12/2/25

LUCHANDO TODAVÍA POR EL LEGADO DEL POETA PEDRO GARFIAS

 

EN DEFENSA DE LA VERDAD SOBRE PEDRO GARFIAS, EL POETA QUE MURIÓ EN LA INDIGENCIA

 

Un poeta que sufrió en México la crueldad del exilio, entre la anécdota y lo sublime, entre la lucha y la derrota, entre el desarraigo y la ternura, entre el amor y la ingratitud de los eruditos a la violeta, siendo él la máxima expresión de la bondad, entre todos los ideales y todos los romanticismos.

 

                                                                  Por Francisco Moreno Gómez


Una Introduccón atípica

(Insertada en la actualidad)

                                                          “Marchons en ricanant par le chemin

                                                                    de la verité” (Voltaire)

 

Y aquí seguimos… “en mi vagón de tercera”, mientras recorremos el sendero de la madurez (De senectute, Cicerón), con la mochila de muchísimas vocaciones y dedicaciones intelectuales. Y todas a machamartillo, a lo fuerte. Multa et multum. Mi aprovechamiento en los estudios, mis matrículas de honor, en el Instituto Góngora o en San Pelagio, de Córdoba; en la Complutense de Madrid, mi recordado don Rafael Lapesa (en Fª y Letras), don F. Rodríguez Adrados (en Clásicas), don Juan Moreno Gutiérrez (en Filosofía, San Pelagio), don Emilio Miró (Complutense, en mi tesis), mi afán recuperador de Pedro Garfias (Desde que asistí al 1º Homenaje que se le dio en España, en el Centro Cultural de la Villa, en Madrid, el 1 octubre 1980, con Ofelia Guilmáin y Luis Rius). Yo estuve allí. "Otros" no estaban. En general, puedo hablar de mí, porque tengo muchas cosas que decir. Ex abundantia cordis, os loquitur.

Por ejemplo, melómano impenitente: mi música, mis coros y mi rondalla, mis éxitos de los 60’s, Los Beatles y Los Brincos… y la guitarra que me compró mi abuela en 1966. Luego, mis andanzas y fervores en los días de la Transición, mi referéndum del 28-F, mi  bandera de Andalucía, mi compromiso, mis conciertos de Quilapayún, fans de Jarcha, aquellas fiestas multitudinarias de la Casa de Campo del PCE. Comprometidos “En la plaza”, con Vicente Aleixandre, con Garfias, Neruda, Vallejo, Prados… Cuánto aprendizaje, qué alud de conocimientos, empapados como una esponja, lejos de la “torre de marfil”, mezclados con el mundo… Conferencias de Tuñón de Lara en Madrid, aprendiendo siempre. El impacto de Canciones para después de una guerra, La batalla de Argel, La batalla de ChileCuadernos para el diálogo, Triunfo, Historia 16… Antonio Gala y su Paisaje con figuras...

Y sin quererlo, la vida me ha obsequiado con el pensamiento intelectual progresista, siempre progresista, una gran suerte, porque los sabios de verdad no pueden ser fachas, menos mal... me libré del pensamiento ultra, de la caverna, “gracias a la vida”. Porque hay que ver “las cosas que dicen”, las barbaridades que sueltan… qué pena de cerebros… y esas actitudes: intolerancia, inhumanidad, crueles sin piedad, anti-sociales, sin la menor clemencia hacia el desvalido, desvirtúan la historia,… ese tufillo de racismo, negacionismo de las evidencias… un desastre de lesa inteligencia. El “fachismo” supone una evidente falta de cultura en su hondo sentido (Cultura concebida, no como la lista de los reyes godos, sino cultura como pasión, como inquietud, como aspiración de conocimiento permanente, como dedicación...). 

Dicen que una generación casi siempre va en contra de la generación anterior. Así el ultraderechismo actual ruso-húngaro-judaico-polaco-bielorruso-romano-trumpista-bukeliano-mileísta está de moda entre los jóvenes y maduritos desnortados. Jóvenes malcriados a los que les gusta quemar a los indigentes en los cajeros, les molesta ver a los pobres y a los inmigrantes sin dinero, pero sí les gustan los inmigrantes ricos, los que colonizan las Baleares, la zona levantina o Marbella, los que vienen en yate, pero no los que llegan en patera (aunque nos hayan dejado la Alhambra o la Mezquita de Córdoba). Siguen la doctrina protestante de que la riqueza significa señal divina, de que el Mesías no vino a salvarlos a todos, sino a los tocados por la riqueza. Los de abajo no figuran en ningún plan divino, ya que, según el protestantismo, el hombre se salva sólo por la fe, no por las buenas obras, que no cuentan. Mientras más canalla, mejor posición en el paraíso. De las actitudes samaritanas o cristianas, cero, cero, cero. 

Adolecen de una especie de burricie atávica; mientras que la cultura vivida y vocacional nos racionaliza, nos hace libres, plurales, clementes, solidarios, es decir, felices. Lo que de verdad debe tener una persona en su serena racionalidad es: sentido común, sensatez, moderación en las formas y en el cerebro. Sencillamente, ser buenas personas, a través de la inteligencia y de la sabiduría. Las personas cultivadas y demócratas (no hay que tener títulos) son luminosas, no tóxicas. Hay que huir de la toxicidad en nuestro entorno. “Marchons en ricanant par le chemin de la verité” (Voltaire). Marchemos alegremente por el camino de la verdad.

Menos mal que Europa nos ha obsequiado con la mayor cultura del mundo: Dante, Erasmo de Rotterdam, Víctor Hugo, Bernanos, Cicerón y Demóstenes, Beethoven y Bach, Miguel Ángel y Leonardo, etc. ¡Cuándo se ha visto cultura tan hiperbólica en el mundo! Siempre Europa, elevada a la enésima potencia. No hay que buscar nada en ningún otro sitio. Más Europa. Europa siempre... Y qué decir de la gran España. No hay que dar nombres: mirad sus monumentos, su Literatura, sus sabios… que no los Torquemadas ni la Inquisición ni la Iberia Negra, sino sus grandes motores de la esencia hispana que avanza: Garcilaso, Lope, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Juan Ramón, Lorca, Picasso… para qué más. En mi academia no me hablaron nunca de Antonio Machado, sino del Catecismo Ripalda… ¡Qué brutos!

En 1977 ya era un progresista intelectual, convicto y confeso, y demócrata. Intelectual, ante todo, porque sólo me interesó siempre el mundo del conocimiento, el saber, el estudio y todas sus consecuencias. Y llegó mi gran vocación (entre mis muchas vocaciones): la investigación histórica (y literaria), sobre todo la recuperación de la historia de la España vencida por el golpe militar de 1936, especialmente en Córdoba. La historia oculta y ocultada, de la cual no se sabía nada, a no ser por los hispanistas extranjeros: Southworth, Gabriel Jackson, Thomas, Paul Preston, etc. De lo ocurrido en las regiones y provincias españolas, no se sabía nada de nada. Mi maestro entonces: don Manuel Tuñón de Lara. Mis apoyos morales: don Pedro Laín Entralgo (director entonces de la Real Academia) y su esposa doña Milagro Martínez de Laín. Mi espaldarazo: el premio “Díaz del Moral”, de 1982, a mi primer libro sobre la guerra en Córdoba. Escándalo en la ciudad. Pero se tragaron el ricino de la historia. Luego vinieron muchos más libros. Y algunos autores más de monografías territoriales, como mis amigos Francisco Espinosa (Huelva, Badajoz) y Arcángel Bedmar (Córdoba) y varios más. A la vez, mi tesis sobre Pedro Garfias, desde 1980. No puedo olvidar la aportación de Ángel Sánchez Pascual, tan generoso, al igual que otros, sobre todo los exiliados en México.


D. Pedro Laín Entralgo en la presentación de mi libro "La guerra civil en Córdoba", en mayo de 1985, en el Club Internacional de Prensa de Madrid. Primero por la derecha, el infortunado Antonio María Calero, de Pozoblanco, fallecido trágicamente en julio de 1987, arrastrado por una tormenta en la provincia de Jaén, a los 43 años. 

La pasión por la ciencia histórica. La fundación de SEGUEF y el Congreso de Salamanca de 1986: Aróstegui, Reig Tapia, yo mismo, Antonio Mª Calero y Ángel Viñas. Y además, la Sociedad de Estudios de la Masonería, con José A. Ferrer Banimeli. Y en mi patria chica: el pueblo, la creación de una Emisora Municipal, un periódico local y el monumento a los fusilados por el franquismo (1983). Y la familia, los niños y las clases en mi Instituto de Getafe “Matemático Puig Adam”, donde ejercí la docencia. Años locos. Imposibles de abarcar hora. Y mi labor de conferenciante (Sobre la guerra, el poeta Garfias, el maquis, historia de la Literatura): Gijón, Oviedo, Santander, Aínsa, Barcelona, Salamanca, Segovia (Coloquios con Tuñón de Lara), Madrid, Toledo, Pedroñeras, Manzanares, Córdoba y pueblos, Andújar, Lopera, Sevilla, Écija, Pedrera, Alcalá del Río, San Roque, Algeciras, etc. Llamaban de todos sitios. Ahora, la sociedad de consumo no quiere saber, sino comprar, viajar y progamas de cocina, con el simple ideal del burguesito: "Mi casa, mi misa y mi María Luisa". No ven más allá de la visera de la gorra.

