GUERRA
CIVIL Y “TERCERA ESPAÑA”
Presentación del libro de Francisco Moreno Gómez:
“Trincheras
de la República, 1937-1939. Desde Córdoba al Bajo Aragón, al destierro y al
olvido. La gesta de una democracia acosada por el fascismo”.
(Día
3 de febrero de 2014, en la Biblioteca Complutense, de Madrid, con la intervención
de Mirta Núñez Díaz-Balart -presidenta de la Cátedra de Memoria Histórica del
Siglo XX-, de Jordi Gordon -de la Plataforma por la Comisión de la Verdad-, y
del autor).
Intervención del autor:
DE CONTRA-MEMORIA,
NEGACIONISMO
Y OTROS ENTUERTOS
En
la antigua Grecia, el tirano Creonte incurrió en una más de sus arbitrariedades
y prohibió que se diera sepultura a uno de sus opositores políticos. Fue un
desafío a las leyes naturales que obligan a las honras fúnebres a los difuntos,
de manera que Antígona, hermana de la víctima, decidió desobedecer al tirano y
dar sepultura a su hermano. Las iras del tirano Creonte se desataron, y ahí
ocurrió la tragedia, que plasmó Sófocles, en su obra “Antígona”. Es la tragedia
de la conculcación de la ley natural de honrar a los muertos. Las tiranías
prohíben siempre el honor a sus víctimas. Lo increíble será que tal indignidad
la cometa también una democracia.
Este decorado clásico de fondo me allana
el camino para hablar de una deshonra: el olvido de las víctimas causadas por
el franquismo. Con motivo de la presentación de mi nuevo libro Trincharas de la República, 1937-1939
(El Páramo, Córdoba, 2013) en esta Biblioteca
Complutense de Madrid (3-2-2014), he dado forma a un artículo obligado.
Un nuevo libro sobre la guerra civil.
¿No estamos ya saturados?.... Ni mucho menos…. Hoy día, sobre la guerra civil
se sabe menos y peor que en los años ochenta. Existen muchas explicaciones para
ello. Una, que hemos cometido el error de educar o maleducar a dos generaciones
en la desmemoria y en el olvido, y ahora se están recogiendo los frutos de una desinformación
absoluta. España necesita, más que nunca, abrir los ojos a su historia, abrir
los oídos a los relatos del pasado y abrir su capacidad de saber, derribando
mitos y falacias.
En este libro se trata de responder a lo
que fue el Ejército de la República, a lo que fue una vanguardia de trincheras
y a lo que fue una retaguardia llena de penalidades. Este libro recoge una
singularidad, que fue la del Frente Sur: un frente activo y sangriento durante
los tres años de guerra, y dio pie, al menos, a dos importantes batallas: la
batalla victoriosa de Pozoblanco y la batalla “Córdoba-Extremadura”, la última
de la guerra, en enero del 39.
No existió en España ningún otro frente que
tuviera un período de actividad tan dilatado ni un atractivo tan romántico, que
hiciera desfilar por este frente personalidades de todo tipo, desde escritores,
periodistas, brigadistas internacionales y fotógrafos, como Robert Capa.
Aunque el epicentro de Trincheras de la República es Córdoba,
una provincia que ha dado mucho juego a los historiadores, el marco no se
cierra ahí, sino que se abre hacia otros lugares, como Badajoz y el Bajo
Aragón, por donde fueron sembrándose las Brigadas autóctonas cordobesas, la 73,
la 74, la División de Maniobras, etc., en una lucha en situaciones-límite, desconocidas hasta entonces
en suelo ibérico. Entre muchas fuentes, las memorias del gran interbrigadista
Aldo Morandi, In nome della libertá, desconocidas
en España, han aportado datos sorprendentes.[1]
Hoy no está de moda hacer estudios de
reconstrucción de hechos bélicos, ni estudios rigurosos sobre la represión
franquista, ni estudios sobre el campesinado o las colectividades… en realidad,
sobre la guerra civil no está de moda casi nada, salvo algunas oníricas
disertaciones de mesa camilla o tibios análisis de despachos aburridos o, sobre
todo, maliciosos libelos contra los que sí trabajan en los despeñaderos de la
historia.
