GUERRILLERAS
CONTRA FRANCO: ESPERANZA MARTÍNEZ
A
los que el franquismo les cayó entero encima. Dignidad de la lucha guerrillera en
España.
Por Francisco Moreno Gómez
El panorama actual,
historiográfico, político y social, favorable a la recuperación de la memoria
histórica relativa a las penalidades de los demócratas españoles, víctimas del
golpe militar de 1936 y de la dictadura subsiguiente, permite acoger con
beneplácito todos los esfuerzos recuperadores, especialmente los libros de
memorias de los testigos y supervivientes del franquismo. Este es el caso del
libro de memorias de Esperanza Martínez, Guerrilleras.
La ilusión de una esperanza (Latorre Literaria, Madrid, 2010), cuya
publicación recibimos con admiración. Un valioso libro de memorias que, aunque
conciso, es sobradamente ilustrador del calvario sufrido por los demócratas
españoles bajo el franquismo. Esta obra es un grano de arena más para erigir el
imperecedero memorial democrático español, aere
perennius.
Esperanza Martínez es una manchega de la
serranía de Cuenca, la tercera de las cinco hijas de un modesto arrendatario de
Atalaya de Villar del Saz. Una familia de convicciones republicanas que, cuando
se vio en la encrucijada del final de la II
Guerra Mundial, y ante el fenómeno de la resistencia española
o guerrilla antifranquista, allá por los años 1945-1946, no dudó –su padre y su
cuñado, primeramente- en servir de enlaces y colaboradores con grupos de
guerrilleros conquenses, que llegaban por su casa de campo. Pronto entraron
también a colaborar las hijas, entre ellas Esperanza, en plena juventud, cuando
apenas sobrepasaban la adolescencia. Su misión era la de la intendencia: con la
ayuda de una burra se dirigían a la vecina Cuenca capital, a 15 kilómetros , y
hacían acopio de subsistencias, con sumo peligro, para lo cual tramaban todo
tipo de precauciones.
Pero el franquismo –auténtico fascismo
rural- no tardaba en entrar en sospechas sobre personas y actividades. La
contrapartida comenzó a vigilar la casa de los Martínez. El cerco se estrechaba
por momentos. Y cuando comenzaron las detenciones en un pueblo vecino, toda la
familia de los Martínez, el padre, un yerno y tres hijas, todos juntos, se
incorporaron a la guerrilla, además de otra familia (padre, hija y yerno). Era
el 18 de diciembre de 1949. Los hombres perderían pronto sus vidas en diversas
emboscadas contra la guerrilla. Las hijas, a pesar de múltiples penalidades,
lograron sobrevivir, si bien con las marcas de la represión franquista.
Foto.- Esperanza Martínez, de la Agrupación Guerrillera de Levante. Tuvo que saltar a la sierra después de ser descubierta como enlace. Su padre, un yerno y tres hermanas, a finales de 1949. Sólo sobrevivieron las tres hermanas, tras muchas penalidades.
El testimonio de Esperanza Martínez sobre
los pormenores de la vida en la sierra es muy revelador, la vida en el
campamento, las diversas tareas de los guerrilleros, los peligros, las precauciones,
las emboscadas, los choques, las tragedias y la muerte. Esperanza, una vez
caídos su padre y su cuñado en la lucha antifranquista, se convirtió en una
guía de pasos, entre España y Francia, a través de los Pirineos. Duro trabajo
para una jovencísima antifranquista. Luchas ejemplares en tiempos de silencio y
opresión.
En el verano de 1951, Esperanza Martínez
cruzó por primera vez los Pirineos, en compañía del célebre “Teo”, y volvió
como guía en febrero de 1952, en libertad por poco tiempo, porque el 25 de
marzo del mismo año cayó detenida bajo las garras del franquismo. Ocurrió en un
tren, en Miranda de Ebro. A partir de entonces, el típico calvario por las
comisarías y las cárceles franquistas, las torturas en las dependencias de la Puerta del Sol de Madrid,
el consejo de guerra y el habitual “turismo” penitenciario. El testimonio de
Esperanza se convierte aquí en la voz de los esclavos españoles bajo la
dictadura. El coro de los esclavos de Franco. Una más de las voces de la
tragedia que el dictador no consiguió apagar. Por ello, estas memorias de
Esperanza Martínez son una más de las pocas voces indomables que han irrumpido
contra el silencio y un testimonio más que ha estallado contra la desmemoria
impuesta.
Esperanza Martínez salió en libertad en
1967. Una juventud perdida, una vida rota y un matrimonio tardío. Cuántas
juventudes y cuántos proyectos de vida quedaron quebrados o aplastados por la
dictadura. En medio de la gran escombrera en que el franquismo dejó convertido
a nuestro país, he aquí que el compromiso de aquellos miles de hombres y de
mujeres en la resistencia armada se levanta hoy como un memorial heroico de la
democracia española.
