16/9/17

ROBERT CAPA: MITO E HISTORIA



ROBERT CAPA: ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA


Francisco Moreno Gómez
Historiador, doctor, catedrático de Instituto


El giro copernicano

        Cuando los mitos se desmadran, puede ocurrir que sea la Historia la que amarre esos mitos y diga la última palabra. Llevamos muchos años detrás de Robert Capa, el gran fotoperiodista, en busca de la verdad histórica, que se va imponiendo poco a poco, precisamente en Córdoba. Han sido años de confusión, en gran parte por culpa de Robert Capa: por sus silencios y sus pistas falsas. Nos hemos quebrado la cabeza, pero reconocemos al gran genio. Desde los años noventa he intervenido en cinco documentales, dos alemanes, dos japoneses y uno andaluz, cuando creíamos que la célebre foto del “miliciano” (No se debe decir “Muerte del miliciano”, porque no murió, de momento) se ubicaba en Cerro Muriano, con el supuesto protagonista Federico Borrell… Pero desde 2007, todo se ha derrumbado.

        A día de hoy, ni la foto se hizo en Cerro Muriano, ni el actor era Federico Borrell, ni la fecha fue el 5 de septiembre, ni la cámara usada fue una Leica, sino una Rolleiflex (o Reflex Korelle, la de Gerda Taro), a decir de José M. Susperregui. Los viejos protagonistas ya desaparecieron: el alicantino Mario Brotóns, las hermanas Sojo Prieto (de Cerro Muriano), María Segura Bicher (cuñada de “Taino”)… o quedaron atrás: el archivero de Alcoy Miguel Pascual, el historiador alicantino Ricard Bañó… Y han quedado en entredicho los grandes biógrafos de Capa: Alex Kershaw (Sangre y champán…,2003) o Richard Whelan (¡Esto es la guerra!, 2007).

        ¿Cuál ha sido el motivo del giro copernicano? Una pura casualidad: el descubrimiento de “la maleta mexicana”, con más de 4.000 negativos perdidos, obra de Capa, Taro y David Seymour. Tres cajitas de cartón con los negativos fueron abandonadas por Capa en París, en la Agencia Magnum, en 1940. Las cajitas aparecieron nada menos que en México, en 1995, en casa del general Aguilar, ya fallecido, que había sido embajador de México ante el Gobierno de Vichy, 1941-1942. Los negativos pasaron por diversas manos, hasta que en 2007 cayeron en manos del Centro Internacional de Fotografía, de Nueva York. Se organizó allí una gran exposición con las nuevas aportaciones (Richard Whelan publicó el libro-catálogo ¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción), incluidas las 40 que forman el conjunto completo de la foto del “miliciano”. A partir de entonces, ya no se podrá hablar ni de Capa ni del “miliciano”, sin ir a la clave: “La maleta mexicana”.


Consecuencias de “La maleta mexicana” en Córdoba


        Varias de las nuevas fotos de la serie del “miliciano” aportan algo increíble: Un paisaje mucho más dilatado, y al fondo, la clave: al gran silueta de la Sierra de Cabra, vista desde el extrarradio de Espejo. Queda descartado Cerro Muriano, con un paisaje mucho más estrecho. Y delante de la Sierra de Cabra, toda una hondonada, con una serie de puntos o caseríos, que coinciden con varias fotos de Capa. Esa es la clave: ¡La Sierra de Cabra al fondo, y no esa tontería de la ruta del anarquismo! Sólo un problema: lo que en 1936 era un rastrojo, hoy es un olivar, que dificulta la panorámica. Pero el lugar de la foto mítica es ahí, en “Las Dehesillas” (o “Haza del reloj”) de Espejo, cerca del pueblo, por el Sureste. Ernest Alós, después de leer a Susperregui, vino a Espejo y publicó en 2009 el mejor reportaje al respecto (El Periódico, Barcelona, 17-7-2009). Antes, en el mismo año, apareció el libro del profesor vasco José M. Susperregui Sombas de la fotografía, que echó abajo lo de Cerro Muriano y se situó cerca de Espejo. También el cordobés Fernando Penco formó parte del tripartito ubicador (La foto de Capa, 2011). Que la Historia les reparta loores y encomios.