En 1937, el Ejército de la República
poseía ya una cualificación tan eficaz o más que el Ejército de Franco, de
manera que no todo fueron derrotas en la zona republicana ni mucho menos. Los
franquistas también tuvieron que correr, para atrás, en bastantes ocasiones: en
Pozoblanco, Guadalajara, Teruel, en el comienzo de la batalla del Ebro…Otras
batallas quedaron en tablas, como la del Jarama, la de Brunete, la de
Lopera-Porcuna en los límites de Córdoba-Jaén. ¿Qué ocurrió en realidad? Que
las fuerzas contendientes se igualaron muchas veces. Pero cuando ocurría la
igualación, el Eje Roma-Berlín deshacía el empate, mediante envío masivo de
hombres (Italia) y material modernísimo (Alemania). Los envíos de la URSS
llegaban tarde y mal, a veces nunca. Es decir, la URSS mandaba ayuda para
resistir; el Eje la enviaba, no sólo para vencer, sino para arrasar. Ese
arrasamiento se vio, por ejemplo, en la segunda parte de la batalla del Ebro.
Una batalla, y la guerra también, que fue ganada, no tanto por Franco, sino por
Hitler.
Ese mito de un Ejército de la República
desorganizado es eso: un mito falaz. En los primeros meses, en los que los
golpistas pudieron ser aplastados, les cayó en suerte una gran baza a su favor:
el Ejército de África, los Regulares y la Legión. Con esta ayuda decisiva
solucionaron los primeros meses, dejando atrás un genocidio de gente campesina,
por toda la España meridional.
Trincheras
de la República plantea bastantes cuestiones de retaguardia, como la
conflictividad política de sindicatos y partidos del Frente Popular, la
cuestión humanitaria de los desplazados o refugiados, el difícil abastecimiento
a la población civil, los bombardeos crecientes de la aviación franquista sobre
objetivos civiles, los ametrallamientos aéreos de la población civil evacuada
por las carreteras, las actividades increíbles del Cuerpo de Guerrilleros de la
República, los “Niños de la Noche”, y sobre todo, los crímenes de guerra, es
decir, el maltrato y fusilamiento de prisioneros. Se fusilaron a mansalva los
prisioneros de Málaga; se fusilaron después de la victoria, en los alrededores
de los campos de concentración. Los vencedores practicaron ejecuciones sumarias
o “paseo” tras la victoria, en los meses de abril y mayo de 1939, de lo cual
nadie ha dado noticia.
Hoy disponemos ya de datos mucho más fuertes,
que se recogen en el libro, sobre la matanza de prisioneros durante la guerra,
por las columnas fascistas que avanzaban hacia Madrid: no sólo los crímenes del
teniente coronel Yagüe en Badajoz, sino mucho peor, por desconocida, la matanza
de prisioneros del general Varela camino de Madrid. Desde Toledo a Madrid, sólo
en octubre de 1936, según se refleja en este libro, se cargó a 4.000
prisioneros, de los que iba capturando en los pueblos de Toledo y Madrid.[2] Datos de los que nadie se
quiere dar por enterado, a pesar de que hay fuentes al respecto desde hace
varios años.
Los últimos epígrafes del libro se hacen
eco de la catástrofe humanitaria del cruce de la frontera, a finales de un mes
de enero, en unas condiciones inenarrables para los débiles y para todos los
desplazados. Francia recibió a los demócratas vencidos españoles, no como
personas libres, sino como “prisioneros”, y además como elemento de “trabajo
esclavo”, y no digamos en la colonia argelina del Norte de África, donde a todo
lo anterior se añadió la “tortura” contra los españoles, que muchos se dejaron
la vida en aquel estúpido proyecto francés del ferrocarril transahariano. Los
derechos humanos fueron borrados del mapa y parecía que no había lugar para
hallar refugio en una Europa embrutecida y prostituida. A partir de 1940, los
nazis se lanzaron a la cacería de españoles en territorio francés, los enviaron
en convoyes inhumanos al exterminio nazi, y más de 7.000 salieron por las
chimeneas de Mauthausen-Gusen, más de mil andaluces, 246 cordobeses.
