HUIDOS,
MAQUIS Y GUERRILLA.
Una
década de rebeldía contra la dictadura.
Por
Francisco Moreno Gómez
Resumen
El fenómeno histórico de los huidos,
maquis o guerrilla en la España de los años cuarenta tuvo rasgos muy variados y
complejos, hasta hoy no investigados suficientemente ni los hechos se han
reconstruido como la importancia del fenómeno exige. Los 7.000 hombres
(incluidas varias decenas de mujeres), que a lo largo de la década buscaron
refugio en los montes, representan una voluntad de no darse por vencidos, un
último esfuerzo testimonial en pro de la República democrática y, sobre todo,
una huida de la represión y de la venganza desencadenada por los vencedores.
Esta motivación última de la huida como consecuencia del acoso de un estado
represor es la principal diferencia con los maquis o guerrilleros que en Europa
se batieron contra el fascismo italo-alemán. Esa motivación explica que el
maquis español mantuviera siempre ese carácter defensivo, más que ofensivo, aún
en los años de la organización propiamente guerrillera.
Cuando en 1944-1945, el PCE adoptó la
táctica de la lucha armada contra Franco, militarizando la masa de huidos
existente por los montes y enviando militantes nuevos y cuadros directivos
desde Francia, esta creación de la guerrilla hay que entenderla: primero, en el
contexto histórico de la lucha antifascista europea, que estaba logrando un
avance victorioso; segundo, se explica también por el entusiasmo de los
exiliados españoles en Francia, partícipes en esa exitosa lucha del maquis, lo
que les movió a intentar la misma aventura en España; y tercero, la guerrilla
antifranquista se organizó como el brazo armado de Unión Nacional, la entidad
política, frentepopulista, actuante en Francia y en España desde 1942,
organismo que pretendía agrupar al exilio republicano para una hipotética
restauración republicana en España.
Primeramente, el período de huidos,
todavía desorganizados, se inició en 1939-1940 con los que no se entregaron a
los vencedores y los que se evadieron de las cárceles, campos de concentración
o de trabajo, uniéndose a nutridos grupos que deambulaban desde 1936 por
Galicia y León, o desde 1937 por Asturias. Los datos oficiales se ocuparon poco
del fenómeno y apenas se encuentran cifras anteriores a 1943. En estos primeros
años el régimen no aparece especialmente preocupado por los fugitivos del monte
y confía acabar pronto con ellos, por medio de la Legión, los Regulares o la
Guardia Civil, la cual sólo toma protagonismo a partir de 1941.
Los huidos se
aplastaban en el terreno y la dictadura apenas conseguía éxitos represivos, a
no ser en los montes de Toledo, donde los huidos fueron casi exterminados en el
bienio 1941-1942. En las demás sierras trataban de pasar casi desapercibidos,
atentos sólo a la supervivencia. La dictadura se hallaba lejos de sospechar que
aquellos fugitivos se convertirían en guerrilla a partir de 1944. Esta es la
razón -la escasa envergadura aún del problema- por la que no se puede afirmar
que Franco rechazara intervenir en la II Guerra Mundial debido al problema de
la guerrilla, que no lo era aún, sino sólo huidos, porque estamos hablando de
1940, 1941 ó comienzos de 1942.
La organización de las guerrillas la
emprendió el PCE a partir del otoño de 1944, si bien ya antes, en 1942, se
habían adelantado los socialistas de León y fundaron la Federación de
Guerrillas de León-Galicia, y en Asturias, también en 1942, se crearon los
Comités Antifascistas, también con hegemonía socialista. Luego, los comunistas
dieron forma a finales de 1944 a su 4ª Agrupación o Ejército Guerrillero de
Galicia, y por otro lado, la Agrupación Guerrillera de Asturias. Con todo, el
primer objetivo guerrillero del PCE en España fue el Ejército Guerrillero del
Centro, con puesto de mando en Madrid, cuyo jefe militar fue “Fermín” (José
Isasa Olaizola), algo apenas tenido en cuenta en los pocos libros publicados
sobre el tema. “Fermín” distribuyó a sus delegados en Toledo-Cáceres (1ª
Agrupación), en Ciudad Real (2ª Agrupación), en Albacete (5ª Agrupación) y en
Córdoba (3ª Agrupación); es decir, todo un entramado guerrillero, desde el Tajo
al Guadalquivir.
Después, el segundo gran objetivo del PCE fue la Agrupación
Guerrillera de Levante (AGL), que se creó “ex novo”, con reclutamiento enviado
desde Francia, luego nutrido con los autóctonos, enlaces que se vieron forzados
a saltar al monte. Por otro lado, se formó la Agrupación de Granada-Málaga, con
su primer jefe Ramón Vías en 1945, y luego José Muñoz Lozano “Roberto”, a
partir de 1946. Después, no debe olvidarse una estructura de guerrilla urbana
del PCE en Madrid, y en Barcelona, una de la CNT y otra del PSUC.
En la encrucijada de 1944-1945 destacó el
episodio del Valle de Arán (octubre 1944), cuyos pormenores deben reescribirse,
a partir del descubrimiento de las memorias inéditas de Vicente López Tover y
de “Mariano”, con las que se deshacen tópicos y falsas creencias, como el papel
“salvador” de Carrillo, que no fue tal, o como la supuesta masacre en el Valle,
cuando los muertos no pasaron de la veintena y, además, todo terminó con una
retirada en perfecto orden. Cuando acababa 1945, un asombroso aparato organizativo
de guerrillas tenía en tensión las sierras de España. Y ahora sí llegó la
preocupación al epicentro del régimen, no tanto por la guerrilla en sí, sino
por los efectos que pudiera provocar en el ánimo de los aliados. Fue la posible
influencia internacional de la agitación guerrillera lo que preocupó en serio
al dictador. Sin embargo, a medida que avanzaba 1946 y se disipaba cualquier
sombra de intervención aliada en España, el régimen se lanzó de lleno a la
represión de las montañas y no dejó guerrillero con cabeza, poniendo en marcha
todos los recursos de la “guerra sucia”, sobre todo en el trienio del terror
(1947-1949), si bien varias Agrupaciones sobrevivieron hasta 1952 o algo más.
La falta de investigación y de
publicaciones profundas y exhaustivas ha motivado que la realidad se mezcle con
toda suerte de tópicos. Así, la opinión infundada de que el maquis careció de
apoyo social. Aunque no tuvo todo el apoyo necesario, a causa del terror, sí
consiguió mucho más apoyo del que se dice. Prueba de ello fue que sólo los
enlaces o encubridores detenidos ascendieron a 60.000 en toda España. Tampoco
es cierto que la guerrilla obedeciera a un proyecto “estalinista” del PCE, sino
que el objetivo político fue siempre la restauración republicana y democrática,
buscando el respaldo de todo el exilio a través de organismos como Unión
Nacional, la ANFD o los Consejos de Resistencia.
En cuanto a la financiación de
la guerrilla, nunca fue de origen internacional, ni siquiera de la dirección
del PCE, sino únicamente a partir de los golpes económicos que realizaban los
guerrilleros. Más aún: está demostrado que la propia guerrilla se veía obligada
a sostener económicamente a organismos del partido. Por último, en ese haz casi
inabarcable de aspectos múltiples que suscita la guerrilla, debe mencionarse la
cuestión de la supuesta “desconvocatoria” de octubre de 1948, a raíz de la
visita de la dirección comunista a Stalin, otro mito infundado. Ni Stalin
sugirió tal desconvocatoria ni el equipo de Carrillo la llevó a cabo, al menos
hasta mediados de 1951. Es otra de las cuestiones no revisadas y poco
estudiadas en la historiografía del tema. Sólo la investigación histórica
pendiente nos ayudará a superar mitos y realidades.
Preliminares.
Se ha dicho que el fenómeno
huidos-maquis-guerrilla (los tres términos coetáneos a los hechos, en cuya
polémica no queremos entrar) constituyó, en la inmediata posguerra, la última
batalla de la causa republicana. Posiblemente es así, aunque el fenómeno
reviste multiplicidad de planos, aspectos y matices. Para empezar, la raíz de
los hechos hay que buscarla en la cruel, exhaustiva y terrible represión
franquista que se generalizó después de la victoria. La victoria de la
venganza. En consecuencia, ante la persecución y acoso de los derrotados en
1939, una minoría optó por echarse al monte y huir de la quema.
Fue el afán de
supervivencia la primera motivación del fenómeno del maquis, lo cual establece
la primera y principal diferencia con otros casos de resistencia en la Europa de
la II Gran Guerra, como los maquisards en Francia o los partisanos en Italia y
Yugoslavia. El carácter fugitivo de los españoles les mantuvo siempre, aun
después de organizados en guerrillas en 1944-1945, en un tipo de guerrilla a la
defensiva. Pocas veces tuvieron actividad verdaderamente ofensiva, lo cual era
imposible ante un régimen totalitario y policial fuertemente atrincherado en su
victoria. Casi nunca provocaban los “encuentros”, sino que los esquivaban. No
fue, por tanto, una guerrilla convencional, sino muy peculiar y muy
condicionada por la maquinaria represiva del régimen.
