EL
TERROR DE FRANCO EN LOS PEDROCHES
“Guerra
sucia” y “ley de fugas” en 1948
Por Francisco Moreno Gómez
Ofensiva
franquista de “guerra sucia”
contra
el personal civil. Pozoblanco.
Si agitada y sangrienta hemos visto la
actuación de la 31 División en su última ubicación, entre Sevilla y Córdoba, no
menos violenta será la actuación de la 32 División, la de “Romera”, en el Norte
de Córdoba (Villanueva de Córdoba y Pozoblanco), mientras la Guardia Civil
liquidaba a mansalva al personal civil, enlaces y campesinos. Reprimidos y
represores se batían en un duelo a muerte en 1948. Un duelo desigual, por
supuesto. Era el pulso final, del que una vez más saldrían derrotados los reprimidos.
El guerrillero que más quebraderos de
cabeza causará al Régimen será el joven Ricardo García “Caraquemá”, al que las
circunstancias lanzaron a un torbellino de violencia que él mismo nunca hubiera
imaginado. Ya se aludió a su trayectoria, captado por Rafael “El Lindo” desde
el primer día de 1946 en los alrededores de Pozoblanco, hasta agosto de 1949, en Madrid, donde él mismo se
suicidó antes de caer en manos del enemigo. Él simboliza este pulso desigual
con que la guerrilla intentó hacer frente a la dictadura.
En 1948, los represores más sanguinarios
han sido colocados en los puntos estratégicos: el capitán Tamayo, en Villaviciosa; el capitán Fernández
Muñoz, en Hornachuelos; el teniente
Jiménez Reyna, en Pozoblanco; y el
capitán Aznar, en Pozoblanco-Villanueva
de Córdoba (el comandante Machado ya había sido trasladado).
La espiral: represión-acción-represión,
la veremos reflejada en Pozoblanco, como en ningún otro sitio.
La guerrilla que más actuó cerca de Pozoblanco fue la Rafael “El Lindo”, y
a ella pertenecía “Caraquemá”, junto con “Castaño”, “Terrones”, “El Ratón” (de
Villanueva), “El Lanchego”, y si hemos de tener en cuenta el testimonio de
Basilio (hermano de “Caraquemá”), éste vio también en la misma guerrilla a “El León” (de Belalcázar) y a
“Saltacharquitos” (de Hinojosa), lo que indica una gran movilidad de los
guerrilleros. Tenemos referencias de que “Caraquemá”, “Terrones” y “Ratón”
estuvieron breve tiempo con “El Cojo de La Porrada” y se hallaban presentes
cuando el percance de Fregenal de la Sierra, en octubre 1947, y escaparon. Y
también hay datos de que algunos meses de 1948 estuvo destinado por la zona de
Hornachuelos “El Ratón”, y por otro lado, también fueron enviados al mismo
lugar “Caraquemá” y “Castaño”, hacia marzo de 1948.
Las actividades de Rafael “El Lindo” y
sus hombres nos son conocidas de manera fragmentaria. Como toda guerrilla,
practicaron el secuestro, golpes económicos y exigencias de dinero a los
terratenientes. Si éstos entregaban el dinero voluntariamente, la guerrilla los
hacía merecedores de un salvoconducto tácito, para circular libremente por sus
fincas. Los cortijeros entregaron mucho dinero a la guerrilla, y la Guardia
Civil no lo supo en muchísimos casos. En caso contrario, los propietarios,
aunque fuesen de derechas, podían ser detenidos y encausados, tanto por pagar
secuestros como cantidades voluntarias.
En Pozoblanco,
fueron secuestrados, por ejemplo, los cortijeros Elías Cabrera Caballero y
Andrés Moreno, en el cortijo El Ermitaño. Les pedían 5.000 pts., que entregaron
enviando a un chófer al pueblo a por el dinero, con la advertencia de que “no
diera cuenta a la Guardia Civil”. Pero ésta lo supo, y ambos propietarios
sufrieron detención y cárcel (51). Más suerte tuvieron los cazadores Luis
García Tirado, Juan Tejedor y Sebastián Ortiz García, que fueron capturados por
los maquis en la finca Cabra Coja, y se vieron libres mediante la entrega de
una cantidad. No sufrieron represalias. Un secuestro con trágico resultado fue
el de Agustín García Redondo, el hijo de “Miajones” (17-2-48), que veremos más
adelante.
Conocemos una de las mejores bases que
tuvo la guerrilla de Rafael “El Lindo”, entre 1947 y parte de 1948: el cortijo
del Vadillo (término de Pozoblanco),
propiedad de Claudio Molina. Allí trabajaban unos caseros, la familia Agudo
García, que se dedicaron a proteger a esta guerrilla, obteniendo también,
suponemos, algún beneficio. La casera era una viuda, Pilar García Vergara, con
tres hijos: Pablo, Manuel y una niña de 13 años, Conchita. En el mismo cortijo
trabajaba el hermano pequeño de “Caraquemá”, llamado Basilio, cuyo testimonio
aporta interesantes datos.
A mediados de febrero 1948 (“justo el día
en que los aceituneros acababan la recolección” (52), esa noche hizo la
guerrilla de “El Lindo” una de sus visitas habituales, y “Caraquemá” tuvo
ocasión de abrazar a su hermano Basilio. La velada quedó grabada en la memoria
de este muchacho. Quedó fascinado por las cualidades de Rafael “El Lindo” o “Rafaelito”: “... era un hombre algo fabuloso... contaba
chistes a porrillo, con lo que entretenía a todos... pronunciaba ‘garbansos’,
‘choriso’, ‘morsilla’, ... y era el mejor ventrílocuo que nunca he visto,
hablaba sin mover los labios”. Hacía
un diálogo con su estómago, a la pregunta de cuántos dioses hay, y desde el
estómago le respondía que cuatro (“Dios,
Rediós, Vaya usted con Dios y El Dios que te crió”). Aquella noche,
“Rafaelito” estuvo brillante y dicharachero. Cantó, teatralizó y recitó sus
propias poesías: ... cuando vamos caminando / tenemos que vigilar
/ el paso de los civiles / que esperan con sus fusiles / para darnos la
emboscá.../ Trabajadores de España / los guerrilleros os llaman / para luchar
todos unidos / contra Franco y su canalla...
Mientras, dos guerrilleros estaban de
guardia, uno por delante del cortijo y otro detrás. Aquella noche, la casera
les preparó una chanfaina, con la cabeza y el espinazo de un cerdo que mataron.
El resto de la carne la estuvieron friendo. “...
Tal como iba saliendo la carne frita
-relata Basilio-, la iban poniendo en
fiambreras, para el día siguiente
comer en el campo”. Lo guardaban todo en los macutos, así como el pan
tierno que aquel día la casera había amasado. Y sobre todo, aquella noche
hablaron los dos hermanos, “Caraquemá” muy preocupado por su madre, viuda: “...
me preguntó mi hermano tantas veces por mi madre, cuánto sentía los disgustos
que le había dado y cómo había ido a la cárcel por su culpa...”. Ignoraba
el joven guerrillero que lo más trágico estaba aún por llegar.
En la misma velada conoció al “Ratón” de Villanueva: “...
este hombre, según me dijo, tenía varios hijos, y que yo se los recordaba, y me
pasaba algunas veces las manos por la cabeza, haciéndome como un remolino...”.
“El Ratón” les contó un peligro que vivió en el pueblo de Obejo. Llegó a pleno día a un comercio a comprar cosas y tabaco. El
tendero sospechó y lo acosó a preguntas. Contestaba “El Ratón” que se le había
perdido un mulo y aprovechó para comprar algo. En esto que el tendero se metió
en la trastienda. En vista de que tardaba, “El Ratón” se puso en lo cierto:
había desaparecido para dar cuenta en el cuartel. El guerrillero requisó lo que
pudo y siguió el mismo camino del tendero: de la trastienda al patio, y de ahí
al descampado y huyó.
Los guerrilleros entregaban dinero a la
casera Pilar, y uno de sus hijos solía ir a Obejo, a comprar suministro. Cuando visitaban de noche el cortijo,
no lo hacían de improviso, sino que salía la niña Conchita para darles la
contraseña.
Por otra parte, y en estas fechas, “El
Lindo” tenía ya un lío de faldas con otra casera, en el cortijo de El Ceja,
cerca de El Vadillo, en la otra vertiente del cerro de las trincheras, y allí
la visitaba, a veces en pleno día. Seguramente para no tener testigos de vista,
fue por lo que decidió en la fecha que nos ocupa, mediados febrero 1948,
destinar a “Caraquemá” y a “Castaño” a la zona de Hornachuelos, durante un mes, al cabo del cual serían relevados,
les dijo. Antes, les ordenó, debían hacerse de algún dinero.
Este es el motivo, según el relato de
Basilio, por el que ambos guerrilleros planearon el célebre secuestro del hijo
de “Miajones”, con resultado desastroso. Hacia el 17 febrero 1948 llegaron
“Caraquemá” y “Castaño” al cortijo El Portezuelo, de Ángeles Muñoz, a pocos
kilómetros de Pozoblanco. Allí se
hallaban los dos hijos del arrendatario, apodado “Miajones”. Les exigieron
75.000 pts. Mandaron al pueblo al hermano mayor, en busca del padre y del
dinero, y ellos se quedaban con el hermano menor, Agustín García Redondo, de 20
años, y una mula, como rehenes, y con prohibición tajante de no avisar a la
Guardia Civil. Cuando “Miajones” supo lo que ocurría, acudió rápido al cuartel.
Allí decidieron tomar como rehén a la madre de “Caraquemá”, Amelia Rodríguez.
Con ella y los guardias se formó una comitiva, suponemos en la noche del 17-18
de febrero, hasta el lugar de la cita. Una vez allí, en el silencio de la
noche, obligaron a Amelia a que diera voces a su hijo, para que soltara al
rehén. Y Amelia gritaba: “Hijo mío,
suelta a ese muchacho, que no te ha hecho nada, y a mí me llevan como María
Santísima, y me van a matar...”. El joven guerrillero quedó acongojado ante
el inesperado acto teatral y decidió dirigirse hacia donde se hallaba
“Castaño”, más lejos, con el rehén y la mula.
Según el testimonio que seguimos de
Basilio, ante el golpe de efecto de los gritos de la madre, “Castaño” se
distrajo y el rehén aprovechó para echar a correr, momento en que recibió un
disparo, que lo dejó muy mal herido en el vientre. Los dos guerrilleros se
dieron a la fuga, no sin antes matar a la mula.
“Miajones” señaló a los guardias por
dónde se habían escuchado disparos; pero los guardias respondieron que era por
el lado contrario. Insistió el padre que debían buscar al hijo, por si estaba
herido, cosa a la que los guardias no estaban dispuestos en medio de la noche.
Tuvieron miedo y ordenaron recluirse todos en el cortijo El Portezuelo, a pasar
la noche. El padre no dejaba de insistir en salir a buscar a su hijo, a lo que
el jefe de la fuerza contestó que, si se movía de allí, le pegaba un tiro.
Se perdieron momentos decisivos para la
vida del hijo, que a esas horas se debatía entre la vida y la muerte.
Arrastrándose como pudo durante la noche, llegó a un camino, donde un arriero
lo vio al amanecer y llevó la voz de socorro. Lo llevaron al Hospital de
Córdoba, y allí murió el 18 de febrero. Escribe Basilio que “a este muchacho lo
mataron a medias, entre los del campo por dispararle, y los civiles por no
socorrerlo”.
A partir de estas fechas, entre los
temores de la Guardia Civil y del vecindario, se empezó a levantar el mito y la
leyenda de “Caraquemá”. Cualquier violencia que ocurría en la sierra, se le
achacaba a “Caraquemá”, que no era cierto, ni mucho menos. A la vez, la
magnitud del mito sirvió de cobertura para que los gendarmes de la dictadura
desencadenaran en Pozoblanco la más
espantosa oleada de terror, como veremos. Hoy sabemos, por el testimonio de su
hermano, que los meses de marzo y abril, “Caraquemá” estuvo ausente de estas
dehesas de Los Pedroches. Por tanto, las dos próximas violencias que
ocurrieron, la del “Mocoso”, y la de Valentín Gómez, no fueron obra suya.
“Caraquemá” y “Castaño” anduvieron destinados por Hornachuelos durante el mes de marzo. Esperaron a que “El Lindo”
mandara a relevarlos, lo cual se demoraba, y en vista de ello, los dos jóvenes
guerrilleros, tomaron una decisión insólita, en realidad una deserción: tomar
camino de la frontera y pasar a Francia.
Así pues, durante todo el mes de abril estuvieron ocupados en una gran marcha y
llegaron cerca de la frontera.
Utilizaron mulas, que requisaban y luego
abandonaban, trenes de mercancías y marcha campo a través, siempre de noche.
Pero se vieron solos, sin apoyos ni enlaces, en tierra desconocida y hostil,
todo lleno de guardias y policías. Se acobardaron y decidieron, en mala hora,
volver sobre sus pasos, al calor de sus dehesas de Pozoblanco. Completamente
agotados, hambrientos y deshechos, estaban de regreso a finales de abril o
primeros de mayo. Se cobijaron y repusieron fuerzas en la Huerta Vizcarro, otro
lugar trágico al año siguiente. Y fue al salir de este descanso, en la primera
semana de mayo, cuando Basilio se encontró, por última vez, con su hermano
Ricardo “Caraquemá”. Hablaron largo y tendido, y a partir de aquellas
conversaciones, Basilio ha tejido su testimonio.
Mientras tanto, en esos meses de marzo y
abril, han ocurrido muchos avatares en el escenario de Los Pedroches. El
guerrillero “Terrones” (Antonio Guijo Redondo), amigo y paisano de “Caraquemá”
ha sido “ajusticiado” por orden de “Godoy”, desde su cuartel general en la
sierra de Sevilla (o en la base de
Los Baldíos, Fuente del Arco,
Badajoz). Ignoramos qué informes pudo enviar allá “Romera” o “El Lindo”, para
que se dictara ese castigo. Se desconoce lugar y fecha exacta. Fue ahorcado por
“El Lindo”. Cuando “Caraquemá” y “Castaño” se vieron con él, al regreso del
viaje a la frontera, protestaron por esta ejecución y le echaron en cara a
Rafael sus líos de faldas con la casera del cortijo El Ceja. Rafael los amenazó
y a partir de entonces rompieron las relaciones.
