21/9/17

"LOS PEDROCHES" BAJO LA "LEY DE FUGAS" EN 1948


EL TERROR DE FRANCO EN LOS PEDROCHES

“Guerra sucia” y “ley de fugas” en 1948
 

                                                   Por Francisco Moreno Gómez

 

Ofensiva franquista de “guerra sucia”
contra el personal civil. Pozoblanco.

         Si agitada y sangrienta hemos visto la actuación de la 31 División en su última ubicación, entre Sevilla y Córdoba, no menos violenta será la actuación de la 32 División, la de “Romera”, en el Norte de Córdoba (Villanueva de Córdoba y Pozoblanco), mientras la Guardia Civil liquidaba a mansalva al personal civil, enlaces y campesinos. Reprimidos y represores se batían en un duelo a muerte en 1948. Un duelo desigual, por supuesto. Era el pulso final, del que una vez más saldrían derrotados los reprimidos.

      El guerrillero que más quebraderos de cabeza causará al Régimen será el joven Ricardo García “Caraquemá”, al que las circunstancias lanzaron a un torbellino de violencia que él mismo nunca hubiera imaginado. Ya se aludió a su trayectoria, captado por Rafael “El Lindo” desde el primer día de 1946 en los alrededores de Pozoblanco, hasta agosto de 1949, en Madrid, donde él mismo se suicidó antes de caer en manos del enemigo. Él simboliza este pulso desigual con que la guerrilla intentó hacer frente a la dictadura.

      En 1948, los represores más sanguinarios han sido colocados en los puntos estratégicos: el capitán Tamayo, en Villaviciosa; el capitán Fernández Muñoz, en Hornachuelos; el teniente Jiménez Reyna, en Pozoblanco; y el capitán Aznar, en Pozoblanco-Villanueva de Córdoba (el comandante Machado ya había sido trasladado).

      La espiral: represión-acción-represión, la veremos reflejada en Pozoblanco, como en ningún otro sitio.

      La guerrilla que más actuó cerca de Pozoblanco fue la Rafael “El Lindo”, y a ella pertenecía “Caraquemá”, junto con “Castaño”, “Terrones”, “El Ratón” (de Villanueva), “El Lanchego”, y si hemos de tener en cuenta el testimonio de Basilio (hermano de “Caraquemá”), éste vio también en la misma guerrilla a “El        León” (de Belalcázar) y a “Saltacharquitos” (de Hinojosa), lo que indica una gran movilidad de los guerrilleros. Tenemos referencias de que “Caraquemá”, “Terrones” y “Ratón” estuvieron breve tiempo con “El Cojo de La Porrada” y se hallaban presentes cuando el percance de Fregenal de la Sierra, en octubre 1947, y escaparon. Y también hay datos de que algunos meses de 1948 estuvo destinado por la zona de Hornachuelos “El Ratón”, y por otro lado, también fueron enviados al mismo lugar “Caraquemá” y “Castaño”, hacia marzo de 1948.

      Las actividades de Rafael “El Lindo” y sus hombres nos son conocidas de manera fragmentaria. Como toda guerrilla, practicaron el secuestro, golpes económicos y exigencias de dinero a los terratenientes. Si éstos entregaban el dinero voluntariamente, la guerrilla los hacía merecedores de un salvoconducto tácito, para circular libremente por sus fincas. Los cortijeros entregaron mucho dinero a la guerrilla, y la Guardia Civil no lo supo en muchísimos casos. En caso contrario, los propietarios, aunque fuesen de derechas, podían ser detenidos y encausados, tanto por pagar secuestros como cantidades voluntarias.

      En Pozoblanco, fueron secuestrados, por ejemplo, los cortijeros Elías Cabrera Caballero y Andrés Moreno, en el cortijo El Ermitaño. Les pedían 5.000 pts., que entregaron enviando a un chófer al pueblo a por el dinero, con la advertencia de que “no diera cuenta a la Guardia Civil”. Pero ésta lo supo, y ambos propietarios sufrieron detención y cárcel (51). Más suerte tuvieron los cazadores Luis García Tirado, Juan Tejedor y Sebastián Ortiz García, que fueron capturados por los maquis en la finca Cabra Coja, y se vieron libres mediante la entrega de una cantidad. No sufrieron represalias. Un secuestro con trágico resultado fue el de Agustín García Redondo, el hijo de “Miajones” (17-2-48), que veremos más adelante.

      Conocemos una de las mejores bases que tuvo la guerrilla de Rafael “El Lindo”, entre 1947 y parte de 1948: el cortijo del Vadillo (término de Pozoblanco), propiedad de Claudio Molina. Allí trabajaban unos caseros, la familia Agudo García, que se dedicaron a proteger a esta guerrilla, obteniendo también, suponemos, algún beneficio. La casera era una viuda, Pilar García Vergara, con tres hijos: Pablo, Manuel y una niña de 13 años, Conchita. En el mismo cortijo trabajaba el hermano pequeño de “Caraquemá”, llamado Basilio, cuyo testimonio aporta interesantes datos.

      A mediados de febrero 1948 (“justo el día en que los aceituneros acababan la recolección” (52), esa noche hizo la guerrilla de “El Lindo” una de sus visitas habituales, y “Caraquemá” tuvo ocasión de abrazar a su hermano Basilio. La velada quedó grabada en la memoria de este muchacho. Quedó fascinado por las cualidades de Rafael “El Lindo” o “Rafaelito”: “... era un hombre algo fabuloso... contaba chistes a porrillo, con lo que entretenía a todos... pronunciaba ‘garbansos’, ‘choriso’, ‘morsilla’, ... y era el mejor ventrílocuo que nunca he visto, hablaba sin mover los labios”.  Hacía un diálogo con su estómago, a la pregunta de cuántos dioses hay, y desde el estómago le respondía que cuatro (“Dios, Rediós, Vaya usted con Dios y El Dios que te crió”). Aquella noche, “Rafaelito” estuvo brillante y dicharachero. Cantó, teatralizó y recitó sus propias poesías:  ... cuando vamos caminando / tenemos que vigilar / el paso de los civiles / que esperan con sus fusiles / para darnos la emboscá.../ Trabajadores de España / los guerrilleros os llaman / para luchar todos unidos / contra Franco y su canalla...

      Mientras, dos guerrilleros estaban de guardia, uno por delante del cortijo y otro detrás. Aquella noche, la casera les preparó una chanfaina, con la cabeza y el espinazo de un cerdo que mataron. El resto de la carne la estuvieron friendo. “... Tal como iba saliendo la carne frita -relata Basilio-, la iban poniendo en fiambreras, para el día siguiente comer en el campo”. Lo guardaban todo en los macutos, así como el pan tierno que aquel día la casera había amasado. Y sobre todo, aquella noche hablaron los dos hermanos, “Caraquemá” muy preocupado por su madre, viuda:  “... me preguntó mi hermano tantas veces por mi madre, cuánto sentía los disgustos que le había dado y cómo había ido a la cárcel por su culpa...”. Ignoraba el joven guerrillero que lo más trágico estaba aún por llegar.

      En la misma velada conoció al “Ratón” de Villanueva:  “... este hombre, según me dijo, tenía varios hijos, y que yo se los recordaba, y me pasaba algunas veces las manos por la cabeza, haciéndome como un remolino...”. “El Ratón” les contó un peligro que vivió en el pueblo de Obejo. Llegó a pleno día a un comercio a comprar cosas y tabaco. El tendero sospechó y lo acosó a preguntas. Contestaba “El Ratón” que se le había perdido un mulo y aprovechó para comprar algo. En esto que el tendero se metió en la trastienda. En vista de que tardaba, “El Ratón” se puso en lo cierto: había desaparecido para dar cuenta en el cuartel. El guerrillero requisó lo que pudo y siguió el mismo camino del tendero: de la trastienda al patio, y de ahí al descampado y huyó.

      Los guerrilleros entregaban dinero a la casera Pilar, y uno de sus hijos solía ir a Obejo, a comprar suministro. Cuando visitaban de noche el cortijo, no lo hacían de improviso, sino que salía la niña Conchita para darles la contraseña.

      Por otra parte, y en estas fechas, “El Lindo” tenía ya un lío de faldas con otra casera, en el cortijo de El Ceja, cerca de El Vadillo, en la otra vertiente del cerro de las trincheras, y allí la visitaba, a veces en pleno día. Seguramente para no tener testigos de vista, fue por lo que decidió en la fecha que nos ocupa, mediados febrero 1948, destinar a “Caraquemá” y a “Castaño” a la zona de Hornachuelos, durante un mes, al cabo del cual serían relevados, les dijo. Antes, les ordenó, debían hacerse de algún dinero.

      Este es el motivo, según el relato de Basilio, por el que ambos guerrilleros planearon el célebre secuestro del hijo de “Miajones”, con resultado desastroso. Hacia el 17 febrero 1948 llegaron “Caraquemá” y “Castaño” al cortijo El Portezuelo, de Ángeles Muñoz, a pocos kilómetros de Pozoblanco. Allí se hallaban los dos hijos del arrendatario, apodado “Miajones”. Les exigieron 75.000 pts. Mandaron al pueblo al hermano mayor, en busca del padre y del dinero, y ellos se quedaban con el hermano menor, Agustín García Redondo, de 20 años, y una mula, como rehenes, y con prohibición tajante de no avisar a la Guardia Civil. Cuando “Miajones” supo lo que ocurría, acudió rápido al cuartel. Allí decidieron tomar como rehén a la madre de “Caraquemá”, Amelia Rodríguez. Con ella y los guardias se formó una comitiva, suponemos en la noche del 17-18 de febrero, hasta el lugar de la cita. Una vez allí, en el silencio de la noche, obligaron a Amelia a que diera voces a su hijo, para que soltara al rehén. Y Amelia gritaba: “Hijo mío, suelta a ese muchacho, que no te ha hecho nada, y a mí me llevan como María Santísima, y me van a matar...”. El joven guerrillero quedó acongojado ante el inesperado acto teatral y decidió dirigirse hacia donde se hallaba “Castaño”, más lejos, con el rehén y la mula.

      Según el testimonio que seguimos de Basilio, ante el golpe de efecto de los gritos de la madre, “Castaño” se distrajo y el rehén aprovechó para echar a correr, momento en que recibió un disparo, que lo dejó muy mal herido en el vientre. Los dos guerrilleros se dieron a la fuga, no sin antes matar a la mula.

      “Miajones” señaló a los guardias por dónde se habían escuchado disparos; pero los guardias respondieron que era por el lado contrario. Insistió el padre que debían buscar al hijo, por si estaba herido, cosa a la que los guardias no estaban dispuestos en medio de la noche. Tuvieron miedo y ordenaron recluirse todos en el cortijo El Portezuelo, a pasar la noche. El padre no dejaba de insistir en salir a buscar a su hijo, a lo que el jefe de la fuerza contestó que, si se movía de allí, le pegaba un tiro.

      Se perdieron momentos decisivos para la vida del hijo, que a esas horas se debatía entre la vida y la muerte. Arrastrándose como pudo durante la noche, llegó a un camino, donde un arriero lo vio al amanecer y llevó la voz de socorro. Lo llevaron al Hospital de Córdoba, y allí murió el 18 de febrero. Escribe Basilio que “a este muchacho lo mataron a medias, entre los del campo por dispararle, y los civiles por no socorrerlo”.

      A partir de estas fechas, entre los temores de la Guardia Civil y del vecindario, se empezó a levantar el mito y la leyenda de “Caraquemá”. Cualquier violencia que ocurría en la sierra, se le achacaba a “Caraquemá”, que no era cierto, ni mucho menos. A la vez, la magnitud del mito sirvió de cobertura para que los gendarmes de la dictadura desencadenaran en Pozoblanco la más espantosa oleada de terror, como veremos. Hoy sabemos, por el testimonio de su hermano, que los meses de marzo y abril, “Caraquemá” estuvo ausente de estas dehesas de Los Pedroches. Por tanto, las dos próximas violencias que ocurrieron, la del “Mocoso”, y la de Valentín Gómez, no fueron obra suya. “Caraquemá” y “Castaño” anduvieron destinados por Hornachuelos durante el mes de marzo. Esperaron a que “El Lindo” mandara a relevarlos, lo cual se demoraba, y en vista de ello, los dos jóvenes guerrilleros, tomaron una decisión insólita, en realidad una deserción: tomar camino de la frontera y pasar a Francia. Así pues, durante todo el mes de abril estuvieron ocupados en una gran marcha y llegaron cerca de la frontera.

      Utilizaron mulas, que requisaban y luego abandonaban, trenes de mercancías y marcha campo a través, siempre de noche. Pero se vieron solos, sin apoyos ni enlaces, en tierra desconocida y hostil, todo lleno de guardias y policías. Se acobardaron y decidieron, en mala hora, volver sobre sus pasos, al calor de sus dehesas de Pozoblanco. Completamente agotados, hambrientos y deshechos, estaban de regreso a finales de abril o primeros de mayo. Se cobijaron y repusieron fuerzas en la Huerta Vizcarro, otro lugar trágico al año siguiente. Y fue al salir de este descanso, en la primera semana de mayo, cuando Basilio se encontró, por última vez, con su hermano Ricardo “Caraquemá”. Hablaron largo y tendido, y a partir de aquellas conversaciones, Basilio ha tejido su testimonio.

      Mientras tanto, en esos meses de marzo y abril, han ocurrido muchos avatares en el escenario de Los Pedroches. El guerrillero “Terrones” (Antonio Guijo Redondo), amigo y paisano de “Caraquemá” ha sido “ajusticiado” por orden de “Godoy”, desde su cuartel general en la sierra de Sevilla (o en la base de Los Baldíos, Fuente del Arco, Badajoz). Ignoramos qué informes pudo enviar allá “Romera” o “El Lindo”, para que se dictara ese castigo. Se desconoce lugar y fecha exacta. Fue ahorcado por “El Lindo”. Cuando “Caraquemá” y “Castaño” se vieron con él, al regreso del viaje a la frontera, protestaron por esta ejecución y le echaron en cara a Rafael sus líos de faldas con la casera del cortijo El Ceja. Rafael los amenazó y a partir de entonces rompieron las relaciones.

