podía”, según frase del comisario de la Brigada, Cañete.

        El río Ebro hubo que atravesarlo otra vez, pero para atrás, hacia la margen izquierda, entre Fayón y Mequinenza. La mayoría pasaron por el puente de barcas, a punto de ser volado, y algunos, a nado. Las tropas de Tagüeña, cubriendo la retirada, fueron las últimas en cruzar el río. Los cordobeses de la 59 (antes 73), ya en la margen izquierda, se situaron en la sierra de Caballs, frente a Villalba de los Arcos. El castigo del enemigo era terrible, dispuesto ya a la ofensiva final. Recuerda Mascaraque:

        “… (Había) Otro hermoso montículo de pinos, también fortificado a conciencia y donde hubimos de soportar el más terrible cañoneo de toda la guerra. Aquellas piezas de Artillería ligera disparaban sin cesar, ininterrumpidamente, cual si de ametralladoras se tratase. De aquella hermosa colina sólo quedaron, a modo de pararrayos, algunos troncos pelados y astillados de lo que fueron hermosos pinos. Asombrado contemplé cómo el cadáver de un soldado, cogido de lleno por la onda expansiva de un cañonazo, volaba a varios metros y quedaba colgando de uno de estos árboles, para caer poco después pesadamente al suelo, con el uniforme desgarrado. El aire se había trocado, de puro y agradable, en nauseabundo y difícil de respirar, pese a la actividad desplegada en el entierro de los cadáveres… Los terribles bombardeos de los Junkers fueron tan compactos y numerosos que impidieron en ocasiones el paso del sol, provocando la sombra anticipada de la muerte sobre la tierra. El resultado era un paisaje lunar, yermo de vida y de vegetación”.

        Era ya octubre de 1938, cuando Emiliano Mascaraque fue ascendido a mayor de Milicias y fue destinado de nuevo a Córdoba, al VIII C. de Ejército, después de entregar el mando de la 59 al capitán Simón. De la despedida también se hace eco Mascaraque: “… el pesar y la emoción que embargaba a muchos de los viejos veteranos, compañeros de tantas fatigas, de algunos de cuyos rostros pugnaban por saltar las lágrimas, sobrecogidos por la angustia de una separación que reputábamos probable sería para siempre”.

Foto.- Una visita a Espejo, al comienzo de la democracia, en la semana santa de 1980, para una entrevista con Antonio Ortiz, regresado del exilio. De izq. a dcha., el autor, Antonio Ortiz y Francisco Tébar (de Villanueva).

        Por tanto, aquellos cordobeses de la ex 73 y 74 Brigadas se fueron quedando huérfanos, poco a poco, de mandos cordobeses. Primero fue reenviado a Córdoba el comandante Bartolomé Fernández, luego Mascaraque, y también Ildefonso Castro (jefe de la 74), que pasó a Córdoba a mandar la 63 División en Villanueva de Córdoba. De los veteranos jefes cordobeses, sólo quedó en la zona del Ebro Antonio Ortiz Roldán, de Espejo, y el comisario Cañete, que en varios momentos se había hecho cargo de los restos de las Brigadas: 73, 74, 49 y 52. Sabemos poco de la suerte aciaga futura de la mayoría de los combatientes cordobeses, pero al menos sabemos que Antonio Ortiz Roldán resistió todos los contratiempos del exilio y del nazismo y, ya en democracia, pudo regresar a Espejo, donde logré entrevistarlo en 1980.

        No nos han llegado datos de los últimos meses de los cordobeses, en su lucha por la democracia republicana, a lo largo de Cataluña, camino de la frontera. Hasta el 28 de enero de 1939 no se dignó Francia abrir sus pasos fronterizos, y fue a partir de entonces cuando comenzó a pasar la multitud española derrotada, hambrienta y helada. Parece que los cordobeses pasaron entre el 7 y el 9 de febrero, la mayoría pertenecían a la División de Maniobras, aunque diezmada (las antiguas Brigadas 73, 74, 52, etc.), por tanto, hombres de los antiguos Batallones “Garcés”, “Pedroches”, “Pozoblanco”, “Villafranca”, etc.). Otros cordobeses procedían de los voluntarios que marcharon a la defensa de Madrid en las primeras semanas del golpe militar, la mayoría al Quinto Regimiento, y pasaron luego a la 11 División de Líster, o a la 46 del “Campesino”.