El 6 marzo 1948 había ocurrido la muerte
de Pedro Rubio Moreno “El Mocoso”, a manos de la guerrilla, siendo “El
Lanchego” el principal sospechoso. Ocurrió en la Loma de la Copada, término de Pozoblanco. Las motivaciones de la
venganza arrancan del año anterior. El 14 noviembre 1947, otros dos hermanos,
en su cortijo El Guijuelo, les hicieron frente a los maquis, cuando éstos
acudían a por el dinero que habían exigido. Utilizaron sus escopetas desde
dentro del cortijo. Los maquis en venganza incendiaron el cortijo y se
marcharon creyendo que los habían quemado dentro. El Régimen recompensó a estos
hermanos y el Subsecretario de Gobernación les entregó 15.000 pts. Según otros
datos (53), figura un acto de sabotaje de la guerrilla contra “Los Mocosos”,
por el que pasaron a cuchillo: 50 ovejas, 5 cabras, 11 cochinos, 3 mulos y una
yegua (Figuran también sabotajes contra otros terratenientes hostiles a la
guerrilla. A José Mª Nosea le sacrificaron: 25 cochinos, 5 mulos y 3 yeguas. A
Raimundo Moreno Castro: 80 ovejas y un caballo). Así las cosas, se puede
concluir que, por estas hostilidades, la guerrilla mató al tercero de los
hermanos, Pedro Rubio Moreno.
Nada más conocerse la noticia en Pozoblanco, en el cuartel se decidió el
“ojo por ojo y diente por diente”: “Ellos han matado uno; ahora, nosotros,
dos”. La misma estrategia genocida de Queipo de Llano en 1936. Son las matanzas
alocadas e irracionales de todos los regímenes totalitarios. Al día siguiente
de la muerte del “Mocoso”, fue detenido Pedro Moya Tejada (de 32 años, hermano
del guerrillero “Castaño”, por el simple hecho de serlo, un hombre que vivía al
margen del conflicto, totalmente inocente, que trabajaba como minero en
Almadén) y un modesto jornalero, oriundo de Adamuz, Juan Mejías Cerezo, de edad
avanzada. En la madrugada del 8 marzo 1948 los condujeron, curiosamente, al
cortijo El Portezuelo (donde un mes antes había ocurrido lo de “Miajones”) y
les aplicaron allí la “ley de fugas”, para que los guerrilleros tomaran nota
del escarmiento vengativo. El capitán Aznar y el teniente Jiménez Reyna, en vez
de perseguir a la guerrilla, se dedicaron al estilo siciliano, a matar personal
civil, durante todo este año y el siguiente. No eran únicos. Hacía lo mismo el
general Pizarro Cenjor en Teruel y otros uniformados en León, Asturias o
Galicia.
La guerrilla de Rafael “El Lindo” no se
amilanó aún, ignorante del derramamiento de sangre que se avecinaba. Y el 15
abril 48, consumaron una de esas venganzas largo tiempo aplazadas. Se
presentaron en el cortijo La Eliseda, término de Pozoblanco, donde dos años antes (7-5-46) había sido acribillado el
guerrillero “Capitán Carrete”, por la delación de un cortijero vecino, Valentín
Gómez Expósito. El día citado, se presentaron en el cortijo de este una decena
de guerrilleros, al mando de Rafael “El Lindo”. Estuvieron cenando unos
lechones, comiendo y bebiendo con Valentín y su familia. A la hora de marcharse
le pidieron que los acompañase, con pretexto de indicarles el camino. Un hijo
se ofreció a servir de guía, pero insistieron en que fuera el padre. Como
pasaba el tiempo y no regresaba, los hijos salieron a buscarlo. Encontraron a
Valentín ahorcado de un árbol, no lejos del cortijo (54). Según el relato de
Basilio, Valentín iba confiado señalando la vereda, y en esto le preguntaron si
se acordaba cuando mataron a “Carrete”. Entonces fue cuando Valentín se asustó
y quiso escapar, pero lo agarraron: “Ya
no tienes salvación; ha llegado tu hora y que pagues por ello”. El pobre
hombre lloraba pidiendo clemencia, pero no le dieron tiempo. Le echaron la soga
al cuello, lo subieron de un tirón y ataron el extremo al tronco. Así se lo
encontró luego su familia, con un papel al lado que explicaba el motivo de la
venganza.
En el cuartel de Pozoblanco se vivió otro arrebato de ira y, en vez de perseguir a
los guerrilleros, volvieron al recurso de la represalia irracional contra
personas inocentes. Una guerra sucia que no era sólo idea de la Guardia Civil.
Era la burguesía reaccionaria de Pozoblanco la que, en el Casino, por la calle
y en el cuartel, azuzaba al capitán Aznar y al teniente Jiménez Reyna, para que
no dejaran un “rojo” vivo. Y en Villanueva
de Córdoba pasaba lo mismo:
todos los crímenes y matanzas se diseñaban y planeaban en el Casino o Círculo
Recreativo. En realidad, la Guardia Civil se dejaba llevar por los impulsos
reaccionarios que bullían en cada pueblo. Y todos repitieron su consigna:
“Ellos han matado a uno; pues nosotros, a dos”. Y no tuvieron mejor ocurrencia
que ir a por el padre de “Carrete”, Juan Ruiz Calero (un hombre de 62 años, que
nunca se había señalado en nada, salvo en su trabajo), y se lo trajeron
detenido junto con otro humilde jornalero, Lucas Rodríguez Fernández “El
Potete” (de 34 años). Aquellos dos desgraciados ya sabían lo que les esperaba.
Los traían andando hacia el pueblo. En un momento dado, pidieron parar a fumar
un cigarro, el último de su vida, y así lo hicieron. Al reemprender la marcha,
“El Potete” tuvo un arranque de fortaleza campesina: “¡Ya no ando más! ¡Si vais a
matarme, hacedlo aquí mismo!”. Y como esas eran las órdenes, una ráfaga de
fusilería los hizo rodar por el suelo, junto a la Cruz del Pilar, por el camino
de Obejo, al pasar el Ventorro del Cintas, en un recodo del camino (55). La
burguesía de Pozoblanco sació su sed de venganza y la Guardia Civil quedó
satisfecha por el “servicio”. Era el 18 abril 1948.
A primeros de mayo, “Caraquemá” y
“Castaño”, tras su aventura hacia la frontera francesa, regresaron a Los
Pedroches. Descansaron en la Huerta Vizcarro, de Pozoblanco, y días después se hicieron los encontradizos con
Basilio, hermano de “Caraquemá”, en unos matorrales de la finca de El Vadillo,
de Claudio Molina. Estuvieron hablando de la ruptura con Rafael “El Lindo”, que
éste los reprendió por haberse venido ellos dos de Hornachuelos, y ellos contestaron que ya había pasado el mes que
Rafael les dijo, y añadieron que tampoco éste cumplía sus obligaciones, porque
estaba líado con la casera del cortijo El Ceja. “El Lindo” se enfureció y los
amenazó con pegarles un tiro a cada uno, si desobedecían sus órdenes. Y
contestó “Caraquemá”: “No te vayas a
pensar que vas a hacer con nosotros lo que hiciste con ‘Terrones’, y sólo
piensas en divertirte” (56). Y a partir de esta ruptura se lanzaron a la
aventura frustrada de la frontera francesa. Después de esta entrevista con
Basilio, los hermanos ya no volvieron a verse jamás. Se despidieron con un gran
abrazo y “Caraquemá” no cesaba de repetir: “Cuida de nuestra madre”.
Así llegamos al descubrimiento y
desmantelamiento de la base de El
Vadillo, a mediados de mayo 1948. Por aquí seguían apareciendo con mucha
frecuencia “El Lindo” y los suyos (su hermano Diego, “El Lanchego”, “El Ratón”,
“Saltacharquitos”). Y el hijo mayor de la casera se encargaba de ir a Obejo, de vez en cuando, a comprarles
provisiones. Y llegó la noche fatídica, en la que tenían previsto matar otro
cerdo, con todo preparado para la matanza, a lo largo de la noche. Llegaron los
guerrilleros y pusieron manos a la obra, mientras la casera los atendía
solícita y les preparaba una gran chanfaina de judías. Por otro lado, en una
gran sartén iban friendo la carne, para llenar cada uno su macuto. Relata así
Basilio:
“La casera les había hecho unas cuantas
talegas, de una tela que había comprado, supongo en Obejo, de cuadritos blancos
y azules. Estas bolsas eran ... para el pan, el queso y aceitunas; y la carne
frita en una fiambrera grande. En cada macuto ponían más o menos lo mismo, por
si uno de ellos quedaba separado de los otros, que tuviese para comer, y de
esta manera se preparaban todos los macutos. También había partido unos quesos
frescos, que los había metido dentro de aquellas talegas”.
Como la noche era lluviosa y de mucho
viento, “Rafaelito” quitó de centinela a “El Lanchego”, porque ya estaba la
mesa puesta para cenar. En esto que el perro rompió a ladrar de una manera muy
agresiva: “¡La Guardia Civil viene!”, alertó Basilio. “¿Cómo lo sabes?”,
preguntó “Rafaelito”. “Porque yo conozco a mi perro cuando ladra a la Guardia
Civil”. Los guerrilleros se salieron enseguida y se escondieron en un
cobertizo. Los guardias vieron ya la silueta de alguno al trasluz de la puerta
y empezaron a disparar. Los caseros cerraron rápido la puerta. Mientras fuera
se entablaba un tiroteo, “los caseros ... cogieron el puchero de las
judías que había aquella noche para cenar y lo vaciaron en la cuadra bajo el
estiércol, así como toda la carne frita y cruda que había por allí. Todo lo que
pudieron se escondió... y se limpió todo lo mejor posible... Yo me metí
corriendo en la cama... cuando terminó el tiroteo, empezaron a dar golpes en la
puerta de entrada con la culata del avispero, y la señora Pilar se levantó o
hizo como que se levantaba de la cama para abrir la puerta... y nada más lo
hizo, la tiraron por tierra de un culatazo en el pecho, entraron en el cortijo
dos guardias y un cabo o un sargento... también entraron en mi cuarto fusil en
mano, y de un tirón de mantas me dejaron desarropado... ¡Ponte de pie!, me
dijeron con muy mala leche y me levanté de un salto... y me pasaron... adonde
tenían a la casera y a sus hijos,
apuntándolos con el fusil... Las preguntas se las hicieron a los grandes, a
Pablo el primero: ¿Quiénes eran los que aquí estaban? Él les dijo que no los
conocía, que era la primera vez que habían llegado y que tenían el pensamiento
de a la mañana siguiente ir a dar parte a La Canaleja”. A la casera y a los
dos hijos se los llevaron al cortijo de La Molina, y dejaron solos a la niña y
a Basilio.
A media mañana del día siguiente, la
Guardia Civil volvió al Vadillo, sabedora ya de que Basilio era hermano de
“Caraquemá”, y se lo llevaron también a La Molina. Cuando llegó allí, el
muchacho quedó horrorizado. A la señora Pilar la tenían en el suelo, en ropas
menores, llena de sangre, la cara y los hombros. El hijo mayor también estaba
tendido en el suelo, boca arriba, molido a palos. Y comenzó el interrogatorio
de Basilio: “Tu hermano era uno de ellos, ¿verdad?”. El pobre Basilio, de 14
años, lo negaba todo, hasta que el guardia “me pegó un bofetón en toda la cara. Yo empecé
a llorar... Cogió una cuerda de cáñamo de no mucho calibre, hizo un lazo y me
lo pasó por el cuello y tiró la otra punta por encima de la rama (de un
olivo)... y la estiró hasta que el hijo de puta me hacía daño: ¡Bueno!, me
dijo, ¿ha estado aquí tu hermano o no? Yo lloraba como una magdalena... Sacó la
pistola, que a mí me pareció más grande que un cañón, me la puso en la sien y
me dijo: Voy a matarte. Si tienes que decir algo, dilo, porque de lo contrario
no vas a volver a ver a tu madre... Me tenía la cuerda al cuello, la pistola en
la sien y la bota de su pie en mi pecho, dispuesto para achucharme y tirarme al
vacío... Cuando se hartó de hacerme sufrir, me soltó y me dijo: ¡Que no te vea
yo más!¡Y no digas a nadie nada de esto!”.
El muchacho volvió al Vadillo como un
sonámbulo. Al día siguiente, difundida la noticia por el pueblo, el dueño
Claudio Molina lo mandó llamar y lo despidió de su trabajo de porquero: “No sé qué fue de la niña ni de su familia
en aquel día de dolor y agobio para todos. Lo que sí sé es que se llevaron una
soberana paliza. Luego, más tarde, me enteré de que los habían metido en la
cárcel, a la madre y a los dos hijos, y que les habían pegado muchas palizas”. Sobre la niña que menciona Basilio, hemos
conocido un escrito municipal que alude a ello. Con fecha 20-5-48, la Guardia
Civil de Pozoblanco da cuenta al
Gobernador de la necesidad de dar amparo a la hija menor de los caseros, de 13
años, Concepción Agudo García, ya que toda la familia ha sido detenida. Desconocemos qué tipo de amparo se dio a la
muchacha ni qué forma de vida errante pudo llevar, sola en el campo, con toda
su familia en la cárcel. No fue un caso único, sino muy repetido en todas las
zonas guerrilleras.
En cualquier estudio sobre la guerrilla
debe tenerse presente que toda redada de enlaces o colaboradores iba seguida de
varios días de palizas y torturas en el cuartel. Por citar un testimonio más,
he aquí el de Adolfo Muñoz Pozuelo, que un día recibió la visita de dos maquis
de El Viso en el cortijo donde trabajaba. Le pidieron que “no diese cuenta, que
iban de paso”. El cuartel de Villaharta
tuvo conocimiento de esta visita, a raíz de unos atracos en cortijos
colindantes. Detuvieron a Adolfo, lo llevaron al cuartel de Villaharta y,
durante 16 días les estuvieron dando dos palizas diarias, una a la mañana y
otra a la tarde. Después, pasó varios meses en la prisión de Córdoba. A otro de los detenidos, con
la misma acusación, lo colgaban del techo con los brazos atados a la espalda
encima de una silla. A intervalos, le quitaban la silla y quedaba suspendido en
el vacío, dando gritos de terrible dolor (57).
En los meses siguientes, ni la guerrilla
de “El Lindo” ni la pareja de “Caraquemá” y “Castaño” dieron señales de vida
por la zona de Pozoblanco, lo que no fue inconveniente para que la Guardia
Civil consumara otra de las suyas. A comienzos de agosto 1948, dos jóvenes
estuvieron de juerga en un bar de alterne de Pozoblanco, llamado El Ciento: Juan Andrés Fuentes Cardador (25
años) y Juan Moyano Márquez (de 23). Tomaron unas copas de más, y al marcharse
no pagaron la consumición, diciendo: “Esto, que lo pague ‘Caraquemá’”. La broma
les salió muy cara. A la mañana siguiente, 3 de agosto, los detuvo la Guardia
Civil. Los sometieron a una paliza tan descomunal en las cuadras del cuartel,
que en la madrugada del día 4, moribundos, los llevaron al sitio La Romana, y
allí, más que aplicarles la “ley de fugas”, sencillamente los remataron a
tiros. Este valor tenía la vida humana en la dictadura de Franco.