Siempre me sentí realizado como profesor de Instituto. Mis clases estaban siempre llenas, de alumnos de COU. Les enseñé el interés por la buena Gramática y por los autores más interesantes de la Literatura Española y Universal. No olvidarán nunca ni a Fr. Luis ni a Bécquer, Valle-Inclán, Unamuno, Lorca o Delibes. Les enseñé a escribir, a comprender y admirar el arte, hasta que ganamos juntos el Premio Espasa Calpe sobre Miguel Hernández (1992). Nos dieron dinerito, libros y fuimos a cenar a un restaurante madrileño de la Plaza Mayor. Y los llevaba a los grandes teatros de Madrid: El mercader de Venecia, Los cuernos de don Friolera, Equus (con ésta, se meaban de risa), La doble historia del Dr. Valmy, La casa de Bernarda Alba… Una pasada y un gran recuerdo aquellas cosas. La cartelera de Madrid estaba que echaba humo. Hoy, la banalidad, El rey león, y tontadas así. ¿Hacia dónde va el mundo? Con la ultraderecha global, ¡al infierno! Que Dante los acoja.

        Mientras el cuerpo nos haga sombra, sigamos con las tareas propias de la edad provecta, trabajando como el burro de la noria, investigaciones, escritos diarios, artículos, prólogos (que no me dejan en paz), mis libros, mi “guerra civil”, mis fusilados que he sacado del anonimato, el gran genocidio en los pueblos de España, los crímenes de guerra y de lesa humanidad, lo ya sabido y lo que está por saberse, lo oculto, lo negado por las equidistancias y las paparruchas que tengo que oír de unos y de otros, los sabihondos, los vanidosos, los cantamañanas, los bocazas de taberna o de cuello blanco, los ignorantes que no saben hacer la o con un canuto y se denominan escritores, los tertulianos de tres al cuarto, los eruditos a la violeta, los que siempre van con el título de doctor por delante (cuando hoy se da una patada a una piedra y sale un doctor, incluido yo). Vanitas vanitatum et omnia vanitas.

        Es posible la felicidad para las buenas personas, si se hace abstracción de los nubarrones negros que se ciernen ahora sobre las democracias occidentales, acosadas por las ultraderechas desquiciadas, democracias abocadas al declive por los autoritarismos, con el pisoteo diario de los derechos humanos (Para un demócrata, su “biblia” debe ser la Declaración  Universal de los Derechos Humanos, de 1948), mientras los Telediarios nos emiten cada día en directo las masacres de miles de víctimas y niños, sus ríos de sangre y de lágrimas y de hambre… ante nuestros ojos, en directo…

A pesar de la protesta interior, ante mí aparece un panorama de aurea mediocritas, libre de ambiciones, salvo de la ciencia humanística. El ideal de la vida retirada, sin dejar de escribir, acogiéndonos con frecuencia al “locus amoenus” de nuestro cortijo de la dehesa de Los Pedroches (ladera de Sierra Morena) –porque los progresistas también tenemos cortijo (modesta herencia, claro)-, en la llamada Alameda, al lado de la Estación del AVE de Villanueva de Córdoba. Así que, cuando recojo los tomates (de esos morunos, de color rosa, ignotos para el urbanita... Es "El sabor de la tierruca") y los huevos del gallinero, me voy con el cesto para Madrid, como Paco Martínez Soria. Se trata de otra vocación: la de jardinero, arboricultor y hortelano, con nuestro generoso pozo de noria machadiana (O Fons Bandusiae, decía Horacio). En primavera vuelvo “a mi huerto y a mi higuera”, “sitiado abril – tapiada primavera”, en versos de Miguel Hernández, sin olvidar a Fr. Luis: “… plantado tengo un huerto, / que con la primavera / de bella flor cubierto / ya muestra en esperanza el fruto cierto…”. O como decía Juan Ramón Jiménez: “… mi huerto con su verde árbol / y su pozo blanco”.


"Volverás a mi huerto y a mi higuera..." (Miguel H.). "Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido... Mis cultivos de verano.

        Todas las personas, y pienso en los ancianos de las Residencias, deberían tener posibilidad de cultivar un huertecito. Es lo que más humaniza. Es lo último que el ser humano de todas las civilizaciones podría hacer antes de morir. Pero… retomemos el "Beatus ille". Pensemos en Francisco de Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos, pero doctos libros…”. Así viajo yo, con mi ordenador y mis libros. Y tras mi densa vida, ahí me las den todas, al lado de don Luis de Góngora, mezclando el aurea mediócritas con cierto hedonismo burlesco: “… que yo en mi pobre mesilla / quiero más una morcilla / que en el asador reviente / y ríase la gente”.

        Por fortuna, a la vez que bregando con la historia, la memoria y la literatura, hallamos un remanso de paz en nuestra Alameda, “ miña terra, miña terra…hortiña que quero tanto / figueiriñas que prantei” (Rosalía), como otros escritores (grandes y pequeños), con el huerto y sus chumberas, la noria, las gallinas, los gatos y los perrillos. Y las flores, muchas flores, que cobijo debajo del chaparro protector de las escarchas, que hay cerca del patín del cortijo: los geranios y las gitanillas tan andaluces, la hierbabuena y el orégano (que vienen de nuestros abuelos), la verbena, los lirios morados antiguos, las azucenas morunas de lorquiano aroma (que nadie conserva hoy en las urbes), los arriates de alhelíes, margaritas y, cómo no, los rosales (que llevo muchos años seleccionando colores y aromas) y las parras, tan andaluzas también. En Madrid no veo nunca una sola parra. Sin olvidar las celindas, que son las flores de mayo en Córdoba. En fin, Menosprecio de corte y alabanza de aldea, un mito literario.

Nuestro "Sitiado abril - tapiada primavera". Para conseguir esto se requiere mucho arte.

        Muchos autores han dado celebridad a los “locus amoenus” de sus vidas retiradas, como el latino Haracio, sufragado por Mecenas en la finca La Sabina, o el magno Voltaire que, huyendo de sus perseguidores, se refugió en su finca Ferney, al lado de Suiza. Nuestro paisano Antonio Porras, autor de El centro de las almas, de 1927, dio a conocer su cortijo La Cañada de la Pila, en Pozoblanco. Con estos escenarios muchos se han preguntado por la esencia de la felicidad, que no es otra cosa que la satisfacción del ser humano, al comprobar que no ha vivido en balde y ha dejado una huella detrás, una aportación al saber general y un determinado número de hallazgos honestos y sinceros. Se trata de un ser humano que ha vivido tomando nota, racionalmente, y no como el distraído del común de los mortales. Y tras toda esta divagación, que me apetecía como a José Martí ("Echar mis versos del alma..."), volvamos al poeta Pedro Garfias, "pastor de sus soledades", a su "Capitán Ximeno", y a sus ideales y quebrantos, presencias y ausencias.  


 La conferencia propiamente dicha


     Comienzo, sin complejos, con la presentación de mis credenciales como “embajador” del gran poeta del exilio español en México, ya que, si yo no hablo, nadie lo hará por mí y, además, mi querida abuela ya no está. Y si unos se hacen llamar “ilustrísimos”, siendo yo “excelentísimo”, aquí el que no corre, vuela. 

Mi libro, entre otros, Pedro Garfias, poeta de la vanguardia, de la guerra y del exilio”, Diputación de Córdoba, 1996, de 847 pgs. es la biografía esencial que ha puesto a Garfias en su lugar en la Literatura Española.

        Un libro extracto de mi tesis doctoral (1994) “cum laude”, en cuya lectura el Tribunal, por boca de su integrante doña Sabina de la Cruz (viuda de Blas de Otero) dijo: “Es que usted no ha presentado aquí una tesis, sino dos tesis”.

Toda mi vida intelectual –al menos 45 años, desde 1980- trabajando sobre la recuperación de la vida y la obra del poeta olvidado y exiliado Pedro Garfias.

En consecuencia, me siento el “hijo predilecto” del poeta del Sur, porque lo he rescatado con pasión. Pasión intelectual y generosidad. La erudición per se no sirve para ser historiador de la Literatura. Se necesita honestidad y generosidad. Y, además, hay que ser un poco poeta para hablar de los poetas. Seamos generosos con los versos doloridos de Pedro Garfias. Y seamos dignos de su memoria. No hagamos como hizo con él Gerardo Diego: marginarlo. Imitemos a Dámaso Alonso: le ofreció todo su apoyo.

Vamos ya al tema. Se trata de una conferencia (retocada ahora) que impartí en Ecija, en 2006, la cual, al releerla, me ha despertado una montaña de sensaciones. Es para mí una gran satisfacción presentar un recordatorio de este poeta extraordinario y singular. No es un tópico decir que fue peculiar, extraordinario, excepcional, fuera de los esquemas habituales, impresionante para todo el que lo lee mínimamente, o lo estudia sucintamente (1).