      El 6 marzo 1948 había ocurrido la muerte de Pedro Rubio Moreno “El Mocoso”, a manos de la guerrilla, siendo “El Lanchego” el principal sospechoso. Ocurrió en la Loma de la Copada, término de Pozoblanco. Las motivaciones de la venganza arrancan del año anterior. El 14 noviembre 1947, otros dos hermanos, en su cortijo El Guijuelo, les hicieron frente a los maquis, cuando éstos acudían a por el dinero que habían exigido. Utilizaron sus escopetas desde dentro del cortijo. Los maquis en venganza incendiaron el cortijo y se marcharon creyendo que los habían quemado dentro. El Régimen recompensó a estos hermanos y el Subsecretario de Gobernación les entregó 15.000 pts. Según otros datos (53), figura un acto de sabotaje de la guerrilla contra “Los Mocosos”, por el que pasaron a cuchillo: 50 ovejas, 5 cabras, 11 cochinos, 3 mulos y una yegua (Figuran también sabotajes contra otros terratenientes hostiles a la guerrilla. A José Mª Nosea le sacrificaron: 25 cochinos, 5 mulos y 3 yeguas. A Raimundo Moreno Castro: 80 ovejas y un caballo). Así las cosas, se puede concluir que, por estas hostilidades, la guerrilla mató al tercero de los hermanos, Pedro Rubio Moreno.

      Nada más conocerse la noticia en Pozoblanco, en el cuartel se decidió el “ojo por ojo y diente por diente”: “Ellos han matado uno; ahora, nosotros, dos”. La misma estrategia genocida de Queipo de Llano en 1936. Son las matanzas alocadas e irracionales de todos los regímenes totalitarios. Al día siguiente de la muerte del “Mocoso”, fue detenido Pedro Moya Tejada (de 32 años, hermano del guerrillero “Castaño”, por el simple hecho de serlo, un hombre que vivía al margen del conflicto, totalmente inocente, que trabajaba como minero en Almadén) y un modesto jornalero, oriundo de Adamuz, Juan Mejías Cerezo, de edad avanzada. En la madrugada del 8 marzo 1948 los condujeron, curiosamente, al cortijo El Portezuelo (donde un mes antes había ocurrido lo de “Miajones”) y les aplicaron allí la “ley de fugas”, para que los guerrilleros tomaran nota del escarmiento vengativo. El capitán Aznar y el teniente Jiménez Reyna, en vez de perseguir a la guerrilla, se dedicaron al estilo siciliano, a matar personal civil, durante todo este año y el siguiente. No eran únicos. Hacía lo mismo el general Pizarro Cenjor en Teruel y otros uniformados en León, Asturias o Galicia.

      La guerrilla de Rafael “El Lindo” no se amilanó aún, ignorante del derramamiento de sangre que se avecinaba. Y el 15 abril 48, consumaron una de esas venganzas largo tiempo aplazadas. Se presentaron en el cortijo La Eliseda, término de Pozoblanco, donde dos años antes (7-5-46) había sido acribillado el guerrillero “Capitán Carrete”, por la delación de un cortijero vecino, Valentín Gómez Expósito. El día citado, se presentaron en el cortijo de este una decena de guerrilleros, al mando de Rafael “El Lindo”. Estuvieron cenando unos lechones, comiendo y bebiendo con Valentín y su familia. A la hora de marcharse le pidieron que los acompañase, con pretexto de indicarles el camino. Un hijo se ofreció a servir de guía, pero insistieron en que fuera el padre. Como pasaba el tiempo y no regresaba, los hijos salieron a buscarlo. Encontraron a Valentín ahorcado de un árbol, no lejos del cortijo (54). Según el relato de Basilio, Valentín iba confiado señalando la vereda, y en esto le preguntaron si se acordaba cuando mataron a “Carrete”. Entonces fue cuando Valentín se asustó y quiso escapar, pero lo agarraron: “Ya no tienes salvación; ha llegado tu hora y que pagues por ello”. El pobre hombre lloraba pidiendo clemencia, pero no le dieron tiempo. Le echaron la soga al cuello, lo subieron de un tirón y ataron el extremo al tronco. Así se lo encontró luego su familia, con un papel al lado que explicaba el motivo de la venganza.

      En el cuartel de Pozoblanco se vivió otro arrebato de ira y, en vez de perseguir a los guerrilleros, volvieron al recurso de la represalia irracional contra personas inocentes. Una guerra sucia que no era sólo idea de la Guardia Civil. Era la burguesía reaccionaria de Pozoblanco la que, en el Casino, por la calle y en el cuartel, azuzaba al capitán Aznar y al teniente Jiménez Reyna, para que no dejaran un “rojo” vivo. Y en Villanueva de Córdoba pasaba lo mismo: todos los crímenes y matanzas se diseñaban y planeaban en el Casino o Círculo Recreativo. En realidad, la Guardia Civil se dejaba llevar por los impulsos reaccionarios que bullían en cada pueblo. Y todos repitieron su consigna: “Ellos han matado a uno; pues nosotros, a dos”. Y no tuvieron mejor ocurrencia que ir a por el padre de “Carrete”, Juan Ruiz Calero (un hombre de 62 años, que nunca se había señalado en nada, salvo en su trabajo), y se lo trajeron detenido junto con otro humilde jornalero, Lucas Rodríguez Fernández “El Potete” (de 34 años). Aquellos dos desgraciados ya sabían lo que les esperaba. Los traían andando hacia el pueblo. En un momento dado, pidieron parar a fumar un cigarro, el último de su vida, y así lo hicieron. Al reemprender la marcha, “El Potete” tuvo un arranque de fortaleza campesina: “¡Ya no ando más! ¡Si vais a matarme, hacedlo aquí mismo!”. Y como esas eran las órdenes, una ráfaga de fusilería los hizo rodar por el suelo, junto a la Cruz del Pilar, por el camino de Obejo, al pasar el Ventorro del Cintas, en un recodo del camino (55). La burguesía de Pozoblanco sació su sed de venganza y la Guardia Civil quedó satisfecha por el “servicio”. Era el 18 abril 1948.

      A primeros de mayo, “Caraquemá” y “Castaño”, tras su aventura hacia la frontera francesa, regresaron a Los Pedroches. Descansaron en la Huerta Vizcarro, de Pozoblanco, y días después se hicieron los encontradizos con Basilio, hermano de “Caraquemá”, en unos matorrales de la finca de El Vadillo, de Claudio Molina. Estuvieron hablando de la ruptura con Rafael “El Lindo”, que éste los reprendió por haberse venido ellos dos de Hornachuelos, y ellos contestaron que ya había pasado el mes que Rafael les dijo, y añadieron que tampoco éste cumplía sus obligaciones, porque estaba líado con la casera del cortijo El Ceja. “El Lindo” se enfureció y los amenazó con pegarles un tiro a cada uno, si desobedecían sus órdenes. Y contestó “Caraquemá”: “No te vayas a pensar que vas a hacer con nosotros lo que hiciste con ‘Terrones’, y sólo piensas en divertirte” (56). Y a partir de esta ruptura se lanzaron a la aventura frustrada de la frontera francesa. Después de esta entrevista con Basilio, los hermanos ya no volvieron a verse jamás. Se despidieron con un gran abrazo y “Caraquemá” no cesaba de repetir: “Cuida de nuestra madre”.

      Así llegamos al descubrimiento y desmantelamiento de la base de El Vadillo, a mediados de mayo 1948. Por aquí seguían apareciendo con mucha frecuencia “El Lindo” y los suyos (su hermano Diego, “El Lanchego”, “El Ratón”, “Saltacharquitos”). Y el hijo mayor de la casera se encargaba de ir a Obejo, de vez en cuando, a comprarles provisiones. Y llegó la noche fatídica, en la que tenían previsto matar otro cerdo, con todo preparado para la matanza, a lo largo de la noche. Llegaron los guerrilleros y pusieron manos a la obra, mientras la casera los atendía solícita y les preparaba una gran chanfaina de judías. Por otro lado, en una gran sartén iban friendo la carne, para llenar cada uno su macuto. Relata así Basilio:

      “La casera les había hecho unas cuantas talegas, de una tela que había comprado, supongo en Obejo, de cuadritos blancos y azules. Estas bolsas eran ... para el pan, el queso y aceitunas; y la carne frita en una fiambrera grande. En cada macuto ponían más o menos lo mismo, por si uno de ellos quedaba separado de los otros, que tuviese para comer, y de esta manera se preparaban todos los macutos. También había partido unos quesos frescos, que los había metido dentro de aquellas talegas”.

      Como la noche era lluviosa y de mucho viento, “Rafaelito” quitó de centinela a “El Lanchego”, porque ya estaba la mesa puesta para cenar. En esto que el perro rompió a ladrar de una manera muy agresiva: “¡La Guardia Civil viene!”, alertó Basilio. “¿Cómo lo sabes?”, preguntó “Rafaelito”. “Porque yo conozco a mi perro cuando ladra a la Guardia Civil”. Los guerrilleros se salieron enseguida y se escondieron en un cobertizo. Los guardias vieron ya la silueta de alguno al trasluz de la puerta y empezaron a disparar. Los caseros cerraron rápido la puerta. Mientras fuera se entablaba un tiroteo,  “los caseros ... cogieron el puchero de las judías que había aquella noche para cenar y lo vaciaron en la cuadra bajo el estiércol, así como toda la carne frita y cruda que había por allí. Todo lo que pudieron se escondió... y se limpió todo lo mejor posible... Yo me metí corriendo en la cama... cuando terminó el tiroteo, empezaron a dar golpes en la puerta de entrada con la culata del avispero, y la señora Pilar se levantó o hizo como que se levantaba de la cama para abrir la puerta... y nada más lo hizo, la tiraron por tierra de un culatazo en el pecho, entraron en el cortijo dos guardias y un cabo o un sargento... también entraron en mi cuarto fusil en mano, y de un tirón de mantas me dejaron desarropado... ¡Ponte de pie!, me dijeron con muy mala leche y me levanté de un salto... y me pasaron... adonde tenían a la casera y a sus hijos, apuntándolos con el fusil... Las preguntas se las hicieron a los grandes, a Pablo el primero: ¿Quiénes eran los que aquí estaban? Él les dijo que no los conocía, que era la primera vez que habían llegado y que tenían el pensamiento de a la mañana siguiente ir a dar parte a La Canaleja”. A la casera y a los dos hijos se los llevaron al cortijo de La Molina, y dejaron solos a la niña y a Basilio.

      A media mañana del día siguiente, la Guardia Civil volvió al Vadillo, sabedora ya de que Basilio era hermano de “Caraquemá”, y se lo llevaron también a La Molina. Cuando llegó allí, el muchacho quedó horrorizado. A la señora Pilar la tenían en el suelo, en ropas menores, llena de sangre, la cara y los hombros. El hijo mayor también estaba tendido en el suelo, boca arriba, molido a palos. Y comenzó el interrogatorio de Basilio: “Tu hermano era uno de ellos, ¿verdad?”. El pobre Basilio, de 14 años, lo negaba todo, hasta que el guardia  “me pegó un bofetón en toda la cara. Yo empecé a llorar... Cogió una cuerda de cáñamo de no mucho calibre, hizo un lazo y me lo pasó por el cuello y tiró la otra punta por encima de la rama (de un olivo)... y la estiró hasta que el hijo de puta me hacía daño: ¡Bueno!, me dijo, ¿ha estado aquí tu hermano o no? Yo lloraba como una magdalena... Sacó la pistola, que a mí me pareció más grande que un cañón, me la puso en la sien y me dijo: Voy a matarte. Si tienes que decir algo, dilo, porque de lo contrario no vas a volver a ver a tu madre... Me tenía la cuerda al cuello, la pistola en la sien y la bota de su pie en mi pecho, dispuesto para achucharme y tirarme al vacío... Cuando se hartó de hacerme sufrir, me soltó y me dijo: ¡Que no te vea yo más!¡Y no digas a nadie nada de esto!”.

      El muchacho volvió al Vadillo como un sonámbulo. Al día siguiente, difundida la noticia por el pueblo, el dueño Claudio Molina lo mandó llamar y lo despidió de su trabajo de porquero: “No sé qué fue de la niña ni de su familia en aquel día de dolor y agobio para todos. Lo que sí sé es que se llevaron una soberana paliza. Luego, más tarde, me enteré de que los habían metido en la cárcel, a la madre y a los dos hijos, y que les habían pegado muchas palizas”.  Sobre la niña que menciona Basilio, hemos conocido un escrito municipal que alude a ello. Con fecha 20-5-48, la Guardia Civil de Pozoblanco da cuenta al Gobernador de la necesidad de dar amparo a la hija menor de los caseros, de 13 años, Concepción Agudo García, ya que toda la familia ha sido detenida.  Desconocemos qué tipo de amparo se dio a la muchacha ni qué forma de vida errante pudo llevar, sola en el campo, con toda su familia en la cárcel. No fue un caso único, sino muy repetido en todas las zonas guerrilleras.

      En cualquier estudio sobre la guerrilla debe tenerse presente que toda redada de enlaces o colaboradores iba seguida de varios días de palizas y torturas en el cuartel. Por citar un testimonio más, he aquí el de Adolfo Muñoz Pozuelo, que un día recibió la visita de dos maquis de El Viso en el cortijo donde trabajaba. Le pidieron que “no diese cuenta, que iban de paso”. El cuartel de Villaharta tuvo conocimiento de esta visita, a raíz de unos atracos en cortijos colindantes. Detuvieron a Adolfo, lo llevaron al cuartel de Villaharta y, durante 16 días les estuvieron dando dos palizas diarias, una a la mañana y otra a la tarde. Después, pasó varios meses en la prisión de Córdoba. A otro de los detenidos, con la misma acusación, lo colgaban del techo con los brazos atados a la espalda encima de una silla. A intervalos, le quitaban la silla y quedaba suspendido en el vacío, dando gritos de terrible dolor (57).

      En los meses siguientes, ni la guerrilla de “El Lindo” ni la pareja de “Caraquemá” y “Castaño” dieron señales de vida por la zona de Pozoblanco, lo que no fue inconveniente para que la Guardia Civil consumara otra de las suyas. A comienzos de agosto 1948, dos jóvenes estuvieron de juerga en un bar de alterne de Pozoblanco, llamado El Ciento: Juan Andrés Fuentes Cardador (25 años) y Juan Moyano Márquez (de 23). Tomaron unas copas de más, y al marcharse no pagaron la consumición, diciendo: “Esto, que lo pague ‘Caraquemá’”. La broma les salió muy cara. A la mañana siguiente, 3 de agosto, los detuvo la Guardia Civil. Los sometieron a una paliza tan descomunal en las cuadras del cuartel, que en la madrugada del día 4, moribundos, los llevaron al sitio La Romana, y allí, más que aplicarles la “ley de fugas”, sencillamente los remataron a tiros. Este valor tenía la vida humana en la dictadura de Franco.