Los nutridos grupos de huidos que
merodeaban por las principales montañas españolas, armados y en abierta
rebeldía contra la dictadura, fueron reconvertidos en guerrilleros por
iniciativa del PCE, entre 1944 y 1945, como consecuencia de tres factores. Uno,
la situación europea del avance victorioso de los aliados contra el fascismo
italoalemán; otro, el estado de euforia de los exiliados españoles que habían
intervenido en Francia en la resistencia
contra los nazis y en la liberación de este país; tercero, la política
frentista y antifascista que había propiciado el PCE desde 1942 con la célebre
plataforma de Unión Nacional. La guerrilla surgió en 1944 como el brazo armado
de Unión Nacional, y así se exportó a España, después de haberse ensayado ya en
Francia, exitosamente, contra la invasión nazi. Las cosas en España serían muy
diferentes. No habría victoria, sino una espantosa tragedia. Pero este
desenlace lo conocemos hoy a toro pasado. En aquella encrucijada del avance
victorioso de los aliados, el panorama difería totalmente. Por ello cundió la
organización guerrillera entre los huidos del Norte (León, Galicia, Asturias y
Santander), los huidos del centro (Montes de Toledo y Sierra Morena, del Tajo
al Guadalquivir), los huidos del Sur (Cordillera Penibética: Granada, Málaga y
Cádiz). El caso de Teruel y Valencia fue diferente, porque apenas merodeaban
huidos por aquí, y la organización guerrillera surgió “ex novo”, con exiliados
españoles enviados desde Francia, desde comienzos de 1945. Luego se fueron
incorporando muchos autóctonos de la zona levantina. Por otro lado se
desarrolló un esbozo de guerrilla urbana en Madrid y Barcelona. De todo lo
cual, los estudios son hoy día todavía incompletos y dispersos, y abundan más
los estudios de análisis que los estudios de reconstrucción de los hechos. Pero
difícilmente se pueden aventurar análisis, si no se conoce antes lo que ocurrió
(1).
La primera fase o
“período de huidos”
Es la fase más olvidada por la historia,
al igual que en los documentos oficiales. En las estadísticas de la Guardia
Civil se reconoce que no se poseen datos de los años 1939-1942, y muy pocos de
1943 (2); es decir, quedan sin contabilizar los cuatro primeros años del
conflicto. Y sin embargo, antes de 1943 la actividad del maquis fue intensísima
y con una mortandad considerable, tanto en León, Galicia y Asturias como en Extremadura, los Montes de
Toledo, La Mancha, Sierra Morena y la Penibética granadina. Sólo en la zona de
Levante no existió este fenómeno previo de los huidos. Y no se olvide que
muchos grupos de huidos databan ya de la temprana fecha de 1936, a consecuencia
de la primera oleada represiva de los golpistas, como en León, Galicia
(Asturias a partir de 1937), Extremadura y Huelva, es decir, los que se
quedaron aislados de la zona republicana y, por otra parte, con el paso cerrado
a la frontera portuguesa. Los extremeños y los onubenses fueron pronto
aniquilados (3). Sólo los del Norte lograron, en parte, sobrevivir hasta la
posguerra.
Varios miles de personas huyeron a los
montes en 1939 y 1940, acosados por la represión del dictador. La huida apenas
preocupó al régimen, atareado al principio en aniquilar a los miles de presos
en las cárceles mediante miles de consejos de guerra y fusilamientos. “Primero
acabaremos con estos, y luego con los del monte”, decían. En 1940 se utilizaron
contra los huidos expediciones de tropas del Ejército, de la Legión, de
Regulares, Caballería y Somatenes, en los puntos más conflictivos. Hubo
compañías de Regulares en León, Asturias, en Ciudad Real (Almadén,
Puertollano), en Córdoba, etc. Tropas de Caballería en Toledo (Navahermosa),
una Bandera de la Legión en Córdoba. Pero estas tropas más bien se dedicaban a
aterrorizar a la población rural en vez de perseguir a los huidos. A partir de
1941 el protagonismo de la represión pasó casi íntegramente a la Guardia Civil,
se inventaron los destacamentos en el campo, en determinados cortijos, con acuartelamiento
permanente de patrullas de guardias, y se crearon las compañías Móviles, cuyas
dotaciones se destinaron expresamente a la persecución de huidos.
Con todo, conviene anticipar que el
régimen todavía no había adquirido verdadera conciencia del problema del
maquis, sólo considerado un problema de rebeldía y “prófugos de la justicia”,
que no tardarían en ser aniquilados. Ni había tenido lugar todavía ni el
régimen podía aún imaginar la derivación política que el fenómeno tomaría a
partir de 1944, con las infiltraciones desde Francia y la operación del Valle
de Arán. Por esta razón no conviene hipervalorar el problema de los maquis
hasta esa fecha, porque se podría llegar a conclusiones erróneas, como ha sido
el caso de quienes han aventurado que Franco no entró en la II Guerra Mundial
debido al problema del maquis, lo cual es totalmente inverosímil, por la
sencilla razón de que en 1940-1941, fechas en las que podría haber ocurrido tal
beligerancia, el régimen no había adquirido conciencia aún del problema del
maquis ni mucho menos, porque tal problema se desencadenó con posterioridad.
El período de huidos es el más oscuro por
la precariedad de datos. Ya sabemos que la Guardia Civil no empezó a tomar
datos en serio hasta 1943. Las cifras de este período resultan imprecisas, pero
de considerable importancia. A comienzos de 1939, nada menos que 800 huidos
asturianos intentaron escapar por el puerto de Tazones (14-1-39), en una
operación frustrada que se saldó con 50 muertos (4). En los montes de Casayo
(entre Orense y León) se ocultaban antes de 1942 más de 50 hombres. Y por todo
el Norte, los huidos se contaban por centenares antes de la formación de las
guerrillas. En Galicia, de los 870 guerrilleros que computa Bernardo Máiz (5),
gran parte de ellos proceden del período de huidos, aunque reconoce el problema
de no hallar datos anteriores a 1943. En cualquier caso, el número de huidos en
el Norte de España fue considerable, unos provenientes del tiempo de la guerra,
otros posteriores a la terminación de la misma, tanto en León-Galicia, como en
Asturias y en Santader.
Los huidos de León y Galicia fueron los
primeros en encuadrarse en un organigrama guerrillero, ya en la primavera de
1942, cuando 24 de ellos se reunieron en los montes de Ferradillo (Ponferrada)
y fundaron la Federación de Guerrillas de León-Galicia. Tenía carácter
pluripartidista, aunque con mayoría socialista. Poco después, la llegada de
algún cuadro comunista más hizo que la Federación se adhiriera a U.N. También
en 1942, los asturianos constituyeron otro organismo guerrillero: el Comité de
Milicias Antifascistas, con idéntica hegemonía socialista. Pero ambos
organismos entraron en crisis en 1944, cuando el PCE inició la campaña general
de organización guerrillera y, en vez de sumarse a estos citados organismos,
creó el Ejército Guerrillero de Galicia y la Agrupación de Asturias-Santander.
En cuanto al Este de España encontramos
una excepción: apenas existieron huidos anteriores a 1944. Fue después de las
“invasiones” de 1944-1945 cuando surgió el fenómeno. En cambio, en el Sur de
España, en la cordillera Penibética, proliferó el plantel de huidos desde final
de la guerra, incluso antes. En Málaga (por Ronda y Alora) deambuló la partida
del “Tabarrito” desde 1937. Logró sobrevivir hasta 1942. Otra partida, la de
“Chaparro”, también de 1937, fue rápidamente aniquilada. En el mismo año surgió
la de “Casares”, la más numerosa y duradera, por Sierra Bermeja, algunos de
cuyos miembros sobrevivieron hasta 1950. El más popular de los malagueños fue
“Manolo el Rubio” (Pedro Pérez Hidalgo), con un largo historial de luchador
antifranquista, convertido al final en uno de los topos más célebres.
La
partida de “Los Morenos de Cortes” apareció en 1940 en Jimena de la Frontera y
actuó entre Málaga y Cádiz. En 1939 se echó al monte “El Narbo”, en la zona de
Antequera. Desde 1940 actúa por término de Marbella el grupo de “Marcelino” y
“Palmero”, al igual que los hombres de “El Pellejero”. Los hombres de “Diego el
de la Justa” actúan por las mismas fechas por los términos de Teba y Ardales.
Los de “El Rubio de Brecia”, por Coín y Alhaurín de la Torre. En 1941 surgió
por la misma zona y Alhaurín el Grande la partida de “Perejil” y “Carasucia”,
que prolongaron su existencia hasta 1949. Por último, se puede citar la partida
de “El Calderilla”, que actúa en 1943 por Archidona y Antequera. Todo ello
revela que el período de huidos en la sierra de Málaga fue muy nutrido y
agita-dísimo.
No menor importancia revistió el fenómeno
en Granada. Uno de los primeros huidos más célebres fue “El Yatero” (Juan
Francisco Medina, de Quéntar, comunista, ex capitán de la República, evadido de
un campo de concentración en 1939). A su grupo se unieron en 1940 dos célebres
anarquistas: “Los Quero” (hermanos Antonio y José Quero Robles, evadidos de una
prisión de Granada capital. Otros dos hermanos, Francisco y Pedro -éste,
llegado de Francia en 1945- se unirían a los dos primeros). Actuaron con
increíble temeridad, a veces en las proximidades de la capital, e incluso
dentro de la misma. Más tarde, “Los Quero” se separaron del “Yatero” y formaron
grupo independiente, que trajo de cabeza a los represores de la dictadura. En
1940 se pusieron en circulación otras dos partidas: la de “El Rastrojo” (en
término de Diezma) y la de “Los Galindos” (en La Alpujarra). En 1942 surgió el
grupo de “Ollafría” (que se movió entre Granada y Jaén), con un largo
historial, hasta que en 1948 consiguieron escapar al Norte de África. Otra
partida de huidos fue la de Rafael Castillo “Clares”, así como la del
“Rabaneo”, todos integrados luego en la Agrupación Guerrillera de Granada en
1945-1946.
El Sur de España se completa en la
Serranía de Ronda y Campo de Gibraltar (zona limítrofe Málaga-Cádiz) con el
curioso personaje Bernabé López Calle “Comandante Abril” (un ex guardia civil
de Montejaque, anarquista, que al empezar la guerra se hallaba en Antequera,
luchó por la República y llegó a comandante en frente de Teruel). Al acabar la
contienda, curiosamente no le aplicaron excesivas represalias, y en 1942 se
hallaba en su pueblo sometido a libertad vigilada. De ahí huyó al monte,
primero a la Serranía de Ronda y luego al Campo de Gibraltar, donde llegaría a
mandar a los gaditanos y algunos malagueños en la Agrupación Fermín Galán, siendo
su principal lugarteniente “Manolo el Rubio”.
