COMISIONES
DE LA VERDAD Y DOCUMENTALES, EN EL PASO DE LOS SIGLOS XX Y XXI (2ª PARTE)
Francisco Moreno Gómez
Cuando paso a limpio
mis notas sobre la conferencia que impartí en Aguilar de
En los razonamientos jurídicos, punto
1º.1, se dice que “Los hechos objeto de denuncia nunca han sido investigados
plenamente por
En el mismo punto 1º.4 se reconoce que
“Un examen imparcial y sereno de los hechos nos lleva también a afirmar que, al
igual que los vencedores de
En el punto 2º, Garzón condena sin
paliativos el golpe militar de 1936, por su ilegalidad y violencia programada
de antemano: “La acción desplegada por las personas sublevadas y que
contribuyeron a la insurrección armada del 18 de julio de 1936, estuvo fuera de
toda legalidad y atentaron contra la forma de Gobierno, en forma coordinada y
consciente, determinados a acabar por las vías de hecho con
En el punto 3º, el supremo juez insiste
en la ilegalidad del golpe militar: “Quienes se alzaron o rebelaron contra el
Gobierno legítimo y cometieron, por tanto, un delito contra
En
el punto 9º, el juez Garzón centra la calificación de crímenes de lesa
humanidad en las “detenciones ilegales que han devenido en desaparición forzosa
de personas”. Que “tales hechos delictivos estaban ya descritos y penados en el
Código Penal de
Lo auto que acabamos de citar muy
sucintamente[2]
hará que, a partir de este acontecimiento jurídico, la historia de la guerra
civil española no podrá seguir encerrada en los estrechos puntos de vista en
que se hallaba en los últimos decenios. Y las orientaciones de las recientes
actividades recuperadoras de la memoria histórica también se verán reforzadas o
iluminadas de acuerdo con lo denunciado por el juez Garzón.
Antes de concluir la introducción a mi
conferencia en Aguilar el 6 de octubre de 2007, he de hacer referencia al honor
que se me concedió en esta localidad, cuando se me entregó el Premio de Memoria
Histórica “José María León”, el 4 de agosto de 2008, por iniciativa de una
dinámica y laboriosa Asociación para
A la hora de centrar el tema de nuestra conferencia, conviene dejar claro que, si bien la memoria histórica no es la historia propiamente dicha, es sin duda una materia prima decisiva para la historia, sobre todo cuando se trata de la historia de los vencidos, es decir, los demócratas, ya que a todo vencido se le impone el principio de “la desaparición”, la desaparición física y la desaparición documental. De ahí que la recuperación de la memoria de los hechos sea decisiva como fuente para la reconstrucción de los mismos. La precariedad documental sobre la historia de la guerra, relativa al campo de los vencidos y a los pormenores de la gran represión, hace que la recuperación de la memoria testimonial, oral o escrita, sea decisiva. La memoria histórica es el recuerdo y la voz de los protagonistas.
Lo contrario de la memoria histórica es
el silencio, la represión y el olvido. Y a ello se aplicó el franquismo con
ahínco. Esa era la filosofía de la “historia atada y bien atada”, es decir, la
historia atada por el silencio y el miedo, hasta conducir al olvido. El olvido
de los referentes democráticos de
La democracia española ha estado a punto
de perder su identidad, sus raíces y su historia, mediante el funesto “pacto de
silencio” de 1977, por el que los demócratas renunciaban a sus recuerdos, a su
“travesía del desierto”, a sus raíces y a su historia, a sus sufrimientos y a
sus luchas pasadas. Fue un pacto tácito aberrante. Los demócratas renunciaban a
una parte esencial de sí mismos: renunciaban a
Hoy, los herederos de los vencedores se
oponen a la recuperación de la memoria, se oponen a que se rompa el silencio,
porque la memoria y la historia son acusadoras. Pretenden ocultar la
inmoralidad y la ilegalidad del golpe militar de 1936. Los textos antes citados
del juez Garzón levantan, por fin, la voz poderosa que supervivientes e
historiadores estaban esperando. Lo que desde hace tiempo afirmábamos los de
abajo, ahora se afirma desde lo más alto. He ahí la revolución copernicana que
estamos viviendo.
Sin embargo, si en gran parte de la base social las cosas han estado desde siempre bastante claras, hay que lamentar que los políticos democráticos –los que no vienen del franquismo- también han hecho mucho daño a la recuperación de su propia memoria, siendo cómplices del silencio de los años setenta y ochenta y parte de los noventa, cuando entonces los testigos estaban todavía vivos. Los políticos de la transición todavía tenían miedo, y a sus principales líderes no les interesaba la memoria: al señor Fraga Iribarne, por razones obvias; al señor Carrillo, por las mismas razones obvias; y al señor Felipe González, porque carecía de una trayectoria digna de ser recordada. La consecuencia insólita en nuestra democracia restaurada fue que, a los 40 años de dictadura, les siguieron 30 años de silencio.