La foto escenificada


A veces, la última palabra sobre una fotografía la tienen, no los fotógrafos, sino los historiadores. Muchos de los errores que el capismo ha cometido en Córdoba han sido por ignorar, sistemáticamente, los hechos bélicos ocurridos en esta provincia. Mis diversos libros sobre el tema (La guerra civil en Córdoba, 1936-1939, 1985; 1936: El genocidio franquista en Córdoba, 2008). Whelan, Kershaw y otros, hasta hoy, no han querido saber nunca nada de la evolución de la guerra en Córdoba. Muchos disparates se podrían haber evitado.

Hoy, ya indiscutible, sabemos que la foto del “miliciano” es un fotomontaje, una escenificación. Primera razón: que en esa zona de Espejo no existió ningún enfrentamiento bélico, hasta el 22-25 de septiembre de 1936 (“La batalla de Espejo”), cuando la foto se había publicado en la revista Vu, de París. Y no vale, absolutamente, la supuesta teoría del “francotirador” ni de la “bala perdida”, porque así no se actuaba en la guerra civil española. Nunca hubo guerra de comandos, ni de francotiradores ni nada que se le parezca, y más cuando la zona franquista se hallaba a 13 kms. (Montilla). En aquel verano los ataques se hacían mediante columnas expedicionarias, y luego, mediante ofensivas y contra-ofensivas. La primera columna que pasó, más al Sur, por Montilla-Cabra-Nueva Carteya, fue la del 28 de julio contra Baena. Por el mismo camino ocurrió sólo otra expedición, la de 6-8 de agosto, la de Varela contra Castro del Río, que fracasó. Y ya no se volvió a intentar nada más por los franquistas en la Campiña cordobesa hasta el 22-25 de septiembre, ahora sí, en Espejo. Por tanto, nada de “miliciano muerto”, porque no había tiros ni lucha.

Por otra parte, la escenificación de la célebre foto, queda en evidencia por varias de las nuevas fotos del catálogo de Richard Whelan. En el mismo lugar que el “miliciano” se ve otros milicianos hacen ensayos de caída, sin ninguna originalidad. Se ve luego a otros milicianos, rodilla en tierra, fusil al ristre y a pecho descubierto, lo cual nunca se hacía en fuego real, porque los hubiera derribado el enemigo con una sola ráfaga. Se hacía fuego desde trincheras o parapetos. Es decir, se percibe claramente que en las fotos “se está jugando a la guerra”.

Lo que sí hicieron los milicianos de Espejo, en las semanas de calma, fue fortificar el pueblo con tres líneas concéntricas de trincheras (a menudo, discontinuas), en la parte sureña. La foto se tomó en la primera línea de trincheras, al lado del pueblo, como ha revelado Ernest Alós, en un croquis a mano, franquista, del Archivo Militar de Ávila (El Periódico, Barcelona, 16-5-2010).

Robert Capa dio siempre versiones inverosímiles sobre la célebre foto, por ejemplo en la entrevista que concedió al New York World-Telegram, el 1-9-1937, a raíz de la publicación de la foto del “miliciano” en la revista Life, de Nueva York, el 12-7-1937, donde dijo cosas rarísimas, igual que en la entrevista radiofónica del 20 de octubre de 1947, en una radio neoyorkina. Aunque nadie le hizo caso, y menos el oficialismo de la Agencia Magnum, la verdad la empezó a decir el periodista O. D. Gallagher, antiguo corresponsal del Daily Express, según el libro de Philip Knightley, The First Casualty (1974). Hoy reconocemos que Gallegher decía la verdad cuando comentaba que la foto se tomó en un momento de calma de la contienda, que Capa y los demás fotógrafos se quejaron al oficial republicano de que “no había nada que fotografiar”, ante lo cual, el oficial ordenó hacer unas maniobras. Eso fue lo que también hizo Capa, unos meses después, para fotografiar la escenificación de la toma de La Granjuela (24 de junio de 1937). Por tanto, nada de sorpresas: Capa tomó fotos reales inmortales, pero también tomó un buen número de “posados”, también inmortales. No se olvide que a poco de llegar a la España en guerra, ya hizo sus primeros “posados” en Santa Eulalia (Aragón), a mediados de agosto de 1936. Muchos autores aceptan ya esta línea definitiva: Alfonso Alba (Cordopolis, 23-7-2012), José Carlos Sánchez (ABC.es, 2-10-2012) y otros muchos, sin ánimo de ser exhaustivos, y sin olvidar el gran documental La sombra del iceberg, de Doménech y Riebenbauer (2008).