Por otra parte, el Sur y la Costa del Sol
conllevan un atractivo histórico especial, por ser esta zona punto de recepción
de numerosos contactos con los exiliados del Norte de África y haberse producido
por estas costas numerosas infiltraciones de cuadros comunistas, bastante antes
que por los Pirineos. Este alborear de los prolegómenos guerrilleros se inició
en 1943, después del desembarco de los norteamericanos, ocurrido en el
Marruecos francés el 8 noviembre 1942. Meses después, los norteamericanos
instruían a los exiliados y comunistas españoles en el Norte de África, sobre
todo en Argel (aún no había estallado la “guerra fría”), con objeto de que
hicieran incursiones a la Costa del Sol y recabaran información sobre la
situación defensiva de la costa española, para lo cual los acercaban en barcas
y luego venían a recogerlos. Estas idas y venidas desde África a las costas de
Málaga menudearon durante 1943 y 1944 (6), y en ellas destacó el gran luchador
Joaquín Centurión, exiliado en Argel, y luego célebre guerrillero en Málaga. En
noviembre de 1943 consta un auge de la organización comunista en Málaga y en
Melilla, organización que cayó en febrero en 1944, con 90 detenidos, un grupo
de los cuales fue fusilado.
En agosto de 1944 aterrizó Santiago
Carrillo en Argelia y con él las cosas cambiaron, porque rompió los contactos
entre los norteamericanos y los exiliados españoles. Él mismo planeó adentrarse
en España con un grupo, pero al final fue Ramón Vías (un experimentado
comunista madrileño exiliado, oriundo de Vallecas) el que entró en tierras de
Málaga a finales de noviembre de 1944, y fundó el llamado 6º Batallón; pero no
adelantemos acontecimientos y concluyamos que el período de huidos en el Sur
tuvo una temprana estimulación política y preguerrillera.
Sin duda, los lugares de España que mayor
número de huidos vieron aparecer en 1939-1940 fueron los últimos dominios de la
República y los últimos territorios en caer en manos de los franquistas, es
decir, la zona Centro-Sur. Llama la atención el caso de Córdoba (en su zona
norte o comarca de Los Pedroches), con número importante de huidos al término
de la guerra: huidos de Adamuz (grupos de “Romera” y de “Perico el Manco”), de
Villanueva de Córdoba (grupos de Julián Caballero, de “Los Parrilleros”, del
“Ratón”, etc.), de El Viso (grupo de “Lazarete”), anarquistas de Villaviciosa y
de Santa Eufemia, “Los Jubiles” de Bujalance, y sobre todo, el numeroso grupo
de Hinojosa y de Belalcázar.
En ambos pueblos ocurrieron sendas evasiones de
cárceles en número importante: en Belalcázar, evasión del 4 agosto 1939, y en
Hinojosa, el 1 septiembre 1940 (de aquí salió el célebre “Francés”, que sería
luego el líder guerrillero de Cáceres). En total: 30 fugitivos más que se
unieron al monte. Al llegar a 1944, la represión de huidos en Córdoba había
dejado ya fuera de combate a 87 antifranquistas, un número de bajas muy crecido
que revela la considerable resistencia al régimen desde el primer momento (7).
Los que no se entregaron en 1939 no fueron el número más significativo, sino
los posteriores evadidos de las cárceles, de los campos de concentración y de
los batallones de Trabajo, más los que se negaban al servicio militar
franquista y los que se veían acosados por palizas y malos tratos. Más tarde
empezaron también a huir los que, siendo enlaces, se veían descubiertos.
En la Sierra Morena de Jaén proliferaron
también los grupos de huidos desde 1939, como el grupo de “El Vidrio” y “El
Portugués” (entre Marmolejo y Andújar), el grupo del granadino “Salsipuedes”
(al que luego sustituyó “El Cencerro”), el grupo de “Los Chaparros” (comunistas
de Huelma, que no se entregaron en 1939), el grupo de “El Checa” (otro
granadino), el de “Costilla” (de Alcaudete), “El Rojo Terrinches” (de Ciudad
Real), el trío de “El Perdiz” (de Bailén) y varios grupos más, buen número de
ellos evadidos de las cárceles franquistas. Su número de bajas en el período de
huidos, 85 hasta 1944, casi se iguala con Córdoba (8).
En los primeros años de la posguerra
también empezaron a deambular huidos por Ciudad Real de manera creciente:
evadidos de prisiones y del campo de Trabajo de Hato Blanco, más otras partidas
de provincias vecinas aficionadas a recorrer estas tierras, como los cordobeses
de “Lazarete” y los de “Sincolor”, los de “Corruco” (toledano) y los de
“Chaquetalarga” (de Badajoz). Autóctonos eran “Los Chuchas” (no entregados en
1939), “El Manco de Agudo”, “El Lastras”, “El Víctor”, “El Mera”, “El
Sartenilla”, etc. Las bajas de éstos hasta 1944 ascienden a 63, cifra
importante.
Típica zona de huidos fueron los montes
de Toledo. Falangistas y vencedores de esta provincia se lanzaron con saña al
castigo y represalias contra los vencidos. A un cierto número que no se entregaron
se unieron enseguida una caterva de evadidos de las cárceles en 1939 y 1940,
que se agruparon en torno al “Rubio de Navahermosa”, “Chato de la Puebla”,
Manzanero, “Comandante Honorio” y “Quincoces”. Los tres últimos sobrevivieron
hasta la etapa guerrillera, pero la mayor parte de los huidos toledanos, más de
100, fueron capturados o eliminados en los primeros años, 1941 y 1942.
Si hemos de recorrer el marco de la zona
centro, especialmente insólito resulta el caso de Cáceres. Esta provincia, en manos
franquistas durante la guerra, había sido ya “pacificada” y en un primer
momento no conoció el fenómeno de los huidos; pero llegaron los foráneos y
surgió el conflicto. El 6 diciembre 1940 llegó al Este de Cáceres la “gran
marcha” de huidos -unos 40- procedentes de Córdoba y Badajoz, entre ellos el
célebre “Francés”, “Chaquetalarga”, “Corruco”, etc. (9). Nada más entraron en
Cáceres, el teniente coronel Gómez Cantos montó en cólera y volvió a sus viejos
métodos africanistas: aplicó el “paseo” a 30 vecinos de Alía y La Calera, como
terapia preventiva contra la ayuda a los huidos. También aparecieron por
Cáceres los toledanos de “Quincoces”. Todos llevaron, de momento, vida
discreta. Otros regresaron a Córdoba, pero “El Francés” se quedó para siempre en
las sierras cacereñas, fue creando redes de enlaces, los cuales empezaron a
huir al monte en 1943 y 1944 al verse descubiertos. De esta forma, los huidos
autóctonos se fueron sumando a los foráneos.
Los huidos de Badajoz, casi todos
evadidos de cárceles y campos de concentración, no echaron raíces en su
provincia, sino que se aficionaron a corretear las provincias vecinas. Así, “El
Chato de Malcocinado” prefería internarse en sierras de Córdoba y de Sevilla.
Los de Cabeza del Buey se inclinaban por el Valle de Alcudia (Ciudad Real). Los
de Navalvillar de Pela (“Valentín” y “El Colorao”) también menudeaban
incursiones por Ciudad Real. Ambos iniciaron sus andanzas con una docena de
evadidos de la prisión de Puebla de Alcocer, en junio de 1940. Idéntico había
sido el origen fugitivo de “Chaquetalarga”, evadido con otros de la prisión de
Herrera del Duque, en marzo de 1940.
En conclusión, todo análisis del hecho
histórico de los huidos y guerrilla de la década de 1940 hay que entenderlo
como cara y cruz de una misma moneda, como una misma realidad con dos
vertientes. La guerrilla antifranquista fue la reorganización armada de una
realidad anterior: la de los huidos de la represión al término de la guerra.
Por tanto, no fue una guerrilla creada “ex novo” en 1944-1945. Fue la
reconversión de los huidos. Esto quiere decir que tampoco fue una guerrilla
“voluntaria”, sino luchadores a la fuerza, porque previamente habían tenido que
escapar de los vencedores. Este carácter fugitivo previo distingue la guerrilla
española de la resistencia europea antifascista, si bien esta diferencia no es
del todo radical, porque también en los primeros “maquisards” franceses existe
un rasgo de huida, cuando se refugiaron en el bosque para no participar en el
S.T.O. (Service de Travail Obligatoire), según las órdenes del gobierno
colaboracionista de Vichy, para dotar de mano de obra a este gobierno y al
alemán. Muchos franceses se declararon en rebeldía y crearon los primeros
“maquis” (campamentos en el monte), para escapar a los trabajos obligatorios
(10).
También a diferencia con la lucha
antifascista europea, la resistencia española tuvo siempre, en mayor o menor
medida, un carácter defensivo más que ofensivo; siempre con ese sello inicial
de huida y escapada de la represión dictatorial. En algún lugar lo hemos
escrito: los huidos y los maquis españoles, forzados por las circunstancias,
casi siempre corrieron delante de la Guardia Civil; muy pocas veces, detrás.
En cualquier caso, los huidos
representaron el último testimonio de una República que se resistió a darse por
vencida, de una democracia que dio con estos hombres su último suspiro de vida
frente al golpismo militar de 1936 y de un movimiento obrero que se resistía a
claudicar y que hundía sus raíces en los inicios del siglo XX, fortalecido en
la crisis de 1917, en las agitaciones del “trienio bolchevique” (1918-1920), en
las luchas contra la dictadura primorriverista, y sobre todo, en aquel gran
ejercicio de derechos y libertades que trajo la República de 1931, con la
consiguiente pedagogía emancipadora que esta primera democracia supuso para la
masa proletaria. Luego, la gran empresa defensiva de la República en la guerra
civil enseñó a aquella masa obrera o republicana a ser protagonista de su
destino. Demasiada conciencia democrática para darlo todo por perdido en 1939.