Pedro Garfias hacia 1950 en México (Fuente: Facebook).

      El estudio de Pedro Garfias fue para mí un descubrimiento, cuando yo investigaba sobre la guerra civil en Córdoba (2), y de pronto me encontré a este poeta en los primeros documentos, y me llamó fuertemente la atención. Entonces reservé un cajón en mi casa, y todo lo que encontraba sobre Pedro Garfias iba a ese cajón, hasta que en 1990 empecé a redactar la tesis (3). El estudio de Pedro Garfias supuso para este autor, primero, una apuesta y un reto intelectual, con todo empeño; y en segundo lugar, fue una apuesta ética, un compromiso personal, de fidelidad a una escala de valores, para lo cual Pedro Garfias me daba plena satisfacción. Una apuesta de rigor, y al mismo tiempo, una apuesta romántica.

Para comprender a Pedro Garfias hay que ser un romántico. Un romántico no es un sentimental, sino un idealista, un quijote. El rasgo principal del romántico es el idealismo: tener una alta concepción de determinados principios y valores de la vida, desde los cuales se choca luego con la realidad vulgar. De ahí que el romántico sea primero idealista, y a continuación, sea un desengañado, frente a la vulgaridad de la vida. Pedro Garfias fue mucho de todo esto. Y para ser amigo de Pedro Garfias e identificarse con él, hay que romántico antes que academicista. El academicismo frío y calculado y simplemente erudito no suele conectar con Pedro Garfias, si bien el rigor en la investigación debe ser máximo, a la hora de enfrentarse con este poeta.

Mi investidura como doctor en Fª y Letras (Literatura, Filología) en 1994.

      Mi tesis doctoral sobre Pedro Garfias la leí en el año 1994, y fruto de esa tesis fueron dos libros: la recopilación de Poesías completas  de Pedro Garfias (1996) (4), donde presente bastantes inéditos, debido a algunos archivos particulares, descubiertos en México; y luego, una gran biografía, que me publicó la Diputación de Córdoba, Pedro Garfias, poeta de la vanguardia, de la guerra y del exilio (1996) (5), de más de 800 páginas, donde reconstruí muchos aspectos de la vida del poeta, y hablé con muchos testigos, de muchas procedencias, la mayoría de los cuales hoy ya han muerto.

Cuando abro las páginas de estas obras, me llevo la satisfacción de pensar que he salvado, modestamente, muchas cosas sobre Pedro Garfias, que de haberlo intentado hoy, ya no hubiera sido posible. La publicación de Poesías completas no me la quisieron hacer las editoriales convencionales, y como tengo esa conexión romántica con Pedro Garfias, un día me harté y decidí la publicación de mi propio bolsillo.

Y así se hizo, aunque algunos ayuntamientos (Pozoblanco y Osuna) y la Diputación de Córdoba colaboraron con  cierta adquisición de ejemplares. Otros ayuntamientos de significación garfista apenas colaboraron o lo hicieron de manera insignificante (Cabra, Villafranca y Écija), y hubo otro que se negó rotundamente, por rechazo a la ideología del poeta: La Carolina. Por todo esto tuve que pasar para sacar adelante las Poesías completas de nuestro autor. No me pesa, sino todo lo contrario, haber costeado personalmente la edición. Un día, el poeta me lo agradecerá, cuando los dos nos veamos en las cumbres del monte Parnaso. Por tanto, es algo más que una pose académica para mí hablar de Pedro Garfias. 

      Pedro Garfias fue testigo de tres décadas, testigo sobresaliente. Fue testigo de los años veinte, estandarte del vanguardismo, y del ultraismo en España. Fue testigo de los años treinta, comprometido, en unos años convulsos en toda Europa, agitados, con la guerra civil de por medio. Y luego fue testigo de la década de los cuarenta y siguientes en la amargura del exilio.

      Garfias fue el más destacado del ultraísmo, empezando por la década de los años veinte. Entre los firmantes del manifiesto ultraísta de 1919, Garfias, José Rivas Panedas y Guillermo de Torre son los más sobresalientes de ese manifiesto. Y para sustanciar un poco ese protagonismo de Garfias en los años veinte y en el ultraísmo y en el vanguardismo, os doy cuenta brevemente algunas referencias.

      Cultivó un ultraísmo de raíz creacionista. Pedro Iglesias Caballero consideraba que Garfias estaba influido “por Vicente Huidobro” (6), y añade: “a nuestro juicio, el que más se ha adelantado a todos, el mejor de todos, hasta ahora, es Garfias”. Cansinos-Asséns nos recuerda que “Pedro Garfias pertenece a la que Guillermo de Torre llama  ‘la primogenitura innovadora de la media docena de genuinos ultraístas’” (7). Adriano del Valle lo calificó de “maravilloso poeta creacionista” (8). Guillermo de Torre se sintió impresionado por “las imágenes peculiares de sus poemas, forjados en el laboratorio de la campiña meridional” (9), en un artículo donde señala que los cuatro “fundadores” del ultraismo fueron: Gerardo Diego, Rivas Panedas, Garfias y el propio Guillermo de Torre.

      En 1919, cuando Garfias llevaba sólo unos meses dedicado de lleno a la nueva estética, Juan Larrea admiraba ya la valía del andaluz: “el poema descriptivo por el que se afanan hasta el presente los ultraístas, y del que Pedro Garfias nos ha dado las notas más limpias” (10). En la primavera de 1920, los tres más auténticos del ultraísmo, Gerardo Diego, Larrea y Garfias, formaron una especie de “grupo de los tres”, y proyectaron un libro conjunto, llamado Triángulo, aunque no llegó a editarse. Escribe Robert Gurney que “Los mejores poetas ‘ultraístas’, según Larrea, fueron Pedro Garfias y José Rivas Panedas” (11), a los que califica más impresionistas que ultraístas, y nunca renunciaron a escribir la “verdadera poesía”. Otro de los que comprendieron la honda poesía de Garfias fue Luis Buñuel, que calificó a Garfias entre los mejores poetas del momento: “Nuestros poetas exquisitos, de élite antipopulachera, son: Larrea, el primero; Garfias (…); Huidobro; a veces el histrión de Gerardo Diego…” (12). Y en otra ocasión habla de Garfias como “ese poeta extraño y magnífico que se llamaba Pedro Garfias, un hombre que podía pasar quince días buscando un adjetivo” (13).

Por otra parte, Agustín Sánchez Vidal ha resaltado el papel de Garfias como punto de enlace entre el grupo ultraísta, la Residencia de Estudiantes, por otra parte, y la tertulia del café Pombo, de Gómez de la Serna (14). El mismo Garfias, ya en el exilio, haría alusión a sus visitas a la Residencia de Estudiantes (15). Antonio Machado incluyó a Garfias entre los poetas “portentosamente dotados” del momento, junto con Guillén, Salinas, Lorca, Diego y Alberti (16), en una valoración de 1929, de gran significación.

Angel Valbuena Prat, en 1930, también cita a Garfias como uno de los “poetas de valor” que salieron del ultraísmo (17). Jorge Guillén menciona a Garfias entre “Otros nombres relevantes que habría que subrayar” dentro de la generación del 27 (18). En definitiva, el protagonismo de Garfias en el movimiento ultraísta aparece ampliamente reconocido, de manera que el ultraísmo español no podría explicarse sin este poeta. Una tendencia literaria infravalorada, por desconocimiento, cuyo significado, a pesar de todo, ha sido subrayado por los grandes estudiosos. Según Valbuena Prat, “Para llegar al movimiento lírico actual es preciso señalar la importancia histórica de la escuela ‘ultraísta’” (19). Un ultraísmo muy valorado por Dámaso Alonso: “Sin él difícilmente se puede explicar la poesía posterior” (20). También Pedro Garfias, en sus colaboraciones en Heraldo de Madrid, en 1934, acertó en un ponderado y exacto análisis sobre el movimiento ultraísta, que “Puso España al día con las corrientes literarias de Europa” (21).


 Los miembros del Tribunal de mi tesis en 1994. De izquierda a derecha: Francisco Caudet, Alberto Reig Tapia, José Romera Castillo, Emilio Miró (director de la tesis), Sabina de la Cruz (viuda de Blas de Otero. La mató el coronavirus en 2020), el autor y Francisco López Estrada (presidente del Tribunal). La mitad han muerto ya. Fugit irreparábile tempus.

      Garfias fue luego –otra de sus grandes aportaciones- un puente de generaciones, sobre todo a través de su revista Horizonte (22), que él dirigió y publicó en varios números, entre 1922-1923. En esa revista Horizonte (que se conserva afortunadamente y ha sido editada en facsímil por el Ayuntamiento de Osuna), Garfias integra en ella a autores del 98, con colaboraciones, por ejemplo, de Antonio Machado. Autores del novecentismo, con colaboraciones de Eugenio D’Ors, de Juan Ramón Jiménez. Autores del vanguardismo, como Ramón Gómez de la Serna. Autores del ultraísmo, por supuesto, con toda su nómina pionera: Rivas Panedas, Gerardo Diego, Adriano del Valle, Eugenio Montes, el propio Garfias, etc.