La fecha de la foto


        He aquí otra cuestión que no la veo por ahí resuelta. Vayamos a la “madre de todos los catálogos”, el de Richard Whelan, de 2007. La serie de las fotos de Espejo van numeradas de la 720 a la 729, incluido el “miliciano”, y son anteriores inmediatamente a las fotos tomadas el 5 de septiembre en Cerro Muriano, las cinco que recoge el catálogo, de la 730 a la 734.

        ¿Qué tiene que decir a ello el historiador? Que los periodistas solían llegar a Montoro, Estado Mayor republicano, por Despeñaperros. Preguntaban por el frente, y desde allí los distribuían. El camino más fácil era hacia el frente de Espejo, vía Bujalance y Castro del Río. Por otra parte, estas visitas de los periodistas de Madrid eran casi siempre muy breves. A “Bob” Capa y Gerda Taro los mandaron, primero, el 4 de septiembre, a Espejo. Y al día siguiente, a Cerro Muriano, la otra línea de frente, con acceso más complicado, porque hay que dar, desde Montoro y Cardeña, toda la vuelta por Los Pedroches, para caer luego sobre Espiel-Villaharta-El Vaca y Estación de Obejo. Ello explica que los periodistas llegaran con retraso el día 5 a Cerro Muriano, a las tres de la tarde, en varios vehículos: Capa, Taro, Franz Borkenau, Hans Namuth, George Reisner, Clemente Cimorra (de La Voz, Madrid), etc.

        Este mismo criterio distributivo, entre Espejo y Cerro Muriano, se siguió cuando el 8 de agosto llegó al Valle del Guadalquivir (Pedro Abad) la “Columna de Alcoy”, de unos 1.200 hombres, la mitad militares y la mitad milicianos. Unos 600 se enviaron a reforzar Espejo (los militares al mando del teniente Roberto García, y los milicianos al mando de Juan Ruesca), y otros tantos a Cerro Muriano (los militares al mando del Alférez Melquiades Valiente, y los milicianos al mando del profesor ácrata Enrique Vañó Nicomedes). Luego llegaría “Taino”, con 50 más de Alcoy, el mismo 5 de septiembre. En definitiva, siendo la numeración de la serie del “miliciano” anterior a las fotos de Cerro Muriano, y siendo más rápida la llegada al frente de Espejo, se puede pensar con fundamento que la foto del “miliciano” se tomó el 4 de septiembre de 1936. Por otra parte, Susperregui ya se da cuenta de que la foto del “miliciano” no es del 5 de septiembre, sino anterior (diariovasco.com, 19-8-2009).


El mito irreal del anarquismo


        Un nuevo mito, y ya van muchos, lleva un tiempo revoloteando en torno a Robert Capa, y es el afán de adscribirlo partidariamente, sin fundamento. Mucha culpa la tiene Richard Whelan que, sin conocer nada de la política española, gustaba de poner etiquetas. Alguien ha dicho que descubrió el sitio de Espejo, “siguiendo la ruta del anarquismo”, cuando Espejo era comunista, no anarquista, desde antes de la República. Castro del Río, sí, y Bujalance, Fernán Núñez, Posadas, Palma del Río, Almodóvar, Hornachuelos… toda una ruta digna de Willy Fog. El hecho de que llegaran a Espejo unos 300 milicianos anarquistas de Alcoy ha llevado a algunas confusiones. En Espejo no sólo estaban estas milicias, sino también otros tantos militares de Alcoy, además de los militares y artilleros de Pérez Salas (jefe militar del sector), más el Batallón “Ramón Casanellas” de Espejo (comunistas), más las Milicias de Montilla (socialistas) y una tropa heterogénea en grado sumo.

        Robert Capa (Endre Ernö Friedmann) era, sin más, un antifascista convencido, que a los 18 años (1931) tuvo que salir de Budapest, acosado por el fascismo húngaro, y recaló en Berlín, para estudiar periodismo. En 1933 hubo de salir huyendo, por su origen judío, y se estableció en París. Allí empezó a estudiar fotografía y conoció a su compañera definitiva: Gerda Taro, refugiada alemana, del partido comunista alemán, según algunas fuentes. El antifascismo genérico de Robert Capa se puede deducir de su visita a frentes con diversos matices políticos. En una ocasión, en el frente de Aragón, visitaron Tardienta, cuartel general del Batallón Thälmann, de comunistas alemanes. Se registra también visita de los Capa al pueblo de Leciñena, donde había una columna del POUM. Y Espejo era pluripolítico.

