FUSILAMIENTO DEL DIPUTADO BAUTISTA GARCÉS
El
diputado del Frente Popular por el PCE, Bautista Garcés, una de las primeras
víctimas del golpe militar en Córdoba.
1936,
un golpe militar contra la izquierda española, contra la población civil y
contra la España democrática
Por Francisco Moreno Gómez
La
gran tragedia de Córdoba bajo el golpe militar de 1936 (igual que en Andalucía
y en España) sobrepasa con mucho nuestra capacidad de investigación y de
análisis. Aquella matanza salvaje contra la población civil es comparable a los
grandes genocidios de la historia de la humanidad. No fue algo simplemente
local. Fue un ataque generalizado y sangriento contra la izquierda, la clase
obrera, el republicanismo… y contra la élite republicana gobernante y contra la
intelectualidad y la cultura.
La irrupción del fascismo en España en
1936 supuso en varios años la aniquilación de centenares de miles de personas:
en el paredón, en las prisiones, en los campos de concentración, bajo los
fusiles, el hambre, la depauperación y la exclusión, todo a gran escala, sin
contar la desgracia de medio millón de exiliados
El golpe militar de Franco supuso para
Córdoba provincia, en década y media, la inmolación de no menos de 15.000
personas. Córdoba capital hubo de pagar ante el ara del fascismo franquista un
trágico tributo de sangre de 4.000 víctimas durante la guerra, más 684
fusilamientos en la posguerra, más 756 muertos de hambre y privaciones en la
prisión provincial de la capital. En total, 5.440 en una sola ciudad, sin
contar la mortandad infantil y adulta por el hambre y la exclusión.[1]
El ataque del golpe militar de 1936 contra la
República democrática y constitucional empezó neutralizando, deteniendo o
fusilando a las autoridades de la República (alcaldías, diputaciones, militares
leales, gobernadores leales, diputados…).
El mismo 18 de julio a primera tarde fue
detenido en la calle el diputado comunista Bautista
Garcés Granell, del Frente Popular, y llevado después al calabozo del Cuartel
de Artillería, que mandaba el coronel Ciriaco Cascajo. En la noche del 28-29 de
julio lo llevaron a fusilar al cementerio de San Rafael, junto con el diputado
socialista por Málaga Antonio Acuña
Carballar. En los días siguientes, fueron cayendo otras muchas autoridades:
el alcalde socialista Manuel Sánchez
Badajoz, varios diputados más (Joaquín
García Hidalgo, Luis Dorado Luque,
Antonio Bujalance, Vicente Martín Romera, el alcalde de
Cádiz, presidente de la Diputación, alcalde de los pueblos, médicos
republicanos, intelectuales, y multitud de gentes no afectas al golpe militar).
Uno de los diputados socialistas, Manuel
Castro Molina, logró huir de la ciudad y salvarse. Otro eminente diputado
republicano, Antonio Jaén Morente,
se salvó, porque estaba en Madrid.
Bautista Garcés, durante la campaña
electoral del Frente Popular, en febrero de 1936.
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Bautista
Garcés Granell, cuando fue fusilado en Córdoba por orden
del coronel Cascajo, era, además de diputado, el secretario provincial del PCE
en Córdoba, miembro del Comité Central y trabajador metalúrgico de la fábrica
Electro Mecánica, donde también era dirigente sindical. El crimen dejó moralmente
abatidos a todos sus familiares, con un trauma psíquico del que no se
recuperaron nunca.[2]
Y es que estos crímenes no sólo afectaban a la víctima directa, sino que
suponían la represión indirecta de toda la familia, arrojada al hambre y al
desamparo. Era la estrategia del terror expansivo, de ondas concéntricas, que
empezaban en una persona y afectaban a muchas personas más. No era una represión
ni un terror individual, sino colectivo.
Infancia y juventud de un
líder obrero
Bautista Garcés nació en Córdoba el 14 de
febrero de 1898, de padres de origen aragonés, José María Garcés y Ramona
Granell, del pueblo de Frías (Teruel). Se vinieron a Córdoba, donde nacieron
los hijos, a trabajar en el campo, en una finca próxima a la capital (La
familia dice “la finca de unos marqueses”, que no identificamos. Los hijos
fueron tres: Bautista, Enrique y Eulalia. Por tanto, se criaron trabajando en
el campo, donde el padre era capataz. Cuentan las Memorias de la familia que Bautista, a los ocho años, quedó marcado
por la dureza de la represión de la Guardia Civil contra los campesinos.
Entraron en la finca dos muchachos, de unos 14 ó 15 años, a robar naranjas,
cuando andaban por allí los guardias, que le habían ordenado hacer la comida a
la Sra. Ramona. Detuvieron a los muchachos, les mandaron quitarse la camisa,
los tendieron en el suelo y los azotaron hasta que brotó la sangre. Mientras se
enfriaba la comida, los muchachos recibieron otra terrible paliza. Bautista
quedó marcado por aquella crueldad. Con 12 años ya daba mítines a los obreros
campesinos de la finca. Con 16 años fue por primera vez a la cárcel.
Bautista, con 22 años dejó el campo, y pronto
trabajó como obrero metalúrgico. En su juventud perteneció a la CNT, hasta los
días de la República. En 1921, con motivo de una huelga general en la provincia
de Córdoba fue detenido y deportado a la provincia de Albacete.[3]
En los años de la dictadura de Primo de
Rivera fue encarcelado muchas veces. Era la época de la aplicación de la “ley
de fugas” en Cataluña contra los sindicalistas. Temiendo ese peligro, se cuenta
en las Memorias de su hija Herminia
que, cuando era detenido, pedía que le pusiesen las esposas. Le decía la
policía: “No, Garcés, no hace falta. Nos fiamos de ti”. Respondía Bautista:
“Ya, ya, pero a mí me ponéis las esposas”.
Bautista Garcés Granell y su esposa
Francisca Castro Flores, hacia 1930.
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En las numerosas detenciones tuvo tiempo de
leer libros sobre la revolución rusa, lo cual hizo cambiar su mentalidad, de
modo que en 1931, ya proclamada la República, ingresó en el Partido Comunista.
Entonces ya estaba casado y habían nacido sus dos hijos: Honorio y Herminia
(ésta, el 16-12-1930). A su esposa, Francisca Castro Flores, la conoció en la
Electro Mecánica. Se fijó en ella, al verla protestar por algún exceso patronal.
Era hija de campesinos, Antonio Castro López y Ana Flores. Ésta murió, y en
segundas nupcias tuvo otros dos hijos: Manuel y Antonio Castro Bretones. Manuel
fue otro gran político del PCE, que entre otros cargos dirigió el “Comité de
Frente” en Córdoba, en los Batallones adheridos al 5º Regimiento.
Al empezar la República, el matrimonio
Garcés-Castro vivía en el Barrio “de don Félix”. Después se trasladaron al
domicilio final, en “Los Olivos Borrachos”.
La intransigencia patronal
contra los obreros
metalúrgicos
En 1932 ya tenemos noticias más exactas de
las luchas políticas de Bautista Garcés en la Electro Mecánica. El 15 de
noviembre se declaró una huelga, en la que más de 300 metalúrgicos no aceptaron
las condiciones de trabajo. Exigían mejoras de salario y de horarios. Lo
primero que les ocurrió fue la detención del Comité de huelga, en el que
figuraba Bautista Garcés. La huelga continuó. La patronal se mostró
irreductible. El 6 de diciembre los metalúrgicos solicitaron la solidaridad de
los demás gremios cordobeses, y llamaron a una huelga general de 48 horas, para
el día 7, en la forma siguiente:
“A los presidentes de las Sociedades Obreras.
Córdoba, 6-XII-1932.