Hasta finales de agosto no tenemos
noticia de actuaciones de la guerrilla cerca de Pozoblanco. Nos referimos al suceso del cortijo Portero Lobo. Unos
guerrilleros se presentaron en el cortijo (se dice que “Caraquemá” y
“Lanchego”), en busca de dinero. Por medio de un pastor enviaron recado al
dueño, para que lo trajera. El dueño dio cuenta a la Guardia Civil. Entonces,
se pusieron en acción las artimañas del teniente Jiménez Reyna. Colocó a dos
guardias camuflados en lo alto de una encina, donde debía entregarse el dinero,
y otros guardias escondidos. Los guerrilleros se dieron cuenta de la emboscada
y se marcharon. Pero a comienzos de septiembre volvieron para ajustar cuentas
con el dueño delator. Dijeron a los trabajadores que sacaran del cortijo todas
sus pertenencias. Luego, metieron los animales dentro de la vivienda, los
cerraron y prendieron fuego.
Este fue el pretexto que estaba esperando
la gente de derechas de Pozoblanco.
Presionaron al capitán Aznar y al teniente Jiménez Reyna, para que se diera una
muestra de autoridad, un golpe de efecto y un escarmiento definitivo. Aznar y
Jiménez Reyna, que tampoco necesitaban presión alguna, tramaron lo más
espantoso que ha ocurrido en Córdoba por la represión franquista: un cuádruple
asesinato, sacrificando a tres mujeres y a un hombre inocentes, en el más
refinado ceremonial del crimen. Las víctimas, dignas del gran santoral civil
que debería diseñar la historia, fueron: la madre y la hermana de “Caraquemá”,
la madre del “Castaño”, y un pobre arriero, que se encontró el día más
inoportuno en el lugar menos apropiado.
Relata Basilio, hijo de la víctima: “el
nueve de septiembre por la tarde llegó a mi casa la pareja de la Guardia Civil.
Algo había pasado con mi hermano, pues cada vez que esto sucedía, con verdad o
con mentira, ya estaba allí la pareja a por mi madre. Ella parece que ya lo
barruntaba, y un día, hacía poco tiempo allá en mi casa, abrazó a su hija, la
más pequeña, y le dijo: Hija mía, qué va a ser de ti con estos cafres,
refiriéndose a la Guardia Civil. Así que este día llegaron y le dijeron que les
tenía que acompañar al cuartel... ella y su hija mayor Rafaela, pero mi hermana
no estaba, así se lo dijo mi madre ... pero como estaba allí mi otra hermana
Amelia... dijeron que viniera ella en lugar de la otra... Cuando yo llegué por
la noche a mi casa, me enteré de lo sucedido, las esperamos hasta muy tarde,
por si venían, pero al final nos quedamos dormidos”.
Los cuatro mártires fueron conducidos en
la madrugada del 10 septiembre 1948 a una especie de gólgota, ya regado con
sangre anterior, denominado la mina de La Romana, y en una escena inenarrable,
acabaron con la vida de estos cuatro inocentes:
Amelia Rodríguez López, 49 años, madre de
“Caraquemá”,
Amelia García Rodríguez, 18 años, hermana
de “Caraquemá”,
Isabel Tejada López, 60 años, madre de
“Castaño”, y
Antonio Cabanillas Rodríguez, 34,
arriero, de Hornachuelos.
Mientras la burguesía de Pozoblanco felicitaba a los ejecutores,
la gente sensata se llevaba las manos a la cabeza, incapaz de comprender lo que
ocurría. Aznar y Jiménez Reyna se hacían ver, por la calle o por el Casino,
para recibir los parabienes y pleitesía de industriales y terratenientes, sobre
todo aquellos que no iban a sus cortijos por miedo a los maquis.
Pronto llegó la información trágica a Ricardo
“Caraquemá”. Del impacto sufrido tenemos referencia por una visita que hizo al
cortijo Puerto Luna, de Pozoblanco,
según el testimonio del casero. Era el 22 de septiembre. Al anochecer, cuando
los caseros recogían el ganado, llegaron dos al cortijo: “Caraquemá” y “El
Burraco”, de Adamuz, que también se hacía llamar “Chimeno”. Iban con pantalón y
chaqueta oscura, boina y un pañuelo rojo al cuello, cada uno con escopeta de
dos cañones y pistola, más un macuto a la espalda. Tranquilizaron a la familia y
los invitaron a sentarse a la puerta de la vivienda. “El Burraco” se quedó de
pie en actitud de vigilancia, y “Caraquemá”, sabiendo que el casero había
estado aquel día en el pueblo, preguntó: -“¿Sabe
usted si han matado a alguno de los
rojos, como nos llaman?. -Se oye decir que han matado a la madre y a la hermana
de ‘Caraquemá’, a la ‘Castaña’ y a otro hombre”. En ese momento se le vio
acongojarse y estuvo un corto espacio de tiempo sin hablar. Cuando lo hizo de
nuevo, muy serenamente, no se me olvidarán las palabras que dijo: “¡Si es verdad que hay aquello en lo que
ellos dicen que creen, que los juzgue como se merecen por el crimen tan
horroroso que han cometido!¡Que me busquen y se enfrenten a mí esos cobardes
que asesinan a quien no puede defenderse!” Entonces, se identificó como el
célebre ‘Caraquemá’, sacó una foto de su madre y la estuvo enseñando a todos.
Echó la culpa de aquella muerte al Alcalde, José Mª Nosea” (58).
Luego, hablaron de sus ideales, de su
misión política, lo que demostraba que no era el muchacho analfabeto que
decían, sino que se había cultivado mucho ideológicamente en el tiempo que
llevaba en la guerrilla. Y leyeron unas poesías de carácter político. Les
dieron de cenar, pero hacían que los caseros probaran antes lo que iban a
comer. Luego, tras unas dos horas de estancia, se despidieron y dijeron al
casero que los acompañara cien metros, por un barbecho, para ir borrando con
una támara las huellas que iban dejando.
De bastante tiempo atrás, tenemos otra
referencia de los “mítines” que a veces salían de la inspiración de
“Caraquemá”. El ex guardia municipal Florencio Guijo González fue “oyente” de
uno de ellos. Ocurrió en el cortijo Los Cotos. Iba “Caraquemá” con ropa de
pana, boina, botas y una pistola, en compañía de “El Burraco” de Adamuz.
Hicieron candela en el cortijo, “Caraquemá” sacó una bandera de la República y
dijo: “Nosotros luchamos por esto”. Y Florencio, que había estado en la División
Azul, empezó a llevarle la contraria, hasta que “Caraquemá” se hartó y le
amenazó: “¡Como no te calles, te vamos a colgar de un chaparro!”. A
raíz de aquello, y porque dio cuenta, aunque le advirtieron que no lo hiciera,
Florencio tomó miedo y se enroló en la policía municipal de Pozoblanco. No se
equivocaba, porque a las pocas semanas volvieron los maquis al cortijo, para
darle un escarmiento, pero no lo encontraron (59).
En la madrugada del 28 octubre 1948, la
Guardia Civil cometió otro cuádruple asesinato, ahora dentro del casco urbano
de Pozoblanco, y de nuevo, contra cuatro
inofensivos ciudadanos. Una noche o dos antes, se había producido la explosión
de un petardo en el transformador de la luz de la calle San Gregorio. En el
pueblo se ha dudado siempre si los autores fueron los guerrilleros o la misma
Guardia Civil, buscando una provocación. Pero una referencia a este atentado,
impresa en el periódico Combate,
órgano de la 3ª Agrupación, nos permite atribuirlo casi con seguridad a la
guerrilla. Se puede leer: “El día 26 fue colocado un potente petardo
en la central eléctrica del pueblo de Pozoblanco, quedando el pueblo a oscuras.
Las autoridades fascistas de dicha localidad dieron la señal de alarma. También
se distribuyó por las calles del mencionado pueblo gran cantidad de propaganda.
Nuestros guerrilleros se replegaron sin novedad” (60).
Hay constancia, además, de una cierta
campaña política por toda la comarca en estas fechas, siguiendo órdenes de
“Godoy del Pueblo”, desde sus bases de Sevilla. El 21 de septiembre colocaron
la bandera republicana en el camino de Venta Los Locos, finca Venta Velasco, de
Villanueva de Córdoba. El 25 del
mismo mes, un petardo en el ferrocarril de vía estrecha en el Apeadero de La
Jara, entre Villanueva y Pozoblanco, además de arrojar
propaganda. El día 27, derribaron con otro petardo un poste de alta tensión
cerca de Adamuz.
Estas pequeñas demostraciones de la
guerrilla dieron un pretexto más al capitán Aznar para continuar su campaña, no
de persecución de la guerrilla, sino de crímenes contra el personal civil en la
retaguardia. El petardo de Pozoblanco
le estimuló a un nuevo aldabonazo de terror. Se preparó una redada de gente
para el día siguiente, de manera arbitraria. Según el testimonio de Florencio
Guijo, guardia municipal entonces, “Hicieron
una lista aquella noche, y cogieron a los que encontraron. Hubo más personas a
las que buscaron, para detenerlos y matarlos, pero no dieron con ellos”. El
28 octubre 1948, de madrugada, en la misma calle San Gregorio, ante el citado
transformador, quedaron acribilladas estas cuatro personas:
Pedro Márquez Rodríguez, 41 años, de
Pozoblanco,
Juan Arévalo Calero, 39, de Pozoblanco,
Clemente Márquez Galán, 42, de C.Real,
Manuel Fernández Fernández, 35, de
Alcaracejos.
Los datos del Registro Civil no pueden
ser más cínicos: muertos “por disparos al intentar la fuga”, según comunicación
del Sr. Capitán de la Guardia Civil. La archiconocida “ley de fugas”, versión
hispana del vulgar “paseo” y del crimen de Estado. Una muestra también de que
jueces y Registros Civiles se doblegan ante el poder dictatorial. El testimonio
de Florencio Guijo da detalles del escandaloso crimen: “Al transformador llegó el
furgón con los detenidos. Iban: el capitán Aznar, el teniente Reyna y los
guardias Padilla, Prados y El Corneta. Nosotros (los guardias municipales)
estábamos aquí, sabíamos que aquella noche iban a matar a quien fuera, pero no
sabíamos que iba a ser aquí. Los iban bajando uno a uno,... ¡Fuera!... y el
capitán, conforme iban bajando, un tiro en la nuca a cada uno. A otros dos, los
mataron con los avisperos los guardias Padilla y El Corneta. O mejor: cuando
iban cayendo con el tiro en la nuca, los remataban con los avisperos. Los
hicieron polvo. Fue a las 3’30 de la madrugada. Las víctimas no dijeron nada.
Los cadáveres estuvieron allí hasta las 11’30 de la mañana, y toda la gente los
veía, ensangrentados. Allí llegó el hijo del ‘Espatarrao’ y se echó llorando a
los pies de un guardia civil, rogándole que le dejara ver a su padre. A
Clemente no le dieron bien, y levantó la cabeza; entonces se volvió El Corneta
y lo hizo trizas con el avispero” (61).
En este testimonio, además, se añade un
dato muy significativo: “Con los guardias
venían paisanos de Pozoblanco, y algún cacique”, cuyo nombre no ha querido
revelar. Es una prueba más de que la Guardia Civil no actuaba aisladamente,
sino bajo el estímulo de la base social del franquismo, la burguesía influyente
o “fuerzas vivas” del pueblo.
Por otra parte, aunque hemos mencionado a
los ejecutores materiales, no debe olvidarse un punto fundamental: los
oficiales de la Guardia Civil no pegaban un solo tiro sin conferenciar antes
con el jefe de la Comandancia de Córdoba,
en esta ocasión: el teniente coronel Angel Fernández Montes de Oca y su
inmediato superior, el coronel Santiago Garrigós Bernabéu. El cauce
reglamentario saltaba luego al director general de la Guardia Civil, general
Camilo Alonso Vega, y el interlocutor de este era el propio Franco.
Con el suceso antes relatado no cesó el
derramamiento de sangre inocente en Pozoblanco.
El 2 diciembre 1948 amanecieron otros dos cadáveres en los alrededores del
pueblo, en el arroyo de Santa María. Se trataba de Pedro Caballero Olmo (38
años, de Añora) y Pedro Herruzo García (25 años, de Pozoblanco). Otros dos
pacíficos ciudadanos, de los que no conocemos el más insignificante motivo que
pudiera explicar este nuevo asesinato. Los sacaron del cuartel y los “pasearon”
a las 2’30 de la madrugada.
A mediados de diciembre, y en la misma
zona que nos ocupa, pero ya en término de Pedroche,
la guerrilla de “El Lindo” decidió actuar de nuevo y aplicar severas
represalias, cuya motivación ignoramos. El 18 diciembre 1948, varios
guerrilleros (se dice que encabezados por “Castaño”) se presentaron en la finca
Fuente de la Sierra, por el arroyo de Guadamora, en el cortijo de Los Pozuelos,
y ahorcaron a dos hermanos de Pozoblanco, que estaban allí trabajando: Alfonso
y Antonio Pozuelo Guijo (38 y 33 años). Al padre y a otro jornalero los
encerraron en la cuadra, con los mulos. Cuando al cabo de unas horas lograron
salir, se encontraron a los dos hermanos colgados de un chaparro.
Y a la tarde siguiente, 19 de diciembre,
en el mismo término, la guerrilla actuó de nuevo. A las 19 horas se presentaron
en otro cortijo próximo al anterior, donde trabajaban otros dos hermanos de Pedroche: Rodesindo y Antonio Marta
Martín (32 y 26 años), y los ahorcaron, crímenes de los que no tenemos
explicación.
Pero esta noche del 19-12-48, la Guardia
Civil tenía ya a punto otro “Ojo por ojo y diente por diente”. Se presentaron en la finca Fuente de la
Sierra al anochecer (probablemente no conocían todavía el ahorcamiento de los
hermanos Marta, a esas horas, en un cortijo próximo), y a las once de la noche
procedieron a aplicar la “ley de fugas” a tres campesinos, de la forma más
arbitraria:
Rafael Fernández Muñoz, 36 años, de El
Guijo,
Juan Aperador García, 42, de El Guijo, y
Pedro Castillo Fuente, 65, de
Pedroche.
La matanza de Pozoblanco no cesó en 1948, sino que continuó a lo largo de todo el
año siguiente.
Los
crímenes del capitán Aznar
en
Villanueva de Córdoba
Toda la zona guerrillera de Córdoba se
vio sometida en 1948 a la práctica de la guerra sucia y del terror de Estado.