De ahí que una minoría, la más rebelde, huyera a los montes en 1939 y 1940,
inicialmente.
Lo que en modo alguno puede admitirse es
que en los primeros años el fenómeno de los huidos, dispersos e inconexos,
causara especiales preocupaciones al régimen, y mucho menos, que tales huidos,
considerados como simples prófugos que enseguida serían aniquilados,
interfirieran o condicionaran la política internacional de Franco. Algunos
opinadores, e incluso historiadores, siguen deslizando la inverosímil creencia
de que la existencia de los huidos (no la guerrilla: estamos hablando de
1940-1941) disuadió a Franco de entrar al lado de Hitler en la II Guerra
Mundial. Esta observación es pura fantasía, por la sencilla razón de que en las
fechas en que tal entrada en guerra podría haberse producido, 1940-1941, el
problema de los del monte carecía en absoluto de virulencia y el régimen tenía
confianza en acabar pronto con aquellos “rojos” inadaptados, pequeño incordio
residual de la guerra. Hasta que la II Guerra no se acercó a su desenlace, el
régimen no tuvo la menor conciencia del posible peligro de la guerrilla.
Atribuirle a ésta virtualidades antes de organizarse puede conducir a
importante error de análisis (11).
Por otra parte, las fuentes franquistas
han manipulado siempre los motivos de la huida a la sierra, basándose en
supuestos crímenes y presentando a los huidos como fugitivos de la “justicia”.
Tal explicación carece de rigor histórico. Sólo una minoría (ni siquiera un
diez por ciento) huyó por responsabilidades penales. La mayoría huyó por
responsabilidades políticas y por el acoso de la represión. El mayor
contingente de huidos proceden de las evasiones de las cárceles, campos de concentración
y campos de Trabajo, cuando en 1939 y 1940 se hallaron con sorpresa ante una
represión inesperada, pródiga en torturas y penas de muerte. Los que no se
entregaron en 1939 fueron minoría. La segunda gran oleada de huidos al monte
fueron los enlaces descubiertos o “quemados”. También, los desesperados por el
ambiente hostil creado por los vencedores contra los vencidos en los pueblos,
que les hacía la vida imposible. Por otro lado, huyeron muchos mozos al ser
llamados al servicio militar franquista. Para muchos jóvenes con conciencia
democrática era demasiado grave imaginarse sirviendo militarmente al dictador,
y desertaron.
Otros huyeron del hambre y de la situación asfixiante de
marginación y exclusión laboral. Y no faltaron quienes se echaron al monte por
pura convicción política, sobre todo a la hora de formar las guerrillas, como
eran los cuadros directivos y militantes experimentados, principalmente los
enviados desde Francia por el PCE. En definitiva, el período de huidos se
caracterizó por la improvisación en todos los órdenes, el individualismo, la
formación de partidas inconexas, las dificultades de subsistencia y la
necesidad de dar atracos para hacerse de alimentos y de armamento. Gran parte
de este “modus vivendi” continuó durante toda la década, a pesar de que en 1944
el PCE apostó por la lucha armada y decidió reconvertir a estos huidos
dispersos en guerrillas organizadas.
La creación de las
guerrillas en la encrucijada de 1944-1945
Una vez más hay que mirar a Europa para
explicar los pasos del exilio español en 1944 y su decisión de intentar
derribar a Franco mediante la lucha de guerrillas. El fenómeno fue,
principalmente, una transposición a España de los métodos de lucha antifascista
en Europa, y en ese contexto hay que situar la configuración definitiva del
fenómeno e iniciar su análisis. El PCE empezó a diseñar la guerrilla, primero
como resistencia o maquis en Francia, a lo largo de 1942, a través de la
política unitaria, frentista o frentepopulista de Unión Nacional, cuyo objetivo
era la restauración republicana y democrática. En este sentido apuntan todos
los documentos, declaraciones, discursos, artículos, etc., que se conservan.
No
existe fundamento alguno para pensar que el PCE pretendió con la lucha armada
ningún objetivo puramente comunista o estalinista, como se obcecan algunos
autores del tardofranquismo. La guerrilla, primero en Francia y luego en
España, surgió como el brazo armado de Unión Nacional (más tarde, Alianza
Nacional de Fuerzas Democráticas, y por último, el Consejo Nacional de
Resistencia). Siempre se buscó una entidad política de convergencia, con su
correspondiente “Ejército”, bajo el impulso inicial de los dirigentes Carmen de
Pedro y Jesús Monzón.
La primera fase del proyecto, la de
Francia, constituyó un éxito arrollador. Los maquis o guerrilleros españoles
llevaron el peso de la lucha contra los nazis en todo el mediodía francés,
liberaron más de 18 departamentos, Toulouse parecía más una ciudad española que
francesa, y además intervinieron decisivamente en la liberación de París en el
verano de 1944. A partir de ahí, en toda la base del exilio español empezó a
cundir la consigna: “¡Ahora, España!”, “¡Todos contra Franco y la Falange!”,
“Tenemos que derribar a Franco, antes que caiga Hitler” (12). Y así se creó el
clima propicio para la operación “Reconquista de España” o invasión del Valle
de Arán, con otro gran número de infiltraciones por todo el Pirineo.
La
operación del Valle de Arán (19-28 octubre, 1944) o “guerra de los 10 días” ha
sido hasta ahora mal reconstruida y analizada en los pocos escritos que se han
publicado sobre el tema. Demasiados tópicos y escasa investigación, salvo el
trabajo pormenorizado de Daniel Arasa (13). Las memorias inéditas de López
Tovar, así como las de “Mariano”, han aportado después una gran clarificación
sobre este hecho histórico (14). Primeramente, la operación fue un gesto
testimonial para estimular la atención de los aliados respecto a la
intervención en España, y no pretendía tanto la repetida “insurrección
nacional”, sino reconquistar un pequeño territorio que sirviera de base para un
gobierno provisional de Unión Nacional. En segundo lugar, la operación ni fue
una débacle ni un fiasco ni una
escabechina, sino un ataque y una retirada en orden. Los maquis muertos en el
Valle no superaron los 25 (López Tovar habla de una docena).
Finalmente, el
papel de “salvador” otorgado a Santiago Carrillo respecto al final de la
operación tampoco parece cierto. Carrillo apareció por Bossost el 28 de octubre
al anochecer, cuando ya desde medio día tenía dada López Tovar la orden de
retirada, y llegó allí un poco a ver lo que pasaba. “¿Cómo está la situación?”
fue la primera pregunta de Carrillo a López Tovar. A las 12 de la noche se
cumplió la orden de retirada que tenía dada, no Carrillo, sino López Tovar. Y
así, con poca pena y sin gloria, terminó la operación del Valle de Arán. Las
infiltraciones en pequeños grupos, sin embargo, continuaron durante muchos
meses. Unos 200 maquis o cuadros directivos pasaron a las sierras de España en
ese tiempo.
Se puede afirmar que los pasos decididos
del PCE para la creación de las guerrillas se sitúan en 1943. Y se observa
también que el primer objetivo fue el Ejército Guerrillero del Centro, con
puesto de mando en Madrid y ubicación de la “tropa” en los montes de Toledo,
Extremadura y Sierra Morena (del Tajo al Guadalquivir). El propio Jesús Monzón
recaló en Madrid en septiembre de 1943. Enseguida partieron como emisarios de la
guerrilla: Casto García Roza hacia el Norte y León Trilla a Valencia. En
noviembre de 1943 llegó a Madrid la expedición de Argentina, a constituir el
brazo armado de Unión Nacional. Destacaba “Fermín” (José Isasa Olaizola), al
que Monzón encomendó enseguida, a mediados de 1944, la creación del Ejército
Guerrillero del Centro. De sus compañeros de viaje, José Pons fue enviado a
Cataluña; Fernando Bueno, a Andalucía; Antonio Moreno, a Levante.
En el otoño de 1944, a la vez que las
operaciones del Pirineo, se está consumando en muchas sierras la militarización
de los huidos, la llegada de cuadros directivos y la creación de las
Agrupaciones guerrilleras. A finales de noviembre desembarcó en las costas de
Málaga el exiliado madrileño Ramón Vías Fernández, con Joaquín Centurión y
otros, reorganizaron a los huidos y dieron forma al 6º Batallón en las sierras
de Málaga. La Agrupación Guerrillera de Levante daba también sus primeros
pasos. En el Norte, a finales de 1944 surgió en La Coruña la 2ª Agrupación Guerrillera,
ampliada poco después a toda Galicia con el nombre de Ejército Guerrillero de
Galicia (15). En el Centro, las cosas fueron bastante rápidas. El 5 noviembre
1944 se constituyó en las estribaciones de Gredos, bajo las directrices de
Unión Nacional, la Agrupación de Extremadura, con “Carlos” como jefe, y “Angel”
como segundo.
El 14 de noviembre se constituyó al Sur del Puerto de San Vicente
(entre Cáceres y Badajoz) la Agrupación Guerrillera de Toledo, con José
Manzanero como jefe (se disolvió un año después y se sumó a la de Extremadura).
A finales de 1944 ó comienzos de 1945 se constituyó la 2ª Agrupación, la de
Ciudad Real, con Ramón Guerreiro “Julio” como jefe. La 6ª Agrupación (después, 5ª), la de Albacete,
se constituyó el 25 septiembre 1945 cerca de Villarrobledo, por iniciativa de
“Carlos”, que no es Jesús Bayón, el jefe de la 1ª Agrupación, sino Pedro
Rodríguez González (“Pedro Rodríguez Veloz”), que logró sobrevivir luego,
camuflado en Canarias. La jefatura recayó en Alfonso Ortiz Calero “Vicente”
(sustituido en mayo de 1946 por Cecilio Martín Borja “Pepe”). Por último, en el
otoño de 1945 se constituyó en Córdoba la 3ª Agrupación, obra del ya citado “Ángel”
o “Mario de Rosa”, enviado por el PCE a Sierra Morena. Todos fueron luchadores
de gran historial, poco citados en los textos del PCE, porque este partido
siempre ha otorgado su predilección a la Agrupación Guerrillera de Levante.