      Hasta finales de agosto no tenemos noticia de actuaciones de la guerrilla cerca de Pozoblanco. Nos referimos al suceso del cortijo Portero Lobo. Unos guerrilleros se presentaron en el cortijo (se dice que “Caraquemá” y “Lanchego”), en busca de dinero. Por medio de un pastor enviaron recado al dueño, para que lo trajera. El dueño dio cuenta a la Guardia Civil. Entonces, se pusieron en acción las artimañas del teniente Jiménez Reyna. Colocó a dos guardias camuflados en lo alto de una encina, donde debía entregarse el dinero, y otros guardias escondidos. Los guerrilleros se dieron cuenta de la emboscada y se marcharon. Pero a comienzos de septiembre volvieron para ajustar cuentas con el dueño delator. Dijeron a los trabajadores que sacaran del cortijo todas sus pertenencias. Luego, metieron los animales dentro de la vivienda, los cerraron y prendieron fuego.

      Este fue el pretexto que estaba esperando la gente de derechas de Pozoblanco. Presionaron al capitán Aznar y al teniente Jiménez Reyna, para que se diera una muestra de autoridad, un golpe de efecto y un escarmiento definitivo. Aznar y Jiménez Reyna, que tampoco necesitaban presión alguna, tramaron lo más espantoso que ha ocurrido en Córdoba por la represión franquista: un cuádruple asesinato, sacrificando a tres mujeres y a un hombre inocentes, en el más refinado ceremonial del crimen. Las víctimas, dignas del gran santoral civil que debería diseñar la historia, fueron: la madre y la hermana de “Caraquemá”, la madre del “Castaño”, y un pobre arriero, que se encontró el día más inoportuno en el lugar menos apropiado.      

Relata Basilio, hijo de la víctima:  “el nueve de septiembre por la tarde llegó a mi casa la pareja de la Guardia Civil. Algo había pasado con mi hermano, pues cada vez que esto sucedía, con verdad o con mentira, ya estaba allí la pareja a por mi madre. Ella parece que ya lo barruntaba, y un día, hacía poco tiempo allá en mi casa, abrazó a su hija, la más pequeña, y le dijo: Hija mía, qué va a ser de ti con estos cafres, refiriéndose a la Guardia Civil. Así que este día llegaron y le dijeron que les tenía que acompañar al cuartel... ella y su hija mayor Rafaela, pero mi hermana no estaba, así se lo dijo mi madre ... pero como estaba allí mi otra hermana Amelia... dijeron que viniera ella en lugar de la otra... Cuando yo llegué por la noche a mi casa, me enteré de lo sucedido, las esperamos hasta muy tarde, por si venían, pero al final nos quedamos dormidos”.

      Los cuatro mártires fueron conducidos en la madrugada del 10 septiembre 1948 a una especie de gólgota, ya regado con sangre anterior, denominado la mina de La Romana, y en una escena inenarrable, acabaron con la vida de estos cuatro inocentes:

      Amelia Rodríguez López, 49 años, madre de “Caraquemá”,
      Amelia García Rodríguez, 18 años, hermana de “Caraquemá”,
      Isabel Tejada López, 60 años, madre de “Castaño”, y
      Antonio Cabanillas Rodríguez, 34, arriero, de Hornachuelos.

      Mientras la burguesía de Pozoblanco felicitaba a los ejecutores, la gente sensata se llevaba las manos a la cabeza, incapaz de comprender lo que ocurría. Aznar y Jiménez Reyna se hacían ver, por la calle o por el Casino, para recibir los parabienes y pleitesía de industriales y terratenientes, sobre todo aquellos que no iban a sus cortijos por miedo a los maquis.

      Pronto llegó la información trágica a Ricardo “Caraquemá”. Del impacto sufrido tenemos referencia por una visita que hizo al cortijo Puerto Luna, de Pozoblanco, según el testimonio del casero. Era el 22 de septiembre. Al anochecer, cuando los caseros recogían el ganado, llegaron dos al cortijo: “Caraquemá” y “El Burraco”, de Adamuz, que también se hacía llamar “Chimeno”. Iban con pantalón y chaqueta oscura, boina y un pañuelo rojo al cuello, cada uno con escopeta de dos cañones y pistola, más un macuto a la espalda. Tranquilizaron a la familia y los invitaron a sentarse a la puerta de la vivienda. “El Burraco” se quedó de pie en actitud de vigilancia, y “Caraquemá”, sabiendo que el casero había estado aquel día en el pueblo, preguntó: -“¿Sabe usted si han matado a alguno de los rojos, como nos llaman?. -Se oye decir que han matado a la madre y a la hermana de ‘Caraquemá’, a la ‘Castaña’ y a otro hombre”. En ese momento se le vio acongojarse y estuvo un corto espacio de tiempo sin hablar. Cuando lo hizo de nuevo, muy serenamente, no se me olvidarán las palabras que dijo: “¡Si es verdad que hay aquello en lo que ellos dicen que creen, que los juzgue como se merecen por el crimen tan horroroso que han cometido!¡Que me busquen y se enfrenten a mí esos cobardes que asesinan a quien no puede defenderse!” Entonces, se identificó como el célebre ‘Caraquemá’, sacó una foto de su madre y la estuvo enseñando a todos. Echó la culpa de aquella muerte al Alcalde, José Mª Nosea” (58).

      Luego, hablaron de sus ideales, de su misión política, lo que demostraba que no era el muchacho analfabeto que decían, sino que se había cultivado mucho ideológicamente en el tiempo que llevaba en la guerrilla. Y leyeron unas poesías de carácter político. Les dieron de cenar, pero hacían que los caseros probaran antes lo que iban a comer. Luego, tras unas dos horas de estancia, se despidieron y dijeron al casero que los acompañara cien metros, por un barbecho, para ir borrando con una támara las huellas que iban dejando.

      De bastante tiempo atrás, tenemos otra referencia de los “mítines” que a veces salían de la inspiración de “Caraquemá”. El ex guardia municipal Florencio Guijo González fue “oyente” de uno de ellos. Ocurrió en el cortijo Los Cotos. Iba “Caraquemá” con ropa de pana, boina, botas y una pistola, en compañía de “El Burraco” de Adamuz. Hicieron candela en el cortijo, “Caraquemá” sacó una bandera de la República y dijo: “Nosotros luchamos por esto”. Y Florencio, que había estado en la División Azul, empezó a llevarle la contraria, hasta que “Caraquemá” se hartó y le amenazó: “¡Como no te calles, te vamos a colgar de un chaparro!”. A raíz de aquello, y porque dio cuenta, aunque le advirtieron que no lo hiciera, Florencio tomó miedo y se enroló en la policía municipal de Pozoblanco. No se equivocaba, porque a las pocas semanas volvieron los maquis al cortijo, para darle un escarmiento, pero no lo encontraron (59).

      En la madrugada del 28 octubre 1948, la Guardia Civil cometió otro cuádruple asesinato, ahora dentro del casco urbano de Pozoblanco, y de nuevo, contra cuatro inofensivos ciudadanos. Una noche o dos antes, se había producido la explosión de un petardo en el transformador de la luz de la calle San Gregorio. En el pueblo se ha dudado siempre si los autores fueron los guerrilleros o la misma Guardia Civil, buscando una provocación. Pero una referencia a este atentado, impresa en el periódico Combate, órgano de la 3ª Agrupación, nos permite atribuirlo casi con seguridad a la guerrilla. Se puede leer:  “El día 26 fue colocado un potente petardo en la central eléctrica del pueblo de Pozoblanco, quedando el pueblo a oscuras. Las autoridades fascistas de dicha localidad dieron la señal de alarma. También se distribuyó por las calles del mencionado pueblo gran cantidad de propaganda. Nuestros guerrilleros se replegaron sin novedad” (60).

      Hay constancia, además, de una cierta campaña política por toda la comarca en estas fechas, siguiendo órdenes de “Godoy del Pueblo”, desde sus bases de Sevilla. El 21 de septiembre colocaron la bandera republicana en el camino de Venta Los Locos, finca Venta Velasco, de Villanueva de Córdoba. El 25 del mismo mes, un petardo en el ferrocarril de vía estrecha en el Apeadero de La Jara, entre Villanueva y Pozoblanco, además de arrojar propaganda. El día 27, derribaron con otro petardo un poste de alta tensión cerca de Adamuz.

      Estas pequeñas demostraciones de la guerrilla dieron un pretexto más al capitán Aznar para continuar su campaña, no de persecución de la guerrilla, sino de crímenes contra el personal civil en la retaguardia. El petardo de Pozoblanco le estimuló a un nuevo aldabonazo de terror. Se preparó una redada de gente para el día siguiente, de manera arbitraria. Según el testimonio de Florencio Guijo, guardia municipal entonces, “Hicieron una lista aquella noche, y cogieron a los que encontraron. Hubo más personas a las que buscaron, para detenerlos y matarlos, pero no dieron con ellos”. El 28 octubre 1948, de madrugada, en la misma calle San Gregorio, ante el citado transformador, quedaron acribilladas estas cuatro personas:

      Pedro Márquez Rodríguez, 41 años, de Pozoblanco,
      Juan Arévalo Calero, 39, de Pozoblanco,
      Clemente Márquez Galán, 42, de C.Real,
      Manuel Fernández Fernández, 35, de Alcaracejos.

      Los datos del Registro Civil no pueden ser más cínicos: muertos “por disparos al intentar la fuga”, según comunicación del Sr. Capitán de la Guardia Civil. La archiconocida “ley de fugas”, versión hispana del vulgar “paseo” y del crimen de Estado. Una muestra también de que jueces y Registros Civiles se doblegan ante el poder dictatorial. El testimonio de Florencio Guijo da detalles del escandaloso crimen:  “Al transformador llegó el furgón con los detenidos. Iban: el capitán Aznar, el teniente Reyna y los guardias Padilla, Prados y El Corneta. Nosotros (los guardias municipales) estábamos aquí, sabíamos que aquella noche iban a matar a quien fuera, pero no sabíamos que iba a ser aquí. Los iban bajando uno a uno,... ¡Fuera!... y el capitán, conforme iban bajando, un tiro en la nuca a cada uno. A otros dos, los mataron con los avisperos los guardias Padilla y El Corneta. O mejor: cuando iban cayendo con el tiro en la nuca, los remataban con los avisperos. Los hicieron polvo. Fue a las 3’30 de la madrugada. Las víctimas no dijeron nada. Los cadáveres estuvieron allí hasta las 11’30 de la mañana, y toda la gente los veía, ensangrentados. Allí llegó el hijo del ‘Espatarrao’ y se echó llorando a los pies de un guardia civil, rogándole que le dejara ver a su padre. A Clemente no le dieron bien, y levantó la cabeza; entonces se volvió El Corneta y lo hizo trizas con el avispero” (61).

      En este testimonio, además, se añade un dato muy significativo: “Con los guardias venían paisanos de Pozoblanco, y algún cacique”, cuyo nombre no ha querido revelar. Es una prueba más de que la Guardia Civil no actuaba aisladamente, sino bajo el estímulo de la base social del franquismo, la burguesía influyente o “fuerzas vivas” del pueblo.

      Por otra parte, aunque hemos mencionado a los ejecutores materiales, no debe olvidarse un punto fundamental: los oficiales de la Guardia Civil no pegaban un solo tiro sin conferenciar antes con el jefe de la Comandancia de Córdoba, en esta ocasión: el teniente coronel Angel Fernández Montes de Oca y su inmediato superior, el coronel Santiago Garrigós Bernabéu. El cauce reglamentario saltaba luego al director general de la Guardia Civil, general Camilo Alonso Vega, y el interlocutor de este era el propio Franco.

      Con el suceso antes relatado no cesó el derramamiento de sangre inocente en Pozoblanco. El 2 diciembre 1948 amanecieron otros dos cadáveres en los alrededores del pueblo, en el arroyo de Santa María. Se trataba de Pedro Caballero Olmo (38 años, de Añora) y Pedro Herruzo García (25 años, de Pozoblanco). Otros dos pacíficos ciudadanos, de los que no conocemos el más insignificante motivo que pudiera explicar este nuevo asesinato. Los sacaron del cuartel y los “pasearon” a las 2’30 de la madrugada.

      A mediados de diciembre, y en la misma zona que nos ocupa, pero ya en término de Pedroche, la guerrilla de “El Lindo” decidió actuar de nuevo y aplicar severas represalias, cuya motivación ignoramos. El 18 diciembre 1948, varios guerrilleros (se dice que encabezados por “Castaño”) se presentaron en la finca Fuente de la Sierra, por el arroyo de Guadamora, en el cortijo de Los Pozuelos, y ahorcaron a dos hermanos de Pozoblanco, que estaban allí trabajando: Alfonso y Antonio Pozuelo Guijo (38 y 33 años). Al padre y a otro jornalero los encerraron en la cuadra, con los mulos. Cuando al cabo de unas horas lograron salir, se encontraron a los dos hermanos colgados de un chaparro.

      Y a la tarde siguiente, 19 de diciembre, en el mismo término, la guerrilla actuó de nuevo. A las 19 horas se presentaron en otro cortijo próximo al anterior, donde trabajaban otros dos hermanos de Pedroche: Rodesindo y Antonio Marta Martín (32 y 26 años), y los ahorcaron, crímenes de los que no tenemos explicación.

      Pero esta noche del 19-12-48, la Guardia Civil tenía ya a punto otro “Ojo por ojo y diente por diente”.  Se presentaron en la finca Fuente de la Sierra al anochecer (probablemente no conocían todavía el ahorcamiento de los hermanos Marta, a esas horas, en un cortijo próximo), y a las once de la noche procedieron a aplicar la “ley de fugas” a tres campesinos, de la forma más arbitraria:

      Rafael Fernández Muñoz, 36 años, de El Guijo,
      Juan Aperador García, 42, de El Guijo, y
      Pedro Castillo Fuente, 65, de Pedroche.        

      La matanza de Pozoblanco no cesó en 1948, sino que continuó a lo largo de todo el año siguiente.
 