Lo ocurrido en Pozoblanco era un apartado más del holocausto general. En la
segunda mitad de 1948, asistimos en la zona de Villanueva de Córdoba
(con chispazos en Cardeña, Conquista, Adamuz) a un vendaval de sangre, que se llevó por delante a más de
20 vecinos. Estos asesinatos contra el personal civil ya los había empezado el
comandante Martinez Machado en Villanueva en 1947, como se ha señalado. Ahora
será su discípulo, el capitán Francisco Aznar Iriarte, quien hará “santo” al
otro. Lo más escandaloso fue que en Villanueva, por estas fechas, la guerrilla
no estaba cometiendo represalias graves contra personas del Régimen. Alguien
podría justificar lo injustificable con relación a Pozoblanco, porque allí hubo
algunas venganzas por parte de la guerrilla. Pero en Villanueva la vida transcurría
relativamente pacífica (salvo un solo caso, el 28-9-48, cuando el golpe
económico en el cortijo de Los Cucos, que por torpeza de los gendarmes,
concluyó con muertes). En consecuencia, si no había represalias que vengar en
la zona de Villanueva, y además aquí la guerrilla estaba en evidente declive,
¿por qué se lanzó la ofensiva sangrienta? La respuesta nos lleva al análisis de
fondo de los pilares de la dictadura fascistoide: no mata, porque otros maten;
mata, porque hay que matar, ya que su fundamento es el terror.
Fue un segundo medio año de tragedia
griega, cuyo primer acto irrumpió en la madrugada del 8 junio 1948, en la
cuneta de la carretera de Villanueva de
Córdoba a Adamuz, a unos 2 kms., junto a la huerta de Carreritas. Fueron
sacrificados 5 hombres y una mujer, sin trámite ni formación de causa, quedando
expuestos sus despojos muchas horas, para espanto de los viandantes.
Si hemos de buscar precedentes, unos días
antes aparecieron por el pueblo unas octavillas “en contra del Govierno” (sic)
y colocaron una bandera republicana y un petardo en un poste de la luz. Siempre
se ha comentado la duda sobre los autores, si fue la guerrilla (que no
creemos), si fue la organización “del llano” o célula clandestina del PCE (que
parece lo más seguro) o si fue una provocación de los guardias o confidentes.
Otro precedente de la tragedia hay que
buscarlo en el Casino de los Ricos o Círculo Recreativo. Nada de lo que ocurría
en Villanueva, desde 1939, era ajeno
al Casino, y en el Casino se urdía todo escarmiento y toda medida de terror. En
el Casino compadreaban a diario los jefes de la Guardia Civil, los municipales
y los señoritos, cortijeros y capitostes del latifundio. Y empezó a tomar
cuerpo este comentario: “Aquí, los rojos no están doblegados todavía; y aquí
hay que hacer lo mismo que en Pozoblanco, y en Pozoblanco, lo mismo que aquí”.
Y se hizo.
En Villanueva
estaba organizada una célula comunista clandestina, pero una célula pueblerina,
sin peligro para nadie. Su secretario era José Antonio Palomo Huertas,
ayu-dado, entre otros, por el maestro de escuela Manuel Torralbo Cantador
“Mazo”. Este regentaba una escuela particular en la calle Navas. Hacía
frecuentes viajes a Madrid,
acompañado de Antonia Bejarano, la criada de la casa, y con el pretexto de
vender huevos y aceite, utilizaba esta cobertura para algunos contactos
políticos. En Villanueva, el
principal punto de contacto era la zapatería de José A. Palomo. Allí acudían
también -algo increíble- algunos confidentes de la Guardia Civil, no
desenmascarados aún, como el célebre José Martínez Capitán “El Chunga” y Manuel
Murillo “El Chico de la Blusa”, más algún otro, porque Villanueva estaba llena
de chivatos, unos conocidos y otros anónimos. Según la familia de José A.
Palomo, “El Chico la Blusa” propuso a Palomo días antes de la tragedia que se
hiciera confidente y salvaría la vida. Lo cual, lógicamente, rechazó un hombre
íntegro como Palomo. Idéntica propuesta llevó “El Chico la Blusa” al socialista
Juan Jódar García, que residía en la capital. Se presentó en su casa,
acompañado de un guardia civil, con la pretensión de captarlo para la delación
y el doble juego. Jódar (seguimos el testimonio de su familia) quedó anonadado,
llegó a pensar en el suicidio, y al día siguiente huyó con su esposa a Valencia, donde se afincaron
definitivamente.
Cabe interrogar también cómo es posible
que a estas alturas de 1948, la organización clandestina de Villanueva no hubiera desenmascarado
todavía a José “El Chunga”, que llevaba ya dos años de confidente, desde el
verano de 1946. El caso fue que la escabechina se barruntaba desde semanas
antes. La señora Valverde, que trabajaba en el Casino, oyó lo que se planeaba
(la implicación del Casino, constantemente) y avisó a Isabel “La Chata”, que estaba
en la lista negra, y esta huyó rápidamente a Madrid y se salvó. También personas amigas llevaron advertencias a
la casa del maestro D.Manuel “Mazo”, que se negó a cualquier cobardía; pero sí
tomó nota la criada, Antonia Bejarano, que se quitó de enmedio y huyó a Madrid. Otro de los que desaparecieron
a tiempo fue Melchor Carbonero, el hijo de Blas El Sillonero. Tanto estos como
otros ya conocían el cuartel (es decir, el Sector Móvil, de la Fuente Vieja),
porque la Guardia Civil, a la menor ocasión, solía hacer pasar por allí a la
gente de izquierdas, para sonsacarlos.
El ceremonial del crimen se inició el 7
de junio, a media tarde. Diversas parejas de guardias fueron acudiendo a los
domicilios de los seleccionados. El guardia Moreno y otro se presentaron en la
escuela de la calle Navas, 12. El maestro D.Manuel Torralbo se ocupaba en un
dictado del Quijote con los muchachos. Le conminaron: -“Echa a los muchachos, que te vas a venir con nosotros”. - “¿Va a ser
para mucho?”. - “Sí, para bastante”. Así recuerdan los que entonces, con 10
años, vivieron la horrible escena y vieron salir esposado a su maestro, en
dirección al Sector Móvil. Otra pareja fue a su casa particular, a por la
máquina de escribir. Lo acusaban de haber escrito las octavillas que se tiraron
unos días antes, con un tipo de letra inconfundible, de una máquina marca
MIGNON, de la que sólo había dos en el pueblo, y una era la del maestro.
A José A. Palomo lo detuvieron en su
zapatería (calle P.Llorente, 20). Era una familia de sólida tradición
comunista. A su hermano José lo habían fusilado en 1941. José Antonio estuvo
empleado en Córdoba, en la
Eléctrica, y luego en Arjonilla
(Jaén), donde fue alcalde durante la guerra. En 1939 sufrió cárcel, hasta 1944,
en que se vino a Villanueva y puso
una zapatería.
A Juan Romero “El Seco” lo detuvieron en
su casa (calle Progreso, 12), que solía ser uno de los puntos de reunión de la
célula comunista. También tenían contactos con los guerrilleros. Cuenta su
familia que éste y Palomo iban con sus familias al cortijo Las Cumbres, de José
Pedraza, cerca de Venta Velasco, y los dos hombres desaparecían, porque,
conocedores del escondite de los guerrilleros (sería la guerrilla de Julián
Caballero, porque con otras, los de Villanueva tenían poca relación), se iban a
pasar largos ratos con ellos. Este Romero tocaba los platillos en la Banda de
Música del Maestro Ochoa. Días antes, iban tocando en la procesión del Corpus,
se acercó el capitán Aznar al Maestro Ochoa y le dijo: “En la Banda tiene usted un elemento sospechoso, que se la está
buscando”. Pero el Maestro Ochoa demostró ser un hombre de valía, cuando,
enterado de que se habían producido detenciones, corrió el día 8, muy temprano,
a ver a don Juan Polo, un jerifalte de la Falange, a interceder por su músico,
pero ya era tarde.
De Isidoro Calero “El Lobo”, otro
detenido aquella tarde, al que sacaron de la cama enfermo, tenemos pocas
referencias. Sólo que trabajaba de porquero con Torrico, en el cortijo de El
Madroñal (carretera de Obejo). Y suponemos que desde allí tendría alguna labor
de enlace con los de la sierra o con la célula comunista del pueblo. Más
inexplicable aún fue la detención de un propietario, Andrés Díaz Gutiérrez
“Joroba”. Tenía un cortijo en La Loma, donde podría haber servido alguna comida
a la guerrilla de Julián Caballero, sin denunciar el hecho (cosa que hacían
muchísimos cortijeros, por supuesto), pero no consta que tuviera relación con
la orgnización clandestina.
La detención más inexplicable de todas fue
la de Catalina Coleto “La Arriera”. La insidia se debió, únicamente, a que esta
mujer era la esposa de un guerrillero, José Luna Cartán “El Ratón”. Ese era su
único “delito”. Por lo demás, ni actuaba de enlace ni se veía con su marido ni
tenía contacto con ninguna organización. Era una madre de 7 hijos, todos
menores de edad, a cuyo cuidado se dedicaba por entero. Se ganaba la vida
haciendo picón y en otros humildes menesteres, soportando con paciencia el
acoso de los represores (sobre todo el municipal Tomás “Ojos Verdes”). La
llamaban continuamente al cuartel y la insultaban (como a otras mujeres del
pueblo tachadas de “rojas”). Sobre este calvario y su trágico final, contamos
con el testimonio de su hija Pilar:
“A mi madre no la dejaban en paz. Cada
vez que la llamaban al cuartel, más rato la tenían allí, y nosotros en la
puerta, esperando horas y horas. Las últimas veces la sacaban a empujones, y
nosotros la sentábamos en la plaza de la Fuente Vieja y le dábamos agua, para
que se reanimara. Al llegar a casa, la acostábamos, todos llorando. Nos decía:
‘Vosotros no sabéis las cosas que me dicen: que me van a matar’. Un día la
llamaron y le dijeron que nos teníamos que ir al campo, ella y todos nosotros,
pensando que mi padre, que estaba en la sierra, iría a vernos y allí lo
capturarían. Pero nosotros carecíamos de medios y lugar para irnos a vivir al
campo.
“Así llegó el 7 de junio, que habían
puesto un petardo en un poste de la luz, y ella estaba temblando. Le decíamos
que ella no tenía que preocuparse, porque nada malo había hecho. Cuando
llegamos a casa con un cántaro de agua, se presentó la Guardia Civil diciendo:
-‘¿Quién es la dueña de la casa?’. -’Una servidora’. -’¡Pues véngase con
nosotros!’. Cerramos la casa, le dejó la llave a una vecina, y se la llevaron
detenida, yendo todos sus hijos detrás” (62).
Aquella noche se vivieron escenas
desgarradoras en el cuartel del Sector Móvil, en la Fuente Vieja, ante la
mirada del verdugo, el capitán Aznar. Los familiares (esposas, hermanos, padres
e hijos) de los detenidos formaban en la puerta un público expectante. Se vio
entrar, circunspecto, al cura, horrible presagio. También acudieron a
compadrear con el capitán algunos ricachos y afectos al Régimen. A las 12 de la
noche se dieron órdenes de dispersar a la multitud de la puerta. Todos los
guardias salieron y empujaron y golpearon a la gente, para que desapareciera
por las calles. Después, llegó el furgón, mientras los guardias, avispero en
mano, copaban todas las esquinas de la Fuente Vieja. Y la marcha fúnebre, con
las 6 víctimas, salió por la carretera de Adamuz,
escoltada por guardias civiles, guardias municipales y algunos paisanos
influyentes.
El séxtuple asesinato se cometió en el
segundo recodo de la carretera, hacia el km. 2. Como era noche veraniega,
campesinos de los alrededores escucharon dramáticos lamentos en el silencio de
la noche, insultos contra los asesinos, protestas de inocencia y, sobre todo,
gritos de “por mis hijos, no me matéis”. Se dice que el maestro “Mazo” se negó
a ponerse de espaldas y recibió la muerte de frente, entre otros muchos
detalles que todavía hoy circulan por la población. Los cadáveres, rematados
con el tiro de gracia, quedaron tendidos en la cuneta hasta media mañana del
día siguiente, mientras los asesinos se marcharon ufanos y celebraron su
“gesta” en el Bar Charlot, de la calle Cañuelo. He aquí la relación de
víctimas, para el memorándum de los crímenes de la dictadura:
Manuel Torralbo Cantador, 29 años,
maestro de Escuela,
José Antonio Palomo Huertas, 48,
zapatero,
Juan Romero Cachinero, 39, zapatero y
músico,
Isidoro Calero Pozo, 45, jornalero,
Andrés Díaz Gutiérrez, 58, propietario, y
Catalina Coleto Muñoz, 52, sus labores.
Especial impacto sufrieron los viajeros
del coche de línea, a primera mañana, que tuvo que maniobrar para no arrollar
los cadáveres. Algunos guardias y paisanos estaban ocultos en la alcantarilla,
para tomar nota de la gente que se acercaba, lo que decían, y por si se hacía
presente “El Ratón”, a ver a su esposa muerta.
En el pueblo, la mayor nota de dolor la
ponían los 7 huérfanos de Catalina Coleto, en su ir y venir de una puerta a
otra, con el jarro de café en la mano para el desayuno de su madre. Se
presentaron hasta en la casa del capitán Aznar, en la calle Real. Nadie se
atrevía a decirles la verdad de lo ocurrido.
Los represores de la dictadura no se
amilanaron por el crimen cometido, ni mucho menos, sino que a la semana siguiente,
prepararon otro contra tres vecinos de Villanueva
de Córdoba. A mediados de junio detuvieron a:
Juan García Serrano “El Maleno”, 26 años,
labrador,
Pedro Coleto Díaz “Claudio”, 45, minero,
Genaro Ruiz Zamora, 27, jornalero.
Desconocemos si realizaron alguna actividad
política o contacto con la guerrilla. A mediados de junio se procedió a su
detención y los tuvieron dos días en el arresto municipal. A Pedro Coleto
fueron a buscarlo a una mina de Villanueva
del Duque, donde trabajaba, y a Genaro, a una finca de Ciudad Real. A primera mañana del 17 junio 1948 los sacaron hacía
Córdoba capital, simulando un traslado a la prisión provincial, pero al pasar Adamuz, en la carretera de este pueblo
a Villafranca, al llegar al lugar Las Mojoneras, los bajaron del vehículo a las
9’30 de la mañana y, sin más trámite, les aplicaron la “ley de fugas” y dejaron
sus cadáveres en la cuneta.