Pero sí hubo un rincón del mundo que
recibió a los españoles con la dignidad que se merecían: Latinoamérica. Cuando
diversos barcos arribaban a aquellos países, sobre todo México, fueron
recibidos calurosamente, como personas “libres”, para que pudieran rehacer
libremente su vida. Siempre nos han tratado con afecto los latinoamericanos, a
pesar de nuestro comportamiento pésimo, en el pasado y en el presente. Estas
son las enseñanzas de la historia.[3]
Uno se pregunta si es oportuno un nuevo
libro sobre la guerra civil, en unos momentos de absoluta desorientación
intelectual, donde los que tenían que hacer historia se dedican a negarla. ¿Qué
hacemos ahora los historiadores con la cuestión de la guerra civil? ¿Seguimos
adelante o tiramos la toalla? ¿Y qué camino seguimos: el de la Primera España,
el de la Segunda o el de la “tercera España”? Hoy está volviendo a triunfar la
Primera; la Segunda lleva claudicando desde el “pacto de silencio” de la
transición, ha perdido los papeles, traicionada por sus abogados defensores, los
cuales se han pasado a “otro partido”: el llamado de la “tercera España”, una
especie de sucedáneo, una especulación onírica, una simpleza, una vacuidad y
una evidente debilidad intelectual.
A estas banalidades se dedican hoy
algunos eruditos a la violeta “progres”, con ademanes de sobrados y de
perdona-vidas, que cuando nosotros vamos, ellos dan a entender que ya vienen de
vuelta. En realidad, no han ido a ninguna parte. Tal vez sin darse cuenta,
estos “progres” se han sumado a la corriente impetuosa de la contra-memoria, en forma de “quinta
columna”. Uno de ellos de estos
“progres”, en una reciente entrevista, se muestra “preocupado” por el terror rojo en Madrid. Cuando todavía no
hemos acabado de estudiar el terror azul en
Madrid, salvo el libro ya clásico de Mirta Núñez,[4] he aquí que ya sale este
“quinta-columnista” con la supuesta novedad de cifrar el terror rojo en el 6’8 % de la población. ¿Y de dónde saca ese dato?....
Ese estudio en Madrid no se ha realizado en los últimos tiempos. Tal vez
nuestro aludido en cuestión ha tomado el dato del arúspice de la derecha,
Julius Ruiz, que no hace otra cosa que empapelar Madrid con los legajos de la Causa General.[5]
Un trabajo repetitivo, porque desde el libro de Casas de la Vega, los datos
de Madrid ya los sabíamos: 8.815.[6] Ese fue el terror rojo, por cierto que no llega ni
a los dos tercios del terror azul en
Córdoba, con un mínimo de 12.585. En
Sevilla, un mínimo de 14.018, etc.,
etc.
Llaman “tercera España”, no a la que
luchó contra el golpe militar y se sembró por los campos de España, sino a la
que se quedó en casa, la que no dio ningún paso al frente, la que no quiso
saber de ninguno de los contendientes o la que luchó a disgusto. Llegan incluso
a elogiar a aquellos que se quitaron de en medio, como el caso del periodista
sevillano Manuel Chaves Nogales, redacto de Ahora,
de Madrid, desde donde se marchó a Francia a comienzos de noviembre de 1936, y
desde allí, para justificar su salida por patas, se dedicó a tirar piedras
contra la II República, diciendo que en ella sólo había “comunistas”, en un
evidente dislate, sin el más mínimo rigor histórico. Y más en 1936, cuando todo
era un revoltijo de milicianos, salvados in
extremis por los primeros brigadistas internacionales, a los que llama “la
escoria del mundo”. Y a este personaje sinuoso e impresentable han cogido de
“modelo” los cofrades de la “tercera España”.[7]
Para los “terceristas” los héroes fueron la
sociedad amorfa, el segmento no definido que se da en toda sociedad, Es la
gente que no salió a mezclarse con la multitud, como dice el poema “En la plaza”,
de Vicente Aleixandre. Es la gente que sólo se asoma a la ventana, a los que
elogia Mariano Rajoy: “A mí, de toda manifestación, los que más importan son
los que se quedan en casa”. En definitiva, son aquellos que nunca se
comprometen con nada, aquellos a los que desprecia Dante en su Divina Comedia, y los coloca en el
primer círculo del infierno, diciéndole a Virgilio: “No hablemos de ellos;
sigamos adelante”.