Y por último, esa revista tiende puente también a los autores de la generación del 27, y aparecen colaboraciones de Lorca, Alberti, Buñuel, Dámaso Alonso, Bergamín, Moreno Villa, Antonio Espina, Juan Chabás. He aquí, pues, otro de los méritos de nuestro poeta: que supo ser puente de generaciones en los años veinte. Y no sólo en su revista Horizonte, sino también en sus propias relaciones personales y literarias, de manera que fue también un puente de tertulias literarias, entre su propia tertulia del café Colonial, de Madrid (Cansinos-Asséns), y la tertulia del café Pombo (Gómez de la Serna), y en tercer lugar, el mundillo artístico y literario de la Residencia de Estudiantes (Lorca, Dali, Buñuel, Moreno Villa, Alberti).

      La década de los veinte incluye también la crisis del ultraísmo, desbordada por el empuje de la generación del 27, y esa crisis le afecta profundamente a Garfias (crisis en la que había también elementos personales, como su desencuentro con Gerardo Diego, y también elementos familiares). Por ello, en los últimos años de la década, Garfias aparece un tanto desorientado, pierde en parte la motivación literaria, aunque en el año 1927 él intenta, y de hecho lo lleva a cabo, una integración en la generación del 27, colaborando en la revista Litoral o en La Gaceta Literaria, donde participan los demás del 27, y además ha publicado un libro extraordinario, El ala del Sur, en 1926. Esta obra es un libro magnífico, donde no sólo reúne elementos del ultraísmo, sino también del neopopularismo, que cultivan Alberti o Lorca, además de un brillante caleidoscopio de diversas tendencias. Es un maravilloso libro ecléctico de la época.


Ángel Sánchez Pascual, el primero que presentó  en España una biografía sobre Pedro Garfias. Buena persona. Generoso como pocos. Lejano de los egoísmos de la vida. Luminoso, no tóxico.  


Son años de la segunda mitad de la década, en los que Garfias ha abandonado Madrid, ha vuelto a la campiña sevillana, en Osuna, donde en 1925 establece noviazgo con Margarita Fernández Repiso. Disponen el matrimonio, cuando ya la familia se ha trasladado a Écija, desde 1928. El bienio 1928-1929 es la etapa de estancia de Pedro Garfias en Écija. La familia Garfias (el padre Antonio Garfias Domínguez, la madrastra Felisa Rodríguez, su hermano José y sus hermanastros Antonio y María Garfias) se establece en la calle Garcilópez, núm. 10.

Aquí vivió el poeta dos años, aunque tenía la novia en Osuna; por tanto, vivía en contacto con las dos ciudades. Y el primero de diciembre de 1929 se celebró la boda con Margarita, una señorita de enviada belleza y elegancia, de la alta sociedad de Osuna, cuyos padres desautorizan el matrimonio. La ceremonia se celebró en Osuna, y el banquete lo preparó el padre en Écija. Y para su hijo Pedro dispuso un trabajo de cobrador de arbitrios municipales en el Ayuntamiento de La Carolina (Jaén), a donde se trasladaron a finales del año 1929.

      Antes, en ese año 1929, Garfias tuvo cierta actividad literaria en Écija, en dos periódicos locales, que, si alguien los conserva, podrá comprobar la curiosidad de sus colaboraciones. En El Sol Ecijano, del año 1929, encontraréis “Galerías” (23), que son madrigales a señoritas de Écija, trece poemas en total, que más bien son poemas de circunstancias, de galantería. Y en prosa publica una serie titulada “Estampas” (24), que aparecen en La Voz de Écija, en la primavera y verano de 1929. Garfias se relacionó en Écija con un grupo ilustrado, en el que se encontraba don Juan Tamariz-Martel y Torres, un señor de edad madura, muy ponderado, de costumbres ilustradas, que además dirigía el triángulo masónico local “Astigi”, que tenía una docena de miembros, y su “venerable maestro” era Tamariz-Martel.

Con él sostuvo Garfias un epistolario público, en esas “Estampas” citadas. Mantenían una tertulia en Écija, en el llamado Bar Tabique, por si alguien pudiera identificar qué bar pudo ser éste y su localización. En definitiva, quedó marcado Garfias por esta ciudad, por sus célebres torres, y proyectó en los años cuarenta en México un libro que debía titularse “Coloquio de las torres de Écija”, con 22 poemas, pero finalmente no fue obra independiente, sino que se publicó como una parte del libro De soledad y otros pesares (1948). Y en Écija permaneció ya para siempre su familia, aquí quedaron sus padres y hermanos. Su hermano José murió en 1935, durante la República: su padre, en 1949; su madrastra, en 1952. Luego, sus hermanastros, y aquí en Écija están todos enterrados. 

Mi presencia en la Universidad de Nuevo León (Monterrey, México) en agosto de 1992 junto al entrañable exiliado español D. Alfredo Gracia Vicente y otras personalidades, donde impartí una conferencia, siguiendo la huella del poeta Pedro Garfias. 

      Llega la década de los años treinta, y Pedro Garfias, si fue sobresaliente en la década anterior, en los treinta escala nueva cota como personaje y poeta destacado. La década de los años treinta es la que lanza verdaderamente a Garfias a la fama. El lanzamiento o consagración de Pedro Garfias no fue fruto, a pesar de su importancia, del ultraísmo o del vanguardismo de los años veinte. Garfias se lanza y ocupa ese puesto sobresaliente, de “hombre de la colina”, profético, del que habla León Felipe, para definir la misión de los poetas (ese hombre elevado en la colina, que anticipa, que predice, que adoctrina a los pueblos, que les marca el camino, el horizonte).

Ese “hombre de la colina” se hace y surge en los días terribles de la guerra civil. Si Garfias fue destacado poeta del ultraísmo, fue también de los primeros, si no el primero, entre los poetas de la guerra civil española. Hay que estudiar más a Garfias para convencerse de esta realidad. La década de los años treinta es la década del compromiso.

En 1931, recién proclamada la República, Pedro y Margarita se presentan en Madrid. Consigue un puesto de trabajo en Obras Hidráulicas, por breve tiempo (su temperamento de hombre bohemio encajaba mal en los esquemas laborales convencionales). Se suma enseguida al compromiso político de la época y milita, como Alberti, Emilio Prados, Neruda, Vallejo y otros en el partido comunista (25). Era una punta de lanza muy comprometida y relacionada con el surrealismo francés (Luis Aragón, etc.), también adscrito a las ideas revolucionarias. Se plasma la nueva fe de Garfias en su colaboración en la revista Octubre (Madrid, 1933-1934), donde colaboran Machado, Rafael Alberti y otros. Una larga presencia de Garfias, con temas heterogéneos –políticos también-, se da en Heraldo de Madrid. Predominan los artículos de tema literario y los de novela policíaca (26).


Carnet de Pedro Garfias en las Milicias Andaluzas, que organizó en Madrid el diputado sevillano Juan María Aguilar (que firma el documento), con fecha 11 agosto 1936, cuando Garfias tenía 35 años. Llegaron a Villafranca de Córdoba a mediados de agosto de 1936. Francisco del Castillo como comandante y Pedro Garfias como Alférez Ayudante. Ahí consta que  Garfias que pertenecía al Partido Comunista, con el núm. 25.739.

      Y llega el día aciago de la sublevación militar del 18 de julio de 1936, el temido y trágicamente esperado por todos golpe militar. Y Pedro Garfias, romántico como hemos dicho, quijote hasta la médula, se enrola voluntario en las primeras columnas que se forman en Madrid, en concreto en la columna del teniente coronel Mangada. Pasa los primeros quince días de la guerra al otro lado de la sierra de Guadarrama, en Navalperal de Pinares (Ávila), acompañado de su amigo Francisco del Castillo (hermano del conocido teniente de Asalto asesinado), al que había conocido en el centro andaluz, de la plaza de Santa Ana, de Madrid.

En este lugar, y en otros locales de cante flamenco y en tertulias literarias, Garfias había conocido en Madrid a muchos intelectuales del momento, con algunos de las cuales ha intervenido en actividades políticas, a veces clandestinas, y puesta en marcha de periódicos comprometidos, como el periódico Línea, en 1935. En esos años de la República, la actividad de Garfias en Madrid, a veces es más política que literaria.

      En cuanto pasan esos quince días en la columna Mangada, Garfias y Castillo regresan a Madrid, porque se enteran de que se está formando en el Retiro una columna de milicianos andaluces, gran parte sevillanos que han huido de estos campos, ante el empuje de las columnas golpistas africanas. Son jornaleros de Camas y de otros pueblos sevillanos o de Cordoba, que han ido a parar a Madrid en su huida. Se están formando las “Milicias Andaluzas”, y en ellas deciden enrolarse Castillo y Garfias, con primer destino a Villafranca de Córdoba, línea provisional del frente.

