ROBERT CAPA: ENTRE EL MITO Y LA
HISTORIA
Francisco Moreno Gómez
Historiador, doctor, catedrático de Instituto
El giro copernicano
Cuando los mitos se desmadran, puede
ocurrir que sea la Historia la que amarre esos mitos y diga la última palabra.
Llevamos muchos años detrás de Robert Capa, el gran fotoperiodista, en busca de
la verdad histórica, que se va imponiendo poco a poco, precisamente en Córdoba.
Han sido años de confusión, en gran parte por culpa de Robert Capa: por sus
silencios y sus pistas falsas. Nos hemos quebrado la cabeza, pero reconocemos al
gran genio. Desde los años noventa he intervenido en cinco documentales, dos alemanes,
dos japoneses y uno andaluz, cuando creíamos que la célebre foto del
“miliciano” (No se debe decir “Muerte del miliciano”, porque no murió, de
momento) se ubicaba en Cerro Muriano, con el supuesto protagonista Federico
Borrell… Pero desde 2007, todo se ha derrumbado.
A día de hoy, ni la foto se hizo en
Cerro Muriano, ni el actor era Federico Borrell, ni la fecha fue el 5 de
septiembre, ni la cámara usada fue una Leica, sino una Rolleiflex (o Reflex
Korelle, la de Gerda Taro), a decir de José M. Susperregui. Los viejos
protagonistas ya desaparecieron: el alicantino Mario Brotóns, las hermanas Sojo
Prieto (de Cerro Muriano), María Segura Bicher (cuñada de “Taino”)… o quedaron
atrás: el archivero de Alcoy Miguel Pascual, el historiador alicantino Ricard
Bañó… Y han quedado en entredicho los grandes biógrafos de Capa: Alex Kershaw (Sangre y champán…,2003) o Richard Whelan
(¡Esto es la guerra!, 2007).
¿Cuál ha sido el motivo del giro copernicano? Una pura casualidad:
el descubrimiento de “la maleta mexicana”, con más de 4.000 negativos perdidos,
obra de Capa, Taro y David Seymour. Tres cajitas de cartón con los negativos
fueron abandonadas por Capa en París, en la Agencia Magnum, en 1940. Las
cajitas aparecieron nada menos que en México, en 1995, en casa del general
Aguilar, ya fallecido, que había sido embajador de México ante el Gobierno de
Vichy, 1941-1942. Los negativos pasaron por diversas manos, hasta que en 2007
cayeron en manos del Centro Internacional de Fotografía, de Nueva York. Se
organizó allí una gran exposición con las nuevas aportaciones (Richard Whelan publicó
el libro-catálogo ¡Esto es la guerra!
Robert Capa en acción), incluidas las 40 que forman el conjunto completo de
la foto del “miliciano”. A partir de entonces, ya no se podrá hablar ni de Capa
ni del “miliciano”, sin ir a la clave: “La maleta mexicana”.
Consecuencias de “La maleta mexicana” en Córdoba
Varias de las nuevas fotos de la serie del
“miliciano” aportan algo increíble: Un paisaje mucho más dilatado, y al fondo,
la clave: al gran silueta de la Sierra de Cabra, vista desde el extrarradio de
Espejo. Queda descartado Cerro Muriano, con un paisaje mucho más estrecho. Y
delante de la Sierra de Cabra, toda una hondonada, con una serie de puntos o
caseríos, que coinciden con varias fotos de Capa. Esa es la clave: ¡La Sierra
de Cabra al fondo, y no esa tontería de la ruta del anarquismo! Sólo un
problema: lo que en 1936 era un rastrojo, hoy es un olivar, que dificulta la
panorámica. Pero el lugar de la foto mítica es ahí, en “Las Dehesillas” (o
“Haza del reloj”) de Espejo, cerca del pueblo, por el Sureste. Ernest Alós,
después de leer a Susperregui, vino a Espejo y publicó en 2009 el mejor
reportaje al respecto (El Periódico,
Barcelona, 17-7-2009). Antes, en el mismo año, apareció el libro del profesor
vasco José M. Susperregui Sombas de la
fotografía, que echó abajo lo de Cerro Muriano y se situó cerca de Espejo.
También el cordobés Fernando Penco formó parte del tripartito ubicador (La foto de Capa, 2011). Que la Historia
les reparta loores y encomios.