La guerrilla antifranquista no fue una
peripecia, ni una curiosidad, ni una anécdota pintoresca. Fue la tragedia de
una resistencia democrática, bajo las pistolas del dictador y bajo el olvido de
las democracias europeas, sobre todo Inglaterra y Francia, que no movieron un
dedo para auxiliar a los resistentes españoles y los dejaron morir y podrirse
en los montes de España.
La lucha guerrillera antifranquista fue
la última batalla por la
República democrática española, fue el último esfuerzo de la
política de resistencia a ultranza propugnada por el PCE, frente a las
políticas de armisticio de los últimos meses de la guerra, en los que bastantes
sectores del Frente Popular se habían cansado ya de luchar. Pero la antorcha de
la resistencia antifranquista continuó en los montes de España, hasta comienzos
de los años cincuenta.
Hemos de insistir en que la guerrilla
antifranquista ni fue un anecdotario ni fue un fenómeno pintoresco, como a
menudo pretende verla la prensa actual. Fue la tragedia de los últimos
luchadores antifranquistas, en el contexto de la lucha antifascista europea.
Después de un período inicial de “huidos”, a partir de 1944-1945 fue la
transposición a España de los métodos de resistencia armada antinazi o
antifascista (maquis, partisanos, etc.). El franquismo presentó a España a
estos luchadores como “bandoleros”, pero eran, simplemente, la expresión de la
resistencia antifranquista en pro de la restauración de la democracia
republicana. La única diferencia de los españoles con los franceses, italianos,
etc. fue que éstos vencieron, y los españoles fueron aniquilados por la
dictadura.
El porqué del fracaso de la guerrilla
española hay que verlos en dos grandes factores. Primero, en la dejadez y
negligencia de las democracias europeas (Inglaterra, Francia, etc.), que igual
que dejaron caer la
República democrática, dejaron sucumbir también a los
resistentes antifranquistas en la más trágica soledad. Segundo, en el rigor y
salvajismo de la represión franquista, que se empleó a fondo contra huidos y
guerrilleros, desde múltiples frentes y con todo tipo de violencias, incluidas
las torturas, las liquidaciones in situ
y las aplicaciones de la “ley de fugas” contra maquis, enlaces o familiares de
los mismos.
Estas memorias de Esperanza Martínez nos
sitúan en una de las guerrillas más emblemáticas de las que se dieron en las
diferentes regiones: La Agrupación
Guerrillera de Levante y Aragón, AGLA, enclavada en parte de
Cuenca, Valencia, Tarragona y Teruel. Pero existieron otras muchas guerrillas
en España, todas con el mismo objetivo antifranquista, pero con muchas
diferencias entre sí. Eran entonces las montañas españolas como un reino de
Taifas antifranquista, similares y diferentes a la vez. No hubo una sola
guerrilla homogénea, sino muchas guerrillas.
Esperanza Martínez vivió la controvertida
y peculiar evacuación de los guerrilleros de Levante en mayo de 1952, la única
evacuación que desde Francia se acertó a organizar en los montes españoles,
porque las demás guerrillas no gozaron de esta planificación y perecieron sin
remedio en el más absoluto abandono y descoordinación. Las pocas evacuaciones
que se llevaron a cabo en el resto de España se hicieron a título particular,
por pequeños grupos aislados y temerarios, los cuales algunas veces
consiguieron su objetivo y otras muchas perecieron en el intento, víctimas de
los múltiples peligros del recorrido hacia los Pirineos (más difíciles aún
fueron los intentos hacia el otro lado del Estrecho, Tánger, etc.), y además
hubieron de sufrir, con frecuencia, la felonía de los franceses, que en
bastantes ocasiones devolvieron a los fugitivos otra vez a España, para caer en
las garras del franquismo, sin más horizonte que el paredón y la muerte.
Este libro de memorias de Esperanza
Martínez nos sitúa de lleno en este gran calvario de la lucha democrática española
contra la dictadura franquista, y en el papel que tuvo la mujer antifascista en
aquella lucha. No hay que buscar el papel de aquellas mujeres luchadoras en la
vanguardia armada, apretando el gatillo contra los guardias civiles, sino que
hay que valorar su papel como elementos imprescindibles en la retaguardia. Las
mujeres republicanas fueron el alma de la retaguardia, de los puntos de apoyo,
de las labores de enlace y colaboración. Fueron las auténticas guerrilleras del
llano, sin cuya labor la guerrilla propiamente dicha no hubiera sido posible.
Se jugaron la vida en el abastecimiento, en la vigilancia, en la ocultación de
los guerrilleros, en el socorro a los mismos, en su protección y en múltiples
labores de información. Las mujeres republicanas fueron el alma de la
intendencia de la guerrilla y de los puntos de apoyo, es decir, lo más
característico de la guerrilla del llano, en cuya labor muchas perdieron la
vida, lo mismo que las pocas que no tuvieron más remedio que empuñar la pistola
o la escopeta, dando también su vida en la vanguardia del monte. Esperanza
Martínez tuvo, al menos, la suerte de salvar la vida, y con ello nos ha salvado
la memoria, nos ha salvado la historia y nos ha salvado el honor y la dignidad
de una lucha democrática. Que la
Historia y la
Democracia española les den el reconocimiento que se merecen.
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