        En 1937, los Capa volvieron al frente de Córdoba, ahora a la zona de Valsequillo-Los Blázquez, el 7 de mayo (Robert se volvió el mismo día, y Gerda permaneció una semana haciendo fotos), atraídos por la combatividad de los internacionales (la mayoría de los cuales, como se sabe, eran de signo comunista). Allí luchaban: la XIII Brigada Internacional y el 20 Batallón Internacional (éste, encuadrado en la 86 Brigada Mixta, que mandaba Aldo Morandi). Precisamente fue Aldo Morandi quien alojó en su puesto de mando a Gerda Taro, según cuenta Aldo Morandi en sus memorias (In nome della libertá, Milán, 2002), desvelamiento de esta desconocida visita de los Capa, que me ha cabido el honor de dar a conocer en España.

        Pues bien; a raíz de esta visita de mayo de 1937 al frente de Córdoba (Véase The Mexican Suitcase, 2012, II, p. 197-202), Gerda Taro acordó con los internacionales volver un mes después, en junio, para escenificar, fotografiar y filmar la actuación del Batallón “Tchapaiev” en la toma de La Granjuela (ocurrida el 5 de abril), cosa que llevaron a cabo el 24 de junio. Parece que el gran valedor de los Capa en esta pretensión fue el comisario del “Tchapaiev”, el escritor berlinés comunista Kantorowicz (“Kanto”), según ha relatado también Peter Wyden (La guerra apasionada, C. Lectores, 1984, p. 371). Recuérdese también que la sin par Gerda acabó sus días en plena batalla de Brunete, con las tropas internacionales del general Walter, en un accidente de guerra, el 25 de julio de 1937. Expiró al día siguiente. Una vida ejemplar sacrificada en la lucha antifascista. La guerra se llevaría también por delante a Robert Capa, en mayo de 1954, en Vietnam. Vidas truncadas del siglo XX: antifascistas, fotoperiodistas comprometidos, románticos e idealistas, conceptos hoy no válidos en nuestras plutocracias.

        Para afianzar nuestro estudio sobre esta orientación ideológica de los Capa, conviene echar un vistazo a la línea de las revistas en las que publicaban. La revista Vu, de París, era claramente antifascista. Ce Soir figuraba como independiente, pero de hecho estaba impulsada por comunistas, como el célebre Louis Aragon, redactor jefe. En cuanto a Regards, esta revista se hallaba en la órbita de la AEAR (Alianza de Escritores y Artistas Revolucionarios), que en su número 10 (diciembre 1936) publicó Capa su serie “La capital crucificada”. A la AEAR pertenecía en Madrid la revista Octubre, dirigida por Rafael Alberti (1933-1934).


Las lecciones de la historia

        Robert Capa (y Gerda Taro), con sus “posados” o no, representa una de las cimas del fotoperiodismo del siglo XX. Le tocó vivir la tragedia de los fascismos de los años treinta y cuarenta, y decidieron emprender la resistencia antifascista mediante el testimonio de la imagen. A través de la fotografía, los Capa no sólo daban cumplimiento a su compromiso antifascista personal, sino también a la resistencia colectiva ante aquella esquizofrenia de brotaba de Roma y de Berlín. A la vez, trataron de dar testimonio de la lucha emprendida en España, el primer país donde el fascismo se abría paso por medio de una guerra. Resistir en España era resistir en Europa. Además, fotografiar en la España democrática era propaganda, en el buen sentido, a favor de la causa republicana, para todo el mundo. Comprometidos y a la vez postulantes de la solidaridad internacional ante los países civilizados, bastantes de los cuales miraron para otro lado. Utilizaron sus cámaras como medio para obtener el apoyo internacional para la República y para la causa antifascista. En sus imágenes habla por sí sola, más que la vanguardia bélica, la retaguardia que sufre: las frentes arrugadas de los ancianos, el rostro asustado de los niños, el pueblo llano arrastrando sus pobres pertenencias por los senderos del sufrimiento, los estragos de la aviación nazi-fascista y las vidas destrozadas de los humillados y agraviados, peatones de la historia. 

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