Los crímenes del capitán Aznar
en Villanueva de Córdoba


      Toda la zona guerrillera de Córdoba se vio sometida en 1948 a la práctica de la guerra sucia y del terror de Estado. Lo ocurrido en Pozoblanco era un apartado más del holocausto general. En la segunda mitad de 1948, asistimos en la zona de Villanueva de Córdoba (con chispazos en Cardeña, Conquista, Adamuz) a un vendaval de sangre, que se llevó por delante a más de 20 vecinos. Estos asesinatos contra el personal civil ya los había empezado el comandante Martinez Machado en Villanueva en 1947, como se ha señalado. Ahora será su discípulo, el capitán Francisco Aznar Iriarte, quien hará “santo” al otro. Lo más escandaloso fue que en Villanueva, por estas fechas, la guerrilla no estaba cometiendo represalias graves contra personas del Régimen. Alguien podría justificar lo injustificable con relación a Pozoblanco, porque allí hubo algunas venganzas por parte de la guerrilla. Pero en Villanueva la vida transcurría relativamente pacífica (salvo un solo caso, el 28-9-48, cuando el golpe económico en el cortijo de Los Cucos, que por torpeza de los gendarmes, concluyó con muertes). En consecuencia, si no había represalias que vengar en la zona de Villanueva, y además aquí la guerrilla estaba en evidente declive, ¿por qué se lanzó la ofensiva sangrienta? La respuesta nos lleva al análisis de fondo de los pilares de la dictadura fascistoide: no mata, porque otros maten; mata, porque hay que matar, ya que su fundamento es el terror.

      Fue un segundo medio año de tragedia griega, cuyo primer acto irrumpió en la madrugada del 8 junio 1948, en la cuneta de la carretera de Villanueva de Córdoba a Adamuz, a unos 2 kms., junto a la huerta de Carreritas. Fueron sacrificados 5 hombres y una mujer, sin trámite ni formación de causa, quedando expuestos sus despojos muchas horas, para espanto de los viandantes.

      Si hemos de buscar precedentes, unos días antes aparecieron por el pueblo unas octavillas “en contra del Govierno” (sic) y colocaron una bandera republicana y un petardo en un poste de la luz. Siempre se ha comentado la duda sobre los autores, si fue la guerrilla (que no creemos), si fue la organización “del llano” o célula clandestina del PCE (que parece lo más seguro) o si fue una provocación de los guardias o confidentes.

      Otro precedente de la tragedia hay que buscarlo en el Casino de los Ricos o Círculo Recreativo. Nada de lo que ocurría en Villanueva, desde 1939, era ajeno al Casino, y en el Casino se urdía todo escarmiento y toda medida de terror. En el Casino compadreaban a diario los jefes de la Guardia Civil, los municipales y los señoritos, cortijeros y capitostes del latifundio. Y empezó a tomar cuerpo este comentario: “Aquí, los rojos no están doblegados todavía; y aquí hay que hacer lo mismo que en Pozoblanco, y en Pozoblanco, lo mismo que aquí”. Y se hizo.

      En Villanueva estaba organizada una célula comunista clandestina, pero una célula pueblerina, sin peligro para nadie. Su secretario era José Antonio Palomo Huertas, ayu-dado, entre otros, por el maestro de escuela Manuel Torralbo Cantador “Mazo”. Este regentaba una escuela particular en la calle Navas. Hacía frecuentes viajes a Madrid, acompañado de Antonia Bejarano, la criada de la casa, y con el pretexto de vender huevos y aceite, utilizaba esta cobertura para algunos contactos políticos. En Villanueva, el principal punto de contacto era la zapatería de José A. Palomo. Allí acudían también -algo increíble- algunos confidentes de la Guardia Civil, no desenmascarados aún, como el célebre José Martínez Capitán “El Chunga” y Manuel Murillo “El Chico de la Blusa”, más algún otro, porque Villanueva estaba llena de chivatos, unos conocidos y otros anónimos. Según la familia de José A. Palomo, “El Chico la Blusa” propuso a Palomo días antes de la tragedia que se hiciera confidente y salvaría la vida. Lo cual, lógicamente, rechazó un hombre íntegro como Palomo. Idéntica propuesta llevó “El Chico la Blusa” al socialista Juan Jódar García, que residía en la capital. Se presentó en su casa, acompañado de un guardia civil, con la pretensión de captarlo para la delación y el doble juego. Jódar (seguimos el testimonio de su familia) quedó anonadado, llegó a pensar en el suicidio, y al día siguiente huyó con su esposa a Valencia, donde se afincaron definitivamente.

      Cabe interrogar también cómo es posible que a estas alturas de 1948, la organización clandestina de Villanueva no hubiera desenmascarado todavía a José “El Chunga”, que llevaba ya dos años de confidente, desde el verano de 1946. El caso fue que la escabechina se barruntaba desde semanas antes. La señora Valverde, que trabajaba en el Casino, oyó lo que se planeaba (la implicación del Casino, constantemente) y avisó a Isabel “La Chata”, que estaba en la lista negra, y esta huyó rápidamente a Madrid y se salvó. También personas amigas llevaron advertencias a la casa del maestro D.Manuel “Mazo”, que se negó a cualquier cobardía; pero sí tomó nota la criada, Antonia Bejarano, que se quitó de enmedio y huyó a Madrid. Otro de los que desaparecieron a tiempo fue Melchor Carbonero, el hijo de Blas El Sillonero. Tanto estos como otros ya conocían el cuartel (es decir, el Sector Móvil, de la Fuente Vieja), porque la Guardia Civil, a la menor ocasión, solía hacer pasar por allí a la gente de izquierdas, para sonsacarlos.

      El ceremonial del crimen se inició el 7 de junio, a media tarde. Diversas parejas de guardias fueron acudiendo a los domicilios de los seleccionados. El guardia Moreno y otro se presentaron en la escuela de la calle Navas, 12. El maestro D.Manuel Torralbo se ocupaba en un dictado del Quijote con los muchachos. Le conminaron: -“Echa a los muchachos, que te vas a venir con nosotros”. - “¿Va a ser para mucho?”. - “Sí, para bastante”. Así recuerdan los que entonces, con 10 años, vivieron la horrible escena y vieron salir esposado a su maestro, en dirección al Sector Móvil. Otra pareja fue a su casa particular, a por la máquina de escribir. Lo acusaban de haber escrito las octavillas que se tiraron unos días antes, con un tipo de letra inconfundible, de una máquina marca MIGNON, de la que sólo había dos en el pueblo, y una era la del maestro.

      A José A. Palomo lo detuvieron en su zapatería (calle P.Llorente, 20). Era una familia de sólida tradición comunista. A su hermano José lo habían fusilado en 1941. José Antonio estuvo empleado en Córdoba, en la Eléctrica, y luego en Arjonilla (Jaén), donde fue alcalde durante la guerra. En 1939 sufrió cárcel, hasta 1944, en que se vino a Villanueva y puso una zapatería.

      A Juan Romero “El Seco” lo detuvieron en su casa (calle Progreso, 12), que solía ser uno de los puntos de reunión de la célula comunista. También tenían contactos con los guerrilleros. Cuenta su familia que éste y Palomo iban con sus familias al cortijo Las Cumbres, de José Pedraza, cerca de Venta Velasco, y los dos hombres desaparecían, porque, conocedores del escondite de los guerrilleros (sería la guerrilla de Julián Caballero, porque con otras, los de Villanueva tenían poca relación), se iban a pasar largos ratos con ellos. Este Romero tocaba los platillos en la Banda de Música del Maestro Ochoa. Días antes, iban tocando en la procesión del Corpus, se acercó el capitán Aznar al Maestro Ochoa y le dijo: “En la Banda tiene usted un elemento sospechoso, que se la está buscando”. Pero el Maestro Ochoa demostró ser un hombre de valía, cuando, enterado de que se habían producido detenciones, corrió el día 8, muy temprano, a ver a don Juan Polo, un jerifalte de la Falange, a interceder por su músico, pero ya era tarde.

      De Isidoro Calero “El Lobo”, otro detenido aquella tarde, al que sacaron de la cama enfermo, tenemos pocas referencias. Sólo que trabajaba de porquero con Torrico, en el cortijo de El Madroñal (carretera de Obejo). Y suponemos que desde allí tendría alguna labor de enlace con los de la sierra o con la célula comunista del pueblo. Más inexplicable aún fue la detención de un propietario, Andrés Díaz Gutiérrez “Joroba”. Tenía un cortijo en La Loma, donde podría haber servido alguna comida a la guerrilla de Julián Caballero, sin denunciar el hecho (cosa que hacían muchísimos cortijeros, por supuesto), pero no consta que tuviera relación con la orgnización clandestina.

      La detención más inexplicable de todas fue la de Catalina Coleto “La Arriera”. La insidia se debió, únicamente, a que esta mujer era la esposa de un guerrillero, José Luna Cartán “El Ratón”. Ese era su único “delito”. Por lo demás, ni actuaba de enlace ni se veía con su marido ni tenía contacto con ninguna organización. Era una madre de 7 hijos, todos menores de edad, a cuyo cuidado se dedicaba por entero. Se ganaba la vida haciendo picón y en otros humildes menesteres, soportando con paciencia el acoso de los represores (sobre todo el municipal Tomás “Ojos Verdes”). La llamaban continuamente al cuartel y la insultaban (como a otras mujeres del pueblo tachadas de “rojas”). Sobre este calvario y su trágico final, contamos con el testimonio de su hija Pilar:

      “A mi madre no la dejaban en paz. Cada vez que la llamaban al cuartel, más rato la tenían allí, y nosotros en la puerta, esperando horas y horas. Las últimas veces la sacaban a empujones, y nosotros la sentábamos en la plaza de la Fuente Vieja y le dábamos agua, para que se reanimara. Al llegar a casa, la acostábamos, todos llorando. Nos decía: ‘Vosotros no sabéis las cosas que me dicen: que me van a matar’. Un día la llamaron y le dijeron que nos teníamos que ir al campo, ella y todos nosotros, pensando que mi padre, que estaba en la sierra, iría a vernos y allí lo capturarían. Pero nosotros carecíamos de medios y lugar para irnos a vivir al campo.

      “Así llegó el 7 de junio, que habían puesto un petardo en un poste de la luz, y ella estaba temblando. Le decíamos que ella no tenía que preocuparse, porque nada malo había hecho. Cuando llegamos a casa con un cántaro de agua, se presentó la Guardia Civil diciendo: -‘¿Quién es la dueña de la casa?’. -’Una servidora’. -’¡Pues véngase con nosotros!’. Cerramos la casa, le dejó la llave a una vecina, y se la llevaron detenida, yendo todos sus hijos detrás” (62).

      Aquella noche se vivieron escenas desgarradoras en el cuartel del Sector Móvil, en la Fuente Vieja, ante la mirada del verdugo, el capitán Aznar. Los familiares (esposas, hermanos, padres e hijos) de los detenidos formaban en la puerta un público expectante. Se vio entrar, circunspecto, al cura, horrible presagio. También acudieron a compadrear con el capitán algunos ricachos y afectos al Régimen. A las 12 de la noche se dieron órdenes de dispersar a la multitud de la puerta. Todos los guardias salieron y empujaron y golpearon a la gente, para que desapareciera por las calles. Después, llegó el furgón, mientras los guardias, avispero en mano, copaban todas las esquinas de la Fuente Vieja. Y la marcha fúnebre, con las 6 víctimas, salió por la carretera de Adamuz, escoltada por guardias civiles, guardias municipales y algunos paisanos influyentes.

      El séxtuple asesinato se cometió en el segundo recodo de la carretera, hacia el km. 2. Como era noche veraniega, campesinos de los alrededores escucharon dramáticos lamentos en el silencio de la noche, insultos contra los asesinos, protestas de inocencia y, sobre todo, gritos de “por mis hijos, no me matéis”. Se dice que el maestro “Mazo” se negó a ponerse de espaldas y recibió la muerte de frente, entre otros muchos detalles que todavía hoy circulan por la población. Los cadáveres, rematados con el tiro de gracia, quedaron tendidos en la cuneta hasta media mañana del día siguiente, mientras los asesinos se marcharon ufanos y celebraron su “gesta” en el Bar Charlot, de la calle Cañuelo. He aquí la relación de víctimas, para el memorándum de los crímenes de la dictadura:

      Manuel Torralbo Cantador, 29 años, maestro de Escuela,
      José Antonio Palomo Huertas, 48, zapatero,
      Juan Romero Cachinero, 39, zapatero y músico,
      Isidoro Calero Pozo, 45, jornalero,
      Andrés Díaz Gutiérrez, 58, propietario, y
      Catalina Coleto Muñoz, 52, sus labores.

      Especial impacto sufrieron los viajeros del coche de línea, a primera mañana, que tuvo que maniobrar para no arrollar los cadáveres. Algunos guardias y paisanos estaban ocultos en la alcantarilla, para tomar nota de la gente que se acercaba, lo que decían, y por si se hacía presente “El Ratón”, a ver a su esposa muerta.

      En el pueblo, la mayor nota de dolor la ponían los 7 huérfanos de Catalina Coleto, en su ir y venir de una puerta a otra, con el jarro de café en la mano para el desayuno de su madre. Se presentaron hasta en la casa del capitán Aznar, en la calle Real. Nadie se atrevía a decirles la verdad de lo ocurrido.

      Los represores de la dictadura no se amilanaron por el crimen cometido, ni mucho menos, sino que a la semana siguiente, prepararon otro contra tres vecinos de Villanueva de Córdoba. A mediados de junio detuvieron a:

      Juan García Serrano “El Maleno”, 26 años, labrador,
      Pedro Coleto Díaz “Claudio”, 45, minero,
      Genaro Ruiz Zamora, 27, jornalero.

      Desconocemos si realizaron alguna actividad política o contacto con la guerrilla. A mediados de junio se procedió a su detención y los tuvieron dos días en el arresto municipal. A Pedro Coleto fueron a buscarlo a una mina de Villanueva del Duque, donde trabajaba, y a Genaro, a una finca de Ciudad Real. A primera mañana del 17 junio 1948 los sacaron hacía Córdoba capital, simulando un traslado a la prisión provincial, pero al pasar Adamuz, en la carretera de este pueblo a Villafranca, al llegar al lugar Las Mojoneras, los bajaron del vehículo a las 9’30 de la mañana y, sin más trámite, les aplicaron la “ley de fugas” y dejaron sus cadáveres en la cuneta.

      El 8 julio 1948, la Guardia Civil cometió nuevo crimen contra un vecino de Villanueva, que trabajaba en término de Cardeña: Pablo Agenjo Rodríguez. Un hombre muy trabajador, comunista discreto y de sólida formación. Fue enlace de la guerrilla, pero en la época de Julián Caballero, lo cual era conocido por José “El Chunga”, porque ambos coincidieron en esta labor, en el cortijo La Alcarria, de Villanueva. Luego, “El Chunga” se convirtió en confidente, y Pablo se marchó a fincas de Cardeña, cuando se barruntaba peligro. Es casi evidente que “El Chunga” lo delató. En la entrevista que me concedió (63) me aseguró que la guerrilla entregaba dinero a Pablo, suponemos para algún recado. Lo cierto fue que una pareja (no sabemos si de Villanueva, o de Cardeña, por orden de Villanueva) se presentó donde trabajaba de carbonero, se lo llevaron amarrado, y en el Camino de Los Collados Altos, de Cardeña, cuando eran las 13 horas, le aplicaron la “ley de fugas”.