Llegan hacia el 20 de agosto de 1936 a Villafranca. Pasan primero por Montoro, donde está el Estado Mayor del general Miaja. Y llegan con las “Milicias Andaluzas”, al mando de Juan María Aguilar, un diputado sevillano. Se conserva la tarjeta de miliciano de Garfias, como “Alférez Ayudante” (27). Esos primeros días ve morir a un miliciano que ha venido con él, desde Jaén, en un camión, y esto da motivo al primero de sus poemas de guerra, que se titula “Miliciano muerto” (Qué dulce muerte le dio / la bala que lo mató…), un jornalero que soñaba con defender su tierra, y nada más bajar del camión una bala perdida mata a aquel pobre hombre, al que ni siquiera le dio tiempo a intervenir en combate. Ese es el primer poema bélico de Garfias.

Inmediatamente Garfias siente que la inspiración vuelve a él, vive una conmoción interior, se ve poseído por el “pathos” y el rapto de la vocación poética recuperada. Es la predilección del destino y de la musa que le han puesto otra vez por delante una causa por la que cantar, luchar y morir. Garfias, que poetizó antes la causa ultraísta, causa que luego entró en crisis y prácticamente se quedó sin ella, ahora encuentra la verdadera causa, la alta causa, que es la defensa de todos aquellos valores que había que defender en la encrucijada de los años treinta, en España y en Europa.

Es la gran encrucijada romántica para Pedro Garfias, y a la vez, la encrucijada épica, en contacto y en conexión con el romancero, según la tradición española de todos los tiempos, que echa sus raíces fundamentales en los romances fronterizos del siglo XV. Esa maravilla española, que fue el romancero, es para Garfias su primer molde y su primer cauce para sus primeras inspiraciones como poeta de la guerra.


Acto de presentación en Córdoba de la Asociación Cultural "Pedro Garfias", el 4 de abril de 1997, con la presencia de Margarita Fernández Repiso, viuda del poeta (La cual también asistió en 1996 al acto de presentación de la biografía del poeta "Pedro Garfias, poeta de la vanguardia, de la guerra y del exilio", en la Diputación de Córdoba, el 27 de junio de 1996).

Los que han dicho que la poesía de guerra de Garfias es una poesía de circunstancias, no saben lo que es la poesía épica, ignoran la tradición del romancero español y no saben lo que es la posición épica del poeta que se encuentra enardecido por una causa sincera y auténtica. El valor de la poesía épica no está en la distancia o en que pasen muchos años entre el suceso y el poema. El acierto de la poesía épica está en la autenticidad, en la verdad humana y en la sinceridad, no en la distancia. Esto lo han dicho estudiosos importantes como el francés Serge Salaün (149).

      Después de las “Milicias Andaluzas” se formó el “Batallón Villafranca”, en el que aquellas se reconvirtieron, hacia comienzos de octubre de 1936. Garfias vive en Villafranca, volcado en esas primeras actividades de un frente sin grandes sobresaltos ni grandes luchas, sino de pequeñas escaramuzas. Ahí conoció a personajes que le marcaron para toda su vida, ahí lo nombraron ya, en una asamblea en la iglesia de Villafranca, comisario del “Batallon Villafranca”, en el mes de octubre (el nombramiento se publicó oficialmente en diciembre) (29).

Y en ese frente junto al Guadalquivir sufrió Garfias la gran desgracia de la pérdida de Villafranca, el 22 de diciembre de 1936, en el marco de una ofensiva que lanzaron los franquistas, apoderándose de una zona de olivares, por Bujalance y Montoro, hasta Porcuna y Lopera, en Jaén. Se evacuó Villafranca y ahí hubieron de sufrir esa primera y dolorosa experiencia de la evacuación, la huida y los refugiados, y así lo plasma en su primer libro, Poesías de la guerra, de comienzos de 1937, publicado en Valencia, donde Garfias y Margarita pasaron el mes de enero.

En febrero volvieron al frente de Córdoba, y en pocas semanas va a vivir Garfias en el frente sur la gran experiencia bélica como comisario del “Batallón Villafranca” (74 Brigada Mixta), que luchó en la batalla de Pozoblanco, durante el mes de marzo de 1937. Ahí, la prensa republicana del momento, como Frente Sur, resalta la valentía, la decisión, las arengas, y los recitados de poemas (Pozoblanco, Pozoblanco / no serás nunca de Queipo, / te defienden los soldados / del Ejército del pueblo…) (30).

Ahí Garfias se está ganando la gloria y la fama; ahí es conocido ya de una manera amplia que irradia desde el frente sur. Ahí tiene noticia de él Miguel Hernández, que se encuentra por esas fechas en el Estado Mayor de Andujar (y participará luego en la rendición del santuario de La Cabeza, el primero de mayo de 1937). Miguel se hace eco de la valía de Garfias y lo nombra en algunos de sus poemas, y en el periódico que Miguel publica en Castuera, Frente Extremeño, le dedica una foto de portada, con una fotografía de Garfias, con su capote de miliciano, recitando ante los soldados (31).

Fruto de esa experiencia vital de Garfias en la batalla de Pozoblanco, una de las pocas victorias republicanas (marzo-abril, 1937, a la vez que se producía también la victoria republicana de Guadalajara), eso fue la materia poetizable de otro de los libros de guerra de Garfias titulado Héroes del Sur. Gran parte de estos poemas pasaron de inmediato a la mayoría de los romanceros que se han articulado sobre la guerra civil española. Yo hice un rastreo de estos romanceros publicados en España y en el extranjero, y en todos consta Pedro Garfias.

      Aparece en el Romancero de la guerra civil, del Ministerio de Instrucción Pública, Madrid, 1936 (Citar Diput. Pp. 335-336).

      En el Romancero General de la Guerra de España, Valencia, 1937, selección de Emilio Prados, con motivo del célebre Congreso de Intelectuales.

      En el Homenaje al poeta Federico García Lorca contra su muerte, Valencia, 1937, también obra de Emilio Prados, con motivo del citado congreso.

      En el Homenaje de despedida a las Brigadas Internacionales, Barcelona, 1938.

      En la Colección de Canciones de Lucha, Valencia, 1939, de Carlos Palacio.

      En el Romancero General de la Guerra Española, Buenos Aires, 1944, de Rafael Alberti.

      En el Romancero español, 1936-1939, de Buenos Aires, 1967.

      En el Romancero de la resistencia española, México, 1967, de Darío Puccini, que es una traducción de la edición italiana del mismo autor, Romancero della resistenza spagnola, Milán, 1960.

      En Le romancero de la résistence espagnole, París, 1976, también de Darío Puccini.

      En el Romancero de la guerra civil, de Ediciones La Torre, Madrid, 1978.

      En El romancero del Ejército Popular, Nuestra Cultura, Madrid, 1978.

      En el Romancero de la defensa de Madrid, Barcelona, 1982, de Serge Salaün.

      Por consiguiente, en casi todas las colecciones de romances de la guerra civil, desde 1936 hasta hoy, aparecen poemas y romances de Pedro Garfias, de Alberti y de la mayoria de los poetas del 27, y de otros muchos poetas aficionados salidos de la base popular.

      Esto nos lleva ya al final de la década de los años treinta, cuando Garfias se ve en ese trance terrible de la salida definitiva. Es la débacle, la ruina, la caída de la causa por la que se ha luchado, es la caída de la causa democrática, la causa republicana, la caída de la causa de esa libertad que Garfias ha defendido y por la que ha estado en las trincheras. Tuve la suerte de poder recoger el testimonio de quien estuvo con Garfias en los últimos días en España, que fue el cineasta Julián Antonio Ramírez, que me dijo lo siguiente: “Creo que fue en Espolla, pueblo situado en la fronteriza Sierra del Castellar, donde recompusimos de algún modo el ‘Batallón del Talento’” (32).


Entrevista con el exiliado español D. Alfredo Gracia Vicente, a su paso por Madrid, el 2 de agosto de 1984. Decenas de años a la caza de los amigos y conocidos de Garfias, cuando pasaban por Madrid.

En esos últimos días de retirada ya hacia la frontera francesa se les ocurre formar el “Batallón del Talento”, con un pequeño grupo de intelectuales. Se encuentran con un camión que lleva en su carrocería una pequeña máquina de imprenta, y deciden reeditar el periódico Ejército del Ebro, del Comisariado General. Pedro Garfias prometió un poema diario.

   “Que yo recuerde –continúa Ramírez-, sacamos dos números: los fechados el 9 y 10 de febrero de 1939. Su contenido, en lo esencial: llamamiento a la resistencia… Pedro dio los poemas prometidos. Temo que se hayan perdido. Yo mismo creía haber conservado algún ejemplar, pero sobrevino la vorágine de los campos de concentración, compañías de trabajadores y maquis en Francia. No los he vuelto a encontrar. Recuerdo, sí, o creo recordar, algún que otro verso de aquellos poemas. En uno, Pedro decía: Catalán, baila tu última sardana…”

      Este poema sí se conserva. Se titula “Arenga a los catalanes”, y lo incluyó Garfias en su edición definitiva de Poesías de la guerra española, en México (1941). Pero gracias al testimonio de Julián Antonio Ramírez hemos logrado recuperar un fragmento de otro poema que no se conserva. Dice: “Y en otro se aludía a la ya mencionada presencia de los mussolinianos en las fuerzas que nos acosaban:

                                       …vuestras armas, vuestras voces,

                                        nos dicen Italia, Italia,

                                        y el eco del viento responde:

                                        España, España, España.”