Como ya sabéis, anoche tuvimos en el Gobierno
Civil una entrevista con la patronal, en presencia del gobernador, en la que
les expusimos las conclusiones mínimas que aceptábamos a proposición de algunas
organizaciones y que son las siguientes:
Reintegrarnos al trabajo en iguales
condiciones que antes del conflicto y sin represalias por ninguna de las
partes, dejando las peticiones que teníamos formuladas para que éstas fueran
sometidas a la decisión y arbitraje de un Delegado especial de los organismos a
quienes corresponda.
A pesar de nuestra actitud de transigencia y
de las reiteradas llamadas a la cordialidad del gobernador a la Dirección de la
Empresa, ésta se encastilló en una negativa rotunda, afirmando que en este
asunto ha dicho su última palabra y que el que quiera reingresar al trabajo
tendrá que hacerlo por medio de la solicitud individual.
Queriendo nosotros llegar al máximo de
concesiones, llegamos incluso a proponer a la Empresa que, como parece ser que
lo que se pretende es tomar represalias con determinados compañeros y
particularmente con los que formamos la ponencia obrera, estábamos dispuestos a
quedarnos en la calle y dar por terminado el conflicto en estas condiciones;
pero la Empresa tampoco aceptó esta fórmula, porque sin duda pretende que el
número de obreros despedidos sea mucho mayor y que éste alcance no solamente a
los significados, sino a otros muchos que por haber llegado a una edad avanzada
no pueden sacarles el mismo rendimiento que si estuvieses en la plenitud de sus
facultades físicas.
Creyendo que ha llegado el m omento de que
todos los trabajadores de Córdoba se solidaricen con nosotros, os invitamos a
la huelga general de 48 horas, a partir de mañana día 7.
Vosotros tenéis la palabra.
Esta llamada a la solidaridad tuvo escasa
repercusión. La UGT no apoyó la iniciativa. Sólo lo hicieron algunos gremios,
como el de transportes. Sólo una persona se lo jugó todo al lado de los
metalúrgicos, en tan críticos momentos: el diputado socialista Joaquín García
Hidalgo, que multiplicó sus esfuerzos entre compañeros y partido, pero sólo
encontró evasivas, ni siquiera para la petición de un Delegado especial del
Gobierno que hiciera de árbitro. La cuestión tampoco suscitó interés en el
ministro socialista de Trabajo Largo Caballero.
Así las cosas, el 18 de diciembre (1932), por
las puertas de la Electro-Mecánica comenzaron a entrar los obreros en el más
rotundo fracaso. La Empresa cada mañana, como si se tratara de pasar lista en
un cuartel, humillaba a los trabajadores leyendo cada día no más de una docena
de “admitidos”. En realidad, lo que había empezado como huelga se había
convertido en un auténtico “locaut”, que condujo a la miseria a 890 familias
obreras. Entonces, el diputado García Hidalgo, en un alarde de honestidad
insólito, se apartó del PSOE y quedó como simple “diputado de los obreros”.
El día de navidad de 1932, puso en libertad
al Comité de huelga, entre ellos Bautista Garcés, así como a los detenidos por
“coacciones” o por haber realizado pintadas “subversivas”. Los patronos
continuaron amenazantes, con una dureza insólita, preludio de las turbulentas
relaciones laborales de los meses siguientes.
Llegó 1933. Y el 25 de enero la Empresa
metalúrgica amenazó en estos términos: “Si las bases de trabajo aprobadas por
el Jurado Mixto del ramo se ponen en vigor, las fábricas cerrarán el próximo
día 28”.
Tras breves forcejeos con el Jurado Mixto, la
Empresa hizo un cierre patronal el 6 de febrero, y otro más duradero el 18 de
marzo, quedando 650 metalúrgicos cordobeses en la calle. De nuevo, el intrépido
diputado García Hidalgo se lanzó al centro del conflicto. El 20 de marzo
remitió este telegrama al Gobernador:
“Gobernador Civil:
Entérome absurda actitud patronos
metalúrgicos cerrando tallares, rebelándose así contra bases aprobadas
Ministerio de Trabajo. Creo estaría indicado ahora pedir Delegado resuelva
grave conflicto, y mientras, meter cárcel patronos, como hizo V.E. obreros
Electromecánica por incumplimiento bases Trabajo e ir huelga, máxime cuando
actitud patronos puede dar lugar a perturbación social. Denuncio manejos del
zascandil Serrano Palma, enemigo jurado intereses obreros metalúrgicos. Trataré
este asunto Parlamento. Salúdole cordialmente: García Hidalgo”.[5]
Pasaban los días con las fábricas cerradas y,
siendo ya insostenible la situación de los obreros parados, el 12 de abril el
gobernador González López ordenó la detención de los patronos metalúrgicos,
después que desoyeron un ultimátum de 24 horas para abrir los talleres. Entre
los patronos detenidos iba en cabeza Rafael Serrano Palma, presidente de la
Asociación de Patronos. Fueron liberados al día siguiente, cuando prometieron
abrir los talleres. Pero incumplieron su palabra y otra vez fueron detenidos el
18 de abril, lo cual provocó una lluvia de telegramas de las Asociaciones
Patronales en la mesa del Gobernador. Pero los tuvo en prisión una semana,
hasta el 27 de abril. No tuvieron ya más remedio que poner fin al “locaut” de
40 días y abrir la Electro Mecánica. La cuestión provocó una sonada
interpelación de García Hidalgo en las Cortes, el 6 de mayo, contra Largo
Caballero.
Los mensajes de unidad de la
izquierda cordobesa
ante el auge del fascismo
internacional
El 16 de julio de 1933 se celebró un “mitin
antifascista” (el primero con tal título en Córdoba) en el Gran Teatro de
Córdoba, bajo la presidencia de Bautista Garcés, ya claro dirigente comunista
cordobés. Empezó pronunciando unas palabras de solidaridad con el proletariado
alemán, que sufría bajo el fascismo (algo ya muy significativo) y recordó
también a los camaradas encarcelados.
Habló a continuación el diputado cordobés
Joaquín García Hidalgo, disidente socialista y cada vez más próximo a las filas
comunistas, el cual clamó por la solución del paro obrero existente, llamando
la atención de que pronto en Córdoba, en el otoño, se llegaría a la cifra de
50.000 parados.
Intervino a continuación el camarada Silva,
del Comité Central del PCE, e hizo hincapié en el peligro del ascenso del
fascismo, y protestó por las medidas represoras contra los obreros, ya que “ni
un solo burgués había caído bajo las balas de la Guardia Civil”. Seguían
clausurados muchos Centros Obreros en la provincia de Córdoba, algunos “desde
tiempos del nefasto Valera Valverde”-
Cerró el acto José Antonio Balbontín, el
primer diputado del PCE. Insistió también en la represión de que era objeto el
proletariado: “La Guardia Civil no dispara contra el terrateniente que deja la
tierra sin labrar, no dispara contra el capitalista que cierra su fábrica: caen
siempre los obreros parados… que algún día dejarán el paro para vengarse” (El Sur, 17-7-1933). Disertó después
sobre el problema de la tierra y de los medios que emplearon los grandes
terratenientes para apoderarse de ella. Aludió al problema religioso diciendo:
“Los trabajadores no tienen inconveniente en respetar las ideas; lo que no
quieren es que se predique la pobreza, mientras (el clero) acapara riquezas”.
Sus últimas palabras fueron una llamada a la unidad de las izquierdas: “Si no
se constituye el Frente Único, perecerán todos”.
La conclusión es muy significativa: desde
Córdoba, en el verano de 1933, en un “mitin antifascista” presidido por
Bautista Garcés, se lanzó a España el proyecto de “Frente Único”. Luego vendría
la idea de la “Alianza Obrera” del PSOE en 1934. Los dos precedentes de lo que
después sería el Frente Popular, pero después que la división los llevó a la
derrota electoral de 1933.