En síntesis, cuando amanece 1945 y en
Europa cantan ya victoria los resistentes contra el nazismo, en España se ha
configurado una estructura guerrillera extraordinaria, con bastante
consistencia y con un futuro que hubiera sido prometedor, de haber contado con
la atención y la ayuda de las democracias aliadas. Pero surgió la gran
incoherencia histórica: cuando todo parecía indicar que el régimen de Franco
podría caer, la política británica, como ya había hecho contra la República en
la guerra civil, decidió inhibirse y dejar caer a la resistencia
antifranquista, apuntalando a Franco en el poder. Al no producirse la ayuda de
los aliados, la guerrilla española entró en un callejón sin salida y en una
espantosa tragedia, sin más horizonte que la débacle y la muerte.
Los organigramas
guerrilleros de las principales Agrupaciones
Establecer la composición real de las
diferentes Agrupaciones resulta muy complejo y parece demostrado que los
propios datos de la Guardia Civil no aciertan a revelar todo el completo
entramado de aquellos organigramas, por otra parte muy cambiantes. Menudeaban
los tiroteos, muertes y capturas, por lo que la estructura de las guerrillas se
hallaba en continua renovación. Un documento de la Guardia Civil (“Reseña
general del problema del bandolerismo en España después de la guerra civil”,
redactado por el teniente coronel Eulogio Limia), que se conserva en el archivo
del PCE (16), ofrece uno de los pocos esbozos que poseemos sobre la composición
de las guerrillas en su momento culminante (suponemos en 1946), pero con
evidentes lagunas y cifras inferiores a la realidad. Con todo, el hecho de
tratarse de un documento inédito (aunque algún autor ha hecho referencia
parcial a él), invita a que insertemos lo más interesante del mismo.
1) Con relación a Galicia, se
empieza denominando 4ª Agrupación (si bien es más conveniente hablar de
Ejército Guerrillero de Galicia, con las Agrupaciones 1, 2, 3, 4 y 5. Lo que en
otras Agrupaciones se llamó “divisiones”). Su marco geográfico fue La Coruña,
Lugo, Orense, norte de Pontevedra y parte occidental de Oviedo, León y Zamora.
Jefe: Francisco Rey Balbis “Moncho”.
Jefe político: Emilio Pérez Vilariño
“C.Feas”.
Enlace: Juan Ramos Moreno.
Jefes de guerrillas: Adolfo Allegue
Allegue “Riqueche”,
Jesús Babero Gómez “Antonio”,
Antonio Jaspe Jaspe,
José Mª Castelo Mosquera “Doctor”,
Benigno Andrade García “Foucellas”,
Guillermo Morán García “Morán”,
Mario Rodríguez Losada
“Langullo”,
José Castro Veigas
“Piloto”,
José Pedreira de La Iglesia “Tomás”/
“Padilla”,
Saúl Mayo Méndez “Pelayo”,
Abel Ares Pérez “El Abel”.
Como número de guerrilleros, esta fuente
ofrece 200 en Galicia (160 muertos y 40 detenidos o supervivientes). Pero esta
cifra resulta muy incompleta. La investigación de Bernardo Máiz (17) ha
computado 870 guerrilleros gallegos (321 muertos, 461 detenidos y 88
entregados).
2) La Agrupación Guerrillera de
Asturias-Santander (con ramificaciones en el norte de Palencia y en el
nordeste de León), se cita como jefe a Jacinto Suárez Alonso “José”, “Quirós” o
“Roxiu”.
Jefes de guerrillas:
José Fernández Pérez “Pin de Dimas”,
Adolfo Quintana Castañón “Quintana”,
Andrés Llaneza Rozada “El Gitano”,
Manuel Rubio González “Los Rubios”,
Bernabé Ruene Santobeña “Bernabé”,
Joaquín Trigo Fernández “Xoqui”,
Lisardo García García “Lisardo”,
Aladino Suárez González “Aladino”,
Manuel Fernández Peón “Flórez”,
Manuel Martínez Sariego “Martínez”,
Juan Fernández Ayala “Juanín”.
El cómputo, por debajo de la realidad
ciertamente, se cifra por Limia Pérez en 250 guerrilleros (143 muertos y 107
detenidos o supervivientes). Las cifras de otros, como el teniente coronel
Aguado Sánchez, son más abultadas.
3) En el Alto Aragón y Cataluña, se hace una mezcla poco rigurosa
entre guerrilla rural y urbana, comunistas y anarquistas. Se subraya que se
trataba de maquis procedentes de Francia, que constituían los principales
puntos de paso al país vecino y se hallaban en contacto con los exiliados del
otro lado del Pirineo. Anotan como mandos más destacados:
Jefes de guerrillas: Valeriano González
Asturias “Drole”,
Narciso Villelas López y un tal Antonio,
Francisco Sabater Llopart
“Quico”,
José Luis Facerías,
Marcelino Massana Vancell “Massana”,
Ramón Vila Capdevila “Caraquemada”,
Narciso Roch Saurina “Tit” y “Gafas”,
Eusebio Moreno Planisolis “Rubio”,
Ramón Nonato Expósito “Alberto”,
Ramón Griño Zaragoza “El Americano”,
Manuel Cosculluela Lacambra
“Julio”.
El cómputo del documento aparece bastante
incompleto, con 115 guerrilleros (96 muertos y 19 supervivientes), teniendo en
cuenta la gran área geográfica (guerrilla rural de Huesca y guerrilla urbana de
Barcelona, ambas muy nutridas en todo el período).
4) La Agrupación Guerrillera de
Levante (Valencia y Castellón, con parte de Teruel y de Cuenca) estuvo
mejor controlada por la Guardia Civil (18) y su organigrama aparece con más
detalle. Esta Agrupación, organizada “ex novo” por el PCE en 1945, con personal
experimentado venido de Francia, se convirtió en la más consistente, la más
“política” y en la predilecta del partido, de manera que los autores
comunistas, cuando disertan sobre la guerrilla, no toman en consideración las
demás Agrupaciones y sólo hablan de la A.G.L. (19). Ésta se hallaba dividida,
curiosamente, en cuatro Sectores, con los siguientes mandos:
Jefe: Angel Fuertes Vidosa “El Maño” o
“Antonio”.
Jefe de E.M.: Francisco Corredor Serrano
“Pepito”.
Ayudante: Juan Ramón Bea Martín “El
Núñez”.
Comité político: Jesús Caellas Aymerich
“Carlos”,
Manuel Pérez Cubero “Rubio” y
Florencio Villén García “Florencio”.
5º SECTOR.- Jefe: Atanasio Serrano
Rodríguez “Capitán”. Ayudante: Rafael Galindo Royo “El Mauro”. Enlace:
Francisco Serrano Valero “Bienvenido”.
Jefes de guerrillas:
Marcelino García Ruiz-Pérez
“Segundo”,
Francisco Mariano Campillo “Rafael”,
Pedro Merchán Vergara “Paisano”,
Rafael Galindo Royo “El Mauro”,
Prudencio Yuste Rives “Emilio”,
Roberto Casto Soria “Roberto”,
Martín Molina Pérez “Elías”.
11º SECTOR.-
Jefe: Florián García Velasco
“Grande”.
Jefe politico: Angel Ruiz Toledo
“Vías”/ “Chaval”.
Enlace: Emilio Argiles Jarque
“Francisco”.
Jefes de guerrillas: Roberto Álvaro Durán
“Ceferino”,
Luis García Brian “Fules” y “Chato”,
Mariano Luz Hernández
“Bienvenido”,
Francisco Martínez Lara “Vitini”,
Julián Ramos Ramos “Frasquito”,
Gonzalo Collado Salinas “Angelillo”.
17º SECTOR.-
Jefe: Germán Amorrortu Martínez
“Manso”.
Jefe político: Miguel Rovira
Conejo “Baltasar”.
Enlace: Lucio Manilo Muñoz “Maño”.
Jefes de guerrillas:
Francisco Serrano Irazo
“Francisco”,
Manuel Pérez Cubero “El Rubio”,
Florencio Villén García “Florencio”,
José Aguera Martínez “El Jorge”.
23º SECTOR.-
Jefe: Jesús Caellas Aymerich
“Carlos”.
Jefes políticos: Adelino Pérez Salva
“Teo” y
José Linares Beltrán “Valencia”.
Jefes de guerrillas:
Mateo Martínez Martínez “Mateo”,
José González López “Peque” y “Rubén”,
Joaquín Boj Bayod “Joaquín”,
Julio Martín Boj “Lucas”,
Francisco Monforte Julián “Juané”,
Teresa Pla Meseguer “Pastora” y “Durruti”,
José Linares Beltrán “Valencia”.
Como cómputo de guerrilleros de la A.G.L.
este informe ofrece la habitual cifra muy por lo bajo: 280 (143 bajas y 137
supervivientes), cuando en el estudio de Fernanda Romeu se llegan a relacionar
838 guerrilleros en Levante.
5) La 1ª Agrupación, como las
demás de la zona centro, aparece estructurada en divisiones. Se constituyó
tempranamente, en noviembre de 1944, y actuaba entre Cáceres y Toledo, con los
mandos siguientes:
Jefe: Jesús Bayón González “Carlos”. Jefe
de E.M.: Manuel Tabernero Antona “Lyon”. Jefe político: Amador Masa Sánchez
“Tarzán”. Delegado de propaganda: Agustín Fraile Ballesteros “Santiago”.
Enlace: Manuel Méndez Jaramago “Manolín”.
12
División.- Jefe: Pedro Díaz Monje “Francés” y Julio Navas Alonso “Fabián”.
Jefe de E.M.: Santiago Luna Muñoz
“Tronchón”.