      Es sabido que las tropas que empujaban por la parte de Lérida y el Segre a los republicanos hacia la frontera eran los tropas italianas del general Gambara. Son, pues, los últimos versos escritos por Garfias en España. Y continúa el testimonio de Ramírez: “Nueva orden de retirada, ya la última. Allá en Espolla dejamos todo: la imprenta móvil y las gallinas de la masía donde estábamos. Eran instrucciones estrictas: no acarrear nada, ni siquiera de intendencia… Luego lo sentiríamos. Y fue el paso de la frontera, creo que en la noche del 12 al 13 de febrero. El ‘Batallón del Talento’ iba en dos camiones. Tuvimos un mínimo altercado –de dignidad, diría yo- en el puesto aduanero francés de Cerbère. ¿Para qué recordarlo? Teníamos cita en Argelés… Disciplinadamente fuimos a parar a la playa, que luego sería uno de los primeros grandes campos de concentración de españoles en Francia, a cuyas arenas llegamos poco antes del amanecer del día 13. En Pedro se fue apagando la exaltación y su verbosidad. Apenas recuerdo nada de su actitud que destacara en aquel magma sombrío, infrahumano…”

      Existe otro poema, que he reconstruido oralmente por testimonio de otro español exiliado, el Dr. Antonio Navarro Pérez, residente en Guadalajara (México), oriundo de Alicante (33), que me contó que los exiliados salieron de España cantando otro poema de Garfias, a manera de himno de derrota y de esperanza, al salir de España, y que luego se recitó y se cantó mucho en las emisoras mejicanas en 1940, por los exiliados allá, y según este testimonio, el poema lo hemos reconstruido y dice así: 

                                   Somos los españoles,

                                   venimos de luchar,

                                   por España,

                                   por nuestra independencia,

                                   por nuestra libertad,

                                   por España, por España, por España.


                                   De tierra española venimos luchando,

                                   a tierra española queremos volver,

                                 allí nos esperan millones de hermanos,

                                 es nuestra consigna morir o vencer.

                                    Somos los españoles, etc.

                                  La tierra que dejo recuerda mis pasos,

                                el sol de su cielo me ha visto nacer,

                                las rutas del viento me llevan a España,

                                todos los caminos me mandan volver.

                                   Somos los españoles, etc.

      Este texto se ha podido rescatar gracias al Dr. Antonio Navarro. Dice que la edición de Guadalajara recoge todos los poemas de Garfias, menos uno: éste, que él nos ha salvado oralmente.

      Otro poema de Garfias, que recoge ese momento del paso al exilio, que él publicó en Poesías de la guerra española (1941), es breve, y me van a permitir una especie de reto literario: si alguien conoce un poema de amor a España, más profundo que este, que me lo traiga. A ver, en España, quién ha escrito un poema de tanta hondura patriótica como este. Se titula “Cruzando la frontera”: 

                                     España de tiniebla y de amapola

                                   cómo estos verdes frágiles

                                   pueden fingirte ante mis ojos duros

                                   que vienen deslumbrados de mirarte.

                                   El corazón me pesa como un monte,

                                   mis pasos se retardan esperándote,

                                   tiro de ti como un barquero tira

                                   de su barca a la orilla de los mares.

                                   El mundo se entreabre a mi camino;

                                   Dicen que el mundo es grande…

                                   Pero había tantos mundos todavía

                                   que descubrir entre tus besos, Madre.

      Hablar de Garfias supone una gran dificultad, por la cantidad de cosas que se amontonan. Que Garfias es uno de los primeros, o el primer poeta de la guerra civil española lo han dicho bastantes estudiosos, y que esa poesía es de lo más autentico que sobre la guerra se ha escrito también lo han afirmado muchos. Luis Rius ya lo escribió: “Y aquel estallido cainita de 1936, no sólo a la acción guerrera, sino nuevamente a la creación poética impulsó a Garfias.

“Su sensibilidad en extrema tensión volvió a tener la necesidad del canto… Soldado y poeta durante tres años Pedro Garfias; otros muchos lo fueron también: en el siglo XVI Ercilla y Garcilaso y Francisco de Aldana, Lope en el XVII, en el XIX Quintana. Pero el antecedente más legítimo de Poesías de la guerra y de Héroes del Sur no está en la obra de ningún poeta culto, sino en la del pueblo español de fines de la Edad Media, en el Romancero, y particularmente en los llamados romances fronterizos” (34).

      Sobre esta poesía de la guerra ha dicho Arturo Souto, pintor de origen español, exiliado en México: “La guerra de España vino a hacer de Garfias un poeta comprometido… se identificó en el frente con los milicianos que libraban la que ha sido llamada la última guerra romántica… A esa etapa pertenecen sus romances de la guerra, y de hecho su más alta poesía. Porque la guerra civil, sea o no directamente aludida, es la que hará de Garfias un gran poeta” (35).

 

Ante la tumba del poeta Pedro Garfias en Monterrey, en el cementerio de El Carmen, el 9 de agosto de 1992, junto al ya anciano Alfredo Gracia. Momentos emotivos e indelebles.


      Llega el exilio, los campos de concentración en Francia. Sobre el 27 de febrero de 1939 Garfias consigue, con otros cinco o seis, ser recogidos hacia Inglaterra por el Lord Faringdon, un lord laborista, amigo de los republicanos españoles, y fueron a parar a una aldea cerca del Támesis, llamada Eaton Hastings. Allí pasaron los meses de abril y mayo de 1939. Estos cinco o seis, entre ellos Eduardo de Ontañón, un músico catalán y Pedro Garfias. No es posible detenerse ahora a ponderar y analizar la gran obra creada por Garfias en esta aldea, Primavera en Eaton Hastings (publicada luego en México en 1941), una elegía impresionante, calificada por Dámaso Alonso como “el mejor poemario del exilio español” (36), y todavía no ha sido reconocido así por los oficialistas y academicistas españoles. Esta es la gran obra de Garfias. Es el dolor del destierro, sublimado a través del paisaje inglés, que para él es un recuerdo y una añoranza de su paisaje andaluz.

      A mediados de mayo de 1939, Pedro y Margarita consiguieron ser incluidos en el pasaje de la gran expedición del barco “Sinaia”, con 1.800 exiliados, que rumbo a México salieron del puerto francés de Sète, cerca de Marsella, el 25 de mayo, al mediodía. Daban alma a aquella masa heterogénea, un grupo de intelectuales y escritores, como Adolfo Sánchez Vázquez, filósofo, Juan Rejano, Manuel Andujar, Pedro Garfias, entre otros, además de la banda de música del Ayuntamieto de Madrid, con su director al frente, Rafael Oropesa.

En el trayecto editaron cada día un periódico, hecho insólito, con el título de Sinaia, que se conserva en todos sus números, que ha sido reeditado en facsímil en México, y por el Ayuntamiento de Osuna. Ese periódico Sinaia es entrañable y sobrecogedor, por ejemplo, cuando nos relata el paso, al día siguientes, ante el peñón de Gibraltar a las tres de la tarde, y se produce la despedida de España.

Leer en el periódico la despedida de la patria que hacen esos exiliados españoles camino de México, en la voz del periodista octogenario Antonio Zozaya, de Heraldo de Madrid, supone un impacto en el que hay que tener mucha fortaleza para no derrumbarse. Es una página intensamente épica e impresionante de los españoles, agitando sus manos, llorando, mientras surcan el estrecho de Gibraltar.

Con el Dr. Antonio Navarro, exiliado español alicantino, amigo de Garfias, a su paso por Madrid, entrevistado el 27-Nov-1986, de gran ayuda en datos y papeles para reconstruir la vida del poeta. Todos estos trabajos sólo los he hecho yo, y nadie más que yo, modestia aparte. Que todo hay que decirlo. Si no, te comen por sopa.

Cuando atracaron luego en el puerto de Funchal, en la isla de Madeira, esa noche celebraron un recital poético-musical a bordo, y ahí intervino por primera vez Garfias. Se puede asegurar que el barco se venía abajo oyendo a Garfias recitar sus poemas emblemáticos de la guerra. En los días siguientes, por idea de Juan Rejano, deciden confeccionar un álbum para obsequiar a Lázaro Cárdenas, presidente de México, que es el que acoge a los republicanos españoles. Porque hay que ponderar una vez más lo que le ocurre a la democracia española de 1931, la II República, en la esfera internacional, donde sólo dos países prestan ayuda a España, la Unión Soviética y México.