      Por estos mismos días, o el capitán Aznar había dado orden al teniente Juan Melero, para que sembrara el terror en Cardeña, o bien Melero se tomó la justicia por su mano y empezó a derramar sangre sin ton ni son. Como se verá más adelante, el detonante pudo ser un crimen de la guerrilla contra el arrendatario Francisco García Redondo (6-7-48). Se dice que por obra de “Castaño”, que habría realizado esta incursión lejana. Al día siguiente, la Guardia Civil mató al campesino Pedro García Serrano (7-7-48), y a otro día, al carbonero citado de Villanueva, Pablo Agenjo (8-7-48). En septiembre, la represión en Cardeña sería aún más sangrienta.

      En Villanueva de Córdoba continuó el baño de sangre, cuando -insistimos- la guerrilla, durante este verano, no estaba mostrando ninguna virulencia en la zona. Para el 12 septiembre 1948 se preparó otra escabechina más, por la que sufrieron el “paseo”:

      Juan Cabello Moreno, 52 años, cantero, Villanueva de Córdoba,
      Andrés Gañán Calventos, 30, carbonero, de Conquista, y
      Rafael Alamillo Muela, 46, carbonero, de Conquista.

      El oficio de la Guardia Civil para inscripción en el Registro Civil es otro caso de cinismo: muertos “por disparos de armas de fuego con motivo de encuentro con la fuerza a mis órdenes ocurrido en la noche de ayer”. Veamos en qué consistió ese “encuentro”. De Juan Cabello sabemos que, más que enlace, se había visto varias veces con los guerrilleros y no había dado cuenta. Trabajaba de picapedrero en una cantera de Conquista. Sería en 1947, cuando el comandante Machado conoció, a través de sus confidentes, la esporádica relación de Cabello con la guerrilla. Lo llamó a su presencia y le propuso que se hiciera confidente de la Guardia Civil, porque “había que estar de parte de la autoridad y no de los canallas”. Le ofreció una pistola para que colaborara en la captura de los guerrilleros. También le propuso Machado trabajar de guarda en una finca de Herruzo, como cobertura para su labor de agente doble entre la guerrilla y la Guardia Civil (misión similar a la que estaba cumpliendo José “El Chunga”, con excelentes resultados). Cabello rechazó dignamente todas aquellas ofertas y siguió trabajando en su cantera de Conquista. Un día en que Cabello fue a cazar, ya en tiempos del capitán Aznar, le salieron al encuentro dos individuos, simulando ser guerrilleros (una burda contrapartida), pero con muy poca capacidad teatral y revelando a simple vista que eran guardias civiles. Querían comprobar si Cabello denunciaría este hecho en el cuartel, pero no lo hizo.

      A los pocos días, el 12 de septiembre, fueron a primera mañana a su casa de Conquista y se lo llevaron amarrado en dirección a Azuel. En una zahúrda de la finca Tejoneras, de Torrico, lo mantuvieron todo el día bajo vigilancia; hasta que llegó la noche y llevaron allí a otros dos infortunados de Conquista, ignoramos por qué motivo, los carboneros: Andrés Gañán y Rafael Alamillo. Les hicieron andar un poco hasta la Dehesa Quebradilla, y allí les aplicaron el “paseo” o “ley de fugas”. Se dice que Cabello, en el revuelo de los disparos, malherido, trató de protegerse en el tronco de un chaparro, pero allí lo acribillaron. Los enterraron en Conquista. Esto ocurría a los dos días de la masacre de Pozoblanco, donde habían caído la madre y la hermana de “Caraquemá”.

      El 28 septiembre 1948, el capitán Aznar continuó su lista de crímenes programados, y en las primeras horas de la madrugada liquidó a otros dos hombres, junto al arroyo de Guadamora, uno de Pozoblanco (Miguel Fabios Dueñas, 59 años, a la una de la madrugada) y otro de Villanueva de Córdoba (Pedro Gómez Calero “El Tostao”, 35 años, a las 2 horas). El que la muerte fuera a distinta hora puede indicar que primero llegaron con la víctima de Pozoblanco, y después se acercaron a Villanueva, a por el segundo. Los dos habían trabajado en una mina de la Niña Emila, en La Loma. Se les acusó falsamente por un confidente de que habían sustraído explosivos del polvorín de la mina. En realidad, la familia de los Gómez Calero estaba muy “fichada” por el Régimen, porque dos hermanos suyos, Juan y Matías, habían entrado en España con el maquis, en 1944, y se hallaban presos. De la hostilidad que sufría Pedro es muestra este caso: un día llegó la Guardia Civil a la mina y le pidieron quedarse con una perra cazadora que tenía, y Pedro no la quiso dar. Entonces le ordenaron que ahorcara a la perra allí mismo. Cuando lo detuvieron, ya no trabajaba en la mina, sino de albañil en el campo. Lo condujeron, subido en un burro y la pareja detrás, hasta el fatídico Sector Móvil de Villanueva, en la Fuente Vieja. Su esposa, Petra Gutiérrez Romero, estuvo en la puerta desde el anochecer. Era una manera de anticipar el “velatorio”, porque todo el vecindario sabía leer ya los signos macabros del holocausto. A las 12 de la noche la echaron de allí de malos modos. Poco después, lo sacaron en dirección a Pozoblanco, hasta el arroyo Guadamora, donde ya era cadáver su compañero minero.

      A recoger los cadáveres enviaron a Francisco “El Cardito” con su vehículo, acompañado de varios guardias y el médico Valero. Junto a los muertos habían colocado, malignamente, dos escopetas viejas, para simular o que se iban a la sierra o que hubieran agredido a la guardia franquista. Un truco burdo y de mal gusto, del que todo el mundo sabía su falsedad.

      Curiosamente, este mismo día, pero a media tarde después, ocurrió el fracaso de la Guardia Civil en el cortijo de Los Cucos, en Las Almagreras (de Villanueva), que ya hemos mencionado, donde causaron la muerte del propietario Julián Blanco, al que protegían de un golpe económico de la guerrilla, aunque derribaron también a un maquis. Cuando aquel 28 de septiembre anocheció, había en Villanueva 3 difuntos de tres bandos: un jornalero, un propietario y un guerrillero.

      El 2 diciembre 1948, se dio otro giro de tuerca a la campaña de terror en Villanueva de Córdoba. A la una y media de la madrugada, otros dos hombres eran asesinados, sin formación de causa, en la finca de Las Navas (de Mª Jesús Herruzo), a unos 5 kms. del pueblo por la carretera de Adamuz. En este caso, hubo un pretexto para la venganza. Pocos días antes, la guerrilla de “Romera”, que apenas había dado señales de vida tras el percance en el cortijo de Los Cucos (28-9-48), con la pérdida de un guerrillero, tramaron represalias en el cortijo citado de Mª Jesús Herruzo, porque en una visita anterior, el casero había dado cuenta en el cuartel. Llegaron en la noche, cerraron a los animales dentro del cortijo y le prendieron fuego. Parece que fue esto lo que movió al sanguinario Aznar a sacrificar a otras dos personas inocentes: Antonio Olmo Caballero (34 años, vecino de Villanueva, aunque oriundo de Añora) y Eufrasio Madero Expósito (38 años). A su lado pusieron una escopeta vieja y una pistola, las mismas que días antes habían colocado a las dos víctimas del arroyo Guadamora. Burdo y ridículo montaje.

      Los cadáveres los llevaron al depósito del cementerio y D.José Valero Martos practicó la autopsia. Se incoó luego, a posteriori, un procedimiento sumarísimo de urgencia (64), que es todo un cúmulo de despropósitos. Se viene a decir que la guardia franquista, al mando de un teniente, estaba apostada en Las Navas, y que aparecieron dos individuos armados, les dieron el alto, dispararon y la fuerza tuvo que repeler la agresión y les causó la muerte. Identificados, resultaron ser “El Madero” y “El Chaparrito” (apodos irreales), y por el lugar y hora en que se encontraban, o se iban a la sierra, o se dirigían a tomar contacto con los rojos. Todo es absolutamente falso. Ni iban armados, ni agredieron, ni iban a la sierra ni nada que se le parezca. Allí llegaron presos y conducidos por sus verdugos con el único fin de sufrir el vulgar método del “paseo”. A Eufrasio Madero fue a detenerlo una pareja al cortijo El Almendro, en El Valle (de Mª Jesús Herruzo), y se lo trajeron al Sector Móvil la tarde anterior. Y a Antonio Olmo,también fueron a por él al campo, al cortijo del Negrito, donde estaba vareando bellotas. Cuando llegó la medianoche, se preparó la marcha fúnebre en la forma habitual, hacia el lugar de la ejecución.

      Y cinco días después, el 7 diciembre 1948, otra comitiva de víctimas inocentes hacia el sacrificio de la sinrazón y la arbitrariedad, propias de toda dictadura. A la hora habitual (primeras horas de la madrugada), otros dos vecinos de Villanueva de Córdoba fueron conducidos, amarrados, al Ventorro del Madroño y les aplicaron la “ley de fugas”. Eran: Gaspar Martín Valverde (45 años, jornalero) y Joaquín Heredia Giménez (39, camionero). En cuanto a Gaspar, después de indagar el caso, podemos afirmar que no tenía ningún contacto político ni con la guerrilla. El testimonio del delator José “El Chunga” confirma que el asesinato de este hombre fue un error (entre tantos), y que el verdadero enlace era un hombre de la calle Dehesilla, el cual llevaba suministro a Julián Caballero a la Loma de la Higuera. Algún confidente señaló sin fundamento a este infortunado ante el sanguinario capitán Aznar. El 5 de diciembre, una pareja de paisano fue a buscarlo a su casa. Ya había salido para el campo, lo alcanzaron en la carretera de Adamuz y se lo trajeron al arresto municipal. Permaneció allí aquel día y el siguiente. Impidieron a la familia que le llevara ropa y alimentos. Era un hombre trabajador y discreto, sin ningún protagonismo político. El único percance de este tipo que sufrió en su vida, muy significativo sobre el lema del nacionalcatolicismo (“La religión con sangre entra”), fue el siguiente: en la inmediata posguerra, cuando pasaba la procesión del Corpus, por no arrodillarse, recibió una paliza tan desorbitada que estuvo tres días en la cama.

      En la madrugada del día 7, a Gaspar y a Heredia (padre de 5 hijos), los llevaron a morir al conocido Ventorro del Madroño. Tampoco permitieron a las familias que llevaran ataúdes y los enterraron en fosa común, al igual que en los demás casos que venimos exponiendo.

      En la comisión de este crimen aparecen algunas circunstancias nuevas, dignas de mención. Primera, que varios testimonios aseguran que estas dos víctimas iban acompañadas de una tercera: Miguel Puerto Delgado, de Torrecampo; pero ante el desbarajuste de la ejecución, logró escapar herido y desaparecer en medio de la fría noche de diciembre. Pudo llegar maltrecho al amparo de alguien de su pueblo, pero a los tres días, los represores dieron con su paradero y lo remataron a tiros en la Huerta de los Álamos, el 11 diciembre 1948. No podemos confirmar esa supuesta huida, una vez herido.

      En segundo lugar, aquel mismo 7 de diciembre, pero después, a la caída de la tarde, los maquis acudieron al ya citado cortijo de Los Cucos, en Las Almagreras, para consumar una venganza que ya conocemos. Se encontraron en el patín del cortijo al nuevo casero recién incorporado, Juan A. Illescas Blanco, y le preguntaron quién había en el cortijo. Él, sin responder nada y presa del pánico, echó a correr hacia la vivienda. Los maquis le dispararon y lo dejaron muerto. Lo curioso del episodio fue que dentro se hallaba una pareja de la Guardia Civil, pero se escondieron y no se atrevieron a salir. Eran las 6’45 de la tarde. En su retirada, los maquis incendiaron un pajar algo alejado del cortijo.

      Y en tercer lugar, el asesinato de Gaspar y de Joaquín (si añadimos el de Miguel Puerto) fue el último llevado a cabo por el capitán Aznar en Villanueva, aunque continuó con su afición sanguinaria en Pozoblanco, quedándose incluso a la zaga del más sanguinario aún, teniente Jiménez Reyna. El testimonio del confidente José “El Chunga” nos ha revelado una posible clave del “alto el fuego” en Villanueva, que tampoco es posible comprobar: el medio año de crímenes que ya venía soportando el pueblo creó un clima tan insoportable que, según este confidente, tres personas influyentes (D.Miguel Fernández, el veterinario, D.Alejandro Yun, el médico, y el propio “Chunga”, también influyente) acudieron a entrevistarse con el alcalde, Antonio Fernández, y le pidieron que había que parar ya de matar tanta gente. Dice que el alcalde hizo gestiones en Sevilla. En cualquier caso, ya no hubo más “paseos”. Tampoco eran necesarios: el vecindario tenía ya ración de terror para medio siglo.  Además, conviene no olvidar otra afirmación de este confidente (yo creo que arrepentido), que nos quiso expresar antes de abandonar este mundo:  “La redada de ‘Mazo’, y todas, las decidieron los ricachones del pueblo”.
 

Exterminio de campesinos
en toda la sierra cordobesa


      El 25 de enero empezó el calvario en la sierra de Hornachuelos, bajo los fusiles del capitán Joaquín Fernández Muñoz, uno de los grandes especialistas en “ley de fugas”. Ya había dejado una huella de dolor y luto en los pueblos por donde había pasado: Pozoblanco, Villanueva de Córdoba, Los Blázquez... Su traca final la consumaría en Málaga, en 1949-1950, al lado de su admirador, el teniente coronel Fernández Montes de Oca. Todos compenetrados, como guardia pretoriana, ayudaron al dictador a mantenerse en el poder. Los trabajos sucios de la represión son el gran “servicio” de la Guardia Civil a la dictadura. Pues bien, en la fecha citada, tres hermanos vecinos de Hornachuelos, naturales de Las Navas de La Concepción, fueron conducidos al km. 14 de la carretera entre estos dos pueblos y les aplicaron el vulgar “paseo”:  Manuel, Rafael y Santos Modesto Muñoz Sánchez (el primero, de 34 años, y los otros de 32, por lo que deducimos serían gemelos). Carecemos de otros datos. Sin duda eran medidas de terror, porque las guerrillas de Córdoba se movían a comienzos de este año entre Hornachuelos y la vecina Sevilla (Alanís, Navas de la Concepción, etc.): “Godoy del Pueblo”, “Durruti”, “Vicente del Puerto”, “Polanco”, como principales jefes.