Delegado de guerrillas: Avelino Barroso
Escudero “Recaredo”.
Jefes de guerrillas:
Jerónimo Curiel Gómez “Gacho”,
Manuel Estrella Estrella “Parrala”,
Eusebio Moreno Marcos “Durruti”,
Gerardo Antón Garrido “Pinto”,
Antonio León Villa “Calandrio”.
13
División.- Jefe: Joaquín Ventas Cita “Chaquetalarga”. Jefe de E.M.: Luis
Rodríguez López “Sancho”. Enlace: Eduardo López Tena “Segovia”.
Jefes de guerrillas:
Francisco Blancas Pino “Veneno,
José Manzanero Marín “Manzanero”,
Eugenio Herrera García “Maqui”,
“Madrileño” y “Rafael”.
14
División.- Jefe: Jesús Gómez Recio “Quincoces”. 2º jefe: Saturio Gómez
Recio “Quijote”. Jefes de E.M.: Fausto Navas Navas “Viruta” y Francisco Blas
Romero “Soria”. Delegado político: Julián López Jara “Angel”.
Jefes de guerrillas:
Fernando Gómez López “Petroski”,
Juan Gómez Román “Calé” y “Salamanca”,
Natalio Alonso Farao “Andaluz”.
11
División o División de Gredos (luego Agrupación de Gredos). El informe del
teniente coronel Limia yerra al colocar como jefe a Adolfo Lucas Reguilón
“Severo Eubel de la paz”, que nunca fue jefe de Gredos, sino de otra pequeña
agrupación llamada “Zona M”, en Ávila.
Los jefes fueron, por este órden: “Colinas” (Fernando Gómez López),“Tito”
(Gerardo Donato Campillo), “Hervás” (Justo Ballesteros Martín), “Lyon” (Manuel
Tabernero Antona) y “José” (Fernando Bueno Savaro). Jefes de E.M.: Germán
Paredes Aceituno “Arribas” y Justo Ballesteros Martín “Hervás”.
Otros miembros del
E.M.: Bernardo López Jiménez “Robles”, Andrés Núñez Pablo “Campos” y Donato
García González “Arruza”.
Jefes de guerrillas:
Aquilino Blanco López “Lucero”,
Cándido de Paz Torrejón “Moreno”,
Teodoro Igual Paniagua “Bravo”,
Javier de la Cruz de la Cruz “Ramón”.
La suma de efectivos de la 1ª Agrupación
la cifra la Guardia Civil en 220 guerrilleros (211 muertos o capturados y 9
supervivientes), referidos únicamente al período de guerrilla organizada.
6) La 2ª Agrupación, de Ciudad
Real, aparece con los siguientes mandos:
Jefe militar: Dionisio Castellanos García
“Palomo”. Ayudante: Miguel Padilla Camello “Michelín”.
Jefe político: Ramón Guerreiro Gómez
“Julio”.
Jefes de propaganda: Manuel Guerreiro
Gómez “Antonio” y Honorio Delgado “René”.
21
División.- Jefe: Francisco Expósito Prieto “Torrente” o “Gafas”. Ayudante:
Víctor Padilla Aína “Aragón”.
Jefes de guerrillas: Manuel Martínez Bueno
“Trapichea”,
Manuel Durán Carrasco “Sevillano hijo”,
Francisco
Osuna Galiot “Vidrio”,
Antonio León Villa “Calandrio”.
23
División.- El informe confiesa no conocer sus mandos, pero fueron los
siguientes:
“Pedro el Cruel” (hasta verano 1946)
y “Comandante Honorio” (desde verano de 1946, en que se adhirió a ésta la 22
División, mandada por “Manco de Agudo”, el cual delegó en “C. Honorio”).
Jefes de guerrillas:
Vicente Rubio Babiano “Pedro el
Cruel”,
Francisco Blancas Pino “Veneno”,
José Cardoso Armada “Terremoto”,
Manuel Camacho Rubio “Recoba”.
Grupo del Valle de Alcudia.- Con dos
pequeñas guerrillas independientes: la de Francisco Corchado Silveira
“Lazarete” y la de Luis López Fernández “Lechuga”. Aquí, el informe yerra al
incluir a Julián Caballero y a “Sincolor”, ambos de la 3ª Agrupación (Córdoba),
no de Ciudad Real. El cómputo que ofrece Limia Pérez sobre la 2ª Agrupación se
cifra en 100 guerrilleros (77 bajas y 23 supervivientes), pero el dato se
duplica en mi reciente publicación (20), con un total de 218 guerrilleros en
esta Agrupación.
7) La 3ª Agrupación (Córdoba) es
la peor diseñada en el informe de Limia, plagada de errores, por lo cual nos
vemos obligados a remitir a mi citada publicación La resistencia armada contra Franco (p. 266 y ss.).
8) La Agrupación “Roberto” o de
Granada-Málaga se estructuró en los batallones 6º y 7º, habiendo sido
mandado el primero por Ramón Vías, y luego ambos, por José Muñoz Lozano
“Roberto”.
6º Batallón.- Jefes: Antonio Jurado
Martín “Felipe” y
Sebastián Martín Vozmediano
“Sebastián”.
Jefes de guerrillas:
José García Muñoz “Ceferino”,
Antonio Núñez Montosa “Crescencio”,
Indalecio García Sánchez “Mariano”,
Vicente Martín Vozmediano “Vicente”,
José Centurión Jiménez “Pepe”,
Antonio Extremera Corpas “Lucio”.
7º Batallón.- Jefes: Manuel Lozano Laguna
“Lozano” y José Díaz Durán “Moisés”.
Ayudantes: Juan Ortiz López
“Valero” y Antonio García Romero “Bautista”.
Jefes de guerrillas:
Luis Almendro Muñoz “Luis”,
Antonio García Romero “Bautista”,
Juan Alaminos Palacios “Teodoro”,
Manuel
Pérez Rubiño “El Pablo”,
Francisco López Pérez
“Polopero”,
Manuel Calderón Jiménez “Ramiro”,
Antonio Hernández García “Cruz”,
Manuel Fajardo Ruiz “Senciales”.
Según el informe de Limia, en el que se
omite mención a los hermanos “Quero” entre otros, por esta Agrupación pasaron
340 guerrilleros (303 bajas y 37 supervivientes).
9) Por último, y sin contar las
guerrillas urbanas de Madrid y Barcelona, el organigrama nacional guerrillero
se cierra con la Agrupación “Fermín Galán”, cuyo jefe fue el ex guardia
civil republicano y anarquista Bernabé López Calle, que actuó en la Serranía de
Ronda y parte de Cádiz.
Jefes de guerrillas:
Alfonso Sánchez Gómez “Potaje”,
José Jiménez Sánchez “Cazallero”,
Salvador Guzmán Ruiz “Carasucia”,
Juan Guerrero Sepúlveda “Conejo”,
Diego Gómez García “El de la Justa”,
Rafael Ruiz Laborda “Ezequiel”,
Vicente Burgos Rueda “Bailaor”,
Pablo Pérez Hidalgo “Manolo el Rubio”,
José Blanco Trujillano “Blanquito”.
Calcula el informe en 50 hombres estos
efectivos (44 bajas y 6 supervivientes), cifra demasiado baja, teniendo el gran
listado que publicó para Cádiz Pérez
Regordán (21).
Este sería, en síntesis, el esqueleto de
aquella utópica resistencia contra el régimen de Franco, a través de un informe
apenas tenido en cuenta en las publicaciones sobre el tema y pocas veces
citado, sobre el que hay que advertir que sus principales lagunas residen en
los balances cuantitativos, casi siempre por debajo de la realidad.
Ciertamente, el teniente coronel Eulogio Limia no era experto en estadística.
Mitos y realidades en
el maquis
La escasez de investigaciones de cierta
profundidad sobre el maquis o guerrilla ha derivado en un exceso de mitos no
científicos sobre el tema, en un haz de opiniones infundadas y en gran número
de análisis apresurados. Contra el mito y la leyenda se impone la investigación
y la necesidad de reconstruir los hechos. Una vez reconstruidos, procede el
análisis y las conclusiones. Resultaría prolijo pasar revista al crecido número
de tópicos infundados sobre el maquis, pero al menos conviene deshacer los más
recurrentes.
Para empezar, se ha escuchado y leído con
frecuencia que la guerrilla careció de apoyo social, y se ha querido ver en
ello la raíz de su fracaso. No es cierto. Si bien no se dio el apoyo social que
hubiera sido conveniente, existió mucho más apoyo del que habitualmente se
cree. Las redes de enlaces de que se rodeó no sólo la guerrilla, sino ya antes
los huidos, fueron extraordinarias. Cientos y cientos de campesinos, artesanos
y gente variopinta de caseríos y poblados daban su apoyo más o menos activo o
simpatizaban con la guerrilla (Caseros, guardas, carboneros, pastores, etc.).
No se trataba sólo del campesinado, sino de todo un conglomerado social que
hundía sus raíces en el recuerdo de la República destruida, en la tradición pequeñoburguesa
republicana y en las enseñanzas del movimiento obrero, todavía no extinguido.
Luego, cuando llegó el trienio del terror (1947-1949), no es que la guerrilla
perdiera el apoyo social, sino que este apoyo fue destruido por la represión,
el “paseo”, la “ley de fugas” y el terror. Para hacerse una idea de la cuantía
del apoyo popular a la guerrilla baste recordar que 60.000 personas fueron a
parar a la cárcel en este período en toda España por complicidad con los del
monte. Fuentes de la Guardia Civil han reconocido 20.000 detenidos (22). Pero
las mismas fuentes oficiales aconsejan que esa cifra se multiplique por 3 ó 4.