La foto escenificada
A
veces, la última palabra sobre una fotografía la tienen, no los fotógrafos,
sino los historiadores. Muchos de los errores que el capismo ha cometido en
Córdoba han sido por ignorar, sistemáticamente, los hechos bélicos ocurridos en
esta provincia. Mis diversos libros sobre el tema (La guerra civil en Córdoba, 1936-1939, 1985; 1936: El genocidio franquista en Córdoba, 2008). Whelan, Kershaw y
otros, hasta hoy, no han querido saber nunca nada de la evolución de la guerra
en Córdoba. Muchos disparates se
podrían haber evitado.
Hoy,
ya indiscutible, sabemos que la foto del “miliciano” es un fotomontaje, una
escenificación. Primera razón: que en esa zona de Espejo no existió ningún
enfrentamiento bélico, hasta el 22-25 de septiembre de 1936 (“La batalla de
Espejo”), cuando la foto se había publicado en la revista Vu, de París. Y no vale, absolutamente, la supuesta teoría del
“francotirador” ni de la “bala perdida”, porque así no se actuaba en la guerra
civil española. Nunca hubo guerra de comandos, ni de francotiradores ni nada
que se le parezca, y más cuando la zona franquista se hallaba a 13 kms.
(Montilla). En aquel verano los ataques se hacían mediante columnas
expedicionarias, y luego, mediante ofensivas y contra-ofensivas. La primera
columna que pasó, más al Sur, por Montilla-Cabra-Nueva Carteya, fue la del 28
de julio contra Baena. Por el mismo camino ocurrió sólo otra expedición, la de
6-8 de agosto, la de Varela contra Castro del Río, que fracasó. Y ya no se
volvió a intentar nada más por los franquistas en la Campiña cordobesa hasta el
22-25 de septiembre, ahora sí, en Espejo. Por tanto, nada de “miliciano
muerto”, porque no había tiros ni lucha.
Por
otra parte, la escenificación de la célebre foto, queda en evidencia por varias
de las nuevas fotos del catálogo de Richard Whelan. En el mismo lugar que el
“miliciano” se ve otros milicianos hacen ensayos de caída, sin ninguna
originalidad. Se ve luego a otros milicianos, rodilla en tierra, fusil al
ristre y a pecho descubierto, lo cual nunca se hacía en fuego real, porque los
hubiera derribado el enemigo con una sola ráfaga. Se hacía fuego desde
trincheras o parapetos. Es decir, se percibe claramente que en las fotos “se
está jugando a la guerra”.
Lo
que sí hicieron los milicianos de Espejo, en las semanas de calma, fue
fortificar el pueblo con tres líneas concéntricas de trincheras (a menudo,
discontinuas), en la parte sureña. La foto se tomó en la primera línea de
trincheras, al lado del pueblo, como ha revelado Ernest Alós, en un croquis a
mano, franquista, del Archivo Militar de Ávila (El Periódico, Barcelona, 16-5-2010).
Robert
Capa dio siempre versiones inverosímiles sobre la célebre foto, por ejemplo en
la entrevista que concedió al New York
World-Telegram, el 1-9-1937, a raíz de la publicación de la foto del
“miliciano” en la revista Life, de
Nueva York, el 12-7-1937, donde dijo cosas rarísimas, igual que en la
entrevista radiofónica del 20 de octubre de 1947, en una radio neoyorkina.
Aunque nadie le hizo caso, y menos el oficialismo de la Agencia Magnum, la
verdad la empezó a decir el periodista O. D. Gallagher, antiguo corresponsal
del Daily Express, según el libro de
Philip Knightley, The First Casualty (1974).
Hoy reconocemos que Gallegher decía la verdad cuando comentaba que la foto se
tomó en un momento de calma de la contienda, que Capa y los demás fotógrafos se
quejaron al oficial republicano de que “no había nada que fotografiar”, ante lo
cual, el oficial ordenó hacer unas maniobras. Eso fue lo que también hizo Capa,
unos meses después, para fotografiar la escenificación de la toma de La
Granjuela (24 de junio de 1937). Por tanto, nada de sorpresas: Capa tomó fotos
reales inmortales, pero también tomó un buen número de “posados”, también
inmortales. No se olvide que a poco de llegar a la España en guerra, ya hizo
sus primeros “posados” en Santa Eulalia (Aragón), a mediados de agosto de 1936.
Muchos autores aceptan ya esta línea definitiva: Alfonso Alba (Cordopolis, 23-7-2012), José Carlos
Sánchez (ABC.es, 2-10-2012) y otros
muchos, sin ánimo de ser exhaustivos, y sin olvidar el gran documental La sombra del iceberg, de Doménech y
Riebenbauer (2008).