Afortunadamente, una pequeña parte de la
memoria democrática republicana se ha salvado, por tres vías principales:
a) A través
de los libros de memorias de los protagonistas, aquellos que han tenido el
coraje de dar a las imprentas el relato de sus respectivos calvarios
personales, sus luchas, sus encarcelamientos, sus torturas, sus exilios y sus
sufrimientos.
b) A través
de los estudios monográficos provinciales o locales, no todos, pero sí aquellos
que han sabido recoger un abanico variado de fuentes, incluidas las fuentes
orales, imprescindibles.
c) A través de los trabajos y recopilaciones audiovisuales de los últimos años, grabaciones y documentales de enorme interés. No así el cine español sobre este tema, que adolece de una superficialidad pasmosa, de un ridículo anecdotarismo y de un gran desconocimiento de lo que ocurrió. Una película certera sobre la autenticidad de la guerra civil no se plasmado todavía en España.
1) La huella de la memoria histórica se puede encontrar en algunas de las monografías territoriales (provinciales o locales) que se han publicado a partir de la restauración democrática, si bien con variada importancia o validez. Algunos de estos estudios se han basado en un repertorio de fuentes muy parcial y limitado, sobre todo los que se han atenido únicamente a los registros civiles. El resultado ha sido equivocado, porque esta fuente ya se ha revelado totalmente insuficiente para estudiar el genocidio franquista.
Un tercio o menos de las víctimas se reflejó en los
registros civiles, tesis ya ampliamente demostrada. Para lograr un mapa fiable
de la represión franquista en España es inexcusable la multiplicidad de
fuentes, y por supuesto las fuentes orales y la memoria testimonial de los supervivientes.
Los estudios que se atuvieron a esta última orientación, no muchos
lamentablemente, sirven hoy como punta de lanza para el estudio del genocidio
franquista.
El mapa actual sobre la catástrofe
humanitaria causada por el franquismo en España es todavía muy incompleto.[3]
Aún así podemos ya anticipar que el franquismo asesinó en España a 100.000
personas durante la guerra y a 50.000 en la posguerra. A pesar de todo, queda
mucho camino por recorrer para aproximarnos a la realidad del genocidio franquista.
Tal avance en tan complicada empresa sin duda se verá favorecido por decisiones
de altura, como el citado y sorprendente Auto del juez Garzón, así como por los
trabajos infatigables de las Asociaciones para
2) También, tras la restauración democrática, otro de los arietes del gran avance en el conocimiento de las miserias del franquismo ha sido la proliferación de libros de memorias de los supervivientes. Por este camino se están vislumbrando las huellas más nítidas de la memoria histórica. Entre los últimos libros de memorias que me han impresionado se hallan los de Pablo Uriel, el P. Gumersindo de Estella, Tomasa Cuevas, J. M. Gallegos Rocafull, entre otros muchos.[4] En la misma provincia de Córdoba han surgido libros de memorias muy valiosos, que sería prolijo enumerar. Y en el todo el país la relación es amplia y valiosísima. Hoy día no se puede escribir sobre las cárceles franquistas, campos de concentración, trabajo esclavo, torturas, fusilamientos, guerrilla, exilio, etc., sin acudir a los datos de los libros de memorias de los testigos o supervivientes. Son fuente inexcusable para la reconstrucción fiable de los hechos, de unas posibilidades muy fructíferas, al contrario que las obras generalistas, un tanto repetitivas ya, tal vez por su exceso de análisis, retrasada actualización de los hechos y falta de renovación en sus perspectivas. Cabe excepción en los últimos estudios de los británicos Paul Preston y Helen Graham.[5]
3) Otra vía muy interesante hoy día para
seguir las huellas de la memoria histórica es la proliferación reciente de
documentales y trabajos audiovisuales.
En Córdoba, un interesante y casi
desconocido acopio de materiales de audio y de video es el “Archivo de los
Hermanos López” (AHL), de Pozoblanco, actualmente en manos de Laura López. En
los años ochenta y noventa reunieron gran número de grabaciones, de video y de
audio, con muchas horas de entrevistas, que aportan una información valiosísima
de tipo testimonial. En este archivo hallamos muchas referencias a los frentes
de guerra por donde lucharon los republicanos cordobeses, sobre todo después de
la batalla de Pozoblanco (marzo-abril, 1937):
-Muchos cordobeses aportan sus
testimonios, enrolados en
-Otros cordobeses aparecen en su marcha
como voluntarios para la defensa de Madrid y se integraron en el 5º Regimiento
(Por ejemplo, el batallón “José Díaz”, en el que iban muchos milicianos de
Hinojosa del Duque). El citado Regimiento se transformó luego en la 11
División, de Enrique Líster, y en la 46, de El Campesino. Dieron su vida estos
cordobeses por los frentes de Levante, Teruel, Belchite, la batalla del Ebro,
etc.