Prueba de ello puede ser el caso de Toledo, donde se computan más de 5.000
detenidos, sólo en esta provincia, desde 1941 a 1948 (aunque no todos caen bajo
el concepto de cómplices)(23). En cualquier caso, todo estudio provincial pone
en evidencia las continuas redadas de personal civil por auxilio o complicidad
con los maquis. Familias enteras desfilaban continuamente desde sus pueblos a
las prisiones en todo el período guerrillero. Todo un trasiego de presos
imposible de cuantificar en aquella terrible década: eran sólo la punta del
iceberg del apoyo social a la guerrilla. Si más de 60.000 fueron los presos,
muchos más, en realidad, fueron los colaboradores.
Obsérvese, por último, lo
que ocurre en Sevilla, al final de la década, cuando ya, en teoría, no debía
existir ningún enlace en apoyo de la guerrilla. En la tardía fecha de 1951,
todos los trabajadores del Patrimonio Forestal de Aznalcóllar (Sevilla)
protegían a los dos guerrilleros que allí se ocultaban (“Eugenio del Real” y
“Mohíno”), de tal modo que el 14 de abril les organizaron una comilona
-caldereta de chivo- para festejar la República. Cuando cayeron detenidos el 20
de junio, se practicó una redada de 15 personas, por auxilio a la guerrilla. El
14 de julio de 1951 ocurrió algo parecido en el cortijo Costalero, en Calera de
León (Badajoz), donde se ocultaban otros tres guerrilleros (“Godoy”, “Ferrera”
y “Minero”), con la complicidad de muchísimos enlaces en toda la sierra de
Sevilla. Tras la captura de los guerrilleros, la redada de enlaces afectó a 58
personas. En realidad, a pesar del terror, la guerrilla nunca perdió del todo
los apoyos y simpatías, aunque fuera de manera clandestina, en clave de
catacumbas.
Se ha podido leer también últimamente
alguna peregrina interpretación de la guerrilla como un proyecto estalinista,
lo cual carece en absoluto de rigor histórico. Ni el PCE concibió nunca la
guerrilla como un instrumento revolucionario leninista o estalinista ni desde
el Kremlin se insinuó jamás tal cosa, ni siquiera en los días de la guerra
civil. La guerrilla fue un proyecto de restauración republicana y democrática,
con una estrategia frentepopulista lanzada entre los diferentes partidos del
exilio, si bien es verdad que se concretó muy tímidamente. Este era el sentido
de la política de Unión Nacional, enarbolada en Francia desde 1942, de la mano
de Jesús Monzón, siendo la guerrilla “el brazo armada de Unión Nacional”.
Quien
a estas alturas pretenda presentar la guerrilla de Jesús Monzón como un
“proyecto estalinista”, pierde por completo la noción de la realidad. Y después
de Monzón, el equipo de Carrillo siguió impulsando la estrategia
frentepopulista democrática, cuando el PCE ingresó en 1946 en la ANFD (Alianza
Nacional de Fuerzas Democráticas) y en el gobierno de concentración del Sr.
Giral (Carrillo, como ministro sin cartera). Cuando estas entidades se
deshicieron, el PCE volvió al espejismo frentista y de concentración de
demócratas en aquel último invento del Consejo Nacional de Resistencia, que dio
sus frutos en la Agrupación Guerrillera de Levante. Los visionarios de
contubernios no podrán aportar documentos de esa supuesta guerrilla
“estalinista”, porque no existen. Toda la documentación (discursos de los
dirigentes del PCE, textos programáticos, etc.) se halla en la línea frentista,
republicana y antifranquista. La propaganda de los propios guerrilleros acaba
siempre con “Vivas a la República”. Y en su actividad los vemos a menudo
creando en los pueblos comités de Unión Nacional, de ANDF, Consejos de
Resistencia, etc.
Conviene depurar también el tópico de la
financiación extranjera de la guerrilla española, el consabido fantasma del
“oro de Moscú”, como leemos, por ejemplo, en las obras de Aguado Sánchez. Si el
Kremlin o Tito entregaron alguna vez algún cheque a Carrillo, tal ayuda iba
destinada al funcionamiento del Comité Central o del Buró, no para la
guerrilla. Más aún: no sólo es irreal la financiación de la guerrilla por
potencias extranjeras, sino que ni siquiera la dirección del PCE envió
financiación digna de mención, sino todo lo contrario. Fue la guerrilla la que
a menudo envió dinero para las necesidades de la dirección de Madrid o de otros
comités clandestinos. En el otoño de 1944, el jefe del Ejército Guerrillero del
Centro, “Fermín”, solicitaba ansiosamente desde Madrid a la 1ª Agrupación el
envío de dinero para el partido.
En 1947 nos consta que la guerrilla manchega
(5ª Agrupación) hacía viajes a Albacete capital para llevar dinero al comité
provincial. En todo el Centro-Sur no conocemos más “subvención” a la guerrilla
que las 1.000 pts. que en octubre de 1945 entregó Agustín Zoroa al jefe de la
Agrupación de Toledo, José Manzanero (24). El PCE no entregó más dinero a
ninguna otra Agrupación, salvo en otra ocasión a la “predilecta” A.G.L., en
1951, cuando llegó allá José Gros, con algún dinero para pagar unas deudas
pendientes contraídas por esta guerrilla de Levante (25). Aquí empieza y aquí
acaba la cuestión de la ayuda externa a la guerrilla, que no tuvo nunca más
fondos que los propios de sus secuestros y golpes económicos.
Por otra parte, el repertorio de tópicos
sobre el maquis es muy extenso. No fue un problema de “orden público”, como han
pretendido los historiadores del franquismo, sino un conflicto político, de
resistencia a la dictadura. No se trataba de “fugitivos de la justicia” (la
franquista), incursos en responsabilidades “penales” (salvo exigua minoría),
sino fugitivos de la represión, de las torturas, de las penas de muerte y de
los trabajos forzados con que la dictadura castigaba a los vencidos. Luego, la
guerrilla propiamente dicha no la creó el PCE “ex novo”, sino mediante la
reconversión militar de una masa previa de huidos, a la que añadió algunas
decenas de militantes y cuadros directivos enviados desde el exilio.
Foco
especial de tópicos ha sido el episodio histórico de la invasión del Valle de
Arán (octubre 1944), según se indicó más arriba. Este y otros aspectos del
fenómeno deben ser entendidos dentro del contexto de la lucha antifascista
europea de mediados de la década de los cuarenta, con la única diferencia de
que los franceses, italianos o yugoslavos salieron victoriosos (incluso los
exiliados españoles encuadrados en el maquis), y los españoles del interior
resultaron los únicos derrotados, y por tanto, quedaron marginados de cualquier
reconocimiento e incluso de la historia. Finalmente, hay que añadir que la
guerrilla antifranquista acabó trágicamente y víctima, no sólo de la represión
de Franco, sino también por el aislamiento internacional y la inhibición de los
aliados, que consideraron sus intereses más seguros con Franco que con una
restauración de la República. Ya durante la guerra civil la política franco-británica
había practicado similar incoherencia. Antes, con la farsa del “Comité de no
intervención”. Ahora, con la nueva farsa de la “guerra fría”. Entre Franco y
las democracias europeas cerraron el paso a la oposición armada antifranquista.
El caos final de la
guerrilla
y la cuestión de la desconvocatoria
Un error ya tradicional (que parece
transmitirse de padres a hijos) es la afirmación de que la guerrilla fue
desconvocada por el PCE en octubre de 1948, bajo la supuesta consigna del “cambio
de táctica”, a raíz de la visita que en esa fecha hizo a Stalin la dirección
del PCE (Ibárruri, Carrillo y Francisco Antón); pero nada más lejos de la
realidad. El objetivo de la entrevista por parte de Stalin no fue otro que
asegurarse la ortodoxia del PCE frente a la ruptura del Kremlin con Tito, al
que Carrillo había visitado en el mes de febrero. El tema de la guerrilla en
España fue allí absolutamente marginal. Dolores Ibárruri presentó ante el “Papa
rojo” un breve informe sobre España, Stalin ensalzó la lucha del pueblo
español, no habló de dar marcha atrás en la guerrilla, sino que se limitó a
recordar un mandamiento leninista, que era no descuidar la infiltración en las
organizaciones enemigas. A partir de ahí fue Carrillo el encargado de tejer y
destejer mitos y leyendas.
Prueba de que en 1948 no ocurrió desconvocatoria
alguna es el hecho de que en 1949 Carrillo estuvo alentando la creación de una
nueva Agrupación Guerrillera en Cataluña. Y en ese año florecían los Consejos
de Resistencia (otra especie de Unión Nacional) en la Agrupación Guerrillera de
Levante, como referente político de la organización armada. Cuando amaneció
1950, Mundo Obrero seguía arengando
la lucha guerrillera, y a ninguna sierra de España había llegado ninguna nota o
consigna de desconvocatoria. Había reuniones en París, se discutía, se
ponderaba, se veía el callejón sin salida,... pero nadie se atrevió a venir al
monte a poner el cascabel al gato. Además, en 1950, ya casi no era necesaria
tal cosa. La represión del régimen se había encargado de lanzar por su cuenta
la desconvocatoria de los cementerios, porque a esas alturas no quedaba casi
ningún guerrillero vivo. La única iniciativa al respecto ocurrió en la A.G.L.,
cuando en agosto de 1950 se envió a José Gros desde París a Levante, en misión
informativa a raíz del desastre de Santa Cruz de Moya.
Al verano siguiente,
1951, José Gros regresó a Paris, y fue entonces, y sólo entonces, cuando
Carrillo dio la orden de evacuación de los restos de la A.G.L., objetivo que se
tardó en cumplir un año más, ya que hasta la primavera de 1952 no fue posible
salir para Francia con los últimos 26 supervivientes de la A.G.L., con la
Guardia Civil pisándoles los talones, porque en un último “encuentro” habían
perdido al guía encargado de conducirlos a la frontera. Esta fue la única
desconvocatoria y evacuación que llevó a cabo, tarde y mal, el equipo de
Carrillo, seguramente porque no pudo o no supo o no se atrevió a otra cosa. En
resumen, nada ni nadie puso en marcha desconvocatoria o evacuación alguna de
guerrilleros. Y una prueba más de esa falta de estrategia fue la actitud del
equipo de Carrillo hacia los guerrilleros que consiguieron la evacuación por su
cuenta y riesgo. Mis últimas investigaciones han revelado una realidad desconocida
y sorprendente.