El 8 julio 1948, la Guardia Civil cometió
nuevo crimen contra un vecino de Villanueva,
que trabajaba en término de Cardeña:
Pablo Agenjo Rodríguez. Un hombre muy trabajador, comunista discreto y de
sólida formación. Fue enlace de la guerrilla, pero en la época de Julián
Caballero, lo cual era conocido por José “El Chunga”, porque ambos coincidieron
en esta labor, en el cortijo La Alcarria, de Villanueva. Luego, “El Chunga” se
convirtió en confidente, y Pablo se marchó a fincas de Cardeña, cuando se
barruntaba peligro. Es casi evidente que “El Chunga” lo delató. En la
entrevista que me concedió (63) me aseguró que la guerrilla entregaba dinero a
Pablo, suponemos para algún recado. Lo cierto fue que una pareja (no sabemos si
de Villanueva, o de Cardeña, por orden de Villanueva) se presentó donde
trabajaba de carbonero, se lo llevaron amarrado, y en el Camino de Los Collados
Altos, de Cardeña, cuando eran las
13 horas, le aplicaron la “ley de fugas”.
Por estos mismos días, o el capitán Aznar
había dado orden al teniente Juan Melero, para que sembrara el terror en Cardeña, o bien Melero se tomó la justicia
por su mano y empezó a derramar sangre sin ton ni son. Como se verá más
adelante, el detonante pudo ser un crimen de la guerrilla contra el
arrendatario Francisco García Redondo (6-7-48). Se dice que por obra de
“Castaño”, que habría realizado esta incursión lejana. Al día siguiente, la
Guardia Civil mató al campesino Pedro García Serrano (7-7-48), y a otro día, al
carbonero citado de Villanueva, Pablo Agenjo (8-7-48). En septiembre, la
represión en Cardeña sería aún más sangrienta.
En Villanueva
de Córdoba continuó el baño de sangre, cuando -insistimos- la guerrilla,
durante este verano, no estaba mostrando ninguna virulencia en la zona. Para el
12 septiembre 1948 se preparó otra escabechina más, por la que sufrieron el
“paseo”:
Juan Cabello Moreno, 52 años, cantero, Villanueva de Córdoba,
Andrés Gañán Calventos, 30, carbonero, de
Conquista, y
Rafael Alamillo Muela, 46, carbonero, de
Conquista.
El oficio de la Guardia Civil para
inscripción en el Registro Civil es otro caso de cinismo: muertos “por disparos
de armas de fuego con motivo de encuentro con la fuerza a mis órdenes ocurrido
en la noche de ayer”. Veamos en qué consistió ese “encuentro”. De Juan Cabello
sabemos que, más que enlace, se había visto varias veces con los guerrilleros y
no había dado cuenta. Trabajaba de picapedrero en una cantera de Conquista. Sería en 1947, cuando el
comandante Machado conoció, a través de sus confidentes, la esporádica relación
de Cabello con la guerrilla. Lo llamó a su presencia y le propuso que se
hiciera confidente de la Guardia Civil, porque “había que estar de parte de la
autoridad y no de los canallas”. Le ofreció una pistola para que colaborara en
la captura de los guerrilleros. También le propuso Machado trabajar de guarda en
una finca de Herruzo, como cobertura para su labor de agente doble entre la
guerrilla y la Guardia Civil (misión similar a la que estaba cumpliendo José
“El Chunga”, con excelentes resultados). Cabello rechazó dignamente todas
aquellas ofertas y siguió trabajando en su cantera de Conquista. Un día en que
Cabello fue a cazar, ya en tiempos del capitán Aznar, le salieron al encuentro
dos individuos, simulando ser guerrilleros (una burda contrapartida), pero con
muy poca capacidad teatral y revelando a simple vista que eran guardias
civiles. Querían comprobar si Cabello denunciaría este hecho en el cuartel,
pero no lo hizo.
A los pocos días, el 12 de septiembre,
fueron a primera mañana a su casa de Conquista
y se lo llevaron amarrado en dirección a Azuel. En una zahúrda de la finca
Tejoneras, de Torrico, lo mantuvieron todo el día bajo vigilancia; hasta que
llegó la noche y llevaron allí a otros dos infortunados de Conquista, ignoramos
por qué motivo, los carboneros: Andrés Gañán y Rafael Alamillo. Les hicieron
andar un poco hasta la Dehesa Quebradilla, y allí les aplicaron el “paseo” o
“ley de fugas”. Se dice que Cabello, en el revuelo de los disparos, malherido,
trató de protegerse en el tronco de un chaparro, pero allí lo acribillaron. Los
enterraron en Conquista. Esto ocurría a los dos días de la masacre de
Pozoblanco, donde habían caído la madre y la hermana de “Caraquemá”.
El 28 septiembre 1948, el capitán Aznar
continuó su lista de crímenes programados, y en las primeras horas de la
madrugada liquidó a otros dos hombres, junto al arroyo de Guadamora, uno de Pozoblanco (Miguel Fabios Dueñas, 59
años, a la una de la madrugada) y otro de Villanueva
de Córdoba (Pedro Gómez Calero “El Tostao”, 35 años, a las 2 horas). El que
la muerte fuera a distinta hora puede indicar que primero llegaron con la
víctima de Pozoblanco, y después se acercaron a Villanueva, a por el segundo.
Los dos habían trabajado en una mina de la Niña Emila, en La Loma. Se les acusó
falsamente por un confidente de que habían sustraído explosivos del polvorín de
la mina. En realidad, la familia de los Gómez Calero estaba muy “fichada” por
el Régimen, porque dos hermanos suyos, Juan y Matías, habían entrado en España
con el maquis, en 1944, y se hallaban presos. De la hostilidad que sufría Pedro
es muestra este caso: un día llegó la Guardia Civil a la mina y le pidieron
quedarse con una perra cazadora que tenía, y Pedro no la quiso dar. Entonces le
ordenaron que ahorcara a la perra allí mismo. Cuando lo detuvieron, ya no
trabajaba en la mina, sino de albañil en el campo. Lo condujeron, subido en un
burro y la pareja detrás, hasta el fatídico Sector Móvil de Villanueva, en la
Fuente Vieja. Su esposa, Petra Gutiérrez Romero, estuvo en la puerta desde el
anochecer. Era una manera de anticipar el “velatorio”, porque todo el
vecindario sabía leer ya los signos macabros del holocausto. A las 12 de la
noche la echaron de allí de malos modos. Poco después, lo sacaron en dirección
a Pozoblanco, hasta el arroyo
Guadamora, donde ya era cadáver su compañero minero.
A recoger los cadáveres enviaron a
Francisco “El Cardito” con su vehículo, acompañado de varios guardias y el
médico Valero. Junto a los muertos habían colocado, malignamente, dos escopetas
viejas, para simular o que se iban a la sierra o que hubieran agredido a la
guardia franquista. Un truco burdo y de mal gusto, del que todo el mundo sabía
su falsedad.
Curiosamente, este mismo día, pero a
media tarde después, ocurrió el fracaso de la Guardia Civil en el cortijo de
Los Cucos, en Las Almagreras (de Villanueva),
que ya hemos mencionado, donde causaron la muerte del propietario Julián
Blanco, al que protegían de un golpe económico de la guerrilla, aunque
derribaron también a un maquis. Cuando aquel 28 de septiembre anocheció, había
en Villanueva 3 difuntos de tres bandos: un jornalero, un propietario y un
guerrillero.
El 2 diciembre 1948, se dio otro giro de
tuerca a la campaña de terror en Villanueva
de Córdoba. A la una y media de la
madrugada, otros dos hombres eran asesinados, sin formación de causa, en la
finca de Las Navas (de Mª Jesús Herruzo), a unos 5 kms. del pueblo por la
carretera de Adamuz. En este caso,
hubo un pretexto para la venganza. Pocos días antes, la guerrilla de “Romera”,
que apenas había dado señales de vida tras el percance en el cortijo de Los
Cucos (28-9-48), con la pérdida de un guerrillero, tramaron represalias en el
cortijo citado de Mª Jesús Herruzo, porque en una visita anterior, el casero
había dado cuenta en el cuartel. Llegaron en la noche, cerraron a los animales
dentro del cortijo y le prendieron fuego. Parece que fue esto lo que movió al
sanguinario Aznar a sacrificar a otras dos personas inocentes: Antonio Olmo
Caballero (34 años, vecino de Villanueva, aunque oriundo de Añora) y Eufrasio
Madero Expósito (38 años). A su lado pusieron una escopeta vieja y una pistola,
las mismas que días antes habían colocado a las dos víctimas del arroyo
Guadamora. Burdo y ridículo montaje.
Los
cadáveres los llevaron al depósito del cementerio y D.José Valero Martos
practicó la autopsia. Se incoó luego, a posteriori, un procedimiento sumarísimo
de urgencia (64), que es todo un cúmulo de despropósitos. Se viene a decir que
la guardia franquista, al mando de un teniente, estaba apostada en Las Navas, y
que aparecieron dos individuos armados, les dieron el alto, dispararon y la
fuerza tuvo que repeler la agresión y les causó la muerte. Identificados,
resultaron ser “El Madero” y “El Chaparrito” (apodos irreales), y por el lugar
y hora en que se encontraban, o se iban a la sierra, o se dirigían a tomar
contacto con los rojos. Todo es absolutamente falso. Ni iban armados, ni
agredieron, ni iban a la sierra ni nada que se le parezca. Allí llegaron presos
y conducidos por sus verdugos con el único fin de sufrir el vulgar método del
“paseo”. A Eufrasio Madero fue a detenerlo una pareja al cortijo El Almendro,
en El Valle (de Mª Jesús Herruzo), y se lo trajeron al Sector Móvil la tarde
anterior. Y a Antonio Olmo,también fueron a por él al campo, al cortijo del
Negrito, donde estaba vareando bellotas. Cuando llegó la medianoche, se preparó
la marcha fúnebre en la forma habitual, hacia el lugar de la ejecución.
Y cinco días después, el 7 diciembre 1948,
otra comitiva de víctimas inocentes hacia el sacrificio de la sinrazón y la
arbitrariedad, propias de toda dictadura. A la hora habitual (primeras horas de
la madrugada), otros dos vecinos de Villanueva
de Córdoba fueron conducidos, amarrados, al Ventorro del Madroño y les
aplicaron la “ley de fugas”. Eran: Gaspar Martín Valverde (45 años, jornalero)
y Joaquín Heredia Giménez (39, camionero). En cuanto a Gaspar, después de
indagar el caso, podemos afirmar que no tenía ningún contacto político ni con la
guerrilla. El testimonio del delator José “El Chunga” confirma que el asesinato
de este hombre fue un error (entre tantos), y que el verdadero enlace era un
hombre de la calle Dehesilla, el cual llevaba suministro a Julián Caballero a
la Loma de la Higuera. Algún confidente señaló sin fundamento a este
infortunado ante el sanguinario capitán Aznar. El 5 de diciembre, una pareja de
paisano fue a buscarlo a su casa. Ya había salido para el campo, lo alcanzaron
en la carretera de Adamuz y se lo trajeron al arresto municipal. Permaneció
allí aquel día y el siguiente. Impidieron a la familia que le llevara ropa y
alimentos. Era un hombre trabajador y discreto, sin ningún protagonismo
político. El único percance de este tipo que sufrió en su vida, muy significativo
sobre el lema del nacionalcatolicismo (“La religión con sangre entra”), fue el
siguiente: en la inmediata posguerra, cuando pasaba la procesión del Corpus,
por no arrodillarse, recibió una paliza tan desorbitada que estuvo tres días en
la cama.
En la madrugada del día 7, a Gaspar y a
Heredia (padre de 5 hijos), los llevaron a morir al conocido Ventorro del
Madroño. Tampoco permitieron a las familias que llevaran ataúdes y los
enterraron en fosa común, al igual que en los demás casos que venimos exponiendo.
En la comisión de este crimen aparecen
algunas circunstancias nuevas, dignas de mención. Primera, que varios
testimonios aseguran que estas dos víctimas iban acompañadas de una tercera:
Miguel Puerto Delgado, de Torrecampo;
pero ante el desbarajuste de la ejecución, logró escapar herido y desaparecer
en medio de la fría noche de diciembre. Pudo llegar maltrecho al amparo de
alguien de su pueblo, pero a los tres días, los represores dieron con su
paradero y lo remataron a tiros en la Huerta de los Álamos, el 11 diciembre
1948. No podemos confirmar esa supuesta huida, una vez herido.
En segundo lugar, aquel mismo 7 de
diciembre, pero después, a la caída de la tarde, los maquis acudieron al ya
citado cortijo de Los Cucos, en Las Almagreras, para consumar una venganza que
ya conocemos. Se encontraron en el patín del cortijo al nuevo casero recién
incorporado, Juan A. Illescas Blanco, y le preguntaron quién había en el
cortijo. Él, sin responder nada y presa del pánico, echó a correr hacia la
vivienda. Los maquis le dispararon y lo dejaron muerto. Lo curioso del episodio
fue que dentro se hallaba una pareja de la Guardia Civil, pero se escondieron y
no se atrevieron a salir. Eran las 6’45 de la tarde. En su retirada, los maquis
incendiaron un pajar algo alejado del cortijo.
Y en tercer lugar, el asesinato de Gaspar
y de Joaquín (si añadimos el de Miguel Puerto) fue el último llevado a cabo por
el capitán Aznar en Villanueva,
aunque continuó con su afición sanguinaria en Pozoblanco, quedándose incluso a
la zaga del más sanguinario aún, teniente Jiménez Reyna. El testimonio del
confidente José “El Chunga” nos ha revelado una posible clave del “alto el
fuego” en Villanueva, que tampoco es posible comprobar: el medio año de
crímenes que ya venía soportando el pueblo creó un clima tan insoportable que,
según este confidente, tres personas influyentes (D.Miguel Fernández, el
veterinario, D.Alejandro Yun, el médico, y el propio “Chunga”, también
influyente) acudieron a entrevistarse con el alcalde, Antonio Fernández, y le
pidieron que había que parar ya de matar tanta gente. Dice que el alcalde hizo
gestiones en Sevilla. En cualquier caso, ya no hubo más “paseos”. Tampoco eran
necesarios: el vecindario tenía ya ración de terror para medio siglo. Además, conviene no olvidar otra afirmación
de este confidente (yo creo que arrepentido), que nos quiso expresar antes de
abandonar este mundo: “La redada de ‘Mazo’, y todas, las decidieron
los ricachones del pueblo”.