-Se recogen testimonios de otros soldados
republicanos cordobeses de reemplazo, llamados por su quinta en los años 1937 y
1938, hacia los frentes de Madrid y otros lugares.
-En la batalla final, la del 5 de enero
de 1939 en tierras de Córdoba, actuaron muchos cordobeses, enrolados en la
“Columna F” (la de Bartolomé Fernández, de Pozoblanco).
-Por último, en el frente de Córdoba hubo
siempre gran número de cordobeses, tanto de
-El último capítulo de la desgracia, con muchos testigos cordobeses de por medio, fue el del exilio, los campos de concentración francesas, las redadas de los nazis, el infierno de los campos de exterminio o la huida de Europa. Bastantes testimonios recogidos plasman estas tragedias.
Entre los testimonios recogidos por los
Hermanos López, me llamó la atención el de Juan Muñoz Frías, de Comares
(Málaga). En varias ocasiones he afirmado que en julio de 1936, mientras la
clase ociosa (el cuartel, el casino y la sacristía) se dedicaba a conspirar, el
pueblo llano se ocupaba en las labores de la recolección, de sol a sol. El
citado testigo declaraba al respecto: “Yo me hice un hombrecito, con 15 ó 16
años, ayudando a mi padre para levantar cabeza y poder vivir un poco mejor,
pero llegó aquella maldita guerra, aquel terremoto que ensangrentó nuestra
patria y, a partir de ahí, una nueva vida empezó para mí… Cuando estalló la
guerra el 18 de julio de 1936 nos cogió a mi padre y a mí en época de siega…
Estábamos allí segando… Y allí fue donde nos cogió la guerra… Entonces, sin cobrar
nada… cogimos el camino de Comares y nos vinimos”.[6]
En la misma fuente encontramos el
testimonio del miedo, en Carmen Ruiz, hermana de un luchador de Pozoblanco,
Juan Ruiz Castilla “Carrete”: “… Cartas suyas teníamos muchas, pero qué dolor,
no conservamos ninguna, tuvimos que quemarlas todas… por el miedo que teníamos
y las desgracias que nos sucedieron a partir de 1945 con los sucesos de la
guerrilla”.[7]
El AHL recoge un “Diario de guerra”
inédito del combatiente republicano Antonio Alcalde Rodríguez, de Dos Torres,
el cual cruzó la frontera francesa el 9 de febrero de 1939. En sus páginas se
refleja la negra realidad que algunos han querido edulcorar: “Verdaderamente el
espectáculo que se presentó ante nosotros al acercarnos a la línea neutra que
hay entre las dos fronteras, era alucinante. Había mujeres, niños, viejos y
muchos heridos leves que no habían podido llegar a evacuarlos. Todos lloraban,
jóvenes y viejos… Había quienes no tenían nada de comer y protestaban
enérgicamente, pero los negros no nos comprendían y no hacían caso ninguno…”.[8]
El 12 de septiembre de 2007 colaboré en el AHL, por encargo de Fernando López, y me trasladé a Añora, donde entrevisté largamente a José Caballero, un cordobés ex luchador de la resistencia francesa. Formó parte del grupo de 56 maquis españoles, la llamada “Sección Ebro”, que escribieron una página heroica en el lugar “Plateau de Glières” (Alta Savoya), donde resistieron con gran habilidad ante los nazis, en marzo de 1944. Un grupo de cinco, al mando de José Caballero (más los hermanos Angel, Leonardo y Enrique Fernández, de El Guijo, y Demetrio Fernández, de Villanueva de Córdoba), fueron los últimos en resistir en la posición, totalmente rodeados de alemanes, hasta que una noche lograron escapar ilesos. El ya desaparecido Eduardo Pons Prades se hizo eco de estos sucesos en una de sus obras sobre los exiliados españoles.[9]
Un buen número de documentales recientes
han aportado rastreos de memoria histórica muy ilustradores. Lamentablemente el
fenómeno ha surgido muy tardío, porque ha sido muy difícil que los periodistas
y los cineastas se interesaran por los temas de la guerra civil y la represión
franquista. Menos mal que el tema “estrella” de las exhumaciones de fosas
despertó, por fin, el interés de la prensa y de la cinematografía. Una
iniciativa importante ha sido la agrupación de 13 documentales en un pack, y puestos así a la venta[10].
La aportación de estos documentales a la recuperación de la memoria histórica
ha sido extraordinaria.