      El mismo 25 enero 1948, encontramos una breve nota sobre la eliminación por el Régimen  de otra persona en Espiel: a las 5 horas de ese día aplicaron la “ley de fugas” al padre del guerrillero “El Conejo”, en la finca Maruja, de Espiel (65), sin más datos.

      El 11 marzo 1948, en la carretera de Hornachuelos a San Calixto (Km. 12) se volvió a aplicar la “ley de fugas” contra el campesino Enrique Muñoz Agudo (33 años, de Navas de la Concepción). Y el día 17 ocurrió el extermino de Antonio Salado Alonso “El Telesforo”. Según testimonio de Antonio Ramos Palomares (de Almodóvar), la Guardia Civil hizo una gran concentración de presos en la finca de San Calixto (Hornachuelos). Las torturas fueron inenarrables, de tal manera que Antonio Salado, dirigente de la CNT local clandestina, estando acusado por un delator apodado “Clarito”, y viendo que no tenía salvación, simuló replegarse a las pretensiones de la Guardia Civil y entregarles una supuesta documentación que tenía escondida en el campo. Cuando iba conducido por la pareja al lugar, y al pasar por el puente elevadísimo del río Guadalvacarejo, se arroyó al vacío intentando arrastrar consigo a uno de los guardias. Sólo consiguió llevarse la capa. El infortunado “Telesforo” (39 años) pereció por las heridas de la caída, ahogado y acribillado a balazos. Y el 27 del mismo mes de marzo, nuevo campesino exterminado: Antonio Camacho Invernón (38 años), en la cuneta de la carretera a San Calixto (km. 17). Se le habían descubierto unos modestos contactos por organizar el partido comunista en la clandestinidad.

      El 12 mayo 1948 caía en Hornachuelos otro campesino: Pedro Gómez Jurado (35 años, oriundo de Rute), en la finca Aljabara, del que desconocemos otros datos.

      Y el 17 de octubre, otras dos víctimas: Angel Sojo Llamas (54 años, de Fuentes de Andalucía) y Fernando Antúnez Bajo (27, de Navas de la Concepción), sin más datos. Sobre el martirio que estaba sufriendo Hornachuelos en estos meses, bajo el terror del capitán Joaquín Fernández Muñoz, hemos hallado un informe en Mundo Obrero (66), donde se hace un informe patético sobre la represión en este pueblo, sobre todo en la aldea de San Calixto, donde funciona una prisión y se practican torturas a mansalva. El jerifalte del lugar es el propietario y falangista Julio Muñoz. Destaca por su crueldad el sargento Zarcos (o Sarcos) y los confidentes “Realines” y “El Piri”

      El 2 junio 1948 consta en Belmez la eliminación de otro supuesto enlace: Andrés Cano Ruiz (40 años, campesino, de Villanueva del Rey), muerto “por disparos en la finca Los Álamos, según comunicación del Teniente Juez Instructor de la Guardia Civil”. Fue una vulgar venganza, porque los maquis, dos días antes, el 31 de mayo, habían matado a tiros al agricultor Daniel Aroca Rodríguez, en la finca Casanueva, de Belmez.

      En julio de 1948, se desató también el terror en Cardeña. Pudiera haber estado el origen en un crimen que cometió la guerrilla el 6 de julio contra el arrendatario Francisco García Redondo “El de Anselmo”, en el cortijo de Romualdo (a unos 7 kms. de Cardeña en dirección a Montoro). Por el pueblo circuló una versión, según la cual dos guardias disfrazados de guerrilleros (la contrapartida), con la información de que el labrador había recibido un dinero por venta de ganado, se acercaron al anochecer a la finca, para dar un golpe económico, y luego culpar a la guerrilla y desencadenar represalias (67). Pero el testimonio del hijo de la víctima, Anselmo, niega totalmente ese rumor y mantiene que el crimen fue obra de la guerrilla. Aunque él era niño entonces, a la familia les fueron presentadas fotografías y reconocieron al “Castaño”, de Pozoblanco (68). En principio, fue un intento de secuestro frustrado. El que hacía de cabecilla (que llamaba al otro diciendo “Echevarría” o “Chavarrías”) quiso llevarse al suegro, pero Francisco se opuso, discutieron y acabaron forcejeando, hasta que el guerrillero le pegó un tiro, y luego lo remataron. Se podría pensar en una acción de la guerrilla de “El Vidrio”, que merodeaba por la vecina zona de Jaén, pero la familia reconoció al “Castaño”, de Pozoblanco, también muy verosímil, porque en esas fechas no constan actuaciones cerca de Pozoblanco. Pudieron realizar una incursión hacia los montes de Cardeña. Ya en abril de 1947, “Castaño” había venido por aquí, al cerro del Quejigo, donde todos fueron exterminados, menos él. Sólo queda un problema: ese supuesto “Echeverría” no consta como apodo en ninguna guía de guerrilleros. Con todo, damos por buena la versión de la familia y computaremos a García Redondo como víctima de los maquis.

      Parece evidente que el suceso anterior desencadenó varias represalias en los días inmediatos. El primero en caer fue el cabrero Pedro Rojas Serrano (de 51 años, oriundo de Montoro, pero casado en Cardeña). Sobre las 5 de la tarde del 7 de julio, enviados por el teniente Juan Melero, se presentaron tres guardias en la finca de La Onza o Colonia de La Onza (a 15 kms. de Cardeña, en la linde con Montoro), donde Pedro Serrano se hallaba trabajando en la era, ayudando a sus cuñados “Los Riveras”. Los guardias le preguntaron a Pedro si conocía un camino por donde ellos tenían que ir, les respondió que sí y le dijeron que los acompañara. Los cuñados le quisieron dar la chambrilla, pero los guardias la rechazaron, porque “sólo era cuestión de una hora”. Y en efecto se trataba de menos de una hora, porque a las 18 horas  consta su muerte violenta, “en el camino de La Onza”. Dejó cuatro huérfanos. Su muerte fue absolutamente incomprensible para el vecindario (69).

      Otro día después, el 8 de julio, nuevo crimen arbitrario, en la persona de un carbonero de Villanueva de Córdoba, Pablo Agenjo Rodríguez, al que “pasearon” también en término de Cardeña (Camino de Collados Altos), hecho que ya hemos ralatado antes. Una pareja se presentó por la mañana en la finca donde trabajaba, y a las 13 horas consta su fusilamiento, sin justificación de ningún tipo, pues no lo era el que años atrás hubiera realizado algunas labores de enlace a la guerrilla de Julián Caballero (y aunque hubiera justificación, los delitos se resuelven en los tribunales, no en la cuneta de un camino).

      Tras una breve tregua, la Guardia Civil reinició las hostilidades en Cardeña, en el mes de septiembre. El día 13, sí parece seguro que nos encontramos ante una actuación de la contrapartida del teniente Melero. En la finca Cebrián, de Leoncio Rojas, trabajaban tres familias modestísimas, apodados “Los Villaraltos”, porque procedían de este pueblo, pero vecinos de Cardeña. Eran apolíticos y vivían en unas chozas construidas por ellos, cosa frecuente en el campesinado de entonces. Al anochecer llegaron tres individuos disfrazados de guerrilleros, pero simulaban muy mal, en la forma de hablar, atuendo y armamento y en el cutis poco rudo. Teatralizaron un tiroteo y mataron a Sixto Fernández Gómez, de 46 años. Eran las 20 horas. “Al día siguiente, fuimos al entierro todo el pueblo”, testifica Pablo Cachinero.

      Y este crimen, que desde el cuartel se achacó a la guerrilla, sirvió de coartada para otra barbaridad que se cometió al día siguiente, pero que se inició aquella misma noche del día 13. La Guardia Civil, ahora de uniforme, se presentó en un cortijo cercano a Cebrián, en dirección a la Loma de la Higuera, término de Cardeña, y allí detuvieron a un matrimonio sexagenario, Cripriano Redondo y Brígida Muñoz, oriundos de Obejo. Venían de regreso a su habitanza, tras pasar el día cociendo el pan en un cortijo de al lado, porque en el suyo no tenían horno. Cuando se los llevaban detenidos sin ninguna explicación, su hijo Juan no consintió dejarlos solos y, para su desgracia, se fue con ellos. Caminaron varias horas por la noche, hasta el cortijo Los Carrizuelos, a unos 5 kms. de Cardeña. Aquí exigieron al guarda Manuel Moreno Vizcarro que les facilitara una habitación con llave. Sirvió de calabozo, y a la vez capilla mortuoria, para aquellos infortunados. Una pareja permanecía de vigilancia. El guarda pidió permiso y les pasó algunos alimentos, que no comieron. Los dos hombres callaban, pero la mujer se deshacía en gritos, improperios y maldiciones contra tanta injusticia. A primera hora de la tarde se hizo presente en este lugar el teniente Juan Melero y el médico de Cardeña D.Martín Leal Canales (Faltaba el cura). A las 5 de la tarde (14 septiembre), ordenó el teniente que “salieran con los detenidos camino de Cardeña”. A 200 metros, “en la esquina de la cerca, que pasa un camino que va para el Coto de Quirós”, se oyó una descarga cerrada y los acribillaron. Los tres, padres e hijo, cayeron abrazados. Volvieron los guardias al cortijo: “Mi teniente, los presos han intentado escapar” (70). El cinismo y la alevosía de siempre. Aquellos “santos inocentes” eran:

      Cipriano Redondo Moreno, 63 años, de Obejo, labrador, vecino de Cardeña,
      Brígida Muñoz Díaz, 60 años, sus labores (esposa),
      Juan Redondo Muñoz, 27 años, jornalero (hijo).

      Una muestra más de cómo sembraba el terror la dictadura de Franco, para algunos no tan sanguinaria como se dice, y otros se empeñan en calificar de represión sólo lo ocurrido en los dos o tres primeros años de la posguerra. La acumulación de datos ya expuestos revelan conclusiones muy diferentes.

      En el pueblo de Obejo, los excesos cometidos por la gendarmería del Régimen revisten formas rayanas en nuevo escándalo. En abril de 1948, el sargento de Obejo recibió una falsa confidencia de que en el cortijo Vallesegunda (en la linde de los términos de Obejo y Pozoblanco) se encontraban los guerrilleros. El sargento, sin más averiguaciones, se acompañó de una patrulla y se situaron frente al cortijo, al anochecer del 24 abril, dispuestos a matar al primero que se asomara. Allí trabajaban dos hombres, que eran de derechas: Epifanio Delgado Hidalgo “El Marquesito” (que había hecho la guerra en el Requeté) y Joaquín “El Trota” (también de derechas). Lo que ocurrió lo dejamos en testimonio de este último:  “Después de terminar de cenar, nos salimos a la puerta del cortijo para tomar el aire. De pronto, cuando salimos, sin darnos cuenta y sin previo aviso, recibimos una descarga que nos hizo la Guardia Civil. Epifanio quedó muerto allí mismo, y a mí no me tocó ninguna bala. La Guardia Civil entró en el cortijo, lo registró y a mí me llevaron preso” (71).

      Al día siguiente, el padre de “El Trota” fue a ver al sargento, y este le hizo firmar un papel, que el pobre hombre rubricó sin leer, y decía lo siguiente: “Que había disparado contra los dos, Epifanio y Joaquín, después de darles el alto, al intentar huir ambos por la puerta trasera del cortijo, porque tenían ocultos allí a los bandoleros”. El hijo continuó preso y lo llevaron a la cárcel de Córdoba. El padre se gastó una fortuna en un buen abogado y pudieron demostrar en el consejo de guerra la falsedad del papel que les hizo firmar el sargento. Quedó absuelto Joaquín, pero sin recuperar los gastos y sin castigo para el sargento. Del infortunado Epifanio no se dijo nada, y quedó (falsamente) como enlace de los guerrilleros.

      La Guardia Civil de esta comarca de Los Pedroches parecía hallarse desquiciada en esta primavera. Al trágico error de Obejo hay que sumar otro, el 26 de marzo, en la finca La Motilla, de Pozoblanco, cuando dos patrullas de guardias “se encontraron” entre sí, tal vez con el disfraz de la contrapartida, y se tirotearon mutuamente, a consecuencia de lo cual murió el guardia José Mª Carralero. Una patrulla era de Pozoblanco y otra de Añora.

      El 29 junio 1948 actuó la guerrilla en término de Obejo, en la finca Suerte Alta, donde llevaron a cabo represalias contra el guarda Antonio Muñoz Lozano (41 años, de Córdoba). A las tres de la madrugada lo ahorcaron. La noticia apareción en Mundo Obrero (72) y se justificaba el hecho “por considerarlo responsable de numerosas detenciones habidas últimamente en la zona”.

      Y el 5 julio 1948 ocurrió el “contra-crimen” de la Guardia Civil, pero multiplicado por dos, y además, no contra la guerrilla, sino contra dos campesinos ajenos a los hechos. Se dice también que fue en represalia, porque la Guardia Civil acababa de tener un “encuentro” con la guerrilla cerca de Cerro Muriano (finca La Almenta). El resultado fue que, a las dos de la madrugada del día citado, en la finca Minas de Las Traviesas, término de Obejo, fueron exterminados por la “ley de fugas” los jornaleros:

      Andrés Molero Redondo, 51 años, de Villafranca, domic. Cerro Muriano,
      Francisco Romero Huertas, 46, de Villanueva de Córdoba.

      El crimen fue obra de la contrapartida, y los cadáveres los llevaron a Obejo.

      El 31 agosto 1948, tenemos otro caso de eliminación de personal civil en los alrededores de Hinojosa del Duque. Esa madrugada, último día de feria, varios guerrilleros habían concertado una cita con sus familias en el arrabal. Acudieron los guerrilleros disfrazados de mujeres, pero la Guardia Civil recibió una confidencia sobre el plan, y dispararon contra lo primero que se encontraron: un muchacho de 18 años, Felipe González Torrico, hijo del guerrillero Santiago González Murillo “Melechas”. Mataron al hijo, y del padre nunca más se supo, ni cuándo ni dónde murió.