Todos los guerrilleros que consiguieron escapar a Francia
fueron mal recibidos por el partido. El 20 septiembre 1948 logró cruzar la
frontera Francisco Expósito “Torrente” o “El Gafas”, con sus tres compañeros.
Leamos su testimonio: “... fuimos tachados de cobardes y desertores”, y se
lamenta de que se vieron “condenados al ostracismo más absoluto” (26). El 5
diciembre de 1948 entró en Francia Gerardo Antón “Pinto”, de Cáceres. La
respuesta fue el vacío y la marginación por parte del partido (27). El 18
septiembre 1949 pasó a Francia el toledano José Manzanero. En París la
dirección del partido se negó a recibirlo. Tras mucha porfía, le pidieron la
redacción de un informe. La respuesta fue el silencio y el ostracismo. En la
tardía fecha de 1951 logró entrar en el país vecino el leonés Francisco
Martínez “Quico”. El resultado fue el mismo: cuarentena y marginación. Son
datos insólitos sacados a la luz en mi último libro de investigación. A partir
de ahí, habrá que poner en cuestión muchas creencias, análisis y tópicos. Algo
parece evidente: el punto débil del PCE en la empresa guerrillera fue la
torpeza del punto final, no la realidad del principio, que en 1945 fue
coherente con el contexto histórico que se vivía. Es decir, el PCE conectó plenamente
con la resistencia armada europea de 1944-1945, pero no supo actuar ante la
posterior realidad de la “guerra fría”.
En este confuso panorama la guerrilla
antifranquista sufrió un caótico final. Toda derrota es caótica, desordenada y
trágica, desde que el mundo es mundo. No existen derrotas en orden. Acosados en
el interior por una represión terrible, que desde 1947 no dudó en poner en
práctica todos los mecanismos de la “guerra sucia” (sobornos, delaciones,
torturas, ejecuciones sumarias y “paseos”) contra guerrilleros y contra
enlaces, y olvidados en el exterior por las democracias europeas, los maquis
asisten, al filo de 1950, a su propio funeral, viéndose caer uno tras otro de
manera irremediable. No es cierto que al final la guerrilla “derivara en
bandolerismo”, como también se lee de manera infundada, sino todo lo contrario.
En principio, los maquis no hicieron nunca al final nada que no hubieran
realizado al principio (acciones de suministro, golpes económicos, represalias,
etc.), con la diferencia de que al final se tornan mucho más discretos, más
sigilosos, por temor a la represión, y ya apenas aplican represalias, porque
son muy pocos, viven aislados, incluso en parejas. Sus acciones se reducen y se
distancian, todo lo contrario del pretendido “bandolerismo”.
En definitiva, el fenómeno histórico del
maquis no logra depurarse de todo un conglomerado de tópicos y mitos por una
sencilla razón: por falta de investigación histórica. En cuanto se acomete una
investigación -y existen muy pocas que merezcan tal nombre- los tópicos suelen
saltar hechos añicos. Es cierto: la historiografía española actual ha
concretado muy pocos esfuerzos en la reconstrucción rigurosa y exhaustiva de la
resistencia armada antifranquista.
Abundan las aproximaciones, pequeñas calas,
anecdotarios, los trabajos de ámbito muy reducido y algún trabajo divulgador y
de refrito, pero se echan en falta las investigaciones profundas y amplias, de
nueva aportación a partir de nuevas fuentes, sin olvidar las habituales y sin
desdeñar, por supuesto, el testimonio oral. La verdadera historia de la
guerrilla antifranquista se habrá culminado en España cuando tengamos sobre la
mesa los cuatro grandes libros de las cuatro grandes zonas guerrilleras: el
gran libro del Norte, el gran libro del Este, el gran libro del Centro-Sur y el
gran libro del Sur granadino y malagueño.
NOTAS
(1) A fecha de hoy no abundan los
estudios de reconstrucción de hechos sobre la guerrilla en España. Se comenzó
con la buena aportación de Hartmut Heine: A
guerrilla antifranquista en Galicia,
Xerais, Vigo, 1980, y La oposición
política al franquismo, Crítica, Barcelona, 1983. Después aparecieron
reconstrucciones sobre León (Secundino Serrano, La guerrilla antifranquista en León (1936-1951), Junta de Castilla
y León, 1986), sobre Córdoba (Francisco Moreno, Córdoba en la posguerra (La represión y la guerrilla, 1939-1950), Fco. Baena, Córdoba, 1987), sobre Valencia
(Fernanda Romeu, Más allá de la utopía:
la Agrupación Guerrillera de Levante, Alfons el Magnánim, Valencia, 1987),
sobre Cáceres (Julián Chaves, Huidos y
maquis: la actividad guerrillera en la
provincia de Cáceres, El Brocense, Cáceres, 1994) y pocas obras más.
Finalmente, el libro de reconstrucción más interesante ha sido el de José Mª
Azuaga, La guerrilla antifranquista en Nerja, Izquierda
Unida, Nerja, 1996. En estos momentos se hallan en prensa dos libros también
“pegados al terreno”: en Jaén (Luis M. Sánchez Tostado, La guerra no acabó en el 39
(Lucha guerrillera y resistencia republicana en la provincia de Jaén, 1939-1952, Jaén, en prensa) y en
Toledo (Benito Díaz, La guerrilla
antifranquista en Toledo (La 1ª Agrupación Guerrillera del Ejército de
Extremadura y Centro), Arrabal,
Talavera de la Reina, 2001, en prensa). Sobre toda la zona Centro-Sur de
España, acabo de dar al público mi investigación La resistencia armada contra
Franco. Tragedia del maquis y la guerrilla, Crítica, Barcelona, 2001.
(2) Así lo reconoce Aguado Sánchez,
F., El maquis en España, San Martín,
Madrid, 1975, p. 248 y ss.
(3) De los huidos de 1936 en
Extremadura ha escrito Justo Vila, La
guerrilla antifranquista en Extremadura, Universitas, Badajoz, 1986. Y
sobre los fugitivos de Huelva, sometidos a horrible matanza en 1937, contamos
con el magnífico estudio de Francisco Espinosa, La guerra civil en Huelva, Diputación Provincial, Huelva, 1996.
(4) Serrano, S., ob. cit., p. 153.
(5) VV.AA., El movimiento guerrillero de los años cuarenta, F.I.M., Madrid,
1990, p. 58.
(6) Véase Azuaga Rico, José Mª, La guerrilla antifranquista en Nerja,
Izquierda Unida, Nerja, 1996.
(7) Moreno Gómez, F., La resistencia armada contra Franco.
Tragedia del maquis y la guerrilla. El Centro-Sur de España: de Madrid al
Guadalquivir, Crítica, Barcelona, 2001.
(8) Obsérvese que estas importantes
cifras del período de huidos no han sido tenidas en cuenta en los cómputos
habituales, como los de la Guardia Civil. Ello explica que los actuales
trabajos de investigación modifican siempre al alza las cifras habituales.
(9) Datos del Servicio Histórico de la
Dirección General de la Guardia Civil, Madrid.
(10) Yusta Rodrigo, Mercedes,
“Introducción”, en Historias de maquis en
el Pirineo aragonés, Jaca
(Huesca), 1999, p. 18.
(11) Acabo de observar otra repetición
del mismo error en José Mª Laso Prieto, “Guerrilleros por la libertad”, Mundo Obrero, junio 2001, p. 16.
(12) Estas consignas están
documentadas en el momento histórico, en el periódico Lucha, núm. 14, octubre 1944, órgano de la 204 División, en los
documentos privados de Vicente López Tovar.
(13) Arasa, Daniel, Años 40: Los maquis y el PCE,
Argos-Vergara, Barcelona, 1984.
(14) López Tovar, Vicente, Biografía de Vicente López Tovar, coronel de
los guerrilleros españoles en Francia, inédito, mecanografiado, 1986. Y
Ramiro López Pérez “Mariano”, Valle de
Sombras, inédito, mecanografiado. Archivo de este autor.
(15) Heine, Hartmut, La oposición política al franquismo,
Crítica, Barcelona, 1983, p. 423.
(16) Limia Pérez, E., “Reseña general
del problema del bandolerismo en España después de la guerra civil”, Archivo
del PCE, Caja 105, Carp. 3/2, texto mecanografiado.
(17) Máiz, Bernardo, “La resistencia antifranquista
en Galicia (1936-1954)”, en VV.AA. El movimiento guerrillero de los años
cuarenta, F.I.M., Madrid, 1990, p. 58.
(18) En el Servicio Histórico de la
D.G.G.C. existen largas relaciones nominales de los guerrilleros de la A.G.L.
(19) Así se observa, por ejemplo, en
el último núm. de Mundo Obrero, junio
2001, p. 16, antes citado.
(20) Moreno Gómez, F., La resistencia..., ob. cit., p. 687.
(21) Pérez Regordán, M., El maquis en la provincia de Cádiz,
Rublan, Sevilla, 1987.
(22) Aguado Sánchez, F., El maquis en España, San Martín, Madrid,
1975, p. 250.
(23) Moreno Gómez, F., La resistencia..., ob. cit., p. 451.
(24) Testimonio oral recabado a José
Manzanero, de manera telefónica, el 28 de mayo y 11 de julio de 1999.
(25) Gros, José, Abriendo camino. Relatos de
un guerrillero comunista español, Librairie du Globe, Ebro, París, 1971, y
A.T.E., Barcelona, 1977.
(26) Expósito Prieto, Francisco,
“Memorias” inéditas, texto mecanografiado.
(27) Testimonio oral de Garardo Antón
“Pinto”, Cáceres, entrevistas en varias fechas.
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