Y en esta España tercerista, timorata, tibia,
en realidad egoísta, un tanto traidora, ahí quieren ver hoy algunos
intelectuales la quintaesencia de la guerra civil. Y defienden esta teoría,
síntesis de banalidades, porque en la España en guerra, dicen, en una parte sólo
había fascistas, y en la otra, sólo había comunistas. En realidad, casi no
veían fascistas; sólo veían comunistas. Incluso hoy todavía los siguen viendo,
cuando ya son especie protegida. Sueñan con ellos como la momia de Franco.
Vamos a ver si tenía fundamento aquella
paranoia con los comunistas. Una investigación sobre los consejos de guerra de
cuatro partidos judiciales de Córdoba, la “tierra comunista por excelencia”, nos
la estadística es siguiente, según dichos consejos de guerra, en cuanto a
filiaciones políticas: 1) PSOE (432
/ 31’40%); 2) La UGT (260 / 18’90%);
3) CNT (139 / 10’10%); 4) PCE (138 / 10%); 5) I. R. (67 / 4’87%); 6) Las J.S.U. (59); 7) Las J. S. (45); 8) Marxistas en general (62); 9)
e Izquierdistas en general (160).[8] Parece infundado, pues, el
síndrome anti-comunista de los “terceristas”.
Veamos otro botón de muestra, el de los
comisarios de guerra, que aquí tiene que haber comunistas a montones. Según
la misma investigación anterior, de 38
comisarios que aparecen en los consejos de guerra antes aludidos, su filiación
es la siguiente: 1) PCE (8); 2) PSOE (7); 3) CNT (6); 4) J.S.U.
(6); 5) J. S. (3); 6) Marxistas en general (2); y 7) Izquierdistas en general (6). Es
decir, que los comisarios comunistas son sólo el 21%.[9]
Por tanto, el mito de que todo era comunista en la zona republicana era sólo un
enjambre de termitas en la cabeza de Franco y en estos “progres” terceristas de
hoy.
No busquen más pretextos los de la “tercera
España”. Sólo son un huevo huero, sin germen, derivado del “efecto invernadero”
que propaga la posmodernidad, con su pensamiento light, con su visión leve e inane de la realidad y de la historia.
La posmodernidad, con sus contenidos prêt-à-porter
está haciendo hoy estragos en la
intelectualidad occidental.
Pero un día, no sólo la literatura, también
la historia, a decir de Bertolt Brecht, “serán
interrogadas”… “Aquellos que se sentaron en sillas de oro para escribir serán
interrogados… Pero a la vez serán ensalzados… los que informaron de los hechos
de los combatientes”.
No es lo peor este huevo huero que hoy se cosecha
entre los teóricos de la “tercera España”. Lo peor es el vendaval de la contra-memoria
y del negacionismo, de efectos mucho más graves. Hoy día, el llamado
“revisionismo” (los Pío Moa, los César Vidal… incluso Mr. Payne) ya ha sido
rebasado por el vértigo de los tiempos, ese sarpullido ya pasó, sin pena ni
gloria, y hoy es ya agua pasada. Hoy, el peligro viene ya directamente desde
las derechas españolas, con su contra-memoria
y con su enrocamiento para sostenella y
no enmendalla.