        Pasaron también todos los heridos de los hospitales de Cataluña, como el de Camprodón. Pasó, por ejemplo, herido en cabeza, Dionisio Díaz López, de Villanueva de Córdoba, de los citados voluntarios de Líster. Llegó muy grave hasta un hospital de Marsella, lo operaron y allí murió, como otros muchos. Al menos los del Batallón “Pedroches” (suponemos también el “Garcés”) cruzaron por el puesto fronterizo de Le Boulou, según testimonio de Rafael García Ruiz.[29] Entre los que pasaron el 7 de febrero estaba el gran estratega teniente coronel Aldo Morandi, ya no al frente de los cordobeses, sino al mando de sus paisanos internacionales de la Brigada “Garibaldi”. Ya es sabido que, a pesar de que los internacionales fueron retirados de la lucha española a finales de octubre de 1938, no pudieron salir aquellos en cuyos países existía gobierno fascista, como los alemanes, italianos, austriacos, etc. Según cuenta Morandi en sus memorias citadas, pasaron la frontera por Le Perthús, en lo que él llama “el último acto de nuestra tragedia” (todavía vendrían más tragedias).

        Todos los refugiados españoles, al entrar en Francia, eran desarmados, cacheados y robados. Dice Morandi que lo que más sintió fue que le quitaran su máquina fotográfica: “… Al mismo tiempo me doy cuenta de que un subteniente senegalés se ha introducido mi pequeña cámara fotográfica, una ‘Goertz’, en el bolsillo, y protesto”. Todo inútil. Los franceses robando a manos llenas a los derrotados españoles, luchadores por la libertad.

        La tragedia de los cordobeses refugiados se nos difumina por completo en el laberinto de los campos de concentración franceses (Argelés, Saint Cyprien, Barcarés, etc.), con unas condiciones tan infrahumanas que la mortandad de españoles fue enorme. Por ejemplo, sólo en el hospital de Perpignan se contabilizaron 885 muertos. Algunos autores datan en 25 ó 30 muertos en el campo de Saint Cyprien en las primeras semanas.[30]

        Quizá el último acto de la tragedia española sea el de los miles de refugiados que fueron a parar a los campos nazis, donde sabemos que 7.000 perecieron, sobre todo en Mauthausen-Gusen. En ese holocausto hubo 246 de la provincia de Córdoba, de casi todos sus pueblos, siendo uno de los índices más elevados el de oriundos de Los Pedroches. En los hornos nazis, y en otros exilios y penalidades, se extinguieron las luchas, esperanzas y desvelos del campesinado y obrerismo cordobés, que empezaron en el último tercio del siglo XIX y se fortalecieron en el primer tercio del siglo XX y en los días de la II República. No sólo fue el drama del exilio, sino el genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad, desencadenados con el golpe militar de 1936. Ahí quedó barrido por décadas el movimiento obrero andaluz y español, bajo las represiones bárbaras de los poderes fácticos.