Las elecciones de 1933
y los malos augurios del
“Bienio negro”
Las elecciones de noviembre de 1933
resultaron un desastre para la izquierda, por su desunión, y un clara victoria
para la derecha unida, con lo que acabaría el “Bienio reformista” y comenzaría
el “Bienio negro” o contra-reforma. Sólo hubo “Frente de izquierdas” en Bilbao
y en Málaga. Aquí salió elegido el segundo diputado comunista: Cayetano
Bolívar.
En 1933, la candidatura comunista por Córdoba
iba encabezada por el abogado José A. Balbontín, el primer diputado comunista
(Resultó elegido en la elección parcial del 4 de octubre de 1931, en la
candidatura del pintoresco “Partido Social Revolucionario”, con Blas Infante,
Ramón Franco, etc. Pero Balbontín se pasó al PCE en febrero de 1933). Seguían
en la candidatura: Joaquín García Hidalgo (disidente socialista), y José Díaz
(secretario general del PCE). Seguían luego tres metalúrgicos de Córdoba:
Bautista Garcés, Manuel Hurtado y Alfonso Ruiz Domínguez. Cerraba filas la
habitual representación de Villanueva de Córdoba: Adriano Romero y Nemesio
Pozuelo, más el sevillano Antonio Mije y el abogado cordobés Ramiro Roses
Llácer. Era la flor y nata del PCE andaluz.
El resultado de la candidatura comunista de
Córdoba y provincia fue el más abultado de España, con 27.183 votos, seguida de
Sevilla (18.720 votos), Madrid (16.834), Asturias (16.832) y Málaga (15.380).
En Córdoba capital ganaron los socialistas (9.828 votos), seguidos de la
derecha (9.125) y el PCE (8.920).
Cuando España entró en 1934, sobre Europa se
cernían los más terribles presagios debido al crecimiento incontrolado de los
fascismos y de la ultraderecha, con la violencia desatada, cada vez más
radical. En el mes de febrero de 1934 ocurrió el aplastamiento de los
socialistas en Viena por el canciller católico Dollfus. En el mismo mes tuvo
lugar la intentona fascista de París: disturbios de la extrema derecha el 6 de
febrero, con una manifestación turbulenta y antiparlamentaria en la plaza de la
Concordia. Luego, el 30 de junio, se desató la matanza de izquierdistas por los
nazis (“La noche de los cuchillos largos”). En Madrid, la violencia de la
extrema derecha no cesaba de cobrarse víctimas en los líderes de la izquierda,
como Juanita Rico y Joaquín de Grado.
De nuevo la izquierda de
Córdoba
llama al “Frente Único”
Otra vez, en el año turbulento de 1934, la
izquierda cordobesa tuvo una mirada clarividente excepcional. Las Juventudes
Comunistas de Córdoba lanzaron a toda España un “Llamamiento al Frente Único”,
el 12 de junio, si bien fue publicado el 9 de agosto, debido a la censura de
prensa implantada a causa de la huelga nacional de campesinos.
En el Llamamiento,
las JJ.CC. se lamentan del incremento de aparato represivo contra el desarrollo
del movimiento obrero, por parte del “Gobierno pre-fascista de Samper-Gil
Robles”; animan a la lucha de las masas explotadas contra la peste sangrienta
del fascismo y del peligro de arrojar al proletariado a la matanza que el
capitalismo mundial organiza.
Censuran en el Llamamiento el acuerdo adoptado por el Consejo de Ministros de
suprimir todos los actos y
manifestaciones a partir del 30 del pasado (junio), lo cual responde al
miedo a que el día 1 de agosto, XX aniversario de la guerra del año 14, el
proletariado demuestre en la calle “su odio más encarnizado contra los intentos
criminales de arrastrar al pueblo laborioso a una nueva conflagración…”.[6]
Sobre todo interesan en este Llamamiento los ocho puntos expuestos,
que denotan un perfecto conocimiento de lo que ocurre en Europa y del peligro
del fascismo desbocado:
“1ª.- Contra la ofensiva patronal en las
fábricas de Córdoba y provincia, por la readmisión de los despedidos en la
Electro-Mecánica, Porcelana, etc.
2ª.- Por la preparación de la huelga general
en nuestra provincia para impedir las maniobras militares en el Cerro Muriano
en el próximo año.
3ª.- Contra todas las organizaciones
fascistas y fascistizantes, y por su desarme y disolución inmediata. Contra
todos los actos que se preparen por las Juventudes de Acción Popular, así como
el desencadenar una acción violenta para impedir la concentración regional que
organizan en Granada. Contra la política sangrienta del gobierno Samper-Gil
Robles. Por la constitución de las Milicias antifascistas.
4ª.- Por la libertad de los millares de
jóvenes obreros agrícolas y campesinos detenidos en el curso de la pasada
huelga de campesinos, así como de todos los trabajadores en general, caídos en
el proceso de la lucha revolucionaria. Contra toda política de represión contra
las masas.
5ª.- Por la libertad de toda la prensa obrera
y revolucionaria. Contra las medidas de Salazar Alonso de impedir la venta
pública de nuestra prensa.
6ª.- Por la reapertura de todos los Centros
Obreros, sindicatos, centros políticos, culturales, etc., clausurados.
7ª.- Contra el terror fascista de Hitler. Por
la acción de masas para salvar al camarada Thaelmann y a todos los presos
antifascistas. Por el envío de una delegación juvenil de Frente Único a los
campos de concentración, y que visiten a Thaelmann.
8ª.- Por la preparación de la XX Jornada
Internacional de la Juventud el primero de septiembre.
………………………………. (Córdoba, junio de 1934)”. [7]
Las iniciativas unitarias se multiplicaban,
pero con demasiada lentitud. El 30 de septiembre de 1934, ya en vísperas de la
“revolución de octubre” se constituyó en Córdoba la “Alianza Obrera y
Campesina”, en la que se integraron socialistas, comunistas, organizaciones
sindicales y sindicatos autónomos.[8] El hecho venía también
espoleado por la amenazante “Parada fascista de El Escorial”, el 22 de abril de
1934, por las Juventudes de Acción Popular, los “Camisas verdes”, que aclamaron
a Gil Robles como “Jefe” (Führer). El poeta Pedro Garfias lo expresó en un
poema tétrico: “… En anchos círculos
negros, / negros, en negras bandadas / malos cuervos agoreros / de la media luz
del alba / sobre la ciudad volaron, / negros de luto y de lágrimas…”.[9]
En junio de 1935, José Díaz llamó a la
formación de un “Bloque Popular”, precedente claro del célebre Frente Popular,
cuya pequeña experiencia había ocurrido en las elecciones de 1933, en Bilbao y
Málaga, con pleno éxito. Lo más llamativo tuvo lugar en Francia, cuando el 27
de julio de 1934 se firmó el pacto entre socialistas y comunistas “contra el fascismo
y la guerra”, pacto que llevaría a un gobierno de izquierdas en Francia, y más
tarde, también en España.
En agosto de 1934, los metalúrgicos de
Córdoba se afanaban en reactivar la vida del Sindicato Único de Industrias
Sidero-Metalúrgicas, para lo cual Antonio Rodríguez (presidente) y Bautista
Garcés (secretario, sustituido en septiembre por Alfonso Ruiz) publicaron en la
prensa el llamamiento para una asamblea, el 26 de agosto.