El resto del mundo dio la espalda a la democracia española. Era la política vergonzante de Inglaterra y Francia. Por ello México merecía una gratitud venerante. Juan Rejano le pide continuamente a Garfias que plasme el poema estandarte del exilio, para incluirlo en ese álbum. Se lo rogaba todos los días. Y Pedro deambulaba y meditaba, sin respuesta. Llegaron a Puerto Rico, el barco atracó, pero no descendió el pasaje. Los sindicatos puertorriqueños hicieron un llamamiento, se hizo una concentración de apoyo a los demócratas españoles, y les arrojaban frutas, alimentos y alguna típica botella de ron.

Los amigos de Rejano agarraron una de estas botellas, y a ella tal vez hay que agradecerle el que Garfias entrara, por fin, en situación creativa. Esto lo cuenta Juan Rejano en un artículo que no tiene desperdicio (37). Pedro Garfias, una mañana, apoyado sobre la barandilla de cubierta, empezó a hilvanar lentamente los versos del poema inmortal, el gran poema del exilio español. Un poema que tiene que figurar en todas las lápidas de todos los monumentos que se hagan de recuerdo a los republicanos y demócratas españoles exiliados en 1939.

Aquella mañana del 10 de junio, surcando ya las aguas cálidas del Caribe, Juan Rejano empezó a escuchar, maravillado y absorto, la voz triste y evocadora de Garfias: 

                                    Qué hilo tan fino, qué delgado junco

                                 -de acero fiel- nos une y nos separa

                                  con España presente en el recuerdo,

                                  con México presente en la esperanza.

      Juan Rejano se sobresalta. ¿Es ya el esperado poema? Sí, es el poema. Y le insiste que continúe:

                                Repite el mar sus cóncavos azules,

                                repite el cielo sus tranquilas aguas

                                y entre el cielo y el mar ensayan vuelos

                               de análoga ambición, nuestras miradas.

 

                                  España que perdimos, no nos pierdas;

                                 guárdanos en tu frente derrumbada, 

                                 conserva a tu costado el hueco vivo

                                de nuestra ausencia amarga

                                que un día volveremos, más veloces,

                                 sobre la densa y poderosa espalda

                                de este mar, con los brazos ondeantes

                                y el latido del mar en la garganta.

 

                               Y tú, México libre, pueblo abierto

                           al ágil viento y a la luz del alba,      

                           indios de clara estirpe, campesinos

                           con tierras, con simientes y con máquinas;

                           proletarios gigantes de anchas manos

                           que forjan el destino de la Patria;

                           pueblo libre de México:

                           como otro tiempo por la mar salada

                           te va un río español de sangre roja,

                           de generosa sangre desbordada.

                         Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,

                          y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!   


      Garfias se convierte en el poeta del exilio español. No había concentración de españoles, efemérides o celebración, que no contara con el recitado de Garfias. Nuestro poeta se hizo célebre en México, recorrió todas sus ciudades, unas veces celebrando el 14 de abril, otras el 7 de noviembre, otras la resistencia de Madrid, otras cualquier efemérides de la lucha española. Si la Casa de Andalucía celebraba un acto, allí estaba Pedro Garfias. Si lo celebraba la peña de Los Cuatro Gatos, de madrileños, allí estaba Pedro Garfias. Si era la peña de los asturianos, allí estaba Pedro Garfias, recitando otro de sus poemas emblemáticos: “Asturias, si yo pudiera, / si yo supiera cantarte…/ Asturias verde de montes / y negra de minerales./”...  Casi un himno asturiano, que cuenta con una extraordinaria versión musical del cantautor Víctor Manuel.

      Garfias fue un poeta y un símbolo en México. Tanto españoles como mejicanos quedaron asombrados ante su arte, su fuerza y su voz. Sólo tenemos ya tiempo para resumir algunas de las valoraciones que brotaron de una admiración incontenida.

      En un recorte de prensa incompleto, de Monterrey, de hacia 1948, se habla así de Garfias:

      “… Efectivamente: a pocos hombres he visto yo arrebatar a las gentes con sus poemas como lo hace Pedro Garfias. Y si esto no es poesía, si el que es capaz de encender a millares de personas con la sola fuerza de sus versos no es un poeta, tendremos que reconocer que algo divino y consustancial con el hombre desde la más remota antigüedad, se ha hundido definitivamente en nuestra época. Porque a dioses, a poetas, a hombres como Pedro Garfias se referían los griegos, cuando nos hablaban de Apolo, venciendo al sátiro Marsias ante los habitantes de Niza, a los que arranca lágrimas; a Orfeo, conmoviendo al mismo Plutón y haciendo retroceder a los ríos (…). ¿Dónde están los poetas? ¿Dónde están los poetas que recreaban y conmovían a nuestros antecesores cantando sus epopeyas?

      “Pero a estas voces clamantes, que son infinitas, mucho más numerosas de lo que vulgarmente se cree, podemos responderles con alegría: aquí hay uno, aquí hay un poeta, aquí está Pedro Garfias. Los dioses nos lo conserven” (38).

      En 1948, en Monterrey, José P. Saldaña escribe de esta manera:

      “A pesar de su eterna soledad, no era huraño ¡que va! Tiene a flor de labio la palabra afectuosa, que adquiere tonalidades de saxofón en la engolada voz declamadora. ¡Porque hay que oír como recita sus propios versos! Hay que dejarse embriagar por su voz musical, que sube de tono, baja, se pliega al ruido de la hojarasca, ronca como mar embravecido, o se unta en el aire como suspiro de flor (…).

      “Lo vi en el Aula Magna de la Universidad. Daba un recital. Entonces lo vi crecer, elevarse, salirse de sí mismo, para adueñarse de todo y de todos. Su humildad allí estaba, pero sobre ella salía la voz sonora del poema, voz emotiva, que lo mismo lloraba la ausencia de España, que reía con la nueva Patria que lo conquistaba. Tremolaba el aire sacudido por el temblor de la inspiración. No había más que una voz ardiente, afectuosa, amiga, que llenaba el salón, y una grande, unánime emoción. El poeta se había entregado sin reservas y había logrado el milagro de entrarse en todos los corazones. Los aplausos lo siguieron, camino a su casa, aleteando dentro de su anchuroso pecho…” (39).

      Alfredo Cardona Peña, hizo al poeta esta apasionada semblanza, publicada en El Nacional, a los pocos días de la muerte de Garfias:

      “Recordaré de Pedro Garfias, durante toda mi vida, tres cosas: su poesía, su rostro y su voz, juntos en una sola verdad humana. Más escuché su poesía, que la he leído, porque en lo que en otros poetas puede sonar a falso, o sencillamente no gustar, cuando de declamaciones se trata, en Pedro era algo tan natural, y al mismo tiempo tan sincero y apasionado, que escucharlo era asistir a la realización de su genio. Se puede asegurar que la tragedia de España, y su éxodo y permanencia en México, profundizaron su poesía hasta inmortalizarla en la historia de la lírica de nuestro idioma. Cantó su dolor y el su pueblo con términos de una pureza y de una fuerza humana raras veces alcanzada, esto para vergüenza de los antólogos y de los críticos oficiales de Franco, especializados en callar el milagro de este guerrillero de la palabra” (40).

      Y finalmente, Francisco Linares en El Nacional, en 1970, cuando ya había muerto Garfias (en 1967, en Monterrey, donde está enterrado) escribió:

      “Lo veo ahora de pie, con esa voz de recental furibundo que era la suya, lanzar al aire estos romances afilados como hoces y guadañas, salpicados de ternura viril, barbados por los trágicos flechazos: son romances –la mayoría de las composiciones están ceñidas por el octosílabo- certeros y contundentes como yunques. Vaya estampa y sonido el que tenía Garfias cuando pronunciaba sus poemas. Vaya firmeza la que brotaba de esos labios, de ese rostro garabateado. Vaya luz que irradiaba ese cabello que le caía en rebelde obstinación sobre la frente. Vaya frondosa verdad humana que hacía doler el verbo, trascender los afeites para hacerse disparo. Versos cuajados de juramentos y trágica solidaridad y luto” (41).

