21/3/25

LAS VALIOSAS MICROHISTORIAS DE LAS FUENTES ORALES

 

APORTACIONES VALIOSAS DE LA FUENTE ORAL:

DOS CARTAS ILUSTRATIVAS DE LOS AÑOS DE PLOMO. UNA, DE 1936; OTRA, DE 1950.

 

                                                       Por Francisco Moreno Gómez

 

Siempre fui partidario de la fuente oral en mi labor historiográfica iniciada antes de 1978. En mi método investigador nunca desdeñé las aportaciones orales. Y les di cabida, cuando entonces era posible. Entonces, después y ahora. Los que sufrieron el palo son los primeros que tienen derecho a mostrar las heridas y moratones. Para este historiador es una satisfacción que los sufridores de la historia sigan sintiéndose acogidos en mis páginas, con el consiguiente orgullo de ese autor.

 

1.- Un testimonio de las masacres de los primeros días del golpe militar en los pueblos campesinos de Andalucía.

En este caso, la matanza de Baena (Córdoba), el día en que entraron las tropas golpistas, el 28 de julio de 1936, con medio millar de víctimas, entonces y posteriormente.

 

En esta primera carta, Eva M. Giner Trujillo, desde Terrassa (Barcelona) en septiembre de 2004, da testimonio de lo que sufrió su familia en Baena (Córdoba), a partir del 28 de julio de 1936, fecha aciaga en la que Baena fue ocupada por las tropas golpistas, mandadas por el teniente coronel Eduardo Sáenz de Buruaga y por el teniente del Puesto local Pascual Sánchez Ramírez. Damos paso al texto literal:

 

Apreciado Sr. Moreno:

Soy Eva M. Giner Trujillo, de Terrassa (Barcelona). Soy estudiante de tercero de Historia en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Hace algún tiempo que busco información sobre el pasado de mi familia en Baena. Especialmente me interesaba ver qué les ocurrió durante la guerra civil. Mi abuela, Joaquina Cañete Tarifa, aún viva y residente en Terrassa, de 84 años, me contó toda la historia que ella y su familia (hermanos, padres, primos, etc.) pasaron en Baena durante la guerra civil. Todos ellos, naturales de Baena.

        Antes de leer sus dos libros, que por cierto me parecen excelentes y de un sentimiento y rigor de lo más conmovedor (se refiere a “La guerra civil en Córdoba, 1936-1939”, 1985, y “Córdoba en la posguerra, la represión y la guerrilla, 1939-1950”, 1987), mi abuela ya me contó algunos hechos que ella vivió en Baena el día en que los fascistas se sublevaron y los acontecimientos posteriores que sucedieron a este hecho. Al cabo de un tiempo de haber empezado la carrera de historia busqué información en la biblioteca de mi Universidad y di con sus dos libros de Córdoba, y cuál fue mi sorpresa cuando vi que en la lista de fusilados en los primeros días de la sublevación aparecía mi disabuelo Manuel Cañete Pérez (padre de mi abuela), que fue asesinado al estallar la guerra, el día 28 de julio de 1936, a los 62 años. ¡Mi abuela no se lo podía creer! No sabe la ilusión que nos hizo ver que, por lo menos, aparecía en un libro y que no quedaba en el olvido.

        Pero aquí no acabó todo. Yo, emocionada al ver esta información, seguí buscando en su otro libro “Córdoba en la posguerra (La represión y la guerrilla, 1939-1950)”, y en la página 198 aparecía como víctima de la primera etapa de la represión, el día 11 de noviembre de 1939, mi tío abuelo Manuel Cañete Tarifa, de 22 años, que trabajaba en el campo. Mi sorpresa fue aún doble, porque mi abuela no sabe ni leer ni escribir, y claro, al ver que usted escribió todo lo que ella me había contado, pues ¡casi no me lo podía creer!

        Le quiero aportar más información a través de estas fotografías. El joven es Manuel Cañete Tarifa, y justamente la foto fue tomada cuando lo encerraron en la prisión de Baena, y ya le habían dado muchas palizas. Si se fija en la cara y en su sonrisa, tiene una expresión un tanto “falsa”. Supongo que el pobre ya no tenía fuerzas, ni siquiera para reír. Mi abuela me explica que la foto la tomó un primo suyo, y que en ese mismo momento ella estaba allí despidiéndose de él, y que su primo tenía una pequeña cámara de hacer fotos, retratándolo por última vez, ya que poco días después sería asesinado por los franquistas, como usted muy bien relata en la página 149, tercer párrafo, de “Córdoba en la posguerra”. Un detalle que me cuenta mi abuela es que, cuando entró ella en la prisión, vio a su hermano Manuel Cañete Tarifa en un rincón, abatido por las palizas que le habían propinado.