No es ningún secreto para nadie que las
derechas han pasado por la democracia sin apenas impregnarse de ella. No han
condenado nunca el franquismo, cada dos por tres justifican el 18 de julio,
votaron en contra de la Ley de Memoria Histórica, y al llegar al Gobierno, la
han dejado sin presupuesto, siguen manchando a diario la memoria de la II
República, han borrado su nombre de la Transición y de la Constitución,
persisten en las calumnias con las que el franquismo demonizó la II República……
En unas jornadas en Huesca escuché esto, que no he olvidado jamás: “La derecha francesa, a partir de De Gaulle,
ha tenido siempre una tradición antifascista; al contrario que la derecha
española, que jamás ha tenido esa actitud, porque es una reconversión del
franquismo”.
Con estos precedentes no puede sorprender
cómo es posible que la contra-memoria irrumpa
ahora en España de una manera tan agresiva. En el otoño de 2013 quedamos
estupefactos ante la celebración de un mercadillo de símbolos fascistas en un
local público de Quijorna (Madrid), con el visto bueno de la alcaldesa. Un
político de Galicia declaró que “si mataron a los republicanos, algo habrían
hecho”. Y por las mismas fechas un alto cargo del PP, Rafael Hernando, se
refirió a la República como “ese Régimen que acabó con un millón de muertos”, y
poco después levantó el estupor, cuando dijo en una televisión que “algunos se
acuerdan de desenterrar a su padre, cuando hay subvenciones”. El desprecio del
PP por las víctimas del franquismo es diario y sin ambages. No se han olvidado
las declaraciones de otro dirigente del PP, Jaime Mayor Oreja, cuando habló de
“la extraordinaria placidez con que se vivió durante el franquismo”.
El presente no es menos escandaloso. El
próximo 22 de abril se celebrará un homenaje en Burgos al criminal de guerra
general Yagüe, el genocida de Badajoz…La
Universidad de Extremadura acaba de patrocinar la publicación de un libro sobre
un genocida, con un título dulce, como no podía ser menos: Manuel Gómez Cantos, historia y memoria de un mando de la Guardia Civil
(del Sr. García Carrero)... ¡Un
mando de la Guardia Civil! Y se dejó Extremadura sembrada de cadáveres… Que
hablen las cunetas de Cañamero, de Alía, de Villanueva de la Serena, etc.,
etc.,… Y lo denomina “un mando”, en vez de “un criminal” o asesino en serie.
La UNED también acaba de apadrinar otro
trabajito sobre el genocida de Córdoba, que se llevó por delante 4.000 personas
en la capital, el tristemente célebre “Don Bruno”, con este título: Bruno Ibáñez Gálvez, de oficial de
Infantería a represor (del Sr. Asensio Rubio, de la UNED)…¿Sólo “represor”
únicamente? Cualquier guardia que lanza una pelota de goma en una manifestación
es un represor, pero aquí no estamos hablando de pelotas de goma, sino de 4.000
víctimas en el cementerio de Córdoba. La palabra es “genocida” o “criminal
contra la humanidad”; por supuesto con
su sitio esperándole en el banquillo de Nuremberg. En aquel tribunal hubo
muchas sillas vacías: las de todos los genocidas españoles, que fueron miles. Y
decir esto no es de “radicales”: es, primero, ser veraces; segundo, no ser
mistificadores de las palabras ni de los hechos; tercero, ser demócratas,
simplemente, y saber escribir desde una mínima escala de valores. Somos,
modestamente, además de demócratas, intelectuales, historiadores, científicos
(o lo pretendemos), llamando las cosas como son, y rechazando la mistificación,
la componenda, la hipocresía y el sub-lenguaje.
Mientras tanto, en cuanto a las víctimas, todo
en España ha sido y es menosprecio, desdén y falta de respeto a los asesinados,
olvidados y silenciados sistemáticamente.
Y sobre esa indignidad se ha construido la actual democracia, pero parece
que no consiguen hacer callar y hacer olvidar del todo el clamor de los
insepultos.
A finales de 2013, los familiares de una
víctima han pedido amparo al Tribunal Constitucional. En un principio no se les
admitió a trámite, pero el fiscal Manuel Miranda lo recurrió, por lo que el TC
tendría que entrar en el fondo de la cuestión. Sin embargo, el fiscal general
Eduardo Torres-Dulce, con fecha 19-1-2014, ha ordenado retirar el recurso,
porque no quiere que el TC siente jurisprudencia sobre los desaparecidos del
franquismo ni que debata sobre los efectos de la Ley de Amnistía de 1977, ni
que se dé respuesta a las observaciones del Comité de Derechos Humanos de la
ONU.