Decían, entre otras cosas, que “nos hemos
propuesto conseguir la total reorganización de nuestro Sindicato… Los
compañeros de La Porcelana y los de la Electro, después de casi dos años de
apartamiento, vuelven a venir a él”, porque “el Sindicato sigue siendo un arma
poderosa para la defensa permanente de los intereses de la clase obrera… El
próximo domingo, día 26, a las seis de la tarde, pensamos celebrar un acto de
orientación sindical… Esperamos que con vuestra asistencia a este acto daréis
por cancelada toda una época anterior, de indiferencia y de desgana…
Córdoba, a 21 de agosto de 1934. El
presidente, Antonio Rodríguez. El secretario, Bautista Garcés”.[10]
Represión y torturas en
Córdoba
en octubre de 1934
Aunque la célebre “revolución” sólo tuvo
repercusión en Asturias, todo el resto de España sufrió los efectos de la
represión, y por supuesto también Córdoba. Lo primero que ocurrió aquí fue una
terrible oleada de detenciones, sobre todo entre los líderes de la izquierda, a
pesar de que en esta capital no ocurrió nada. Fueron detenidos: Manuel Sánchez
Ruiz (presidente provincial de la FNTT), Alfredo Muñoz Caballero (presidente
del Sindicato Metalúrgico), el Dr. Vicente Martín Romera (ex presidente de la
Agrupación Socialista), Juan Palomino Olalla (concejal socialista y ex presidente
del Jurado Mixto Rural), Antonio Bujalance (alcalde socialista destituido de
Hornachuelos, y del Comité nacional de la FNTT), Francisco Azorín Izquierdo
(jefe provincial del Partido Socialista, detenido en El Carpio), y por
supuesto, Bautista Garcés Granell (secretario del Sindicato Metalúrgico), y un
largo etcétera.
Un reportaje en “Mundo Obrero” sobre
el diputado Bautista Garcés, de la serie “Charlas con nuestros diputados”, de 4
de abril de 1936.
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Sobre las torturas que sufrió Bautista
Garcés, él mismo dio su testimonio en una entrevista que le hizo Mundo Obrero (4-4-1936):
“… Estaba en una calle de Córdoba esperando a
unos camaradas, y pasó un automóvil con guardias civiles. Me conocieron y,
apeándose del coche, me encañonaron con las pistolas. No hubo manera de
escapar… Tres días estuvieron pegándome golpes en el cuartel de la Guardia
Civil. Golpes con las culatas de los fusiles, golpes con toda clase de
instrumentos contundentes… el dolor mayor, el dolor insufrible era producido
por el retorcimiento de los brazos. Los huesos crujían. Este martirio terminaba
con el desvanecimiento. Y esto se repetía una y otra vez durante los tres días
horribles que me tuvieron en el cuartel de la Guardia Civil… adopté una
resolución desesperada. En el momento que me apaleaban, al tercer día, me lancé
de cabeza contra los muros y me produje una gran herida en la cabeza… Un año
justo me han tenido en la cárcel.”
El cuñado de Bautista, Manuel Castro
Bretones, en torno a 1980, me remitió, entre otros documentos, esta dedicatoria
de Bautista desde la cárcel a su hijo Honorio, con el regalo de un libro sobre
El Cid:
“Querido hijo Honorio: No puedes figurarte la
alegría que he recibido al comprobar que ya sabes leer con facilidad; en premio
a tu aplicación te regalo esta historia de Ruy Díaz ‘El Cid’. Aunque otros sean
los tiempos y otros los afanes de nuestros días, la vida del héroe castellano
es un documento tan rico en humanidad, que bien merece ser tenido como ejemplo.
Que sigas siendo aplicado y que sepas extraer las enseñanzas de éste y otros
libros como éste, es el más ferviente deseo de tu padre. B. Garcés (rubricado)
1-7-1935”.
Las elecciones del Frente
Popular.
Bautista Garcés, diputado
por el PCE
Cuando
la izquierda cordobesa hubo de enfrentarse a las decisivas elecciones del 16 de
febrero de 1936, ya había aprendido la dura lección de la desunión. Desunión
que les había llevado a la derrota electoral de 1933, y a las consecuencias
graves que aquella derrota desencadenó. Por tanto, en 1936, republicanos,
socialistas y comunistas concurrieron a las urnas en una sola candidatura: la
del Frente Popular. La derecha concurrió dividida.
A Córdoba le pertenecían entonces 13
candidatos: 10 por la llamada entonces “mayoría”, y 3 por la “minoría”. El PCE
presentó 21 candidatos en 19 provincias, en la lista unitaria. En sólo dos
provincias fueron admitidos dos candidatos del PCE: Asturias (Dolores Ibárruri
y Juan J. Manso) y Córdoba (Jesús Hernández y Bautista Garcés). Otro cordobés,
Adriano Romero (de Villanueva de Córdoba) fue incluido en la lista del Frente
Popular de Ponvedra. Todos triunfaron. José Díaz (Madrid), Antonio Mije
(Sevilla), Cayetano Bolívar (Málaga), Pedro Martínez Cartón (Badajoz), etc.
Los resultados victoriosos de la
izquierda en Córdoba fueron apoteósicos: 158.000 votos el Frente Popular, y
110.000 la candidatura de derechas, en la que, curiosamente, no resultó elegido
ninguno de la CEDA, sino que la “minoría” se la llevaron los tres del P.
Progresista, aupado por cacicato de Priego, sobre todo. En Córdoba capital, la
derecha obtuvo 12.000 votos, y el Frente Popular, más de 28.000.[11] Pero el golpe militar del
18 de julio lo destrozaría todo, con sangre, lágrimas y hambre.
El asesinato de diputados
del F.P.,
entre ellos Bautista Garcés,
del PCE
El
golpe militar de 1936 triunfó en Córdoba capital el día 18 de julio, a las 6 de
la tarde, con una simbólica resistencia de algunas autoridades del Frente
Popular, que en el despacho del gobernador civil lo estuvieron presionando
durante unas horas, para que no claudicara, lo que finalmente hizo. Allí fue
apresado, entre otros, el ex diputado Joaquín García Hidalgo. A los detenidos
los llevaron, como rehenes, al calabozo del cuartel de Artillería, cuyo jefe
era el coronel Ciriaco Cascajo, cabecilla protagonista de la sublevación.
Mientras en Córdoba capital y provincia (y
en España) ocurrían multitud de desgracias por aquel sangriento golpe militar,
atendamos sólo a lo que ocurría en el calabozo de Artillería, como fue la
detención, pasión y muerte del diputado del PCE, Bautista Garcés.
Empecemos por el testimonio de la hija
de Garcés, Herminia: “El 18 de julio, mi
padre llegó de Madrid a las seis de la mañana y se acostó. A las ocho, mi madre
puso la radio y se enteró de lo que
pasaba, y lo llamó. Se marchó al Gobierno Civil. A las dos volvió, para que mi madre
estuviera tranquila, no quiso comer y se marchó de nuevo. Mi madre lo vio irse
desde la azotea, y que se encontró con un socialista, continuando juntos. Al
llegar al viaducto, se unieron a un entierro que pasaba, de una señora
conocida, que iba en la misma dirección. Al pasar por el cuartel de la Guardia
Civil, fue parado el entierro, y detuvieron a mi padre y al otro socialista.
Por la tarde vino a casa el hijo de éste último con un papel de mi padre, en el
que pedía a mi madre que le diera al chico un pantalón de rayas, la chaqueta
del pijama y un botijo de agua, que tenía mucha sed. Ya no volvimos a saber de
él, hasta que un señor fue a buscar a mi tío (Enrique), para que reconociera a
su hermano Bautista muerto…”.[12]
El periódico falangista Guión (20-7-36) se hizo eco, cosa rara,
de esta detención:
“El diputado comunista,
señor Garcés, dirigióse desde los Olivos Borrachos, donde tiene su domicilio,
al centro de la ciudad. Al pasar frente al cuartel de la Guardia Civil, un
oficial de dicho Cuerpo detuvo al diputado de referencia y al individuo que le
acompañaba”.