        Manuel estuvo en la Caballería republicana en Manzanares y Castro del Río, y cuando acabó la guerra, volvió a casa, y fue detenido por la Guardia Civil. A los pocos días les dijeron que los cambiaban de cárcel, pero en realidad los llevaban al cementerio para asesinarlos. Manuel sospechó y pudo escapar, pero finalmente le dispararon y fue rematado cerca del arroyo Marbella, como usted dice. Es el caso de la persona que iba atada con él, “El Mota”. Mi abuela ya me había hablado del intento de fuga de su hermano cortando sus ligaduras con una hoja de afeitar, relato que ya recoge usted en su libro.

        La otra foto es mi abuela Joaquina Cañete Tarifa que, como ya he comentado, aún vive y reside en Terrassa. Esa foto es posterior a la guerra civil, cuando tenía unos 20 años. Ella nació en Baena en 1921. Estalló la guerra y vinieron los fascistas a ocupar el pueblo. Tenía 15 años, y recibió un disparo en la pierna izquierda. Se escondió bajo la cama dos días y una noche, para salvar la vida. Después vinieron los castreños (republicanos) y la llevaron al hospital de Castro del Río. Después de pasar mucha hambre y penurias, consiguió junto con mi abuelo criar a sus nueve hijos. Mi abuela siempre ha recordado a sus familiares asesinados impunemente.

 

       A mi pobre abuela le mataron, aparte de a su padre Manuel Cañete Pérez y a su hermano Manuel Cañete Tarifa, como usted hace constar, también a sus otros dos hermanos: Francisco y Antonio Cañete Tarifa. No he encontrado sus nombres en sus libros. Le paso información, aunque no fotos, porque no tenemos. Las quemaron los fascistas en la propia casa de mi abuela en Baena, para borrar cualquier rasgo de ellos.

        Francisco Cañete Tarifa fue asesinado en Baena, a los 23 años. Ya había estado preso durante la República, por haberse encontrado una escopeta vieja y haberla arreglado, y sufrió múltiples torturas por la Guardia Civil, corrientes, astillas en las uñas… Estalló la guerra y enseguida lo detuvieron los fascistas. Lo tuvieron en una terraza atado a la barandilla durante nueve días. Cuando pedía agua le daban bacalao. Estando casi muerto, lo tiraron a la calle, y fue llevado a cementerio a la fosa común. Estos sucesos los recoge usted, a partir del testimonio de la hermana de “El Transío”. Ella no da nombres, pero una de las víctimas fue este mi tío-abuelo.

        Antonio Cañete Tarifa era conocido como “Sargento Cañete” (en la Caballería del capitán “Maruca” del Ejército republicano). Observo que usted menciona lo de las tropas de “Maruca”. En Baena destacó como defensor de los derechos de los trabajadores. Durante la guerra sufrió una caída del caballo al galope, quedándose enganchado en el estribo y quedando con la cara destrozada. Después de la guerra logró pasar a Francia, pero cometió el error de escribir unas cartas a su novia y a su madre concretando dónde se hallaba. Fue por culpa de esas cartas que los fascistas de Baena descubrieron su paradero y fueron a por él. Eso es lo que nos imaginamos. Lo cierto es que lo mataron en Francia, cuando tenía 28 años.

        Otra víctima de nuestros familiares fue Manuel Trujillo Cruz (hermano de mi abuelo Andrés). Nació en 1920 en Baena. Fue asesinado en la misma localidad en 1936, junto con otros hombres, que fueron utilizados durante tres o cuatro días en llevar cadáveres al cementerio. En el último viaje, fueron asesinados todos, incluido un muchacho de 16 años, y quemados en el cementerio por orden del teniente de la Guardia Civil Pascual Sánchez Ramírez y su grupo de matones. Observo que usted menciona estos hechos, pero no da nombres, pero, como le digo, una de esas víctimas era familiar mío.

        La verdad es que me he quedado perpleja al ver escrita en sus libros una parte de la historia que mis abuelos me contaron, porque ellos, al acabar la guerra, marcharon de Baena, y ya nunca más ha vuelto. El regalo que le quiero dar a mi abuela es que, antes de que se muera, la quiero llevar dos o tres días a Baena, pues lleva ¡68 años sin volver! Ella guarda mucho rencor de ese pueblo, pues tiene muy mal recuerdo. Asesinar a centenares de personas por el hecho de que esos pobres campesinos, afiliados a la CNT, defendieran sus derechos ante una burguesía y terratenientes sin escrúpulos… ¡Jolines, es muy fuerte!