En el documental Santa Cruz… por ejemplo,[11]se
visualiza la exhumación de 9 asesinados en Santa Cruz de
“…
Los detenían guardias civiles y falangistas… Los de derechas del pueblo hacían
la lista y llamaban a los del pueblo vecino. Los de un pueblo iban a matar a
otro… El cura, apodado ‘El Resinero’, llevaba el yugo y las flechas en el
bonete. Y animaba el camión de la muerte y participaba en la elaboración de
listas… Una joven tenía 15 años, la pelaron y la pasearon. Mataron a su
hermano… Los niños ‘rojos’ no podíamos salir de casa, nos insultaban. A mí, de
niña, me han llamado: ‘roja, vete a Rusia’. No los perdono… No se podía hablar
nada entonces. Había mucho miedo. No dejaban a nadie ni respirar. Me he criado
en una situación de miedo, pero ya lo he superado. Los nietos ya no tenemos
miedo…”
En este documental se revela que en la
comarca de Aranda de Duero, con 60 pequeños pueblos, se han detectado unas 32
fosas y unas 700 víctimas. Es curioso, como en el resto de España, que la
mayoría de los familiares residen fuera del pueblo. La alcaldesa, del PP,
preguntada qué le parecen las exhumaciones, responde azorada: “No nos parece
oportuno remover cosas pasadas. Yo, hacia atrás, no miro”. Sin comentarios.
En el documental Presos del silencio,[12]
las entrevistas no tienen desperdicio:
“… en el campo de concentración de
Castuera, rodeado de alambradas, y con las ametralladoras por fuera, vinieron
grupos de falangistas, sacaron a varios del pueblo, y de ellos nada más se
supo… Teníamos que aprender el Cara al sol, y lo teníamos que cantar a todas
horas, a la hora de formar, antes de comer, al levantarse… En Burgos, con el
frío ya teníamos bastante. Con 12 grados bajo cero nos metían dos duchas frías,
una los jueves y otra los domingos. Para dormir teníamos loseta y media.
Aquello era un cementerio de hombres vivos. Sólo podía tirar adelante el que
tenía a alguien que le pudiera arrimar algo… Son muchos años sin ver familia,
sin ver a nadie. Unos salían trastornados de la cabeza. Otros, siempre con
pena, porque les ha quedado grabado todo eso en el corazón…
“En el
Canal de Dos Hermanas venían grupos de curas a confesar; todo a la fuerza,
igual que la misa… Las mujeres de los presos era otro gran drama: señaladas por
la calle, mal vistas, pasando hambre. A mi madre ya no le cabía más sufrimiento.
Además del hambre, era la humillación. Las mujeres iban andando a ver a sus
maridos. Se veían y hablaban a gritos, entre dos alambradas, con un pasillo de
por medio. Me han echado de muchos sitios por ser ‘rojo’. No se podía hablar de
nada. Había que callar. El miedo no se ha acabado todavía. Se murió Franco y ya
pudimos salir como personas a la calle. El no hablar de una cosa, va borrando,
va borrando…”. Y así se llega a la desmemoria.
En el documental La mala muerte[13]
se recoge otra exhumación, en este caso de 27 asesinados en Villaviudas
(Palencia). En los diversos testimonios se puede escuchar lo siguiente:
“Sin memoria no somos nada. Más que una
guerra civil, fue una masacre de civiles. Al pueblo vino un fraile con los
falangistas… Los mataron por envidias y malos quereres”. Esta última frase refleja
una deformación en el sentir popular. Las familias, en su afán por buscar
lógicas y justificaciones en una matanza absurda, han caído en el tópico de los
“odios personales”, que no son la clave ni la raíz de la matanza. La raíz de la
matanza fue por “motivos políticos”, en una represión programada. Los mataban
porque no eran afectos al movimiento fascista, no por odios personales.
Por otra parte, el documental se hace eco
de opiniones académicas interesantes: “En la transición, el proceso democrático
lo hizo gente que tenía miedo, creyendo que, al no hablar de los pecados del
franquismo, se iba a poder salir del franquismo”, lo cual, ciertamente, no ha
ocurrido. Se afirma aquí que “Las dos Españas son, propiamente, las de la
posguerra, la de los vencedores y la de los vencidos; no antes. En la posguerra
ocurrió la gran división entre los españoles”. Se añade que “el miedo es un
instrumento para el sometimiento”. Y termina el documental con una carta de un
fusilado en sus últimos momentos: “Enseña a nuestros hijos a respetar mi
memoria”.
El documental La columna de los ocho mil[14]
es una reconstrucción impresionante sobre la desgracia de personas inocentes y
la barbarie fascista en Extremadura. Con entrevistas a supervivientes e
historiadores se va reconstruyendo una de las grandes catástrofes humanitarias
causadas por el golpe militar. Materia, sin duda, de un trágico guión
cinematográfico.