Pero no queda aquí el desmadre de los
gobiernos de España. Actualmente, ya está puesta en marcha una Proposición de
Lay que dará la puntilla al ejercicio del principio de “justicia universal” por
nuestro país, es decir, que no se pueda abrir proceso a no españoles ni a
residente fuera de España (parece que esto es una concesión a una petición de
las mafias chinas). Se pretende modificar la Ley Orgánica 6/1985, así como la
1/2009 (ambas, de los socialistas), todas limitativas del principio de
“justicia universal”. Así lo ha señalado con alarma el Relator de la ONU
(3-2-2014), en su visita a España. Resulta escandalosa la “autarquía jurídica”
de los fiscales, magistrados y jueces españoles, anacrónica pervivencia del
franquismo, dada la cada día evidente escasa formación en las líneas básicas
del Derecho Internacional.
Además del Comité de la ONU contra la tortura
(noviembre de 2009), tres organismos más de la ONU han visitado España en menos
de medio año sobre el problema pendiente de los “desaparecidos” y sobre la
necesaria Comisión de la Verdad, principalmente: el Grupo de Trabajo de la ONU
sobre las Desapariciones Forzadas (última semana de septiembre de 2013); el
Comité de la ONU sobre Desaparecidos, que en noviembre de 2013, en su 5º
período de sesiones (4-15 noviembre), ha redactado un informe sobre España,
dejando en evidencia múltiples deficiencias sobre Derechos Humanos y poniendo
en tela de juicio, claramente, la llamada Ley de Amnistía de 1977, como
incompatible con los derechos de las víctimas por crímenes imprescriptibles.
Idéntica conclusión ha publicado el Relator de la ONU para la Promoción de la
Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición, en su
visita a España en la última semana de enero de 2014, demostrando la
incongruencia de la célebre Ley de Amnistía española, en contradicción con las
firmas signadas por España con anterioridad, por ejemplo el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos, cuyo Art. 2.3 prohíbe las amnistías para las
violaciones serias de los derechos humanos, firmado por España el 28-9-1976, y
ratificado el 27-4-1977, todo anterior a la inasumible Ley de Amnistía.
Los tres últimos organismos citados de la ONU
han publicado conclusiones, disponibles en los medios de comunicación y en la
red, sobre las graves negligencias de los Gobiernos de la democracia en pro de
saldar una deuda inexcusable con las víctimas de la represión franquista, negligencias
en múltiples direcciones y con múltiples contradicciones de un Estado que no es
garante con una parte de sus ciudadanos.
Pero la negligencia no es sólo de este último
Gobierno. La socialdemocracia
española vive en la más absoluta connivencia y desorientación. El pasado 13 de
enero se ha celebrado un “máster” sobre derechos humanos en la Universidad de
Sevilla, con la participación, entre otros, de Rodríguez Zapatero y Baltasar
Garzón. Un periodista extranjero preguntó a Zapatero: “¿Hay espacio en España
para la creación de una Comisión de la Verdad?”
--Zapatero: “Seré breve y claro: ¡No!”
--Garzón: “Tú has sido enfático en la
respuesta; yo lo voy a ser también. ¡Yo soy partidario de una Comisión de la
Verdad! Creo que es una necesidad democrática. No puedo estar de acuerdo con el
silencio oficial permanente que todos los gobiernos, hasta el día de hoy, han
hecho. La Comisión de la Verdad es lo mínimo que las víctimas se merecen,
porque en tu discurso ha faltado un elemento: el de la justicia, que tengan por
lo menos la posibilidad de contar su historia… fue en el juicio contra mí, la
única ocasión en que ocho víctimas tuvieron oportunidad de decirle a un
Tribunal: ¡Ustedes no hicieron nada por nosotros!”