Otro diputado del Frente Popular, el
socialista de Peñarroya Eduardo Blanco Fernández, se escapó por casualidad de
caer en la ratonera de la capital cordobesa. Al comienzo de mis
investigaciones, en 1979, llegué a tiempo de entrevistarlo en Madrid, en el
barrio de Usera, donde vivía, y me dio este testimonio:
“Antes de salir yo para
Peñarroya, el 17 de julio, vinieron a verme en Madrid Joaquín García Hidalgo y
el fiscal Gregorio Azaña Cuevas, diciéndome que tenían una plaza libre en el
coche y que me fuera con ellos a Córdoba, ya que para el domingo 19 estaba
convocada en la capital una Asamblea para el estudio del Estatuto Andaluz. Les
contesté que no podía irme con ellos, porque ese mismo día tenía que estar en Peñarroya,
en el VI Congreso de la Federación Regional de Sindicatos de Peñarroya. Se
puede asegurar que aquello me salvó de una muerte cierta en Córdoba.”
Volvamos al calabozo del cuartel de
Artillería. Pronto llevaron allí al diputado socialista Antonio Bujalance, de
Hornachuelos, detenido también en la capital. En la madrugada del 19 de julio,
cayeron allí otros dos diputados, los socialistas Luis Dorado Luque y Antonio
Acuña Carballar, de Málaga, a los que pillaron, cuando pararon el tren de
Madrid en Alcolea. El calabozo se fue llenando con algunas personas más,
significadas políticamente.
El día 28 de julio, a las 9 de la
mañana, ocurrió algo increíble en el calabozo. El ex diputado Joaquín García
Hidalgo apareció muerto “por coma diabético”, y así consta en su acta de
defunción. Ciertamente padecía diabetes, pero ¿qué sucedió en aquellos diez
días de detención, para que García Hidalgo sufriera un coma diabético?
Entre 1979 y 1980, cuando investigaba
para mi primer libro sobre la guerra civil en Córdoba, me puse al habla con la
familia de García Hidalgo. Me dijeron que recibió malos tratos. Suponemos que
mala o nula alimentación, o falta de tratamiento médico… Otra versión alude a
su cuñado, el comandante José Eady Cazorla (o Giorla), de la Guardia Civil, que
pudo haber ideado alguna inducción diabética, para salvar así a García Hidalgo
del fusilamiento.
Quizá por esta última razón, se procedió
también a un trámite insólito, que fue incoar un Expediente sumarial, por el comandante juez Juan Anguita Vega
(antes instructor también en la represión de octubre de 1934), con el fin de
demostrar que García Hidalgo había muerto “por causa natural”.[13] Para tal expediente se
ordenó realizar una autopsia, algo insólito en aquel torbellino de cadáveres
que ya caían en Córdoba. Fue encargado de la autopsia el médico Antonio
Manzanares. Se llevó a cabo una diligencia todavía más humillante, que fue
hacer firmar a los diputados compañeros de calabozo que la muerte había sido
“natural”. Así redacta el médico Manzanares:
“… constituidos el Sr. Juez
con mi asistencia y la de los Sres. Bautista Garcés, Antonio Acuña, Luis Dorado
y Antonio Bujalance, que se encontraban en el mismo calabozo donde la persona
objeto de estas diligencias ha fallecido, manifiestan: que la muerte ha sido
natural… Llamado a presencia del Sr. Juez, el Capitán Médico Antonio Manzanares
manifiesta: que habiendo reconocido al muerto… no presenta signos exteriores de
violencia”.
A los pocos días se archivó el
expediente sin declaración de responsabilidades, como era de esperar. Queda en
el aire un evidente tufo exculpatorio de alguien que quiso cubrirse las
espaldas.
La tragedia acababa de empezar: aquel
mismo día, en la noche del 28-29 de julio, fueron sacados para morir dos
diputados: Bautista Garcés (por Córdoba) y Antonio Acuña (por Málaga, apresado
en el tren, en la madrugada del 19 de julio). No sabemos si les hicieron algún
paripé de sumarísimo de urgencia. El coronel Cascajo empezó a ejercer como
“Nerón” de la Córdoba republicana. Sus crímenes rebasarían varios miles de
personas.
Bautista Garcés fue asesinado, uno de
los protomártires causados por aquel fascismo desencadenado en 1936, al calor
de los fascismos europeos del Eje Roma-Berlín, más Portugal-Austria, etc. Hoy
empieza a formarse otra vez una especie de neofascismo global occidental, que
se nombra con el eufemismo de “populismo”.
Volvamos al testimonio de Herminia, hija
de Bautista Garcés, antes citado: “… Ya
no volvimos a saber de él, hasta que un señor fue a buscar a mi tío (Enrique,
hermano de Bautista), para que reconociera a su hermano muerto. Fueron al
cementerio de San Rafael y comenzaron a remover un montón de cadáveres, hasta
que lo encontraron muy ensangrentado, debajo del cadáver de una mujer. Mi tío
se desmayó. Ese otro señor lió a mi padre en una sábana y lo llevó en su coche
al cementerio de La Salud, a un entierro individual. Luego, a los diez años,
despareció su rastro.”
A la madrugada siguiente, la del 29-30
de julio, salieron del calabozo del cuartel de Artillería, para el mismo
ceremonial de la muerte, los otros dos diputados: Antonio Bujalance (por
Córdoba) y Luis Dorado Luque (por Málaga). La misma madrugada aparecieron
también fusilados: el concejal socialista Antonio Molina Fuentes, su hermano
Francisco (maestro de Escuela), y varios más, además de un grupo que sufrió el
“paseo” en la salida de la carretera de Almadén. La ola de sangre fue tan
salvaje en Córdoba que, no sólo fusilaban en los dos cementerios, sino en todos
los descampados de la capital: en la cuesta de Los Visos, en la cuesta de La Albaida,
en la cuesta de La Lancha, en la cuesta de Rabanales, en la carretera de
Sevilla, en La Viñuela, en La Torrecilla, en el camino de Las Quemadas y en un
sinfín de lugares.
En cuanto al asesinato del diputado Antonio
Bujalance recabé algunos datos en 1979-1980, cuando preparaba mi primer libro
sobre la guerra en Córdoba. Me entrevisté con su hermana Tránsito, en la Puerta
de Sevilla, 3, casa familiar en Córdoba. La mujer contaba con dolor cómo su
hermano Antonio Bujalance fue detenido en la citada casa el 18 de julio. Él
pertenecía al Comité Nacional de la FNTT, y había sido alcalde de Hornachuelos,
donde se las tuvo que ver contra los intereses patronales del pueblo más
latifundista de la provincia. Sufrió la destitución como represalia por las huelgas
de campesinos y por los sucesos de octubre. En la República, cuando en un
pueblo surgía una huelga, los alcaldes eran destituidos. En la posguerra, su
hermano Eduardo también fue fusilado, por el único delito de ser hermano de un
diputado del F.P. también fusilado. Lo mataron en el paredón del cementerio de
La Salud, a corta distancia de su casa. Semanas después, las milicias socialistas
que luchaban en el frente de Adamuz y El Carpio crearon la “Compañía Antonio
Bujalance”.
La “represión” franquista, es decir, un
genocidio sin paliativos, no afectaba sólo a las víctimas directas del paredón,
sino a todas las personas allegadas a las víctimas. Era la destrucción o
dispersión o hambreamiento de los hogares. Cada víctima del paredón conllevaba
una ristra de represaliados, multiplicando por docenas o por cientos.
En las Memorias inéditas de Herminia Garcés, entonces una niña de 5 años,
se cuenta lo que ocurrió en su casa después del asesinato de su padre:
“Recuerdo
a mi madre llorando, y la casa llena de gente dándole consuelo. La casa se le
caía encima, así que para que no se sintiera sola nos fuimos provisionalmente a
casa de mi abuelo (Antonio Castro López). Después nos enteramos por los vecinos
que la policía había entrado en nuestra casa, arrojaron todo por la ventana y
le prendieron fuego a libros y papeles. Entre ellos, unos dibujos que le había
regalado a mi padre su amigo Julio Romero de Torres.