La fecha de la foto
He aquí otra cuestión que no la veo por ahí
resuelta. Vayamos a la “madre de todos los catálogos”, el de Richard Whelan, de
2007. La serie de las fotos de Espejo van numeradas de la 720 a la 729,
incluido el “miliciano”, y son anteriores inmediatamente a las fotos tomadas el
5 de septiembre en Cerro Muriano, las cinco que recoge el catálogo, de la 730 a
la 734.
¿Qué tiene que decir a ello el
historiador? Que los periodistas solían llegar a Montoro, Estado Mayor
republicano, por Despeñaperros. Preguntaban por el frente, y desde allí los
distribuían. El camino más fácil era hacia el frente de Espejo, vía Bujalance y
Castro del Río. Por otra parte, estas visitas de los periodistas de Madrid eran
casi siempre muy breves. A “Bob” Capa y Gerda Taro los mandaron, primero, el 4
de septiembre, a Espejo. Y al día siguiente, a Cerro Muriano, la otra línea de
frente, con acceso más complicado, porque hay que dar, desde Montoro y Cardeña,
toda la vuelta por Los Pedroches, para caer luego sobre Espiel-Villaharta-El
Vaca y Estación de Obejo. Ello explica que los periodistas llegaran con retraso
el día 5 a Cerro Muriano, a las tres de la tarde, en varios vehículos: Capa,
Taro, Franz Borkenau, Hans Namuth, George Reisner, Clemente Cimorra (de La Voz, Madrid), etc.
Este mismo criterio distributivo, entre
Espejo y Cerro Muriano, se siguió cuando el 8 de agosto llegó al Valle del
Guadalquivir (Pedro Abad) la “Columna de Alcoy”, de unos 1.200 hombres, la
mitad militares y la mitad milicianos. Unos 600 se enviaron a reforzar Espejo
(los militares al mando del teniente Roberto García, y los milicianos al mando
de Juan Ruesca), y otros tantos a Cerro Muriano (los militares al mando del
Alférez Melquiades Valiente, y los milicianos al mando del profesor ácrata Enrique
Vañó Nicomedes). Luego llegaría “Taino”, con 50 más de Alcoy, el mismo 5 de
septiembre. En definitiva, siendo la numeración de la serie del “miliciano”
anterior a las fotos de Cerro Muriano, y siendo más rápida la llegada al frente
de Espejo, se puede pensar con fundamento que la foto del “miliciano” se tomó
el 4 de septiembre de 1936. Por otra parte, Susperregui ya se da cuenta de que
la foto del “miliciano” no es del 5 de septiembre, sino anterior (diariovasco.com, 19-8-2009).
El mito irreal del anarquismo
Un nuevo mito, y ya van muchos, lleva un
tiempo revoloteando en torno a Robert Capa, y es el afán de adscribirlo
partidariamente, sin fundamento. Mucha culpa la tiene Richard Whelan que, sin
conocer nada de la política española, gustaba de poner etiquetas. Alguien ha
dicho que descubrió el sitio de Espejo, “siguiendo la ruta del anarquismo”,
cuando Espejo era comunista, no anarquista, desde antes de la República. Castro
del Río, sí, y Bujalance, Fernán Núñez, Posadas, Palma del Río, Almodóvar,
Hornachuelos… toda una ruta digna de Willy Fog. El hecho de que llegaran a
Espejo unos 300 milicianos anarquistas de Alcoy ha llevado a algunas
confusiones. En Espejo no sólo estaban estas milicias, sino también otros
tantos militares de Alcoy, además de los militares y artilleros de Pérez Salas
(jefe militar del sector), más el Batallón “Ramón Casanellas” de Espejo
(comunistas), más las Milicias de Montilla (socialistas) y una tropa
heterogénea en grado sumo.
Robert Capa (Endre Ernö Friedmann) era, sin más, un
antifascista convencido, que a los 18 años (1931) tuvo que salir de Budapest,
acosado por el fascismo húngaro, y recaló en Berlín, para estudiar periodismo.
En 1933 hubo de salir huyendo, por su origen judío, y se estableció en París.
Allí empezó a estudiar fotografía y conoció a su compañera definitiva: Gerda
Taro, refugiada alemana, del partido comunista alemán, según algunas fuentes. El
antifascismo genérico de Robert Capa se puede deducir de su visita a frentes
con diversos matices políticos. En una ocasión, en el frente de Aragón,
visitaron Tardienta, cuartel general del Batallón Thälmann, de comunistas
alemanes. Se registra también visita de los Capa al pueblo de Leciñena, donde
había una columna del POUM. Y Espejo era pluripolítico.