Exterminio
de campesinos
en
toda la sierra cordobesa
El 25 de enero empezó el calvario en la
sierra de Hornachuelos, bajo los
fusiles del capitán Joaquín Fernández Muñoz, uno de los grandes especialistas
en “ley de fugas”. Ya había dejado una huella de dolor y luto en los pueblos
por donde había pasado: Pozoblanco, Villanueva de Córdoba, Los Blázquez... Su
traca final la consumaría en Málaga, en 1949-1950, al lado de su admirador, el
teniente coronel Fernández Montes de Oca. Todos compenetrados, como guardia
pretoriana, ayudaron al dictador a mantenerse en el poder. Los trabajos sucios
de la represión son el gran “servicio” de la Guardia Civil a la dictadura. Pues
bien, en la fecha citada, tres hermanos vecinos de Hornachuelos, naturales de Las Navas de La Concepción, fueron
conducidos al km. 14 de la carretera entre estos dos pueblos y les aplicaron el
vulgar “paseo”: Manuel, Rafael y Santos
Modesto Muñoz Sánchez (el primero, de 34 años, y los otros de 32, por lo que
deducimos serían gemelos). Carecemos de otros datos. Sin duda eran medidas de
terror, porque las guerrillas de Córdoba se movían a comienzos de este año entre
Hornachuelos y la vecina Sevilla (Alanís, Navas de la Concepción, etc.): “Godoy
del Pueblo”, “Durruti”, “Vicente del Puerto”, “Polanco”, como principales
jefes.
El mismo 25 enero 1948, encontramos una
breve nota sobre la eliminación por el Régimen
de otra persona en Espiel: a
las 5 horas de ese día aplicaron la “ley de fugas” al padre del guerrillero “El
Conejo”, en la finca Maruja, de Espiel (65), sin más datos.
El 11 marzo 1948, en la carretera de Hornachuelos a San Calixto (Km. 12) se
volvió a aplicar la “ley de fugas” contra el campesino Enrique Muñoz Agudo (33
años, de Navas de la Concepción). Y el día 17 ocurrió el extermino de Antonio
Salado Alonso “El Telesforo”. Según testimonio de Antonio Ramos Palomares (de
Almodóvar), la Guardia Civil hizo una gran concentración de presos en la finca
de San Calixto (Hornachuelos). Las torturas fueron inenarrables, de tal manera
que Antonio Salado, dirigente de la CNT local clandestina, estando acusado por
un delator apodado “Clarito”, y viendo que no tenía salvación, simuló
replegarse a las pretensiones de la Guardia Civil y entregarles una supuesta
documentación que tenía escondida en el campo. Cuando iba conducido por la
pareja al lugar, y al pasar por el puente elevadísimo del río Guadalvacarejo,
se arroyó al vacío intentando arrastrar consigo a uno de los guardias. Sólo
consiguió llevarse la capa. El infortunado “Telesforo” (39 años) pereció por
las heridas de la caída, ahogado y acribillado a balazos. Y el 27 del mismo mes
de marzo, nuevo campesino exterminado: Antonio Camacho Invernón (38 años), en
la cuneta de la carretera a San Calixto (km. 17). Se le habían descubierto unos
modestos contactos por organizar el partido comunista en la clandestinidad.
El 12 mayo 1948 caía en Hornachuelos otro campesino: Pedro
Gómez Jurado (35 años, oriundo de Rute), en la finca Aljabara, del que
desconocemos otros datos.
Y el 17 de octubre, otras dos víctimas:
Angel Sojo Llamas (54 años, de Fuentes de Andalucía) y Fernando Antúnez Bajo
(27, de Navas de la Concepción), sin más datos. Sobre el martirio que estaba
sufriendo Hornachuelos en estos
meses, bajo el terror del capitán Joaquín Fernández Muñoz, hemos hallado un
informe en Mundo Obrero (66), donde
se hace un informe patético sobre la represión en este pueblo, sobre todo en la
aldea de San Calixto, donde funciona una prisión y se practican torturas a
mansalva. El jerifalte del lugar es el propietario y falangista Julio Muñoz.
Destaca por su crueldad el sargento Zarcos (o Sarcos) y los confidentes “Realines”
y “El Piri”
El 2 junio 1948 consta en Belmez la eliminación de otro supuesto
enlace: Andrés Cano Ruiz (40 años, campesino, de Villanueva del Rey), muerto “por disparos en la finca Los Álamos, según
comunicación del Teniente Juez Instructor de la Guardia Civil”. Fue una
vulgar venganza, porque los maquis, dos días antes, el 31 de mayo, habían
matado a tiros al agricultor Daniel Aroca Rodríguez, en la finca Casanueva, de
Belmez.
En julio de 1948, se desató también el
terror en Cardeña. Pudiera haber
estado el origen en un crimen que cometió la guerrilla el 6 de julio contra el
arrendatario Francisco García Redondo “El de Anselmo”, en el cortijo de
Romualdo (a unos 7 kms. de Cardeña en dirección a Montoro). Por el pueblo
circuló una versión, según la cual dos guardias disfrazados de guerrilleros (la
contrapartida), con la información de que el labrador había recibido un dinero
por venta de ganado, se acercaron al anochecer a la finca, para dar un golpe
económico, y luego culpar a la guerrilla y desencadenar represalias (67). Pero
el testimonio del hijo de la víctima, Anselmo, niega totalmente ese rumor y
mantiene que el crimen fue obra de la guerrilla. Aunque él era niño entonces, a
la familia les fueron presentadas fotografías y reconocieron al “Castaño”, de
Pozoblanco (68). En principio, fue un intento de secuestro frustrado. El que
hacía de cabecilla (que llamaba al otro diciendo “Echevarría” o “Chavarrías”)
quiso llevarse al suegro, pero Francisco se opuso, discutieron y acabaron
forcejeando, hasta que el guerrillero le pegó un tiro, y luego lo remataron. Se
podría pensar en una acción de la guerrilla de “El Vidrio”, que merodeaba por
la vecina zona de Jaén, pero la familia reconoció al “Castaño”, de Pozoblanco,
también muy verosímil, porque en esas fechas no constan actuaciones cerca de
Pozoblanco. Pudieron realizar una incursión hacia los montes de Cardeña. Ya en
abril de 1947, “Castaño” había venido por aquí, al cerro del Quejigo, donde
todos fueron exterminados, menos él. Sólo queda un problema: ese supuesto
“Echeverría” no consta como apodo en ninguna guía de guerrilleros. Con todo,
damos por buena la versión de la familia y computaremos a García Redondo como
víctima de los maquis.
Parece evidente que el suceso anterior
desencadenó varias represalias en los días inmediatos. El primero en caer fue
el cabrero Pedro Rojas Serrano (de 51 años, oriundo de Montoro, pero casado en Cardeña). Sobre las 5 de la tarde del 7
de julio, enviados por el teniente Juan Melero, se presentaron tres guardias en
la finca de La Onza o Colonia de La Onza (a 15 kms. de Cardeña, en la linde con
Montoro), donde Pedro Serrano se hallaba trabajando en la era, ayudando a sus
cuñados “Los Riveras”. Los guardias le preguntaron a Pedro si conocía un camino
por donde ellos tenían que ir, les respondió que sí y le dijeron que los
acompañara. Los cuñados le quisieron dar la chambrilla, pero los guardias la
rechazaron, porque “sólo era cuestión de una hora”. Y en efecto se trataba de
menos de una hora, porque a las 18 horas
consta su muerte violenta, “en el camino de La Onza”. Dejó cuatro
huérfanos. Su muerte fue absolutamente incomprensible para el vecindario (69).
Otro día después, el 8 de julio, nuevo
crimen arbitrario, en la persona de un carbonero de Villanueva de Córdoba,
Pablo Agenjo Rodríguez, al que “pasearon” también en término de Cardeña (Camino de Collados Altos),
hecho que ya hemos ralatado antes. Una pareja se presentó por la mañana en la
finca donde trabajaba, y a las 13 horas consta su fusilamiento, sin
justificación de ningún tipo, pues no lo era el que años atrás hubiera
realizado algunas labores de enlace a la guerrilla de Julián Caballero (y
aunque hubiera justificación, los delitos se resuelven en los tribunales, no en
la cuneta de un camino).
Tras una breve tregua, la Guardia Civil
reinició las hostilidades en Cardeña,
en el mes de septiembre. El día 13, sí parece seguro que nos encontramos ante
una actuación de la contrapartida del teniente Melero. En la finca Cebrián, de
Leoncio Rojas, trabajaban tres familias modestísimas, apodados “Los
Villaraltos”, porque procedían de este pueblo, pero vecinos de Cardeña. Eran
apolíticos y vivían en unas chozas construidas por ellos, cosa frecuente en el
campesinado de entonces. Al anochecer llegaron tres individuos disfrazados de
guerrilleros, pero simulaban muy mal, en la forma de hablar, atuendo y
armamento y en el cutis poco rudo. Teatralizaron un tiroteo y mataron a Sixto
Fernández Gómez, de 46 años. Eran las 20 horas. “Al día siguiente, fuimos al
entierro todo el pueblo”, testifica Pablo Cachinero.
Y este crimen, que desde el cuartel se
achacó a la guerrilla, sirvió de coartada para otra barbaridad que se cometió
al día siguiente, pero que se inició aquella misma noche del día 13. La Guardia
Civil, ahora de uniforme, se presentó en un cortijo cercano a Cebrián, en
dirección a la Loma de la Higuera, término de Cardeña, y allí detuvieron a un matrimonio sexagenario, Cripriano
Redondo y Brígida Muñoz, oriundos de Obejo. Venían de regreso a su habitanza,
tras pasar el día cociendo el pan en un cortijo de al lado, porque en el suyo
no tenían horno. Cuando se los llevaban detenidos sin ninguna explicación, su
hijo Juan no consintió dejarlos solos y, para su desgracia, se fue con ellos.
Caminaron varias horas por la noche, hasta el cortijo Los Carrizuelos, a unos 5
kms. de Cardeña. Aquí exigieron al guarda Manuel Moreno Vizcarro que les
facilitara una habitación con llave. Sirvió de calabozo, y a la vez capilla
mortuoria, para aquellos infortunados. Una pareja permanecía de vigilancia. El
guarda pidió permiso y les pasó algunos alimentos, que no comieron. Los dos
hombres callaban, pero la mujer se deshacía en gritos, improperios y
maldiciones contra tanta injusticia. A primera hora de la tarde se hizo presente
en este lugar el teniente Juan Melero y el médico de Cardeña D.Martín Leal
Canales (Faltaba el cura). A las 5 de la tarde (14 septiembre), ordenó el
teniente que “salieran con los detenidos camino de Cardeña”. A 200 metros, “en
la esquina de la cerca, que pasa un camino que va para el Coto de Quirós”, se
oyó una descarga cerrada y los acribillaron. Los tres, padres e hijo, cayeron
abrazados. Volvieron los guardias al cortijo: “Mi teniente, los presos han
intentado escapar” (70). El cinismo y la alevosía de siempre. Aquellos “santos
inocentes” eran:
Cipriano Redondo Moreno, 63 años, de
Obejo, labrador, vecino de Cardeña,
Brígida Muñoz Díaz, 60 años, sus labores
(esposa),
Juan Redondo Muñoz, 27 años, jornalero
(hijo).
Una muestra más de cómo sembraba el
terror la dictadura de Franco, para algunos no tan sanguinaria como se dice, y
otros se empeñan en calificar de represión sólo lo ocurrido en los dos o tres
primeros años de la posguerra. La acumulación de datos ya expuestos revelan
conclusiones muy diferentes.
En el pueblo de Obejo, los excesos cometidos por la gendarmería del Régimen
revisten formas rayanas en nuevo escándalo. En abril de 1948, el sargento de
Obejo recibió una falsa confidencia de que en el cortijo Vallesegunda (en la
linde de los términos de Obejo y Pozoblanco) se encontraban los guerrilleros.
El sargento, sin más averiguaciones, se acompañó de una patrulla y se situaron
frente al cortijo, al anochecer del 24 abril, dispuestos a matar al primero que
se asomara. Allí trabajaban dos hombres, que eran de derechas: Epifanio Delgado
Hidalgo “El Marquesito” (que había hecho la guerra en el Requeté) y Joaquín “El
Trota” (también de derechas). Lo que ocurrió lo dejamos en testimonio de este
último: “Después de terminar de cenar, nos salimos a
la puerta del cortijo para tomar el aire. De pronto, cuando salimos, sin darnos
cuenta y sin previo aviso, recibimos una descarga que nos hizo la Guardia
Civil. Epifanio quedó muerto allí mismo, y a mí no me tocó ninguna bala. La
Guardia Civil entró en el cortijo, lo registró y a mí me llevaron preso”
(71).
Al día siguiente, el padre de “El Trota”
fue a ver al sargento, y este le hizo firmar un papel, que el pobre hombre
rubricó sin leer, y decía lo siguiente: “Que
había disparado contra los dos, Epifanio y Joaquín, después de darles el alto,
al intentar huir ambos por la puerta trasera del cortijo, porque tenían ocultos
allí a los bandoleros”. El hijo continuó preso y lo llevaron a la cárcel de
Córdoba. El padre se gastó una fortuna en un buen abogado y pudieron demostrar
en el consejo de guerra la falsedad del papel que les hizo firmar el sargento.
Quedó absuelto Joaquín, pero sin recuperar los gastos y sin castigo para el
sargento. Del infortunado Epifanio no se dijo nada, y quedó (falsamente) como
enlace de los guerrilleros.
La Guardia Civil de esta comarca de Los
Pedroches parecía hallarse desquiciada en esta primavera. Al trágico error de
Obejo hay que sumar otro, el 26 de marzo, en la finca La Motilla, de Pozoblanco, cuando dos patrullas de
guardias “se encontraron” entre sí, tal vez con el disfraz de la contrapartida,
y se tirotearon mutuamente, a consecuencia de lo cual murió el guardia José Mª
Carralero. Una patrulla era de Pozoblanco y otra de Añora.
El
29 junio 1948 actuó la guerrilla en término de Obejo, en la finca Suerte Alta, donde llevaron a cabo represalias
contra el guarda Antonio Muñoz Lozano (41 años, de Córdoba). A las tres de la
madrugada lo ahorcaron. La noticia apareción en Mundo Obrero (72) y se justificaba el hecho “por considerarlo responsable de numerosas detenciones habidas
últimamente en la zona”.
Y el 5 julio 1948 ocurrió el
“contra-crimen” de la Guardia Civil, pero multiplicado por dos, y además, no
contra la guerrilla, sino contra dos campesinos ajenos a los hechos. Se dice
también que fue en represalia, porque la Guardia Civil acababa de tener un
“encuentro” con la guerrilla cerca de Cerro Muriano (finca La Almenta). El
resultado fue que, a las dos de la madrugada del día citado, en la finca Minas
de Las Traviesas, término de Obejo,
fueron exterminados por la “ley de fugas” los jornaleros:
Andrés Molero Redondo, 51 años, de
Villafranca, domic. Cerro Muriano,
Francisco Romero Huertas, 46, de
Villanueva de Córdoba.