Unos periquitos que teníamos los querían pisar, diciendo: ‘Mira,
encima caprichitos’. Así era la catadura moral de aquellos individuos. Se
salvaron, porque una vecina los pidió para sus hijos, y luego nos los dio de
nuevo a nosotros. La máquina de escribir y algunos libros los escondieron los
vecinos. Todo lo demás, o acabó en el fuego o se lo llevó la policía. Los
muebles fueron emparedados en el hueco de la escalera. Al final de la guerra
conseguimos que nos devolvieran la máquina de coser, aunque para ello
necesitamos los servicios de un abogado.
Mi madre también fue perseguida. Un guardia de Asalto avisó
para que la advirtieran. Y tuvo que salir huyendo hacia la sierra, dejándonos a
dos niños de 5 y 6 años, de modo que nos quedamos al cuidado de mi abuelo. Mi
madre, en su huida, encontrón por el camino a otras personas que también huían…
Como no podían andar por carreteras, caminos ni veredas, tenían que andar
escondiéndose entre matorrales. Llevaba los brazos y piernas llenos de
arañazos…”.
De esta manera lograron llegar a zona
republicana, y de ahí la viuda Francisca Castro llegó hasta Madrid, donde buscó
protección en el Comité Central del PCE, y se entrevistó con Dolores Ibárruri.
Durante toda la guerra no tuvo ninguna noticia de sus hijos que se habían
quedado en Córdoba, al cuidado del abuelo.
Pero ocurrió que al abuelo Antonio
Castro le llegaron noticias de que también lo andaban buscando, por lo que
decidió también huir a través de la sierra, dejando a los nietos al cuidado de
su mujer, a la que los niños llamaban “Mama Juana”:
“En
cosa de dos o tres meses nos habíamos quedado sin familiares y sin medios para
vivir. La Electro-Mecánica daba vivienda a sus obreros. Mi abuelo trabajaba
allí, pero como tuvo que irse, perdió la casa. Mama Juana tuvo que ponerse a
trabajar y alquiló una casa en los Olivos Borrachos. En esa casa fue donde viví
hasta los 19 años, en que emigré a Barcelona. Mama Juana trabajaba cuatro horas
por la mañana lavando ropa o haciendo faenas. Nos decía que no saliéramos de
casa y que, si había bombardeos, nos metiéramos debajo de la cama… Pasamos la
guerra escondidos. Salíamos sólo lo indispensable, para que nadie supiera que
estábamos allí. Por ese motivo, y al no vivir ni en la casa de mis padres ni en
la de mi abuelo, mis tíos no pudieron ayudarnos, hasta que un conocido común
les indicó nuestro paradero. A partir de entonces las cosas mejoraron para
nosotros, pues nos proporcionaron comida y ropa…”.[14]
El Batallón “Bautista
Garcés”
Los
comunistas de Villanueva de Córdoba, al tener noticia del crimen cometido en
Córdoba, decidieron, a mediados de agosto de 1936, honrar al diputado asesinado
poniendo el nombre de “Bautista Garcés” a sus recién creadas “Milicias
Villanueva”, en los días finales de julio. El célebre “Batallón Bautista
Garcés” desplegó por primera vez sus combatientes milicianos por la sierra de
Córdoba (Las Ermitas, Torres Árboles y Los Villares) antes del 20 de agosto de
1936, en la frustrada operación del ataque a Córdoba de esa fecha.
Mandó el Batallón inicial el comandante
Enrique Vázquez, de Villanueva, que había ostentado la graduación de sargento
en su servicio militar en África. Por poco tiempo, porque el 22 de diciembre de
1936, cuando cubría la retirada de sus hombres entre Villafranca y El Carpio,
fue apresado por los franquistas y fusilado en el acto, dando vivas a la
República. Luego, el poeta Pedro Garfias lo inmortalizó en uno de sus poemas de
Héroes del Sur.
Sustituyó a Vázquez en el mando del
“Garcés” el comandante Antonio Ortiz Roldán, jefe de las Milicias “Ramón
Casanellas”, de Espejo, que se integraron en el Batallón “Garcés”, lo mismo que
parte de las Milicias de Montilla y el Batallón “del Terrible”, de
Peñarroya-Pueblonuevo, entre otras incorporaciones. De esta forma, el Batallón
“Garcés” se había convertido en Regimiento de octubre de 1936.[15]
Dos fotos de los milicianos del
Batallón “Garcés”, creado en Villanueva de Córdoba en agosto de 1936, en honor
del diputado asesinado.
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En estas fechas, el célebre Batallón
iniciado por los milicianos de Villanueva de Córdoba (ya Regimiento) se
componía, exactamente, de 1.454 hombres, con las siguientes procedencias:
Villanueva de Córdoba (124), Espejo (55), Montilla (50), Fuente Palmera (54,
con el célebre caballista “capitán Chimeno”), Almodóvar (24), Palma del Río
(51), Villaviciosa (78, la mayoría de la CNT), Córdoba capital (219), Pedro
Abad (47, con el capitán Arjona), Belalcázar (69), Madrid (305), entre otros
lugares más.
El Batallón “Garcés” fue uno de los que,
en Córdoba, se adhirieron al 5º Regimiento (al igual que el Batallón
“Villafranca” y las “Milicias de Jaén”). Como coordinador de estas Milicias del
norte de Córdoba se creó un Comité de Frente, con cuatro miembros: Pablo
González Calvo, Ramón Guerreiro, el poeta Pedro Garfias y Manuel Castro
Bretones, cuñado de Bautista Garcés.
Este Batallón se militarizó a comienzos
de 1937 en la 73 Brigada Mixta (mandada por Bartolomé Fernández), junto con el
Batallón Pedroches (Pozoblanco), el Batallón Raya (de Málaga) y parte de las
Milicias de Jaén. Junto con las Brigadas 74 y 88, más la XIII Internacional
dieron lugar a páginas heroicas en la defensa del norte de Córdoba (Los
Pedroches) y obtuvieron la célebre victoria de la batalla de Pozoblanco, siendo
jefe del sector el teniente coronel Joaquín Pérez Salas, militar profesional de
Artillería.
La 73 Brigada Mixta escribió su último
capítulo en defensa de la República formando parte de la División de Maniobras,
al mando del italiano Aldo Morandi, enviados al Bajo Aragón en marzo de 1938,
para contener la avanzada de los franquistas hacia el mar. En aquellos páramos
de Aragón y del Maestrazgo sufrieron una alta contribución de sangre, hasta que
la mayoría de supervivientes pasaron a Cataluña por el puente de Tortosa,
mientras otros de las Brigadas 73 y 74 quedaron prisioneros de los franquistas.
Los supervivientes formarían luego parte del gran éxodo a Francia entre
enero-febrero de 1939. Tras sufrir los campos de concentración en las playas
francesas, unos se integraron en la vida laboral francesa, otros seguirían
luego luchando en el maquis francés para la liberación de Francia, y varios miles
de cordobeses, andaluces y españoles fueron a parar a los campos nazis, sobre
todo a Mauthausen y Gusen, donde 7.000 de ellos sucumbieron bajo el hambre, las
infracondiciones y los hornos crematorios. Páginas de dura realidad y de
leyenda de los combatientes del Batallón “Garcés”, con el nombre del mártir
cordobés asesinado Bautista Garcés como enseña.
El nombre de Garcés también lo
inmortalizó el poeta Pedro Garfias por todo México, durante el exilio, en su
poema “Capitán Ximeno”, que fue de los suyos más recitados y más celebrados por
su público. El poema terminaba: “… ¡Ay,
Ximeno! / Capitán del Batallón de Garcés. / ¡Capitán / de la cabeza a los
piés!”