        Usted ha contribuido a perpetuar la memoria histórica de todos aquellos que murieron por unos ideales de igualdad, solidaridad y libertad, en un mundo que los ahogaba. Yo, como militante de la CNT, pienso seguir con esa lucha que empezaron mis antepasados y otra mucha gente. Muchas gracias, señor Moreno, por todo su esfuerzo.

        Atentamente, Eva Giner.

 

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2.- La desconocida España del Maquis: no sólo la guerrilla del monte, sino también la guerrilla del llano (enlaces y colaboradores).

 

        Esta segunda carta me llega desde Cañamero (Cáceres), en fecha imprecisa hacia 2010. Y tiene como fondo una “base de apoyo” que el grupo de “Veneno” halló en este pueblo en 1949. Estos relatos se hallan en mi libro Historia y memoria del maquis. El cordobés “Veneno”, último guerrillero de La Mancha (Madrid, Alpuerto, 2006, p. 148 y ss.)… “Desde 1949, los cinco de ‘Veneno’ consiguieron la proeza de sobrevivir en la sierra aún siete años más, hasta 1955. Cuando le hemos preguntado extrañados el secreto de esta rara habilidad, ‘Veneno’ ha respondido: ‘Usamos la táctica de los lobos, que nunca cazan donde tienen las crías, en muchos kilómetros alrededor’. Efectivamente, ocultos en Cañamero (Cáceres) durante años, salían a sus acciones de suministro a tierras de Ciudad Real, donde la Guardia Civil los buscaba sin éxito”.

        La base de Cañamero la descubrieron así: … “Y ‘Parachuta’ dice: Aquí en Cañamero estuvo uno conmigo en un Batallón de Trabajadores, de desafectos al régimen, por Algeciras, y sus padres tenían una casa de campo con viñas”. Y dieron con la casa de Hernán Montes, que era el que buscaban. El encuentro entre “Parachuta” y Hernán fue cordial, y para celebrarlo, el propio Hernán propuso matar un cordero, comer todos juntos, y así lo hicieron. Cuando los de “Veneno” dijeron de marcharse, Hernán les ofreció el padre de Hernán era de unas ideas firmes, simpático. Nos contaba lo que sufrió su hijo en el Batallón de Trabajadores. A mediados de 1954 fue cuando se entregó uno de los cinco, “Peñas Negras”, a partir de lo cual se descubrió el escondite y los enlaces, que fueron a parar todos a la cárcel. Los cuatro restantes de “Veneno” (con “Eléctrico”, “Viriato” y “Parachuta”) sobrevivieron un año más, y en el mayo de 1955, salieron desde Los Yébenes, camino de Francia, a donde consiguieron llegar más de un mes después, tras superar multitud de peligros, desgracias y penalidades.  

        Con estos precedentes, se comprende la sorpresa de esta carta que hace unos 15 años recibí desde Cañamero, y ahora sale a la luz por primera vez.

 

        Un saludo, amigo Francisco. En primer lugar quiero felicitarle por su libro sobre el maquis: “El cordobés ‘Veneno’, último guerrillero de La Mancha”, en el cual refleja con increíble exactitud la vida de Francisco Blancas ‘Veneno’ y su grupo, como tantas veces he escuchado relatar a mi abuela, madre y tíos durante tantos años.

        Mi nombre es Francisco Delgado Montes (42 años). Soy el primer nieto de Hernán Montes, enlace de “Veneno” en Cañamero, y soy hijo de aquella niña de 10 años, tal como usted relata en su libro (p. 149). Mi madre se llama Teresa Montes Guerra (68 años), natural de Algeciras, y mi abuela, efectivamente, era de Tarifa (María Guerra Gallardo).

        Desde siempre, como antes he mencionado y escuchado en mi casa, los relatos de cuando los de la sierra estuvieron en la finca de mis bisabuelos, en el Valle del Búho. Se llamaban Juan y María, y es cierto que iban y venían todos los días al pueblo. Después de fallecer ellos, la finca pasó a mis abuelos Hernán y María. Actualmente ha pasado a mi tío Alejandro Montes Guerra.