Una gran bolsa de gente quedó copada al
Oeste de Badajoz. De la capital huía la gente por la orilla de Portugal, y
otros subían desde Huelva y de Sevilla. Se formó una gran aglomeración en torno
a Fregenal de
Por entonces vieron pasar, camino de
Madrid, a un gran número de mineros de Huelva, que huían de Río Tinto (la
llamada “Columna Espartaco”); eran anarquistas, sobre todo. Unos 2.000. Por el
camino se les fue agregando gente de los pueblos, de modo que se llamó “Columna
Andalucía-Extremadura”.
Mientras tanto, entre agosto y
septiembre, unos miles de extremeños pasaron a Portugal, pero el régimen
fascista de allí los devolvió, salvo un grupo de 1.400 personas, a las que
protegió el teniente Seixas, portugués, y consiguió enviarlas, sanas y salvas,
en un barco hacia Tarragona.
A comienzos de septiembre, la
aglomeración de Fregenal era desbordante. Los dirigentes socialistas se
reunieron en Valencia del Ventoso (los alcaldes de Zafra, de Fuente de Cantos,
el diputado Sosa Hormigos y otros), y acordaron poner en marcha la gran
expedición hacia la zona republicana, en dirección a Azuaga, para lo que tenían
que cruzar la carretera general (vía de
Salieron el 15 de septiembre. Se habían sumado
más mineros de Río Tinto, y mucha gente de todo el Oeste extremeño, hombres,
mujeres, niños, familias enteras, con bestias y enseres. Andando, de día y de
noche, sin agua. En vanguardia iban algunos milicianos con escopetas. Los
golpistas los detectaron pronto. Una avioneta enemiga los sobrevoló. Iban unas
8.000 personas, con el afán de salir de aquel encierro.
Queipo de Llano, aun sabiendo que era una
masa de civiles desarmados, les preparó el ataque, con una fuerza de 500
hombres armados (soldados, guardias civiles y falangistas). Ocurrió cuando la
masa pasaba por la ladera del cerro Alcornocosa, entre Fuente del Arco y
Llerena. Les dispararon a discreción. Fue una masacre: más de 1.000 muertos.
Las colinas empezaron a arder. La columna se rompió: unos corrieron hacia
delante, y parte llegaron a la zona republicana. Otros corrieron para atrás.
Otros se dispersaron por las lomas, llevando vida fugitiva, ocultos de día, y
caminando de noche. La mayoría quedaron prisioneros.
El capitán Tasara, franquista, engañó a
un grupo, haciéndose pasar por republicano, aparentando venir en ayuda. Así los
llevó a Fuente del Arco, unos 2.000, y desde allí, ya presos, en un tren hasta
Llerena. Aquí, con estos y otros, llenaron la plaza de toros y la llamada
Maltería.
Llenaron un camión y los llevaron a
fusilar a Zafra. A otros los llevaron al barco-prisión de Sevilla, y de ellos
nunca más se supo. Al resto los fueron fusilando, todas las madrugadas, en el
cementerio de Llerena, con ametralladoras. Nunca se les inscribió en el
Registro Civil. El verdugo de Llerena fue el comandante Gómez Cobián, un
carlista militar, a las órdenes de Queipo de Llano. Miguel Hernández escribió
sobre esta gran tragedia en una de sus prosas de guerra. Una superviviente declara
así en el documental: “Las pasamos canutas. No sé cómo estoy viva. Sueño muchas
veces con esto todavía. Había un miedo muy grande”.
Otro documental, Una inmensa prisión,[15]
rastrea nuevos aspectos de las cárceles franquistas y aporta afirmaciones importantes
para el conocimiento del régimen franquista:
“Cualquier enfermedad que afecte a la
memoria de la persona, eso supone la disolución de la personalidad. Romper la
memoria es romper el alma humana”.
En el homenaje a los fusilados por el
franquismo en el cementerio del Este, en Madrid (2-5-2004), se calificó de
genocidio la represión franquista. En 1941, el franquismo dio un decreto que
prohibía seguir en prisión a los niños mayores de 3 años. Se hacía cargo de
ellos la red de Auxilio Social, los educaban en valores opuestos a las ideas de
sus padres.
Les
podían cambiar de nombre y entregarlos en adopción, sin saberlo sus padres. Por
otra parte, había todo un paisaje de cárceles de mujeres: Ventas (en Madrid,
con 10.000 presas), Santander, Saturrarán, Amorebieta, Málaga, Segovia…
Entre
las peores prisiones de hombres estaban: el Puerto de Santa María y el Penal de
Chinchilla. Aquí moría la gente a montones. Todos los presos de España dormían
en el suelo, y las torturas eran generalizadas.