El crimen fue obra de la contrapartida, y
los cadáveres los llevaron a Obejo.
El 31 agosto 1948, tenemos otro caso de
eliminación de personal civil en los alrededores de Hinojosa del Duque. Esa madrugada, último día de feria, varios
guerrilleros habían concertado una cita con sus familias en el arrabal.
Acudieron los guerrilleros disfrazados de mujeres, pero la Guardia Civil
recibió una confidencia sobre el plan, y dispararon contra lo primero que se
encontraron: un muchacho de 18 años, Felipe González Torrico, hijo del
guerrillero Santiago González Murillo “Melechas”. Mataron al hijo, y del padre
nunca más se supo, ni cuándo ni dónde murió.
El 3 septiembre 1948, nuevas víctimas de
la “ley de fugas” en término de Adamuz.
Además de los tres de Villanueva ya reseñados (17-6-48, en Las Mojoneras),
fueron eliminados sin ningún trámite legal dos hombres, que los debieron traer
conducidos desde Alcolea, donde
residían: Rafael Quesada Carvajal (35,
jornalero, de Villafranca, vecino de Alcolea) y Antonio Gómez Soto (43,
jornalero, de Albuñán, Granada, vecino de Alcolea). Los fusilaron a las 19
horas, en el arroyo Tamujoso (Camino viejo de Adamuz a Córdoba). La Guardia
Civil les coloca unos apodos un tanto fantásticos: “Perejil” al primero, y “Manco
de Adamuz” al segundo, para darles apariencia de guerrilleros. El verdadero
guerrillero “Manco” o “Perico el Manco” era Pedro Muñoz Vega.
Adamuz
se convirtió enseguida en otro pueblo mártir de la “ley de fugas”. El 20
septiembre 1948, a las 6 de la mañana, caía abatido en el arroyo Valdelaguerra
el campesino Bernabé Sánchez Torralbo (“El Aparato”, de 52 años). La nota
enviada al Registro Civil es el habitual ejercicio de cinismo: “muerto por disparos al intentar huir cuando
venía a esta localidad para ser conducido a Córdoba”. La burda falsedad ya
es conocida “ad nauseam” por el lector.
El 26 octubre 1948, otro crimen en Adamuz por el mismo procedimiento.
También a las 6 de la mañana, y en el arroyo Tamujoso (carretera de Adamuz a
Villafranca), fue exterminado Pedro Torrecilla Alias (46 años, de Adamuz,
vecino de Villafranca). El eufemismo del crimen dice: “al intentar huir cuando venía conducido a esta residencia”.
El último “santo inocente” sacrificado en
Adamuz en 1948 (al año siguiente
caerían más) fue Juan A. Redondo Monteagudo (“Once Nudos”, 57 años, de Adamuz),
que sufrió la misma calle de la amargura y el mismo gólgota: lo llevaron al
arroyo Tamujoso, a las tres de la madrugada, y allí lo asesinaron,
literalmente, “al tratar de huir al ser
intimidado”. Era el 11 noviembre 1948.
En consecuencia, Adamuz ha de contarse
entre los pueblos cordobeses más castigados por la “ley de fugas”, es decir, el
vulgar “paseo”, junto con Hornachuelos, Pozoblanco, Villanueva de Córdoba y Cardeña.
En Villanueva
del Duque encontramos, al menos, dos víctimas. Están relacionadas con una
red de enlaces ya citada, desmantelada el 18 mayo 1948, dirigida por el
tesorero de Acción Católica Francisco Andrada Fernández (cuya suerte desconocemos).
En esta operación, según testimonio oral, hicieron “desaparecer” a un zapatero,
acusado de portar un petardo para colocarlo en el cuartel de la Guardia Civil.
Nunca más se supo de él. Por otra parte, en documentos de la Guardia Civil se
dice que “fue detenido el vecino Ángel
García Gómez, que portaba un petardo que le había entregado la partida de
‘Redimido’ para algún sabotaje en el pueblo”. Pensamos que podría tratase
de la misma persona. Mientras tanto, lo computaremos como “desconocido”. Sí
tenemos identificada la segunda víctima: Fernando Gallego Pontes, de 19 años,
exterminado el 25 septiembre 1948, en el Cerro de La Jabalinera, sin más datos.
En este pueblo, además, se suicidó el
guardia civil Modesto Calvo (22-2-48), al descubrirse ciertas negligencias en
su actividad contra la guerrilla.
En Villanueva
del Rey también se sufrió el exterminio de personal civil por la fuerza
armada franquista. El 28 enero 1948 eliminaron a un labrador sexagenario,
Antonio Caballero Fernández (68 años), de madrugada, en el lugar Los
Barranquillos.
Pero esta vez, la guerrilla también
aplicó el “ojo por ojo” y consumó una venganza largo tiempo premeditada, y era
el “ajusticiamiento” del delator Emiliano “El Gato”, culpable del tiroteo que
había llevado a la muerte al guerrillero Agapito “Castaño” (17-12-46). Unas
horas después de que la Guardia Civil “paseara” a Antonio Caballero, se
presentaron varios guerrilleros dentro del mismo casco urbano de Villanueva del Rey, a las 8 de la
mañana. Llamaron a la puerta de Emiliano Espada Mahedero, lo sacaron a la calle
y, cuando la víctima empezaba a pedir auxilio, lo dejaron muerto de un tiro.
El 29 de septiembre, los franquistas
cometieron un triple crimen. Primero “pasearon”, a las 2 de la madrugada, en el
Cerro de las Piedras, a Matías Valero Aranda (oriundo de Hinojosa). Y más
tarde, a las 5 de la mañana, condujeron a un padre y a un hijo al lugar Doña
Urraca, y les aplicaron la “ley de fugas”: Fernando Litón Cano (54 años,
carbonero) y Jacinto Litón Cano (27 años).
El pueblo de Villafranca también sufrió las represalias de la Guardia Civil,
recurriendo al método aberrante de golpear a los familiares de los
guerrilleros, por el único motivo de serlo. El 10 noviembre 1948, cometieron un
doble crimen contra dos hermanos del guerrillero “El Álvarez”: en Arroyo
Bermejo, aplicaron el “paseo” a Diego González Fernández (60 años), y en la
misma fecha, pero en distinto lugar (en el cerro del Acebuche), mataron a su
hermano Andrés (62 años). Es un caso poco conocido, pero extremadamente
arbitrio y cruel, porque estos dos hombres vivían ajenos a los problemas de la
sierra y sólo dedicados a su trabajo. Su sacrificio inútil, sólo por ser
hermanos de un guerrillero, rebasa todos los esquemas de los atropellos de una
dictadura.
Por último, en cuanto a exterminio de
campesinos se refiere, nos consta por testimonio oral (no aparece en el
Registro Civil) otro crimen en la persona de Joaquín Chamizo Zoilo, al que
liquidaron en Almodóvar del Río, en
1948, sin más precisión de fecha. Este hombre trabajaba en la Electro Mecánica,
de la capital, y pertenecía a la CNT clandestina. Un día, cuando salía del
trabajo, lo esperaba la Guardia Civil y lo condujo detenido hasta Posadas, a
disposición del terrible teniente Dueñas (superviviente del santuario de La
Cabeza). Este teniente sometió a Chamizo a terribles sesiones de tortura, hasta
que decidió rematarlo con la “ley de fugas”. Lo llevaron por la carretera de
Almodóvar, y en el puente del río Guadiato lo asesinaron, dejando allí el
cadáver para escarmiento. Un vecino de Almodóvar, José Noguerol, recogió el
cadáver en una caballería y lo enterraron en Almodóvar.
En Mundo
Obrero aparecen varios nombres más, víctimas de la “ley de fugas” a lo
largo de 1948, que no encontramos en los Registros Civiles: un tal Salado Alonso (Montoro, mes de abril),
José Sánchez Camarón y Maximiliano Ruiz (Hinojosa, mayo), Manuel Gutiérrez
(Rute, junio), Antonio Roldán (Cabra, junio) y Francisco Revilla Martín
(Montilla, septiembre). En Villaviciosa, testimonios orales añaden: Enrique de
la Fuente Arribas y un tal Baltasar.
La guerrilla, por su parte, respondió con
algunas represalias y crímenes. A los casos ya señalados en 1948, hay que
añadir varios más. El 31 mayo 1948, la guerrilla dio muerte a Daniel Aroca, en
la finca Casanueva, de Belmez. El 23
de septiembre, en la finca El Bujadillo, del mismo término, ahorcaron a Carmelo
Márquez Prado. En Fuenteobejuna tuvo
gran repercusión el crimen contra el alcalde pedáneo de la aldea de Cuenca, Eugenio Cano Castillejo, al que
mataron a tiros en la finca La Zambrana, obra de “Bienvenido”. Y en término de
Valsequillo, el 22 de abril, mataron a Isidro Marquino Calderón, en la finca La
Empedrada. En total, 23 víctimas en
1948, por obra de la guerrilla.
Por otra parte, la matanza contra el
personal civil practicada por los franquistas en Córdoba asciende, en 1948, a 80 personas, eliminadas sin trámite
legal, bajo el método arbitrario del “paseo” o “ley de fugas”. A esta cifra hay
que sumar el personal civil “paseado” en los años anteriores y los que aún
faltan por caer en 1949. La matanza ocurrida en Córdoba reviste, pues,
caracteres de genocidio y de holocausto (en las demás provincias tal estudio no
ha sido posible con este detalle y queda por acometer aún; pero en esta labor
se necesita ya la colaboración de los estudiosos locales y provinciales). Y no
se olvide, sobre todo por los que tienen un concepto “light” de la represión
franquista, que estos crímenes y esta campaña de terror ocurre nada menos que
en vísperas de 1950.
El periódico del PCE, Mundo Obrero, intentó, inútilmente, a lo
largo de 1948, llamar la atención de las democracias occidentales sobre los
atropellos que ocurrían en España, y lanzó al mundo una especie de S.O.S. para
que las democracias se solidarizaran con tanto derecho humano pisoteado y con
tantas víctimas inocentes del terror de Franco. Pero Francia e Inglaterra (o
las ya democráticas Italia, Alemania,...) hicieron oídos sordos ante el
holicausto español, y en la Europa de 1948 no se levantó un dedo contra los
crímenes de Franco. Los vencidos españoles y los demócratas clandestinos
vivieron su calvario en la más completa y absoluta soledad internacional.
Mundo
Obrero siguió clamando en el desierto. He aquí una muestra de tanta
desgracia y de tanto desamparo internacional:
“La ola interminable de crímenes franquistas.
Aplicación en serie de la ‘ley de fugas’. Dos campesinos asesinados en Córdoba”
(17-6-1948).
“La represión en la provincia de Córdoba.
Miserable provocación. La ‘ley de fugas’ contra un campesino. Varios asesinatos
en Asturias” (5-8-1948).
“La terrible sangría de la ley de fugas.
Cuatro campesinos asesinados en Andalucía. Córdoba: la ley de fugas contra dos
campesinos. Granada: asesinatos a mansalva. Cádiz: sin previo aviso”
(19-8-1948).
“Ante
la Asamblea de la O.N.U. en Paris: Denunciamos la guerra implacable que
Franco hace al pueblo español: 588 antifranquistas asesinados en año y
medio..... Trágico balance de año y medio: Fusilados: 71. Asesinados por la ley
de fugas y torturas: 517. Condenados a muerte: 22. Peticiones de pena de muerte:
21. ¡Españoles, Demócratas del mundo! Con vuestra acción, ¡Impedid más
crímenes!” (28-8-1948).
“Intensa aplicación de la monstruosa ‘ley de
fugas’. Málaga: campesino asesinado por una patrulla civilera emboscada.
Córdoba: otro crimen de los civiles. Pontevedra: un nombre más a la lista
trágica” (30-9-1948).
No sólo la guerrilla; también la
oposición democrática a Franco y sus víctimas sufrieron el más espantoso olvido
de las democracias occidentales. Ninguna campaña internacional se hizo en estos
años, ya en vísperas de 1950, contra los excesos y el terror de Franco. Este
pudo perpetrar sus crímenes en la más tranquila y sosegada impunidad.
PERSONAL
CIVIL EXTERMINADO POR EL FRANQUISMO MEDIANTE “PASEO” O “LEY DE FUGAS” EN LA
COMARCA DE “LOS PEDROCHES” (CÓRDOBA) en 1948. Relación de víctimas en las
cunetas cordobesas
Fecha Nombre Naturaleza Lugar del asesinato
6-2-41 Antonio Pizarro Illescas, 38 años Villanueva de Cór. Carboneras/Torrecampo
19-7-41 Juan
Fernández García, 20
Pozoblanco
Espiel
19-7-41
Bernardino Mansilla Villarreal, 39
Pozoblanco
Espiel
19-7-41 Eusebio Vioque Sánchez,
38 Espiel
Espiel
19-7-41 Máximo Peralbo
Caballero, 18
Villaralto
Espiel
19-7-41 Teodoro Sánchez Luna,
18 Villaralto
Espiel
19-7-41 Restituto Sánchez Luna,
22 (hnos.) Villaralto
Espiel
19-7-41 Manuel Gómez Valverde,
33 Espiel Espiel
19-7-41 Francisco Marabé
Campos, 31 Pya-Pueblonuevo Espiel
19-7-41 Baudilio Muñoz Márquez,
39 Pozoblanco
Espiel
19-7-41 Andrés Espinosa
Martínez, 54
Pozoblanco Espiel
19-7-41 Honorato Sánchez Gómez,
20 Pozoblanco Espiel
19-7-41 Ángel Egea Risco,
28 Pozoblanco Espiel
19-7-41 Eladio Rubio González,
27
Espiel
Espiel
19-7-41 Antonio Arévalo
Fernández, 53 Pozoblanco Espiel
19-7-41 Adrián Arévalo Bajo, 20 Pozoblanco Espiel
27-7-41 Antonio Jurado Muñoz,
59 Dos Torres Dos Torres
27-7-41 Genaro Cazorla Muñoz,
24 Dos Torres Dos Torres
30-7-41 Pedro Romero Fernández,
23 Dos Torres Dos Torres
30-7-41 José Talero Tapia,
60 Dos
Torres Dos
Torres
30-7-41 Sebastián Lunar Rubio,
51 Dos Torres Dos Torres
31-7-41 Florencio Rísquez
Andújar, 29 Torrecampo Torrecampo
31-7-41 Sebastián Pastor
Romero, 41
Torrecampo
Torrecampo
1-8-41 José Romero Iglesias,
20 Dos
Torres Dos Torres
2-9-41 Rafael Parra
Córdoba
Bco.Negrito/Vva. de C.
22-11-41 Alfonso Alharilla Morales, 19 Bujalance Bujalance
22-11-41 José Gallardo Gómez,
19 Bujalance Bujalance
22-11-41 Francisco Nievas
Galiano, 18
Bujalance Bujalance
18-5-43 Andrés Cepas Luna,
45 Villanueva de
Córd. Villanueva de C.