      El 3 septiembre 1948, nuevas víctimas de la “ley de fugas” en término de Adamuz. Además de los tres de Villanueva ya reseñados (17-6-48, en Las Mojoneras), fueron eliminados sin ningún trámite legal dos hombres, que los debieron traer conducidos desde Alcolea, donde residían:  Rafael Quesada Carvajal (35, jornalero, de Villafranca, vecino de Alcolea) y Antonio Gómez Soto (43, jornalero, de Albuñán, Granada, vecino de Alcolea). Los fusilaron a las 19 horas, en el arroyo Tamujoso (Camino viejo de Adamuz a Córdoba). La Guardia Civil les coloca unos apodos un tanto fantásticos: “Perejil” al primero, y “Manco de Adamuz” al segundo, para darles apariencia de guerrilleros. El verdadero guerrillero “Manco” o “Perico el Manco” era Pedro Muñoz Vega.

      Adamuz se convirtió enseguida en otro pueblo mártir de la “ley de fugas”. El 20 septiembre 1948, a las 6 de la mañana, caía abatido en el arroyo Valdelaguerra el campesino Bernabé Sánchez Torralbo (“El Aparato”, de 52 años). La nota enviada al Registro Civil es el habitual ejercicio de cinismo:  “muerto por disparos al intentar huir cuando venía a esta localidad para ser conducido a Córdoba”. La burda falsedad ya es conocida “ad nauseam” por el lector.

      El 26 octubre 1948, otro crimen en Adamuz por el mismo procedimiento. También a las 6 de la mañana, y en el arroyo Tamujoso (carretera de Adamuz a Villafranca), fue exterminado Pedro Torrecilla Alias (46 años, de Adamuz, vecino de Villafranca). El eufemismo del crimen dice: “al intentar huir cuando venía conducido a esta residencia”.

      El último “santo inocente” sacrificado en Adamuz en 1948 (al año siguiente caerían más) fue Juan A. Redondo Monteagudo (“Once Nudos”, 57 años, de Adamuz), que sufrió la misma calle de la amargura y el mismo gólgota: lo llevaron al arroyo Tamujoso, a las tres de la madrugada, y allí lo asesinaron, literalmente, “al tratar de huir al ser intimidado”. Era el 11 noviembre 1948.   

      En consecuencia, Adamuz ha de contarse entre los pueblos cordobeses más castigados por la “ley de fugas”, es decir, el vulgar “paseo”, junto con Hornachuelos, Pozoblanco, Villanueva de Córdoba y Cardeña. 

      En Villanueva del Duque encontramos, al menos, dos víctimas. Están relacionadas con una red de enlaces ya citada, desmantelada el 18 mayo 1948, dirigida por el tesorero de Acción Católica Francisco Andrada Fernández (cuya suerte desconocemos). En esta operación, según testimonio oral, hicieron “desaparecer” a un zapatero, acusado de portar un petardo para colocarlo en el cuartel de la Guardia Civil. Nunca más se supo de él. Por otra parte, en documentos de la Guardia Civil se dice que “fue detenido el vecino Ángel García Gómez, que portaba un petardo que le había entregado la partida de ‘Redimido’ para algún sabotaje en el pueblo”. Pensamos que podría tratase de la misma persona. Mientras tanto, lo computaremos como “desconocido”. Sí tenemos identificada la segunda víctima: Fernando Gallego Pontes, de 19 años, exterminado el 25 septiembre 1948, en el Cerro de La Jabalinera, sin más datos.

      En este pueblo, además, se suicidó el guardia civil Modesto Calvo (22-2-48), al descubrirse ciertas negligencias en su actividad contra la guerrilla.

      En Villanueva del Rey también se sufrió el exterminio de personal civil por la fuerza armada franquista. El 28 enero 1948 eliminaron a un labrador sexagenario, Antonio Caballero Fernández (68 años), de madrugada, en el lugar Los Barranquillos.

      Pero esta vez, la guerrilla también aplicó el “ojo por ojo” y consumó una venganza largo tiempo premeditada, y era el “ajusticiamiento” del delator Emiliano “El Gato”, culpable del tiroteo que había llevado a la muerte al guerrillero Agapito “Castaño” (17-12-46). Unas horas después de que la Guardia Civil “paseara” a Antonio Caballero, se presentaron varios guerrilleros dentro del mismo casco urbano de Villanueva del Rey, a las 8 de la mañana. Llamaron a la puerta de Emiliano Espada Mahedero, lo sacaron a la calle y, cuando la víctima empezaba a pedir auxilio, lo dejaron muerto de un tiro.

      El 29 de septiembre, los franquistas cometieron un triple crimen. Primero “pasearon”, a las 2 de la madrugada, en el Cerro de las Piedras, a Matías Valero Aranda (oriundo de Hinojosa). Y más tarde, a las 5 de la mañana, condujeron a un padre y a un hijo al lugar Doña Urraca, y les aplicaron la “ley de fugas”: Fernando Litón Cano (54 años, carbonero) y Jacinto Litón Cano (27 años).

      El pueblo de Villafranca también sufrió las represalias de la Guardia Civil, recurriendo al método aberrante de golpear a los familiares de los guerrilleros, por el único motivo de serlo. El 10 noviembre 1948, cometieron un doble crimen contra dos hermanos del guerrillero “El Álvarez”: en Arroyo Bermejo, aplicaron el “paseo” a Diego González Fernández (60 años), y en la misma fecha, pero en distinto lugar (en el cerro del Acebuche), mataron a su hermano Andrés (62 años). Es un caso poco conocido, pero extremadamente arbitrio y cruel, porque estos dos hombres vivían ajenos a los problemas de la sierra y sólo dedicados a su trabajo. Su sacrificio inútil, sólo por ser hermanos de un guerrillero, rebasa todos los esquemas de los atropellos de una dictadura.

      Por último, en cuanto a exterminio de campesinos se refiere, nos consta por testimonio oral (no aparece en el Registro Civil) otro crimen en la persona de Joaquín Chamizo Zoilo, al que liquidaron en Almodóvar del Río, en 1948, sin más precisión de fecha. Este hombre trabajaba en la Electro Mecánica, de la capital, y pertenecía a la CNT clandestina. Un día, cuando salía del trabajo, lo esperaba la Guardia Civil y lo condujo detenido hasta Posadas, a disposición del terrible teniente Dueñas (superviviente del santuario de La Cabeza). Este teniente sometió a Chamizo a terribles sesiones de tortura, hasta que decidió rematarlo con la “ley de fugas”. Lo llevaron por la carretera de Almodóvar, y en el puente del río Guadiato lo asesinaron, dejando allí el cadáver para escarmiento. Un vecino de Almodóvar, José Noguerol, recogió el cadáver en una caballería y lo enterraron en Almodóvar.

      En Mundo Obrero aparecen varios nombres más, víctimas de la “ley de fugas” a lo largo de 1948, que no encontramos en los Registros Civiles:  un tal Salado Alonso (Montoro, mes de abril), José Sánchez Camarón y Maximiliano Ruiz (Hinojosa, mayo), Manuel Gutiérrez (Rute, junio), Antonio Roldán (Cabra, junio) y Francisco Revilla Martín (Montilla, septiembre). En Villaviciosa, testimonios orales añaden: Enrique de la Fuente Arribas y un tal Baltasar. 

      La guerrilla, por su parte, respondió con algunas represalias y crímenes. A los casos ya señalados en 1948, hay que añadir varios más. El 31 mayo 1948, la guerrilla dio muerte a Daniel Aroca, en la finca Casanueva, de Belmez. El 23 de septiembre, en la finca El Bujadillo, del mismo término, ahorcaron a Carmelo Márquez Prado. En Fuenteobejuna tuvo gran repercusión el crimen contra el alcalde pedáneo de la aldea de Cuenca, Eugenio Cano Castillejo, al que mataron a tiros en la finca La Zambrana, obra de “Bienvenido”. Y en término de Valsequillo, el 22 de abril, mataron a Isidro Marquino Calderón, en la finca La Empedrada. En total, 23 víctimas en 1948, por obra de la guerrilla.

      Por otra parte, la matanza contra el personal civil practicada por los franquistas en Córdoba asciende, en 1948, a 80 personas, eliminadas sin trámite legal, bajo el método arbitrario del “paseo” o “ley de fugas”. A esta cifra hay que sumar el personal civil “paseado” en los años anteriores y los que aún faltan por caer en 1949. La matanza ocurrida en Córdoba reviste, pues, caracteres de genocidio y de holocausto (en las demás provincias tal estudio no ha sido posible con este detalle y queda por acometer aún; pero en esta labor se necesita ya la colaboración de los estudiosos locales y provinciales). Y no se olvide, sobre todo por los que tienen un concepto “light” de la represión franquista, que estos crímenes y esta campaña de terror ocurre nada menos que en vísperas de 1950.

      El periódico del PCE, Mundo Obrero, intentó, inútilmente, a lo largo de 1948, llamar la atención de las democracias occidentales sobre los atropellos que ocurrían en España, y lanzó al mundo una especie de S.O.S. para que las democracias se solidarizaran con tanto derecho humano pisoteado y con tantas víctimas inocentes del terror de Franco. Pero Francia e Inglaterra (o las ya democráticas Italia, Alemania,...) hicieron oídos sordos ante el holicausto español, y en la Europa de 1948 no se levantó un dedo contra los crímenes de Franco. Los vencidos españoles y los demócratas clandestinos vivieron su calvario en la más completa y absoluta soledad internacional.

      Mundo Obrero siguió clamando en el desierto. He aquí una muestra de tanta desgracia y de tanto desamparo internacional:

      “La ola interminable de crímenes franquistas. Aplicación en serie de la ‘ley de fugas’. Dos campesinos asesinados en Córdoba” (17-6-1948).

      “La represión en la provincia de Córdoba. Miserable provocación. La ‘ley de fugas’ contra un campesino. Varios asesinatos en Asturias” (5-8-1948).

      “La terrible sangría de la ley de fugas. Cuatro campesinos asesinados en Andalucía. Córdoba: la ley de fugas contra dos campesinos. Granada: asesinatos a mansalva. Cádiz: sin previo aviso” (19-8-1948).

      “Ante la Asamblea de la O.N.U. en Paris: Denunciamos la guerra implacable que Franco hace al pueblo español: 588 antifranquistas asesinados en año y medio..... Trágico balance de año y medio: Fusilados: 71. Asesinados por la ley de fugas y torturas: 517. Condenados a muerte: 22. Peticiones de pena de muerte: 21. ¡Españoles, Demócratas del mundo! Con vuestra acción, ¡Impedid más crímenes!” (28-8-1948).

      “Intensa aplicación de la monstruosa ‘ley de fugas’. Málaga: campesino asesinado por una patrulla civilera emboscada. Córdoba: otro crimen de los civiles. Pontevedra: un nombre más a la lista trágica” (30-9-1948).

      No sólo la guerrilla; también la oposición democrática a Franco y sus víctimas sufrieron el más espantoso olvido de las democracias occidentales. Ninguna campaña internacional se hizo en estos años, ya en vísperas de 1950, contra los excesos y el terror de Franco. Este pudo perpetrar sus crímenes en la más tranquila y sosegada impunidad.
 

PERSONAL CIVIL EXTERMINADO POR EL FRANQUISMO MEDIANTE “PASEO” O “LEY DE FUGAS” EN LA COMARCA DE “LOS PEDROCHES” (CÓRDOBA) en 1948. Relación de víctimas en las cunetas cordobesas
                                                                                                

Fecha                    Nombre                        Naturaleza          Lugar del asesinato

 

6-2-41    Antonio Pizarro Illescas, 38 años  Villanueva de Cór.   Carboneras/Torrecampo

19-7-41  Juan Fernández García, 20                  Pozoblanco                                          Espiel

19-7-41  Bernardino Mansilla Villarreal, 39     Pozoblanco                                           Espiel

19-7-41  Eusebio Vioque Sánchez, 38                      Espiel                                              Espiel

19-7-41  Máximo Peralbo Caballero, 18              Villaralto                                            Espiel

19-7-41  Teodoro Sánchez Luna, 18                     Villaralto                                            Espiel

19-7-41  Restituto Sánchez Luna, 22 (hnos.)       Villaralto                                            Espiel

19-7-41  Manuel Gómez Valverde, 33                       Espiel                                             Espiel

19-7-41  Francisco Marabé Campos, 31        Pya-Pueblonuevo                                    Espiel

19-7-41  Baudilio Muñoz Márquez, 39                Pozoblanco                                          Espiel

19-7-41  Andrés Espinosa Martínez, 54               Pozoblanco                                         Espiel

19-7-41  Honorato Sánchez Gómez, 20               Pozoblanco                                         Espiel

19-7-41  Ángel Egea Risco, 28                               Pozoblanco                                         Espiel

19-7-41  Eladio Rubio González, 27                             Espiel                                            Espiel

19-7-41  Antonio Arévalo Fernández, 53             Pozoblanco                                         Espiel

19-7-41  Adrián  Arévalo Bajo, 20                          Pozoblanco                                        Espiel

27-7-41  Antonio Jurado Muñoz, 59                      Dos Torres                                Dos Torres

27-7-41  Genaro Cazorla Muñoz, 24                      Dos Torres                                Dos Torres

30-7-41  Pedro Romero Fernández, 23                 Dos Torres                                Dos Torres

30-7-41  José Talero Tapia, 60                                Dos Torres                                Dos Torres

30-7-41  Sebastián Lunar Rubio, 51                       Dos Torres                                Dos Torres

31-7-41  Florencio Rísquez Andújar, 29               Torrecampo                            Torrecampo

31-7-41  Sebastián Pastor Romero, 41                 Torrecampo                            Torrecampo

1-8-41    José Romero Iglesias, 20                           Dos Torres                               Dos Torres

2-9-41    Rafael Parra                                                  Córdoba             Bco.Negrito/Vva. de C.

22-11-41 Alfonso Alharilla Morales, 19                  Bujalance                                  Bujalance

22-11-41  José Gallardo Gómez, 19                        Bujalance                                   Bujalance

22-11-41  Francisco Nievas Galiano, 18                 Bujalance                                   Bujalance

18-5-43   Andrés Cepas Luna, 45                      Villanueva de Córd.             Villanueva de C.

3-8-1946  Diego García Cachinero “El Mosico”, 43,   Vva. de Córd.  Obejo, La Candelera,

                                   (ahorcado por la contrapartida, Guardia Civil).