Entre las afirmaciones de los
entrevistados, nos han llamado la atención las siguientes: “El terror existe
todavía hoy, sobre todo en los pueblos… Todo se llenó de tribunales militares,
por todas partes. Disfrutaban torturando y fusilando. Humillaban, odiaban,
reprimían a placer. Eran interrogatorios sin piedad… La represión fue
despiadada hasta la amnistía de 1977… A la prisión de Burgos la llamaban ‘
El problema del conocimiento histórico
exacto del fenómeno de las Brigadas Internacionales da materia al documental España: última esperanza,[16]
con sustanciosas entrevistas a 4 ex brigadistas austriacos (En la guerra civil
hubo 1.400 austriacos, entre los más de 40.000 brigadistas). Eran socialistas o
comunistas. Sus padres habían sido alcaldes o eran campesinos y habían sido
víctimas del fascismo austriaco. Lo de España “fue nuestra guerra defensiva
contra el fascismo”.
En 1933, casi coetáneo con Alemania, se
dio un golpe fascista en Austria, el Parlamento fue suspendido y prohibido el
Partido Comunista. En febrero de 1934 se produjo un levantamiento obrero
socialista, que fue aplastado. Fue prohibido entonces el Partido
Socialdemócrata y los Sindicatos.
Los brigadistas austriacos eran muchachos
socialistas y comunistas, que ya se habían ejercitado en actividades
clandestinas. Eran detenidos y sufrían represión. Cuando se enteraron de que en
España estallaba otro golpe fascista, como en Austria, decidieron, cada uno por
su cuenta, venir a España, incluso sin el permiso de sus padres: “España era la
última esperanza contra el fascismo”.
Se batieron en muchos frentes españoles.
Sufrieron mucho en Teruel, a 20 grados bajo cero. Cuando la retirada de las
Brigadas Internacionales, los que eran de países ocupados (Austria,
Checoslovaquia, Hungría,…), no se pudieron marchar. Volvieron a luchar en
Cataluña, sufrieron los campos de concentración (los de Franco y los de
Francia) y acabaron muchos en los campos nazis. Entre los testimonios de estos
cuatro brigadistas del documental, subrayamos: “Al final de la guerra de España
ya sólo luchábamos contra italianos… Cuando llegamos a Francia no nos
esperábamos esa humillación que sufrimos.
El documental Muerte en el Valle[17]
rescata una aplicación de la “ley de fugas” en
“Nadie ha hablado nunca de estas cosas en
casa, hasta hoy… Mi abuelo había muerto, pero nadie me daba explicación. Tenía
16 años, cuando mi abuela, por fin, me contó algo de lo sucedido… Me habló de
unos fugitivos a los que habían escondido, y alguien los traicionó. Y me dije:
Quiero que todo el mundo se entere de esto”.
Eran guerrilleros del grupo del célebre
Girón, que estuvieron dos meses escondidos en la casa del abuelo, en 1948.
Alguien delató, y una noche
Christina empezó el rodaje y no logró que
la bisabuela Lucrecia le contara nada, hasta que meses después, durante el
mismo rodaje, Lucrecia murió en el más absoluto silencio. El hecho del rodaje
dividió a la familia. Al tío Pablo le indignaba que Christina anduviera
averiguando estas cosas. Otro de sus tíos la amenazó con romperle la cámara.
Christina estaba a punto de abandonar su proyecto. Pero se armó de valor y
logró dar, primero, con el delator, que fue la prima Rosario, la entrevistó y
se lo echó en cara.
En
segundo lugar, también dio con el asesino. Por un expediente del Gobierno
Militar, averigua quién fue el guardia civil que mató a su abuelo, el guardia
Ignacio Gil Perdigones. Se presentó en su domicilio, en una calle de León, y le
preguntó en la cara qué fue lo que pasó con su abuelo. Al final del documental,
en la familia de Christina se han producido unas tensiones enormes, y no tiene
más opción que poner tierra de por medio y regresar a Nueva York, pero feliz
por haber hecho justicia a la memoria de su abuelo. Toda una lección del valor
actual de los nietos de las víctimas y de los terrores enfermizos de la
generación que sufrió de lleno la represión franquista.
Un documental impresionante, Los niños perdidos del franquismo[18],
revela que esta dictadura incurrió en las mismas miserias respecto a la
infancia que todos los regímenes totalitarios. Franco firmó la creación del
“Gabinete de Investigaciones Psicológicas” (23-8-1938), para determinar las
raíces biosíquicas del marxismo, y se nombró director al comandante y
psiquiatra Vallejo Nájera. La tesis de Vallejo era que “el marxismo es una
enfermedad”. Decía: “Podemos demostrar ahora que las teorías marxistas
favorecen su asimilación por los deficientes mentales”.