        Baste, pues, este boceto biográfico para hacerse una idea de la vida y de la obra del poeta Pedro Garfias. Con la gran biografía que publiqué en 1996, por la Diputación de Córdoba, Pedro Garfias, poeta de la vanguardia, de la guerra y del exilio, creo que he conseguido colocar a este poeta en el pedestal que se merece dentro de la Literatura Española. Nadie ha redactado una reconstrucción así, dicho sea sin vanidad, que no me afecta. Un trabajo iniciado en 1980. He hablado con centenares de testigos y amigos de Pedro Garfias. En España y fuera de ella, sobre todo en México. Me he carteado y hablado con muchísimas personas, que aparecen en el gran libro citado. Y me han querido tanto que me han regalado poemas inéditos, documentos, testimonios y cosas inéditas. En especial quiero agradecer profundamente la profunda amistad que me brindó el exiliado español Alfredo Gracia Vicente, residente en Monterrey, al que visité en 1992. Y otras personas de Monterrey, como Ernesto Rangel Domene. Y otros del Distrito Federal, como Francisco Giner de los Ríos, o residentes en otras zonas del país. El Dr. Antonio Navarro, la familia de Fernández del Real, Luis Rius y un largo etcétera, imposible ahora de enumerar. En España me atendieron Ángel Sánchez Pascual, Margarita Ferenández Repiso, su viuda, tan generosa que me puso su archivo a mi disposición. De muchos de ellos conservo grabaciones, un verdadero tesoro, incluida una conferencia de Santiago Roel, en el Ateneo de Madrid, en 1979. Y Julián A. Ramírez, Francisco del Castillo, también grabado, y sobre todo, la ex exiliada Nieves Barón García, que en la tardía fecha de 2002 me donó numerosos poemas sueltos de Garfias, que nos dio para un nuevo libro, que pudimos presentar ese año en el Ateneo de Madrid, en junio de 2002, con José Luis Abellán y el cantante Víctor Manuel. Y últimamente, María de Alva Levy, en Monterrey, novelista. Todos me apoyaron y me obsequiaron con lo que tenían, generosamente, altruistamente, como merecía la memoria y la historia del gran poeta desconocido. Porque con relación a Pedro Garfias no cabe el egoísmo ni la feria de las vanidades ni las intrigas ni la toxicidad  ni las trampas ni las suplantaciones… Sólo la generosidad. Por ello, mi archivo general sobre el poeta, de 45 años de trabajo, está disponible para todo aquel que lo quiera consultar en mi casa de Getafe. Con motivo de este trabajo, he ojeado este Archivo, y me he vuelto a asombrar por la cantidad de cosas valiosas: cartas, cintas, papeles. Cuánta palabra, cuántas personas, cuanta generosidad. Repito: generosidad. Así que, admirable poeta Pedro, te queremos infinito.   

                             (Écija, 29 de abril de 2006)                                                                                                                          

                                        N O T A S

1)  Pedro Garfias Zurita, nació circunstancialmente en Salamanca, el 27 de mayo de 1901, hijo de Antonio Garfias  Domínguez, de Alonso (Huelva) y de Mª Dolores Zurita Chía, natural de Sevilla.

2)  Mi trilogía sobre Córdoba se inició con La República y la guerra civil en Córdoba, Ayuntamiento de Córdoba, 1982; La guerra civil en Córdoba, 1936-1939, Alpuerto, Madrid, 1985; y Córdoba en la posguerra (la represión y la guerrilla, 1939-1950), F. Baena, Córdoba, 1987. Mis investigaciones sobre Garfias se iniciaron en 1980.

3)  Mi tesis doctoral se presentó en 1994 en la Universidad Complutense de Madrid, con el título Vida y obra de Pedro Garfias, calificada “cum laude”, dirigida por  D. Emilio Miró, en un tribunal presidido por D. Francisco López Estrada.

4)  Garfias, Pedro, Poesías completas, Alpuerto, Madrid, 1996, edición de Francisco Moreno Gómez.

5)  Moreno Gómez, Francisco, Pedro Garfias, poeta de la vanguardia, de la guerra y del exilio, Diputación Provincial, Córdoba, 1996.

6)  Iglesias Caballero, Pedro, “Madrid. Los ultraístas”, El Popular, Cabra, n. 57, 8 octubre 1919.

7)  Cansinos-Asséns, Rafael, La nueva literatura (La evolución de la poesía, 1917-1927), Páez, Madrid, 1927, Vol. III, pp. 323-334.

8)  Valle, Adriano del, “Pedro Garfias en el Ateneo sevillano”, Grecia, Sevilla, n. 42, 20 marzo 1920, p. 13.

9)  Torre, Guillermo de, “Album de retratos. Mis amigos y yo”, Grecia, Madrid, n. 48, 1 septiembre 1920, pp. 11-12.

(10) Larrea, Juan, Cartas a Gerardo Diego (1916-1980), Univ. de Deusto, San

      Sebastián, 1986, p. 111.

(11) Gurney, Robert, La poesía de Juan Larrea, Univ. del País Vasco, Bilbao, 1985,

      p. 78.

(12) Buñuel, Luis, Obra literaria, Heraldo de Aragón, Zaragoza, 1982, p. 30.

(13) Buñuel, Luis, Mi último suspiro, Plaza y Janés, Barcelona, 1982, pp. 58-59.

(14) Sánchez Vidal, Agustín, en la introducción a Luis Buñuel, Obra literaria, ob. cit., p. 18.

(15) Garfias, Pedro, “Federico García Lorca, promesa y realidad de la lírica hispana”, recorte de prensa de Mérida, Yucatán, sin más datos, archivo de Margarita Fernández Repiso, sobre una conferencia en la Univ. de Yucatán.

(16) Machado, Antonio, “¿Cómo ven la nueva juventud española?”, La Gaceta Literaria, Madrid, III, n. 53, 1 marzo 1929.

(17) Valbuena Prat, Angel, La poesía española contemporánea (Las cien obras educadoras), CIAP, Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 1930, vol. I, p. 79 y ss.

(18) García Lorca, Federico, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1977, Tomo I, prólogo de Jorge Guillén, “Federico en persona”, p. XXXIII.

(19) Valbuena Prat, Angel, ob. cit., p. 79.

(20) Alonso, Dámaso, Poetas españoles contemporáneos, Gredos, Madrid, 1952, p. 245.

(21) Garfias, Pedro, “Del ultraísmo, y VI.- Colofón”, Heraldo de Madrid, 28 junio 1934, p. 6.

(22) La revista Horizonte, fundada y dirigida por Pedro Garfias, saca su núm. 1 en Madrid, en 1922 (sin mes, pero supone de octubre o primera quincena de noviembre; el núm. 2, de 30-11-1922; el núm. 3, de 15-12-1922; el núm. 4, enero 1923; y el núm. 5 y último, de 1923 (sin mes, pero se supone octubre o noviembre).

(23) La serie de 13 “Galerías” de Pedro Garfias en El Sol Ecijano, van de febrero a mayo de 1929.

(24) La serie de 8 “Estampas” de Pedro Garfias en La Voz de Écija, van de abril a agosto de 1929.

(25) El carnet de Garfias de afiliación al Partido Comunista de España llevaba el núm. 25.739, según consta en el archivo de Margarita Fernández, Osuna.

(26) Las colaboraciones de Garfias en Heraldo de Madrid empiezan el 11 mayo 1933, y terminan el 12 septiembre 1935.

(27) La tarjeta de miliciano de Garfias, como miembro de las Milicias Andaluzas, lleva fecha de 11 agosto 1936, con el núm. 231, y la categoría de “Alférez Ayudante”. Archivo de Margarita Fernández.

(28) Salaün, Serge, La poesía de la guerra de España, Castalia, Madrid, 1985, p. 250.

(29)  El nombramiento oficial de Garfias como comisario de Batallón, lleva fecha de 15 diciembre 1936. Datos del Archivo Histórico Nacional, Sección Guerra Civil, Salamanca.

(30) Roldán, “La heroica defensa de Pozoblanco”, en Frente Sur, Jaén, 4 abril 1937.

(31) Frente Extremeño, Castuera, n. 6, 8 julio 1937.

(32) Testimonio escrito de Julián Antonio Ramírez, remitido desde Muchamiel (Alicante), con fecha 5 febrero 1985.

(33) Testimonio del Dr. Antonio Navarro Pérez, entrevistado en Madrid, con fecha 27 noviembre 1986.

(34) Rius, Luis, “Presentación” del disco Pedro Garfias, Voz Viva de México, UNAM, México D.F., 1970.

(35) Souto Alabarce, Arturo, “Poeta de la soledad y del destierro”, en Comunidad CONACYT, México D.F., n. 132-133, dic. 1981, enero 1982, pp. 68-69.

(36) La fuente sobre esta valoración de Dámaso Alonso ha sido el maestro exiliado en Monterrey Alfredo Gracia Vicente, que recibió la visita de Dámaso Alonso en su librería “Cosmos”, de Monterrey, y de ello dio cuenta en una carta remitida a Pedro Garfias, con fecha 7 abril 1949, que reproduzco en mi biografía Pedro Garfias, poeta de la vanguardia…, ob. cit., p. 475. También publica el mismo testimonio el propio Alfredo Gracia Vicente, en su folleto Pedro Garfias, pastor de soledades, Sierra Madre, colección Poesía en el Mundo, n. 105, Monterrey, 1972, p. 41.

(37) Rejano, Juan, “Poesía e historia o historia de una poesía”, El Porvenir, Monterrey, 18 marzo 1946; en Revista Mexicana de Cultura, suplemento literario de El Nacional, México D.F., 3 septiembre 1967).

(38) Anónimo, “Aspectos de…”, recorte de prensa sin más datos, archivo de Margarita Fernández, posiblemente de Monterrey, de hacia 1948.

(39) Saldaña, José P., “Pedro Garfias”, en un recorte de prensa, sin más datos, en el archivo de Margarita Fernández, posiblemente de Monterrey, de hacia 1948.

(40) Cardona Peña, Alfredo, “Danza de rostros”, El Nacional, México D.F., 17 septiembre 1967.

(41) Linares, Francisco, “Grandeza de Pedro Garfias”, Revista Mexicana de Cultura, suplemento literario de El Nacional, México D.F., 9 agosto 1970.

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