        A continuación, le facilito algunos datos, por si le son de utilidad. De las contraseñas que menciona en su libro, como la de llamar a un perro por su nombre, ese nombre era “Bartolo”. Tenían otras dos contraseñas, que no menciona. Una era tirar un puñado de chinatos (piedrecillas) sobre el tejado, para alertarles de que pasaba alguien por allí, cuando estaban en la cuadra escondidos. De dicha misión solía encargarse mi tío Pablo Montes Guerra, al cual le pusieron el mote de “Rabiche”, por el gesto que hacía con el dedo, a través de la gatera, para avisarles que les traía la comida. Mi tío solía comer el primero y, pasados 15 ó 20 minutos, empezaban a comer ellos (precaución contra los envenenamientos). La otra contraseña que tenían era una piedra o guijarro puesta en el arroyo que hay a unos 25 metros de la casa, según estuviera de pie o tumbada, pasaban o no a la casa.

        La joven a la que “Viriato” visitaba, cuando dejaba su puesto de guardia, se llamaba Lucila “La Chinina”. Otro dato es que a este “Viriato” ellos lo nombraban como Luis, a Bonifacio “Eléctrico” como “Niño” y al delator Esteban Navas Ruiz como “Manchego”. Éste, cuenta mi tío Hernán Montes Guerra que se tomaba el bicarbonato a puñados, debido a su problema de estómago, y que un día llenó casi medio cubo de sangre vomitada.

        A mi abuelo Hernán Montes Cortés le acusaron, junto a un tal Antonio Chinas, de unos tiros efectuados contra Inés Montes, esposa de Ismael Peloche (jefe de Falange en Cañamero), y hermana de Amadeo Montes, para el cual trabajaban mi abuelo Hernán y Antonio Chinas. Estuvieron detenidos tres días y se los llevaron después a Cáceres, para hacerles juicio, pero los soltaron unos días después, cuando aparecieron “panfletos u octavillas” por Cañamero, diciendo que esos dos hombres eran inocentes, y atribuyéndose la autoría de los hechos al grupo de “Veneno”,

        Otro hecho que ocurrió fue el secuestro de Miguel Maldonado, en el sitio llamado Cubilar (Cañamero), y enviaron a su hermano Santiago Maldonado a cobrar el rescate, que fue de 30.000 pesetas, que se hicieron efectivas.

        También planearon secuestrar a Matías Pazos (farmacéutico y alcalde de Cañamero) y a su cuñado Jacinto (médico), pero ante la oposición de mi abuelo a realizar esta acción, no la llevaron a cabo, muy a su pesar, pues les tenían ganas, ya que si hacían algo así, peligraría la estancia del grupo en esta zona, y la de ellos también como enlaces y familiares.

Por último, quiero mencionar un “regalo” que recibió mi abuelo Hernán de parte de “Veneno”, fruto de alguno de sus golpes económicos en algún cortijo. Era una escopeta paralela de cañones recortados, con las cachas de plata. Le dijeron que, cuando ellos se fueran de allí, si algún día tenía problemas, que “arreara candela” con ella. Pero mi abuelo, por miedo o precaución, la desmontó y, después de engrasarla, la envolvió en unos trapos, la metió en un saco y la enterró en algún lugar aún desconocido de la finca.

Es cierto, como usted relata en su libro, que tenían una relación como de familia. Mi abuela María les preparaba la comida, les remendaba y cosía la ropa y se la lavaba en el arroyo, con especial cuidado de tenderla entre los zarzales, para que no la viese la gente que pasaba por allí, pues por aquel entonces vivía mucha gente en el campo. En estas tareas le solía ayudar mi madre Teresa, que era la mayor.

Por otra parte, mis tíos Hernán y Juan, que son los que siguen en edad a mi madre, estaban ocupados con el ganado, a la vez que vigilaban que no merodease nadie extraño en los alrededores de la finca. Por la casa solían estar mi tía Isabel y mi tío Pablo, que era el más pequeño, y al igual que los demás, siempre vigilando.

Los guerrilleros, por su parte, también ayudaban en lo que podían. Cuenta mi madre que alguna vez ayudaron a segar a mi bisabuelo Juan, y a arrancar lino a mi bisabuela María. También cuenta que en la casa hicieron un tabique de separación, de ladrillos de barro, y arreglaron el tejado, pues tenía goteras. Esta faena la realizó “Parachuta”, poniéndose la ropa de mi abuelo Hernán, para que no sospechase la gente que por allí pasaba.

Estando ellos allí, es cierto que nacieron algunos de mis tíos. Fueron  Diego y Alejandro. Este último es el que ahora tiene la finca. La casa está igual que por aquel entonces, mantiene la misma fachada, el mismo cuarto donde hacían vida, que parece increíble, por las dimensiones que tiene; pero allí estaban mis abuelos, sus padres y mis tíos.

Después de cumplir condena mi abuelo, por haberles delatado el “Manchego”, nacieron dos tíos más: Mari Nieves y Luis, que contaba con 8 meses de edad, cuando mi abuelo falleció.