La viuda y los hijos de
Bautista Garcés,
bajo el yugo del hambre
impuesta por los vencedores
En
este epígrafe seguiremos en líneas generales las Memorias inéditas de Herminia Garcés (ayudada por su hijo Rubén y
por el tío Honorio). “Cuando mi madre y
mi abuelo regresaron a Córdoba (1939), nos
llegó el rumor de que los habían visto en la Estación. No habíamos tenido
noticias de ellos en tres años y fuimos a su encuentro en el camino… Yo tenía 8
años, pero lo recuerdo como si fuese ayer… Nosotros nos quedamos a vivir en la
barriada de Los Olivos Borrachos, en una casa de la calle La Austriada, que era
la que alquiló Mama Juana durante la guerra. En aquella vivienda, que tenía 4
habitaciones, vivían 3 familias, … 17 personas en total. En nuestra habitación
cabía un armario, una mesa y una cama, en la que dormíamos los tres. Mi madre
en el centro y nosotros en los lados”.
Si todos los no afectos al Régimen
sufrieron listas negras y exclusión, mucho más los hijos de los “rojos”
destacados. Relata Herminia, la hija del diputado asesinado: “Al acabar la guerra, siendo aún niños nos
pusimos a trabajar. Al ser hijos de comunista, no nos admitían en ningún
colegio. Si queríamos estudiar, debíamos recurrir a algún maestro particular, y
si no había dinero para comer, menos aún para estudios. Las clases eran una
peseta al mes, pero no nos lo podíamos permitir. Un maestro llamado Miguel
Navarro, que también había sido del partido comunista, dio clases particulares
a mi hermano gratuitamente… Yo no fui a la escuela, pero aprendí a leer, porque
me enseñó mi hermano.
“Honorio fue poco tiempo a clase… Teníamos una bombilla de
pocos watios, con la que apenas veía las letras, así que subía la silla encima
de la mesa para poder ver mejor el libro.
“Con el trabajo pasaba igual que con los estudios. No había
trabajo para hijos de comunista. Íbamos a solicitar trabajo a la
Electro-Mecánica, La Constructora y la Fábrica de Aluminio, y en todas partes
nos dijeron que no había. Conocidos nuestros que fueron después el mismo día,
ingresaron”.
Les dio a los dos niños trabajo por primera
vez un señor que se dedicaba a fabricar puertas de madera y verjas metálicas. “Después nos pusimos a trabajar en el campo.
Se trabajaba de sol a sol. Íbamos a Chinales, a Los Guzmanes, y prácticamente a
todos los sitios que necesitaran mano de obra y no nos conocieran o no les
importara quiénes fuésemos. Hicimos prácticamente de todo. Creo que la única
excepción fue la siega…
“Lo peor eran los garbanzos y el algodón. Siempre acababas
con cortes en las manos, porque las vainas estaban muy secas y cortaban como
cuchillos.”
Relata Herminia la dureza del trabajo
agrícola en invierno con la tierra helada, como la cosecha de patatas. En otras
ocasiones se iban los dos hermanos a cosechar habas, boniatos, cebollas, etc. Otro
medio de vida era ir al campo a comprar patatas y venderlas en el barrio: “Hubo
ocasiones en que iba al campo y compraba 10 kilos de patatas, porque eran más
baratas que en la tienda, y de camino a casa, antes de llegar, la gente me las
compraba.”
El hermano mayor, Honorio, se puso a trabajar
en la cárcel como ayudante de un fontanero. Luego se puso a trabajar en el
Silo. Fue el último trabajo que hizo antes de emigrar a Barcelona. “Cada día salía de casa con un arenque con
pan, que se comía mientras corría diriéndose al trabajo. No comía nada más en
todo el día. Sus compañeros en ocasiones bromeaban de que “el que no comía”
trabajaba sin parar, y en no pocas ocasiones compartían algo de su comida con
él en los descansos.”
En los últimos tiempos de Honorio en
Córdoba, como era alto y fuerte, también se dedicó a la lucha libre y
grecorromana. Atrás quedaban muchas penurias, como recorrer las vías en busca
de carbonilla que se caía de los vagones y servía para cocinar o calentarse. En
una de esas andanzas arrolló el tren al abuelo Antonio Castro López, y le cortó
las dos piernas. Murió pocos días después, a los 66 años.
Honorio Garcés Castro, hijo mayor del
diputado asesinado, junto a su amigo Núñez, recién llegados a Francia, en 1956.
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Dice Herminia que “La mayor parte de vecinos se portó bien con nosotros, algunos de ellos
incluso de derechas. Sin embargo hubo ciertas excepciones. La señora Natividad,
por ejemplo, cuando me dirigía a comprar el pan, no me dejaba pasar por delante
de su casa, y me obligaba a pasar por un barrizal”.
Los peores momentos fueron los de la
inmediata posguerra. Sigamos el relato de Herminia Garcés: “Mi madre estaba muy debilitada por el hambre y, tras una enfermedad,
adelgazó mucho y se le cayeron unas muelas con funda de oro. Las guardó un
tiempo en una caja, pero como no se las iban a reimplantar, terminó vendiendo
el oro. Puede decirse que tuvo que vender las muelas para poder comer.
“No podíamos pagar el alquiler de la casa que, bueno, era una
habitación. La cocina y el retrete eran comunitarios. Habló con el dueño, al
que llamaban Loreño, porque era de Lora del Río, y le pidió que, por favor, no
nos echara, que le iríamos pagando como pudiéramos. Loreño, que era una
bellísima persona, respondió que no se preocupara… que no tenía prisa…”.
Llama la atención que aquellos niños
huérfanos, hijos del diputado asesinado, tuvieran que acudir a pequeñas
prácticas de estraperlo para poder ganar una peseta y pagar el alquiler de la
habitación. Volvemos al relato de Herminia:
“Como
ya he comentado anteriormente, la gente del barrio nos ayudó muchísimo, y estoy
convencida de que, de no ser por ellos, nos habríamos muerto de hambre. María
la del horno, muchas veces, me ponía una barra más de pan y no me la cobraba.
Sabía que no nos la comíamos, que era para venderla, así que me cogía la bolsa,
para que nadie lo viera, y en lugar de las tres barras que nos tocaban por el
racionamiento, me ponía cuatro, y cada quince días nos daba algo de tocino.
“Con la venta del pan teníamos que sacar para pagar la casa,
a razón de una peseta al día (valía 20 pesetas al mes, pero debíamos meses) y
los 45 céntimos para el pan del día siguiente. Con la otra peseta teníamos que
comer los tres… Con poco dinero sólo podíamos permitirnos un cuarto litro de
leche, a repartir entre los tres. Íbamos a la lechería de Los Guzmanes. Tenías
que ir con la lechera, pues no existían envases. Allí nos la llenaban hasta el
borde (para nuestra sorpresa). En la carnicería, igual. Íbamos a por un hueso
de 10 céntimos y, al llegar a casa, encontrábamos también un trozo de carne.”
Herminia Garcés Castro, la hija menor
del diputado, junto a su madre Francisca Castro Flores, en Barcelona, en los
años 50’s.
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Así pues, en medio de la pobreza, había
solidaridad para la viuda y huérfanos de Bautista Garcés. Había gente que, en silencio, sabían del origen de tanta desgracia. “No
siempre –dice Herminia- hubo suerte y
nos tocó pasar hambre. Recuerdo que en una ocasión mi madre lloraba de
desesperación, porque no tenía nada para darnos.”
Honorio, el hermano mayor, llegó a
inventar teatrillos en su casa de la calle Austriada, 5, y la entrada era una
patata. Si alguna función no gustaba, el pequeño público pedía la devolución de
la patata.