Desfilan luego en entrevistas los
supervivientes, niños y mujeres: “Nos quitaron todo. No teníamos nada para los
niños…”. María Villanueva: “A mí la leche se me retiró, y la niña se puso mala
y se murió. Y es que yo no comía, ¿cómo iba a alimentar a la niña?” Juana Doña:
“Los niños se morían. Nos metieron en trenes de ganado, mujeres y niños. De
Alicante a Madrid, siete días y siete noches encerrados. Ibamos con niños
muertos. Lo que hicieron con nosotras y con los niños no tiene nombre. Había
voluntad de exterminio, para que en el futuro no hubiera vengadores”.
En Saturrarán murieron 32 niños en 15
días. En Madrid mandaba
La fundadora de Auxilio Social, Mercedes
Sanz Bachiller: “Yo no pretendía que fuesen franquistas, pero sí
anticomunistas” (lo recalca con furor). En Auxilio Social, los niños recibían
pan, pero a cambio de adoctrinamiento.
Un “auxiliado” declara: “Yo me sé todos
los himnos de Falange y de
La dictadura buscaba regenerar a los
hijos de los “rojos”. Por Auxilio Social pasaron más de 10.000 hijos de presos
y fusilados. Una especie de campo de concentración de niños. “Sabíamos que
éramos culpables, pero no comprendíamos por qué… Cuando mi padre estaba en
capilla para morir, a nosotras sus dos hijas nos pusieron a rezar”.
En tiempos de la guerrilla,
La hermana de Girón, el guerrillero
leonés, dio a luz en la cárcel. Le quitaron el niño y nunca más supo de él.
Episodio patético fue la caza y captura
de “Niños de
Otra vez llegaron 180 niños a Madrid.
Algunos padres lo supieron, pero otros muchos ni siquiera se enteraron, porque
había orden de no avisar. Se llegaron a realizar raptos en el extranjero y se
les entregó a familias adoptivas. En 1941 salió un decreto por el que se podía
cambiar de nombre a los niños repatriados, con lo cual se producían identidades
falsas. A la niña de un capitán republicano fusilado en Valencia, y huérfana de
madre, se la trajeron a
Por último, fuera ya de la citada
colección “Imágenes contra el olvido”, nos hacemos eco de otro documental, Las fosas del silencio, salido de la
televisión catalana. Comienza su rastreo memorístico con datos sobre la matanza
de Zafra (Badajoz), donde entró el comandante Castejón con su columna, y los
moros a culatazos con la gente. El día que entraron asesinaron a 42 personas
(Castejón tiene un monumento en Zafra). Hicieron una lista, los detuvieron y se
los llevaron a retaguardia de la columna, por la carretera de Los Santos de
Maimona. De trecho en trecho iban fusilando por decenas. La última fue la
maestra doña Juana, junto con su marido. En los días siguientes fueron cayendo
víctimas en Zafra, hasta un total de 200. “Mi madre sufrió mucho. La pelaron,
le dieron aceite de ricino… Los delatores eran los propios vecinos y la gente
de derechas”. Destacó en los crímenes el guardia civil José Hernández Mancera.
Aparecen luego relatos del campo de
concentración de Castuera, por donde pasaron unos 10.000 presos: “Aquí han sido
peores que los alemanes. Sacaban gente y nada más se supo de ellos. Tres
jóvenes falangistas sacaron al alcalde de Zafra y lo mataron… A mi madre, de
nombre Matilde, la mataron en Castuera en las primeras semanas de la victoria,
después de violarla. Su delito: haberse casado con un socialista de origen
andaluz. Quedamos tres niñas enlutadas.
Sobre mi madre se impuso una losa de silencio”.
Afirma José María Lama que “la victoria
real de Franco fue el silencio, y el silencio condujo a la desmemoria”.
El documental ilustra ampliamente sobre
la campaña final en Lérida, de lo que se sabía muy poco. Entró por allí a
sangre y fuego el general Antonio Sagardía Ramos, que tiene un monumento en
-En el cementerio de Montardi, 19
víctimas.
-En la fosa de
-En la fosa de Prat de Gori, 6 víctimas.
-En la fosa del Caragol, 7 víctimas.
-En la fosa del Hostal de Aidí, 9
víctimas.
-En la fosa del Prat del Rector, 1
víctima.
-En la fosa de
-En Unarre mataron 9 personas, entre
ellas, una mujer. “Los llevaron a declarar a Esterri. Un cura fue a
confesarlos, y se marchó sin ayudarlos. Los mataron soldados. No se sabe dónde
los enterraron. Los denunciantes fueron gente de derechas del pueblo”.
En Rialp se hizo otra matanza. Formaron
una hilera de detenidos. Los llevaban por la calle. Alguna persona influyente
intercedió por alguien, y el general Sagardía, en un gesto insólito, dijo:
“Bueno, los de
“En los Valles de Aneu se fusilaba sin juicio. Hay fosas comunes por todo el Pallars Sobirá. La gente, aún hoy, apenas habla de esto. En Piedrafita de Babia (León), en una fosa en descampado, hay 37 cadáveres. Mataron a dos hermanos, y la madre perdió la razón. Habían vuelto del frente de Asturias, el primero de noviembre de 1937. Los enterraron mal, y se veían restos sacados por los perros. Y decía el cura: ‘Mira si serán malos que ni la tierra los quiere’”.