Todavía tiene que estar la bala en el cuarto, cuando “Manchego” le pegó el tiro a “Eléctrico”. Cuántas veces se lo he oído contar a mi madre, al igual que a mi tío, y cómo bramaba como un toro “Veneno”, cuando le acabaron de cortar el hueso del dedo, detrás de la casa.

Mi abuelo Hernán falleció el 3 de mayo de 1964. Estaba cuidando unas ovejas que tenía, y un peón caminero que estaba por allí trabajando, le dijo: Hernán, ven para abajo y nos echamos un cigarro, a lo que mi abuelo accedió. Estando los dos allí sentados a la orilla de la carretera, pasó un coche en el cual iban el secretario y un abogado de Logrosán, Evaldo Muñoz, y le pasó por encima, quedando el compañero ileso; pero mi abuelo falleció al día siguiente en Cáceres por las heridas. Mi familia siempre ha mantenido que fueron a por él, dados sus ideales políticos. Mi abuela María quedó viuda, con diez hijos a los que mantener en aquellos años duros.

Sobre los años 1981-1982 recibimos la visita inesperada de “Viriato”, al que conocíamos como Luis “El Goyorías”. Se presentó en Cañamero, en casa de mi abuela María; era agosto, pues yo me encontraba en el pueblo de vacaciones, tendría unos 12 ó 13 años, y recuerdo que me quedaba asombrado al escucharle contar algunas de las historias de cuando estuvo en la sierra. Comimos, y por la tarde mi padre lo acercó a Guadalupe. No volvimos a saber más de él. A lo visto llevaba un negocio de grúas o máquinas excavadoras y estaba en Valencia. Nos dio una tarjeta, pero se extravió y perdimos el contacto.

Mi abuela María falleció también fatídicamente el 8 de julio de 1991. Estaba sentada en la puerta de su casa tomando el fresco, cuando de repente el camión de la basura, que estaba unos treinta metros más arriba, se le soltó el freno de mano y salió calle abajo, arrollándola y provocándole la muerte horas después, antes de llegar a Cáceres.

Por lo demás, todos mis tíos viven y recuerdan amargamente la vida llena de penalidades que vivieron, al quedarse sin su padre a tan cortas edades, y las injusticias con que fueron tratados, por el hecho de ser hijos de quien eran, un rojo que ayudó durante años a los de la sierra.

Poco más queda por decir. Le puedo facilitar fotos de mi abuelo en la cárcel, de mi abuela visitando a mis dos tíos Hernán y Juan, a los cuales se los llevaron a un correccional de Menores en Olivenza. Dos años estuvieron allí por coger un pollo para comer, pues eran unos años malos. La casa de la finca en el Valle del Búho, donde estuvo el grupo de “Veneno”, se halla igual que entonces, como le dije. Estamos a su disposición en lo que haga falta, con tal de contribuir a la causa que tan noblemente usted viene llevando a cabo durante tantos años, con el deseo de que vea la luz lo que tanto tiempo estuvo callado y oculto.

Me alegraría, si usted dispone de ello, me pudiera facilitar las direcciones o teléfonos, tanto de Francisco “Veneno” como de Bonifacio “Eléctrico” y de Aurelio “Viriato”, al que conocían como Luis. De “Parachuta”, como dice en su libro que se le perdió la pista una vez que se alistó en la Legión Extranjera, pues no la tendrá, pero si tiene alguna información, hágamela llegar, por favor, pues este es el que más conocía a mi abuelo Hernán, pues estuvo con él en el Batallón de Trabajadores, y fue el que llevó al grupo a la finca del Valle del Búho, de Cañamero.

 

        Aquí acaba un relato doloroso de una microhistoria desconocida de tantos miles de españoles durante la guerra y la dictadura. La microhistoria sigue desconocida, y la macrohistoria, también. Seguramente, a las personas no tóxicas les gustará leer esto y aprender. A los del odio y la mala leche les molestará. Siempre ha sido y es así. Este autor, como historiador, se complace en levantar acta de todo lo ocurrido, lo grande y lo pequeño, para que, como decía Herodoto, quede constancia de los hechos y los sufrimientos de los seres humanos. El hecho de que el matrimonio que dio cobijo a los de la sierra, los dos en fecha distinta hayan muerto arrollados por un vehículo, no fue casualidad; fue otra cosa. En fin, Francisco Delgado Montes, aquí queda expuesto tu relato, extraviado muchos años en las cajas de mis papeles, por lo que presento excusas, pero nunca es tarde, si la historia es buena.

 

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