3-8-1946 Diego García Cachinero
“El Mosico”, 43, Vva. de Córd. Obejo, La Candelera,
(ahorcado
por la contrapartida, Guardia Civil).
26-10-46 Fernando Chacón
Benito, 29
Villaviciosa Villaviciosa
14-11-46 Miguel Esquina
Carrión, 69 (padre) Hinojosa El Espartal/Pya-Pueblonuevo
14-11-46 Julián Esquina
Barbarroja, 42 (hijo) Hinojosa id
14-11-46 Andrés Esquina
Barbarroja, 29 (hijo) Hinojosa id
27-12-46 Manuel Sánchez Noceto,
51 (padre) Fuente Tójar Fuente Tójar
27-12-46 Francisco Sánchez
Moral, 31 (hijo) Fuente Tójar Fuente Tójar
27-12-46 José Mª Leiva
Pimentel, 36 Fuente
Tójar Fuente Tójar
27-12-46 Josefa Briones Molina,
58 Fuente Tójar Fuente Tójar
1946 Francisco Sánchez
López Villanueva de Córdoba (muerto a palos) Córdoba
18-1-47 Juan J. Ortiz
Castillejo, 57 La
Cardenchosa Los
Villares/Hornachuelos
18-1-47 Diego Zújar
Monterroso, 35 Cañada del
Gamo id
26-3-47 Daniel Gallardo
Algaba, 49 Los
Pánchez Montesina/Fte.Obejuna
26-3-47 Santiago Benavente
Pérez, 58 Argallón id
Marzo-47 Ramón Oriego
Salamanca
-- Baena
12-4-47 Antonio Capitán
Pizarro, 33
Azuel Los
Cardos/Cardeña
12-4-47 Antonio Vioque
Alcalde, 33 Dos
Torres
id
18-4-47 Miguel Fabios Amor,
19 Pozoblanco (muerto a palos) Hospital/Córdoba
17-6-47 Francisco Perea
Gallardo Fuenteobejuna Fuente del Rey/Fuenteobej.
28-7-47 José Mª Jurado
Zarnoza, 30 Alamillo/Vva. de C. Aguilillas/Villanueva de C.
23-8-47 Pedro Molero
Izquierdo, 24 Villanueva de C. Cerro Veguetas/Montoro
26-8-47 Rafael Gómez Rivera,
18 Villaharta Alhondiguilla/Villaharta
25-1-48 Rafael Muñoz Sánchez,
32 (hno.) Navas de la C. Km.14 Ctra. Hornach/Navas
25-1-48 Manuel Muñoz Sánchez,
34 (hno.) id id
25-1-48 Santos Modesto Muñoz
Sánchez (hno.) id id
25-1-48 El padre de “El Conejo” --
Espiel
28-1-48 Antonio Caballero
Fernández, 68 Vva. del Rey Barranquillos/Vva. del Rey
8-3-48 Pedro Moya Tejada,
32 (hno.”Castaño”) Pozoblanco Portezuelo/Pozoblanco
8-3-48 Juan Mejías Cerezo,
50 Adamuz id
11-3-48 Enrique Muñoz Agudo,
33 Navas de la C. Hornachuelos
17-3-48 Antonio Salado
Alonso, 39
Hornachuelos
Hornachuelos
27-3-48 Antonio Camacho
Invernón, 38 Hornachuelos Hornachuelos
18-4-48 Juan Ruiz Calero
(padre “Carrete”) Pozoblanco Cruz del Pilar/Pozoblanco
18-4-48 Lucas Rodríguez
Fernández, 34 Pozoblanco id
24-4-48 Epifanio Delgado
Hidalgo, 27 Obejo Vallesegunda/Obejo
12-5-48 Pedro Gómez Jurado,
35 Rute Hornachuelos
Mayo-48 Un Desconocido Villanueva del
Duque Villanueva del D.
2-6-48 Andrés Cano Ruiz,
40 Villanueva del
Rey Belmez
8-6-48 Manuel Torralbo
Cantador, 29 Villanueva de
Córdoba Villanueva de C.
8-6-48 José A. Palomo
Huertas, 48 Villanueva de
Córdoba Villanueva de C.
8-6-48 Juan Romero Cachinero,
39 Villanueva de Córdoba Villanueva de C.
8-6-48 Isidoro Calero Pozo,
45 Villanueva de
Córdoba Villanueva de C.
8-6-48 Andrés Díaz
Gutiérrez, 58 Villanueva de
Córdoba Villanueva de C.
8-6-48 Catalina Coleto
Muñoz, 52 Villanueva de
Córdoba Villanueva de C.
17-6-48 Juan García Serrano,
26 Villanueva de
Córdoba Mojoneras/Adamuz
17-6-48 Pedro Coleto Díaz,
45 Villanueva de
Córdoba Mojoneras/Adamuz
17-6-48 Genaro Ruiz Zamora,
27 Villanueva de
Córdoba Mojoneras/Adamuz
5-7-48 Andrés Molero
Redondo, 51
Villafranca Las
Traviesas/Obejo
5-7-48 Francisco Romero Huertas,
46 Villanueva de Córdoba Las Traviesas/Obejo
7-7-48 Pedro Rojas Serrano,
51 Montoro Camino de la Onza/Cardeña
8-7-48 Pablo Agenjo
Rodríguez Villanueva de
Córdoba Collados Altos/Cardeña
4-8-48 Juan Moyano Márquez, 23 Pozoblanco La Romana/Pozoblanco
4-8-48 Juan A. Fuentes
Cardador, 25 Pozoblanco La Romana/Pozoblanco
31-8-48 Felipe González
Torrico, 18 Hinojosa Extramuros/Hinojosa
3-9-48 Antonio Gómez Soto,
43 Albuñán, Granada Tamujoso/Adamuz
3-9-48 Rafael Quesada
Carvajal, 35
Villafranca
Tamujoso/Adamuz
10-9-48 Amelia Rguez. López,
49 (madre “Caraquemá”) Pozobl. La Romana/Pozobl.
10-9-48 Amelia García
Rodríguez, 18 (hna.“Caraquemá”) Pozobl.
La Romana/Pozobl.
10-9-48 Isabel Tejada López,
60 (madre “Castaño”) Pozoblanco La Romana/Pozobl.
10-9-48 Antonio Cabanillas
Rguez., 34 Pozoblanco La Romana/Pozobl.
12-9-48 Juan Cabello Moreno,
52 Villanueva de C. Dehesa Quebradilla/Conquista
12-9-48 Andrés Gañán
Calventos, 30 Conquista Dehesa Quebradilla/Conquista
13-9-48 Sixto Fernández
Gómez, 46 Villaralto/Cardeña Finca Cebrián/Cardeña
14-9-48 Cipriano Redondo Moreno, 63 (padre) Obejo Carrizuelos/Cardeña
14-9-48 Brígida Muñoz Díaz,
60 (madre) Obejo Carrizuelos/Cardeña
14-9-48 Juan Redondo Muñoz,
27 (hijo) Obejo Carrizuelos/Cardeña
24-9-48 Bernabé Sánchez
Torralbo, 52 Adamuz Ayo. Valdelaguerra/Adamuz
25-9-48 Fernando Gallego
Pontes, 19 Villanueva Duque Jabalinera/Vva. del Duque
28-9-48 Pedro Gómez Calero,
36 Villanueva de Córdoba Ayo.Gudamora/Vva. Córd.
28-9-48 Miguel Fabios Dueñas,
59 Pozoblanco Ayo.Gudamora/Vva. Córd.
29-9-48 Matías Valero
Aranda
Hinojosa Las
Piedras/Vva. del Rey
29-9-48 Fernando Litón Cano,
54 (padre) Vva. del Rey Doña Urraca/Vva. del Rey
29-9-48 Jacinto Litón Cano,
27 (hijo) Vva. del Rey Doña Urraca/Vva. del Rey
17-10-48 Ángel Sojo Llamas,
54 Fuentes Andalucía Hornachuelos
17-10-48 Fernando Antúnez Bajo,
27 Navas de la Concepción Hornachuelos
26-10-48 Pedro Torrecilla
Alias, 46 Adamuz Ayo.Tamujoso/Adamuz
28-10-48 Pedro Márquez Rguez.,
41 Pozoblanco Transformador/Pozoblanco
28-10-48 Juan Arévalo Calero,
39 Pozoblanco Transformador/Pozoblanco
28-10-48 Clemente Márquez
Galán, 42 Ciudad Real Transformador/Pozoblanco
28-10-48 Manuel Fernández
Fernández, 35 Alcaracejos Transformador/Pozoblanco
10-11-48 Andrés González Fdez.,
62 Villafranca Ayo.Bermejo/Villafranca
10-11-48 Diego González Fdez.,
60 Villafranca Ayo.Bermejo/Villafranca
(Ambos,
hermanos del guerrillero “Álvarez”)
11-11-48 Juan A. Redondo
Monteagudo, 57 Adamuz Tamujoso/Adamuz
2-12-48 Pedro Herruzo García,
25 Pozoblanco Ayo.Sta.María/Pozoblanco
2-12-48 Pedro Caballero Olmo,
38 Añora Ayo.Sta.María/Pozoblanco
2-12-48 Antonio Olmo
Caballero, 34 Añora Las Navas/Villanueva de C.
2-12-48 Eufrasio Madero
Expósito, 38 Villanueva de C. Las Navas/Villanueva de C.
7-12-48 Joaquín Heredia
Giménez, 39 Villanueva de C. Ventorro Madroño/Vva.Cór.
7-12-48 Gaspar Martín
Valverde, 45 Villanueva de C. Ventorro Madroño/Vva.Cór.
19-12-48 Rafael Fernández
Muñoz, 36 El Guijo Fuente la Sierra/Pedroche
19-12-48 Juan Aperador García,
42 El Guijo Fuente la Sierra/Pedroche
19-12-48 Pedro Castillo Fuente,
65 Pedroche Fuente la Sierra/Pedroche
1948 Joaquín Chamizo
Zoilo Córdoba Río Guadiato/Almodóvar
Abril-48 -- Salado Alonso -- Montoro (según M.O.)
Mayo-48 José Sánchez
Cambrón
Hinojosa
Hinojosa (según M.O.)
Mayo-48 Maximiliano Ruiz -- Hinojosa (según
M.O.)
Junio-48 Manuel Gutiérrez -- Rute (según
M.O.)
Junio-48 Antonio Roldán
--
Cabra (según M.O.)
Sept-48 Francisco Revilla
Martín -- Montilla (según
M.O.)
S/f Un tal
Baltasar
--
Villaviciosa (Fuente oral)
S/f Enrique de la
Fuente Arribas -- Villaviciosa (Fuente
oral)
12-2-49 Francisco Moreno
Castro, 43 Hornachuelos Hornachuelos
26-2-49 Manuel Zurita
Cuadrado, 62 Fuenteobejuna Ayo.Majavaca/Fteobejuna
27-2-49 Higinio Diéguez
García, 43 (hno.) Fuenteobejuna El Bujadillo/Belmez
27-2-49 José Diéguez García,
26 (hno.) Castillo Guardas El Bujadillo/Belmez
27-2-49 Teresa Molina
Sánchez, 26 (esposa anterior)
Espiel El
Bujadillo/Belmez
27-2-49 Antonio Medina
Moreno, 59 Belalcázar El Bujadillo/Belmez
5-3-49 Félix Rubio Rojano,
46 (hno. de “Cristino”) Obejo Molinillos/Hornachuelos
5-3-49 Rafael Santacruz Rojano, 42 (primo
anterior) Obejo id
6-4-49 Francisco Guijo
Redondo, 22 (hno. de “Terrones”)
Pozoblanco Pozoblanco
10-4-49 Amador Cabanillas
Castillejo, 69 Hornachuelos Alcornocosa/Villaviciosa
12-4-49 Diego García
Vázquez, 25
Fuenteobejuna
Extramuros/Villaviciosa
12-4-49 Juan Calero de los
Ríos, 40 Villaviciosa Extramuros/Villaviciosa
12-4-49 Rafael Ruiz Tirado,
38 Añora Extramuros/Villaviciosa
17-7-49 Manuel Vigara
Regidor
Belalcázar
Belalcázar (torturas)
27-7-49 Antonio Muñoz
Fernández, 38 Villanueva Rey Molino Quintana/Vva. Rey
27-7-49 Pedro Manuel Cano
Ruiz, 44 Villanueva Rey Molino Quintana/Vva. Rey
27-7-49 Antonio Sánchez
Jódar, 46 Villanueva Rey Molino Quintana/Vva. Rey
10-9-49 Francisco Cebrián
Fernández, 43 Adamuz Ayo. Perojil/Adamuz
17-9-49 Rafael Rodríguez
Carmona Villafranca Ayo. Molino/Villafranca
27-9-49 Pedro Gómez Caro,
32 Valsequillo Extramuros/Los Blázquez
27-9-49 Juan Menjíbar
Murillo, 64
Castuera Exramuros/Los
Blázquez
27-9-49 Leoncio Rubio
Sánchez, 54 Hinojosa Extramuros/Los Blázquez
27-9-49 Lorenzo Gutiérrez
Pérez, 23 (hno. “Saltacharquitos”)
Hinojosa id
21-10-49 Isidoro Rodríguez
Rubio, 29 Pozoblanco Finca Jimena/Pozoblanco
13-1-50 Miguel Lira Cano, 48
(hno. de “La Lira”) Granja de T. Peñascal/Belalcázar
13-1-50 Ángel Paredes
Mansilla, 23
Belalcázar Peñascal/Belalcázar
13-1-50 Pedro Benítez Medina,
27 Belalcázar Peñascal/Belalcázar
27-6-50 Diego Porras Piedra,
39 Rute Extramuros/Rute
27-6-50 Gumersindo Bueno Reina, 44 Rute Extramuros/Rute
(Falta, no inscrito, Antonio Vargas Montes, nat. de Sevilla, del
Comité Regional del PCE, asesinado por
la Guardia Civil en Belmez, y enterrado en la fosa común de ese cementerio.
Fuente: correo de 24-2-2007, de Francisco Espinosa, con el testimonio de la
viuda llamada María Luisa, a la que el Defensor del Pueblo Andaluz le
desautoriza la pensión de viudedad, porque “en el caso que usted nos plantea no
se observa una actuación de la Administración que implique infracción del
ordenamiento jurídico”. La falta de respeto a las víctimas, por tanto, parece
generalizada en la actual democracia.
Es evidente que a las víctimas de hoy se les tiene mucho más respeto
que a las víctimas de ayer).
TOTAL………………………………… 160
terrible historia, de nombres conocidos por mi
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