26-10-46  Fernando Chacón Benito, 29                 Villaviciosa                               Villaviciosa

14-11-46  Miguel Esquina Carrión, 69 (padre)     Hinojosa   El Espartal/Pya-Pueblonuevo

14-11-46  Julián Esquina Barbarroja, 42 (hijo)     Hinojosa                                     id

14-11-46  Andrés Esquina Barbarroja, 29 (hijo)   Hinojosa                                     id

27-12-46  Manuel Sánchez Noceto, 51 (padre)    Fuente Tójar                        Fuente Tójar

27-12-46  Francisco Sánchez Moral, 31 (hijo)       Fuente Tójar                        Fuente Tójar

27-12-46  José Mª Leiva Pimentel, 36                    Fuente Tójar                        Fuente Tójar

27-12-46  Josefa Briones Molina, 58                      Fuente Tójar                        Fuente Tójar

1946         Francisco Sánchez López    Villanueva de Córdoba   (muerto a palos) Córdoba

18-1-47    Juan J. Ortiz Castillejo, 57           La Cardenchosa      Los Villares/Hornachuelos

18-1-47    Diego Zújar Monterroso, 35            Cañada del Gamo                            id

26-3-47    Daniel Gallardo Algaba, 49                    Los Pánchez      Montesina/Fte.Obejuna

26-3-47    Santiago Benavente Pérez, 58              Argallón                                       id

Marzo-47  Ramón Oriego Salamanca                          --                                                   Baena

12-4-47    Antonio Capitán Pizarro, 33                     Azuel                      Los Cardos/Cardeña

12-4-47    Antonio Vioque Alcalde, 33                  Dos Torres                                    id

18-4-47    Miguel Fabios Amor, 19          Pozoblanco   (muerto a palos) Hospital/Córdoba

17-6-47    Francisco Perea Gallardo        Fuenteobejuna         Fuente del Rey/Fuenteobej.

28-7-47    José Mª Jurado Zarnoza, 30    Alamillo/Vva. de C.     Aguilillas/Villanueva de C.

23-8-47    Pedro Molero Izquierdo, 24      Villanueva de C.         Cerro Veguetas/Montoro

26-8-47    Rafael Gómez Rivera, 18                Villaharta                   Alhondiguilla/Villaharta

25-1-48    Rafael Muñoz Sánchez, 32 (hno.)  Navas de la C.   Km.14 Ctra. Hornach/Navas

25-1-48    Manuel Muñoz Sánchez, 34 (hno.)             id                                            id

25-1-48    Santos Modesto Muñoz Sánchez (hno.)    id                                             id

25-1-48    El padre de “El Conejo”                           --                                                Espiel

28-1-48    Antonio Caballero Fernández, 68    Vva. del Rey      Barranquillos/Vva. del Rey

8-3-48      Pedro Moya Tejada, 32 (hno.”Castaño”)   Pozoblanco  Portezuelo/Pozoblanco

8-3-48      Juan Mejías Cerezo, 50                            Adamuz                                       id

11-3-48    Enrique Muñoz Agudo, 33             Navas de la C.                            Hornachuelos

17-3-48    Antonio Salado Alonso, 39                Hornachuelos                         Hornachuelos

27-3-48    Antonio Camacho Invernón, 38        Hornachuelos                         Hornachuelos

18-4-48    Juan Ruiz Calero (padre “Carrete”)   Pozoblanco       Cruz del Pilar/Pozoblanco

18-4-48    Lucas Rodríguez Fernández, 34          Pozoblanco                                    id

24-4-48    Epifanio Delgado Hidalgo, 27                   Obejo                    Vallesegunda/Obejo

12-5-48    Pedro Gómez Jurado, 35                           Rute                                  Hornachuelos

Mayo-48  Un Desconocido                            Villanueva del Duque             Villanueva del D.

2-6-48      Andrés Cano Ruiz, 40                       Villanueva del Rey                                Belmez

8-6-48      Manuel Torralbo Cantador, 29    Villanueva de Córdoba           Villanueva de C.

8-6-48      José A. Palomo Huertas, 48          Villanueva de Córdoba           Villanueva de C.

8-6-48      Juan Romero Cachinero, 39         Villanueva de Córdoba           Villanueva de C.

8-6-48      Isidoro Calero Pozo, 45                  Villanueva de Córdoba          Villanueva de C.

8-6-48      Andrés Díaz Gutiérrez, 58              Villanueva de Córdoba          Villanueva de C.

8-6-48      Catalina Coleto Muñoz, 52            Villanueva de Córdoba          Villanueva de C.

17-6-48    Juan García Serrano, 26                 Villanueva de Córdoba   Mojoneras/Adamuz

17-6-48    Pedro Coleto Díaz, 45                     Villanueva de Córdoba  Mojoneras/Adamuz

17-6-48    Genaro Ruiz Zamora, 27                Villanueva de Córdoba   Mojoneras/Adamuz

5-7-48      Andrés Molero Redondo, 51                   Villafranca              Las Traviesas/Obejo

5-7-48      Francisco Romero Huertas, 46     Villanueva de Córdoba   Las Traviesas/Obejo

7-7-48      Pedro Rojas Serrano, 51                       Montoro      Camino de la Onza/Cardeña

8-7-48      Pablo Agenjo Rodríguez         Villanueva de Córdoba    Collados Altos/Cardeña

4-8-48      Juan Moyano Márquez, 23                Pozoblanco            La Romana/Pozoblanco

4-8-48      Juan A. Fuentes Cardador, 25           Pozoblanco            La Romana/Pozoblanco

31-8-48    Felipe González Torrico, 18                Hinojosa                    Extramuros/Hinojosa

3-9-48      Antonio Gómez Soto, 43             Albuñán, Granada               Tamujoso/Adamuz

3-9-48      Rafael Quesada Carvajal, 35              Villafranca                      Tamujoso/Adamuz

10-9-48    Amelia Rguez. López, 49 (madre “Caraquemá”)  Pozobl.    La Romana/Pozobl.

10-9-48    Amelia García Rodríguez, 18 (hna.“Caraquemá”) Pozobl.   La Romana/Pozobl.

10-9-48    Isabel Tejada López, 60 (madre “Castaño”)   Pozoblanco    La Romana/Pozobl.

10-9-48    Antonio Cabanillas Rguez., 34              Pozoblanco                La Romana/Pozobl.

12-9-48    Juan Cabello Moreno, 52      Villanueva de C.   Dehesa Quebradilla/Conquista

12-9-48    Andrés Gañán Calventos, 30       Conquista       Dehesa Quebradilla/Conquista

13-9-48    Sixto Fernández Gómez, 46     Villaralto/Cardeña          Finca Cebrián/Cardeña

 14-9-48   Cipriano Redondo Moreno, 63 (padre)   Obejo                   Carrizuelos/Cardeña

14-9-48    Brígida Muñoz Díaz, 60 (madre)               Obejo                   Carrizuelos/Cardeña

14-9-48    Juan Redondo Muñoz, 27 (hijo)                Obejo                   Carrizuelos/Cardeña

24-9-48    Bernabé Sánchez Torralbo, 52               Adamuz    Ayo. Valdelaguerra/Adamuz

25-9-48    Fernando Gallego Pontes, 19      Villanueva Duque  Jabalinera/Vva. del Duque

28-9-48    Pedro Gómez Calero, 36     Villanueva de Córdoba  Ayo.Gudamora/Vva. Córd.

28-9-48    Miguel Fabios Dueñas, 59           Pozoblanco             Ayo.Gudamora/Vva. Córd.

29-9-48    Matías Valero Aranda                        Hinojosa                Las Piedras/Vva. del Rey

29-9-48    Fernando Litón Cano, 54 (padre)   Vva. del Rey         Doña Urraca/Vva. del Rey

29-9-48    Jacinto Litón Cano, 27 (hijo)            Vva. del Rey         Doña Urraca/Vva. del Rey

17-10-48  Ángel Sojo Llamas, 54             Fuentes Andalucía                            Hornachuelos 

17-10-48  Fernando Antúnez Bajo, 27     Navas de la Concepción                 Hornachuelos

26-10-48  Pedro Torrecilla Alias, 46                  Adamuz                   Ayo.Tamujoso/Adamuz

28-10-48  Pedro Márquez Rguez., 41             Pozoblanco        Transformador/Pozoblanco

28-10-48  Juan Arévalo Calero, 39                  Pozoblanco        Transformador/Pozoblanco

28-10-48  Clemente Márquez Galán, 42        Ciudad Real       Transformador/Pozoblanco

28-10-48  Manuel Fernández Fernández, 35    Alcaracejos    Transformador/Pozoblanco

10-11-48  Andrés González Fdez., 62           Villafranca                 Ayo.Bermejo/Villafranca

10-11-48  Diego González Fdez., 60             Villafranca                 Ayo.Bermejo/Villafranca

                                   (Ambos, hermanos del guerrillero “Álvarez”)

11-11-48  Juan A. Redondo Monteagudo, 57        Adamuz                     Tamujoso/Adamuz

2-12-48    Pedro Herruzo García, 25              Pozoblanco           Ayo.Sta.María/Pozoblanco    

2-12-48    Pedro Caballero Olmo, 38                    Añora              Ayo.Sta.María/Pozoblanco

2-12-48    Antonio Olmo Caballero, 34                Añora              Las Navas/Villanueva de C.

2-12-48    Eufrasio Madero Expósito, 38     Villanueva de C.    Las Navas/Villanueva de C.

7-12-48    Joaquín Heredia Giménez, 39   Villanueva de C.   Ventorro Madroño/Vva.Cór.

7-12-48    Gaspar Martín Valverde, 45      Villanueva de C.   Ventorro Madroño/Vva.Cór.

19-12-48  Rafael Fernández Muñoz, 36            El Guijo              Fuente la Sierra/Pedroche

19-12-48  Juan Aperador García, 42                  El Guijo              Fuente la Sierra/Pedroche

19-12-48  Pedro Castillo Fuente, 65                 Pedroche            Fuente la Sierra/Pedroche

1948         Joaquín Chamizo Zoilo                       Córdoba               Río Guadiato/Almodóvar

Abril-48         --  Salado Alonso                                  --                          Montoro (según M.O.)

Mayo-48  José Sánchez Cambrón                      Hinojosa                    Hinojosa (según M.O.)

Mayo-48  Maximiliano Ruiz                                      --                           Hinojosa (según M.O.)

Junio-48   Manuel Gutiérrez                                     --                                  Rute (según M.O.)

Junio-48   Antonio Roldán                                         --                                Cabra (según M.O.)

Sept-48    Francisco Revilla Martín                          --                           Montilla (según M.O.)

S/f             Un tal Baltasar                                          --                       Villaviciosa (Fuente oral)

S/f             Enrique de la Fuente Arribas                 --                       Villaviciosa (Fuente oral)

12-2-49    Francisco Moreno Castro, 43          Hornachuelos                           Hornachuelos

26-2-49    Manuel Zurita Cuadrado, 62           Fuenteobejuna  Ayo.Majavaca/Fteobejuna

27-2-49    Higinio Diéguez García, 43 (hno.)   Fuenteobejuna               El Bujadillo/Belmez

27-2-49    José Diéguez García, 26 (hno.)        Castillo Guardas             El Bujadillo/Belmez

27-2-49    Teresa Molina Sánchez, 26 (esposa anterior)   Espiel           El Bujadillo/Belmez

27-2-49    Antonio Medina Moreno, 59               Belalcázar                   El Bujadillo/Belmez

5-3-49       Félix Rubio Rojano, 46 (hno. de “Cristino”)   Obejo    Molinillos/Hornachuelos

5-3-49       Rafael Santacruz Rojano, 42 (primo anterior)  Obejo                           id

6-4-49       Francisco Guijo Redondo, 22 (hno. de “Terrones”)  Pozoblanco     Pozoblanco

10-4-49     Amador Cabanillas Castillejo, 69     Hornachuelos      Alcornocosa/Villaviciosa

12-4-49     Diego García Vázquez, 25                 Fuenteobejuna     Extramuros/Villaviciosa

12-4-49     Juan Calero de los Ríos, 40                Villaviciosa            Extramuros/Villaviciosa

12-4-49     Rafael Ruiz Tirado, 38                              Añora                Extramuros/Villaviciosa

17-7-49     Manuel Vigara Regidor                        Belalcázar                  Belalcázar (torturas)

27-7-49     Antonio Muñoz Fernández, 38      Villanueva Rey   Molino Quintana/Vva. Rey

27-7-49     Pedro Manuel Cano Ruiz, 44          Villanueva Rey   Molino Quintana/Vva. Rey

27-7-49     Antonio Sánchez Jódar, 46             Villanueva Rey   Molino Quintana/Vva. Rey

10-9-49     Francisco Cebrián Fernández, 43      Adamuz                      Ayo. Perojil/Adamuz

17-9-49     Rafael Rodríguez Carmona                Villafranca            Ayo. Molino/Villafranca

27-9-49     Pedro Gómez Caro, 32                       Valsequillo         Extramuros/Los Blázquez

27-9-49     Juan Menjíbar Murillo, 64                  Castuera             Exramuros/Los Blázquez

27-9-49     Leoncio Rubio Sánchez, 54                 Hinojosa            Extramuros/Los Blázquez

27-9-49     Lorenzo Gutiérrez Pérez, 23 (hno. “Saltacharquitos”)  Hinojosa               id

21-10-49  Isidoro Rodríguez Rubio, 29                Pozoblanco       Finca Jimena/Pozoblanco

13-1-50    Miguel Lira Cano, 48 (hno. de “La Lira”)  Granja de T.         Peñascal/Belalcázar

13-1-50    Ángel Paredes Mansilla, 23                  Belalcázar                  Peñascal/Belalcázar

13-1-50    Pedro Benítez Medina, 27                    Belalcázar                  Peñascal/Belalcázar

27-6-50    Diego Porras Piedra, 39                              Rute                           Extramuros/Rute

27-6-50    Gumersindo Bueno Reina, 44                   Rute                            Extramuros/Rute

 

(Falta, no inscrito, Antonio Vargas Montes, nat. de Sevilla, del Comité Regional del PCE,  asesinado por la Guardia Civil en Belmez, y enterrado en la fosa común de ese cementerio. Fuente: correo de 24-2-2007, de Francisco Espinosa, con el testimonio de la viuda llamada María Luisa, a la que el Defensor del Pueblo Andaluz le desautoriza la pensión de viudedad, porque “en el caso que usted nos plantea no se observa una actuación de la Administración que implique infracción del ordenamiento jurídico”. La falta de respeto a las víctimas, por tanto, parece generalizada en la actual democracia.

Es evidente que a las víctimas de hoy se les tiene mucho más respeto que a las víctimas de ayer).

TOTAL………………………………… 160

 

 

1 comentario:

  1. terrible historia, de nombres conocidos por mi

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