En 1937, los Capa volvieron al frente de
Córdoba, ahora a la zona de Valsequillo-Los Blázquez, el 7 de mayo (Robert se
volvió el mismo día, y Gerda permaneció una semana haciendo fotos), atraídos
por la combatividad de los internacionales (la mayoría de los cuales, como se
sabe, eran de signo comunista). Allí luchaban: la XIII Brigada Internacional y
el 20 Batallón Internacional (éste, encuadrado en la 86 Brigada Mixta, que
mandaba Aldo Morandi). Precisamente fue Aldo Morandi quien alojó en su puesto
de mando a Gerda Taro, según cuenta Aldo Morandi en sus memorias (In nome della libertá, Milán, 2002),
desvelamiento de esta desconocida visita de los Capa, que me ha cabido el honor
de dar a conocer en España.
Pues bien; a raíz de esta visita de mayo
de 1937 al frente de Córdoba (Véase The
Mexican Suitcase, 2012, II, p. 197-202), Gerda Taro acordó con los
internacionales volver un mes después, en junio, para escenificar, fotografiar
y filmar la actuación del Batallón “Tchapaiev” en la toma de La Granjuela
(ocurrida el 5 de abril), cosa que llevaron a cabo el 24 de junio. Parece que
el gran valedor de los Capa en esta pretensión fue el comisario del “Tchapaiev”,
el escritor berlinés comunista Kantorowicz (“Kanto”), según ha relatado también
Peter Wyden (La guerra apasionada, C.
Lectores, 1984, p. 371). Recuérdese también que la sin par Gerda acabó sus días
en plena batalla de Brunete, con las tropas internacionales del general Walter,
en un accidente de guerra, el 25 de julio de 1937. Expiró al día siguiente. Una
vida ejemplar sacrificada en la lucha antifascista. La guerra se llevaría
también por delante a Robert Capa, en mayo de 1954, en Vietnam. Vidas truncadas
del siglo XX: antifascistas, fotoperiodistas comprometidos, románticos e
idealistas, conceptos hoy no válidos en nuestras plutocracias.
Para afianzar nuestro estudio sobre esta
orientación ideológica de los Capa, conviene echar un vistazo a la línea de las
revistas en las que publicaban. La revista Vu,
de París, era claramente antifascista. Ce
Soir figuraba como independiente, pero de hecho estaba impulsada por
comunistas, como el célebre Louis Aragon, redactor jefe. En cuanto a Regards, esta revista se hallaba en la
órbita de la AEAR (Alianza de Escritores y Artistas Revolucionarios), que en su
número 10 (diciembre 1936) publicó Capa su serie “La capital crucificada”. A la
AEAR pertenecía en Madrid la revista Octubre,
dirigida por Rafael Alberti (1933-1934).
Las lecciones de la historia
Robert Capa (y Gerda Taro), con sus
“posados” o no, representa una de las cimas del fotoperiodismo del siglo XX. Le
tocó vivir la tragedia de los fascismos de los años treinta y cuarenta, y
decidieron emprender la resistencia antifascista mediante el testimonio de la
imagen. A través de la fotografía, los Capa no sólo daban cumplimiento a su
compromiso antifascista personal, sino también a la resistencia colectiva ante
aquella esquizofrenia de brotaba de Roma y de Berlín. A la vez, trataron de dar
testimonio de la lucha emprendida en España, el primer país donde el fascismo
se abría paso por medio de una guerra. Resistir en España era resistir en
Europa. Además, fotografiar en la España democrática era propaganda, en el buen
sentido, a favor de la causa republicana, para todo el mundo. Comprometidos y a
la vez postulantes de la solidaridad internacional ante los países civilizados,
bastantes de los cuales miraron para otro lado. Utilizaron sus cámaras como medio
para obtener el apoyo internacional para la República y para la causa
antifascista. En sus imágenes habla por sí sola, más que la vanguardia bélica,
la retaguardia que sufre: las frentes arrugadas de los ancianos, el rostro
asustado de los niños, el pueblo llano arrastrando sus pobres pertenencias por
los senderos del sufrimiento, los estragos de la aviación nazi-fascista y las
vidas destrozadas de los humillados y agraviados, peatones de la historia.
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