Otras veces hacían escapadas a la
sierra, en busca de hinojos, algarrobas, bellotas o espárragos, la mayoría de
los cuales se los comían de regreso a casa, acuciados por el hambre. “La época del hambre acabó con mucha gente,
escribe Herminia. No había comida ni
trabajo. ¡Aquello sí que era crisis!”.
Algo que hoy nos impacta es ver a los
hijos de Bautista Garcés vendiendo agua con un botijo por la feria de Córdoba: “… mi hermano y yo íbamos con un botijo con agua y cobrábamos
‘a perra chica la jartá’. Había algunos que bebían y no nos pagaban…”.
La viuda, Francisca Castro, también iba
con sus hijos a muchas de las peripecias del hambre. Cuenta Herminia: “Aunque la salud de mi madre nunca fue
buena, iba con nosotros a trabajar al campo, y cuando había feria montaba un
pequeño tenderete y vendía rosquillos hechos por ella misma. A veces, rifaba
alguna bandeja o vendía figuritas, sombreros o farolillos de papel, también de
fabricación propia… También vendió fruta”.
Una carta de Dolores Ibárruri enviada
a la viuda de Garcés, en febrero de
1980.
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“La
enfermedad más grave que tuvo mi madre en Córdoba (que no en su vida) fue una
afección de la pleura… En un principio quisieron hacerle punciones, para
retirar el líquido interno, pero el doctor Don Joaquín Sama advirtió que lo
único que conseguirían sería que se reprodujera más. Lo mejor era mucho reposo,
y por supuesto tratar la infección. Tengo muy buenos recuerdos del doctor Don
Joaquín Sama. Se decía que había sido desterrado a Córdoba por ser republicano.
Nunca quiso cobrar a los pobres… (Cuando terminaba la visita) nos había dejado
algunas monedas debajo de la almohada.”
Nunca supimos de estos comportamientos
altruistas del eminente médico Joaquín Sama Naharro, al que tengo citado en mis
libros sobre la guerra civil, cuando también formaba parte de los presos de la
cárcel de Córdoba. Pero desconocíamos su actuación en la vida libre. Hombres
así son los que merecen los rótulos de las calles de Córdoba, ciudad ingrata
con los benefactores y lisonjera con los verdugos del pueblo.
La viuda de Bautista Garcés, junto a
su hija Herminia (abrigo blanco) y una amiga, en Barcelona.
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La Iglesia también ejercía sus venganzas
y exclusiones contra los hijos de “los rojos” destacados. Cuenta Herminia: “En navidad los curas daban a la gente pobre
y sin recursos un paquete con una manta, un kilo de garbanzos, un kilo de
azúcar y un kilo de arroz. Había que apuntarse previamente. A nosotros jamás
nos lo dieron. Una sevillana, que era de las encargadas de apuntar a las
familias, también nos apuntaba. Nunca supimos quién nos borraba. Sólo sé que
íbamos con nuestros vecinos, algunos de ellos con un jornal, y no tenían
problemas a la hora de recibir el paquete. A nosotros nos decían que nuestros
nombres no aparecían en la lista, y eso que aparte de nosotros, también nos
apuntaba la señora de Sevilla, que por cierto pillaba grandes berrinches,
cuando veía esta injusticia”.
En Córdoba capital, como es lógico,
mucha gente y autoridades sabían quién había sido Bautista Garcés. La guardia
de Asalto no era una excepción. Un día en que la viuda Francisca Castro hacía
cola ante un comedor de Auxilio Social, se le acercó un guardia de Asalto:
-¡Señora!
¿Es que tiene usted necesidad de venir aquí?
-Si no tuviera necesidad, ¿Iba a venir?
-Discúlpeme. Yo pensaba que estaban ustedes en buena
posición. Por favor, acompáñeme.
Sacó a la viuda de la cola y la llevó dentro del comedor. Y
no fue la última vez que la hizo pasar, antes que a los demás.
El asesinato de Bautista Garcés, como el
de tantos miles de personas, destrozó su hogar y su familia, la cual hubo de
sufrir el desastre y la humillación del hambre. El franquismo sabía que con el
fusilamiento de unos atacaba la supervivencia de miles.
La familia Garcés Castro empezó a
abandonar Córdoba al filo de 1950. La primera emigrante del hambre fue la hija
Herminia Garcés, cuando tenía 19 años. “Abandoné Córdoba para nunca volver”. Pero
se marchó contagiada de tifus. La familia catalana con la que había empezado a
servir la hicieron curar en el mayor secreto para no exponerla a la gran
disciplina sanitaria de entonces. Poco después llegaron también a Barcelona su
hermano Honorio y la madre Francisca Castro. En 1956 Honorio se marchó a
Francia. Francisca Castro murió en 1986. Ya había conocido mi primera obra
sobre la guerra civil en Córdoba, de la que compró varios ejemplares para
distribuir entre toda la familia. Cuando llegó la democracia a esta España
inquisitorial, recibió una carta de apoyo de Dolores Ibárruri, y también del
diputado por Córdoba Ignacio Gallego.
A estas fechas ya han fallecido todos:
Francisca Castro, Herminia y Honorio. Este ha dejado en Francia 4 hijos: María
Rosa (nacida en España), Ángel, Francis y Olivia. Herminia ha dejado a Coralia y
a Rubén Ferreres Garcés. Este fue quien puso en limpio en 2009 las Memorias de su madre Herminia. A él, la
historia de los masacrados (Los “Humillados y ofendidos”, de Dostoyevski)
deberá eterna gratitud. A Rubén lo conocí el 4 de diciembre de 2018, con motivo
de una conferencia mía en Córdoba, a la que vino a escucharme desde Barcelona.
Sé que mucha gente se emocionó al conocer su presencia. La memoria del crimen
contra Bautista Garcés es una herida que sigue abierta en mucha gente de bien
de la Córdoba ensangrentada.
LAUS
VICTIS
Francisco
Moreno Gómez
[1] Esta
información procede de mis libros La
guerra civil en Córdoba (1936-1939), Alpuerto, Madrid, 1985; y 1936. El genocidio franquista en Córdoba,
Crítica, Barcelona, 2008.
[2] Los datos personales de Bautista Garcés provienen de
unas Memorias redactadas en
Barcelona, 2009, por sus hijos Herminia y Honorio Garcés Castro, y por su nieto
Rubén Ferreres Garcés, así como de las comunicaciones entre éste último y el
autor en el mes de diciembre de 2018.
[3] Estas notas pre-republicanas aparecen en una
entrevista en Mundo Obrero, 4 de
abril de 1936, en la serie “Charlas con nuestros diputados”.
[4] Periódico El
Sur, Córdoba, 6 diciembre 1932.
[5] Periódico El
Sur, Córdoba, 20 marzo 1933.
[6] El Sur, Córdoba, 9 de agosto de 1934.
[7] El Sur, Córdoba, 9 de agosto de 1934.
[8] El Sur, Córdoba, 3 de octubre de 1934.
[9] Pedro Garfias, Poesías
de la guerra española, Ediciones Minerva, México, 1941.
[10] El Sur, Córdoba, 24 de agosto de 1934.
[11] Véase mi libro La
República y la guerra civil en Córdoba, Ayuntamiento, Córdoba, 1982, p. 317
y ss.
[12] Testimonio de Herminia Garcés Castro, en diversa
correspondencia recibida en varias fechas de 1979-1980.
[13] Francisco Espinosa Maestre, La justicia de Queipo, Crítica, Barcelona, 2005, p. 102.
[14] Los tíos que les quedaban en Córdoba eran: Antonio
Castro Bretones, por parte de la madre, y Enrique y Eulalia, por parte del
padre Bautista Garcés.
[15] Véase en este mismo BLOG una entrada dedicada a la
historia del Batallón “Garcés”.
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