Con este proceder de las fosas anónimas,
el franquismo buscaba borrar la huella de sus crímenes y hacía imposible que
los familiares tuvieran un lugar para recordar.
Los testigos se preguntan: “¿Para qué ha
servido esto? ¿Qué hemos avanzado por matar a estas personas?... Buscaban
exterminar para gobernar indefinidamente, sin oposición… Nadie dice que hay que
olvidar Auswicht o que hay que olvidar ‘el tren de la muerte’, o que hay que
olvidar lo de Pinochet… Sin embargo, en España hay que olvidar todo, olvidar a
los familiares, no sé por qué… hasta les parecen mal las exhumaciones… Aquella
marginación que te imponía la gente franquista… Tenías que callar… Ni siquiera
podías ponerte luto… Los mataban y no les decían dónde, para que no pudieran
llevar flores…”
Con estos retazos de huellas de la
memoria del sufrimiento de los demócratas hemos logrado diseñar un cuadro de
algunos aspectos represivos de la guerra civil, bajo el dominio del golpe
militar o de la dictadura. En los últimos años, dos docenas de documentales han
hecho avanzar la recuperación de la memoria histórica mucho más que los
trabajos academicistas convencionales. Para el final, nos quedamos con dos
citas. Una, del documental Espejo rojo:
“El exterminio de la memoria entra dentro
del proyecto represivo… El silencio es también un objetivo represivo”.
Y otra cita de Las fosas
del silencio:
“La victoria real de Franco fue el
silencio. Y el silencio condujo a la desmemoria”.
[1] Sobre
esta Ley pronunció una ilustradora conferencia el jurista Carlos Jiménez
Villarejo en Rute, el 23 de febrero de 2008, en un ciclo de memoria histórica
en el que yo mismo participé.
[2] El
texto del auto ha sido difundido por
[3] Un mapa
sobre las matanzas de la guerra civil fue confeccionado por mí bajo el título
“Apéndice. Las cifras. Estado de la cuestión” en el libro conjunto Víctimas de
la guerra civil, Temas de Hoy, Madrid, 1999, edición revisada de 2004. Ahí
quedó en evidencia que la mitad de España no ha sido estudiada todavía, y que
gran parte de lo ya estudiado es muy parcial media docena.
[4] Pablo
Uriel, Mi guerra civil, edición del
autor, Valencia, 1988; e incompleto.
Se puede afirmar que provincias bien estudiadas hasta hoy, sólo hay Gumersindo
de Estella, Fusilados en Zaragoza,
1936-1939. Tres años de asistencia espiritual a los reos, Mira Editores,
Zaragoza, 2003; Tomasa Cuevas, Testimonios
de mujeres en las cárceles franquistas, Instituto de Estudios
Altoaragoneses, Huesca, 2004; José M. Gallegos Rocafull, La pequeña grey. Testimonio religioso sobre la guerra civil española,
Península, Península, Barcelona, 2007.
[5] Paul
Preston, El gran manipulador. La mentira
cotidiana de Franco, Ediciones B, Barcelona, 2008; Helen Graham, El PSOE en la guerra civil. Poder, crisis y
derrota (1936-1939), Debate, Barcelona, 2005; Breve historia de la guerra civil, Espasa Calpe, Madrid, 2006;
[6] Laura
López Romero y Fernando López López, Memorias
del exilio en la comarca de Los Pedroches, inédito, pp. 70-71, de próxima
publicación por el Ayuntamiento de Pozoblanco.
[7] Ibidem,
p. 112.
[8] Ibidem,
pp. 181-182.
[9] Eduardo
Pons Prades, Republicanos españoles en la
segunda guerra mundial,
[10]
www.imagenescontraelolvido.com
[11] Günter
Schwaiger y Hermann Peseckas, España-Austria, 2005, 65 min.
[12] Mariano
Agudo y Eduardo Montero, España, 2004, 58 min.
[13] José
Manuel Martín y Fidel Cordero, España, 2003-2004, 100 min.
[14] Angel
Hernández García, Antonio Navarro, Fernando Ramos y Francisco Freire, España, 2005, 66 min.
[15] Carlos
Ceacero y Guillermo Carnero Rosell, España, 2005, 47 min.
[16] Karin Helml, Hermann Peseckas, Austria, 2006, 83 min.
[17]
Christina Hardt, USA, 1996, 50 min.
[18] Montse
Armengou y Ricard Belis, España, 2002, 94 min.
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