[1] Esta precisión temporal se basa en los ficheros de enrolamiento que se conservan en el Archivo Histórico Nacional de Salamanca (Guerra Civil), Sección Militar, C. 648 y ss., anotado por Juan Andrés Blanco.
[2] Datos recogidos en mi libro La guerra civil en Córdoba, 1936-1939, Alpuerto, Madrid, 1985.
[3] Venceremos, Jaén, 13 de octubre de 1936.
[4] La Voz, Madrid, 14 de agosto de 1936.
[5] Jesús Izcaray, La guerra que yo viví (Crónica de los frentes españoles, 1936-1939), Madrid, 1978, p. 30.
[6] Ibidem, p. 33.
[7] Ibidem, p. 36.
[8] Mundo Obrero, 17 de agosto de 1936.
[9] ABC, Madrid, 22 de agosto de 1936.
[10] Jesús Izcaray, ob. cit., p. 231 y ss. Y en Cuando estallaron los volcanes, Akal, Madrid, 1978, p. 283.
[11] Venceremos, Jaén, 20 de octubre de 1936.
[12] Solidaridad Obrera, Madrid, 6 de octubre de 1936.
[13] Venceremos, Jaén, 20 de octubre de 1936.
[14] Juan Andrés Blanco, El Quinto Regimiento en la política militar del PCE en la guerra civil, Madrid, UNED, 1993, pp. 298 y ss.
[15] Otra versión de este artículo se publicó en el Diario Córdoba, 6 de noviembre de 1994.
[16] Milicia Popular, 9 de noviembre de 1936, núm. 94, p. 6. Y en el núm. 120, 14 de diciembre de 1936.
[17] Las “Memorias” de Manuel Castro Bretones, redactadas entre 1977-1980, al calor de la Transición, me fueron obsequiadas por su propio autor, que en esas fechas residía en Cabeza La Vaca (Badajoz). Antes de la guerra trabajaba en Córdoba y era miembro del Comité Provincial. En el verano de 1936 se dedicó a reorganizar el PCE en la zona republicana cordobesa.
[18] Venceremos, Jaén, 13 de noviembre de 1936.
[19] El Socialista, Madrid, 2 de diciembre de 1936.
[20] Servicio Histórico Militar, Madrid (Ahora Archivo General Militar de Ávila), Documentos del general Cuesta, A. 18, L. 35, C. 24).
[21] De la muerte del comandante Enrique Vázquez se hizo eco el ABC de Madrid (19-1-1937) y Mundo Obrero (21-1-1937, y 26 de enero). Y el poeta Pedro Garfias escribió el poema “Comandante Vázquez” en sus libros Poesías de la guerra, y Héroes del Sur.
[22] Romancero General de la Guerra de España, Ediciones Españolas, Valencia, 1937. Prólogo de A. Rodríguez Moñino y recopilación de Emilio Prados, p. 160.
[23] La vida y obra de Helios Gómez ha sido estudiada por la hispanista alemana Úrsula Tjaden, en Die Hülle zerfetzen Helios Gómez, 1905-1956, Elefanten Press, Berlín, 1988.
[24] Muchos de estos pormenores se pueden consultar en mi libro Trincheras de la República, El Páramo, Córdoba, 2013, p. 325 y ss.
[25] S. H. M. (antes en Madrid, ahora en Ávila), DR., Arm. 76, L. 1.220, C. 17-19.
[26] Para estas andanzas de los cordobeses en Aragón son interesantes 4 libros de memorias. Críspulo Márquez Espada, Desde Sierra Morena al Maestrazgo, con los internacionales, San Martín, Madrid, 1988. También, Emiliano Mascaraque, Memorias de un miliciano, Ayuntamiento, Pozoblanco, 2000. Muy importante, la gran obra de un internacional italiano, Aldo Morandi, In nome della libertá. Diario della guerra di Spagna, 1936-1939, Ugo Mursia Editore, Milano, 2002. Finalmente, Joe Monks, Con los rojos en Andalucía. Memorias de un brigadista irlandés, Renacimiento, Sevilla, 2012.
[27] Manuel Tagüeña Lacorte, Testimonio de dos guerras, Planeta D’Agostini, Barcelona, 2005, p. 180 (1ª edición en España, Planeta, Barcelona, 1978).
[28] Laura López Romero, Joaquín Pérez Salas. Segunda época (1937-1938), Ayuntamiento, Pozoblanco, 2006, pp. 258-259.
[29] Testimonios recogidos en el libro de Fernando y Laura López, Memorias del exilio en la comarca de Los Pedroches, Ayuntamiento, Pozoblanco, 209, p. 199.
[30] Véase mi libro Trincheras de la República, El Páramo, Córdoba, 1913, p. 560.

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