--Zapatero:
“Insisto: (el pacto de silencio) forma parte del núcleo esencial del trípode: democracia,
consenso, reconciliación… es el gran acuerdo social, que no se investigara una
verdad ‘institucional’, y mucho menos judicial… porque la verdad la sabemos
todos…Y la Ley de Amnistía es lo que abre la puerta a la transición
democrática…Es un vehículo… Yo respaldo lo que hizo la generación que me
precedió…”
--Garzón: “No tiene derecho ningún Gobierno a
disponer de un derecho fundamental de las víctimas… ¡La verdad! No ha habido
verdad. En los archivos, si la contienen, hasta este momento se nos ofrece
oculta… En la transición no se trataron para nada los crímenes franquistas. Se
olvidaron. No hubo ni un solo debate… ¡Y la reconciliación! ¿Dónde está la
reconciliación? …En España, basta con tocar el tema de la guerra civil, para
que salten ampollas… ¿Dónde está la reconciliación? Si cuestionas que se tiene
que abrir una fosa, se te caen encima todas las estructuras… Y finalmente, cuándo
va a pedir perdón aquí la Justicia por no haber hecho jamás nada… Cuando llegue
ese día, firmaré contigo, ex presidente, esa dicha reconciliación…” (Sevilla,
13 de enero de 1914).
Queda clara, pues, cuál es la posición de los
dos partidos turnantes respecto a los derechos de las víctimas del franquismo,
respecto al pasado oculto, respecto a una Comisión de la Verdad, y respecto a
nuestra falsa Ley de Punto Final.
Mi libro Trincheras
de la República, 1937-1939 ha tratado de responder, modestamente, al triple
“mal rollo” que hoy se cierne sobre la historia: 1) La contra-memoria; 2) El
negacionismo; 3) y el invento ridículo de la “tercera España”.
Para terminar, y para responder a los tres
síndromes,… me va a ayudar el escritor MAX AUB, con una cita de su libro Campo de los Almendros (que me pasa F.
Espinosa), cuando Max se hallaba a la vista de la multitud de los vencidos en
el puerto de Alicante o en el campo de concentración:
“Estos
que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar,… hechos
un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca,
pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han
alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares,
contra los poderosos… cada uno a su manera, como han podido…”.
Se alzaron contra Franco, añadimos, y sobre
la gravedad de cuyo crimen vuelve a ayudarme un poeta, Antonio Machado, que es
el cierre de mi libro:
¿Dónde
irá el felón con su falsía?
¿En
qué rincón se esconderá sombrío?
………………………………….
Haz
que su infamia su castigo sea.
Que
trepe a un alto pino en la alta cima,
y en
él, ahorcado, que su crimen vea,
y el
horror de su crimen lo redima.
[1] Aldo Morandi, In
nome della libertá. Diario della guerra di Spagna, 1936-1939, Hugo Mursia
Editore, Milano, 2002.
[2] José Enrique Varela, General Varela. Diario de
Operaciones , 1936-1939, Almena, Madrid, 2004. Edición del comandante Núñez
Calvo.
[3] Muchos pormenores de la llegada de los españoles a
México se pueden consultar en mi edición de Pedro
Garfias, poesías completas, Alpuerto, Madrid, 1996.
[4] Mirta Núñez Díaz-Balart y Antonio Rojas Friend, Consejo de guerra. Los fusilamientos en el
Madrid de la posguerra (1939-1945), Compañía Literaria, Madrid, 1997.
[5] Julius Ruiz, El
terror rojo, Espasa, Madrid, 2012.
[6] Rafael Casas de la Vega, El terror. Madrid, 1936, Fénix, Madrid, 1994.
[7] Todas estas lindezas las dice Manuel Chaves Nogales en
su primer libro, A sangre y fuego, Chile,
1937; y en un segundo, La defensa de
Madrid, México, 1939.
[8] Antonio Barragán Moriana, Control social y responsabilidades políticas. Córdoba (1936-1945), El
Páramo, Córdoba, 2009, pp. 222-223.
[9] Barragán, pp. 242-244.
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